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De regreso a su hogar, Taro no pudo evitar pensar en la infinidad de cosas que podría comentar en sus sesiones. De hecho, una lista interminable se hizo presente en su cabeza, pero sabía que debía enfocarse en el principal motivo que le hizo caer con la peculiar psicóloga Gurin.
Las avenidas estaban mas despejadas que de costumbre. Asumió que el motivo era el horario, ya que estaba volviendo prácticamente de noche.
Eso le hizo pensar que Ayano estaría preocupada. Siempre que se tardaba medio segundo mas de lo normal ya tenía al menos diez llamadas perdidas en su teléfono. Tal vez él tenía la culpa por haber acostumbrado a la familia entera a su rutina tan rígida.
Negó con la cabeza. Tenía que dejar esa actitud culposa.
Se extrañó por el hecho de que no tenía siquiera un mensaje de su mujer. ¿Será que había llamado a su trabajo? Era una posibilidad.
Se sintió levemente avergonzado. No le había contado a ella que iría a visitar a su potencial psicóloga para conocerla antes de empezar definitivamente con la terapia. En realidad, tampoco tenía pensado decirle lo que estaría haciendo en las próximas semanas, ya que no quería transmitirle sus propios problemas. Aun así, sería la primera vez que le ocultaría algo, por lo que se sentía sumamente inquieto.
Además, ocultar algo así implicaba que en algún punto debería mentirle si llegaba a preguntarle directamente. Debía pensar en una excusa para sus "horas extra". Bueno, justamente esa podría ser una buena justificación, pero como no se le daban bien las mentiras dudaba que pudiera sostener la suya por mucho tiempo.
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Taro suspiró al menos tres veces antes de entrar a su casa. Se sentía realmente estúpido, pero su mujer podía ponerse...inestable, cuando notaba algo raro. Siempre creyó que era muy intuitiva.
Sin embargo, ya había tomado la decisión de no comentarle, aun, sobre sus sesiones, así que mentalmente estaba tratando de acomodar sus palabras para sonar convincente.
Dicho y hecho. Luego de saludar a sus hijos, después de que su esposa le diera un beso poco afectuoso dándole la bienvenida, Ayano comenzó con su interrogatorio ni bien los niños ya estaban dormidos.
Bueno, para ser justos, un interrogatorio es para lo que Taro se había preparado, pero en lugar de eso, solo le preguntó lo típico, sobre cómo estuvo su día, qué había almorzado, si tuvo mucho trabajo, y para sorpresa y nerviosismo de él, su mujer comentó haber llamado a su oficina, justo cuando él había salido.
- Oh...- sus manos comenzaron a sudar.- ¿Por...por qué no marcaste al celular?
Ambos estaban en la cocina. Ayano había preparado café para los dos. Posiblemente era su imaginación, o producto de sus inexplicables nervios, pero sentía la bebida excesivamente amarga.
-La ultima vez estabas con un cliente, y no quería interrumpir si estabas ocupado.- ella miró desinteresadamente su taza antes de darle un sorbo.
Era verdad. Recordaba haber tenido una discusión sin sentido cuando él no pudo atender el teléfono, pero era lógico considerando que estaba en horario laboral, aunque Taro se había disculpado igualmente para evitar conflictos.
-C-claro...- aun no le decía lo que él esperaba. ¿Es que no iba a preguntar al respecto? Eso no era propio de ella.- Veras, yo...
Tal vez si le daba una excusa directamente sería mas creíble, pero su mente se puso en blanco. Además, Ayano le dijo que uno de sus compañeros había atendido en su lugar. Quién sabe qué le había dicho, además de que no se encontraba.
- Tanaka me lo dijo, que tendrías que asesorar a los aspirantes de la tercera sucursal. ¿Por que no me lo habías dicho?
Sus compañeros podían ser increíblemente ingeniosos cuando se lo proponían.
Agradeció mentalmente que Tanaka le cubriera, pero ahora tenía que mantener ese perfil. Al menos ya tenía una base.
- No era tan... importante.- era pésimo para fingir. De seguro su mujer lo había percibido, ya que le observó de forma muy sospechosa. Él tomó un buen sorbo de su taza.
