09. Preludio obsesivo
Capítulo 09:
Preludio obsesivo.
Caín debía cumplir su parte del trato, sin embargo, no era fácil acercarse cuando era custodiada las veinticuatro horas del día.
Elegí, entonces, el momento de la primera luz del alba, cuando en el palacio todos se encargan de preparar al rey para su sueño diurno; las atenciones al soberano decantaban en descuidos al resto de la casa.
Me levanté muy temprano, estaba lista aun cuando la noche era densa y pesada sobre nosotros. Con la primera luz del amanecer, salí a los jardines del palacio en busca de seguir con el plan.
Caín me esperaba con un carruaje discreto entre los caminos de piedra que cruzaban los rosales, las flores crecían entre la densa vegetación, gotas de sangre que coronaban el aspecto sombrío del jardín sobrevolado por la neblina y custodiado por árboles raquíticos de cortezas negras.
Al acercarme, herrsek Caín me tendió una capa de terciopelo, la posó sobre mis hombros mientras se llevaba un dedo a los labios en indicación de silencio.
Ofreció su mano para ayudarme a subir al carruaje, solo una vez dentro pudimos hablar.
──Espero que no sea una de tus artimañas ──le advertí.
──Siempre tan desconfiada.
Cuando llegamos a la entrada del palacio, fue detenido por los guardias del rey, sacó la cabeza por la ventanilla, mientras yo me hundía en la capucha.
Aguanté la respiración.
──¿Algún problema?
──Debemos inspeccionar su carriola, señor, órdenes del protocolo.
──Está claro, órdenes para los visitantes, no para un miembro de la casa ──canturreó──. No me retrases más, muchacho.
──Perdón, herrsek Karravarath, pero son órdenes…
──A un lado.
El alivio fue apenas un soplo cuando empezamos a movernos; una vez relajada, concentré mi disgusto en la causa de mis nervios.
──¿Por qué no usas la compulsión?
Caín se veía fresco pese a la hora, si su cuerpo le pasaba alguna factura por la falta de sueño, él no lo dejaba traslucir.
──Sabes, borrar la voluntad de alguien, en lugar de jugar con ella, le quita gran parte de diversión al asunto.
Estaba demasiado nerviosa como para caer en sus pullas.
En la ciudad, por lo poco que vi por el rabillo de la ventana, había más excesos de guardias y las marcas como instauradores que antes habían sido discretas, ahora eran grandes lazos que se envolvían en los brazos y muñecas de señores y damas.
Antes de que pudiera ver más, Caín corrió la cortina.
──Hay más desapariciones ──explicó──, corren rumores de subversivos, el rey está poniendo a prueba la lealtad de todos.
Solo podía pensar en mi familia.
Mamá no se pondría en contra de nadie por su ideología política, Bella solo era idealista en el ámbito romántico y papá ponía todo su interés puesto en dilapidar su fortuna en el juego.
Sin embargo, sabía de sobra que no todos los que se llevaban eran alborotadores o subversivos; a veces, bastaba con estar en el lugar incorrecto a la hora incorrecta.
Quizás llamar demasiado la atención de un miembro de la casta militar.
Entramos por un callejón, no la gran puerta principal que yo había utilizado, levanté los dobladillos del vestido para no ensuciarlo, mientras nos escabullimos por la callejuela hasta una puerta derruida.
El salón sí era como lo recordaba.
Ruidoso, a oscuras, apenas iluminado por velas y con el aire viciado por la multitud de caballeros fumando y bebiendo.
También había damas a sus anchas, y humanos con correas que envolvían sus cuellos.
No necesité ver más.
Caín me guió hasta una habitación en el segundo piso.
Al entrar, la escena era rocambolesca, dos muchachas peleaban sobre el cuerpo ensangrentado de un hombre entrado en sus cuarenta años.
Dos muñecas pálidas de pelo negro y labios pintados de sangre.
Retrocedí ante el horror de la escena y Caín las observó con furia.
──De rodillas, ahora.
Ellas obedecieron con una buena voluntad increíble, como autómatas.
Caín sostuvo el mentón de una de ellas, luego lamió la sangre de sus labios y la joven abrió la boca como un sediento que recibe agua.
Desvié mi mirada de la escena, molesta por la falta de decoro.
Afortunadamente, él se alejó de ambas.
──Limpien este desorden, cariño, sabes que no soporto el desorden.
Ella asintió, y la otra se mostró desilusionada por no tener la misma atención de su amo; Caín la recompensó acariciando su mejilla antes de alejarse.
Púas se retorcieron en mi estómago.
Herrsek Karravarath era un sádico ególatra y libertino, no importaba qué tan amable pareciera a veces.
Era todo parte de su acto.
Cuando ellas se fueron, lo miré con completo desagrado.
