07. Capullo de sangre.

Capítulo 07:
Capullo de sangre.

Los días pasaron sin que tuviera mucho que hacer, aunque siguiendo los consejos de la Madre Ascensa decidí ocupar todo el tiempo posible en actividades.

Como Mara había encontrado su lugar en el atelier, yo lo hice en la biblioteca, si bien muchos de los libros estaban en idiomas irreconocibles para mí.

El resto de doncellas apareció a comer dos días después y, recogiendo el guante, decidí evitarlas y tener mis comidas en el jardín.

Por las tardes iba hasta el atelier de Mara, la observaba pintar y, si aguantaba su imperiosa necesidad de incomodarme, podía sacar buena información del manejo de la casa.

El palacio del rey era un mundo cerrado y apartado del resto de Balderena, lo que me dejaba por completo incomunicada.

Lo único que podía agradecer hasta entonces era que el rey había tenido especial cuidado en no acercarse a mí, aunque sabría que muy pronto eso comenzaría a ser también otra desventaja.

No sé qué esperaba Caín del plan, pero no veía muchas posibilidades de éxito.

Tampoco tuve oportunidad de ver a Isolda, al no encontrarla entre el resto de doncellas creí que quizás ella no formaría parte de las siervas del rey.
Mara rebatió mi suposición una tarde, cuando me confirmó que el soberano tenía siete doncellas a su servicio; si en la cena había visto cuatro, eso significaba que Isolda debería estar en algún lado del palacio.

La encontré al fin, en un salón del ala señalada por la Madre Ascensa, una mañana que entré buscando algún recoveco donde esconderme de los guardias.

El día que la vi ella sostenía un libro mientras miraba por la ventana. Sus nudillos blancos sobre la cubierta de terciopelo verde.

Sin guardias ni sirvientes a la vista, tomé la oportunidad para acercarme.

Mi antigua amiga volteó la cabeza como un cervatillo en guardia, luego sus ojos azules tronaron con una ira que nunca habría reconocido en ella.

Hizo el libro a un lado para acercarse a mí, altiva como una reina, me analizó con el interés de un verdugo.

──Siempre supe que volarías alto, Levana.

──Isolda, no entiendo qué hice para que me evites así, ¿qué fue lo que ocurrió para…

──¿Te pedí que me hables? ──me interrumpió──. ¿Te di el permiso? ¿Solicité tu palabra?

Su agresividad irracional aumentó aun más mi desconcierto.

──¿Qué te sucede, Isolda?

──Ya no estás en tu casa, Levana, aquí hay reglas y será mejor que aprendas a respetarlas ──Mostró los dientes como una fiera acorralada──. No te debo explicación alguna y, si quiero hablar contigo, te lo haré saber, ¿bien?

──¿Acaso te volviste demente?

Sus ojos ardieron en rabia.

──¿Qué me dijiste?

──Levana está muy cansada, no estuvo durmiendo bien estas noches y eso la tiene muy confundida ──Mara, quién sabe de dónde salió, clavó sus uñas largas en mis hombros──. No volverá a pasar, badeska, ella conoce muy bien su lugar.

Isolda me miró por sobre el hombro, sin dejar escapar el odio.

──No parece, quizás habría que recordárselo.

Y, luego de eso, salió como si fuera la reina del lugar.

──No entiendo…

──¿Estás demente? ──Mara reclamó mí atención como si fuera yo la desquiciada──. ¿Perdiste la cabeza? ¿No valoras tu vida?

──Ella es mi amiga…

──Es la favorita del rey Balakhar, no puedes hablarle así a la badeska, cada una tiene un lugar aquí.

Dejó salir el aire con fuerza, antes de sentarse en el lugar que había ocupado Isolda antes de su arrebato.

──Ella era mi amiga, hablamos hasta hace unos días ──intenté explicarme.

──Lo que fue de nuestras vidas antes de aquí, no es de importancia para nadie entre estas paredes.

Ocupé el lugar junto a Mara en el alféizar.

──Si la conocieras te sorprenderías, ella nunca fue así, en absoluto.

Mara negó con frustración.

──Todas aquí te ven como competencia, entiende que la vida fuera de estos muros es difícil.

──No puede ser peor que aquí dentro.

──Puede y lo es ──me remarcó ella.

