3: Ella
CAPÍTULO 3:
Ella
A D O L F O
Me quedo viéndola desde la mesa hasta que decido salir del salón y aprovecharme de tener su número. Ayer que la vi me pareció muy bella. Ella es de verdad bella. Me recordó a aquella chica de la playa de la cual me enamoré perdidamente. La profe estaba toda manchada de harina pero eso no impidió que me embelesara, como alguna vez lo hice con aquella chica, quizás un poco.
Lucía casi me mata cuando ella salió de la dulcería, se miraba como si echara humo por las orejas. Me dijo que le pareció de muy mal gusto que me le quedara viendo así.
—Dolfo —Me saluda Bernardo al verme entrar a su taller—. ¿Esa mamada qué? ¿Quién te eyaculó en la ropa?
Miro mi ropa, tengo residuos de masa en la camisa blanca y en mis pantalones negros. Me muerdo los labios, avergonzado.
—Fue tu papá, carnal. —Le digo, y cuando veo su enojo, y como si quisiera golpearme, me retracto en seguida—. Tú empezaste. Y no, nadie se me vino encima, es harina para pastel, ¿no te contó Lucía? Últimamente parecen muy unidos.
Él parece nervioso ahora. Hazte pendejo, pienso, rodando los ojos. No me enoja, me hace sentir mal que me oculten cosas.
—Sí me dijo, estaba bien enojada, pero no porque fueras, sino porque no lo hicieras. ¡Me alegra que te hayas decidido! —Sigue actuando nervioso—. Ay, se me olvidaba, tu carro ya está.
Me distraigo al ver a mi bebé en el rincón del taller. Mi preciosa carcacha azul que, aunque deba traerlo cada mes aquí, no pienso deshacerme de él. Me acerco y lo abro, descubriendo que esta vez, Bernardo le ha puesto aromatizante, del caro el cabrón. Mis sospechas vuelven.
—Berna —lo llamo, calmado—. ¿Sales con mi hermana; o podría considerar que eres gay y me amas demasiado como para ponerte guapo con la reparación?
Lo veo alterarse y comenzar a tartamudear. Al final me lo confiesa.
—Bueno, sí, salgo con tu hermana. Te lo iba a decir cuando terminaras tus cursos. —Se oye dudoso, como si se aferrara a la primera excusa.
—Huevos. Sabes que yo nunca completo unos cursos. —Me siento engañado, ofendido, no enojado—. ¡Solo te advierto que, si le haces algo, te voy a partir el hocico, cabrón!
Él parece relajarse un poco.
—Vale, puedo vivir con eso —dice, ya sin ningún ápice de nervios—. No puedo creer que pensaras que era gay.
—Bueno, qué sé yo, andas muy amable conmigo. —Me subo a mi carro, ya riéndome—. ¿El jale fue gratis, verdad, cuñado?
Arranco antes de que me diga nada, dejándolo con una tranquilidad tan grande que no me reclama el que perdió una gran cantidad de dinero. Se lo pagaré de todos modos, no soy tan aprovechado... Al menos no con esto.
Hago una maniobra para poder girar e ir a casa y cambiarme para el trabajo. Antes de hacer un nuevo giro, mi atención es captada por la larga cabellera de la morena que la porta. Sonrío de verla, hace tanto que no la veo, así que prefiero detenerme para saludarla.
—¡Hey, bruja! —Le grito cuando estaciono, está en la heladería de Magdalena, donde solíamos reunirnos todos. Me sonríe, negando con la cabeza.
—¿Y tú dónde te habías metido, perdido? —Sonia se levanta para acercarse a mi carro, pero se detiene cuando la llaman.
—¡Aquí estoy! Me vine corriendo, el pinche camión se me pasó, y sabes que mi amá me confiscó el carro por cómo me he sentido estos días y...
Es Dariana, la profesora de repostería. Está agitada y puedo notar que lleva la cara manchada de harina, todavía, pues parece que aún no se ha dado cuenta que se manchó mientras recreaba su cuarta masa, sí, me di cuenta que no podía hacer lo que nos pedía a nosotros.
Sonrío mientras la escucho disculparse con Sonia.
—Ya, no importa, recién llego también. —Sonia se nota despreocupada—. Mira, te presento a Adolfo, un amigo mío y de Gonzalo.
