V

Arthur toma el poco aire que puede antes de verse surmegido en el frío refrescante del mar.

Antonio nada, como lo haría normalmente, quizá un poco más rápido mas no a toda velocidad, en realidad, ignora cuanto puede sobrevivir un humano dentro del agua.

El rubio se abraza con fuerza de su captor, sintiendo lo inusualmente suave de la piel contraria, es diferente a cualquier piel que se haya encontrado en la vida, húmeda, suave en demasía, solo cambiante donde se alzan cicatrices varias.

Sin embargo, el marinero deja de concentrarse en su contrario cuando el oxígeno comienza a escasear.

Están lejos de la superficie, lo suficientemente cerca para que el sol les bañe con su luz, pero lo suficientemente lejos como ahogarse antes de que el humano logre salir del agua.

Con pánico, Kirkland intenta separarse, golpeando el pecho del Tritón. Antonio le mira, sin soltarle, no logra entender lo que le pasa ni por qué se mueve como babosa marina.

Arthur señala su boca y cuello desesperadamente tratando de cambiar la dirección del ser marino hacia la superficie.

No es hasta que el rostro contrario se pone de un rojo tan oscuro que asemeja el morado que Antonio recuerda.

¡Ah! Los humanos respiran aire.

Al inglés no le da ni tiempo de protestar cuando siente los labios ajenos en los suyos, abre los ojos verdes azorado, aunque también abre los labios en busca de su tan preciado oxígeno.

Antonio cambia de rumbo directo a la superficie, respirando en los labios de su cautivo, quien le besa con desesperación en busca de aire. Puede sentir las uñas humanas aferrarse a su piel, lastimándola.

Si bien, el beso no brinda tanto oxígeno al terrestre, el nado veloz de Antonio logra llevarlos a la superficie justo a tiempo.

Arthur se apura a separarse y respirar  una gran bocanada cuando se siente fuera del agua. Puede sentir los oídos zumbantes por el repentino cambio de presión. Respira desesperado. Se comienza a mover con ímpetu, Antonio tomado por sorpresa le suelta.

Dato chistoso, aunque Arthur Kirkland es CAPITÁN de un navío pirata de la mejor calaña, marinero de profesión, corsario, pirata, en realidad es un pésimo nadador.

Da su mejor esfuerzo por mantenerse a flote, flotando a duras penas mientras se nueve erraticamente.

—¡Bastardo! ¡¿Eres estúpido o qué?! ¿¡Qué acaso no sabes qué los humanos no respiran bajo el agua o qué?!

Al tritón le importan un comino sus protestas, nada hacia él tratando de volver a sujetarlo, pero el marinero se lo impide a base de manotazos.

—¡Además me besaste! ¡Qué mierda! —nadie sabrá si el sonrojo es por el esfuerzo de gritar y mantenerse a flote o por el beso.

Antonio hace la madre de los ojos en blanco, tomando los rubios y duros cabellos del inglés para sumergirlo bruscamente, tan repentino como le mete la cabeza en el agua lo saca.

—Si yo no besar tú, tú morir —explica con molestia —. Ahora callar.

Le toma de las dos manos con demasiada fuerza solo para jalar de él hasta hundirlo de nuevo, aunque esta vez no va tan profundo.

No le toma mucho tiempo darse cuenta que el inglés es un histérico que no deja de moverse como lamprea fuera del agua. Algo le hace pensar que el rubio no es tan buen nadador.

Le suelta un poco después de nadar un rato Más, Arthur flota a la superficie moviéndose más de lo necesario y, aunque tiene la oportunidad, no se escapa, principalmente porque no tiene idea de cómo impulsarse.

Antonio se ríe muy divertido, los humanos de por sí no sabían nadar pero este lo hacía, además, de una manera muy patosa.

~

Al cabo de un tiempo de nado, llegan a una cueva, más pequeña y poco magnífica de lo que se puedan imaginar.

Antonio lanza el cuerpo del inglés hacia la superficie, el cual cae estrellándose con la piedra húmeda sacándole un quejido de dolor.

Los ojos verdes hace por ver el horizonte, se vislumbran más formaciones rocosas pero nada más, no hay tierra firme a la vista.

En pocas palabras; no tiene escapatoria.

El Tritón toma la cuerda practicando unos nudos de ha estado inventando con las algas. Le sale un lazo del que, en un futuro, estaría orgulloso un Cowboy.

—Tú esperar —le ordena antes de sumergirse y desaparecer de la vista del inglés.

—¡No! ¡Espera! —ruega, sin ningún éxito.

¡Maldita sea!

Que puta mierda.

