"De malos entendidos y celos tonto"

Aclaratoria:  Miranda; Javier Páez  y Tachira, Gustavo Páez



Alfred buscaba a María por todo el complejo de las naciones unidas, no podía creer que la venezolana lo hubiera dejado plantado por ir a quien sabe dónde con algún don nadie "¡Le estoy dando libertad y democracia, y así me paga!" Pensó furioso el rubio.

María mientras tanto estaba en una reunión muy importante con Alemania, la situación de los ciudadanos alemanes atascados en su territorio por pandemia era algo que quería resolver lo más pronto posible antes de tener que ir a ver qué pasaba con el nuevo CNE y los planes maniáticos del gringo.

- ¿Ocurre algo? - preguntó un chiquillo de tez morena y pecas en las mejillas, con los cabellos negro risado, Miranda, por lo bajo a ver a María estremecerse de pronto.

- Nada, nada... Cosas mías, mijo - Restó importancia sacudiendo su cabello ante los ojitos verdes que le miraban directo.

Por su parte, el rubio europeo hablaba tranquilamente con Táchira, un chiquillo de tez clara y cabellos marrón oscuros.

Las cosas estaban muy tranquilo, demasiado tranquilas.

-¡María!- exclamó Alfred mientras azotaba la puerta. El grito sorpresivo resonó en medio de la sala. Los dos países miraron de manera sería a la potencia mundial, bueno Ludwig en realidad, Venezuela tenía los orbes centellantes de furia, más se mantenía calmada tratando de contar a hasta a 10. "Coño, ya voy a llegar a mil..." Pensó con fastidio

- ¿Qué quieres Alfred? - preguntó tragándose la furia y plasmando una bella sonrisa en sus pintorescos labios.

-Hi- saludo el de lentes, con una extraña dulzura. Un escalofrío colectivo se esparció con la sala y los estados pensaron en la mejor manera de escapar de la situación.

-No se preocupen-tranquilizo Ludwig de forma un tanto paternal a los menores. Alfred que analizaba todo con suma atención no ignoró esto pero tampoco le dio tanta importancia.

- ¿Todo estará bien, señor?- le preguntó Javier (Miranda) poniendo en práctica sus conocimientos de alemán. De cierta manera el pelinegro estaba preocupado, más que todo por detectar que tras la primera palabra de Alfred se aproximaría una avalancha, que podría arrastrarlos a ello.

Gustavo suspiró ajustando sus gafas al tabique de la nariz, el Tachirense no era tonto. Lo que ocurría entre su madre y el Yankee podría resolverse sin tanto alboroto... Más habría que ser precavido para ello. Así que cuando Alemania le dijo que las cosas estaban bien, Alfred pasó con algo de frialdad al alemán y se acercó a la suramericana.

-¿Sucede algo Alfred?-preguntó María con algo de cizaña, ambos hermanos lanzaron un suspiro pesado

-Solamente quería recordarte que mi tiempo es un muy valioso y no puedo estarte esperando todo el día para una reunión.

- Que raro, yo no recuerdo tener pautada ninguna reunión contigo- Alfred se atragantó con su propia saliva y miro con furia a la azabache.

María sonrió socarrona al verle así, y es que algo que le sobraba a la venezolana era orgullo y si Alfred Jones, creí que podría pasar sobre ella sin darle pelea, la potencia estaba más que equivocada.

- Lo más razonable es que nosotros nos marchemos- habló el alemán, tomando la carpeta con papeles entre sus manos- Así resuelven ustedes su inconveniente y yo podría ponerme al día con los chicos- enfatizó para ver a los dos estados venezolanos.

- No, no... Si alguien debería irse es él- El dedo de María apuntó con descaro a USA, el rubio de lentes chasqueó la lengua con fastidio, antes de iniciar una caliente discusión con la morena.

-Señor- llamo en voz baja el andino mientras miraba como su madre discutía con el gringo.

-Ya, ya ¿No quieren un helado?- propusó con bastante alegría, una bastante singular viniendo del europeo.

-¡Sí!- chillo con alegría Miranda- Quiero un gran helado de chocolate- Alemania río de forma estruendosa llamando la atención de ambas naciones americanas.

-Maria voy a llevar a los niños por un helado-aviso Ludwig mirando con cariño a los más jóvenes.

-Gracias, corazón eres de mucha ayuda- dijo de forma amorosa.

