Despertándome en un lugar desconocido

Mis ojos abrieron pesadamente por los rayos del sol, que reflejaban sobre mi cara.

Me encontraba en una habitación tradicional japonés, acostada en un futón. Notaba como mi piel desnuda acariciaba el tejido del futón...............

Un momento.

¿Por qué estoy desnuda? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?

No recordaba nada de lo que pasó hace tres días. Sólo recuerdo que iba de camino a la universidad y me topé con un infernal. Después de eso, todo está borroso.

Escuché pasos que se dirigían a esta habitación. No se me ocurrió que esconderme dentro del futón, para que no me viesen desnuda. Lo malo. Que no sabré quien es la persona que ha entrado.

- Por lo que veo ya estas despierta, - escuché una voz seria y seca de un hombre - te dejo esta ropa para que te vistas. - Luego, escuché como se marchaba de la habitación y cerraba la puerta.

Me destapé para ver la ropa que me había dejado, me puse la manta por encima mientras examinaba la ropa. Consistía en un yukata de color negro con un obi de color azul y blanco en medio y unas medias negras.

Espera.

¡Estos son los colores de los uniformes de los bomberos especiales! 

Eso quiere decir, que me han acogido unos bomberos y si me fijo bien, es posible que esté en el distrito 7.

¡¿Cómo demonios he llegado al distrito 7, si vivo en el distrito 5?!

Bueno, eso da igual. Lo importante es que no me han secuestrado, ¿aunque?

Si he llegado hasta aquí, ¿eso quiere decir que tengo habilidades piroquinéticas?

Me puse a mirarme la mano, por si aparecía una pequeña llama. - Va, pero que tonterías estoy diciendo.

Cogí la ropa para comenzar a vestirme y vi, que también habían traído ropa interior. Notando como la sangre subía rápidamente a la cabeza y subía mi temperatura.

¿Debería alegrarme de que no me hayan traído sujetador?

Me puse la ropa como pude, pero me resultaba difícil el ponerme de manera correcta el yukata. Pues, normalmente no me vestía este tipo de atuendo. Cuando de pronto, la puerta se abrió.

- Oh, lo siento. No sabía que te estabas vistiendo. Mejor me paso más tarde. - Iba a cerrar la puerta, pero le detuve.

- ¡No, espera! ¿Podrías ayudarme a colocarme correctamente el obi? Es que no estoy acostumbrada a vestirme con ropa tradicional. - Desvié mi mirada por vergüenza al pedirle aquel hombre que me ayudase a vestirme.

Observó cómo llevaba puesto el yukata y la verdad, creo que necesitaba más ayuda, además de colocarme correctamente el obi. Se me acercó en silencio y me colocó correctamente el yukata y el obi.

- ¿Mejor? - Me sonrió amablemente.

- Sí, muchísimas gracias. - Incliné la espalda hacia delante a modo de agradecimiento. - Por cierto, mi nombre es (T/N) Enjõ.

- Yo soy Konro Sagamiya. - Me fijé que había otro hombre más joven en la entrada de la habitación.- Y el es el capitán de la 7ª compañía, Benimaru Shinmon. - Esos ojos rojos con un patrón distinto, juraría que los he visto antes.

- Nos distes muchos problemas, ayer por la noche. - Dijo con un tono serio y molesto, que hizo que volviese a la realidad.

- ¿Qué? - No sabía de qué estaba hablando - ¿Qué pasó ayer?

El capitán iba a contestar, cuando dos gemelas irrumpieron en la habitación.

- ¡Uah! La pervertida se ha despertado. - Dijo una de ellas.

- ¡Es verdad! La fresca está despierta.

- ¿Eh? ¿Qué? - mi temperatura corporal subía por momentos, hasta que exploté de vergüenza -  ¡¿ Se puede saber qué demonios pasó ayer?!

- Por lo que veo, no recuerdas nada. - Dijo tranquilamente el capitán.

- No.

- Ayer por la noche, durante el festival de verano. Apareciste volando en forma de ave de fuego. Cuando escuchamos el aviso, pensábamos que eras un infernal hasta que te vimos. Por suerte, sólo destruiste una casa, que se encontraba vacía.

- Eso no explica el por qué estas niñas me llaman fresca. - Me quejé.

- Parece ser que al transformarte, quemaste tu ropa. Por eso, cuando volviste a la normalidad......- Konro no continuó al verme extremadamente roja de la vergüenza.

- No puede ser, me han visto desnuda por la calle. - Me tape la cara por lo que esta pasando.

- Sí, todos los habitantes te han visto desnuda.

- Y ahora eres famosa. Je, je, je, je.

Ambas niñas se reían al unísono, mostrando sus sonrisas picarescas. Está claro, que estas niñas disfrutan en incordiar a la gente. Cosa que lo están haciendo conmigo.

- Ya basta las dos. Iros a jugar por ahí. - Echó el capitan a las dos niñas.

Escuché como ambas se reían y decían que el waka le gusta a la pervertida.

Eso no me ayudó en volver mi cara a la normalidad.

- Esas niñas son muy especiales. - Dije para romper el hielo.

- Les gusta molestar a la gente, pero no son malas personas. - Dijo Konro.

- Entonces, ¿soy de tercera generación?

- Eso parece. - Dijo el capitán. - Dime, ¿de dónde eres?

- Soy del distrito 5.

- Es mejor que te marches a tu casa.

- ¡Waka! - reprimendó Konro al joven waka.

- ¡¿Qué?! Ella no es de aquí, además su familia debe estar preocupada por ella.

Aquello me sentó como una jarra de agua fría, pero forcé mi mejor sonrisa y responderles.

- No. Él tiene razón. - Ambos me miraron, notando una mirada preocupada por parte de Konro - Mis padres estarán preocupados por mí, teniendo en cuenta que lo último que recuerdo fué hace tres días. Además tengo la universidad y después de saber que tengo poderes, supongo que tendré que informarme en la compañía de mi distrito y comenzar mi entrenamiento. Así que es mejor que me marche ahora. - Iba a salir de la habitación, cuando escuché el sonido de una campana. Entonces, sentí que alguien me llamaba.

- Tch, un infernal. Konro, vamos.

- Sí. - Éste le siguió a la salida y antes de marcharse, el joven capitán me avisó.

- ¡Tú te quedas aquí! Ahora es peligroso. - Tras decir aquello, se marchó.

Pero no podía quedarme aquí, quería ir al lugar de dónde me estaban llamando. así que seguí mi rumbo y me dirigí a la calle.

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¡Seiya! ¡Soiya! ¡Seiya! ¡Soiya!

Mis hombres gritaban al unísono, mientras danzaban al aire los matois.

Lancé mi matoi al cielo, destruyendo algunas casas en el acto en dirección a donde se encuentra el infernal.

Cogí un nuevo matoi, lo encendí como si de una cerilla se tratase y me fuí volando para llegar a donde se encontraba a, quien fué una vez la anciana que siempre me regalaba sus mochis caseros.

Cuando llegué, lancé el matoi sobre ella. Lanzándola por los aires hasta llegar a la otra calle, destruyendo más casas en el acto. Iba a dar el golpe de gracia, si no fuera porque aquella estúpida chica se encontraba justo al lado del infernal.

- ¡Apártate de ella! - Iba a atacarla, pero lo que vi a continuación, cambiaría por completo todo lo que sabía sobre este mundo. Pero, sobretodo, cambiaría la vida de esta chica.








Hasta aquí el primer capítulo de esta historia.

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Nos vemos.

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