No era posible, no era opción ser el prisionero de un Tritón, ni siquiera le había amarrado o encerrado. Podría lanzarse al mar e intentar nadar lejos de su Captor pero... En realidad era un pésimo nadador.

Golpea la pared con fuerza haciéndose mucho daño al contacto con la formación rocosa.

Antes de que se haga más daño, el español regresa.

Trae un pescado amarrado en la cuerda.

Se lo lanza al inglés, ya sin la cuerda además de algunas algas.

—Tú comer —indica el Tritón muy sonriente, porque nunca había pescado con tanta rapidez y eficacia, se dice a sí mismo que, cuando pueda hacer una red, todo será diferente y será tremendamente rico y va a ayudar a su comunidad a no pasar hambre.

Arthur por su parte levanta una ceja viendo el pescado que aún se retuerce en el suelo. No es que nunca haya comido pescado crudo pero... Tiene una idea.

—Los humanos no pueden comer pescado crudo —se inventa —. Necesitamos fuego.

Antonio parpadea, no conoce la palabra "Fire" ¿será un alga extraña? Tal vez alguna piedra. Oh ¡seguramente eran esas piedras raras que brillaban con las que pinchaban la comida! Aunque estaba seguro que esas cositas eran peines. Pero bueno, estaba muy de buen humor por su nueva cuerda, un capricho se lo podía consentir.

Asiente regresando al mar.

El inglés no puede creer que se la haya tragado pero sonríe, con fuego, él tenía un arma poderosa e incontrolable, fácil para someter a su Captor y liberarse.

Tarda un rato, pero al final regresa y le lanza a un tenedor enlamado y oxidado, testigo sin duda de años en las profundidades oceánicas.

—No, no, no, no, esto es un tenedor yo dije ¡Fuego! —igual agarra el tenedor porque un arma es un arma.

Antonio le mira con la cabeza ladeada sin entender un pimiento. Pero sabe que se ha equivocado, con la cantidad de algas que le costó el maldito tenedor. Hace los ojos en blanco, pero pregunta.

—¿Qué ser fuego?

—El fuego es... Es caliente... Mmm es como el agua pero es rojo y quema —intenta explicar haciendo movimientos con las manos.

El tritón niega con la cabeza sin haber entendido nada, no sabe de nada que se le parezca.

—Bueno, yo lo hago, tú trae madera.

Antonio sonríe porque la madera sí que la conoce, hay mucha en el mar.

—Pa, pa, pa, pero debe ser madera seca —específica antes de que se pueda sumergir de nuevo.

Antonio parpadea de nuevo sin entender que significa eso de "seco" ¿hay diferentes tipos de maderas? ¿Cómo era la madera seca?

—Sin agua —explica el inglés al notar la vacilación—, madera sin agua.

¡Madera sin agua! ¿Eso existía? ¿Cómo se lograba?

Pensó por un rato pero pronto encontró la solución.

Se volvió a sumergir en el azul eterno del océano, nadando hacia una pequeña isla casi tragada totalmente por el mar, en ella se encuentra un árbol seco al que de vez en cuando golpean las olas.

Se acerca lo más posible a arena sin estar del todo fuera del agua, sólo lo suficiente para poder Lazar una rama del árbol y jalar. No fue difícil que está cayera.

Antonio trató lo más que pudo de que la rama no se mojara mientras nadaba, pero fue prácticamente imposible.

Finalmente, el inglés logra ver a la distancia el pedazo de madera que levita sobre la marea.

Antonio le lanza la rama logrando que se quiebre un poco al contacto con el suelo rocoso.

Arthur comienza a tener frío ante la baja de temperatura y que sigue mojado. Agradece de cierto modo que le dé algo con lo que crear fuego.

El tritón se sube de un salto a las Rocas que forman el suelo de la cueva acomodándose con la cuerda en un mano y un puñal rudimentario en la otra. Mira a su cautivo con curiosidad, esperando descubrir que es el fuego.

Arthur ni lento ni perezoso se pone a partir la rama en pequeñas varitas, tratando de usar la parte más seca de las ramas.

Comienza a frotar dos de ellas para generar fuego, no le toma mucho tiempo, el muchacho tiene afinidad a los incendios. De hecho se le termina prendiendo en fuego toda la rama, al menos la húmedad mantiene las llamas controladas.

Antonio desde la primera chispa está encantado, ha podido sentir el calor casi de inmediato, nunca había sentido tal calidez ¡Y la forma! Tan irregular e impredecible, tal como el nado de los bacos de peces, brillando y cambiando de forma sin mantenerse estático en ningún momento.

