| Especial Halloween |
31 de Octubre, 1998
Hanna Yagami era una chica peculiar de cabellos negros y ojos grises que, a veces se veían oscuros y otras veces no tanto, desde pequeña era extraordinaria.
—Psst.
Todo, según ella, le salía bien, se tenía mucha fe, aunque con el paso de los años descubriría que no era cierto, su ¨yo¨ de seis años así lo creía.
—Psst.
Halloween era una de las dos fechas favoritas de Hanna después de la navidad, amaba la idea de disfrazarse, la fantasía y los dulces.
—Psst.
Decía que era como disneyland para los pobres como ella. Haruki, su hermana mayor, sabía lo mucho que le encantaba esta fecha.
—Psst.
Por eso siempre se encargaba de que fuera especial, este año habían conocido a los Sano un par de meses atrás, en el cumpleaños número ocho de Mikey (cortesía de Shinichiro). Se habían vuelto bastante cercanos en ese tiempo, probablemente pasaban más tiempo juntos que separados.
—¡¿Qué?!
Finalmente perdió la paciencia y se giró a ver, a lo que el pelinegro saltó del arbusto con una sonrisa.
—¡Por fin! —exclamó, su voz denotaba la emoción—. ¡¿Por qué no mirabas?!
—No soy un gato para mirarte si sólo me haces psst, psst.
Le dio un golpe en la cabeza con el ceño fruncido, pero en buena onda, la sonrisa de Baji la tomó desprevenida.
—¿Qué? —se cruzó de brazos.
Keisuke Baji era... molesto, por momentos.
—¿Segura —la señaló de arriba abajo—, que no eres un gato?
Hanna iba, de hecho, disfrazada de un gato negro, por lo que sus mejillas se tornaron rojas.
Haruki los observó en silencio antes de reír y negar con la cabeza, jalando al par de pequeños dentro de la casa de los Sano.
—¡Ya llegamos! —anunció, quitándose los zapatos junto al par de niños tras ella—. ¡¿Shin?!
A veces se lo encontraba en la escuela y salía corriendo sólo para ser perseguida por el pelinegro, era un chico bastante extraño y curioso, pero le agradaba cuando no estaba intenso.
—¡Ya vamos!
—¡Voy a buscar a Emma —gritó Hanna, adentrándose en la casa sin más—, arriba!
Haruki suspiró cuando vio a Keisuke correr alegando que iría a buscar a Manjiro, la pelirroja sonrió mientras se sentaba en la sala y destapaba uno de los dulces que habían comprado para repartir.
—¿Qué...? —Hanna parpadeó cuando llegó al cuarto de Emma—. ¿Qué pasó aquí?
El cuarto estaba completamente desordenado entre la ropa que su mejor amiga seguramente se había tirado en busca de su disfraz.
—Un terremoto de purpurina —murmuró al ver la que había dejado caer, sabrá dios porqué.
La observó con una sonrisa, Emma era un hada rosada, siempre es muy bonita y tierna.
—¡Hola, hadita! —la saludó con una sonrisa—. ¿Vas a cumplir mis deseos esta noche?
—Las hadas no cumplen deseos —alzó la ceja.
—¿Entonces qué hacen? —se cruzó de brazos.
—¿Sí? —se puso pensativa.
—Estoy segura que sí lo hacen... O Peter Pan me mintió.
—Creo que tienes razón...
—Siempre —humildemente.
—¡Es verdad —Emma recordó que el disfraz iba con una varita—, deja busco mi varita!
Hanna soltó una carcajada mientras veía a a su amiga correr de un lado al otro.
—¡Aquí está!
La sonrisa de la pequeña rubia iluminó todo el continente, no era literal, pero Hanna era exagerada desde pequeña.
—Ahora —puso su varita frente a Hanna—, di tus deseos, lindo gatito.
—Meow —fingió lamerse la mano como un gato.
—¡Concedido —la tocó con la varita en la cabeza—, ahora puedes hablar cual humano!
Ambas se soltaron a reír entonces.
—¡Oh, muchísimas gracias —se lanzó a abrazarla entre risas—, salvaste mi vida!
—Vas a ser la gatita negra más hermosa —aseguró Emma, sonriendo—, que jamás se haya visto.
Hanna sólo le sonrió, no estaba muy segura sobre ser linda o hermosa, pero sabía que sería la más rápida y fuerte, como una sombra que se desaparece en la noche.
—¡Hello, hello!
Las dos se voltearon a ver entonces al recién llegado. Mikey entró con las manos detrás de la nuca en una pose graciosa, Hanna ladeó la cabeza al notar lo que era.
—Creo que deberíamos coordinar nuestros disfraces —murmuró Emma, mirando de reojo a Baji, que entraba detrás de Mikey—, el próximo año.
—Hola —le dijo Hanna a Mikey—, vaquero.
—¿Cómo está —se quitó el sombrero de un modo capcioso que la hizo reír—, señorita?
—Arrgh, si no es esa traviesa gatita negra, de nuevo —el pirata exclamó con un toque de travesura mientras removía levemente el parche del ojo con su ¨garfio¨ de juguete—. ¿No te gustaría que un pirata te adopte?
Hanna lo miró.
—Bueno —murmuró, pensativa—, sí me gustan las búsquedas de tesoro.
Un hada, un gato negro, un vaquero y un pirata... No era precisamente el grupo que esperarías encontrar en halloween, pero esos eran ellos en su máximo esplendor. Por otro lado, Shinichiro y Haruki iban disfrazados de vampiros.
—¿Qué hay de mi, Baji? —Emma lo miró, curiosa—. ¿Puedo unirme a la aventura pirata?
—¡Por supuesto! —Keisuke arrugó levemente la nariz—. ¡Ja! Garfio estaría celoso de mí por tener un hada como mi acompañante en mi búsqueda del tesoro.
—Y tienen a este guapo, valiente y —se señaló con las manos—, maravilloso vaquero también.
Aunque sólo llevaran dos meses de conocerse, para niños de su edad, eso era casi toda una vida. El vínculo que habían creado a lo largo de ese par de meses sería irrompible hasta más allá de la muerte.
—¡Conquistaremos todos los tesoros —Hanna sonrió—, juntos!
—Por supuesto.
Keisuke meneó la cabeza.
—Además soy bueno con los animales —Mikey se acercó a Hanna y la rodeó de los hombros con sus brazos—, me encargaré de esta linda gatita.
Hanna rodó los ojos pero no ocultó su sonrisa.
.
Un rato más tarde, Hanna observó a Emma por un momento, siguiéndola enseguida y bailando por el patio de los Sano entre risas.
—¡Hanna! —Keisuke la llamó al verla distraída.
Ignorando sus palabras, Hanna tomó las manos de Emma y comenzaron a dar vueltas.
—¡¿Qué hay de la búsqueda del tesoro?!
Sus risas llenaban el aire mientras Keisuke and Mikey las observaban en silencio, algo incómodos.
