19: Pastelito en el horno

CAPÍTULO 19:

Pastelito en el horno

D A R I A N A

Intento mantenerme al margen para no agobiar a Samuel con mis preguntas sobre lo que ocurre, decido que lo hará a su tiempo. Sus ojos llenos de lágrimas anclan una idea en mí, sin embargo, no quiero preguntarle ahora, así que me levanto para ir con Adolfo a ver si le han dicho algo.

Pero el piso se mueve, todo da vueltas, la cabeza me zumba y solo alcanzo a escuchar el grito de Sam antes de desvanecerme.

Despierto, sintiendo una presión en mi brazo. Descubro que esa presión es causada por Adolfo que lo sostiene, colocándolo a manera de que quede cerrado, protegiendo el algodón que sana el piquete. Me sacaron sangre.

Miro a mi alrededor en la habitación de hospital. Siento que el piso se mueve todavía, así que no hago mucho por moverme para averiguar el qué ocurrió mientras estaba inconsciente.

—Oh, Dios, me diste un susto horrible. Y a Sam. —Adolfo me hace abandonar mi escaneo para verlo—. El doctor dijo que te haría un análisis para checar si todo andaba bien, le dije que habías vomitado hace rato, seguro traes alguna infección en el estómago.

—Tal vez sea eso. —Mi voz suena un poco rasposa. Quiero agua, pero no logro pedirla en voz alta porque aparece el famoso tipo de la bata blanca. Es un anciano muy serio.

—¿Se encuentra mejor? —pregunta mientras revisa un par de papales en su mano; mis resultados de los análisis. Asiento un poco—. Veamos, aquí dice que todo está bien, salvo por la ligera anemia que...

—¿Anemia? —lo interrumpo, sacada de onda. «¡He tragado como cerdo todo este tiempo, mierda! ¿Cómo que anemia?». Anoche me tragué toda una pizza.

—Sí, pero es leve, es bajo el margen de lo normal en su estado —comenta, confundiéndome más todavía. Miro a Adolfo quien parece ya haber captado el mensaje, tiene sus ojos bien abiertos. El doctor no parece darse cuenta de nada, porque sigue con su palabrería—. Debes cuidar bien eso, porque se debe comer al doble, no es como cuando quieres hacer dieta y te limitas, comiendo menos. Algunas embarazadas creen que así es la cosa, pero no, no solo se alimentan ustedes, sino también al bebé. Además...

«¿Bebé? ¡¿BEBÉ?!».

—Espere, ¿qué es lo que dijo? Creo que entendí mal. Me llamo Dariana Luna ahí por si se equivocó de resultados.

El anciano me mira con atención unos instantes hasta que lo descubre. Descubre que yo no sabía un carajo de esto.

—Oh. —Una sonrisa parece querer apoderarse sus labios. Presiento que está burlándose de mí—. Lo lamento, creí que lo sabían. Felicidades, está usted embarazada, Dariana Luna.

Embarazada.

Embarazada.

¡¿EMBARAZADA?!

—¡Santo Dios! —Adolfo es quien reacciona primero. Yo no tengo ni la más mínima idea de qué sentimiento predomina en mí; no sé si aferrarme a la sorpresa o al llanto de la conmoción, o a no sé qué otro sentimiento, todos están revueltos ahora.

***


Nos despedimos de Samuel, queriendo no soltar ninguna información. Me quedé un poco contenta de ver su sonrisa cuando nos dijo que Lizbeth había salido bien a pesar de haber dado a luz antes de lo planeado, que no quise dejarlo pensando. No sé bien qué se traiga con ella, pero espero que, lo que sea, sea bueno y ambos puedan salir adelante, sin Ulises que los moleste. «Creo que la quiero», dijo, y yo espero que así sea.