Arthur por su parte también se queda embobado por las brasas, es piromanito el marinerito. Mas, detrás de las llamas, se alcanza a ver el intenso brillo de los profundos ojos verdes españoles, sus escamas parecen iluminarse en un tono arcoiris hipnótico cuando la luz del fuego les rebota.

¡Maldita sea! Se veía tan infinitamente guapo, aún siendo un ser marino, parece que la luz del fuego, no, que el mismísimo sol parece creado sólo para engalanar al español.

Arthur niega con la cabeza, no puede estar pensado eso, ¡obvio que es guapo! Es una sirena, una criatura diseñada específicamente para despertar los más bajos instintos de los hombres.

Al Tritón y a la naturaleza le importan un comino las creencias del inglés y se acerca dando saltitos hacia el tronco ardiente, hipnotizado por la belleza de las llamas no duda en acercar su mano a tocar.

Evidentemente se quema, apartando la mano y soltando maldiciones.

Arthur niega con la cabeza, pero al menos ahora sabe que el fuego le hará daño y será fácil controlarle con él.

Toma una rama más o menos gruesa cuya punta está ardiendo y se acerca al Tritón amenazante.

—Llévame a mi barco o ¡te quemare! —amenaza llevando la antorcha demasiado cerca del rostro español.

Antonio se aleja dando saltos pero es muy lento fuera del agua a comparación de Arthur.

Le amenaza con su puñal de concha, pero la antorcha es más larga, por lo que el inglés no duda ni un segundo en quemarle el hombro para que entienda a qué se enfrenta.

Sabe bien que ningún puñal es tan destructivo como las llamas.

Antonio grita de manera desgarradora al primer contacto del fuego con su piel, trata de alejarse pero le es difícil mientras no está en el agua.

Varios segundos se hacen eternos mientras el fuego destruye la piel escamosa del ibérico.

A duras penas logra retorcese de nuevo al mar donde siente el ardor del agua fría sobre su quemadura.

Es una sensación tan nueva, irreal y dolorosa.

—Llévame a mi barco —exige el inglés.

Antonio le mira con odio, es un imbécil, no puede creerse que él mismo le haya dado tremenda arma al inglés, lo peor es que ko sabe nada del fuego ¿qué es? ¿Animal, vegetal, mineral? ¿Comía? ¿Podía matarse? ¿Podía matarlo a él? Eran tantas preguntas y no tenía respuesta alguna.

Con miedo asiente con la cabeza.

Arthur sonríe, acercándose al agua con él, le sostiene del cuello por la espalda con la antorcha en alto para que no toque el agua.

El español piensa, bueno, se le escapó este humano pero al menos tenía su cuerda, ya se las arreglaría para poder hacer más cuerdas, no era perdida total.

—Respirar —le ordena.

—¡No! ¡Espera! —pero es demasiado tarde.

El tritón se sumerge con el inglés a cuestas e inevitablemente el fuego se extingue ante el agua.

Antonio lo nota al darse cuenta que la luz del fuego se apaga.

Arthur aprieta los ojos, tanto por lo salado de las olas como por su plan fracasando.

Antonio rápidamente sale a la superficie. Deja al rubio flotando a penas nadando hacia la llama aún viva en la rama. Con su cola lanza agua sobre la rama, está se apaga inmediatamente al contacto.

Oh —Exclama el ibérico al notar que ese "Fuego" tiene una debilidad, una muy tonta: el agua. Eso explica porqué para alimentarlo necesitaba madera seca.

Mira la inglés quién trata de alejarse logrando únicamente chapoteos patéticos.

Rápidamente le alcanza y lo vuelve a lanzar a la cueva.

El inglés gime de frío y dolor, por suerte, es fuerte y rápidamente se incorpora para insultar al Tritón, quien, poco le entiende y poco le hace caso.

—Tú enseñar a hacer cuerda —se la muestra —, yo llevar tú a barco, tú hacer dolor o escapar, yo comerte.

Le explica el Moreno sin nada de sintaxis pero el inglés entiende, vaya que entiende aunque no quisiera.

Antonio desaparece ante el eterno bamboleo de las olas y Arthur vuelve a golpear la pared porque es toto y no entiende.

Cómo puñeteros va a enseñarle a hacer una cuerda de cáñamo en medio del maldito océano donde no crecía el maldito cáñamo. Cómo mierda iba a comerse su puto pescado si el pocos huevos de la sirena le había apagado el maldito fuego.

Suspira buscando una gotita de serenidad en su interior, en peores situaciones se ha encontrado, así que se sienta desanimado, mugroso y tiritando a morder su pescado crudo, que tampoco le sabe tan mal porque... Vamos, es inglés, ha comido cosas peores.

 
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Hoy sí me acordé que es viernes

Gracias por leer

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