La sacerdotisa de Asakusa
(Benimaru)
No podía creer lo que veían mis ojos. (T/N), con sus brazos en llamas, puso sus manos ardientes en el rostro del infernal, quien no hacía nada; y, de pronto, la carcasa del rostro del infernal se desquebrajó en mil pedazos, al igual que su cuerpo. Devolviendo a la normalidad la anciana.
Acababa de ver cómo ella había devuelto un infernal a su forma humana.
Dudaba si lo que estaba viendo era un sueño. Pero no lo es, pues mis compañeros se acercaron para ver por qué estaba tardando tanto y vieron lo mismo que ví yo, hasta Konro se quedó inmóvil ante aquel extraño milagro.
Entonces, ví como ella se desplomaba al suelo y caía inconsciente. La socorrí, mientras que un grupo de mi equipo fueron a acudir a la anciana.
Cuando la sostuve entre mis brazos, noté que su cuerpo ardía, sin estar en llamas. A pesar de mostrar un rostro calmado y con una ligera sonrisa en sus labios mientras dormía.
¿Qué clase de poder tiene esta chica?
Por un lado, su poder podría salvar a las personas de ser convertidas en infernales y no estaría obligado a eliminarlas; pero, por otro lado, al ser la única persona en tenerla podría, de alguna forma perjudicarla al punto de sufrir de tefrosis, en el caso de que se excediera y sobrepasase su límite de ignición.
- Es......es un milagro. - Dijo Konro, sin salir de su asombro.
- Esa chica es......una diosa. - Dijo uno de los soldados de la compañía, maravillado por la chica.
- Un angel. - Soltó otro de los soldados asombrados.
- Es.......La Sacerdotisa de Asakusa. - Dijo, finalmente uno de los que socorrían a la anciana.
- Sí, lo es. - Empezaron a decir varios de los soldados hasta que finalmente lo soltaron a grito pelado, para que se escuchase por toda Asakusa.
- ¡Es LA SACERDOTISA DE ASAKUSA! - gritaron al unísono.
A pesar de aquel grito. (T/N) no se había despertado y seguía caliente.
- Konro, - le llamé- voy a llevármela a casa. Tú quédate con la anciana hasta que se despierte y le hables sobre lo que ha pasado.
- De acuerdo, pero Waka - le miré y noté preocupación en su mirada -. Es posible que este incidente llame la atención de la Iglesia.
- Sí y muy posiblemente, querrán llevársela para estudiar sus poderes y luego usarla a su antojo. - Dije molesto.
Antes de que me respondiese Konro, me marché a casa montado en uno de mis matois.
Al llegar a casa, las gemelas ya estaban hablando de la sacerdotisa de Asakusa, la santa que cura a los infernales. Sin duda, en Asakusa se esparcen los rumores rápidamente. (T/N) seguía estando muy caliente, así que me la llevé al patio. La dejé apoyada en el suelo, rellené un cubo con agua fría y se la eché encima. Saliendo de ella vapor, debido al choque de las temperaturas y haciendo que se despertara.
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(T/N)
Me desperté inmediatamente, cuando sentí que alguien me había arrojado agua fría, pero que veía salir vapor de mí, cómo si hubiese estado ardiendo y alguien acabara de apagarme, salvo que mi ropa está intacta. A excepción de que está empapada y ahora tenía frío.
Entonces, me percaté de la presencia del capitán de la compañía, Benimaru, sosteniendo un cubo y con un rostro serio.
- ¿Por qué me has tirado un cubo de agua? - protesté mientras temblaba de frío. Pero lo que pasó a continuación, me dejó desconcertada.
Benimaru soltó el cubo y me agarró los hombros fuertemente, mientras me miraba a los ojos, seriamente.
- ¿Eres consciente de lo que acabas de hacer? - me preguntó como si hubiese ocurrido algo grave.
- Hacer, ¿hacer el qué? - pregunté confusa.
- Maldita sea, (T/N). Acabas de hacer que un infernal vuelva a su forma humana. - Yo no podía creermelo, ¿qué acababa de hacer qué? Eso es imposible. Un infernal no puede volver a su forma humana.
Mi cabeza comenzó a dolerme y varios recuerdos emergieron de mi mente. En ellas salían cómo yo me marchaba de la 7ª compañía al escuchar una voz. Aquella voz era la de la anciana, quien pedía ayuda. Por impulso, acudí a ella y fue cuando usé mi poder. Lo último que mostraba aquel recuerdo, es como mis fuerzas se desvanecían y cerraba los ojos, observando a una mujer de cabello rubio y ojos azules en un paisaje en llamas antes de caer inconsciente.
- ¡(T/N)! - el capitán me llamaba la atención con un tono ¿preocupado?
