Regresando de la escuela, Budgey se encontraba con que su padre la estaba esperando para salir y ver el Medora, a lo que la pequeña se mostró entusiasmada y se alistó para salir.

Ya estando en el barco y viendo el mar, Bárbara sólo miraba con dicha como el mar revoloteaba y danzaba ante el aparecer de la luna. En eso, Berlon se acercó por atrás para ver a su hija quien gozaba de la vista nocturna, a lo que menciona:

Berlon: El mar... El mar es una zona que debes explorar con la máxima de las cautelas... La tierra puede ser peligrosa si pisas mal... Pero el mar es un espíritu indomable y libre, que no tendrá empachos en lastimarte o hacerte sentir bienvenida. *Mencionaba mientras abrazaba a su hija* Siempre ten en cuenta esto Budgey... Nosotros somos como el mar, y eso es a lo que hay que temer más que a nada.

Bárbara: Claro papá.

Berlon: Otra cosa... Los prejuicios son como los rumores... Nunca te fíes de ellos... Porque no sabes las sopresas que te pueden traer, y por último... Jamas dejes de aprender, la ignorancia es la arma más peligrosa y poderosa que existe.

Bárbara: Oye pa, ¿Por qué lo dices?... ¿Lo dices por ese tipo que viene de la tierra?.

Berlon: Así es, ten cuidado y se juiciosa con quien no conozcas... Porque listos podemos ser, pero no somos dioses para lanzar falsos.

Bárbara: Esta bien papá, tomaré eso en cuenta.

La noche transcurría y el ave le ensañaba a su cría como leer el mar, y aunque Bárbara quería aprender más de él...

Lastimosamente esta sería...

La última lección que Berlon le daría a su pequeño gorrión...