Capítulo 13: Chimamire

La mujer con la hoz, que caminaba tal y como lo haría un zombi, fue detenida en el ingreso a aquella ciudad oscura, por dos hombres robustos que se encontraban parados a los lados de la gran puerta. 


—¡Un momento! Díganos su nombre, señorita. —Uno de ellos, que vestía ropas similares a las de un capitán pirata, se paró delante de ella para detenerla.


—Soy Shino Hakai, la cosechadora de almas ambulante. Vengo a Chimamire para hacer una parada en mi viaje. —respondió rápidamente la fémina. Casi instantáneamente, los dos hombres en la puerta sonrieron levemente.


—Oh, Shino, mis disculpas, jovencita, casi no la reconocí sin su capa negra. Usted siempre es bienvenida a Chimamire, pase, por favor. —Ambos masculinos se hicieron a un costado para dejarla pasar. 


—¡Muchas gracias, chicos! —Ella continuó caminando hacia el interior de la gran ciudad oscura, con su paso de zombi, mezclándose entre una multitud conformada por diferentes clases de monstruos y demonios que habitaban en ese lugar. Los cuales, la mayoría se corrían a un costado para dejarle el paso a ella, y la miraban anonadados, ya que era una figura muy importante para la gente de Chimamire, y pocas veces aparecía por la ciudad. 


Ella siguió hasta ingresar a un callejón en donde no había nadie viéndola. No fue hasta entonces, que abandonó su andar actuado, para volver a su método tradicional de desplazarse a pie. A través de aquel callejón oscuro, llegó hasta una puerta de madera pintada con rojo, donde golpeó fuerte.


—¡Ya voy! —exclamó una voz masculina muy ronca que se escuchó desde dentro de esa casa. Tras unos segundos, se abrió aquella puerta, rebelando a un hombre con piel muy blanca, al punto de parecer muerto, ojos rojos brillantes, y cabello plateado, que vestía ropas totalmente negras, adornadas con un colgante de rubí. 


—Nandru Dumitru, llevamos bastante tiempo sin vernos. —comentó con un tono de voz alegre, la chica.


—Ciertamente, Hokano. ¿Hori te trajo a este lugar de vuelta? Tengo algunas novedades sobre lo que está ocurriendo en Chimamire, pero no demasiada. No salgo mucho a la calle, porque, si bien yo tampoco soy humano, me parezco a uno, lo que me hace muy diferente a la demás gente de aquí. —Ambos pasaron a la casa y el hombre pálido cerró la puerta.


—Bueno, veo que Chimamire se ha convertido en un muy buen hogar, desde que los eslavos te expulsaron al descubrir que no eras humano. Te veo muy bien adaptado a este lugar, a pesar de todo. —La chica tomó asiento en una silla dorada que se encontraba junto a una mesa alargada en el centro de la sala principal de ese hogar.


—Inicialmente, fue difícil adaptarme, pasé de ser la mano derecha y capitán del ejército eslavo, a  ser un simple ciudadano de una ciudad sin leyes ni derechos. El cambio de vida me sigue costando demasiado, pero no tardaré mucho mas en acostumbrarme a vivir aquí. —La voz de Nandru sonaba melancólica, como si muchos recuerdos estuvieran pasando por su cabeza.


—Cuando llegaste a Japón, yo... —La voz de Hokano se interrumpió repentinamente por un suceso que empezó a escucharse.


—¡Ayuda! Suéltame, por favor. —Era una voz femenina y, al parecer estaba forcejeando con alguien. Ambos salieron para ver qué estaba ocurriendo, y llegaron a ver en la gran calle que tenían cerca, una mujer demonio, de aspecto similar a Araki, con leves diferencias, siendo golpeada y abusada por un hombre con una cabeza terminada en punta, similar a la de un calamar, y que poseía unos cuantos tentáculos, los cuales, los utilizaba para irrespetar su cuerpo.


Cuando el hombre-calamar vio mucha gente acercándose, entre los cuales, se encontraban Nandru y Hokano, para ayudar a la víctima, él decidió asesinarla usando esas extremidades adicionales que nacían en su espalda para atravesar su abdomen. Posteriormente, tomó un cuchillo que guardaba en algún lugar de sus ropas, y se realizó un corte en el cuello que lo mató instantáneamente. 


—Señorita cosechadora de almas ambulante, por favor. ¿Podría llevar estas dos almas al reino de los muertos? —preguntó un hombre con cabeza de cerdo, que portaba un hacha dorada. 


—Si, enseguida.  —Hokano, retomó su andar de zombi, para regresar a la casa de Nandru, a buscar su hoz ensangrentada. Cuando regresó junto a ambos cadáveres, comenzó una danza bastante extraña, que absolutamente nadie entendía. Al final de esta, movió su hoz para decapitar el cuerpo muerto del hombre-calamar.


La gente alrededor, se quedó mirando atónita. No podían creer como le faltó el respeto de esa forma a una persona muerta. 


—¿Qué miran? Bueno, les seré sincera, nunca existió la cosechadora de almas ambulante. Todo el tiempo fui yo, Hokano, una ninja a las órdenes de un maestro de Osaka. Asi que si me disculpan, métanse el alma de los cadáveres y los propios cuerpos donde no les da el sol. —La chica realizó un salto que la llevó directamente hacia el techo de una casa. Allí arriba se encontró con otros dos hombres-cerdo que la esperaban con sus hachas listas para matarla por haberle mentido a toda la gente de Chimamire durante tanto tiempo.


La chica inicio carrera en dirección hacia aquellos dos y, cuando los tuvo muy cerca, se deslizó por el suelo para esquivar sus hachazos. En cuanto volvió a ponerse de pie, saltó hacia el techo de la siguiente casa, donde se detuvo unos segundos a ver cómo se le acercaban un grupo de mujeres-pájaro, a las cuales eliminó arrojándoles unos kunais que escondía en su escote.


Siguió avanzando por encima de los hogares de Chimamire, intentando escapar, y evitando a quienes se le oponían, ya sea saltándoles sobre la cabeza, como le hizo a un hombre-calamar con un sable, evitando flechas con movimientos acrobáticos, método que utilizó para evitar a un grupo de demonios ballesteros, y lanzando bombas de humo, las cuales escondía en la parte inferior de su ropa interior, por toda la zona cercana a la puerta, permitiéndose escapar de la ciudad sin ser divisada. 


Antes de que se disipara el humo, regresó al lugar donde dejó el traje que la misma Hori le confeccionó, y sus equipamientos de kunoichi, para luego continuar corriendo alejándose de Chimamire.


—«Nandru, ahora que vieron que estabas conmigo, irán por ti. Fue muy lindo fingir que era tu amiga y te apreciaba. Ahora no me sirves más.» —dijo para sí misma, mientras reía y guardaba un papel con unas cuantas anotaciones, en el escote, el lugar de su cuerpo que, al parecer, ella consideraba como su gran mochila.

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