10. Dug

X

MORGAN

Tengo un hermano...

Un hermano que no recuerdo y que está vivo, por ahí, en algún lado. No puede ser posible, no cuando siempre he creído estar sola en este mundo. Shadow solo se queda ahí frente a mí; sé que me está dando tiempo para asimilar todo esto. No puedo hablar ni hacer las millones de preguntas que tengo en mente. Es demasiado, esto ha fracturado mis bases; siento que no sé quién soy o de dónde vengo. Así que solo me doy la vuelta y me alejo de Shadow, quien no protesta. Necesito mi tiempo.

Mientras camino de vuelta a la cueva, una ola de tristeza me inunda. Es sofocante recibir toda esta información de golpe. No poder recordar nada me agota; el pensar una y otra vez, tratando de entender todo, me desgasta. Golpeo la base de un árbol con frustración. Escucho el horrible sonido de ruptura de uno de los huesos de mi dedo y no me importa. La sangre mana de la herida hasta que esta se cierra rápidamente y mi hueso vuelve a su lugar.

Dejo de caminar cuando llego a la playa. Observo las olas en silencio. Mi largo cabello mojado se mueve con el viento.

«¿Quién soy?», me pregunto. Es difícil seguir adelante cuando no lo sé. Lo más importante para cada criatura en este planeta, sin importar su especie, es conocer su identidad, su origen. No puedo recordar a mi hermano, ni siquiera sé si mi verdadero nombre es Morgan.

Por primera vez en décadas, me siento vulnerable. Cierro los ojos y dejo el viento rozar mi cara. Trato de recordar el rostro de mi madre y solo una pequeña imagen de su sonrisa viene a mi mente, y luego sangre y más sangre.

Abro los ojos, alejando esas imágenes. Ni siquiera puedo recordar la cara de mi madre. Esta sensación extraña, presionando mi pecho dolorosamente, es tristeza. He pasado mucho tiempo sin sentirla. Caigo de rodillas y me quedo así por un tiempo, con los ojos cerrados, sin moverme, sin pensar, solo sintiendo mi pena. Siento a alguien caminar hacia mí. Esa escencia...

—Ian —saludo, abriendo los ojos. Parece más alto, ya que estoy de rodillas.

—¿Estás bien?

—No.

—¿Qué pasa?

Suspiro antes de hablar.

—Acabo de descubrir que tengo un hermano y está vivo. —No soy una persona abierta, pero estoy cansada de mantener todo embotellado dentro de mí. Ian no parece sorprenderse en absoluto—. ¡Oh no! —Caigo en la cuenta, poniéndome de pie—. Lo sabías, ¿verdad? —La culpa está escrita en toda su cara—. ¡Por supuesto! Todos lo saben. Yo soy la única que no sabe nada aquí.

—Morgan...

—¿Cómo pudiste? —pregunto, más que decepcionada. Ian es el único vampiro en el que confío plenamente. Él es lo más cercano que tengo a una familia. Me duele mucho saber que me ha ocultado esto—. Confié en ti. —Doy un paso atrás.

—Escúchame, Morgan. Yo...

—No, no quiero tus excusas, Ian. —Niego con la cabeza y le doy la espalda para alejarme. Él me persigue.

—Aidan me habló de tu hermano la noche que te trajo —explica deprisa—. Dijo que no deberíamos hablar de él porque no es bueno, que solo te haría daño. No quería que te hicieras ilusiones, Morgan. Te conozco. Lo ibas a querer conocer y...

Me giro hacia él, furiosa.

—¿Quién demonios se creen tú y Aidan para tomar decisiones por mí?

—Simplemente no quería que salieras herida. —Mi amiga baja la cabeza. Me muerdo la lengua para no gritarle más.

—Salí herida de todos modos, y de la peor manera: perdí a la única persona en quien confiaba.

—No digas eso, Morgan. —La agonía en sus ojos casi hace que me retracte de mis palabras.

Extiende su mano hacia mí y yo levanto la mía para abofetearla; sin embargo, en su lugar, mi amigo es enviado hacia atrás en el aire, como si una fuerza invisible lo golpeara, hasta caer en el océano abruptamente. Me quedo allí, inmóvil.

¿Qué acaba de pasar? Miro mi mano y está normal; pero me duele la cabeza y el pecho.

—¿Ian? —grito, caminando de un lado al otro, tratando de verlo en el mar. Mi vista está borrosa. Sostengo mi pecho con fuerza; un dolor frío se esparce desde él pecho hasta el resto de mi cuerpo.

Veo al chico salir del agua y luego caminar hacia mí. Mi vista está tan borrosa que solo puedo distinguir su silueta. ¿Qué es lo que me pasa? Parpadeo un par de veces, tratando de aclarar mi visión, pero no funciona.

—¡Morgan! —Es lo último que escucho antes de que todo se vuelva negro.

Abro los ojos para enfrentar un enorme sol sobre mí. Instintivamente, me protejo con los brazos; voy a morir, el sol va a matarme. Pero nada sucede.

Me doy cuenta de que estoy acostada en el suelo del jardín de los recuerdos de Shadow. Me siento y me congelo cuando reviso mi vestido blanco; tiene manchas de sangre por todas partes. Miro a mi alrededor para ver que los árboles, las flores, incluso la hierba está cubierta de sangre. Grito tan fuerte como puedo. Siento un par de manos sobre mis hombros.

—¡Morgan, despierta! —La voz de Ian me arrastra de vuelta a la realidad.

Abro los ojos, respirando pesadamente.

