12: Pico
CAPÍTULO 12:
Pico
A D O L F O
Dariana se aleja, huyéndome, sé que lo hace, conozco esa actitud nerviosa, yo también la tengo cuando intento buscar una escusa para evitar ciertos temas. Por eso mismo, miro a Lucía quien se ha salido del mostrador y ahora saca unas cosas de los pasillos.
—Así que me mintió —digo nada más para sacar el tema. Trae una bolsa de coco, chispas de chocolate y cajeta.
—Se lo entregas mañana que la veas —me dice sonriendo—. Vino aquí por ti, siéntete halagado, no te ofendas por una mentirilla piadosa.
Salgo con ella cuanto termina de alistar todo para cerrar. Bernardo está afuera en su carro, clavado en el teléfono como cuando llegué. Se van juntos y me quedo con la duda en la garganta, ¿a qué habrá venido Dariana realmente? Tengo que averiguarlo.
Llego a casa y Lucía no está, seguro se fue con Bernardo de vaga o no sé. Comienzo a hacerme teorías en la cabeza. ¿Qué será? ¿Habrá ido a investigar sobre mí? No, lo dudo, aún no le intereso como quisiera, es muy pronto. Aunque Lucía dijo que había ido por mí. Me hace ilusionarme, ¿debería ilusionarme? No lo sé, pero ahora creo que no puedo evitarlo.
Lucía y Bernardo llegan a las ocho de la noche. Él se va en cuanto se despide de ella y de mí. Mi hermana tiene una sonrisa que me encanta ver en ella, una que rara vez veo. Bernardo está haciéndola feliz, supongo, y si no, le rompo la boca, ¿cuál problema?
—¡Fuimos a bailar salsa! —Me cuenta emocionada y luego se sienta a mi lado en el sofá. Después de darme una ducha, me puse a ver la televisión aquí—. Luego fuimos a comer sushi y al final me compró un helado con Magdalena, fue hermoso.
—Me alegro por ti, Lu. —Le beso la frente—. Ahora cuéntame qué fue a hacer Dariana a la dulcería.
—Mmm tú. —Se ríe y se separa. Niega con la cabeza y luego se queda pensando. Sospecho que está tratando de inventarse algo—. Fue a comprar esas cosas para hacerte un pastel sorpresa. ¡Te acabo de arruinar la sorpresa! Pero, ¿qué crees? Dijo que no era un pastel de agradecimiento por tu ayuda, me lo explicó, sino porque...
La desgraciada se queda callada, poniendo drama a todo esto y, por un momento, quiero hablar para pedirle que me diga, pero ella mira mi desespero y vuelve a hablar.
—Le gustas mucho, hermano, ¡lo vi en sus ojos! —Su emoción es igual a la que me mostró cuando llegó, lo que me hace saber que es real lo que me dice. Mi pecho se acelera—. Me dijo que le interesas, lo lindo que eres y que le agradas mucho. Por eso quería hacerte un pastel de coco, y no sé qué iba a hacer con el chocolate.
Me quedo quieto. Mi corazón anda al tiro, mi corazón parece un loco, latiendo desenfrenado. ¿O me va a dar un infarto? ¿O me está dando un ataque de pánico? O me estoy volviendo loco de la emoción porque ya no sé cómo se siente cada cosa.
—¡Bueno! Me voy a bañar, te veo al rato. —Se levanta de inmediato y se va haciendo pasos de salsa, tarareando una canción, dejándome con Los Simpson en la tele a bajo volumen y con mis manos temblando.
La emoción me gana. ¿Es verdad? ¡Dios! Dariana es bella, talentosa, amable, adorable y tierna. Me gusta lo que hace con la repostería, me gusta su manera de ser y me gusta su familia. ¿De verdad le gusto, aunque sea un poco?
Tomo mi teléfono de la mesita a lado del sofá, desconectando el cargador y le envío un mensaje. Al carajo la sorpresa, estoy emocionado.
Dariana: Me lleva la chingada.
Me río nervioso y no sé qué teclear. Luego me manda otro.
Dariana: Lo siento, de verdad, ¿será que puedes venir ahora para hablarlo? Me siento una tonta.