Alfred que analizó toda la situación con rapidez sintió como los celos lo carcomen aún más ( si eso era posible)

- Mary! ¿Qué diastres pasa entre ustedes dos? Exijo una explicación- Enfatizó al borde del enfado. ¿Acaso Ludwig y María se traían algo? Ahora que lo pensaba, esos dos tenían una relación muy buena, demasiado al punto de tratarse con cariño- excesivo para su molestia- cada vez que se veían.

- ¡Por Dios Alfred! Solo nos estamos poniendo al día con "ciertos" asuntos. Deja ya de fastidiar- Mascullo la nación latina al borde de la paciencia.

"Ciertos asuntos" esas palabras se repetían con fuerza, girando y girando en la mete de Jones que ataba cabos a la velocidad luz en sus pensamientos. ¿Ciertas cosas con Alemania? ¿Cuáles? Desde que había puesto un pie en esa sala lo único que había visto era el extraño comportamiento del alemán con los estados venezolanos.

Estados... Muy rara vez María los traía consigo...

"Voy a llevar a los niños a por un helado"

"Ciertas cosas"

" Aquí el que sobras eres tú"

¡No jodan!

- ¿Alfred?...- la morocha le miro preocupada luego de tanto silencio por parte del rubio. Estados Unidos, tenía las rubias hebras cubriéndole la frente, mientras parecía quedarse congelado. Hasta que...

- ¡Esos chicos son hijos de Ludwig!

La exclamación rompió el espeso ambiente.

-...Mami- fue lo único que lograron decir los pequeños antes de que su madre empezara a gritar como una loca.

-¿Y si lo son que te importa?- la mujer tomó del brazo al rubio y empezó a sacudirlo-Eso no es asunto tuyo, tú no tienes nada que ver en esto...- Ludwig se echó para atrás impresionado por la teoría de Alfred y la exploración de María.

-Mami ya déjalo- chilló el caribeño al borde de las lágrimas

Eso bastó para que Ludwig, reaccionaria. Esos dos países frente a él actuaban como unos locos, sus actitudes para nada controladas, habían generado el llanto en Miranda. El chico miraba con suma preocupación a través de sus ojitos vidriosos por el llanto, mientras que Gustavo, en su papel de hermano, trataba de tranquilizarlo.

- ¡Ya basta!- ordenó con autoridad el Europeo. Ambas naciones dejaron de causar alboroto y en medio de la sala solo quedó el leve sollozo de Javier que se calmaba de apoco.- Creo que ninguno de ustedes actúan cómo se debe. Primero tú- acuso con sus orbes al rubio de lentes- entras a una reunión confidencial sin autorización, interrumpiendo el desarrollo de la misma, luego, como si no fuera suficiente armas un escándalo diciendo en voz alta cosas que son falsas. - A este punto Alfred tenía las mejillas calientes por la vergüenza, María en cambio una sonrisa de satisfacción. Vaya que el gringo se merecía el regaño- María quita esa sonrisa, tú tampoco te has portado como se debe. Tu comportamiento y acciones han generado el llanto de uno de tus hijos. - María abrió los ojos por el asombro, ella no se había dado cuenta de ese detalle- Por lo tanto asumo que ustedes dos deben arreglar este asunto a base del diálogo, ni con peleas ni griterío- Sentenció.

A pasos calmados se acercó a los más pequeños. - Le debo un helado a alguien- Comento para llevarse a los chicos consigo. Antes de salir de la sala, miro hacia atrás Alfred y María estaban sumidos en un silencio. - Aprovechen este tiempo. Arreglen sus asuntos y cuando estén listos, pídanle una disculpa a ellos- sus ojos fueron a parar en los dos estados que estaban ya lejos- que se han visto afectados por sus actitudes nada apropiadas

María y Alfred se sentían con un par de niños que habían sido mandados al rincón, el autoritario Ludwig los había dejado sin palabras y con las mejillas coloradas de vergüenza.

-Lo siento- fue la primera en hablar con un tono de voz estéril.

-No, perdóname tú a mí- murmuró el rubio que se había quitado los anteojos y ahora miraba por la ventana.

-Ambos somos un par de idiotas- comento la mujer en voz baja y Alfred secundo la idea con un leve cabeceo. -Mira, voy a terminar rápido mi asunto con Ludwig y tan pronto como me sea posible iré a hablar contigo- propuso María tratando de llegar a un acuerdo.