- Es imposible y eso que lo recuerdo. - Seguía estando confusa, a pesar de salir de aquel pequeño trance.
- Pues parece que no lo es y ahora, todo Asakusa te llaman la Sacerdotisa de Asakusa.
- ¡¿Qué?! ¿Pero, cuánto tiempo ha pasado desde que estaba inconsciente? - pregunté asombrada porque ya tenía un apodo, a pesar de que aún no sabía cómo usar mis poderes.
- Solo han pasado 10 minutos, pero los rumores corren rápidamente aquí. - Dijo con su tono serio. - Así que, mas vale que te acostumbres.
Eso último me desconcertó, porque no sabía a qué se refería.
- ¿Cómo que me acostumbre? - pregunté extrañada ante su comentario.
- Quiere decir que ahora vivirás aquí hasta que controles tus poderes.
- ¡¿Qué?!
Ahora si que estaba desconcertada. Primero me dice que me marche a mí casa y ahora me dice que me quede aquí. A ver, es cierto que no sé mucho sobre los poderes pirokinéticos y de los cuerpos especiales de bomberos, pero sé lo suficiente para saber que mi poder especial debe ser investigado en haijima o en la primera compañía. Iba a decirle algo, pero este me interrumpió al momento en que se adentraba en su casa.
- Además, no tienes a nadie que te esté esperando. - Le miré perpleja ante su comentario. - Mientes muy mal. - Dicho esto se marchó al interior de su hogar, mientras yo me quedaba a solas en el patio. Solté una pequeña risa, mientras me apoyaba a la pared y caía lentamente al suelo hasta quedarme sentada y observaba, tristemente al cielo con rastros de humo por los incendios provocados por el inexistente infernal. Cuando de pronto, escuché pasos acercándose al hogar. Giré mi cabeza para ver que era Konro, quien había llegado cargado con varios paquetes y cestos.
- Veo que te has despertado. - Me dijo con una sonrisa amable, a pesar de llevar todos esos paquetes pesados.
- Sí, por cierto. ¿Qué es todo eso? - pregunté curiosa, señalando todos esos paquetes.
- Oh, ¿esto? Son agradecimientos por haber salvado a la anciana. - Dejó todos los paquetes en el suelo de madera de la habitación, que comunicaba con el patio.
- Espera. ¿Todo eso es para mí? - pregunté inaudita.
- Sí. Hay desde kimonos hasta sake y daifukus caseros.
- Pero, yo no puedo aceptarlos. Es demasiado. Además, debería volver a mi casa. No quiero molestarlos. - Estaba agradecida por los regalos que me habían dado los habitantes, pero no quería abusar de su generosidad y más si yo no pertenezco a este distrito. Sería injusto.
- (T/N), es posible que waka ya te lo haya dicho. Pero, es preferible que te quedases una temporada con nosotros, - me miró con una mirada triste - además, cuando dijiste que tus padres estarían preocupados. Pude notar en tu mirada, que estabas mintiendo, ¿verdad?
Bajé mi mirada al suelo,ocultando mis ojos por mi flequillo para que Konro no pudiera ver mi mirada triste. - Mis padres murieron hace 5 años, aquel día regresé tarde a casa, cuando ví como mi casa estaba destruida a causa de que mis padres se convirtieron en infernales y los bomberos acudieron allí para salvarles. Mi vida se derrumbó por completo. Aquel día, la Iglesia me dió dinero para seguir viviendo y un hogar en un pequeño apartamento. Ellos fueron muy amables conmigo, pero desde ese momento me quedé completamente sola. Tuve que apañarmelas yo sola para sobrevivir, a pesar del dinero que me dieron. Aprender a cocinar, limpiar la casa, hacer la colada, hacer los deberes. No tenía tiempo para mí. Un día, me dí cuenta que me había alejado de mis amigos. Estaba completamente sola. Al empezar a estudiar en la universidad, busqué un trabajo para no gastar los ahorros que tenía y después de haber superado todo aquello, va y ocurre esto. Ya no sé que hacer. - Konro me miraba aflijido y puso su mano sobre mi hombro.
- Entonces, con más razón de que te quedes aquí. - Dijo con una sonrisa amable, que de algún modo me consoló.
- Esta bien, pero deja que te ayude a llevar todo esto. - Cogí parte de los obsequios de los habitantes, mientras sonreía, debilmente.
- De acuerdo.
Nos adentramos en el interior del hogar, cargados con los paquetes.
Al mismo tiempo, unas personas vestidas de blanco, observaban de lejos a la chica, que recientemente la habían nombrado como la Sacerdotisa de Asakusa.
- La hemos encontrado. - Dijo, sonriente, una mujer con una corona que tapaba sus ojos.
Y aquí termina este nuevo capítulo.
Espero que lo esteis disfrutando, nos vemos en el siguiente capítulo.
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