—Hay que cambiar de estrategia —Mikey negó con la cabeza—, esto no está funcionando.
Saltó del andén al patio con una sonrisa.
—Hana, tú puedes ser el tesoro —le dijo a la pelinegra—, ¡y yo te salvaré de los piratas!
El espíritu competitivo de Baji afloró, no podía dejar que fuera Mikey quien tomara las riendas.
—O puedes ser la damisela en peligro —saltó a su lado también, agitando su espada de juguete—, y yo te rescataré.
Hanna y Emma intercambiaron miradas.
—¡Mejor seré una gatita libre que persigue a una hada! —comenzó a perseguir a Emma—. ¡Ven aquí, hadita!
—¡No, mal gato! —Emma fingió que le echaba agua—. ¡Toma esto!
—¡Noooo —se puso una mano en la frente y se fue hacia atrás—, aguaaa, mi eterna enemiga!
Sus risitas se tornaron más altas cuando veían a ese par luchar entre sí por su atención.
—No podemos jugar así —masculló Mikey—. ¿Por qué no vamos a pedir dulces todos juntos?
Había algo esa noche, que Hanna luego de perder la memoria en el futuro, no notaría.
—¡Podemos ser un equipo!
—¡Siii!
Emma se detuvo y Hanna los vio interesada al oír la palabra mágica del día.
Dulces.
Mikey y Keisuke se miraron entre ellos.
—¡Vamos! —Hanna tomó las manos de ambos con una sonrisa—. ¡Esta noche conquistaremos el vecindario... Mañana quizá conquistemos todo Japón!
—¿Juntos? —murmuró Mikey.
—¡Juntos!
La sonrisa de Hanna hizo que su corazón se saltara dos latidos.
—¡Al dulce —Mikey fingió que iba a subirse a un caballo—, cabalgando!
—¡La aventura nos aguarda!
Halloween era sobre hacer memorias, no sobre pelear, así que ambos sonrieron.
La madre de Mikey y Shinichiro le habían enseñado a compartir, por eso no tuvo reparos en hacerlo. Los hermanos mayores se unieron a ellos entonces con grandes sonrisas.
—¡Vamos a recolectar muchos dulces!
—¡Mira esa araña gigante, Hanna! —señaló Mikey a una de las casas decoradas—. ¡Apuesto que no sabías que los vaqueros somos buenos luchando arañas!
Hanna ladeó la cabeza.
—No creo que eso sea realista —le sonrió cuando lo vio fruncir el ceño—, pero aún así, tú sí que puedes. ¡Sálvame de las arañas si algún día me atacan, Mikey!
—¡Por supuesto!
Mikey asintió varias veces.
—Quizá yo pueda salvarte de los terribles monstruos marinos.
El pirata se acercó a ella, moviendo su espada como si estuviera atacando algo.
—De esos que se esconden en los lugares más recónditos.
En un par de días sería el cumpleaños de Baji, Hanna lo miró con una sonrisa, pensando en lo que haría para celebrarlo. Ya había estado planeado todo con la mamá de Baji y su hermana.
Incluso su mamá había accedido a ayudarla.
—¿Y si es un dragón y no un monstruo marino? —se burló la pelinegra, esta vez inclinándose hacia Mikey—. ¿Podría un vaquero salvarme de eso?
Los ojos de Mikey crecieron junto a su sonrisa.
—¡Los dragones no son rivales para mí —afirmó, seguro de sí mismo—, especialmente cuando se trata de salvarte a ti, Hanna!
Temprano ese día Shinichiro, Hanna y Haruki estuvieron con la primera generación de los Black Dragons disfrutando de las atenciones que le daban estos, pero esta noche ellos habían decidido ir de fiesta mientras ellos iban a recoger dulces.
—¿Qué están haciendo?
¿Quién lo diría?
—¿Quién sabe? —sonrió—. Cazando dragones o algo así.
Miró a la pelirroja a su lado sonreír mientras los chicos marchaban a su propio ritmo delante de ellos.
—¿Por qué me miras tanto, Shin?
—Porque eres hermosa —soltó sin pensar—. Em, ¡mira a Hanna!
Shinichiro sabía bien que eso estaba bien, era lo mejor que podía pensar, lo aceptaba porque podía pasar tiempo junto a sus hermanos adorados y la chica que le robó el corazón.
—Debería ir alistando su inhalador —comentó la pelirroja, buscando en su maleta.
—A veces se me olvida que tiene problemas respiratorios —confesó Shinichiro, viendo a la pelinegra correr—. Una persona normal con asma ya estaría en el suelo.
—La verdad es que Hanna finge estar bien todo el tiempo —Haruki apretó su sonrisa—, no sabe pedir ayuda.
—Entonces sólo nos queda enseñarle —le puso la mano sobre la de la pelirroja—. Descuida, te prometo que llegará el día en que pueda mirarnos a la cara y pedir ayuda.
¨¡Ayuda, Shinichiro, Haruki!¨
Pero poco sabían ellos que...
Sería muy tarde cuando lo hiciera.
Haruki soltó una risa mientras asentía. Miraba a Hanna con una sonrisa, viéndola más suelta que otros días, quizá era la magia de halloween o el hecho de que todo en su vida parecía estar bien.
—¿Te reto una carrera hasta la puerta?
—¡Hecho! —la rubia soltó una risa y comenzó a correr, Hanna no tardó en seguirla—. ¡Hanna!
Las dos chicas llegaron a la puerta entre carcajadas, dejando a Mikey y Keisuke corriendo tras ellas.
—¡Gané! —Hanna levantó las manos mientras jadeaba—. ¡Soy la mejor!
—Qué humilde —Emma fue sarcástica—, amiga.
Mikey y Keisuke intercambiaron una rápida mirada, sabiendo ambos que tenían que mejorar su juego si querían captar toda la atención de Hanna.
—¡Dulce —corearon frente a la casa—, o truco!
Sus risas haciendo ecos a través de las calles de Tokyo. Halloween estaba en su esplendor y el vecindario estaba tan vivo como ellos.
—Mikey —insistió Hanna—, tienes que sostener mi mano.
A los seis años era la menor del grupo, los últimos meses había dejado de hablar con timidez y se desenvolvía con más soltura.
—¡Les digo, chicos! —Emma se soltó a reír—. Hanna es una gatita asustadiza.
Ahora Hanna consideraba a Emma, Mikey y Edward sus mejores amigos.
—¡No es verdad!
Incluso aunque tenía a Yuki, Akira y Senna, no había comparación entre ellos.
—Okay, Hanna —Mikey, disfrazado de vaquero, rodó los ojos pero sonriendo—. No te preocupes, te tengo.
Su voz era gentil para un chico de ocho años, por otro lado, Keisuke no podía ocultar su admiración por Hanna o la incomodidad que sentía cuando estaba muy cerca de Mikey.
—Arrrgh —trató de liberar algo de tensión—, nuestro gatito no tiene miedo a nada.
Hanna le miró con una sonrisa.