Según me dijo Sam, Ulises ha abandonado la casa hace tres semanas y ni les contesta el teléfono. Que solo les dijo que volvería en un par de horas, pero jamás lo hizo, ni los días después y que, la primera llamada que le hicieron, él la contestó, diciéndoles que “no estuvieran chingando” y que estaba trabajando, también que no se preocuparan por él. Obviamente, Lizbeth lo hizo por toda una semana y, lo que me dijo Sam, fue que él había tratado de mantenerla tranquila y por eso no había vuelto a su casa. Aparte de que ya se traían sus cosas.

—Oh, por Dios. —Adolfo vuelve a reproducirse la noticia en la cabeza, supongo, y se nota alterado mientras estaciona frente a mi edificio. Es la tercera vez que reacciona, la primera fue frente a la universidad donde dijo algo como: «¿es neta?» y vio los papeles de nuevo, cuando el semáforo nos detuvo—. ¡Por todos los dioses juntos!  ¡En la madre, fue de la vez que te dije que el condón se rompió! Ah, no, espera, dijiste que tomarías una píldora y te vi tomarla.

—Ya cállate, me estás estresando, Adolfo. —A pesar de todo, me siento tranquila, esperando a que él decida bajarse del carro, pero consigue sacarme de quicio, porque está muy alterado—. Embarazo, embarazo, embarazo, embarazo. ¡Embarazo!

—¡Ya! ¿Qué haces? —Su respiración es pausada.

—Estoy tratando de hacer que te calmes y pensé en hacer lo mismo que hizo el doctor en la película de Plan B cuando Stan no podía escuchar la palabra vagina porque se abrumaba, te causaría un efecto positivo... La alterada debería de ser yo, Adolfo. ¡La embarazada soy yo! —Entonces, cuando lo digo en voz alta, me cae el veinte—. ¡Oh, Dios mío, estoy embarazada!

Bajo del carro, metiéndome al edificio.

—¡Estoy embarazada! —le digo a Antonio.

—¡Oh, felicidades, Dariana!

—¡Gracias!

Me sonríe y sigo mi camino. Oigo el «buenas noches» de Adolfo y solo así sé que me sigue hasta llegar a la puerta del departamento.

Entramos ambos y yo voy directamente al buró para checar mis pastillas.

—¡Están caducadas! —La caja dice que hace meses que no sirven. Por Dios—. Bueno, ¡ahí la respuesta! Por eso no funcionaron.

Adolfo no dice nada.

Saco mi teléfono y miro la hora; son las diez de la noche, aun así, no puedo evitar hacer lo que quiero. Llamaré a mi mamá.

—¿Qué, mija? —me responde, adormilada—. ¿Todo bien?

—¡No! —grito, desesperada. ¿Qué hago, qué hago?—. Bueno, no lo sé, solo estoy... Asustada.

¿Le cuento o no le cuento? Siempre le digo lo que me pasa, pero ahora...

—¡Estoy embarazada!

Por un momento, la línea se queda en silencio, pero luego, las carcajadas de mi mamá y un «Dario, mira a tu hija, las pendejadas que está diciendo» hacen eco en mis oídos. Le cuenta y también mi papá comienza a reírse.

—Hija, el día de los inocentes fue hace unos meses, no me la quieras jugar atrasado. —Mi papá se escucha en la línea—. ¿Me despiertas del fabuloso sueño que estaba teniendo con una fantástica morena para mentirme?

—Oye, ¿cómo que una fantástica morena, hijo de tu mal dormir? —Mamá y él discuten hasta que él le aclara que soñaba con el día que se dijeron “te amo” por primera vez. Yo comienzo a estresarme.

—Puta madre, mamá, ¡estoy hablando muy en serio! —Quiero llorar... Bueno, no solo quiero, comienzo a llorar—. Adolfo, diles tú, no me creen.

Adolfo me ve con ¿ternura? No lo sé, pero, a pesar de mirarse asustado, al igual que yo, toma el teléfono y le pone el altavoz antes de hablar.