Se voltea hacia mí en instantáneo. Trata de calmarse para poder acercarse a mí y saludarme. Sus manos se sienten suaves pero a la vez rasposas de ciertas partes, tiene harina seca en la palma y en las coyunturas.
—¿Qué hay, profe; de dónde conoce a Sonia? —Señalo a Sonia una vez que me suelta la mano.
—Es mi mejor amiga desde pequeñas. —Se gira hacia Sonia—. ¿Lo conoces?
—¿Lo conoces tú? —Le ataca Sonia.
Miro mi reloj en el teléfono mientras la escucho a Sonia decirle a la profesora que soy un amigo desde hace tiempo lego de que ella le dijera que soy su alumno. Falta una hora para entrar al trabajo, aún tengo tiempo, pienso, decidido a quedarme un momento. Hace más de un año que no veo a Sonia.
—Pues a Adolfo le cae mal Ulises, por eso no los incluíamos a ustedes. —Escuchar ese nombre me hace verlas de nuevo. Dariana parece haberle reclamado el porqué no nos conocíamos si siempre salen en grupo.
Miro su rostro, se ha puesto pálida. Luego frunce el ceño y me mira. Yo me bajo del carro cuando pregunta:
—¿Por qué te cae mal?
—¿Un helado? Yo invito. —Las insto a entrar al local, planteándome cómo contarle la historia. Hace ya tanto, a veces pienso por qué sigo con la misma cantaleta si ya pasó. Pero yo solo sé que mi estómago se sigue revolviendo cada que recuerdo todo.
—Fresas con crema —pide Dariana y Sonia de pistache—. Pero dime, ¿por qué te cae mal?
No sé en qué momento terminé de avergonzarme porque la profesora de repostería me llamó señorita a que parezca que tenemos toda confianza del mundo. Y la verdad es porque me agradó desde el primer momento aún sin saber que era mi profesora, así que es bueno para mí esto.
—Dirán que son tonterías, pero no es que me caiga mal, sino que le tengo resentimiento, poquito, y es porque me robó al posible amor de mi vida —digo sin pensarlo cuando ya he pedido los helados.
Dariana frunce el ceño mientras que Sonia parece querer reírse o no lo sé, igual la ignoro y continúo.
—Hace tres años, tuvimos una juntada con unos amigos, en la playa. Él era mi mejor amigo, supongo. —Miro a Magdalena preparar nuestros helados como sólo ella sabe y suspiro. No, no ha pasado, el coraje y el dolor siguen ahí—. Vi, desde lejos, a la chica más guapa de todas en la playa, tenía un bikini amarillo, me acuerdo muy bien. Divina, toda una Diosa.
Ahora Dariana ha agrandado los ojos, ignoro también eso y sigo con la historia, hace como un año que a nadie se la cuento. Cuando me enteré del compromiso y dejé de frecuentar a Sonia y Gonzalo.
—Le dije a Ulises "¿Ves a aquella morena de por allá? Será mi esposa". —Trago saliva y me detengo cuando Magdalena trae nuestros helados. El mío es de chocolate, me aferro a él cuando continúo—. El perro mendigo la conquistó, me lo restregó en la cara y pues, para no hacer la historia larga y dramática, todo se fue al carajo, creo que hasta se van a casar.
Sonia comienza a reírse abiertamente, Dariana le da un golpe en la mano y luego me mira a mí, está sonrojada.
—Adolfo, no creo que sea buen momento, pero debo decirte que esa chica... era yo, soy yo, más bien —dice despacito y amortiguada. Me aferro tanto al helado que siento que voy a derramarlo—. Aunque, pues, Ulises y yo ya no nos vamos a casar, embarazó a la vecina y rompió el compromiso.
Miro un par de lágrimas intentar detenerse en sus ojos, pero al final una sale cuando baja la mirada.
La cagué, pienso, cuando nos metemos en un sepulcral silencio, me siento más avergonzado que cuando ella me cambió de sexo en el mensaje. Siento que me quedo sordo y hasta mudo. No sé qué decir, o cómo actuar. Estoy sentado frente a la mujer que hizo que hace tres años idealizara una vida juntos aun cuando ni siquiera me había atrevido a hablarle, o siquiera plantear una vida con nadie. Ella es la razón por la cual no tengo relaciones serias ni duraderas, porque de alguna manera esperaba volvérmela a encontrar y terminaba dejando a mis novias. Ahora me siento un pendejo. Pero eso sí, un pendejo con suerte.