Junto mis cejas, pero me río. Quiere verme, quiere hablarlo, quiere que vaya.
«Voy».
—¡Lu, ahorita vengo! —No logro entender lo que Lucía me responde, o pregunta, no sé, agarro las llaves del carro y salgo. Creo que llegaré en diez minutos.
***
—¿Cuánto apuestas que se va a sacar de onda y me va a mandar al diablo? —Apenas quiero tocar la puerta cuando escucho a Dariana hablar con alguien dentro—. Mami, ¿y si...?
—Enfréntelo sin miedo porque desde el principio tuviste la genial idea de ir a la dulcería, y sal que parece que ya llegó.
Las palabras de Catalina las tomo como mi señal y toco la puerta. Escucho un respingo proveniente de Dariana al instante.
—¡Hola! —Quien me abre es Alejandro—. ¿Qué hay; vienes a ver a Dari?
—Sí, metiche, anda a ver la tele o a ver si ya puso la marrana. —Dariana habla acelerada cuando se sitúa en la puerta. Empuja a Alejandro y luego sale, cerrando. Ambos nos quedamos afuera—. Oh, me trajiste el coco y lo demás.
Bajo mi cabeza hacia mis manos, tengo la bolsa apretada en mi estómago, la bolsa de coco sobresale, creo que ya la rompí de lo ansioso que estoy.
—Sí, Lucía me dijo que te lo trajera, dijo que ni loca te devolvía el dinero. —Suelto una risa amortiguada, mal chiste, pero no sé cómo empezar.
—Sí, sobre eso. —La miro mover sus manos, alterada—. ¡Sé que no debí! Lo lamento, es que la verdad estaba muy ansiosa, así que me di la idea de ir a la dulcería y no supe qué decirle a tu hermana al principio y...
Agitada, comienza a tomar aire en pausas y detiene su explicación, luego, algo que me confunde bastante, comienza a caminar de un lado al otro por el jardín, no sé yo ni qué agregar así que lo mironeo un poco, hay rosas, un árbol de bananas, un árbol de algodón y también flor de amor de un rato, acomodados en fila a lado de la puerta.
—Me siento muy avergonzada. —La oigo decir de repente y la veo de nuevo, sigue caminando de un lado al otro, aunque de repente se detiene y me mira, su rostro es como el de una persona que está tratando de averiguar qué hacer después de haber metido la pata. No entiendo ni un carajo.
Y entonces, sorprendiéndome, se me acerca y me toma de ambas mejillas, juntando su boca con la mía. Es un pico, un beso tan corto que no me deja reaccionar más que para soltar la bolsa que ahora está en el suelo, Dariana sigue frente a mi cara y con sus manos en mis mejillas, pero su boca está lejos de mí, incluso creo que estoy entumido, no puedo moverme, me siento un zorrito asustado. Asustado y en shock.
—Me besaste —digo. Mi voz la desconozco, ¿qué me pasa? ¡¿Qué me pasa?! Estoy actuando como un virginal, estoy, estoy...
—No. —Me responde, como sacada de onda. El momento se ha vuelto raro—. Creo que no, espera.
No hace nada ni yo tampoco, ¿qué sigue?, ¿qué hago? Parezco un niño confundido, un niño abandonado por su mamá que no sabe a dónde ir a buscarla, ¿qué es esto?
Siento de nuevo sus labios, pero esta vez sí los deja ahí, sin moverlos, sin saber qué hacer, ahora parecemos ambos demasiado inexpertos.
«¡Pero mueve la boca! ¡Métele la lengua!», una vocecita interior me grita. Es una voz parecida a la de Lucía, «te está besando, bésala también».
Y lo hago, todo parece un sueño, tan irreal y tan mentiroso, pero luego parece verdadero y presente. Una descarga eléctrica me invade cuando abro la boca y uso mis manos para tomarla de la cintura y atraerla hacia mí e intensificar el beso. Un gemido de sorpresa se escapa de su boca, y de la mía una rara risa de la emoción que no hace más que hacerme reaccionar y entender que estoy besando a Dariana, y lo mejor de todo es que ella me besa también.
