CAPÍTULO 26.
El consejero Clifford se despidió y me quedé sola en la oscuridad casi imperturbable de aquel lugar.
Seguí avanzando por los pasillos hasta que logré ver las antorchas, en una mesa de madera un guardia dormía, pasé a su lado despacio y nisiquiera se dió cuenta de mi presencia.
Escuché a las ratas corretear y sus chillidos llenar mis oídos, no había más sonidos que esos y mis pisadas avanzando en el suelo de piedra y paja.
La última celda estaba apenas iluminada con un suave resplandor amarillo, adentro no se oía nada y solo lograba ver formas oscuras.
—Mikhail — susurré acercándome, mis manos tocaron una vez más los fríos barrotes de hierro, el olor a orina y algo podrido me hicieron sentir mareada.
—Mikhail — susurré una vez más, escuché el sonido de una respiración agitada y alguien moviéndose en la pequeña cama.
Esperé.
—Mikhail, soy yo, Josephine — Volví a intentar cuando no hubo respuesta, pero todo parecía estar tranquilo.
¿Sería posible que él ya no estuviera ahí?
¿Se lo habrían llevado?
¿Lo habrían matado los guardias?
Caminé hasta donde se encontraba la antorcha más cercana y la saqué de su gancho, iluminé la celda con ella.
Entre mantas sucias y paja podrida un pequeño cuerpo descansaba en posición fetal, se abrazaba a sí mismo tratando de darse un poco más de calor o al menos eso quería creer.
—Mikhail — mi voz tembló, el cuerpo se movió y gracias a la luz un par de ojos oscuros me devolvieron la mirada.
—¿Querida, Josephine? — preguntó, se sentó rápidamente sobre la cama y se pasó una mano huesuda por la cara—. No, ella se fue. Ella, Josephine, es libre al fin.
—Mikhail, de verdad soy yo, Josephine — dije y el volvió a mirarme, ahora sus ojos se concentraron en repasar mi rostro un par de veces.
Lo observé con cuidado mientras se ponía de pie con mucha dificultad, se tambaleó un poco y caminó hasta la reja.
—¿Eres tú? ¿Te encerraron de nuevo? — preguntó, una de sus manos se alargó y tocó mi mejilla con la punta de sus dedos, estaban fríos.
—Soy yo, he venido a verte — dije en voz baja, comenzó a retirar su mano y yo la tomé entre las mías con suavidad, eso lo sorprendió, me dio una sonrisa de dientes rotos y amarillos.
—¿Qué estás haciendo de nuevo aquí, Josephine? —preguntó—. Ya eras libre.
—Necesito hablar contigo, sobre Minsk — susurré, él me miró sorprendido y se sentó con dificultad sobre el frío piso de piedra.
—¿Tu hermana, ha vuelto? ¿La has encontrado? — preguntó, pero yo ya negaba con la cabeza.
Busqué entre los bolsillos de mi vestido y encontré las galletas de avena y nuez que había sacado del comedor.
—Traje esto para ti — y dejé las galletas en sus manos, él sonrió y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas.
—Soy un monstruo, Josephine, no deberías preocuparte por mí de esta forma — sollozó.
—Perdón, Mikhail, sé que esto puede ser un poco cruel, pero necesito saber algunas cosas — susurré.
—¿Tú, cruel? No, lo dudo — dijo y sacudió la cabeza.
Comió una de las galletas con pequeños mordiscos, esperé en silencio hasta que volvió a mirarme.
—¿Qué es lo que quieres saber?
—Quiero saber cómo entrar a Minsk a Briansk la capital real para ser más exactos — dije despacio, sus ojos oscuros me miraron con desconfianza, tragó de forma notoria y sus manos temblaron.
—¿Por qué quieres ir a ese lugar?
—Mi padre... Mi padre vendió a mi hermana Theresa al rey William Baskerville.
—¿Estás segura? — preguntó, asentí lentamente—. Ir a ese lugar es una locura, querida Josephine. Si descubren que eres de Loramendi pueden matarte.
—Tengo que hacerlo, tengo que arriesgarme a ir a ese lugar — dije, pero yo misma sabía que era una locura.
—Entiendo que quieras encontrar a tu hermana, pero entrar a Minsk solo pondrá una soga alrededor de tu cuello.
—Tú pudiste entrar ahí y salir.... — comencé, pero una carcajada amarga cortó mis palabras.
—¿No lo entiendes, querida Josephine? Yo fui utilizado como espía y soldado, tú no eres más que una chiquilla, ¿sabes lo que hacen con las mujeres en ese lugar?
—Pero...
—Josephine, puedes llegar solo de una manera a Minsk y esa manera es cómo lo que le ocurrió a tu hermana, siendo vendida como ganado para el rey.
