CAPÍTULO 25.
《EL PRÍNCIPE LUCKYAN EN BUSCA DE ESPOSA》
《EL PRÍNCIPE LUCKYAN POR FIN DARÁ EL PASO Y BUSCARÁ ENTRE LAS DAMAS NOBLES A SU FUTURA ESPOSA》
《CON UN GRAN BAILE, EL PALACIO REAL DE LORAMENDI, DARÁ LA BIENVENIDA A LAS DAMAS DE LA REALEZA Y LA ARISTOCRACIA. QUIENES BUSCARAN CONQUISTAR EL CORAZÓN DE NUESTRO AMADO PRÍNCIPE LUCKYAN》
《A SUS VEINTICINCO AÑOS EL PRÍNCIPE LUCKYAN LORAMENDI SE REUNIRÁ CON LAS DAMAS DE LA NOBLEZA PARA ELEGIR ESPOSA Y PONER FECHA A LA PRÓXIMA BODA REAL》
《¡EL PRÍNCIPE LUCKYAN SE CASARÁ!》
《EL PRÍNCIPE LUCKYAN LORAMENDI, EL SOLTERO MÁS COTIZADO SE PREPARA PARA ENCONTRAR UNA COMPAÑERA DE VIDA》
《¡PRÓXIMA BODA REAL!》
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Todos y cada uno de los encabezados de los periódicos en todo el reino anunciaban que el príncipe Luckyan estaba en busca de una esposa entre la sociedad noble.
Cada minuto, cada hora y cada día se nos recordaba incansablemente que el baile tenía que ser perfecto e inolvidable, que nosotros debíamos ser perfectos o nuestro destino serían los calabozos bajo el castillo para pudrirnos junto a las ratas, justo ahora ese destino sonaba bien.
Las invitaciones habían sido enviadas a cada rincón del reino y fuera de éste a las naciones vecinas para que toda la sociedad noble asistiera al baile real que se celebraría para conseguir una esposa para el príncipe Luckyan y seguir financiando una guerra perdida.
Aparté la mirada del periódico que estaba sobre la mesa del desayuno junto a mí y traté de seguir comiendo las gachas de avena de mi tazón, pero todos hablaban de lo emocionados y felices que se sentían porque el príncipe Luckyan por fin luego de tanto tiempo tuviera la oportunidad de encontrar a una mujer que lo amara, al final no podía escapar de ello.
Me tragué las lágrimas que amenazaban por correr hacia mis mejillas, porque al final era yo quien había rechazado al príncipe, era culpa mía que ahora él estuviera buscando una mujer con quien formar su vida.
No había vuelto a hablar con el príncipe Luckyan desde aquella fatídica noche, lo había visto por los pasillos y corredores del castillo, también en el comedor principal, pero después de aquella última conversación no habíamos vuelto a dirigirnos la palabra y él nisiquiera parecía notar mi presencia cómo yo notaba la suya.
Tampoco había visto mucho a la princesa Lauren, nuevamente parecía quedarse en su habitación y comer ahí, pero eso era bastante normal en ella.
La reina Elizabeth estaba demasiado ocupada organizando el baile que sería en un par de días, flores, muebles, cristalería, cortinas, alfombras, velas, granos y harinas habían llegado al palacio en los últimos días y las bodegas estaban llenas a rebosar y a pesar de ello más y más cosas llegaban a cada momento.
Suspiré cuando vi entrar una vez más a la señora Edwards, escaneó cada una de las mesas hasta que por fin dio conmigo y sonrió.
—Josephine, ¿Qué haces ahí, querida?—preguntó y sonrió—. Tenemos muchas cosas que hacer y necesito que me ayudes a organizar la mesa de banquetes para la degustación de la reina más tarde.
—Por supuesto, señora Edwards, voy en enseguida — respondí con una media sonrisa y ella salió apresuradamente del comedor.
Desde el anuncio de la boda real se había hecho indispensable mi presencia para poder preparar los postres que se servirían ese día, no odiaba hacerlo, pero se había vuelto una tortura pasar horas y horas horneando para la reina sin que nada de lo que prepararamos le gustará realmente.
Me levanté de mi lugar y le di otra mirada a mi plato a medio comer, luego salí de ahí para alcanzar a la señora Edwards.
❁❁
—No — dijo la reina Elizabeth cuando probó la tarta de frutos rojos. Continuó avanzando por la larga mesa llena de postres y pan que habíamos preparado para ella.
—No — volvió a repetir cuando tomó un poco de crema de Sant Josep, dejó la cuchara sobre la mesa de madera con una mueca en el rostro.
