Capítulo 17: El monstruo del monte

El trío de féminas comenzó su lento descenso de aquel monte, con una Fukugawa que ahora se veía, y posiblemente, era mucho mas poderosa. Todas se encontraban mudas, pensando profundamente en lo que acababa de suceder. ¿Cómo es que la Luna le transmitió conocimientos a la joven, si esta no posee sabiduría alguna? Sólo las personas contienen la sabiduría y el conocimiento. La Luna sólo contiene el propio poder y su magia.


Cuando casi están por descender la totalidad del monte, con la facilidad que significaba tener la visión nocturna de Hokano, una roca es lanzada de algún lugar y golpea el estómago de quien era los ojos de las tres, en esa profunda oscuridad. Ella cae al suelo, escupiendo una buena cantidad de sangre.


Al levantarse, con muchas dificultades, observó en dirección de donde había llegado esa roca y logró ver una figura similar a la de las historias que le contaron sobre ese monte. Una mujer con cabello rojizo, que llevaba puesto un vestido gótico morado, ojos rojos brillantes, mucha cantidad de sangre y vísceras, portando un hacha de gran tamaño en una de sus manos, que llevaba arrastrando. En donde debería estar su vientre, había un gran agujero por el cual querían escaparse órganos y carne, pero se vieron estancadas. Su voz emitía un sonido agudo que recordaba al chillido de un murciélago.


—Parece que la... —Hokano tuvo un pequeño ataque de tos, en el cual, expulsó por la boca, bastante sangre—... leyenda era verdad. Esa cosa...esa monstruosidad... —El cuerpo de la chica de traje azul, comenzó a temblar, como si hubiera empezado, a sentir verdadero terror.


—¿Sucede algo, Hokano? —preguntó Hori, con preocupación.


—Pre...paren...las armas... —respondió de manera entrecortada.


—Estamos ante un enemigo poderoso, parece. Definitivamente, poderoso y grotesco, de aspecto vomitivo. —comentó Fukugawa desenfundando su renovada katana. 


—¿Lo has podido ver? —La rubia también prepara sus armas para entablar un combate contra un enemigo desconocido.


—No, pero he logrado sentir su energía. Debemos ser cautelosas. —Fukugawa comenzó a caminar en dirección de donde sentía venir esa energía.


—Técnica de compartir. —Hokano pronunció esas palabras y, instantáneamente, las otras dos féminas, también obtuvieron su visión nocturna, aunque no era tan buena como la que ella misma poseía, pero de todas formas, las ayudaba mucho a visualizar sus alrededores. 


La mujer gótica de aspecto aterrador, levantó su hacha y la dejó caer encima de ellas con la intención de cortar a alguna de las tres, a la mitad verticalmente, pero su movimiento fue demasiado lento. Hori se paró detrás de ella, a una cierta distancia, y arrojó un shuriken a su espalda, algo que casi ni sintió. Hanako disparó una flecha hacia el cielo, y usó su poder lunar para multiplicarla y generar una lluvia de ellas sobre su enemigo, pero el monstruo de aspecto femenino, levantó su hacha con dificultades, para bloquear la mayoría. Fukugawa, intentó acercarse lo más rápido que podía para asestarle una simple estocada en el pecho, pero un collar que la criatura llevaba puesto, lanzó un brillo pequeño y la joven salió volando lejos.


La habitante del monte, extendió ambos brazos, sosteniendo el hacha con fuerza, y realizó un giro completo para golpear en todo a su alrededor. Fukugawa y Hanako estaban lejos, afortunadamente, pero el arma logró golpear a Hori y dejarle un buen corte en el abdomen. La rubia cayó al suelo sangrando y se alejó de la criatura arrastrándose por la tierra.


 Kaneko corrió hacia la monstruosidad, y realizó un gran salto, para realizare un corte en uno de sus brazos, el que realizó con éxito, pero no consideró que esas vísceras que se asomaban por el agujero en su vientre, eran otra 'arma' de su objetivo, por lo que recibió la embestida de esos órganos vivientes en la cara, conformando un golpe muy doloroso que le produjo un sangrado inminente en la nariz.


­Hanako preparó una vez más  su arco, y multiplicó las flechas gracias a su poder lunar, con la diferencia de que esta vez, no intentó realizar una lluvia sobre su objetivo, sino que intentó un impacto frontal, realizando el disparo, de manera horizontal. Esta vez, el monstruo no pudo esquivar o bloquear los proyectiles, y le acertaron la mayoría de ellos, pero en particular, llamó mucho la atención de la arquera, que las dos flechas que cayeron en su vientre abierto, parecieron dolerle bastante.


—Eso le ha dolido. El estómago debe de ser su punto débil, intenten atacar a esta cosa ahí. —exclamó la chica de traje azul. 


Una Hori adolorida, que se puso de pie con cierta dificultad, preparó sus kunais, mientras pensaba en algún método para poder golpear a la criatura en ese lugar, y en eso también pensaba Fukugawa, quien sostenía con firmeza su katana, lista para atacar una vez más.


—¡Tengo una idea! —comentó la rubia—. Hanako, dispara otra oleada, que yo envió varios shurikens mezclados entre tus flechas. Jovencita, cuando el monstruo esté adolorido, atraviésalo con tu arma. Tengo la esperanza de que todo esto funcione. —Las otras dos asintieron ante el plan de Hori, y tomaron posiciones para empezar a atacar, no sin antes tener que esquivar un par de ataques desesperados de parte de aquel monstruo.


Una vez hecho, la fémina de traje azul, preparó una flecha diferente a las demás. Esta flecha tenía una punta de oro, mientras que las demás tenían punta de hierro. Justo cuando pronunció las palabras para multiplicar las flechas en cuanto las dispare, la rubia lanzó sus shurikens y se hizo a un lado para que viajen junto con el proyectil del arco de Hokano.


La criatura intentó proteger su estómago de aquellos lanzamientos, pero el peso de su hacha le impidió poder lograrlo a tiempo, recibiendo todos y cada uno de esos proyectiles, en su punto débil. Las flechas que impactaron, empezaron a escupir un tenue brillo dorado que hizo daño en el interior del cuerpo del objetivo, dejándolo aturdido. Fukugawa aprovechó ese pequeño momento para lanzarse y ensartarle la katana en lo que parecía ser un hígado putrefacto. 


Tras ese ataque final, el monstruo empezó a convulsionar. Todo su extraño cuerpo temblaba demasiado. Las tres mujeres tomaron distancia por precaución. Con sus últimas fuerzas, la criatura que habitaba en ese monte, arrojó su pesada hacha, realizándole un corte grande, pero no muy profundo a Hori, quien en seguida cayó al suelo, adolorida, con su traje desgarrado producto de los dos golpes cortantes que recibió durante la batalla. 


La preocupación por la rubia, pronto se vio potenciada, ya que el cuerpo del monstruo dejó de temblar, el hacha regresó por su cuenta a sus manos, y su estómago se cerro por una capa de, aparentemente, roca, que se formó alrededor de todo su torso. Rápidamente ellas tres se prepararon para batallar por segunda vez, pero no tardó mucho en aparecer un halo de luz morada, que atravesó a la criatura por la cintura y cortó su cuerpo en dos. El cuerpo del enemigo cayó sin vida, y reveló a un hombre que se encontraba enfundando su katana.


—¿Cómo andan, chicas? —preguntó alegremente.


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