- ¿Por cuanto tiempo?
- ¿Como?
- No me dijeron por cuánto tiempo tienes que viajar allá después de tu trabajo aquí.- aclaró.
- Ah...- de seguro Tanaka desconocía el tiempo que le habían asignado con Midori.- Pues... en principio son tres semanas.
- ¿En principio?
Se abofeteó mentalmente.
- S-si no hay ningún... inconveniente, deberían ser tres semanas.- mintió a medias.
Eso pareció dejarla satisfecha, ya que no preguntó mas sobre ese asunto, aunque Taro podía percibir un ambiente tenso. Seguramente no le había agradado enterarse de su "trabajo" por otra persona.
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Ya estaba en la segunda semana de sus sesiones diarias. Tenía que admitir que le hacía bien poder hablar con una persona fuera de su entorno, aun mas sabiendo que no sería juzgado, relativamente.
Por primera vez desde hace muchos años, pudo volver a pensar sobre si mismo y hasta recordó las cosas que le gustaba hacer y que había dejado de lado, como la lectura. Hace mucho que no leía un buen libro, y asumió que era por el poco tiempo y por estar constantemente estresado como para enfocarse en una historia, pero ahora que se estaba liberando poco a poco, aprovechó unas horas antes de la sesión para pasar por una librería.
En cuanto a Midori, ya se había acostumbrado a sus preguntas "de bienvenida" como él le decía, para luego conversar de forma mas sería, así que se sentía natural decirle cómo se sentía, si feliz, triste, cansado, molesto. Podía decirle lo que sea, lo cual era genial.
- ¿Estas conforme con mi asesoría?- quiso saber Midori, casi adivinando su planteo interno, pero sabía que eso era por su profesionalismo y no por pura suerte.- Estamos en confianza. Si hay algo que te molesta o incomoda, podemos solucionarlo, pero debes decírmelo.
Él sonrió.
- No es necesario. Si estoy conforme.- Taro se recostó un poco mas mirando el techo.- Para serle sincero, creí que la terapia se trataba de dibujar arboles y casas en un papel, hasta que alguien concluyera que estaba loco por hacer el techo antes de las paredes. Es mejor de lo que había pensado.
Midori sonrió ante sus comentarios, pero también por comprobar el avance de su paciente.
- Me alegra oír eso.- Midori tomó una postura mucho mas recta y cruzó sus piernas.- Sin embargo, intuyo que hay ciertos temas que evitas abordar, y creo que es relevante que los tratemos.
-¿Uh?- ahora si estaba confundido. Volteó a verla.- ¿P-por ejemplo?
- Bueno.- Midori se colocó los lentes nuevamente y buscó una página de su libreta.- Tu adolescencia, concretamente tus días de estudiante.
- Ah... es que no hay mucho que decir, mas de lo que ya... hablamos, supongo.
La mujer suspiró, recostándose nuevamente en el respaldar de su asiento.
- ¿Cómo eras durante la secundaria?- Antes de que Taro preguntara nuevamente, Midori siguió.- No me refiero a tu personalidad, sino mas bien al rol que jugabas. ¿Eras popular? ¿El solitario? ¿Un nerd? ¿Cómo te veías a ti mismo en ese aspecto?
Taro no pudo evitar reír.
- Sí recuerdas que estudiamos en el mismo lugar, ¿Verdad?- dijo aun riendo.
-Si, pero tengo que ser objetiva.- ella sonrió levemente, pero dejó en claro que lo había dicho en serio.
Él trató de pensar al respecto. ¿Cómo se veía?. Era difícil saberlo, porque nunca se había juzgado a si mismo de una forma tan profunda.
- Creo que... ¿solitario?- respondió, reincorporándose para poder estar sentado.
- ¿Y por qué dudas?
- Es que nunca... nunca lo pensé. Mi vida en esa época se reducía a asistir a clases y en los recesos iba a leer en la fuente, completamente solo. Bueno, eso antes de...
Hizo una pausa.
- Entiendo.- Midori sabía que Taro volvería a mencionar a Ayano, dado que en reiteradas veces ya lo había hecho.