El nudo se volvió más pesado en mi garganta.
Sabía que debía ser así, simplemente quería confirmarlo.
—¿Y si voy a las ciudades de Flam o Tuuk? Podría incluso cruzar el bosque Ashdown hasta la nación de Lahti en el norte y atravesar el río Brienz con algunos comerciantes cómo tú lo hiciste tiempo atrás.
—No, nada de eso te servirá, querida Josephine. Nada. Y será mejor que olvides eso ahora mismo.
—Pero...
—No hay peros, querida. Eres una mujer y ese, lamentablemente, es tu mayor defecto en este mundo — dijo secamente.
Lo observé con cuidado, su rostro cetrino, cansado y ojeroso, no estaba mintiendo, en ese momento y en cualquier otro de la historia entre nuestras naciones, ser mujer sólo era algo que lamentablemente arrastraba conmigo.
—Sí, lo sé, Mikhail...
Guardamos silencio. Lo único que se oía era el suave crepitar del fuego de la antorcha en el suelo junto a mí.
—¿Qué pasó con tu príncipe? — preguntó de pronto, en algún momento creí que se había quedado dormido, pero no era así.
—Él está en busca de una esposa justo ahora — dije, él sonrió sin mucho entusiasmo.
—¿Por fin será rey?
—No, todavía no.
—El maldito Eadred todavía no se da por vencido, ¿eh? — dijo, negué con la cabeza y él volvió a comer una de las galletas a pequeños mordiscos, guardamos silencio de nuevo.
—Entonces no voy a poder recuperar a mi hermana, ¿verdad? — pregunté, sus ojos oscuros se posaron en mi rostro y soltó un suave suspiro.
—No, Josephine. Lo más probable es que nunca vuelvas a verla, a menos que entres a Minsk para ser otra más de las concubinas del rey, y eso si él cree que vale la pena — susurró.
Mis manos temblaron.
Lo sabía, desde que supe que estaba en Minsk entendí que no podría recuperarla, que no volvería a verla.
Lo único que me quedaba era esperar que la persona enviada por el príncipe Luckyan pudiera encontrarla o arriesgarme de ir hasta ahí yo sola.
—Lo lamento, querida — en su voz había un tono triste que rompió mi corazón.
Sí, yo también lo lamentaba.
—¿Puedo preguntar algo más, Mikhail?
—Sí.
—¿Quién más sabe que tú estás en esta prisión? — pregunté, él me observó un momento y sonrió cansado.
—No lo sé.
—¿El rey? ¿La reina? ¿El príncipe Luckyan?
Él negó con la cabeza despacio.
—El rey fue quien me metió en este agujero, Josephine. Pero han pasado años desde la última vez que hablamos o nos vimos, supongo que en algún punto me ha olvido. Todos lo han hecho — dijo y las lágrimas cayeron por sus mejillas.
—¿Te gustaría ser libre?
—Hace tanto que no pensaba en esa palabra, quizá la he olvidado también.
—¿Y si te dijera que puedo liberarte, querrías hacerlo?
Él se encogió de hombros, se limpió las lágrimas.
—No tengo nada, Josephine. Mi familia ya no esta y no conozco a nadie. Tú eres la única persona con la que he hablado de verdad después de tanto tiempo...
—No digo que pueda sacarte de esta prisión, Mikhail... Pero puedo ayudarte a seguir y a encontrar paz...
—¿Y crees que merezco paz? — preguntó y sus manos se aferraron a los fríos barrotes—. No soy más que un monstruo.
—Te obligaron a hacerlo, Mikhail —tragué —. No diré que lo que hiciste fue correcto o no, pero también necesitas descansar. Has pasado años dentro de ésta prisión solo por querer ayudar a tu familia... — busqué entre los bolsillos de mi vestido, mis dedos tocaron el frasco de cristal frío.
—Josephine...
—Es tu decisión, Mikhail —dije y dejé el frasco sobre la palma de su mano —. Puedes seguir aquí o buscarla la paz que tanto necesitas. Quizá... quizá puedes volver a reunirte con tu familia...
—¿Qué vas a hacer, Josephine?
—Iré a Minsk. No importa cómo o lo que tenga que hacer para llegar ahí, lo haré...
—Adiós y gracias, querida Josephine — susurró, me puse de pie lentamente y lo miré una vez más, tratando de grabar en mi mente su rostro.
—Hasta pronto, Mikhail — me despedí, sonreí, tomé la antorcha y caminé de vuelta por el oscuro pasillo.
Mientras que Mikhail Lev, se queda de nuevo en su oscura y fría celda con un frasco de veneno de belladona entre sus manos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top