-Está bien...- dijo Alfred algo desganado mientras se dirigía a la puerta.

-¿Por qué actuaste así?- susurro María algo confundida deteniendo los pasos del norteamericano-...cuando creíste que Ludwig era el padre de mis hijos- El rubio que quedó frío mirando a la nada "soy un total imbécil" pensó para sí mismo.

El rubio le dio la espalda, tenía las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, tamboreándolos de forma pausa, acción que pasaba desapercibida ante los ojos esmeralda que sentía clavado tras sus espaldas.

- Olvidado, si no quieres decirme no estás obligado...- Murmuró María al creer que el rubio la ignoraba. Estaba cansada de llamar su atención a las bruces con peleas sin sentido. Alfred sintió el deje de melancolía en las palabras cargada de tristeza. Eso le hizo sentir peor.

- Soy un estúpido, un verdadero estúpido... Tienes razón al creer que soy el imbécil más grande del planeta. My god! No puedo, no puedo controlar mis celos, no puedo... Me enfada el hecho de que alguien más haya entrado a tu corazón, me aterra... Soy un maldito egoísta, que te quiere a su lado... Un maldito bastardo que sabe que no lo mereces... Que alguien mucho mejor debería poder ser el dueño de esos labios- No supo en qué instante ya se encontraba frente a la morena, acariciando con las yemas de sus dedos los carnosos labios bañados en labial- de tus pensamientos... De tu acciones... De tu corazón.

-No, no lo merezco- María acarició las mejillas de Alfred con una increíble ternura, el corazón de Alfred se agitó con tanto fuerza que casi se le salió del pecho, antes de que el rubio comenzara a hablar María continuó- No merezco estar lejos de ti, fingiendo que te odio mientras mi corazón grita con desespero, eso me quema como no tienes ideas, tener que gritarte cuando lo único que quiero hacer es besarte...- las lágrimas de María empezaron a salpicar sus mejillas y Alfred las apartó con desespero pero a la vez con un infinito cariño.

- No llores, no llores...- repitió Alfred una y otra vez.

-Te odio, te odio porque no puedo tenerte aunque te ame con tanto desespero- fue lo último que dijo María antes de aferrarse al pecho de Alfred.

- Seamos egoísta está vez, olvidemos del razonamiento... Seamos cómplices del delirio y de lo que nuestros sentimientos dictan. Que esas lágrimas que cubren tus mejillas, sean las testigo de lo que no debemos hacer... Pero como rebeldes por naturaleza, haremos - La tomó de la barbilla, acercándola a él. Sin darle paso a las dudas, unieron sus labios. Alfred la acunó entre sus brazos, su lengua paseándose con ansias en la cabina cálida. Seseando las ganas de probar el sabor de su boca. Parecían desesperados, apegándose por completo el uno al otro. María sentía que las piernas le fallaban, si no fuera porque Alfred la tenía agarrada de la cadera y ella se sujetaba de su cuello, podría caer.

El rubio abrió los ojos unos segundos solamente para ver el precioso rostro contra el suyo salpicado de lágrimas y con un fuerte sonrojo en sus mejillas una vista que Alfred muy pocos veces había tenido el placer de ver. Algo dentro del rubio se encendió y aferrando una de sus manos a la parte baja de la espalda de ella y la otra en su nuca. María se apretó contra del más alto intentando con desespero con caerse al suelo en un arrebato de pasión "eso sería tan humillante" pero las cosas se le hacían muy difícil considerando que el rubio ahora había comenzado a torturar de forma placentera sus labios, dando mordiscos que la hacían estremecer. Pero ella no se iba a dejar. Uso todas sus fuerzas para tomar sus hebras rubias y con decisión tomo el control de la boca del otro moviendo con sensualidad su lengua contra la del otro.

Alfred jadeó ante aquello. Para separarse - muy a su pesar- de María. Benditos sus labios y maldito el hecho de abandonarlos, pero la falta de oxígeno lo requería.

– Tal vez haya algo bueno de pelear por tonterías ¿No,?- Río Jones.

- Deja de reírte, pendejo- Golpeó su hombro con las mejillas ardiendo

-¿Quieres callarme con tus labios?

-¿Es un reto Jones?

- Tal vez- Sonrió ladino.

María se mordió el labio inferior y miro a Alfred de forma salvaje, el rubio trago seco y se preparó para un apasionado beso.