—¿Morgan? —me llama mi amigo. La debilidad de mi cuerpo es algo que nunca he sentido, y el dolor en el pecho todavía está allí.

—Estoy bien —miento. Cuando trato de levantarme, pierdo el equilibrio y caigo en los brazos de Ian.

—No, no estás bien.

Envuelve su brazo alrededor de mi cintura y la parte de atrás de mis piernas para cargarme. Cada vez que cierro los ojos, veo una señal extraña, como la que tienen los Purasangres, pero diferente en algunos detalles. Cuando llegamos a la entrada de la cueva, Aidan está allí.

—¿Qué ha pasado? —exige saber nuestro líder. Puedo escucharlo, aunque es como si estuviera lejos de mí.

—Lo mismo que pasó la otra noche. De alguna manera, ella me lanzó por los aires y luego se desmayó. Ahora está débil y no puede siquiera caminar sola —explica lentamente Ian.

No puedo mover la boca para hablar. Mis labios están secos de nuevo y el dolor no parece menguar.

—Duele... —susurro. Siento otro par de manos frías abrazándome. Ese olor... Estoy en los brazos de Aidan ahora.

—Está hirviendo, como si tuviera fiebre. Pero eso no es posible, ¿verdad? No es humana para que le dé fiebre —cuestiona Ian, tocando mi cuello.

—Me ocuparé de esto —informa nuestro líder, ignorando la pregunta del vampiro.

Me dejo caer en la oscuridad. Es extraño, porque no estoy inconsciente por completo, si bien tampoco puedo funcionar. No puedo pensar con claridad o hablar. Aidan me coloca sobre mi roca con cuidado, dos manos sostienen ambos lados de mi cara.

—Morgan, abre los ojos.

Lo intento, pero es demasiado difícil; apenas lo consigo y por un momento puedo ver los grandes ojos azules de Aidan y su cabello oscuro desordenado alrededor de su rostro.

—Aidan... —murmuro.

—Shhh. No hables, solo estás un poco débil. —Es la primera vez que escucho tanta calidez en su voz—. ¿Dónde demonios está Shadow? —se pregunta en voz alta.

—Aquí estoy.

Escucho la voz del Purasangre y me relajo; no sé por qué me siento a salvo.

—Sabes lo que tienes que hacer, Aidan —dice Shadow con calma.

Un minuto de silencio pasa entre ellos. No puedo verlos; mis ojos se cierran de nuevo.

—No puedo darle mi sangre —responde mi líder.

—¿Y por qué no? —presiona Shadow.

Él se toma su tiempo para responder.

—Ya he tenido su sangre; si le doy la mía, se crearía un vínculo entre nosotros.

—Sabía que beberías de ella tarde o temprano. No podías aguantarte, ¿verdad? Eres patético.

Lo siguiente que huelo es el delicioso aroma de la sangre de Shadow. Tomo su muñeca y bebo desesperadamente. El calor se extiende a través de mí, aliviando el dolor, haciéndolo desaparecer.

—Suficiente, Morgan —ordena, alejando la mano de mí.

Abro los ojos y me siento, me encuentro mucho mejor. El dolor ha desaparecido y también la debilidad. Me lamo los labios para limpiar los restos de la sangre de Shadow. Aidan me dedica una mirada helada.

—¿Qué ha sido todo eso? —pregunto, confundida. Las dos criaturas frente a mí comparten una mirada—. No pueden decirme, lo sé.

—Deberías irte, Shadow —exige Aidan. El Purasangre lo ignora y me mira.

—¿Quieres que me vaya?

Asiento y él desaparece al instante. Mi líder parece victorioso hasta que hablo:

—Tú también deberías irte.

—Si tuviera la oportunidad de volver en el tiempo, lo haría de nuevo —dice con seriedad.

—¿Hacer qué?

—Mantenerte alejada de tu hermano.

Aprieto los puños a mis lados. ¿Cómo puede decir eso?

—¿Quién diablos crees que eres? —Camino hacia él y lo abofeteo tan fuerte que mi palma arde. No se mueve ni muestra ninguna emoción—. ¡No tuve la oportunidad de elegir!

—Puedes gritar y golpearme todo lo que quieras, Morgan. —Se acerca a mí—. No me arrepiento —afirma en tono calmado—. Lo haría de nuevo.

Tengo ganas de matarlo. Levanto la mano para darle una segunda bofetada, pero él me agarra ambas dos muñecas.

—¡No me toques! —Trato de liberarme. Aidan coge un puño de mi pelo y me atrae hacia él hasta que siento su aliento en mi oído.

—¿No quieres que te toque? ¿Estás segura?

—¡No! —Consigo soltarme.

—He probado tu sangre, Morgan —me recuerda con frialdad—. Tocarte no es lo único que deseas que haga; quieres mucho más que eso.

Y sin más, desaparece, dejándome paralizada.

Entonces llega Ian.

—Oye. —Agita su mano frente a mi cara—. ¿Estás bien? —Solo asiento como respuesta—. Yo... —Se rasca la parte posterior de la cabeza—. Lo siento, Morgan. De verdad, no quiero perder tu confianza.

—Ya lo has hecho.

—Puedo compensártelo.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo?

—Te ayudaré a encontrar a tu hermano.

Eso llama mi atención.

—¿Tienes alguna idea de dónde está?

—Sí, creo que sé dónde encontrarlo.

—Está bien, mañana me llevarás a ese lugar —ordeno. Ian sacude mi mano, cerrando nuestro trato.

«Te encontraré, hermano, juro que lo haré».

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