—Resulta que yo le pedí a su hija que fuera mi novia hoy. Y aceptó. —Suelta una risa que, pese a las lágrimas y sollozos, acompaño con una mía, y siento que parezco tonta—. Luego nos encontramos a Samuel y, para no alargar la historia, terminamos acompañándolo al hospital y ahí Dari se desmayó... ¡Y nada, el doctor dijo que tiene anemia, bajo el margen de lo normal en su estado!

Repite al final las mismas palabras del doctor y de nuevo hay silencio en la línea. Después de unos segundos no se escuchan risas, solo la respiración de mi mamá y hasta me hace pensar que se ha quedado dormida, pero entonces habla.

—Dariana Estefanía —habla seria, suspirando—. Así que anemia. Sí, ya veo, mi anemia de hace veinte años ahorita se llama Laura Luna.

Me río y ella también, lo que no escucho es a mi padre hacerlo.

—Virgen santa, ¿qué no conocen los condones? ¿Las pastillas? —Papá se escucha enojado, pienso un momento en que esto lo pondrá mal, pero me saca de mi error cuando agrega—: Dios, estoy emocionado, pero lo esperaba unos años o chance unos seis meses después. ¡O cuando tuvieras treinta años, Dariana Estefanía!

—¡Laura parió a los dieciocho!

Mamá no dice nada.

—¡Y yo cumplo veinticuatro en unos días!

—Eso sí —acepta papá. Ya no sé qué más decir y ni ellos dicen nada. El llanto prosigue y no parece querer irse.

—Pues eso. Y las pastillas estaban caducas, por cierto —digo al final, sorbiendo por la nariz—. Voy a colgar, los veo mañana.

Adolfo pone su mano sobre mi hombro y eso hace que mi llanto aminore. Me ofrece irnos para la cama, pero yo quiero estar sola en estos momentos. Quiero asimilar esto sola así que se lo pido y, a pesar de que a él se le ve toda la intención de negarse, acepta y, antes de irse, me besa.

—Te amo, ¿sí?

—Sí. —Quiero llorar más—. Yo también.

«Estoy embarazada», repito en mi cabeza. Asimilo la idea. Dios... Había planeado hijos, tres, pero todos después de una casa, un negocio y un perro. ¡Por Dios, a mí no me gustan los perros!

***

Llego a casa de mis padres y, lo primero que veo, es a Juliana caminando por la sala. En cuando me ve, se acerca, extendiéndome sus pequeños bracitos. Laura me escruta con un dejo de ternura cuando la tomo que me hace pensar que ya lo sabe.

Bajo a la niña y me acerco a mi hermana para abrazarla.

—¡Buenos días, no sabía que venías! —Me da un sonoro beso en la mejilla antes de separarse—. Mamá dijo que tenías algo importante por contarnos, pero no dijo que vendrías hoy, creo que mencionó algo como “primero deja que tome su tiempo”

Imita la voz de mamá, riéndose.

—Solo voy a tener un bebé, no es nada del otro mundo, se los pudo haber dicho a todos —digo, calmada, restándole la importancia suficiente. Anoche, mientras me bañaba, asimilé ese hecho y, después de pensar en muchos escenarios perturbadores, me emocioné como niña en su primer día en el kínder y al final me dormí sobando mi vientre. 

—Ándale, y yo soy Mary Poppins. —Pasa la sala hasta la cocina, donde ahora noto un olor a spaghetti que hace que mi estómago ruja. Solo desayuné y eso fue hace unas horas, tengo hambre.

—Pues Mary Poppins se viste bien y tú no. —Intento hacer que se enoje, pero no sucede, Laura sonríe—. Mira.

Le muestro los papeles, temblando. Laura abre sus ojos muchísimo y me mira, luego vuelve al papel.

Va a decirme algo, pero se detiene cuando escuchamos un carro fuera, y yo, sabiendo quién es, me muerdo los labios; Adolfo ya llegó. Bueno, ahora vamos a ver qué sale, pero algo sé, el pastelito en mi horno se va a cocinar le pese a quien le pese.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top