—¿Verdad?
Keisuke y Hanna, especialmente, construirían una amistad algo diferente y más profunda con el pasar de los halloween y los cumpleaños del mayor. De amigos a mejores amigos.
Y quizá, en el futuro, algo más que eso.
Aunque esa noche ninguno de ellos lo sabía ni se lo podían imaginar siquiera.
—¡Por supuesto!
—Vamos allá —dijo Emma con una sonrisa, mientras enganchaba sus brazos con Hanna.
—¡Oi, no te la lleves! —Mikey agarró a Emma—. ¡Nosotros también queremos pasar tiempo con ella!
Ya la pelinegra se había acostumbrado a eso con el tiempo.
—¡Sí! —Keisuke se escabulló entre ellos y tomó una de las manos de Hanna—. ¡Nosotros también!
A Hanna le gustaba mucho su espacio personal.
—Soy un sandwich —se quejó.
A Mikey, Keisuke y Emma también les gustaba mucho el espacio personal de Hanna.
—¿Cómo vamos a caminar así?
—Quítate, Mikey —se quejó Emma—. Yo llegué primero.
Con los días simplemente lo dejó ser.
—Ustedes son tan lindos —Haruki, su hermana mayor, soltó una risita enternecida—. Me dan ganas de comerlos a besos.
—¿Y a mí?
—Tú no —le sacó la lengua a Shinichiro.
Mientras se acercaron a otra de las cosas, los murmullos se hicieron más altos, la puerta del vecino se abrió, dejando ver a uno de los amigos de Akane (su niñera) vestido de hechicero, sonriendo.
—¿Qué tenemos aquí...?
Los chicos, sabiendo que estaba bromeando, sonrieron.
—¡Un hada! —chilló Emma y jaló a Hanna—. ¡Un gato negro!
Los dos chocaron miradas y ella sólo sonrió, a veces lo veía con Akane cuando ella la cuidaba, cuando ella no estaba encima de Seishu persiguiéndolo.
¿Qué estaría haciendo Seishu...?
—Un vaquero —Mikey carraspeó—. No, espera, Hanna...
Hanna lo miró y sonrió.
—¡Con ustedes —lo señaló, dramáticamente—, el vaquero más grande de la historia!
—No muy grande —Baji soltó una risa.
Mikey frunció el ceño.
—¡Olvidaste valiente y guapo —le recriminó a la pelinegra—, Hanna!
Emma se soltó a reír.
—Sí...
Hanna asintió y fingió que tenía un micrófono frente a su boca.
—¡El vaquero más grande, valiente y guapo de toooda la historia —volvió a señalarlo, haciendo manitos de jazz—, el invencible Mikey!
—Gracias —sacó su pecho con orgullo—, gracias.
—También tenemos un pirata —comentó Hanna, señalando a Keisuke, quien le sonrió—, tiene un hada en su tripulación así que es mejor que garfio.
—Hmmm —el chico miró a Hanna.
Esto, por supuesto, consiguiendo que ambos niños fruncieran el ceño cuando lo vieron agacharse hacia ella.
—¿No es peligroso para un gatito negro estar fuera en la noche de Halloween?
Hanna entornó la mirada y le puso la ¨pata¨ (su mano) frente a la cara como si fuera a sacar las garras en cualquier momento.
—No le tengo miedo a las brujas —murmuró, fingiendo un gruñido feroz—. ¡Meowr!
El grupo se soltó a reír y el chico se movió entonces, revelando el bowl con los dulces.
—Bueno, en ese caso —tomó con sus manos los dulces para dárselos en sus bolsas—, tengan estos dulces.
Ellos le agradecieron y antes de apartarse, el chico sostuvo la mano de Hanna, haciendo que se volteara a ver. El chico sostuvo un sólo dulce en su mano en ese momento, con una sonrisa en sus labios.
—Este es sólo para ti —se lo lanzó con suavidad—, Hanna.
Hanna lo atrapó, mirándolo con curiosidad y algo confundida.
—¿Y esto?
El chico se inclinó hacia ella, consiguiendo que el rubio y el pelinegro fruncieran el ceño.
—Por ser la criatura —murmuró mientras la miraba a los ojos—, más encantadora de la noche.
La pelinegra se sonrojó mientras agradecía el dulce.
—¿Hah?
Emma y Hanna corrieron a la siguiente casa, sus risas y charlas se agitaban en medio del aire, mientras Baji y Mikey miraron al tipo con cara de pocos amigos.
—¿Qué se cree ese estúpido? —masculló Mikey.
—No lo sé —Baji rodó los ojos—. ¡Oi, se nos adelantaron!
A unos metros un chico de ojos verdes los observaba, especialmente a la pelinegra que sonreía despreocupada y él, quizá en un futuro, sería una pista importante en la historia.
—Hanna —Baji se inclinó hacia ella, susurrando—, tengo un mapa del tesoro. ¿Quieres verlo?
Poco sabían los cuatro algo sobre los lazos que estaban formando esa noche y cómo repercutirían estos mismos en sus futuros.
—¿Es de verdad?
Se volteó a verlo con una sonrisa.
—Tan real como el tesoro que encontraremos —murmuró, viéndola a los ojos.
Ambos estaban cerca del rostro ajeno, Baji y ella siempre eran así, pero Hanna no sería consciente de esto hasta un par de años más adelante.
—Juntos.
Los niños pequeños, pensaba Hanna de seis años, no tenían muy buena percepción del espacio personal.
—Sólo si... te unes a mí —murmuró el pelinegro, sin apartar sus ojos de los suyos—, en las mareas altas y bajas.
Baji siempre fue así.
—¡Oi!
Mikey se metió entre ellos dos, haciendo que separaran sus miradas el uno del otro y lo vieran a él con una mirada tranquila e intranquila de parte de Baji, quien no sabía que hacer.
—¿Qué pasa si el tesoro está en el oeste? —inquirió—. ¡Necesitan a este vaquero con ustedes!
Las mejillas de Hanna solían ponerse rojas cerca de ese par.
Le gustaba.
¿Pero qué le gustaba?
No quería pensar en la respuesta.
Se sentía bien la atención de ambos, la forma en la que ambos chicos estaban ansiosos por impresionarla.
—Entonces el pirata y el vaquero deben hallar el tesoro juntos —ella sonrió traviesa—. ¡Vamos, Emma.
Jaló a la rubia de la mano, lejos de ellos.
—¡Tú y yo vamos a jugar con unicornios!
Hanna corría detrás de Emma y Emma se reía.
—Eso no era lo que esperaba —masculló Mikey, inflando los cachetes.
—Pasamos a segundo plano en cinco segundos...
Keisuke miró a Hanna.
—Ella es tan linda.
Mikey lo miró de reojo.
—Es mía —pujó—, no la mires, no la toques, no respires cerca de ella.
Pero Baji nunca le haría caso a Mikey.
El aire estaba impregnado del aroma de las hojas quemadas y del ligero dulzor de las manzanas caramelizadas mientras iban de casa en casa.