Para probar su punto levantó la falda del vestido para mostrar una marca en su tobillo, una línea gruesa y gris que parecía ser la razón de su leve cojeo.

No supe qué decir.

──Solo intenta no llamar la atención, lo mejor que puedes hacer aquí es pasar inadvertida.

──No para el rey, me reemplazará si no logro llamar su atención.

Ella asintió, luego se puso de pie para tenderme una mano pálida, apenas lo único que su puño de encaje dejaba al descubierto.

──Sígueme, no llamarás la atención de nuestro monarca con esos horribles vestidos de debutante.

Al parecer, Mara encontró en la ocasión más una distracción para ella, que una verdadera posibilidad para mí, pero era el primer contacto humano que tenía en días, por lo que no me negué.

Ella fue la que atendió cuando llamaron a la puerta de mi habitación.

──¿Cómo está creciendo mi flor?

──Cada vez las elijes mejor, Karravarath ──se burló Mara.

Usé la oportunidad para quitar los broches que había estado usando Mara, el alivio en mi cuero cabelludo fue instantáneo.

──Podrías empezar dándole lecciones de modales a tu fiereciella, es la segunda vez que la veo discutir con alguien.

Él enarcó una ceja hacia mí, divertido ante la idea de que fuera una salvaje con poca afección a las reglas.
Luego se dirigió a Mara.

──Isaac te busca ──adquirió un impostado tono solemne──. Y no está contento.

──Te dije que no le menciones nada.

Toda diversión desapareció del rostro de Mara y su gesto se volvió rígido.
Se despidió de forma lacónica antes de abandonar la habitación.

Antes de que pudiera indagar sobre la situación, Caín me interrumpió.

──Supongo que nuestro rey sigue sin caer por tus encantos.

Repasó mi cuerpo con el interés de un sastre.

──No sé qué quieres sacar de esto,
pero no está funcionando ──le advertí.

──¿En verdad no te ha llamado al menos una vez?

──Su escepticismo es halagador, mi señor, pero no, el rey no ha dado ninguna muestra de estar interesado en mis atenciones.

Caín dejó caer su gesto apático.

──¿Y qué has estado haciendo estos días?

──No sociales, puedes estar seguro, todos me evitan.

──Es la atención de Balakhar lo que me importa.

Su frustración volvería la situación entretenida, si no estuviera demasiado preocupada por las consecuencias de la falta de interés del soberano.

──Pues con él no me va mejor.

Me dispuse a buscar otro vestido más discreto que el raso ciruela que había elegido Mara, no había necesidad de estar apretujada en un corsé que resaltaba mi escote cuando del rey no se veía ni la sombra.

──¿Qué pasa con tus dotes de seducción, cariño?

Giré para verlo sobre mi hombro desnudo.

──¿Quiere que los use con los guardias y sirvientes, mi señor?

──Coqueta.

Se acercó a mí, pidió mi mano para reclamar mi atención y le permití guiarme hasta el espejo de cuerpo entero a un lado de mi cama.

Se paró detrás de mí, alejó la maraña de cabellos blancos de mis hombros.

──¿Sabes por qué te elegí, Levana?

──Porque llegué a ti lo suficientemente desesperada como para aceptar cualquier trato.

Caín alzó su vista al techo, meditando el sentido de mis palabras.

──No ──zanjó──, es porque sé que puedes llamar la atención del príncipe.

──¿Una solterona? Quizás no es el mejor eligiendo candidatas, mi señor.

No era autocompasión o indulgencia sino pura ironía, Caín debía saber que había alguna razón para que una joven no se casara al segundo o tercer año de su debut.

──¿Porque nunca te casaste?

──Qué descortés, herrsek Karravarath. ¿Quién fue el noble al que nunca creyó ver en una de sus fiestas libertinas? ──Decidí cambiar información por información.

Al voltear, Caín parecía esperar su respuesta, guardó las manos en los bolsillos.

──Mi hermano Constantino.

No era la respuesta que esperaba, pero aun así no dejaba de sorprenderme.
El señor Karravarath se veía como un tipo de moral inflexible.

──Dime, preciosa, ¿por qué no sueñas con casarte y criar cinco hijos para algún buen señor?

