Alfa

Título: Alfa.

Loba escritora: JussstCookie

Hay partes +18, pero puse advertencias al comienzo y al final de esa partecita.

α

Alfa. Beta. Delta. Omega. Alfa. Beta. Delta. Omega.

En el mundo terrestre, letras del alfabeto griego.

En el mundo detrás del bosque de la autopista 66, la jerarquía de la realeza. Sí, licántropos. Li-cán-tro-pos. No lobos, esos son sólo lobos. Dicen aceptar el término hombres lobos, pero admiten que licántropos suena más profesional… menos mitológico.

¿Quieren saber sobre ellos? Apuesto que sí.

Empecemos; ¿de dónde salieron? Sus consejeros cuentan a los niños que la diosa Luna se enamoró de un mortal, olvidó sus responsabilidades y por eso sus hermanos  ̶ los dioses del sol, de la naturaleza y del caos ̶ , lo convirtieron en bestia.

¿La verdad? Todo surgió de un grupo de magos. Los cinco grandes. Arna Lombar, Jhar Eurion, Warlo Grigh, Luda Grigh y Kiurem Planto. Realizaban experimentos allá por el siglo XIII, donde le pagaban (o tal vez secuestraban, a quien le importa) a vagabundos, a gente pobre o a quien estuviera interesado para que cumplieran el papel de ratas de laboratorio. ¿En qué consistía? En esa época, los únicos seres mágicos eran ellos, por lo que experimentaban en la creación de nuevas especies. No se sabe qué hacían los otros cuatro, pero Kiurem tenía la labor de hacerlo con animales. Fusionarlos con humanos.

El primer humano en ser combinado con un lobo se llamó Klaus Zwiderick. Tenía 40 años. El lobo era un joven adulto, de color negro. El poder de ambos fue abasallante, se fusionaron, fueron compatiles, pero murieron. La segunda se llamó Ámber Cassel. Tenía 36 años. Su loba era una que apenas salía de la etapa cachorro, de color marrón. El poder fue grande, pero menor al anterior. Sobrevivieron dos días más, luego murieron. El tercero se llamó Ivar Yärk. Tenía 27 años. Su lobo era un cachorro joven, blanco. Kiurem se procupó cuando notó que el poder de la fusión de los sujetos tambíen disminuyó. Cinco días después, murieron. A punto de rendirse, lo intentó esta vez con un niño. Arturo Bleigh, de 7 años. Su lobo era un pequeño cachorro. El poder fue casi nulo, pero sobrevivieron. No pudo cambiar de forma hasta los 16, y cuando ocurrió, el joven murió.

Kiurem descartó todos los cuerpos en un bosque, y habiendo probado con todos los casos estándares de población, pensó que fue su fórmula la que estaba fallando. Se equivocó.

Mientras se concentraba en crear una nueva fórmula, los cadáveres empezaron a tomar vida. Uno a uno, mirándose a la cara, intentando recordar vagamente las memorias de su vida pasada, conociéndose, preguntándose cómo carajo sentían una conexión, y en especial, de dónde había salido ese instinto animal que tenían. Y es que al final nadie termina de entender la magia. Lo único previsible en ella es que es imprevesible.

Su jerarquía consiste sólo en el Alfa, el lobo con la voz de la razón, a quien tienen que obedecer sí o sí. Y al contrario de lo que se cree, no pasa de padre/madre a hijo/a. Al principio, Klaus Zwiderick, conocido como el primero de todos, fue el alfa. Todos los demás licántropos que se crearon con el tiempo, variaron entre la capacidad de poder de Ámber, Ivar y Artuto. Y no, Beta no es el ayudante del Alfa, es como el gran soldado de todos, ya que suelen ser de los más fuertes y grandes, Delta y Omega siendo licántropos promedios. Cuando Klaus murió, automáticamente su poder se tranfirió, ¿a quién? A Damiano Raggo, un licátropo de aproximadamente 70 años quien antes tenía un rango delta.

No se está seguro de qué exactamente determina al nuevo alfa. Sucede aleatoriamente.

Como ahora, que el nuevo alfa es Ryson Rogue.

Aunque no tengas idea de quién es, apuesto que no te lo esperabas. Él tampoco, aunque su aspecto y carácter de macho pecho peludo haga que parezca que nació para el puesto.

¿Vieron que toda la verborrea tenía un punto? Dejando de lado la historia, pasemos a este instante. Donde toda, absolutamente toda la manada tiene la mirada fija en él.

