III
Me gustaría destacar que la letra cursiva representa el idioma castellano, por lo que se puede asumir que, del diálogo no estar en cursiva se trata de inglés. Dicho esto disfruten su lectura.
∆•∆•∆
El océano, el eterno oceano, con corrientes despiadadas.
Bajo el mar, es uno de los lugares menos explorados por el ser humano.
La belleza debajo del agua es abrumadora, colores tan únicos, formas inimaginables.
En las cálidas aguas cerca del Reino de Castilla, existe una criatura mística.
Los marineros que la han visto a los ojos, desaparecieron.
No cuenta con pies, en su lugar posee una aleta de un brillante azul por la parte posterior y un blanco a perlado por el frente, tal como los peces que suelen rondar por aquellas aguas, a veces los colores son más luminosos, más parecidos al oleaje de la mañana que se pierde entre el eterno azul del mar.
Aunque tiene aletas, no es un pez
La mitad de su cuerpo es muy similar a la de un humano.
Con una piel morena, brillante, bañada de sol, los ojos de un tono verde, como las esmeraldas que residen debajo del mar, una cabellera corta de tono marrón, avanza por las aguas, moviendo su cola escamada.
Una sirena, bueno... En realidad un tritón.
Tiene algas entre sus manos, paquetes de ellas, con algunos pescados pequeños en un saco del mundo humano.
Llega a una especie de cueva, dónde se alza una sociedad de sirenas. No hace menos de cien años que las sirenas han abandonado su estilo de vida nómada para entregarse a los placeres de las cosas materiales y la estabilidad de un hogar inamovible.
Es aquí donde entra el trabajo de nuestro tritón, es agricultor, cultivador de algas. Pues... No es tan fácil contruir debajo del agua un corral para peces, sin tela, sin madera, sin fuego, sin más mineral que el que se asoma sobre la arena y claro, la arena misma.
Las algas son la base de la alimentación para estas criaturas marinas, algas, solo eso, y uno que otro pez que logran atrapar.
Y por supuesto, el más delicioso manjar para una sirena: carne humana.
Claro; todos los manjares son escasos, los grandes navíos con múltiples humanos que devorar suelen ser pocos, un festín que suele llegar casi cada tres meses o más.
Por lo mismo, las sirenas no son codiciosas con este platillo, dejan a los menores comer primero y los más viejos comen al final, racionan de manera equitativa para que cada tripulación alcance para toda la comunidad.
En el pasado, las sirenas eran nómadas, paseaban sin hogar fijo por las profundidades, a veces a la par de las migraciones de delfines.
Solían pasearse por las costas, cantando para atraer a algún humano que paseaba por la playa.
Sin embargo, la sociedad se había decantado por un hogar estable, lo que provocó que con el tiempo se fundaran pequeños pueblos de sirenas sedentarias, casi siempre cerca de cuerpos rocosos que sobresalen en la superficie, pues les permiten hundir los barcos con mayor facilidad.
En una de estas aldeas es donde nació Antonio.
Un tritón, dedicado al cultivo de algas, lleva su cosecha a los hogares de la comunidad.
—¡Señora! —grita para llamar la atención de su clienta.
Una sirena de mediana edad, acompañada de su hijo sale a contemplar al agricultor.
—Buenos días, Antonio —sonríe cariñosamente—. ¿Qué traes hoy?
—¡Algas! —Asegura, sonriendo y mostrando su mercancía, fresca—. ¡Ah! Y logre pescar unos cuantos —Muestra seis pescados atados a su cadera.
La madre se alegra, agitando su aleta hasta la cadera de Antonio, analizando los peces ya muertos que cuelgan de las algas. Escoge dos y una buena porción de algas, pagando con dos piedras pulidas, afiladas y largas, puñales, en pocas palabras.
La sonrisa de Antonio se vuelve más brillante, agradeciendo el canje, continuando su nado con felicidad.
—¡Toño! —le alude un tritón en los años de plata. Antonio no duda en nadar hasta donde él—. ¡Deberías ir a la superficie a esperar barcos!
—¿Y qué sentido tendría? Sabes que no ha habido ninguna nave en semanas —se queja, pues él es más feliz ofreciendo sus algas, no tanto cantando a la nada, horas bajo el sol, esperando que un barco se acerque.
El tritón de mayor edad frunce el ceño con visible enojo.
—¡Hay que ser perseverante! Organizamos varios equipos, cubriremos un perímetro en búsqueda de barcos, pero nos hace falta alguien que vigile la superficie de la comunidad.
Antonio hace los ojos en blanco, niega con la cabeza y finalmente accede a la petición.
Nada con letargo hacia la superficie hasta que el sol logra bañar su cabeza.
Se coloca sobre su piedra favorita, donde guarda sus algas más fuertes, tararea una melodía mientras intenta tejerlas entre sí, sin un resultado tan maravilloso. Resistente hasta que un pez incauto se coma la cuerda improvisada.
Antonio suspira, su objetivo es recrear un material tan fuerte y resistente como el de las cuerdas de cáñamo en los barcos humanos. Es precisamente estos inventos de la superficie los que hacen tan valioso a un barco hundido, eso y el festín humano que significa.
La madera, el cáñamo, el algodón, la paja, el vidrio y metales son escasos en las profundidades marinas, no así en los barcos.