—¡Dulce o truco!
—¡Dulce!
Cada vez que recibían un caramelo, Hanna miraba entre Mikey y Keisuke, su mirada se detenía el tiempo suficiente para mantenerlos a ambos adivinando.
Ella era la ¨menos¨ fan de los rostros atractivos.
Hanna siempre aceptaba sus golosinas con una elegante inclinación de cabeza y moviendo su cuerpo de un modo que aceleraba el corazón de ambos chicos.
—¡Hay que saltar ahora!
Los ojos azules seguían a Hanna con preocupación, cuando estaba con los demás siempre fingía estar bien. La única persona además de Shinichiro y ella que sabía de su condición era Baji.
¨¡Baji me descubrió!¨
Aún recordaba con una sonrisa burlona como se puso de ansiosa, luego le pidió que la llevara a la casa del menor a pedirle el favor (obligarlo) de guardar su secreto de los demás.
Hanna no quería dejar ver sus debilidades.
—Tienen demasiada energía —murmuró Shinichiro, viéndolos correr.
—Hm.
Haruki en realidad estaba feliz de ver a su hermana actuar como una niña por una vez.
—¿Estás feliz?
—Sí —lo miró a los ojos—, gracias por esto, Shin. Realmente lo aprecio.
Shinichiro sabía bien que, así como él con Mikey, Haruki se desvivía por Hana.
—¡No, Mikey —Hanna gritó—, yo soy la más rápida de todos!
—¡¿Qué?!
Además, miró a la pelinegra correr junto a Mikey, la pequeña tuvo una infancia traumática que la hizo crecer demasiado rápido, así que verla actuando como una niña debía hacer a Haruki muy feliz.
Y él quería ver a su chica feliz.
—Hana —Keisuke se acercó a ella un rato después, ella alzó la ceja—. ¿Qué aventura escogerás?
Mikey la miró curiosa.
Como si no fuera esa la pregunta.
—¿Por qué escoger? —Hana les dedicó una gran sonrisa.
Los chicos se miraron entre ellos y luego a ella de nuevo.
—¡Conquistemos ambos mundos —les ofreció las manos—, al mismo tiempo!
Entonces, por un momento, olvidaron su rivalidad y sólo le sonrieron, aceptando.
—¿Cómo conquistaremos el oeste y las mareas?
Keisuke tomó la mano izquierda de Hanna mientras Mikey la derecha, Emma sólo se rió al notar que la iban a enloquecer.
—Hmmm... Imaginemos esto —se detuvieron en el parque—, nuestro barco pirata encontró una cueva secreta y debemos averiguar qué hay dentro.
El corazón de Hanna latía fuerte mientras era arrastraba por ambos amigos, quienes iban explicando su aventura imaginaria, combinando ambos mundos.
—¡Y tiro al blanco será el caballo que nos lleve a través del oeste! —agregó Mikey, riendo—. ¡Corre como el viento, tiro al blanco!
Emma observaba el intercambio con diversión, aportando de vez en cuando sus propias sugerencias para su aventura imaginaria, buscando formas de divertirse.
—¡Vean esto! —se subió al columpio de pie—. ¡Voy a volar!
Emma los observó con gracia.
—Hmph —Keisuke la observó con orgulloso—, las gatitas no vuelan.
—¡Es todo con el polvillo de hadas! —Hanna le sacó la lengua—. ¡Todo es posible!
—Ten cuidado —Mikey la observó con preocupación.
Sabía que bajo sus fachadas de chicos malos, ambos tenían un corazón tan grande como el tesoro imaginario que buscaban.
—¡Yohooo!
Pero para ella, el tesoro era la amistad que los unía a todos, esa que podría vencer a cualquier monstruo o ser más astuta que cualquier villano, la que esperaba durara para siempre.
—¡Hanna —Haruki le gritó—, bájate que si te caes, te rompo la madre!
—Exclamó la dulce princesa —Shinichiro sonrió burlón—. Ven aquí, princesita.
—¡Sí! —Hanna se apresuró a bajar, siendo ayudada por Shinichiro—. ¡Shin, cásate conmigo!
—Nop.
—Qué malo —hizo un puchero mientras el pelinegro la cargaba—, entonces me casaré con Waka.
Shinichiro la miró con una sonrisa burlona mientras la llevaba con Haruki que estaba preocupada por sus pulmones.
—Si tú lo dices.
Hanna estuvo un rato con los dos mayores hasta que Emma la jaló de vuelta con ellos.
—¡Volvió la gatita!
Hana dio un paso atrás, observando cómo Keisuke y Mikey pintaban vívidas imágenes con sus palabras, imaginándose un mundo donde todos podían ser felices juntos.
—¡Ahí entras tú, Hanna —ambos se giraron a verla—, la bella gatita que hechiza a todos!
Sintió una punzada de algo a lo que no podía poner nombre: ¿Era admiración?
¿O simplemente la emoción de ser el objeto de su atención?
En cualquier caso, disfrutó de la sensación y les siguió el juego con una sonrisa coqueta.
—¡Hacia la derecha, capitán —fingió que tenía una espada—, ahoy!
Mientras la noche se volvía fría y sus bolsas de dulces más pesadas, los cuatro (Hanna liderando) decidieron darse un pequeño descanso en aquel parque.
—¡Stop, stop! —Hanna se detuvo—. ¡Necesito agua, ya vuelvo!
Mikey y Baji siguieron jugando mientras Hanna le pedía agua a su hermana, la pelirroja le tendió una botella de agua al igual que Shinichiro a Emma, que imitó a la pelinegra. Luego de saciar su sed ellas se decidieron ir a los columpios, esta vez Hanna estaba usándolos correctamente.
Haruki enojada le aterraba.
Mikey se sentó junto a ellas en uno de los columpios también mientras Baji, tratando de lucir indiferente se recostó contra el árbol con los brazos cruzados.
—¿Sabes...?
De vez en cuando, Hanna chocaba con sus miradas con ellos.
—¿Hm? —los ojos de Hanna terminaron en Emma—. ¿Qué sé? Yo no sé nada.
La sonrisa de Emma decía que ella lo sabía todo, cuando ni siquiera ella sabía nada.
—No tienes que escoger uno —murmuró—, podemos ser amigos todos e ir juntos siempre.
Hanna sintió que el corazón se hinchaba cuando se volvió hacia Mikey y Keisuke, que ahora la observaban con expresión esperanzada.
—Tienes razón —ella sonrió—. Ustedes... son mis mejores tesoros.
Los ojos de Mikey se iluminaron ante sus palabras, y Keisuke no pudo evitar sentir una punzada de celos.
—Mis amigos.
Baji lo sabía todo.
Sabía que Hanna disfrutaba de su rivalidad juguetona, pero también sabía que, en el fondo, apreciaba mucho más el vínculo que tenían que aceptar sus sentimientos y arriesgarse a perder a uno de los chicos.