──Creí que dijiste que no te divertía la compulsión.
──Y ellas no están bajo compulsión, solo soy un excelente encantador de serpientes.
──Desagradable.
Me dirigí hasta la siguiente habitación y él me siguió. Cerró el jolgorio detrás de nosotros.
──Aquí tienes: un cálido reencuentro familiar.
Bella esperaba en la habitación, parada frente a ambos, tan pálida como un fantasma.
Llevaba puesto un vestido de un cálido lavanda y ribetes marfil, su pelo suelto caía en ondas detrás de sus hombros. Seguía usando sus ropas de debutante, no era de extrañar que su compromiso con Donovan se hubiera frustrado, tampoco que la frialdad en sus ojos fuera dirigida hacia mí.
La habitación de paredes marrones y muebles ornamentados parecía una pequeña casa de muñecas donde estaba tratando de encajar mucha gente. Agobiante.
──Vete ──le dije a Caín.
Él se tomó su tiempo, no sin antes dirigirse a Bella.
──Ten mucho cuidado con lo que le dirás.
Luego, al fin, nos dejó solas.
Intenté acercarme, hice el amago y mi hermana retrocedió.
──Herrsek Karravarath dijo que querías verme, no hubiera venido si no fueras tan testaruda.
Me sorprendí ante la dureza de su tono.
──Quería verte, saber cómo están las cosas con papá y mamá, con Viella.
──¿Nuestros padres? ──espetó──. Mamá está intentando, en vano, convencer a todos nuestros conocidos de que estás estudiando en el exterior y no que eres una esclava de sangre. ──Sus palabras me golpearon──. Tenemos el dinero, pero la familia de Donovan no acepta que despose a una repudiada, manchaste nuestro apellido.
──Lo hice por defendernos ──estallé en un arrebato.
──¿Defendernos? Salvarte a ti, te dije que quería huir con Donovan; esa era la idea, pero como siempre, nunca escuchas, solo aceptas las cosas a tu manera.
Intenté ocultar el temblor en mis manos al juntarlas sobre mi falda.
──¿Y piensas que escapar con él te hubiera ayudado? ──Busqué hacerla entrar en razón.
──¿Piensas que tú nos ayudaste en algo? Viella se fue, mamá la echó, dijo que era la culpable de tus delirios. Me convertiste en una paria.
No supe qué responder. Bella tenía razón, no pensé en las consecuencias de lo que hice, me precipité, nadie querría asociarse con la familia de una esclava de sangre.
──Lo siento…
──Papá empezó a trabajar en la milicia, es el único medio que nos queda para recuperar algo de nuestro buen nombre ──Observó el pañuelo con el que se había secado las lágrimas, me pregunté por qué yo no había soltado ninguna──. Y Donovan también fue enviado a servir en el ejército, después de negarse a casar con una joven noble…
Por su mirada, supe que Bella lo consideraba un acto de lo más romántico.
──Lo siento, Bella, pero lo arreglaré, puedo…
──Herrsek Karravarath amenazó a Donovan para que viniera a verte, dijo que, si no lo hacía, lo mandaría a la frontera ──expuso con rencor──. No vuelvas a llamarme, Levana, ahora perteneces a la Casa de Sangre, en lo que respecta a nosotros ya no tienes familia.
Las lágrimas ardieron en las comisuras de mis ojos.
──Bella…
Luego se fue, cerró la puerta detrás de ella y las lágrimas cayeron por mis mejillas, el vacío en mi pecho ardió. Tuve que sostenerme a un buró para no desplomarme en el suelo.
Solo un momento, luego puse todo mi empeño en serenarme, limpié mis mejillas húmedas, inspiré con fuerza, y me dirigí hasta la puerta contraria.
Encontré a Caín bebiendo, con los pies sobre su escritorio mientras observaba un punto fijo en la ventana.
──¿Todo bien, cariño?
Le arrebaté la botella para beber un largo trago, quemó al bajar por mi garganta y me embotó al subir a mi cabeza.
──Vamos, debemos volver al palacio antes de que noten mi ausencia.
No dije nada en el resto del camino al palacio; cuando llegamos, Caín terminó con su voto de silencio, sujetó mi brazo antes de que pudiera irme.
──Cariño.
Lo encaré.
──Cumplió su parte del trato, yo cumpliré la mía; en lo que a mí respecta, escuchar conversaciones ajenas es de una falta de gusto tremenda.
──Levana, sabías que esto pasaría.
──Le aconsejo que se mantenga en sus asuntos.
Él dejó una risa baja y grave reverberar entre nosotros.
──Admito que me gusta cuando usas el trato formal como si quisieras degradarme.
──¿Le gusta, mi señor? ──indagué──, quizás le recuerda a una de sus autómatas.
Sus ojos brillaron con suspicacia.
