20: El futuro

CAPÍTULO 20:

El futuro

A D O L F O

Entre mis manos, sostengo el pastel que hice mientras estaciono frente a la casa de los padres de Dariana. No dormí ni un solo segundo, Lucía me preguntó lo que tenía y no pude más que balbucear antes de solo mostrarle con señas lo que pasaba, que al principio no entendió nada, pero luego, al momento de entenderlo, me dio un zape y al final chilló de la emoción. A mí, mientras la veía dar saltitos, me dieron unas ganas inmensas de acompañarla, pero entonces pensé en si Dariana estaría bien con la idea. Y me asusté de pensar que la estaba pasando pésimo, tanto que deseé regresar a su departamento, pero sabía que no querría hablar conmigo.

—¡Mi amigo! —Alejandro me saluda, poniendo su puño frente a mí y yo lo choco con el mío—. Los panquecitos fueron un éxito en la prepa, me pidieron más. ¿No es asombroso?

—Sí, es genial. —Animado, le explico que la próxima tanda se la tendré para el domingo en la noche y él, asintiendo, me invita a entrar a la casa. En cuanto estoy dentro, la mirada de Dariana y de Laura, analizan mi rostro y también lo que traigo en mis manos.

Lo primero que hago es dar un pequeño paso a su dirección. Ella parece dudar de lo que hago, pero luego se va acercando, decidida.

—¿Qué es eso?

—Un pastel, pero no te lo voy a enseñar todavía. —Serio, miro a Laura que me entiende lo que trato de decirle; se aleja junto a su hija y Alejandro para dejarnos hablar—. Estuve... Pensando.

—Dime. —Se muerde los labios y entonces me pregunto, demasiado tarde, si vale la pena decirle lo que pienso, pero todo sale sin pensar.

—¿Vas a tenerlo?

Cierro los ojos, imaginándome que mi mejilla comenzará a arder en cualquier momento, pero vuelvo a abrirlos cuando nada pasa. Dariana tiene el ceño fruncido y las manos en sus caderas.

—Se dice vamos, pendejo. —Su ceño parece intensificarse—.  Te has portado como el hombre perfecto todo este tiempo, Adolfo, no seas un idiota ahora, ¿quieres?

—Perdóname. —Paso una de mis manos por mi cabeza, sintiéndome estúpido, no debí siquiera pensar en que ella dijera que no quería tenerlo—. Mi intención no era ofenderte, ni decir algo equivocado.

—No me ofendes, me irritas. —Suspira, tratando de calmarse, siento que quiere golpearme ahora y yo espero que lo haga, pero sigue sin hacerlo—. Voy a tener a este bebé, Adolfo Fuentes, y si tú no quieres broncas, pues ya sabes dónde está la puerta.

Me señala con el dedo, acusatoria. Noto que le brillan los ojos, no sé si de coraje o de tristeza y me siento, más que estúpido, un cabrón, así que, tratando de remediar mis palabras, hablo.

—Yo te amo y voy a criar a ese bebé contigo, Dariana Luna, y si tú crees que te voy a abandonar, pues ya sabes dónde vivo, para que mandes a alguien a golpearme. —La señalo ahora yo, haciéndola reír y llorar al mismo tiempo.

—Gracias. —Baja su mano y yo la mía para abrazarnos. No tengo ni la más mínima idea de lo que vaya a pasar ahora, pero de algo tengo toda la seguridad; seremos un desastre, pero uno muy feliz.

***


—¿Vendrán? —le pregunto al teléfono. Él exclama enseguida y luego hace ruidos con los dientes, tratando de calmar el llanto de la criatura.

—¿Cómo que "vendrán"? —El llanto cesa y luego no se escucha más que él saliendo de algún lugar, sus pasos suenan en el teléfono—. ¿Nos estás invitado a ambos?

—Pues sí, Sam, Dari me dio la idea, además quiere conocer al bebé, ¿crees que Lizbeth ya se sienta mejor?

Han pasado tres semanas desde que estuvo en el hospital.

—Sí, ya está mejor, ¿entonces mañana?

