Te prometo...

Hace tiempo atrás.

La sala de la ONU ya había sido desocupada, salvo por dos naciones que con sonrisa cómplice y un tanto de galantería se encontraban charlando sentados sobre la mesa.

― Yo te prometo un para siempre, ¿Tú qué me prometes? ― Las palabras de Alfred salieron llenas de dulzura e ilusión. La nación norteamericana tomó entre sus manos las cálidas de ella.

― Eso es demasiado tiempo, todo se puede torcer y podemos acabar odiándonos. ― María reflexinó, soltando de manera sutil una de sus manos apresadas en la de Alfred para acariciar tenuemente el rostro del chico.

― Bueno aunque me odies, si me necesitas, iré ― Prometió con decisión, con voz fuerte y sin titubear. En cuanto a Venezuela sintió su corazón encogerse ante esas palabras.

―No lo creo, si te odió no me querrás ni ver― Justificó ella al pensar en tiempos grises y nefasto. Son naciones un día su relación puede ser de las mejores al otro no sé sabe si tu aliado será tu próximo enemigo.

― Pues cerraré los ojos ― Alfred dijo con rapidez.

―No me querrás oír ― Dijo ella queriendo que el chico entrara en razón.

―No te dejaré hablar ― Alfred no desistiría a lo que pensaba. María lo supo al vislumbrar en sus celestes ojos la decisión de seguir adelante.

― ¿Entonces? ― Le preguntó resignada al saber que él no cambiaría de opinión. Pero, con la curiosidad creciente por su ser.

Alfred, calló meditando las palabras que más adelante serían dichas. Con expresión sería tomo firmemente las manos de María, sintiendo toda la atención que ella daba sobre él.

― Te abrazaré y diré: "¿Te acuerdas de aquella tarde que te prometí un para siempre? Lo decía enserio" ― Finalmente habló.

*

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*

*

Ahora

María sintió un nudo en su garganta al recordar ese momento, ahora con los momentos que pasaba no sabía sí esas palabras que fueron dichas significaban de verdad lo que alguna vez simbolizaron para ellos dos. Estados Unidos, y ella, Venezuela.

En verdad no sabía, todo era tan malditamente confuso. Sus palabras, lo que hoy vivía... en verdad se sentía perdida. Problemas, Problemas y más problemas. Ella es fuerte, suele repetirse, eso no puede detenerla ni mucho menos preocuparla.

Sin embargo qué hace ahí, con las manos sujetas al marco de la puerta como un intento de apoyo para no caer, mientras ocurre un acumuló de las lágrimas en sus orbes jades. Ella no puede llorar, no puede... debe ser fuerte... para ellos. ¿Si el país se derrumba, qué será de los que en él habitan?

Inhaló y exhaló con fuerza calmando de esta forma su respiración acelerada. Sus sentidos en alerta se percataron de los pasos apresurados que se acercaban a ella.

Rápidamente levantó la vista, y nuevamente las ganas de huir la arremetieron. Ahí estaba él. Alfred con la respiración acelerada y en su semblante rasgos de preocupación.

Ni siquiera pudo salir corriendo cuando sintió los fuertes brazos de Estados Unidos envolviendo su anatomía. Con su cara pegada al pecho del chico, quiso irse, huir, cualquier cosa. Más sus piernas nos les respondía.

Él no dijo ninguna palabra, ella sabía que quería decirlas. El nudo en su garganta se hacía más doloroso al retener los sollozos que traicioneros querían salir en su momento de vulnerabilidad.

― María...― comenzó él ― ¿Te acuerdas de aquella tarde que te prometí un para siempre? ― soltó una sonrisita cargada de ironía, tratando de aliviar el pesado ambiente ― Lo decía enserio.

Citó las palabras que en el aquel entonces prometió. Eso causó lo que ella con tanto empeño no quería que pasara, como un torrente salieron aquellas finas gotas saladas marcando con su paso el rostro afligido de María.

Ella no necesitaba de un héroe que la sacara de apuros, ella no necesitaba de él. Ella podía sola, tan sólo debían confiar más en ella, brindarle su apoyo.... y por más que lo intentara ella siempre caía ante él.

¿Acaso debía confiar en esas palabras?

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El dibujito lo hice yo.

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