Le realicé un ademán para desestimar su ironía, luego volví a mi tarea de encontrar otro vestido.
**
──No estoy en contra de casarme, el primer año creí que como todas me casaría, tenía dudas y miedos que creí se irían disipando, pero no pasó. Pasó la temporada y fue una desilusión ──Manos sudadas, insinuaciones vulgares y promesas de vidas monótonas──. Luego simplemente empecé a soñar con otras ideas, otras vidas donde no tuviera que vivir para servir a mi marido.

──Ser una institutriz.

──Sé que no lo entiende, pero valoro mi libertad y mis tiempos, mi casa ciertamente no es un sueño, pero mis padres nunca me privaron de educación ──Evité sobrecogerme por la emoción──. Mi abuela fue la que más se ocupó de instruirme, quería que tuviera una educación completa y se encargó de que aprendiera de los mejores tutores.

Hasta que un día desapareció y nadie nunca volvió a saber de ella.

Caín permaneció en silencio, como si esperara la continuación de mi relato, cuando vio que no sucedería fue él quien habló.

──Tu familia está protegida y resguardada, quizás incluso mejor que antes.

──No sería un gran mérito.

Caín ladeó su cabeza con una sonrisa mordaz.

Cuando el fuego crujió noté que nos habíamos quedado en silencio, Caín seguía observando mi rostro, calibrando quién sabe en qué.

Era algo que hacía a menudo, mirarme como si fuera algún acertijo que él estuviera obligado a descifrar o el pasaje más complicado de un libro, no mostraba ninguna vergüenza cuando lo sorprendía en sus contemplaciones.

──Quizás si tú pidieras una cena con el rey…

Él negó, se arregló las mangas del traje en el espejo.

──A Balakhar no le gusta que nadie se entrometa en ninguno de sus asuntos, ni siquiera con sus doncellas.

──¿Hace cuánto lo conoces?

Buscó mi reflejo detrás de él y elevó una comisura en una sonrisa juguetona.

──Una pregunta por una pregunta, cariño.

──Hazla y la responderé.

Al terminar de arreglarse, volteó para encararme con una sonrisa.

──No desperdiciaré una así, tengo que pensarla.

Antes de que pudiera rebatir o quejarme, lo vi retirarse hacia la puerta.

──No salgas de tu habitación, mandaré a una modista a tomarte medidas.

La modista tardó mucho menos de lo que creí, pasé la tarde tomándome medidas y eligiendo telas y texturas que me resultaran cómodas, por la noche me tocó bajar al salón comedor.

Como era usual, el resto de las doncellas pusieron bastante empeño en dejarme fuera de su mundo.
Esa vez Isolda estaba entre ellas, reía y bebía a partes igual de escandalosas.

Mara estaba demasiado enfrascada en moler un puñado de pastillas con el tallo de una copa como para molestarse, al terminar las bajó con un largo trago de vino tinto.

──¿Quieres?

Tuve que declinar su amable oferta.

El interesante sonido del derrotero del reloj se vio interrumpido por la entrada de la Madre Ascensa, iba escoltada por dos guardias y todas debimos ponernos de pie a su entrada.

Imité al resto de las doncellas, pero Isolda permaneció sentada.

──Sígueme, Levana, es asunto del rey.

Esperaba que al fin hubiera decidido verme.

──Bien, gracias.

Escuchar a Mara susurrar un «mierda» no fue alentador, ni eso ni la cara de terror en las dos doncellas más jóvenes, ni la seriedad en la cara de las mayores.

Isolda me dedicó una sonrisa mordaz.

Quizás mi tiempo ahí terminaba antes de empezar.

──Tal vez haya una confusión, Madre Ascensa, Levana ya acordó cenar con nosotras.

──Cállate, Renata ──fulminó Isolda, luego se puso de pie, apenas pudiendo separarse de la mesa con su pomposo vestido lavanda.

Seguí el camino que los guardias me señalaron, pero Mara apretó mi muñeca. Sus ojos estaban rojos e irritados.

Isolda la miró con frialdad.

──Toma asiento, Mara, la matriarca le mostrará el camino a Levana.

──Isolda, estás siendo inmadura.

Esa vez habló la adolescente, hasta entonces reparé en que no podía tener más de diecisiete años. Fue ignorada igual que el resto de sus compañeras.

Un ramalazo del rostro angustiado de mi hermana me obligó a serenarme.

Podía enfrentarlo.

──Quizás luego haya espacio para una más si están todas tan ansiosas ──La sonrisa de Isolda fue espléndida.