—Yo tengo el mejor tesoro de todos justo aquí —Mikey apuntó con su pistola de juguete al cielo mientras se impulsaba al arco más alto del columpio—. Les digo...
—Nuestro futuro es gobernarlo todo.
Mikey miró a Hanna con una sonrisa.
—Juntos.
Hanna sonrió de vuelta.
—¡Arrgh! Señorita.
Keisuke se paró a un lado del columpio, frente a ella, aprovechando que paró de mecerse.
—¿Serías mi compañera en esta aventura?
Hanna lo miró a los ojos.
—Tengo el mejor barco de los siete mares —afirmó—, listo para llevarte a donde quieras ir.
Hanna sonrió antes de tomar algo de impulso, Keisuke se movió a su lado para dejarla.
—¿Y si quiero ir —lo molestó, mirando a Mikey de reojo—, en el caballo más rápido del oeste?
—Quizá preferirías bailar bajo la lluvia en el barco a nunca jamás.
Los ojos marrones buscaron los grises, por alguna señal de preferencia, notando el brillo y la chispa que duró pocos segundos hasta que Mikey los interrumpió.
Algo que se repetiría muchas veces.
—Yo puedo enseñarte cómo atrapar las estrellas con un lazo —Mikey, el menos competitivo—, si vienes conmigo.
Siguieron coqueteando inocentemente, cada uno intentando ganarse su favor, pero el corazón de Hanna estaba con la emoción de la aventura y la alegría de la noche.
No quería pensar en nada más.
—Ustedes —soltó una risita.
Ella siempre iba participando en sus juegos sin comprometerse realmente con ninguno de los dos, podían ver sus mejillas sonrojadas bajo el suave resplandor de la luna.
—Quiero una vida llena de aventuras —Hanna miró a Baji de reojo—. Ir a conocer el mundo.
—Mi barco zarpa en tres días —bromeó Keisuke.
En tres días era el cumpleaños de Baji.
Emma la observó con una sonrisa cómplice, mientras su disfraz de hada ondeaba con la brisa. Sabía que Hanna disfrutaba de la atención, pero también sabía que el corazón de su amiga era tan libre como el viento.
Hanna era un alma libre y siempre lo sería.
—Oh, espero que podamos seguir juntos.
Emma susurró un pequeño cántico en voz baja, un deseo secreto para mantener fuerte su amistad, incluso en medio del tira y afloja por el favor de Hanna.
—Para siempre.
—¡Oigan! —Haruki los llamó—. ¡Vamos a continuar caminando!
—¡Vamos!
Las niñas chillaban de emoción y sus ojos brillaban con el reflejo de las farolas. Saltaron de los columpios y cogieron de la mano a sus supuestos protectores, dispuestas a conquistar la noche.
¨Que podamos seguir juntos para siempre...¨
A medida que continuaban con su dulce o truco, el aire se enfriaba y las sombras se alargaban. El sonido de risas lejanas se hizo más tenue a medida que el vecindario se calmaba.
Siempre siento...
Como si...
Me estuvieran observando.
Hanna miró a su alrededor y sus ojos grises brillaron de emoción.
—Creo que somos los más valientes del mundo —murmuró con orgullo—, chicos.
Comenzaron a hablar sobre los monstruos que pelearían, los tesoros que encontrarían en cada uno, su risa se hacía más fuerte con el pasar de los minutos, pero incluso mientras eso pasaba, Hanna se mantuvo confundida.
—Por supuesto —aseguró Keisuke—, que lo somos.
Disfrutaba ser el objeto de afecto de ambos chicos.
Pero también sabía que el verdadero tesoro era su amistad, el vínculo que estaban creando a medida que pasaban más tiempo juntos.
—Y seremos aún mejor en el futuro —prometió Mikey—, ya verás.
Aunque no podía negar como su corazón se alegraba cuando Keisuke le susurraba cosas dulces o la forma en que se emocionaba cuando Mikey le decía que conquistarían japón juntos.
Era una línea fina que no estaba lista a cruzar.
Por eso, los miró con sonrisas mientras corrían, esa noche sólo disfrutaría de la brisa y del calor que los chicos extendían en sus manos mientras la jalaban de ella.
—¡La última casa de todas! —gritó Emma—. ¡¿Vamos?!
Halloween era una noche de magia.
Donde cualquier cosa podría pasar.
ieron en silencio la última casa. Era una casa del terror que habían puesto ahí. Haruki y Shinichiro se vieron entre ellos.
—¿Quieren ir adentro? —preguntó el pelinegro mayor.
—¡Sí!
Hanna titubeó, arrugando la nariz.
—Hanna-chan —comenzó Haruki—, si no quieres ir est-
—¡No —negó, no queriendo que les negara la ida sólo por eso—, sí quiero!
Los mayores asintieron entonces.
—Muy bien —miró al pelinegro mayor—, entonces vamos allá, Shin...
—Voy por las entradas.
Mientras se aventuraban entre los niños. Casi todos eran mayores, fue lo que notó Hanna. Hanna se aferraba ahora a la mano de Keisuke, su valentía anterior se desvanecía en una dulce dependencia que hacía que su pecho se hinchara de felicidad.
Es como un gatito asustado.
—¡Shin —Emma, asustada, se agarró del pantalón de su hermano—, cárgame!
En una zona especialmente aterradora, se toparon con un auténtico horror: un payaso con una motosierra, uno que estaba actualmente persiguiendo a un grupo de adolescentes gritonas.
—¡AHHHH!
Hanna abrió los ojos y enterró la cara en la camisa pirata de Keisuke por lo que el agarre de Mikey en su otra mano se tensó.
—Ey, no te preocupes —Baji miró hacia abajo mientras susurraba—, te vamos a proteger...
Pero Hanna sólo tembló un poco.
Es decir, ¿a quién no le daban miedo los payasos con motosierras?
—¿Estás bien?
O sólo los payasos, en general.
—Sí —asintió brevemente—, pero no vayamos ahí adentro.
Todos, incluyendo a Shinichiro, accedieron enseguida y decidieron moverse hacia las partes con decoraciones no tan intensas.
—Argh, lo peor ya pasó —le dijo el pirata con una sonrisa—, linda gatita.
Mientras se alejaban, Mikey no pudo evitar sentir una punzada de celos ante la facilidad con la que Baji había consolado a Hanna.
Mía.
No la toques.
No la mires.
Era un sentimiento que ya había experimentado antes, pero estaba tan claro como las estrellas sobre ellos: ella estaba, de alguna manera, más interesada en su amigo.
—Bueno —Shinichiro dejó a Emma en el suelo tan pronto salieron de la casa del terror—, definitivamente casi salgo traumado hasta yo...
—Eres un miedoso —Haruki se soltó a reír—, Shin.
Hanna observó en silencio como el mayor miraba a su hermana embobado, hizo un puchero.
—Valió la pena —Baji se sentía victorioso—, totalmente.
Shinichiro sonrió.