—Sí, mañana.

—De acuerdo, gracias por invitarnos.

Cuelga cuando le agradezco yo por aceptar. Dariana quiso que llamara a Samuel para invitarlos a su fiesta de cumpleaños, porque creyó que él no le contestaría aun cuando ya habíamos arreglado las cosas. Recuerdo cuando me encontró cerca de la dulcería y me dijo una sarta de estupideces, entre ellas algo como «seguramente ya te la cogiste y por eso ni la dejas en paz aun cuando ni te ha de gustar, nomás andas rondándola porque te castró que Ulises te la quitara» y se había ido riéndose de mí. Yo ese día ni me inmuté de sus palabras, asumí que era algo sin importancia, que solo lo decía mientras estaba acalorado por todo lo sucedido.

—Yo opino que Adolfo va a elegir el nombre. —La mamá de Dari la está ayudando con el pastel para mañana mientras hablan—. Tú eres malísima para los nombres.

—No es cierto. —Haciéndose la ofendida, pone una mano en su pecho y mira hacia un lado, dándose cuenta de que he vuelto—. Catalino es un nombre bonito. Pero, mamá, era una niña, ya no pienso en esos nombres.

—Maduraste —Catalina le da la razón—. Pero por si acaso, no quiero que mi nieta o nieto tenga nombre de señor. ¿Me oyes bien? Es como los Jacintos, nunca has visto un niño Jacinto, porque siempre lo escuchas nombrar como don Jacinto.

—O Avelino —agrego, sentándome a su lado—. Don Avelino. Y, claro que no, mi hijo no tendrá nombre de señor.

Sus carcajadas son como música para mis oídos.

***


Don Carlos aparece junto a la jueza que nos ayudó con lo de la orden de restricción, Melanie creo que se llama y es su esposa.

Nos reunimos todos en el patio trasero de mis suegros en una gran mesa. Don José, el papá de Sonia, está con Dario asando carne y yo pico algunas verduras. Dari habla con Sonia y Lizbeth quien trae a su pequeño Aldair en brazos. Samuel está siendo regañado por Brenda, su madre, en un rincón de jardín y este está tratando de explicar lo que ha pasado en todo este tiempo. Mi hermana y Bernardo están sentados en otro rincón pues ella me aseguró que siente algo de pena incluirse en alguna conversación. Los tíos de Dari, Ana y Javier, están adentro, sacando algunas sillas para sentarse. Hay varios niños corriendo por el jardín quienes creo que son hijos de Lorenza, la prima de Dari y al final, noto a Jimena y Fabián, los únicos hijos de Carlos y Melanie, tienen como diecisiete y quince años.

Por un momento me pierdo, pensando en todo, este momento, en mucho tiempo, es el mejor que he tenido. Entre la falta de mi mamá y la soledad en Nogales, no había pedido mejor momento para apreciar la compañía de la gente que te quiere. Asimismo, pienso que he abandonado demasiado a Lucía solo por sentirme abandonado yo y nunca fue justo, aunque claro, Bernardo hizo de las suyas durante mi ausencia así que he de agradecer que no estuviera tan sola.

—Ya llegó por quien lloraban. —Una gruesa voz me saca de mi burbuja, haciéndome voltear a ver a un anciano junto a su esposa que lleva tomada del brazo—. ¿Y tú quién eres?

Su ceño fruncido me hace entrar en pánico.

—¡Tata! —La pequeña Juliana hace girar las cabezas suficientes para hacerme entender el hecho.

—¡Abuelo! —Dariana corre a abrazarlo—. Creí que no vendrían, ¿no era que andaban por allá en Dubai?

—Bueno fuera —dice la anciana, abrazándola ahora ella. El abuelo sigue viéndome raro—. El codo de tu abuelo me llevó a acampar a Playa Esthela. ¡Y hacia un chingo de frío!

—Qué quejona, ya, hombre, al menos pudimos llegar al cumpleaños de mi princesa. —Él vuelve a envolver a Dari antes de entregarle una pequeña caja—. Son unos aretes de coco, no tuvimos tiempo de pasar a ningún lado porque Natalia quería llorar por la arena en su cuerpo.

