Capítulo 21: Bajo las nubes

El joven permanecía sentado sobre el césped a pocos metros del ingreso a la casa. Portaba una expresión entre melancólica y decepcionada. Su mente se encontraba totalmente perdida entre pensamientos y recuerdos. ¿Fracasó nuevamente en las pruebas que Hori le dio para conseguir el amor de Fukugawa, o tuvo éxito mediante una vía alternativa? 


Todo le carcomía la cabeza. Él amaba a esa joven, pero si iba a tener tantos problemas para intentar estar con ella, lo mejor sería olvidarla, irse y buscar otra mujer de la que enamorarse. Su vida ya había tenido muchas complicaciones de todo tipo, y no iba a soportar una más. 


Algunas nubes aparecieron repentinamente en el cielo. Tapando por completo el sol, lo que no permitía que sus brillantes rayos iluminaran plenamente las tierras a la vista. Aún faltaba un buen rato para que llegara la noche, pero la nueva visión del paisaje la hacía ver como si ya estuviera por suceder el anochecer. 


Detrás de él, logró oír el sonido del rechinido de una puerta. No tuvo intención alguna de voltear a ver de quién se trataba, qué persona salió. Posiblemente fuera Hori, burlándose de él,  Fukugawa, odiándolo por derrotar a su maestra en combate, o tal vez, Hokano importándole poco o nada lo que suceda con él. 


Muy  a pesar de eso, la curiosidad fue más fuerte que él. Se trataba de la joven que era su objetivo amoroso, pero no parecía enojada. Para nada. Estaba esbozando una ligera sonrisa, y no se encontraba vestida con su traje de kunoichi. Llevaba puesto un kimono blanco.  


—¿No hay problema si me siento a su lado para hacerle un poco de compañía? —Fukugawa caminó hasta estar al lado de Hiroshi. En ningún momento dejaba de observarlo y salía de su expresión. 


—Para nada. Siéntate. —El chico también soltó una pequeña sonrisa involuntaria cuando sus oídos lograron captar semejante petición. 


—Fue interesante verte pelar. Nunca vi alguien que pueda hacer ese tipo de cosas. ¿De dónde aprendiste todo eso? —Kaneko estaba entusiasmada ante las técnicas de lucha del joven. 


—En realidad, no lo aprendí. Una noche, me encontré con un grupo de cultistas mientras viajaba junto a mi padre. Mi progenitor insistió en venderles algo, pero ellos siempre se negaban. Se hartaron de su testarudez. Quisieron atacarlo con unas dagas, yo lo defendí y asesiné a uno de ellos. El resto de ese grupo, me echaron una maldición en venganza. Convirtieron mi alma en un portal demoníaco. —comentó Hiroshi, con cierta tristeza en su forma de hablar. 


—Asumo que debiste pasarlo mal los primeros días desde que te hicieron eso. —Aunque intentaba, Fukugawa no era capaz, de ninguna forma, de siquiera imaginar el tormento que ha de haber sufrido el joven. 


La joven lentamente se arrimó hasta Hiroshi, sin despegar la vista del rostro de quien permanecía observando el césped, perdido entre pensamientos y recuerdos. Lo abrazó, lo que ocasionó que él volteara a verla. 


Los labios de ambos chocaron lentamente en un beso suave y apasionado. El abrazo fue correspondido por el chico. Sin despegar los labios ni un segundo, Fukugawa comenzó a quitarse lentamente su blanco kimono, revelando su suave y brillante piel, su figura esbelta, sus pequeños pechos, y sus seductoras y largas piernas. 


Las manos de la chica, luego, se dirigieron hasta el cuerpo de Hiroshi, para desvestirlo, dejando ver prontamente un abdomen muy trabajado y duro. Se dejaron caer sobre la hierba y allí se revolcaron, besándose más intensamente, rozando sus cuerpos, y sintiendo con sus manos cada centímetro de piel del otro. 


—Me gusta tu cuerpo. —dijo el ronin de manera susurrante, interrumpiendo algunas palabras con besos, mientras sus cuerpos se conectaban intensamente.


Hiroshi había logrado, por ese momento, olvidar los sentimientos negativos, que le provocaba recordar que era víctima de aquella maldición impuesta por ese grupo de cultistas, y el trauma que le generó cometer ese asesinato por proteger a su padre. Él siempre fue criado para ser una buena persona, y siempre le había parecido incorrecto matar. Por lo que siempre se encontraba deprimido cuando eliminaba a alguien en su vida de ronin. 


Por su lado, Fukugawa también parecía haber olvidado. Todo lo malo...todo lo negativo. Las cosas que había sufrido, hace mucho y hace poco. No recordó, siquiera, la mala situación que debía estar pasando su familia, aún en el castillo donde ella también solía vivir. Allí quedaron su madre y su hermana, y seguro el daimio estaría ensañándose con ellas por el robo del arma, de parte de la chica, y posterior escape de la ciudad. 


—Calladito. Se disfruta más en silencio. —Kaneko colocó uno de sus dedos índices sobre los labios de Hiroshi. Los brazos de ella, rodearon lentamente el torso y la espalda de su compañero y empujó hacia ella, para presionar ambos cuerpos. Lo mismo realizó el ronin. 


Al pasar algunos minutos, ambos comenzaban a sentir cierto agotamiento. La chica se arrodilló las rodillas sobre el césped y la zona donde ambas extremidades inferiores daban comienzo, sobre el cuerpo del chico. Comenzó a temblar y lazar unos gemidos que no pudo callar por más que intentó. Ese estado duró sólo unos pocos segundos, tras los cuales, ella dejó caer su cuerpo completo sobre Hiroshi.


Ambos jadeaban fuertemente, los corazones les latían con mucha intensidad. Sólo tuvieron fuerzas para mirarse fijamente a los ojos unos segundos y besarse una vez más con intensidad. 


En cuanto pudieron recuperar un poco de fuerzas, se pusieron de pie y volvieron a vestirse. 


—Oye, si puedo preguntar. ¿Por qué hiciste eso? ¿Es que te gusto o algo?  —preguntó Hiroshi mientras recogía sus ropajes de entre la hierba que cubría el suelo del lugar.


—Dije que se disfruta más en silencio, y aún no estamos completamente vestidos. —respondió Fukugawa manteniendo una sonrisa pícara, mientras tomaba una bolsa que, de alguna forma había escondido dentro del kimono blanco. Ésta contenía ropa interior y su traje de kunoichi.


—Mis disculpas por el atrevimiento, bella dama. —El ronin agachó la cabeza y procedió a colocarse la ropa rápidamente. 


—Era broma, la verdad es que me caíste bien. Quise darte la oportunidad y no me defraudaste. Me gusta que eres oscuro y misterioso, a la vez que guapo. Por un momento, creí que habías sospechado algo de eso, después de todo, ¿por qué andaría sin nada debajo de mi kimono? —explicó alegremente, Fukugawa, mientras se colocaba el sostén.


—Entonces tu... —Una vez más, el dedo índice de la chica se apoyó sobre los labios de Hiroshi. 


—Si, somos pareja, pero eso que somos no debe decirse. A escondidas, se disfrutan más de los momentos como el de recién. —Cuando terminó de hablar, algo llamó la atención de ambos. Se trataba de un montón de pasos, y estaban cada vez más cerca.


Hori salió con rapidez de la solitaria casa, mostrando una expresión atónita. Hokano, quien iba detrás de ella, no lucía muy diferente. 


—Algo sucedió. Yoshida habrá adelantado sus movimientos, el ejército de Kyoto ya está en dirección a este lugar, sin Araki. —Los cuatro se alarmaron ante ese escenario. 

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