Él los shippeaba en secreto.
—¿Tú crees? —masculló el rubio.
Para nada celoso de que Hanna se acercaba más a Baji que a él cuando se asustaba.
¿Acaso él no le daba la suficiente confianza?
A pesar del cansancio, ninguno de ellos querían que la noche terminara.
—¡Nada como estar en casa! —exclamó Mikey—. ¡Abuelo!
Ni siquiera cuando llegaron a la casa de los Sano, se quitaron sus trajes y cambiaron por ropa más cómoda, el sonido de sus estómagos al unísono hizo que los mayores se soltaran a reír.
—¡Vamos a comer —exclamó Emma con una sonrisa—, vamos a comer!
—¡Haruuuuki —chilló—, muero de hambre, neesan!
—¿Desde cuando mi nombre es así? —bromeó la pelirroja, viéndola arrastrarse en el sillón—. Ya, pronto llegarán las pizzas, calma.
—Si no llegan rápido...
Miró a todos con un aura extraña antes de entrecerrar los ojos.
—¡Incendiaré un auto! —los amenazó—. ¡Aquí mismo!
Baji la miró.
—¿De dónde vas a sacar un auto aquí, genia?
—Shh —le tapó la boca—, tú sólo sígueme la corriente.
Keisuke sintió su cuerpo entero cosquillear ante su toque.
—¡Baji dijo que incendiará autos conmigo! —agregó, guiñándole el ojo—. ¿Verdad?
—Ah... ¿sí?
—No suenas lo suficientemente convencido —lo regañó—. Como sea, ¡tengo hambre!
El abuelo de los Sano sólo soltó una risa mientras veía a la niña fingir que estaba muriendo en la sala de su casa. Era tan diferente a la cara seria que tenía en los entrenos del dojo.
Como dos personas distintas.
—Una catástrofe —murmuró Haruki, sarcástica—, qué terrible.
—En verdad terrible —le siguió el juego el pelinegro mayor—. ¿Qué podríamos hacer?
—¡Se arrepentirán de esto!
—¿Escuchaste algo, Shin?
—Nop —se hizo el loco—, ¿y tú?
—¡Haruki!
—¿Te dejaron caer de pequeña, Hana?
—No lo sé —la pelinegra miró a su hermana con los brazos cruzados—, tú dime, neesan. ¿Me dejaste caer de pequeña?
—Quizá —se puso la mano en el mentón—, le preguntaré a Tokio después.
Por suerte, el timbre sonó y las pizzas llegaron, así que nadie incendió autos.
Al menos esa noche.
—¡Finalmente!
Emma fue la primera en chillar cuando sacaron la comida.
—¡Delicious! —corearon Hanna, Edward y Michael.
Shinichiro sonrió. Como era siempre tan observador, no pudo evitar notar la forma en que Hanna, Mikey y Baji se miraban entre sí.
—Hanna, ¡di ¨ah¨!
—Ah —abrió la boca.
Mientras reían y bromeaban, los susurros de sus corazones se hacían más fuertes, insinuando la compleja red de amor y amistad que pronto empezaría a entretejerse en sus vidas.
—¡Gracias, chicos —Hanna los abrazó cuando era hora de irse—, fue el mejor halloween!
Baji y Mikey se miraron entre sí mientras ella los abrazaba.
—Hanna —Baji la abrazó más fuerte.
Los ojos de Mikey se abrieron de par en par y apretó con fuerza la mano de Hanna mientras se preparaba para lo que estaba por venir.
—Hm... Bueno —se apartó de ellos con una sonrisa—, es el adiós por hoy. Kei, nos vemos mañana en el recreo.
Hanna los miró a ambos, con el corazón acelerado.
—Sí.
Siempre había sido la que evitaba el drama, pero ahora era el centro de él.
—Nos vemos mañana —Mikey la jaló hacia él y la abrazó también.
Y no tenía ni idea de cómo navegar por las tumultuosas aguas del amor y la amistad que se avecinaban.
—Vamos, cariño —la pelirroja cargó entonces a la niña de seis años y les sonrió—. ¡Nos vemos después, Kei-kun, Mikey-kun!
Se habían acercado demasiado en tan poco tiempo.
Hana y Keisuke compartieron una pequeña mirada.
Los secretos que guardarían entre ellos pronto, podían reforzar su vínculo o... destrozarlo.
—¡Adiós, Haruki-neesan —la despidieron con la mano—, Hanna!
El siguiente Halloween, el grupo volvería a reunirse, con sus disfraces un poco más elaborados y sus corazones un poco más protegidos.
—Keisuke, tu madre dijo que esta noche hay una maratón de sus películas favoritas así que dormirás aquí —anunció Shinichiro con una sonrisa ladina—. Mikey...
La inocencia de su juventud se vería empañada al darse cuenta de que el amor no siempre era tan sencillo como los cuentos de hadas que sus seres queridos les habían leído de niños.
—¿Hm? —el rubio apartó la vista de donde las chicas tomaron el taxi.
—Hay que preparar el futón para Baji —le dijo—. ¿Puedes ayudarme con eso?
Pero por ahora, mientras la noche se cerraba a su alrededor, permanecían ajenos a la tormenta que se avecinaba, contentos con el calor de su amistad y la dulzura de sus caramelos ganados.
.
.
31 de Octubre, 1999
Luego de que Hanna pasara la mañana en la casa de los Inui y toda la tarde con la primera generación de Black Dragons molestando a los hermanos Akashi, especialmente a cierto ojiverde, la noche finalmente estaba ahí.
—Un poco más de azúcar —murmuraba para sí misma—. ¿O es sal...?
La cocina de Yagami era un torbellino de actividad, con el olor de las galletas recién horneadas flotando en el aire. Hanna, con el pelo negro recogido en una pulcra coleta, revolvía una olla de chocolate caliente con una cuchara de madera.
—¿Acaso intentas intoxicarnos...?
Hanna saltó de un brinco y vio al pelinegro con una sonrisa maliciosa.
—Nos vas a enfermar a todos —lo oyó decir entonces—, Hanna.
—¡No es así! —ella protestó—. Es halloween, Kei-chan. Se supone que sea dulce.
—Sí —frunció el ceño—, pero no letal.
En realidad, a Hanna se le daba fatal cocinar, así que Haruki y su madre siempre se encargaban de ello. Keisuke también lo sabía.
—Baji —frunció el ceño—, qué grosero.
Una vez se puso enfermo por culpa de sus galletas y nunca más volvió a probarlas.
En el futuro no la dejaría acercarse a su cocina por un mes entero.
—Eres malo conmigo —hizo un puchero.
Sonó el timbre y a Hanna le dio un vuelco el corazón. Era la primera vez que salían todos juntos desde su casa en halloween. Su hermana Haruki, pelirroja y de ojos azules, entró en la cocina.
—¿Qué estás haciendo? —arrugó la nariz—. Hanna, nos vas a intoxicar a todos.
—¡Que no!
—Te lo dije —sonrió burlón.
