08. Cuerda de violín

08
Cuerda de Violín.

Al despertar todavía mi cabeza continuaba embotada, tuve la sensación de que Viella entraría con una taza de té anunciando que mamá quería que la acompañara al baile de un nuevo soltero en la ciudad.

Cerré los ojos y entonces era Bella quien se acercaba en medio de la noche, entraba para dejar una nota debajo de mi almohada.

¿Huiría con Donovan?

¿Desaparecería en el bosque con la abuela?

Algún error dentro de mi cabeza me advirtió que había un motivo por el cual ninguna de esas opciones era posible.

Sería una de las doncellas del rey, acaricié las sábanas en la cama de huéspedes.

¿El antro libertino de herrsek Karravarath?

Entonces una sirvienta entró en la habitación, intenté alcanzar su mano por ayuda, por piedad, por cualquier cosa para que el dolor pare.

Para que todo se detenga.

Como aquella noche, la sirvienta abría la boca para mostrar una lengua cercenada.

Todas las pesadillas se esfumaron cuando abrí los ojos, pero no la sensación nauseabunda que se impregnaba en mi piel como moscas en un cuenco un día húmedo de otoño.

Mi mejilla transpirada seguía pegada a las sábanas de seda. No podía moverme, postrada sobre mi vientre.

──Váyanse, fuera ──Fue la misma voz rígida e inflexible del patio.

Observé a un hombre parado frente a la puerta, solo podía ver su espalda mientras despedía a los sirvientes.

Luego se acercó a mí, de cerca lo aprecié mejor, su cabello plata, el profundo azul de sus ojos, el brillo suave de su piel mármol bajo las velas.

──¿Cómo te llamas?

──Levana ──musité, cada sílaba me arrancó un terrible dolor.

El rey alejó el pelo sudado de mi frente, con suma delicadeza.

──Muy bien, Levana, ¿alguna vez te han mordido?

No tenía la energía para responder, pero mis lágrimas debieron ser muestra suficiente de mi negativa.

──Shh, tranquila.

Él se colocó en cuclillas junto a mí, acarició mi mejilla con sus nudillos.

──De ninguna forma pasarás postrada semanas así, los riesgos de infección son muy altos, ¿lo entiendes?

Cerré los ojos con fuerza, las lágrimas ardieron en el borde de mis párpados, en las comisuras irritadas de mis ojos.

Maldije a Caín en todos los idiomas que sabía.

El rey tomó mi muñeca y esperé desmayarme, quería hacerlo, no soportaría la consciencia un momento más.

Recordé las muñecas abiertas de Mara, sus sangre chorreando en el tazón y la punzada de dos alfileres me perforó la piel.

Hubiera gritado si tuviera la fuerza.

Abrí los ojos y solo vi el fuego ardiendo en la chimenea, estruje la sábana en mis puños, con un agarre cada vez menos seguro.

La energía fue abandonando mi cuerpo, como ir a la deriva, poco a poco, naufragando hacia la inconsciencia.

Me dejé caer.

Me despertaron las doncellas al otro día, no tuvieron ningún reparo conmigo, pero cuando intenté avisarles del dolor en mi espalda noté que no estaba.
Se había ido.

Durante el baño confirmé que no quedaban señales de los latigazos, no tuve problemas al bañarme e incluso noté que el rey se tomó el trabajo de llevarme a mi habitación.

Por fin salía del capullo en el que el dolor me había dejado enroscada.

Elegí un vestido sobrio, de un color oscuro, uno con la clavícula al descubierto, una tentación para un rey vampiro.

Era mi oportunidad, e Isolda me la había servido en bandeja ─casi matándome en el proceso.

Al salir de mi habitación me encontré con los guardias de siempre apostillados a mi puerta, les pedí que me llevaran con el rey, ellos no se mostraron muy dispuestos, pero suponía que no tenían la autoridad para negarse.

No después de la falta que habían cometido ayer, al permitir un castigo sin la orden del monarca.

Sonreí de forma cándida.

Ellos me escoltaron en completo silencio, los despedí antes de llegar al estudio del rey, con recelo, no les quedó más que aceptar.

Repetí lo mismo con los guardias del rey Balakhar.

Ellos debían estar más curtidos, y me miraron con el hastío que se le reserva a las molestias inferiores.

En lugar de sonreír, alcé el mentón con soberbia.

──Soy una de las doncellas del rey, él mandó por mí.

Eso último era mentira, pero ellos no lo sabían, por lo que me dejaron pasar.

Encontré al rey tomándose las medidas para un traje, al verme entrar despidió al sastre con un leve asentimiento, el hombrecillo se fue, dirigiendo su séquito de sirvientes a la salida.