──Mmm, qué cosa fea los celos.
Intenté marcharme, de mal humor para soportar sus delirios, pero él me devolvió a mi lugar.
──Suélteme.
La irritación brilló en sus ojos esmeralda.
──¿Realmente es tan importante? ¿Por qué buscas la aprobación de una sociedad que no hace más que darte la espalda?
Negué, dubitativa.
──Usted no lo entiende.
──Eres una dama, cariño, el epítome de belleza y elegancia ──expuso sin la zalamería de sus coqueteos habituales──, aun así aprovecharon la primer oportunidad para señalarte como una repudiada, cumpliste cada regla de sociedad y no fue suficiente, ¿por qué te importa la opinión de un montón de hipócritas?
──Al contrario, me dejé llevar por ideales estúpidos, el ser institutriz no fue más que un capricho rebelde. Debí ser más cauta, atenerme a mi papel.
Puse mucho empeño en cultivar una apariencia de mujer elocuente e íntegra, y de nada sirvió porque el único rol necesario era el de madre y esposa.
Tendría que haberme casado, debí suponer que tener una hermana mayor solterona sería malo para la reputación de Bella, mi único deber era asegurarle un buen prospecto.
Quizás así mi padre tampoco estaría en la situación en la que se halló expuesto; con un yerno de buena familia y sus conexiones, tal vez no se hubiese largado al azar para salvar sus deudas.
──Basta, Levana, no estás aquí para jugar a la mártir.
Entonces sí, fruncí el ceño, lo señalé como un blanco perfecto para descargar mi ira.
──¿Y usted qué podría saber sobre honor y sacrificio? ──Esperé que mi altanería hiciera mella en su orgullo──. ¿Cómo podría usted entenderme? Los últimos años no hizo más que dilapidar su nombre y el de su familia, es un libertino sin escrúpulos y aun así puede asistir a un baile y habrá una fila de jovencitas incautas soñando con curarlo, y otra de madres aun más fatuas encantadas con venderle a cualquiera de sus hijas para salvarse.
Los ojos de Caín se afilaron como dos puñales.
──Cuidado, cariño, quizás pueda dejarme encandilar por los celos en tu tono ──Sonrió con colmillos blancos──. Si hubieras mostrado algo de esa pasión en este tiempo, no hubieras durado una temporada en ninguno de esos bailes.
──No necesito la aprobación de ningún libertino descarriado y, para el caso, usted sabe menos que yo sobre matrimonio. Quizás no sea una experta, pero, según entiendo, a una esposa no se le ata con un collar de perro para cumplir órdenes.
──Por tu aberración al tema, actúas como si esa exactamente fuera la idea que tienes de la vida conyugal ──La ironía parecía deleitarlo y enfurecerlo en partes iguales──. Es una situación más placentera de lo que te imaginas, de hecho.
Mis mejillas brillaron ante su falta de decoro, alcé la mano, pero él me detuvo, cerró sus largos y pálidos dedos alrededor de mi muñeca. Tiró hasta que estuvo cernido sobre mí.
──El problema reside en que para ti es inadmisible que alguien disfrute no estar a cargo, no tener cada segundo planeado.
──No, disculpe, no veo el deleite en ser tratada como un perro.
Él sonrió, sostuvo mi mentón como lo había hecho con su sirvienta.
Cerró los ojos para aspirar la fragancia de mi cabello, el roce de su nariz me produjo escalofríos.
──En cambio, yo podría disfrutar mucho de tenerte a cargo, Levana ──Rozó sus labios en mi mejilla.
Cuando lo miré, sus pupilas habían dejado sus ojos en dos pozos negros.
Su mirada oscura era la llamada del mar nocturno, no podía apartar la vista, atrapada con la idea urgente de que si lo hacía perdería algo.
Me pregunté si eso era lo que hacía con sus sirvientas, si ellas se sentían tan desprotegidas ante su presencia.
Tragué con fuerza.
──No seré tu esclava.
Bajó su mirada a mis labios.
──En cambio, lo serás del rey.
Negué ante su cercanía.
──Conviértame en una autómata, mi señor, es la única forma de la que disfrutara de mi buena voluntad.
Sus ojos de serpiente me ataron en el lugar.
──Vas a arrodillarte ante mí, Levana ──Sostuvo mi mentón con urgencia──. Quebraré tu voluntad y me harás tu señor, serás todo lo obediente que te ordene y me llamaras herrsek Karravarath, aun cuando estés agotada. Es eso o serás mi ruina.
Una vez sola, parpadeé como si hubiera despertado de un sueño profundo.
Hola, hola.
¿Qué les pareció este capítulo?
¿Qué opinan de Levana y su familia?
Sé que hace mucho no actualizo, me está costando un poco corregir estos capítulos que tengo escritos.
Nos vemos
💚🖤
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