—Ah, Mikey y Emma ya están aquí —señaló la sala—. ¡Shin!
—¡¿Mande?!
—Ven a ayudarme —pidió en tono suave, pero audible incluso en la sala—, en la cocina.
—¡Voy! —Shinichiro dejó a Emma en el suelo y les sonrió antes de ingresar a la cocina—. ¡Oh!
Hizo una mueca.
—¿Planeabas matarnos, Hanna-chan?
—¡Aggh! —la pelinegra soltó la cuchara y salió hecha un borrón molesto.
Los mayores sonrieron.
—Ahora es cuando tú vas y la consuelas —le dio una palmada en los hombros—, Keisuke.
Keisuke la siguió para tratar de calmarla, aunque no hubo necesidad ya que Emma se encargó de eso apenas la vio, diciéndole que no era del todo su culpa que fuera mala cocinando.
Porque lo era.
Pero asegurándole que eran tan pequeñas aún que no tenía nada de raro que lo fuera.
—Seguro que de grande cocinarás mejor —aseguró Keisuke—. ¡Yo probaré todas tus comidas, sólo no me envenenes!
Hanna le sacó la lengua con el ceño fruncido.
—¡Hanna —pidió el rubio—, mírame a mí!
—Eres... guapo...
No estaba segura de que estaba disfrazado, miró hacia abajo, notando la cola puntiaguda tras su espalda.
—¡Ah! —se le ocurrió uno—. ¿Un diablo?
—¿En serio? —frunció el ceño—. ¡Era obvio!
—No tanto —se rascó la nuca, sonrió entonces viendo a Keisuke—. A ver, tú. Aúlla, lobito.
—Si mi luna lo pide —le sonrió coqueto—. ¡Auuuu!
Mikey, el rubio de los ojos negros que eran imposibles de olvidar, soltó una risa al oírlo. Hanna lo miró de reojo, durante el último año se habían hecho más cercanos entre ellos, especialmente Emma y ella que, ahora, se consideraban mejores amigas y casi hermanas.
—No me vayas a hechizar —le susurró a Emma con una sonrisa.
—¡Bruja no hechiza bruja!
Ese año habían ido un poco más coordinados: Dos brujitas, un hombre lobo, y... Mikey.
—Vamos entonces.
Keisuke tomó una de las galletas que habían en la mesa, de las buenas, las que Haruki cocinó. Una parte de sí agradecido que Hanna no podía leer mentes o se ganaría que le saque un diente de un golpe.
—¿A dónde vamos primero?
Hanna vivía en Shinjuku por lo que todos estaban completamente confundidos de a donde ir.
—Sólo síganme —dijo—, los buenos.
—Ja-ja-ja —el diablito se cruzó de brazos—. Muy graciosa.
Todos se soltaron a reír entonces, fue cuando Hanna les contó una idea que tuvo y como los niños traviesos que eran, luego de aceptar su idea, todos corrieron a sus puestos.
—¿Bueno?
Shinichiro frunció el ceño y abrió la puerta.
—¡¿DULCE O TRUCO?!
Vio a sus dos hermanitos y a Keisuke así que se puso una mano en la cadera, se suponía que tenían que estar adentro, pero al parecer estaban tratando de hacerle una broma.
—¿Dónde está Hana〰️♡?
—¡Abraquedabra!
—¡Así no es! —chilló Emma cuando la pelinegra saltó de atrás del pelinegro.
El pelinegro se volteó a ver a la brujita morada con una sonrisa.
—De verdad —cargó a Hanna en sus brazos—. ¿Ya están listos para comer?
—¡Sí! —corearon.
Los cuatro amigos charlaban animadamente mientras se dirigían hacia afuera luego de comer. Hanna sintió una calidez en el pecho, rodeada por las risas y el crujir de las hojas bajo sus pies.
—Entonces tu amigo... ¿Sieshu?
—Seishu —la corrigió—, sí, él estaba conmigo esta mañana.
Como les decía, Halloween siempre había sido su segunda fiesta favorita, esperaba que disfrutaran demasiado este día.
—¿A qué casa vamos primero?
—Donde los Tanaka —señaló—, son los dueños del arcade donde... No importa.
Mikey y Keisuke se acercaron a ella con curiosidad.
—Les digo, cuando vengo siempre me dan muchos dulces —señaló su bolsa—, es impresionante.
Su primera parada fue la casa de los Tanaka. La pareja de ancianos siempre había sido generosa con sus caramelos, y su jardín era una cornucopia de adornos de Halloween.
—Asombroso —murmuró Baji viendo un muñeco de Chucky colgado en la entrada.
—¿Verdad?
Él la miró con una gran sonrisa al asentir.
—Cuando tenga su edad espero ser así —sonrió—. ¡Y vivir todos los halloween al máximo!
Al menos eso esperaba.
En cuanto llamaron a la puerta, ésta se abrió de par en par, dejando ver un pasillo cubierto de telarañas con velas parpadeantes que proyectaban sombras espeluznantes.
—¿Qué tenemos aquí?
—¡Señores Tanaka, dulce o truco!
La señora Tanaka, vestida de bruja como ellas dos, cacareaba y repartía golosinas con una mano temblorosa que hacía chillar de alegría a los niños.
—¡Gracias!
El señor Tanaka, una momia silenciosa, les hizo un gesto de aprobación con la cabeza antes de verlos salir corriendo hacia la siguiente casa.
—Emma —susurró en el oído de su amiga—, siento que me están observando.
Quizá, porque había un pelirosa observando a unos metros de ahí.
—¿Hm? —ella se volteó hacia atrás, pero no vio nada.
El cuarteto se trasladó de una casa a otra, con las bolsas repletas de azucarados botines. Cada porche era una nueva aventura, cada disfraz era una puerta a un mundo diferente.
¿Podría ser...?
Sin embargo, entre las risas y la emoción de la noche, Hanna no podía evitar la sensación de que la estaban observando. Veía a Keisuke y a Mikey mirándola de reojo, con expresiones ilegibles.
—¿Recuerdas a ya sabemos quién? —inquirió a la rubia, ella asintió—. Creo que es él.
Hanna creía que les gustaba a ambos, pero no quería ser la causa de ningún problema entre ellos así que era un secreto que llevaba consigo como una piedra preciosa, pesada y cálida.
Quizá en el futuro todo sería más fácil... ¿O no?
—¿De verdad? —Emma se cubrió la boca—. Qué miedo...
Al doblar la esquina, la calle se oscureció, las luces se hicieron más escasas y las risas de otros niños se desvanecieron en la distancia. Hanna sintió un repentino escalofrío que nada tenía que ver con el aire otoñal. Una figura más alta que ella y sombría surgió de la penumbra.
—¡Booo!
—¡Ahh!
Hanna golpeó a la persona que la asustó, sólo para encontrarse con Akira, su peliblanco amigo.
—¡¿Qué te pasa —lo volvió a golpear—, estúpido?!