α
Ryson
α


Esta mañana desperté sintiéndome diferente. Mis ojos marrones oscuro ahora eran negros en su totalidad, mis facciones estaban más afiladas y duras, y tenía una sensación nueva en las venas. Me sentía más grande, más poderoso, más imponente. La adrenalina me tenía inquieto, así que me transformé y salí a quemar energía. Cuando volví, todos estaban reunidos frente al Parlamento, la casa del alfa Drew.

La esposa de nuestro alfa, Jana, estaba llorando junto a su hija Linda. Rodeadas de tres betas, que eran unos de los que se encargaban de nuestra seguridad, y quienes informaron a todos sobre lo sucedido.

̶—Drew Shörna murió en la madrugada de ayer —la noticia mandó un escalofrío a mi cuerpo, y me quedé estático, analizando ̶—. Al parecer sufrió un paro cardíaco alrededor de las 04:00 AM.

La multitud exclamó de conmoción. Y uno a uno empezaron a mirarme. El alfa murió. O sea, hay un nuevo alfa…

Y ese alfa parezco ser yo.

Aunque a nadie le guste.

̶̶—Me niego, con la mala persona que es, nos va a llevar a la ruina…

̶—¿Y si nos roba todo?

̶—No tiene instinto de alfa.

̶—Dejó morir a toda su familia al huir como un cobarde cuando la atacaron. Desde entonces es un licántropo solitario, un rogue, siempre va a ver por sí mismo antes que por los demás.

̶—Ya basta, así lo quiso el destino, ¿porqué? Quien sabe. Tal vez es el destino de todos morir al mando de un imbécil.

De pronto como que me entraron ganas de acariciar sus cuellos con mis garras.

Salí del trance y me enderecé, respirando hondo, apretando mis manos en puños, regresándole la mirada a todos aquellos que me miraban con desprecio.

̶—¿No se supone que tienen que respetarme por naturaleza?  ̶—hablé por primera vez, mi voz adquiriendo un timbre dominante, oscuro ̶—. Tampoco estoy feliz, miren que ser alfa de una manada de licántropos tan patéticos nunca fue mi sueño.

Eso hizo que se callaran. O exclamaran ofendidos y enfadados. Me abrí paso a la fuerza, empujando a los que no se movían con la suficiente rapidez, y apartando a los niños con las manos. Y debo admitir que disfruté de la sensación de poderío que me embargó al ver que ahora nadie se atrevería a enfrentarme. Llegué al frente, donde la esposa e hija de Drew lloraban.

̶—Mi más sentido pésame  ̶—levantaron la mirada, y asintieron una vez. Cambié mi expresión comprensiva por una dura ̶—. Ahora entren y saquen todas sus cosas de mi casa.

¿Querían creer que sería mal alfa? Bien, yo les daría las razones para hacerlo.

α | Advertencia +18
Si no es de tu agrado, unos cuantos párrafos más adelante marqué el final del contenido.

PD: es su juego sexual, ambos están de acuerdo con ello, incluso si llega a parecer que no.
α

̶—¡Abre la puerta, Ryson!

Hice caso omiso a la voz de Jesse y le guiñé un ojo a la mujer arodillada entre mis piernas, colocando el cigarro entre mis manos e inhalando. Asintiendo hacia ella, instándola a continuar con su tarea.  Soltó el botón y bajó la bragueta de mis pantalones, dándole paso a los bóxers blancos que terminaban de ocultar mi semierección. Me acarició por sobre la ropa, tardándose el mayor tiempo posible. Dió un mordisco, el brusco movimiento mandando oleadas de dolor y exitación a mi cuerpo. Enterré la mano en su cabello, peinándola y apartando los cabellos rebeldes que se vinieron hacia su frente, trasladé la caricia a un costado de su rostro, tomando su mentón y elevándolo para pasar el dedo pulgar sobre sus labios. Entendió mi intención y abrió la boca complaciéndome, chupando con fuerza, dejando que preparara su boca para tomarme profundamente. Llenó de saliva mi dedo, acariciándolo con la lengua y aguantando lo mejor que pudo cuando lo introduje más allá, hasta llegar a su garganta. Lo mantuve allí hasta que controló las arcadas y lo retiré, esta vez introduciendo los dedos índice, mayor y anular, empujando su lengua hacia abajo y volviendo a repetir el proceso de llevarlos hasta el fondo de su cavidad, esta vez las arcadas siendo más fuertes. Coloqué la otra mano en su nuca cuando quiso apartarse, forzándola, y la vi cerrar las piernas con fuerza.

Esto quieres, zorra.

