Capítulo 14: El inicio de un viaje
En la solitaria casa, rodeada de montañas. La profunda limpieza que tomó varios días, por fin había culminado. Ahora ese hogar estaba de punta en blanco, impecable. Una gran sonrisa se formó en los rostros de Hori y Fukugawa, quienes por fin podían dejar de pensar en eso y poder iniciar, de una vez por todas, con el entrenamiento de la joven.
—Bueno, tengo noticias para ti. Ahora que ya no es necesaria la limpieza, tenemos todo el tiempo del mundo para entrenarte en el camino kunoichi, pero por otro lado, Kyoto no tardará en lanzar una ofensiva contra Osaka. Su ejército pasará por aquí, ya que estamos en medio entre los dos territorios, y si te ven, te darán caza. Debemos trabajar lo más rápido que podamos. —La rubia preparó sus kunai, y se los guardó en la cintura.
—¿Con qué empezaremos? —preguntó Kaneko ansiosamente.
—Hmm, primero...¿has pensado muy bien en para qué usarás esa katana? ¿Cuáles son tus objetivos? —Hori se paró firmemente delante de su aprendiz.
—Quiero convertirme en samurai, lo tengo decidido. Quiero que el daimio, o el daimio que lo suceda, me acepte como samurai y me incluya en su ejército. —respondió sin titubear Fukugawa. Su voz la hizo mostrarse totalmente segura de sí y de lo que quería, causando que su maestra se viera un poco más tranquila.
—Debes tener agallas, para querer algo como eso. Los samurais viven para morir en la guerra, y siempre dan la vida por sus superiores. Supongo que, entonces, no te molestará morir a cambio de proteger al daimio. Pero, como sea, mientras no seas una samurai, yo soy tu maestra y sólo me obedecerás a mí, ¿entendido? —A medida que pasaban las palabras, la voz de Hori iba ganando volumen.
—Lo he entendido perfectamente, maestra. —Kaneko se arrodilló sobre el suelo, como una forma de mostrar respeto a quien, a partir de ese momento, iba a entrenarla.
—Igualmente, déjame decirte que ya superaste el primer paso del entrenamiento kunoichi. Una guerrera como yo, debe tener bien en claro sus objetivos. No se puede avanzar a ciegas, el camino debe ser claro y perfectamente entendible, para que ya sólo reste caminar en la dirección correcta. —Hori dejó de estar tan firme, y relajó un poco su postura.
—¿Cuál es la siguiente prueba, maestra?
—Tómatelo con calma, Fukugawa. Una kunoichi debe saber tener mucha paciencia. En muchas ocasiones, una sola misión te puede llevar varios años hasta que vuelvas a mí y me cuentes tu victoria. Hay un tiempo para todo, no se puede tener todo ya.
—Entonces... —Fukugawa no pudo terminar de hablar, puesto que Hori continuó.
—Aunque esta vez estamos ante una situación especial. Normalmente, los entrenamientos kunoichi, toman como diez años, pero nosotras tenemos, máximo, dos meses antes de que la gente de Kyoto pase por aquí, porque saben que estamos en este lugar, vendrán destruirán y quemarán la casa, y no tendremos forma de continuar con tu entrenamiento. Eres un caso muy especial. —comentó la rubia con una voz que se sintió débil por unos momentos.
—Entonces, esta vez sí vamos a acelerar todo, ¿no?
—Exactamente. Tenemos muchas cosas que hacer, pero para lo siguiente, debemos esperar a que se haga de noche. El primer día de entrenamiento, quiero dedicarlo a que te conectes con la Luna, y aprendas a controlar su poder, además de manifestarlo a través de tu arma. Será un muy buen comienzo, creo yo. —Hori se acercó hasta una ventana, solo para observar que el sol estaba situado justo en el centro del cielo, lo que indicaba que aún quedaba un largo rato para que anocheciera.
***
—¡Tengu! Al fin tengo el agrado de volver a verte. ¿Cómo van las cosas por allá en Chimamire? —El daimio Yoshida, de Kyoto, estaba contento por recibir esa visita en su castillo, uno de los altos mandos de aquella ciudad de los demonios.
—Pues, demasiado mal. Nos hemos enterado de que nuestra 'célebre' y 'querida' cosechadora de almas ambulante, era una traidora. Una mujer que estaba para espiar todo lo que sucedía en Chimamire. Intentamos atraparla y matarla, pero logró escapar. —El hombre demonio que poseía una nariz de tamaño considerable, se mostró muy decepcionado consigo mismo.
—¿Pudiste saber algo de ella? ¿Cómo se llama? ¿De dónde es? —Yoshida se levantó de su trono y caminó hasta acercarse a su visitante.
—Poco, sólo que sirve a un maestro ninja de la ciudad de Osaka. La maldita gente de Osaka. —El Tengu respondió con una voz muy enfurecida.
—Ja, ¿y tu le crees? No necesito saber más. Ya sé de quien se trata. Nuestro objetivo, Fukugawa, es una nueva kunoichi a las órdenes de su maestra, Hori. Esta mujer es una kunoichi bastante experimentada, pero nuestro objetivo no es la única que tiene a su servicio. Hay otras dos: su propia hija, y una mujer misteriosa de la que se sabe poco. Su nombre es Hokano, creo. Es conocida como el arma secreta mas secreta de Hori. Siempre la mantiene en las sombras, no deja que nadie se entere que tiene a esta chica bajo sus órdenes. Es letal, inteligente y astuta...hasta podría describirla como el arma perfecta. No sé bien quién o qué sea esa mujer, ni qué entrenamiento tuvo, pero es un rival al que realmente hay que temer. —La voz de Yoshida titubeaba levemente al recordar cosas relacionadas con aquella chica, Hokano.
—¿Y qué haremos para encargarnos de ella? —preguntó Tengu, nervioso.
—Araki...es una demonio, muy letal también...con poderes de la Luna. Ella debería preocuparse por entrenar más y entonces podría llegar a ser nuestra gran esperanza contra Hokano. —La mirada de Yoshida se desvió hacia la puerta de entrada hacia la sala donde él se encontraba, ya que la mismísima Araki estaba ingresando.
—El entrenamiento es para los débiles, que no saben usar su fuerza. Para los cobardes, que no entienden de blandir un arma. Para los normalitos que no poseen poder ni del sol, ni de la luna, y necesitan de trucos raros para vencer. Yo soy una demonio, nacida del fuego y las cenizas de almas corrompidas que perecieron en vano o sin honor. No le tengo miedo a una tonta con truquitos de ninja. —El cuerpo de Araki comenzó a arder lentamente hasta quedar completamente cubierto por el fuego. Tras unos segundos, ese fuego se esfumó y reveló algo estremecedor.
Su ropa se había reemplazado por una armadura que dejaba todo su abdomen y sus piernas a la vista. Sus pies estaban descalzos, pero le había crecido piel y huesos debajo de estos, formando unos tacones naturales. Desde la parte trasera de su cintura, nacía algo que podría describirse como una cola de escorpión blindada, con un aguijón de gran tamaño. En lugar se las uñas de sus manos, ahora tenía unas zarpas de quince centímetros de largo echas enteramente de algún material metálico. Los ojos obtuvieron unas papilas ovaladas, igual a la de los gatos, de un negro muy profundo, mientras todo el resto de esos ojos, eran de un color naranja muy brillante. Su cabello abandonó su color rojo oscuro, y se tornó de un grisáceo oscuro.
—Al fin conocemos tu verdadero aspecto, Araki. —comentó Yoshida.
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