- Y con Osana, pero creo que ya he hablado mucho sobre ella.- decía, sintiendo un nudo en el estómago por volver a recordar a su amiga.
Midori sentía curiosidad por la forma en que Taro se refería a ambas mujeres. A su esposa, la nombraba en casi todas las conversaciones que tenían, pero cuando hablaba de Osana, era como si se limitase a decir cualquier cosa. También desviaba la vista cuando le preguntaba por ella, no como si no le interesase, sino como si hubiese algo que lo estuviese restringiendo. Él mismo claramente, pero había algo en el fondo de ello.
- Dejando eso de lado.- cambió de tema.- Es bien sabido que los adolescentes suelen ser los que mas sufren por amores no correspondidos, dado que transitan una etapa de incertidumbre y autodescubrimiento, por el cual buscan desesperadamente aferrarse a aquello por lo que se sienten seguros. ¿Estas de acuerdo?
Estaba tan perdido pensando en qué tenía que ver esa reflexión con él que su pregunta lo tomó por sorpresa.
-A-ah... bueno si, es... muy acertado, para el promedio, creo.
-Claro, son puras estadísticas.- aclaró ella con una sonrisa.- No necesariamente todos se apegan a ella. En realidad, lo esperable es que haya desvíos a la regla, considerando la naturaleza de la mente humana.
Taro asentía a pesar de estar confundido.
- Claro, pero... ¿A que viene todo eso?- preguntó ya que sentía que estaba forzando demasiado su cerebro.
- Antes de Ayano, tu mujer, ¿nunca haz tenido interés por alguna otra persona?
Así que eso era. No se lo había preguntando antes de forma tan directa, y aunque Taro sabía que lo había aclarado en mas de una oportunidad, no tuvo problema en volver a hacerlo.
- No realmente.- contestó seguro.
- ¿Y en la escuela?
- No lo creo...
Si no fuera por la templanza de la voz de la mujer, Taro pensaría que se estaba desesperando con sus respuestas.
Ella suspiró de forma agotada. A la percepción de Taro, parecía que estaba debatiéndose en decir o hacer algo en concreto.
- ¿S-sucede algo?- preguntó temeroso de haber dicho algo malo. Como siempre, buscaba culparse de todo, y se reprendió por eso.
- Bien.- Midori fingió toser.- Hagamos de cuenta por unos segundos que nos conocemos desde hace muchos años.
Taro le miró confuso.
- Pero si nos conocemos hace muchos años...- entonces comprendió a lo que se refería. Ella tenía que conservar su neutralidad pese a que si eran viejos y lejanos conocidos. Mentalmente sintió mucha admiración por la peliverde. Evidentemente se tomaba muy en serio su trabajo.- Esta bien.
Midori dejó su libreta sobre una mesa cercana para luego levantarse. Caminó hacia un ventanal que daba a la ciudad, dándole la espalda a su paciente.
- Si te dijera que había muchas chicas que iban por ti, en algún momento de tu vida, posiblemente en la escuela.- volvió a toser.- ¿Qué dirías?
Él no comprendía por que quería volver a ese punto. Básicamente, le estaba interrogando por lo mismo pero desde otra perspectiva.
- Diría que se equivoca.- sonrió.- O bueno... que te equivocas.- se corrigió sabiendo que ella le había tuteado anteriormente.
- Bueno... es una posibilidad.- Midori en verdad quería ser firme en cuanto a su ética. No podía invadir en la vida personal de sus pacientes mas allá de los que ellos mismos le confiasen.
Rendida, decidió que lo mejor era idear otra estrategia para que Taro hablara mas al respecto.
- Tal vez... - Midori volvió a tomar asiento.- Si le preguntaras a alguien más... a alguien que te conozca desde aquel tiempo, posiblemente tengas otra percepción de ti.
Taro frunció el ceño.
- ¿Eso es relevante?- preguntó al fin, ya que para él no tenía sentido lo que le estaba proponiendo.- Se supone que no debería importarme lo que los demás piensen de mí.- dijo, y se sorprendió de si mismo por esa reflexión, mas aun viniendo de él.- A-además, como le dije, no he vuelto a hablar con nadie de la escuela aparte de...