La señora Edwards estaba tratando de no llorar en ese momento y yo cada vez me sentía más y más frustrada al ver que nada parecía agradarle a la monarca.
—No — y su voz llenó de nuevo la estancia, cuando degustó los panellets de coco.
Suspiré. Aquello se estaba volviendo difícil de soportar, solo quería irme, dormir y nunca despertar.
—No.
Y dejó a un lado la rebanada de bizcocho de frutas.
—Discúlpeme, majestad, pero hemos hecho todo lo que nos ha pedido y...
—No, nada de esto esta bien. Quiero que se esfuercen más en esto, señora Edwards. Todo esto es una basura, es mediocre — dijo en voz alta la reina. Luego caminó por el lugar mirándonos a cada una de las personas que estábamos ahí.
—Quiero que entiendan que es mi hijo, el príncipe, quien está buscando a su futura esposa. Así que todas y cada una de las cosas se harán a la perfección y cómo yo las diga —su tono fue duro, la señora Edwards asintió.
—Quiero que preparen todo de nuevo y las veces que sean necesarias hasta que sean los mejores postres que todo el reino haya probado — después de eso se fue dejándonos con una mesa llena de postres sin probar y que probablemente irían a parar a la basura.
—Ya escucharon a su majestad, la reina. Mañana repetiremos todo de nuevo, pueden ir a descansar — dijo, pero se veía claramente afectada.
—Señora Edwards, ¿podría... — comencé y señalé la mesa, ella asintió.
—Sí, pueden llevarse todo lo que quieran, pero traten de que no las vean sacándolo, al final terminara en la basura y es mejor que aprovechemos a tomar algo — susurró y luego de eso salió del comedor con pasos pesados.
Tomé un par de cosas de la mesa y las escondí entre los bolsillos de mi vestido, a dónde iba ahora y a quien quería ver agradecería mucho comer algo así.
❁❁❁❁❁❁❁
Caminé por los pasillos del palacio, el consejero Clifford no parecía estar por ningún lado y todo el lugar era un caos con gente yendo y viniendo por todos lados.
Me dirigí directamente a su oficina, después de un par de golpes a la puerta me dejó pasar.
—Señorita Astley, ¿Qué la trae por aquí? — preguntó, pero genuinamente no parecía interesado.
Lo observé, parecía demasiado cansado y habían grandes ojeras oscuras debajo de sus ojos, su ropa lucía arrugada y habían varias tazas de café a su alrededor en el escritorio.
No me invitó a tomar asiento, así que hablé.
—Consejero Clifford, me gustaría ir a la prisión bajo el palacio — dije, su mirada se endureció y su semblante cambió para lucir confundido.
—¿Qué?
—Me gustaría ir abajo, consejero — continúe, él enarcó una ceja y se frotó la barbilla con una mano.
—No, no puedo dejarla bajar, disculpe.
—Por favor, consejero Clifford, necesito ir ahí — seguí insistiendo, él negó con la cabeza.
—No. Además, ¿Por qué quiere volver a ese lugar?
—Tengo algo importante que hacer, por favor.
—Nadie tiene permitido bajar a la prisión, discúlpeme, señorita Astley, pero lo que me pide es imposible. Ahora, por favor, retírese — dijo, colocó una mano sobre mi hombro y me empujó suavemente pero de forma firme hacia la salida.
Caminé un par de pasos y él abrió la puerta.
—Por favor, consejero Clifford, solo esta vez... — dije volteando a verlo, él volvió a negar.
—No. Y esa es mi última palabra.
—¿Qué es lo que sucede, consejero Clifford? — preguntó, fue una voz suave y profunda. Volteé de nuevo y ahí estaba a unos centímetros de mí, el príncipe Luckyan.
—Príncipe Luckyan, bienvenido — dijo el consejero e hizo una reverencia, lo imité rápidamente, lo ojos grises se clavaron en mi rostro y después simplemente dejaron de mirarme.
—Dije, ¿Qué es lo que está sucediendo? — volvió a preguntar.
Tragué.
—La señorita Astley desea bajar a la prisión del palacio, príncipe Luckyan.
—¿Es así? — me miró una vez más.
—Sí, príncipe Luckyan — susurré.
—Le he explicado a la señorita Astley que no se le permite a nadie bajar a ese lugar por voluntad propia y...
—Déjala. Si quiere ir abajo, déjala ir — lo cortó el príncipe, miré su rostro frío e indiferente, eso me dolió.
—Pero...
—Ya la dejé romperme el corazón en más de una ocasión en una sola noche, así que solo déjala hacer lo que quiera — dijo y sin mirarme una vez más se marchó.
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