Capítulo II: El anfitrión
Alexei dio vuelta el filete por tercera vez, el chirrido del aceite caliente, el aroma de la carne a medio cocer, hacía a su estómago protestar de hambre. Echó una pizca de sal, pimienta, orégano y puso la tapa de la sartén en su lugar.
A Alexei le encantaba cocinar, era un agradable don cortesía de su madre, Tanya, cuando era niño quería ser un gran cocinero, pero cuando llegó a Estados Unidos en una de esas latas de sardinas tuvo orientaciones diferentes, la mecánica fue una de ellas.
Sonrió para sus adentros cuando escuchó el sonido de la puerta de su habitación al abrirse. La chica había salido. Un gran avance para ella teniendo en cuenta que la había encontrado en un estado casi catatónico.
Le tendría que agradecer a Hunter por haberlo llevado a esa misión, de haberla encontrado otro habría terminado con los pumas. Y a juzgar de su reacción cuando habló con ella, algo muy malo le había pasado, demasiado como para paralizarse con solo escuchar esa palabra.
Alexei quiso ir con ella, pero su sentido común habló antes que el instinto, supo que no debía presionarla, no mientras estuviese a punto de desmayarse de miedo cada vez que oía un ruido.
Al animal que era su otra mitad le desagradaba el miedo que podía sentir en ella, le hacía luchar contra su lado humano para acercarse. Alexei no podía dejar que el leopardo se encargara de asumir las acciones, el felino vivía del instinto, de proteger y servir, de luchar y cuidar, eran partes que no podían separarse, sin embargo, por el bien de ambos Alexei debía poner un freno a la necesidad que rugía en su mente.
Cada parte de él quería demostrar su hallazgo, pero ahora que la euforia había disminuido a un nivel en donde podía razonar, tenía que planear sus pasos en cada mínimo detalle, un paso en falso y sería catastrófico para él, pero más para ella.
Ashley era una mujer de apariencia frágil, pero estaba seguro que no lo era, de otra forma no habría sobrevivido al encierro.
Tan solo pensar en la forma en que la encontró su corazón se comprimió con la presión de la rabia, y latió con mayor fuerza, una mujer no debía ser ultrajada de esa forma, debía ser cuidada y protegida, debía ser libre.
A veces no entendía cómo una raza que se consideraba tan superior e inteligente podía engendrar personas tan inhumanas como Curtis Lane y Paul Shubertz. Personas como esas, que secuestraban y experimentaban con cambiantes a su antojo siguiendo su perversa ambición, no merecían clemencia.
Gruñó, pensar en eso hacía que su control se debilitara.
Suspirando para relajarse, Alexei terminó de cocer los seis filetes y los puso en sus platos de porcelana junto con el puré de papas y la salsa, se los había regalado Emma a James pero nunca los había usado, habitualmente su amigo prefería usar platos, cubiertos y vasos descartables. Pero, esta era una ocasión especial, y la chica asustadiza merecía una buena comida, James no notaría ni un rasguño en la delicada vajilla.
Armándose de fuerza para controlar los impulsos por acercarse, se mantuvo firme en el comedor.
—La cena está lista —dijo intentando que su voz no fuera muy fuerte.
Alexei se quedó de pie junto a su silla, esperando que hiciera aparición. La comida se enfriaba mientras aguantaba las ganas de ir por ella.
"Paciencia" se dijo.
Ashley apareció a paso lento en el comedor, la ropa que le había conseguido le quedaba holgada, casi suelta, pero se veía bien, mucho mejor que con los harapos llenos de suciedad que había utilizado en aquella jaula. En el trayecto desde la entrada hasta su silla no dejó nunca de mirar sus pies.
Su falta de confianza hizo que la lucha contra la bestia se intensificara, pero él no dudaba de su fuerza, podía con esto.
—Adelante —le dijo cuando se detuvo frente a la mesa—. Come.
Alexei se ubicó en su lugar y comenzó a comer de manera lenta, saboreando el jugo de la carne mientras veía como ella cortaba un pequeño trozo y se lo llevaba a la boca, él se quedó inmóvil cuando ella emitió un débil gemido con los ojos cerrados y masticaba lenta y pausadamente el alimento, relamiéndose sus labios después de tragar.
"Maldición, se ve tan malditamente hermosa..."
Su cabello todavía humedecido caía rodeando su rostro, aún seguía adivinando el color que tomarían cuando estuviesen secos, aunque a juzgar por el tono marrón claro podía atreverse a asumir que era rubia.
Ashley abrió los ojos y lo encontró mirándola, las esmeraldas que había visto la primera vez no estaban, en su lugar había un apagado tono verde.