"...aparte de Ayano."- nuevamente, el nombre de su mujer había hecho aparición. Era extraño. Sentía que en todo momento debía recordarla, tenerla presente, pero, ¿Por qué?.
Es decir, era su esposo. Era natural pensar en ella, en sus hijos. Sin embargo, debía admitir que cada vez que la nombraba, a veces de manera automática, sentía cierta presión.
Midori volteó a ver el reloj en la pared, sintiéndose ligeramente aliviada.
-Eso lo trataremos en la próxima sesión.- anunció con una sonrisa.
Taro se sorprendió de no haber notado el pasar de la hora, y aun algo aturdido, se despidió amablemente de Midori.
La mujer en cuestión se recostó en su asiento, retirándose los lentes, algo exhausta.
Yamada era un paciente complicado. Para quién no lo conociera, pensaría que solo se trataba de un adulto con sus típicos problemas diarios, agotado de la rutina del trabajo o del matrimonio, pero Taro era diferente, y el problema que tenía era mucho mas grande que el que se encontraba en su cabeza, mucho mayor de lo que él podría imaginarse.
Hace dos encuentros atrás, había llegado a la conclusión de que Taro ignoraba ciertos acontecimientos de su pasado, pero no lo hacía a propósito. Lo de él no era producto de un trauma, por el cual bloqueara cualquier recuerdo que pudiera dañarlo, pero es como si se sintiera manejado por algo externo que le impedía darle importancia a los asuntos en los que en verdad deseaba pensar.
A corto plazo, seguramente Taro no tendría problemas para trabajar como lo hacía, teniendo en cuenta de que por eso se le habían solicitado dichas sesiones, pero si necesitaba seguir trabajando en si mismo. El problema era que Midori estaba planteándose seriamente en pedir que otro colega siguiera tratándolo, porque sus conversaciones con Taro estaban cruzando ciertas líneas por fuera del consultorio. De hecho, por la información que su paciente le había proporcionado, y sus propias experiencias, estaba uniendo ciertos cabos sueltos que habían sido parte de su pasado, lo cual no era para nada conveniente.
La peliverde miró fuera del edificio, pensando qué debería hacer.
Hace muchos años, se le había hecho una... advertencia, sobre acontecimientos que nunca deberían salir a la luz. Sin embargo, no fue casualidad que terminara siendo la terapeuta de Yamada, ni que su problema fuera por un sueño que involucraba a su mejor amiga Osana Najimi, y... a Ayano Aishi.
Tendría que acompañar a Taro, pero si se involucraba demasiado, podría perjudicarse a si misma, tanto que se preguntaba si ya no había metido la pata.
Negó con la cabeza, y estuvo a punto de pedir que cancelaran el resto de sus citas pero su secretaria hizo acto de presencia informándole de que una paciente había pedido adelantar su sesión. Midori suspiró, colocándose los lentes nuevamente, y con una sonrisa pidió que la hiciera pasar.
En cuanto a Taro, se había detenido en una cafetería antes de ir hacia su casa. Como siempre, Midori le hacía pensar en todo lo que habían hablado, lo cual le servía mucho ya que le inspiraba a enfocarse en ciertas cosas que él no había considerado relevantes, pero esta vez fue diferente.
Midori era la profesional. Ella sabía lo que estaba haciendo, por lo que Taro asumió que todo lo que le preguntaba tenía una razón de ser, pero él aun no la entendía.
Particularmente, que le preguntara sobre como "se veía" cuando era mas joven, lo había descolocado. ¿A qué venía eso? Quizá estaba tratando de rastrear el origen de sus conflictos, pero él no encontraba nada peculiar en ello. Además, tampoco tenía a nadie de esa época para preguntarle tal cosa, ya que, como le había dicho, había perdido todo contacto con sus compañeros de escuela.
Bueno, a excepción de una.
No sabía si ese hecho ameritaba o no una conversación con su mujer. Dado que Midori no le había dado alternativa ahora que había instalado esa idea en su cabeza, no tenía mas opción que hablar con Ayano.
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¡Hola! Muchas gracias por votar esta historia :). ¿Qué les pareció el capítulo?
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