La historia de siempre
Martina se quedó pagando y hablando con el vendedor. Este terminó de imprimir su ticket y le deseó un buen día.
Salió del establecimiento buscando a David. «A ver dónde se ha metido este cenutrio ahora», pensó. De prisa y con paso firme empezó a recorrer el pasillo del centro comercial por donde David se había marchado. Echaba una rápida ojeada a través de los escaparates hasta que le vio dentro de una tienda: «Pueblo Paleta».
Abrió la puerta tan fuerte y entró tan decidida que captó las miradas de todas las personas que estaban dentro.
—Es que sabía que ibas a estar en esta mierda de tienda.
—¿Qué pasa? ¿Ya no sonríes? ¿Aquí si te da igual llamarla atención? Martina miró a su alrededor y vio que todo el mundo la observaba así que bajó el tono de su voz.
—Vámonos ya a casa, por favor, me has hecho pasar mucha vergüenza.
—Dos minutos. Voy a comprar esta camiseta y nos vamos.
—¿Camiseta? ¿Qué camiseta? David desplegó una camiseta color naranja chillón y se la enseñó a Martina.
—Es chula, ¿verdad? La vi en internet hace un tiempo y me gustó. Resulta que Javi la tiene aquí en la tienda por la mitad de precio. Martina se llevó la mano a la frente.—Pero qué mierda es esta? ¿Y esas letras chinas? David miró la camiseta de nuevo:
—Es de Goku.
Martina contuvo sus ganas de gritar. Se estaba poniendo roja tratando de aguantar la ira. Clavaba las largas uñas de sus manos en la palma, haciéndose un daño placentero que la solía ayudar a buscar serenidad.
—¿Me estás diciendo que no te has querido gastar el dinero en unos Levi's y un jersey de cachemira y te lo vas a gastar en semejante mierda?
La cola avanzaba y llegaron al mostrador.
—¡Hombre, David! ¡Dichosos los ojos! Veo que te llevas la «Kame Kanji». Está chulísima esa camiseta. David asintió sonriendo.
—Sí, la vi hace tiempo por Internet y mira por donde.
—Me van a llegar nuevas de Dragon Ball, además hemos reanudado la época de partidas, la semana que viene jugamos, aún no sabemos a qué, pero llevo un tiempo con ganas de rol, por si quieres pasarte. La mirada que echó Martina a Javi le recordó el motivo por el qué veía tan poco a David.
—Si Martina saca tus huevos de su bolso y te deja ir, claro.
—Tío... —dijo David mientras contemplaba como Martina se daba la vuelta y se marchaba—. En la que me acabas de meter, ya sí que no me ves la semana que viene. Cóbrame, anda.
Martina encontró un banco un poco más delante. Sus ganas de gritar acabaron convirtiéndose en lágrimas y allí abrazada a la bolsa del «Rincón de Ramón» se sentó a esperar. ¿Por qué el círculo de David le hacía sentir siempre como Cruella de Vil? Ella ponía todo su afán en hacer de él no solo un buen novio, también un buen hombre y nadie parecía darse cuenta de ello.
David apareció con paso tranquilo y casi sin esfuerzo comenzaron a discutir. No había manera de que las cosas horrorosas que se dijeron les hicieran daño a ninguno de los dos. Hacía tiempo que sus discusiones habían pasado aparecer un disco grabado que ponían una y otra vez. Siempre las mismas quejas, las mismas excusas y los mismos insultos. Al final, David acabó pidiendo perdón, lo cual tampoco variaba del resto de altercados y ella pasó unos días casi sin hablarle, muy indignada porque convertirlo en un buen novio era una tarea que David no le ponía nada fácil. La historia de siempre...
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