Sabiendo que no estaba demostrando ni una sola pizca de discreción, Alexei tuvo que desviar su atención a cualquier otra cosa. Aunque nada quisiera hacer más que observar cada parte de ella.
"Prudencia" se dijo al mismo tiempo que pensaba algo para hacerle hablar.
—¿Está bueno? —dijo y comió, pero había perdido interés en la comida desde que ella hizo acto de aparición.
—Sí, mucho.
—Me agrada que te guste —sonrió—. Come, hay suficiente para los dos.
Ella lo miró fijo, sí, la chica tenía fortaleza, Alexei no dudaba de ello, pero era su confianza la que no emergía, él no podía predecir con certeza el tipo de naturaleza que poseía. Sabía que era cambiante únicamente porque Michael se lo había dicho, en ningún momento percibió al animal que sabía que vivía en su interior, nada en sus gestos y reacciones le mostraba un indicio seguro sobre su temperamento.
Alexei era dominante de alto rango dentro de la jerarquía de su clan, estaba por debajo de Hunter, no solía demostrar su fuerza bruta pero no temía en usar su dominio.
El dominio era algo que se podía percibir sin tener que preguntar, pero en Ashley eso estaba ausente, y le confundía, porque de alguna forma estaba seguro que ella no era sumisa.
El silencio se hizo incómodo y tuvo que seguir comiendo, de vez en cuando echaba un par de miradas furtivas, ella tenía su total atención en su plato, el miedo era una esencia que reconocía y le ponía las cosas difíciles, la mujer temía mirarlo de frente.
"Para ella sólo soy un extraño" pensó con algo de angustia, pero el felino la reconocía, era suya, y claro que estaba dispuesto a acercarse con la cautela y precisión del cazador mortal que era.
Ashley devoró cuatro filetes, media fuente de puré y la mitad del tazón de salsa. Alexei sintió pena por ella, estaba hambrienta. Si Hunter hubiese dejado a ese tal Curtis vivo... Lo habría matado con sus propias garras por dejarla llegar a esa condición.
Todavía le parecía extraño el hecho de que su amigo hubiese conectado tan rápido con la mujer a la que fueron a rescatar en un principio, Tarah Cordell, una dominante y curiosa cambiante guepardo que era ni más ni menos que una ex delincuente con un enorme historial de delitos.
Pero ahora era parte del clan, era la pareja de Hunter.
Él era otro de los más fuertes, que casualmente había renunciado a las mujeres después de un desastroso rompimiento.
Pero que cayó por amor en tan sólo siete días.
"Nadie puede evadirlo" pensó divertido.
Se paró y recogió los platos de la mesa, ella se puso rígida cuando se acercó para levantar su plato, pero no huyó, se quedó quieta en su lugar, con el pulso vibrante y acelerado, aún podía oler el miedo en ella, sus manos temblaban.
Un gruñido de frustración se hizo eco en su mente, Alexei se calmó, debía soportar la impotencia que le provocaba sentir esa emoción en ella, debía ayudarla a erradicarla si quería acercarse como deseaba.
—Hay helado de postre —dijo en un suspiro al oler su aroma— ¿Quieres?
Ella levantó despacio su mirada hasta conectar con la suya, revelando dos esmeraldas brillantes, perfectas, hermosas. Alexei fue cautivado cuando ella lo miró en la jaula, y ahora fue atrapado completamente. En el delicado y fugaz brillo de sus ojos, el felino encontró la calma necesaria y Alexei estuvo agradecido por eso.
—Sí, gracias —y ella rompió el contacto de inmediato.
"Nuestra compañera es hermosa" dijo la voz en su mente, su leopardo, su otra mitad, ladeaba la cola con orgullo. Rara vez la mente animal podía hablar, los cambiantes eran un enigma para la ciencia humana, poseían dos mentes que convivían en un mismo cerebro y sobrevivían con eso.
Pero la mente animal no hablaba.
Alexei era una rara excepción a la regla.
—¿De donde eres? —le preguntó cuando le dejó un tazón de helado de chocolate.
—No... No recuerdo muy bien —respondió con angustia—. Hay cosas que puedo recordar y cosas que no... Mi mente es como un rompecabezas con piezas perdidas.
—Descuida, los recuerdos llegarán a su debido tiempo.
Ella tomó una cucharada del postre y luego lo miró.
—¿Por qué? —preguntó, era una demanda seria que le generó confusión.
Alexei enarcó una ceja.
Ashley reformuló su pregunta.
—¿Por qué estoy bajo tu protección?
—Porque mi alfa así lo ordenó.
Y él no había dudado ni un solo segundo en obedecer las órdenes de Aria, aunque tuviese curiosidad por el hecho que hubiese aceptado darle un hogar y algo de seguridad a una joven que en el instante en que la vio casi lloró de miedo.