Clavó las uñas en mis muslos y saqué mis dedos. Respiró con fuerza, las lágrimas empañándole la vista, y bajó los bóxers junto al pantalón hasta mis tobillos. Me dio un leve empujón, dejándome caer en la silla que había detrás mío. Pasó la lengua por su labio inferior y escupió en su mano, empezando a deslizarla por mi falo erecto. Me relajé, echando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y apretando la mandíbula con fuerza cuando sus labios y lengua se unieron a su mano. No dudó a la hora de tomarme profundo, llevándome con determinación hasta su garganta. Respiró hondo para controlar las arcadas y cerró los ojos, con total concentración. Su mano libre viajó hasta la mía para llevarla a su cabeza, agarrándose el cabello ella misma e instándome a imitarla.

La tomé con fuerza, sacando mi miembro de su boca, exhaló e inhaló con fuerza, recuperando el aire y usando sus manos para seguir complaciéndome. Mi otra mano abriendo los tres primeros botones de su blusa, desgarrando los demás, su sujetador saltando a la vista. Bajé las copas y abofeteé sus senos, disfruntando del enrojecimiento de su piel y de los gimoteos saliendo de su boca.

̶—¡Ryson! ¡Abre la jodida puerta!

Bufé frustrado, me puse de pie y dejé lo que estaba haciendo para soltarme la corbata.

̶—Manos.  ̶—Me las tendió complacida, y las até con fuerza ̶—. Abajo.

Colocó sus manos sobre su regazo y abrió la boca, preparada. Me acerqué a su rostro y escupí, dejando que mi saliva lubricara sus labios. Agarré mi miembro y lo introduje, sin espacio para juegos, empezando a bombear con fuerza. Gimoteó, cerrando las piernas con fuerza y subiendo sus manos para pellizcar sus pezones. Mis manos cubrieron sus mejillas y controlé las embestidas, follándola duro y fuerte. La tomé del cabello, llegando hasta la base de su garganga y gruñendo cuando tragó, el movimiento apretando mi verga de manera exquisita. La invadió una fuerte arcada e intentó apartarme, mas no lo permití y seguí pujando dentro de ella.

Su lengua dejó de cubrir sus dientes inferiores, el roce de mi piel sensible con ellos estremeciéndome de los pies a la cabeza. Gruñí, aumentando el ritmo de las embestidas y disfrutando de sus manos apretando con fuerza mis bolas, la sensación en ellas advirtiéndome de la cercanía de mi liberación. Salí de su boca y me masturbé sobre ella, mi mano derecha abofeteando su mejilla con fuerza, tomándo su cabello y echando su cabeza hacia atrás con brusquedad. Magreó sus pechos sacando la lengua hacia afuera, preparada para tragarme.

̶—Jodeer —eyaculé sobre ella, embarrando de mi semen su boca, rostro y pechos.

Respiró agitada como si la del orgasmo hubiera sido ella, dejándose caer hacia atrás y abriendo las piernas, dándome una vista interesante, para empezar a masturbarse sobre mi alfombra. Me agaché, puse la mano sobre su cuello, apartando sus manos y clavando la rodilla entre sus piernas para generar el roce violento que sé que le gusta. Movió las caderas desesperada, gimiendo y usando sus manos para retorcer sus pezones. Bajé la cabeza y los mordí, dejando que mis colmillos hicieran aparición y se enterraran un poco sobre su piel. Gritó de placer, y llegó al orgasmo.

(Fin de +18)


Me levanté, abrochando mis pantalones, sin prestarle atención a ella o a la mancha de humedad que dejó en mi pantalón, y empezando a dirigirme hacia la puerta, donde sé que Jesse estuvo escuchando todo.

Apenas abrí, su mirada se desvió a la mujer detrás de mí, e hizo una mueca. —¿Qué…? ¿Jana? ¿Y su duelo por la pérdida de su esposo?

Me encogí de hombros y cerré la puerta detrás mío, caminando por el pasillo con mi consejero a un lado.

̶—¿Qué querías?

Me tendió la hoja que tenía en su mano, y habló.

̶—Tienes una fiesta en mañana, en el norte. Es organizada por Ángelo, el alfa de la manada Icewood. Debes ir y presentar tus respetos, ya que irán todos los alfas de la Congregación. Quieren conocerte.

Estrellé el papel en su pecho.

̶—Pues no comparto su querer.

α


No sé para qué carajos vine.