El rey puso toda su atención en mí, un momento, luego rodeó su escritorio de roble para volver a sus papeles.

──Levana, ¿cómo te sientes?

Le realicé una reverencia.

──Mucho mejor gracias a usted, majestad ──me acerqué con la actitud tímida que despertaba el lado cazador en los hombres──. Quería agradecerle.

Él se puso de pie, en la penumbra del día era mucho más apuesto, sus rasgos afilados y ojos azul eléctrico en contraste con su pelo perlado.

Tenía un tipo de belleza convencional, Caín era un cazador, poseía el atractivo magnético que crece en lo salvaje.

El rey tenía esa belleza de pinturas, aristocrática, quizás también aburrida.

Rodeé el buró para romper la distancia entre ambos, apoyé mi cadera contra el escritorio, el rey se apoyó contra el respaldo de su silla, enarcó una ceja, a la expectativa.

──No tienes por qué agradecer, es mi deber garantizar la seguridad de todas mis doncellas. Aunque esto no quita tu falta. Isolda me dijo que la agraviaste.

Detrás de mi espalda, clavé mis uñas en la madera.

──Si lo hice no fue mi intención, sin embargo, creí que había hecho algo para ofenderlo a usted… Soy la única de las doncellas a las que no llama.

Él clavó sus ojos en mí, inescrutable, pero no hizo comentarios.

Siguiendo mi papel, bajé la vista en la sumisión que exigía su actitud autoritaria.

──Lo siento, majestad.

──No debes disculparte.

Él sujetó mi mentón, con ternura, para que lo mirara. Tomé mi oportunidad.

──Sin embargo, siento que debería…

El rey parecía a la expectativa de todas mis palabras a medias, cautivado por mi falta de labia.

──No tienes porque…

──Pero quiero hacerlo…

Él se puso de pie, la diferencia de altura entre nosotros volvió más fácil todo mi espectáculo, mordí el interior de mi mejilla mientras me sostenía a la solapa de su chaqueta.

Lo observé cerrar los ojos, tan rápido como un parpadeo.

No lo hubiera notado si no fuera una reacción buscada.

──Puede morderme, soy su doncella…

El rey rozó sus labios con los míos, sus dedos sujetaron mi nuca y me cuestioné sobre mi poder de convencimiento.

Suspiré y él enterró sus colmillos en mi cuello.

Ardía, dolía, quería tirar la cabeza hacia atrás y alejarme, casi tanto como quería aferrarme a sus hombros y pedirle que volviera a hacerlo.

Bajó sus dedos hasta mis caderas, me apretó contra su cuerpo y esa vez mordí mis labios con fuerza, quería reprimir el dolor punzante de mi cuello.

Cuando se separó sus ojos eran escarlata, observó mis labios y en un acto de irreverencia, lo besé.

El gusto metálico no logró hacerme retroceder y el rey profundizó el beso, su lengua buscó la mía como si mi sangre fuera un elixir que quisiera hacerme beber.

Luego de lo que había ocurrido, los guardias doblaron sus vigilancias y la Madre Ascensa nos entregaba itinerarios todos los días, sobre dónde debíamos estar a cada hora y minuto, no tuve oportunidad de ver a Isolda en ningún momento y, pese a sus arrebatos y actitud errática de los últimos días, no pude evitar angustiarme ante su ausencia.

Tres días después del castigo público que había sufrido, al fin mi mentor creyó que era prudente acercarse.

La Madre Ascensa me avisó, cuando estábamos en el salón común, que mi mentor había llegado para verme.
Dos soldados me escoltaron, llegamos hasta una sala ovalada con grandes columnas en arcos y con apenas mobiliario, parecía un vestíbulo y supuse que era una indirecta del poco tiempo a solas que nos concederían.

──Pueden irse ──les ordené a los guardias.

No sin cierta reticencia, aceptaron.

La tez de Caín tenía un aspecto ceniciento, se acomodó mejor el cravat, pero su apariencia seguía sin guardar la misma pulcritud de siempre.

──¿Estás lastimada? ¿Herida? ¿Qué ocurrió?

──Lo que te dijeron, la favorita del rey mandó a azotarme, por suerte para mí eso fue suficiente como para ablandar al soberano y pasé la noche en su habitación.

Ninguno de los dos dio un paso en la dirección del otro, un buen metro nos separaba, Caín hizo el amago de cortar la distancia, finalmente dejó caer sus manos a ambos lados de su cuerpo.

Dijo algunas palabras en un idioma que no reconocí, luego siguió hablando con desdén.

──En un caso así deberían haberme llamado, ahora esto, no permite que nadie se acerque a sus doncellas cuando fue él quien ocasionó todo esto. ¿Por qué no pediste que me llamen?