Antes de que pudiera retractarme, dos guardias me sostuvieron para arrastrarme fuera de la habitación. Sus largas zancadas me obligaron a dar pasos sobre el aire.

La adrenalina tenía latiendo mi corazón desenfrenado, pero intenté mantenerme serena, pensar con claridad.

Una gota de sudor descendió por mi espalda.

El aire frío del jardín no sirvió para calmar mis nervios.

Los guardias me largaron contra el suelo de piedra y otro se encargó de atar mis manos en una de las columnas que decoraban el patio.

No sabía cómo reaccionar y cuando intenté hacerlo ya estaba en una situación demasiado complicada.

──Quiero diez azotes.

Observé a Mara y Renata, seguidas del resto de las doncellas en el balcón superior, sus caras de pavor no me daban ninguna tranquilidad.

Formé una línea con los labios, me prometí que no rogaría. Había presenciado suficientes azotes en la plaza pública como para saber que eso no disminuiría el castigo, sino que aumentaría la humillación.

──Isolda ──No pude ver quién habló.

Mi antigua compañera se colocó frente a mí, gozando de una vista de primera fila, su vestido lavanda tintineaba bajo la luz de la luna, tan severa y macabra su sonrisa como para terminar con mi poca valentía.

──Isolda.

──Cállate, Renata. Veinte.

Veinte era un castigo considerable, la sola idea me hizo sentir mareada, una bola se apretó en mi estómago, tuve ganas de vomitar.

Tiré de mis muñecas, pero solo obtuve un tintineo, poco podía hacer para resistirme, con suerte me desmayaría al quinto azote, aunque sabía despertaban al prisionero para seguir.

Me mordí la lengua.

──Ruega, Levana, ruega y te dejaré libre.

──Estás demente, Isolda, perdiste la cabeza.

──Veinte serán ──Sonrió excelsa──. Empieza.

El primer latigazo tuvo el impacto de una descarga eléctrica, mi visión tambaleó, aun así me obligué a permanecer en pie.
El segundo fue un doloroso eco, al tercero la carne se abrió y la sangre caliente corrió por mi espalda.

La pausa que hubo hasta el cuarto hizo que la brisa nocturna ardiera en mis heridas, luego no pude distinguir más, fue una seguidilla de dolor, me aferré con fuerza a la pira en búsqueda de mitigar las punzadas, pero luchar contra la corriente era agobiante.

Caí al suelo y las piedras se clavaron en mis rodillas, mi visión se nubló mientras mi cuerpo se volvía ligero, solo era consciente de la espalda en carne viva, ardiendo.

No reconocí los sollozos que escapaban de mis labios.

──Ruega, Levana.

No respondí.

Formé puños con las manos, clavé las uñas en las palmas, intenté concentrar el dolor en cualquier otra parte.

Me arrepentí de haber perdido el hilo de los azotes.

──Ruega, Levana.

Mordí la carne de mis labios hasta que sangró, no dejaría escapar un solo grito, las mejillas calientes por las lágrimas, pero escondí mi rostro, apoyé la frente en la pira.

Quería vomitar.

──Ruega, Levana ──La voz de Isolda parecía venir desde muy lejos.

Lo único que podía percibir era la llegada de los latigazos, la sangre zumbando en mis oídos.

El olor metálico me envolvía como un capullo.

──¿Qué sucede aquí?

La voz autoritaria y fría rompió la calma de la noche.

──¿Qué hacen?

──Señor…

──¿Qué les dije de los castigos físicos sin mi consentimiento?

──Señor.

──Desatenla.

No quería que me tocaran, no quería moverme, no quería nada más que hacerme un ovillo y desaparecer, dejar que todo el dolor se fuera.

Mis manos cayeron cuando estuve desatada, antes de que me dejara caer al suelo alguien sujetó mis hombros.

El dolor aumentaba en cada movimiento.

──Hazte a un lado.

Me levantó como un saco de papas, como si no fuera más que una pluma, cada movimiento fue de infinita agonía, los roces de la ropa y la forma en que tiraba mi piel.

Me desmayé.

Hola, hola.

¿Cómo están?

Espero les estén gustando los capítulos, si vienen de Trono de Cuervos también me gustaría saber su opinión con respecto a esas novelas 👀

¿Qué opinan de Caín?

Adivinen quién narra el siguiente
🙂‍↔️

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