Acepté la copa de champagne que me ofreció un mozo al pasar por su lado, me la bebí de un tirón, la dejé vacia de nuevo en su bandeja y tomé otra, asintiendo para agradecerle por hacer su  trabajo. Observé el lugar elegido para la reunión, porque es eso, no una fiesta. Los techos eran altos, con molduras en lo alto y pinturas de ángeles y magos en la Batalla del Inicio. Una araña gigante colgaba del medio, acompañada de varias más pequeñas a su alrededor. Los mozos iban y venían, y la mayoría de alfas y sus compañeros ya estaban presentes.

Me encaminé a la mesa ubicada en el centro, donde vi que Ángelo, el licántropo que me invitó, se sentó junto a su esposa e hijo. Tomé asiento sin pedir permiso y me puse cómodo, sacándome el saco del traje que Jesse me obligó a usar, arremangando mi camisa azul rey hasta los codos. Me apoyé sobre el respaldo de la silla y alterné mi mirada entre las tres personas delante mío.

̶—¿Podemos empezar? Tengo asuntos más importantes que atender.

Como por ejemplo, terminar lo que empecé el día de ayer.

̶—Claro, dentro de poco,  ̶—sonrió, pero eso no evitó que viera como el músculo de su mandíbula se tensaba—. Falta aún Verenice Porsh, la alfa de la manada Firewood.

Levanté una ceja, porque según tenía entendido las únicas alfas mujeres eran Annaleigh no sé qué y Jordyn no sé cuánto. Viendo la pregunta en mi rostro, respondió.

̶—No fuiste el único en ascender de un día para otro, en su manada también murió su alfa. Curiosamente, de la misma manera en la que murió Drew, de un paro…

No terminé de escucharlo, porque la puerta de entrada se abrió y la atención de todos se desvió a…

Cada músculo en mi cuerpo se tensó, mi ceño se frunció automáticamente. La silla en la que estaba sentado se cayó cuando me levante abruptamente, avancé paso a paso, lento. Mi mirada se centró primero en la mujer de en medio. Los zapatos negros de tacón, el vestido con una abertura en un lado, dejado ver sus piernas enfundadas en medias de red, la piel bronceada visible a través de cada rombo. La tela ceñida a sus anchas caderas, a su delgada cintura cubierta de un corsé, sus pechos resaltando y tentándome a pasar la lengua por ellos, a clavar los colmillos en su piel. Posé la vista en su rostro y me tensé, el poder en su mirada verde retando al mío. La Alfa Verenice Porsh, pensé. Los pómulos afilados y la nariz delgada, pequeña. Sus labios en forma de corazón  ̶—perfectos para una mamada ̶— cubiertos de labial negro. Las hebras de su cabello castaño cayendo en bucles alrededor de su bello rostro. Su pequeña mano con un anillo brillando en el dedo anular aferrada a otra, de tonalidad mucho más clara pero igual de útil para tomar mi verga entre sus dedos y acariciarla.

Me enfoqué en la persona que estaba a su lado, en esa que me hizo levantar en primer lugar. Enfundada en un vestido rojo igual al de su acompañante —ésta sin corsé ̶—. El cabello negro carbón, la piel pálida, los ojos casi negros. El corazón me latió desbocado, la adrenalina me corrió salvajemente por las venas. Las curvas aún más pronunciadas que las de la otra mujer, sus piernas libres de medias de red. Los zapatos rojos brillando bajo la luz, naciendo en mí la fantasía de follarla con ellos puestos. Sus pechos perfectos haciéndome desear poder magrearlos y morderlos hasta tornarlos igual de rojos que su vestido. El hueso de sus clavículas incrementanto mi deseo y haciendo que me cuestione a mí mismo porqué carajos encuentro atractivo eso. Y su rostro, joder. El labio inferior más grande que el superior, ambos abiertos en señal de asombro y cubiertos de labial rojo oscuro. Sus pómulos altos, las mejillas levemente enrojecidas. Sus ojos fijos en los míos, el desconcierto, el deseo y el peligro presentes en ellos. Un gruñido se me escapó cuando me fijé en el brillo en su mano izquierda.  Su dedo anular con un anillo idéntico a el de la alfa.

Me paré frente a ellas, mis fosas nasales abriéndose para inhalar sus esencias, una con el característico olor dulce de la exitación —o talvez ese sea yo, porque joder si no me la pusieron dura—, y otra a menta y chocolate. Abrí la boca para hablar, al igual que Verenice, pero ella habló primero.

̶—¿Dos mates? ¿Y encima alfas? — exclamó mirando hacia arriba, su aterpeciolada voz me estremeció, regresó la vista a mis ojos ̶—. Bueno, siempre dije que no nací para pertenecerle a sólo una persona.

Me tendió una mano.

̶—Hola, bebecito. Soy el amor de la vida de ambos. Pero puedes llamarme Holly.

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