Antonio canta sin mucho esmero, pensando, seguro de que ningún navío vendrá, lo malo de que las ciudades se establezcan es que se vea fama, al principio hay muchos barcos, hasta que los humanos notan que es peligroso navegar por las Rocas de las sirenas y sacan estas zonas de sus rutas de navegación.
A la larga, los barcos ya no se acercaban lo suficiente como para escuchar los cantos de las sirenas.
La comunidad de Antonio decidió atacar este problema explorando cada vez un perímetro más largo.
Usualmente se le pedía a los jóvenes que vigilaran las Rocas sobre su pequeño pueblo, con la promesa que de atraer un navío serían los primeros en comer y saquear, pero Antonio ya había hecho guardia múltiples veces y nunca aparecía nada, solo le terminaba doliendo la garganta y la piel se le quemaba por el sol.
Pero esta vez, un chapoteo llamó su atención, saltó a las aguas, nadando hasta la roca más alta, escaló con sus fuertes brazos cautelosamente.
Un vez en la cima pudo divisar un navío, lo extraño es que la cubierta estaba vacía, al principio pensó que se trataba de un naufragio, así que se acercó nadando superficialmente, sin embargo, a medio camino, de nuevo escuchó un intenso chapoteo.
No fue hasta que logró poner su vista en cada punto cardinal que al este logró divisar un pequeño barco de remos.
Aunque este tipo de barcos solían tener al menos cinco personas, incluso a veces más de diez, está vez sólo había un humano en el.
Antonio lo miraba desde una roca, la cabellera dorada del marinero resaltaba ante los rayos del sol ibérico, el humano remaba, de espaldas a los ojos de Antonio.
Antonio era un Tritón joven, no es que nunca le hubiese tocado uno de los festines humanos, pero jamás había dependido de él. Sabía que incluso un humano podría alimentar a mínimo siete personas, a pesar de la desnutrición que suelen presentar los marineros, por lo que, hundir ese pequeño bote, claro que traería beneficios a su comunidad.
Sin embargo, Antonio nunca había visto un humano vivo tan de cerca.
Nadó sigiloso a un escondite, donde por fin logró ver los ojos del marinero.
Eran de un verde abrumador, en un rostro delgado, demacrado. Con el cabello desordenado en un sucio manojo, se sorprendió ante la piel tan blanca, como si el sol no se atreviera a tocar la misma, cicatrices por las manos cayosas que se extendían hasta donde la ropa impedía la vista.
Antonio tenía ante sí al mismísimo Arthur Kirkland, el pirata más temido del Pacífico y de los corsarios más reconocidos de Inglaterra.
El pirata se detuvo de remar en medio de las formaciones rocosas, el Tritón se ocultó aún más tras estas, miraba con curiosidad.
Arthur miró para todos lados, cada rincón de las piedras con calma, buscando.
El ser marino se divertía de la extraña manera en que el marino contraía los ojos y la nariz mientras miraba en todas direcciones.
Pero los ojos del Tritón se encontraron con la red en la barca.
No era la primera vez que veía una, miles caían abandonadas al mar.
Pero Antonio no veía sólo una red, veía una oportunidad.
Con ímpetu, se sumergió en las aguas.
El marinero tenía los oídos tapados, aunque lograba escuchar el canto de las aves, se escuchaba más como un murmullo apagado, estaba seguro de que de esta manera no escucharía los cantos traicioneros de las sirenas.
Mas, lo único que lograron las obstrucciones en sus oídos, fue que el corsario no se diera cuenta de los ligeros chapoteos que se aproximaban.
Hasta que era demasiado tarde.
Puede sentir como algo debajo de su bote golpea.
Asustado mira a todos lados, revisando los bordes del pequeño barco, más no logra ver nada.
Su remo derecho se hundió de repente, flotando de nuevo metros más lejos, lo mismo ocurrió con el remo izquierdo.
Sabía que no eran peces, era mucho mejor. Sonrió victorioso, tomando su red sabiendo lo que seguía. Estaba a punto de tomar su puñal, pero antes de que pudiese hacerlo el barco se volteó estrepitosamente.
Cuando Arthur logró abrir los ojos, tan sólo unos segundos después de ser volcado, una escamada cola de pescado le fue revelada.
Algo curioso. Arthur no es el mejor nadador, sabía que tenía el tiempo contado y que, dentro del agua, no tenía la ventaja.
Antonio miró la red, dispuesto a tomarla, creyendo al humano desconcertado.
Pero este era Arthur Kirkland, se impulsó lo mejor que pudo, con la red extendida en dirección al tritón.
Antonio logró hacerse para atrás antes de que la red le capturara. Frunció el ceño ¿quién se creía este humano?
El tritón nadó rápidamente, tomando al inglés del cuello haciendo que este dejara escapar su valioso oxígeno, aún tratando de luchar, Arthur pataleaba y movía sus manos con la red para atraparlo, pero era inútil.
Antonio tenía toda la ventaja bajo el agua, sin perder tiempo, el Moreno sumergió cada vez más profundo al humano hacia las profundidades.
Arthur podía sentir como el oxígeno se le acababa, la sal comenzaba a entrarle en la nariz y los oídos le punzaban por la presión a medida que se sumergía.
Pronto dejó de mover sus manos y sus ojos lentamente se cerraron.
Bueno, al menos muerto no tendría que verle nunca más la cara al idiota de Francis.
Perdió el conocimiento.
~~~
Gracias por leer y ser pacientes
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top