¿Es esta mi oportunidad, Jesucristo? Estúpidamente pienso, ¿la volviste a poner en mi camino para no arruinarla de nuevo, señor?
Cupido, ¿estás ahí, carnal? Hazme un paro, wey. Las manos me tiemblan. No, se me están acalambrado con lo frío de mi helado que ahora descubro que lo he destrozado, el recipiente de plástico se ha reventado en mis manos.
—Adolfo, Gonzalo y yo nos vamos a casar en unas semanas, y estás cordialmente invitado. —Sonia me devuelve a la realidad. Nos devuelve a la realidad—. Y, Dari, descubrí que estoy embarazada, por eso te cité. Qué buena soy para cambiar el tema.
Dariana abre la boca, mirándola. Sé que prestó atención a lo que Sonia nos dijo, pero su sorpresa no es del todo esa. Y prometo que estoy en las mismas.
Me despido antes de lo planeado y huyo como un cobarde, con miles de preguntas en la cabeza y con repentinos planes estúpidos que no estoy seguro si podré hacer.
¿Así que por eso no le salen bien sus cosas? Lo digo por el pastel de Sonia y por lo de la clase. Se deja influenciar por sus emociones. Está mal por la ruptura, por ese cabrón mal amigo. Quisiera tenerlo en frente y decirle en su cara que perdió a la mejor mujer que pudo haber tenido en la vida... Aunque no la conozco en verdad, decirlo sería tonto, ni yo sé cómo es ella, hace años me dejé guiar sólo por su apariencia aquella vez y la consideré importante en mi vida, lo ha sido durante tres años sin siquiera conocerla.
Me siento como un loco obsesivo. Lucía me dice que no es así, sólo estoy frustrado porque mi mejor amigo me ganó la conquista, y que seguro no es en sí porque me guste la chica, sino porque Ulises me ganó algo que yo quería.
Ver de nuevo a aquella chica de la playa me hace confirmar que no, que de verdad sigo embelesado por ella y necesito conocerla mejor.
Me pongo a revisar su contacto, tiene una foto de ella, sonriendo de manera que muestra sus blancos dientes. Miro su estado y tiene tres. En el primero está una foto de ella con un hombre y una mujer mayores.
"Mamá y papá me contaron cómo se conocieron. Vaya manera de levantarme el ánimo. Los amo mucho, Gema y virgen "
No entiendo nada, aun así me da gracia y paso al siguiente.
"Imágenes tomadas antes de la desgracia (accidentalmente se partió)" dice, mostrando la foto de un pastel de cuatro pisos. ¿Será el pastel de Sonia? Ni idea, pero me lamento, porque era hermoso.
"Mis marcianos del área 51"
La tercera foto es ella con un chico como de dieciocho y una chica como de veinte, se parecen mucho a ella, supongo que son sus hermanos.
De inmediato aparece un nuevo estado y, al mirarlo, el estómago se me revuelve, ¿es emoción acaso?
"Alguien lindo me compró un helado" es la foto de su helado de fresas con crema, la foto fue tomada cuando me fui, porque aparece mi asiento vacío.
Tentado a mandarle un mensaje, niego y mejor termino de alistarme para el trabajo, no quiero ni voy a atosigarla, todo a su debido tiempo, pienso, aunque no quiera desaprovechar la oportunidad, no voy a convertirme en un loco maniático.
—No me digas —Lucía rueda los ojos, le he contado todo lo que me pasó hoy. Es mi hermana, se supone que le cuento todo para que se alegre por mí, pero parece que he causado el efecto contrario—. Ni se te vaya a ocurrir ilusionarte, Adolfo. La tipa acaba de salir de una relación de años en la que hubo compromiso, ¿no crees que, en un dado caso, si él le pide volver, ella lo hará? Hay mucha gente insana y tóxica estos días, eh.
No había pensado en eso, aun así, la contradigo.
—Hermano, yo te digo las cosas por tu bien, soy menor que tú, pero, acéptalo, estás más pendejo que yo. —Se ríe, pero luego me abraza—. No quiero que te me rompan el corazón, tonto. Pero, si ella sí jala, mucha suerte, es bonita y parece agradable. Buenas noches, iré de paseo con Bernardo.
—De acuerdo, cuídate. —Le beso la frente y después de aleja, yéndose. Tiene razón, sí, pero la verdad me parece que podría tener oportunidad.
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