Aria era un alfa hasta la médula, su instinto era la más pura y fría protección hacia su clan, medía sus acciones con la glacial precisión del felino, no aceptaba cambiantes extraños con tanta facilidad, mucho menos si eran de un tipo diferente.
—¿Quién es tu alfa?
Una mujer mortal y calculadora, pero con una bondad interminable. Se contuvo, ella era una extraña aunque su corazón dictara lo contrario, y a pesar de todo Alexei formaba parte del clan, seguía reglas estrictas, no revelar información del clan era una de ellas.
—Sólo puedo decirte una cosa —pensó muy bien sus palabras—. En tanto ella lo diga tú estas bajo mi cuidado, estas a salvo conmigo.
Ashley no preguntó nada más, tardó un largo tiempo en acabarse su postre, tiempo que Alexei estuvo presente, aunque obligado a mantener su distancia fingiendo entretenerse revisando su agenda en su dispositivo móvil.
Como esperaba, sus turnos de vigilancia en el territorio habían sido cambiados, Cárter y Liam tomaron su lugar por lo que disponía de mucho tiempo libre.
La vigilancia sobre los bosques al norte de la ciudad se había intensificado inmediatamente después del rescate de Tarah, los delitos de Curtis Lane habían salido a la luz al momento en que ellos irrumpieron en su agencia de seguridad privada que hacía de fachada para sus actividades ilícitas.
La experimentación ilegal con cambiantes, junto con el lavado de dinero y tráfico de drogas sólo eran partes minúsculas de una lista aún más larga. Detrás de Curtis había una extensa red de contactos potencialmente peligrosos que los pumas White Claws estaban tratando de desarmar para evitar poner a ambos clanes en la mira de delincuentes que osen tramar alguna represalia.
No es que fuera sencillo atentar contra un clan tan poderoso como los pumas, pero siempre era mejor ser precavidos.
—Tu casa es muy bonita —ella habló con suavidad, atrayéndolo de nuevo al presente.
Alexei dejó el móvil sobre la mesa y le sonrió.
—Gracias, pero no es mi casa, es de James, un compañero de clan.
De nuevo ese miedo, menos intenso.
—¿Y... Por qué me trajiste aquí?
Había más curiosidad en sus palabras.
—Porque era la dirección más cercana, mañana temprano nos iremos a mi casa.
Estaba ansioso por tenerla en su territorio más privado, íntimo y seguro, su guarida personal, estaría encantado de que su inquietante y cautivador aroma envolviera su hogar por completo.
Ashley evadió su mirada, tragó saliva y sus manos volvieron a temblar, el leopardo en su interior gruñó de impotencia al ver que su compañera le tenía miedo.
Si temblaba apenas le hablaba "¿Cómo reaccionaría cuando le dijera?" descartó ese pensamiento de inmediato, primero debía hacerla sentir cómoda en su presencia, atraerla con sus encantos, él sabía cómo hacerlo. Aunque esta situación era diferente, y él usaba su atractivo y encanto masculino sólo cuando buscaba el calor momentáneo de una mujer, ahora debía usarlo para hacer que ella se quedase a su lado.
¿Cómo lo haría? No tenía idea, su inteligencia era agua de pepinos en ese momento. De una cosa sí estaba seguro, lo primero que tenía que hacer era deshacerse de su miedo, y conocía a las personas indicadas para tan delicada tarea.
—Hay libros en la sala de estar y un reproductor de música por si quieres entretenerte.
Se puso de pie, debía poner distancia entre ambos, tenerla cerca era perjudicial para su autocontrol, también quería pensar en el próximo paso a seguir.
—Gracias, pero estoy un poco cansada.
—Entiendo, ve y descansa bien, yo lavaré los platos.
Ashley se levantó y salió de la sala, dejando el perfume dulce de los productos de limpieza, hubo algo que lo mantuvo alerta mientras se dedicaba a sacar la grasa pegada del sartén, esa mezcla de olores que se unía en su aroma, uno a tierra quemada y otro a flor de madreselva. Era realmente extraño, pensó, generalmente los cambiantes tenían aromas mezclados, pero en ella los podía diferenciar bien, y eso sólo podía hacerlo en los que se emparejaban.
No, intentó tranquilizarse, no podía ser, si tuviese un compañero ya habría barrido cielo, mar y tierra para encontrarla.
De su habitación no escapaba ni un solo ruido, así que una vez terminada su limpieza, se tumbó en el pequeño sillón gris de la sala de estar, y pensando en aquel extraño olor, se quedó dormido rogando porque fuera algo puramente natural.
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