──Lamento no haber pensado en eso mientras me arrastraban a la pira para azotarme, igualmente que hubieras llegado tú le hubiera quitado peso al rescate de nuestra majestad.

Caín chasqueó la lengua.

──¿Lograste algo?

Alcé mi cabello para que pudiera apreciar las marcas en mi cuello, me pregunté si desde esa distancia podría, por la mueca de disgusto en sus labios supuse que sí.

──¿Cuántas veces te mordió?

──Varias, en su estudio, pero no hubo charla corazón a corazón si eso esperabas.

Dejé caer mi pelo de vuelta a su lugar, quizás para alejar la severidad de Caín, quien observaba las marcas de los colmillos del rey como si quisiera borrarlas de alguna forma.

──Es un aficionado, debería haberte curado eso.

──Claro que no, pretendo usar un vestido escotado y presumirlo al resto de las doncellas ──ironicé en un intento por relajar su temple.

──Siempre en lo importante, cariño.

──¿Dónde estabas, Caín Karravarath?

Quizás no esperaba verlo llegar a mi rescate como un caballero en blanca armadura, pero aparecer al otro día para preocuparse por la vida de su protegida hubiera sido una buena muestra de amabilidad.

──No sabía que te había ocurrido algo.

──¿Dónde estabas?

Caín esbozó una especie de sonrisa, de esas que prepara como la antesala de su cinismo, pero la seriedad en mi rostro debió ser suficiente para hacerlo retractarse.

No tenía sentido insistir, no cuando nuestro tiempo era reducido y tenía puntos más importantes que tratar.

──Voy a querer una recompensa ──dije al fin.

Él alzó una ceja, volvió a su habitual aire malicioso.

──Lo que quieras, cariño.

──La carta ──insistí.

──¿No confías en mí?

No me molesté en responder.

──Bien, acercate al rey, vuelvelo loco, sé su nueva favorita, yo te daré las cartas que necesites.

──No entiendo para qué necesitas la información ──señalé.

──No es tu trabajo saber, cariño.

──Me imagino que más de tus asuntos familiares.

──Tú haces esto por tu familia, yo por la mía ──señaló──. Somos iguales.

Entonces yo alcé una ceja.

──Ni siquiera parecido.

Caín cortó la distancia entre nosotros en tres zancadas, me sobresalté, pero él se detuvo a dos pasos y extendió sus manos en un pedido tácito.

Lo acepté con la poca confianza que le tenía siempre, y que nacía de mi puro sentido de autopreservación.
Pese a mi reticencia, lo que Caín me mostró fue un inofensivo anillo de plata, el rubí brillaba en él como una diminuta lágrima de sangre.

Lo colocó en mi dedo anular.

──Considéralo un regalo.

──Igual quiero ──medité mejor mis exigencias──, quiero más que la carta, quiero ver a mi hermana.

Él puso los ojos en blanco, luego sostuvo mi rostro entre sus manos con más cuidado del que le había mostrado al rubí.

De pronto sus ojos fueron más oscuros, luego la pupila creció hasta dejarlos negros.

Tragué con fuerza ante su cercanía.

──¿Qué fue lo que pasó?

Una a una las palabras fueron arrancadas de mis labios, como si fueran notas musicales y Caín el violinista perfecto, haciendo sonar el instrumento a su antojo y deseo.

──¿Cuándo te mordió?

──Hace unos días…

Humedeció sus labios, el hastío refulgiendo en sus facciones.

──Para curarte ──El enojo en su voz no me dejaba en claro si había sido una pregunta o una orden.

──Porque se lo pedí.

Caín alejó el pelo de mi cuello y el roce de sus dedos me produjo escalofríos.

──Se lo pediste… ¿por?

──Porque no hay otra forma de salir de aquí más que con el favor del rey.

──Ya veo…

Sus hombros seguían igual de tensos.

──No vuelvas a hacerlo, no vuelvas a buscarlo, ni pedirle que te muerda o te toque.

Asentí, Caín bajó su vista a mis labios, un momento, cuando pasó creí que me lo había imaginado.

──Olvida que te pedí esto, solo cumplelo.

Me mordí los labios, sin saber cómo lidiar con su cercanía, era abrumador, demasiado consciente de cómo tiraba del hilo.

Era la cuerda de un violín a punto de romperse.

Caín fue benevolente al soltarme, tres golpes en la puerta anunciaron la entrada de la Madre Ascensa.

Solo respiré cuando Caín se había ido.

¿Qué les pareció este capítulo?

¿Les llama más la atención herrsek Caín o el rey Balakhar?

Es mi capítulo favorito hasta ahora, espero que les esté gustando.
👀🩵

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