—Cállese, viejo loco. —Ella se ríe, luego me mira, analizándome—. ¿Y este huerco, quién es?

Avergonzado, le extiendo una mano.

—Adolfo Fuentes, so... Soy el no... Novio de Dariana. —Tomándome la mano, la anciana frunce el ceño, supongo que piensa en lo mismo que yo: no soy Ulises. Así que, sintiendo al borde de mí los nervios, agrego—: Y futuro padre de sus hijos.

—Ve el huerco, cree que quedara para siempre —comenta el señor, en un "susurro" a su esposa. Entonces, ambos comienzan a reírse. De mí, por supuesto.

Giro mi cabeza en busca de ayuda, pero toda la gente en esta casa, incluida mi hermana, fingen que no han visto nada; esperan que me enfrente solo a este problema, pero, por fortuna, o eso creo, Dari habla.

—Abuelo, abuela. —Toma mi brazo, mirándome con ternura que logra calmarme—. Él es Adolfo Fuentes, mi novio y, sí, el futuro padre de mis hijos... Al menos de mi primer hijo, sí.

Toca lentamente su vientre, buscando no sé qué hacer, supongo que demostrar que hablamos en serio, y yo solo veo sonrisas cambiar en segundos. Comienzo a prepararme para recibir chingazos.

—¡Catalina! ¿Cómo es que me voy unos meses y...?

—Ay, ya, anciano, no sea dramático y mejor venga a servirse unos suculentos taquitos, ni yo hice tanto drama con la noticia. —Catalina hace que el ambiente cambie y todo pase tranquilo después.

Vuelvo a encerrarme en mi burbuja, ¿todo está bien ahora? Supongo que sí, Ulises desapareció y quién sabe si regrese, de hacerlo, pues tengo otra razón más grande por la cual actuar debidamente y recurrir a la policía; mi hijo. No es que sean los mejores, pero algo han de hacer. Me siento muy feliz, tanto que siento que todo estará más tranquilo y ligero, que las cosas empezarán a salirnos perfectamente.

—Ya vine. —Un tipo con traje entra, por la información que he recibido en las últimas horas, sé que es Leandro, el primo de Dari—. Traje esto, ni siquiera tuve tiempo de envolverlo.

—Codo cabrón —menciona Lorenza—. Deberías trabajar menos y convivir más.

—Pero también te traje algo, hermanita. —Le da primero un vestido a Dariana y luego le da una barra de chocolate a Lorenza.

—Ah, entonces no hay problema, sigue siento el poderoso abogado y mete a personas a la cárcel.

Nos reímos durante los minutos siguientes mientras Dari abre sus regalos. Carlos y Melanie le compraron unos utensilios para pasteles y Lorenza le ofreció un juego de maquillaje que Dari apenas aceptó, porque no le gusta. Sus papás le regalaron ropa de embarazada y una sonaja, aludiendo a que el bebé también debía tener regalo.

—Yo tengo el mejor regalo de todos. —Lucía es la última, antes que yo y la miro, achicando los ojos—. Ay, ya pues, el regalo es entre Adolfo y yo, yo puse la mitad.

—Quince por ciento, mentirosa, eso no te va a convertir en socia, para que sepas. —La señalo mientras saco mi teléfono—. Es esto.

Le muestro la fotografía a Dari quien no entiende nada.

—Es el local que está a tres locales después de la dulcería —Lucía le explica—. Adolfo dio la primera mitad para comparlo y ahora es casi suyo.

—Nuestro —aclaro, dirigiéndome a Dari—. Claro, si tú quieres, ¿lo quieres?

Escucho un "awww" de quien en realidad no distingo, porque me concentro en cómo sonríe y acepta, besándome. ¿En serio todo está bien ahora? Ni idea, solo sé que soy un pastelero con la mejor novia de todas y un bebé en camino, una pastelería en proceso y una familia grande de la que me hacen sentir que soy parte.

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