-Quisieras- susurro María y envolvió las manos en su cintura para hacerle cosquillas.

-Jajajha...Eso es trampa...jaja- Chilló el rubio.

- Trampa no, lo justo.... ¿Sabes qué? Creo que más bien esto es poco....- las cosquillas está vez aumentaron- Tal vez deberías pagarme unas vacaciones, con gastos incluidos y quizás, sólo quizás te perdone por decir que Ludwig era padre de los chicos-

- Eso suena interés de querer dejarme pobre- Logró decir entre risas. - Lo haría si te incluyes en el paquete

María entrecerró los ojos y soltó una risita.

-Podemos irnos los 2- comentó coqueta.

-Pero yo también quiero irme de viaje- comento Javier que comía tranquilamente un helado.

-Ya ves, mami tiene novio y nos quiere botar- se quejó Gustavo.

- ¡Niños!- Gritó María, abochornada, empujando a Alfred. El rubio por el repentino acto terminó con el rostro en el piso, besando el suelo. - ¡No es lo que parece!

- ¿Seguro? Pero si estaban muy acaramelados mamita, eso hacen los novios- Táchira señaló, el chiquillo de gafas y cabello oscuro era demasiado atento.

- Veo que ya arreglaron sus problemas- Musitó Ludwig tratando de no ponerse a reír por el bochorno que la pareja frente al debía sentir - Y vaya manera

Javier que andaba más perdido que un barco en Bolivia miro a los mayores con confusión. -Entonces nos vamos de viaje o no- se cuestiona en lo que Táchira le da una palmada en la espalda.

Alfred recompuesto se levantó del suelo de un salto y tomo a María de la cintura.

-En efecto "corazón"- Alfred repitió el apodo que María le había dado al europeo con algo de veneno.

-No puedo con tus niñerías- Ludwig rodó los ojos.

- ¡Entonces si son novios! - apunto Miranda a las dos naciones americanas. - Por eso estaba celoso del señor Ludwig

- Exactamente - asintió con los brazos cruzados y los ojos cerrados, Gustavo. Dándole la razón a su hermano.

- ¡Yo no estoy celoso de ÉL! - se defendió Alfred, exaltado.

- Si lo estaba- dijeron ambos niños al mismo tiempo.

- ¡Que no!

-¡Que sí!

- Nop

– sip

- No

- si

-no

- no

- Yes!

- ¿Ves que sí?- sonrió Javier con complicidad.

- Psicología inversa. Siempre funciona- Gustavo chocó los puños con el mirandino.

Con los ojos algo desorbitados Alfred busco algo de apoyo en María quién estaba contenido su risa.

-Ya van a ver, los voy a meter a un internado militar- Las palabras "internado militar" asustaron tanto a los estados que corrieron a esconderse tras el alemán.

- No lo harás... ¡Primero tendrás que vencer al señor Ludwig!- Desde atrás del alemán asomó su cabeza Gustavo

- Sí y Él es muy fuerte y grandes y.... Y ¡Fuerte! Además es muy bueno porque nos compró helados- Dijo Javier- ¿Verdad que usted nos defenderá? - El Alemán asintió despacio con su cabeza. - ¡El sería mejor novio para mami que tú!

- ¿Cómo?

Ludwig se pasó la mano por el cabello presintiendo que todo se iba a salir de control otra vez

-Solamente para que vean que soy mejor novio les voy a comprar una PlayStation a cada uno- propuso Alfred con los brazos cruzados. Pero los pequeños siguieron aferrados al alemán. María suspiro y con una mirada de reprimenda le advirtió a sus hijos que no siguieran jugando con Alfred.

- Está bien, lo aceptamos... Pero que sea una para cada uno de nosotros y nuestros hermanos- Gustavo salió detrás de Ludwig- ¿Trato? - le extendió la mano al rubio de lentes, Alfred sintió una gotita bajar por su sien.

- trato- la pequeña mano morena luego de un tiempo fue estrechada.

- Espero que cumpla su palabra señor Jones- el infantil rostro mostró seriedad absoluta. Para voltearse a ver a su hermano y alzar el pulgar en triunfo.

- ¡Vamos por más heladito! - Javier tomó a su madre del brazo hasta salir por completo de la sala. María miró a Alfred pidiendo disculpas, quizás para la próxima reunión debería dejar a los chicos, aunque el asunto en sí lo involucrara

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