Sus manos dejan mis mejillas y me toman el cuello. Siento que me ahogo, siento que me falta el aire, pero a la fregada el aire, esa cosa está sobrevalorada ahora, no lo necesito mientras su boca está perfectamente encajada a la mía.
—¡Aguanta, aún no terminan el pastel, es trampa!
—¡Alejandro, cállate! —Catalina nos hace separarnos con su voz—. Arruinaste el momento y ya nos descubrieron, órale, vámonos.
Permanecemos abrazados sin decir nada. Esto está muy raro, esto es sorprendente e inesperado. Entonces Lucía tenía razón, pienso y sonrío. Le gusto a Dariana, le intereso y no es indiferente a lo que siento, creo que ya no me gusta un poco, creo ahora entiendo que me gusta de verdad.
«¿No es muy pronto?», a mi lado razonable se le prende el foco, «a lo mejor lo es, pero, ¿qué hay de malo?».
—Adolfo. —Ella me llama. Descubro entonces que está agitada y yo también—. Lo que le dije a tu hermana...
—Ya no te preocupes por eso —Trato de calmarla, tocando su mejilla lentamente—. El pastel sorpresa puede ser para otra ocasión, no necesitas darme nada, no quiero nada más que me beses de nuevo.
—¿El pastel sorpresa? —Luce confundida por un momento, luego, pareciendo recordar, agranda sus ojos—. Carajo.
Estampa una de sus manos en su frente y cierra los ojos, maldiciendo en susurros.
—Ay, sí, el pastel. —Continúa maldiciendo bajito después—. ¡Sí, qué tonta! No creí que fueras a llegar a la dulcería y me dio miedo que me descubrieras.
Sonrío cuando se aleja, avergonzada, pero me acerco de vuelta.
—No importa. —Mis labios se vuelven a acercar a su boca, le doy un beso corto y me quedo a centímetros de su boca—. ¿Ya todo arreglado, no? Quizás podemos hacer ese pastel juntos, en celebración por terminar el de Sonia, ¿no?
No me responde, tiene los ojos cerrados y respira hondo, luego, de la nada se ríe, me besa de nuevo y se separa.
—¡Claro que sí! —Está alterada, nerviosa, se ríe y habla rápido—. ¿Nos vemos mañana? Voy a... ¡a bañarme, sí! Estoy muy sucia y no mames qué asco. Besaste a una sucia Dariana, ew y...
—Me gustó besarla —admito, interrumpiéndola. Parece que eso solo la pone más nerviosa, por lo que decido irme de una vez—. Hasta mañana, Dariana, descansa.
Evito volverla a besar y solo me agacho para recoger la bolsa. Sacudo la tierra que se le pegó y se la entrego en sus temblorosas manos. Me despido con la mano y me voy a mi carro. Desde ahí, viéndola, me subo, pero eso solo hace que me dé en una de mis sienes con la puerta.
—Estoy bien —le digo, sintiéndome estúpido. Arranco sin agregar más porque realmente me dio vergüenza.
Ahora me pregunto ¿qué fue todo esto? Nos besamos... ¡Nos besamos! Ni siquiera puedo creerlo, ¿en verdad pasó?
Freno frente a la casa y me quedo dentro del carro, celebrando como un niño en dulcería, festejando que ahora Dariana y yo somos... No, esperen, ¡no somos nada! Pero, Dios, ahora no sé, sus labios en los míos fue como volar o no sé describirlo, fue fantástico. Fue muy...
Un ruido logra captar mi atención, sale de los arbustos de la vecina. Cuando veo hacia ellos, parece visualizarse una sombra de un hombre mirando hacia mi dirección. Confundido, trato de hallarle cara conocida o al menos cara a la sombra. Todo está muy oscuro. Para poder ver mejor, decido salirme del carro y acercarme. Pero, cuando vuelvo a girar una vez que cierro la puerta, ya no está nadie. ¿Quién era? Ni idea, pero no creo que sea importante, ¡lo importante aquí es que estoy siendo muy feliz en estos momentos! Esto tengo que contárselo a mi hermana.
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