El mejor regalo antes de navidad
— ¡Felices fiestas para todos! Eso va para ti también, María. Sonríe —El hombre "regordete" otorgó una mirada feliz para que la chica se contagiara de la alegría que las fiestas próximas brindarían.
—Señor, estoy sonriendo. ¿Acaso no lo ve?— María extendió sus labios fruncidos dado una expresión nada agradable.
El "señor" vestido del tan recocido Santa Claus, sin embargo, a pesar de tener puesto el traje se apreciaba su cabellera rubia cubierta por el gorro navideño, revolvió divertido los cabellos de la chica.
—¡Ah! entonces tenemos una niña mala. Recibirás carbón si no sonríes ni te diviertes —Señaló golpeando suavemente la punta de su nariz. María tan solo rodó los ojos verdosos divertida por su actuar.
—Alfred, pasa a dentro—Ordenó con una taza de humeante chocolate en manos, desde hace media hora su esposo se había puesto ese disfraz para salir a la calle y dar uno que otro obsequio a los niños que pasaban, desde un abrazo afectuoso hasta deliciosas galletas de divertidos decorados.
— Jojojo—Rió escandalosamente llamando la atención de las personas que pasaban—Niños no le hagan caso, Soy Santa— Habló rodeado de pequeños niños que lo miraban llenos de diversión—Pero esa niña malcriada merece un regalo, así que ya vengo. ¡Pasen un Feliz día!
María presenció enternecida como Alfred caminaba hasta la entrada de su casa lleno de entusiasmo con aire un tanto infantil emocionado por la llegadas de las fiestas.
Desde hace ya dos años eran marido y mujer, aun así cada experiencia vivida día tras día era única y guardada en su corazón. Un regalo diario a su vida.
Alfred entró a la casa e inmediatamente sintió la calidez de su hogar, el olor a chocolate recién hecho y el sabor de los labios de la mujer que amaba.
— Mary tengo galletas, podemos comerlas—Dijo al ver que algunas galletas no habían podido se entregada
—Me parece bien—Gritó María para ser escuchada mientras preparaba la mesa para comer un pequeño refrigerio. Alfred se acercó a ella y le ayudó a servir el chocolate en las tazas.
Ya todos listos ambos disfrutaron de deleitar su paladar, charlando de forma amena de lo que habían disfrutado el día de hoy.
En la mesa decorada con motivos navideños y lindos estampados, un pequeña cajita de regalo se apreciaba. Alfred la miró curioso y María lo notó.
— Es para ti, se que falta poco para navidad y no pedía aguantar esto. Así que ábrelo —La emoción era palpable en la voz de ella, Alfred lo supo.
Con la misma emoción de un niño pequeño desenvolvió el regalo bajo la atenta mirada de María. —Pareces carajito
El eubio quedó pasmado con el corazón latiendo de emoción, buscó a los ojos de María. Encontrado a la castaña con los ojos empañados por lágrimas de emoción y una débil sonrisa en sus labios.
— It is true?—Preguntó consternado, María asintió.— Oh my god! Es la mejor noticia que me han dado—Gritó emocionado llegando hasta María para abrazarla eufórico pero con cuidado, escuchado la risa de ella llena de emoción por su reacción.
—Me alegra que te haya encantado— Acarició con cuidado su cabellera rubia siendo estrechada en los brazos de él que murmuraba leves gracias que contenían un millón de emociones.
En la pequeña caja de regalos olvidada sobre la mesa, mientras ambos celebraban feliz en su burbuja de amor, se apreciaba en su interior un papel que contenía el ultrasonido de una nueva vida que empezaba a surgir. El mejor regalo que pudieran recibir.
Esta navidad no serían ellos dos, ya que una de ellos valdría por dos.
—Oigan todos; ¡Seremos Padres!
— ¡Alfred, entra hace frío!
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