Mikey y Baji abrieron grande los ojos ante esto, ambos pensaron lo mismo.
¨Qué agresiva, me encanta♡¨
—¡Ay, casi me matas! —se quejó, tocándose el abdomen donde lo golpeó—. Bruta.
—Ay bruto tú, es que me asustaste —frunció el ceño—. ¿Qué haces por aquí?
—Yo sólo —miró de reojo a la rubia a su lado—, estaba sacando a pasear a Ashido.
—Cuando dices eso siento que estás sacando a pasear un perro —se quejó la rubia—. Idiota.
—Perdón —hizo una mueca—. No era esa la intención.
La mirada de Akira se fue hacia los otros dos, miró mal a Manjiro y le sonrió a Keisuke.
Sí, a Akira le caía mal Manjiro Sano.
De hecho era quedarse corto.
Lo detestaba abiertamente.
El aire se puso tenso por un breve momento antes de que se diera la vuelta, despidiéndose, para marcharse con Ashido de la misma forma en que llegó.
—Está loquito —miró a Emma con una mueca—. ¿Qué podemos hacer?
Una chica se acercó a Baji a coquetearle, ella inconscientemente apretó la mano del pelinegro, haciendo que la chica dudara.
—¿Hm? Oh... Somos amigos.
Hanna sintió una punzada en el pecho cuando lo oyó decirle eso a la niña.
—¿Estás bien?
A Hana le gustaba Keisuke, de verdad, pero Mikey... había algo en su sed de poder que era difícil de resistir.
—Sí —le sonrió a Emma.
Simplemente le dolía la cabeza cada vez que pensaba en eso, aunque no podía ni quería escoger entre ellos. Al menos no todavía.
Quizá algún día.
—Estoy bien.
Pero Emma la conocía mejor de lo que podía imaginar.
—Nos vamos a adelantar, chicos —anunció Emma, jalando a Hanna—, nos vemos más allá.
Mikey la observó confundido mientras Hana era arrastrada por Emma.
—¿Estás celosa?
—No puedo estarlo —bufó, cruzándose de brazos—, él tiene razón.
¿Por qué le molestó decir eso?
—Somos amigos —se alzó de hombros.
Cuando notó que los otros dos estaban demasiado concentrados en peleas entre ellos por tonterías como para verlas, Emma se giró a verla con seriedad, impropia de una niña de su edad.
—Aún te gusten ambos —murmuró en voz baja—, ¿no es verdad?
Hanna asintió, sintiendo que se le quitaba un peso del pecho.
—¿Qué vas a hacer?
A Hanna le dio un vuelco el corazón.
—No lo sé —murmuró—. Pero lo averiguaré algún día... de algún modo.
Más tarde, mientras Haruki y Shinichiro caminaban ligeramente más atrás, Emma decidió que era raro que duraran tanto tiempo ahí solas y se acercaron a ellos de nuevo.
—Ey, Hanna —Keisuke se acercó de la nada, algo tímido—. Sabes que me gustas, ¿verdad?
Su corazón se saltó un latido, ella entreabrió los labios, lista para decir algo.
—Eso no le dijiste a esa chica —fue lo que dijo Emma, dejándolos boquiabiertos—. Ven, Hanna, no te juntes con esta chusma.
Hanna soltó una risa mientras iba con ella.
—¡Chicos —Mikey les gritó más adelante—, vengan a ver esta casa!
Los tres se giraron a verlo, sorprendidos ante aquella casa, la decoración que tenía hizo a todas las demás completamente palidecer.
—Bienvenidos, pequeñines —una voz profunda salió de la nada cuando la puerta se abrió—. Huh...
Una figura de esqueleto se asomó, Hanna sintió un frío en su espalda, pero ninguno gritó, sólo observaron el esqueleto en silencio.
—Aquí tienen —un hombre en sus treintas se asomó detrás del esqueleto con una sonrisa sacó un bowl y les dejó que sacaran cuantos dulces quisieron—. Es impresionante ver que no gritaron.
—¡Somos valientes!
Baji sostuvo la mano de la pelinegra y miró al señor, el corazón de la pelinegra comenzó a latir y no era por la emoción del dulce. Las palabras de Keisuke seguían rodando en su cabeza.
A diferencia de Mikey, Baji nunca se quedaba callado.
Bueno o malo, la realidad es que ese niño siempre hablaba hasta por los codos, lo miró de reojo. Aunque, se decía ella, con esa voz, ella tampoco se callaría ni una sola vez.
—Qué valientes, muchachitos...
Y no había escuchado su voz más adelante por la que, en el futuro, babearía.
—Bueno —luego de agradecer al hombre, miraron en silencio la calle que faltaba—, ¡a conquistar este barrio también!
Con eso, los cinco continuaron en su búsqueda por dulces, gritando ¨dulce o truco¨ por cada casa que iban pasando, entre risas y bromas.
No quería que la noche terminara.
Sólo eran niños ese día. De hecho, en el futuro, Hanna recordaría esos días con una sonrisa porque cada halloween marcó una etapa distinta en su vida.
—¿Estás bien?
Emma la observó curiosa cuando la vio detenerse en frente de la casa, la cual cuando la puerta se abrió, se toparon con un enorme monstruo.
—Es sólo que —la miró con una sonrisa—, ¡esto es muy divertido!
Emma soltó una risa, contagiándolos a todos.
—Ustedes tienen el espíritu de la noche —la mujer con aspecto amable que era dueña de aquella casa sonrió—. Aquí —les dio a cada uno una barra de chocolate tamaño rey.
—¡Whoa, muchas gracias!
Los ojos de Hanna, que amaba el dulce, brillaron esa noche de modo que ambos chicos le vieron felices. La mujer le guiñó el ojo a Hanna cuando notó esto y ella se sonrojó.
—¿Vamos al parque? —preguntó Keisuke, tocando la mano de Hanna y entrelazando sus dedos.
La tensión creció.
Mikey también la sintió, mirando al uno y al otro con el ceño fruncido.
—¿Hm?
Emma miró a su hermano.
—Vamos —Hanna se soltó de Baji y fue con Emma, nerviosa—. ¡Al parque!
—Buena idea, chicos —Shinichiro notó la tensión y habló, un poco alto, atrás de ellos—. Probablemente podamos ver algo espectacular.
Mientras cierto pelirosa la observaba en silencio desde la otra calle con las manos en los bolsillos, su hermana sólo lo miraba a él con curiosidad, tratando de entender qué veía.
—Y entonces el chico me dijo...
Hanna miró a Shinichiro y Haruki, aunque ambos estaban enamorados el uno del otro seguían siendo amigos por temor a arruinar su amistad, como ella con ese par. Keisuke tomó su mano.
—Hanna —estaba nervioso—, tenemos que hablar.
Probablemente fue lo que dijo Emma.
—Ahora no —miró a Mikey hablando con Emma—, más tarde... En casa.
Keisuke, por supuesto estaba nervioso por lo que dijo Emma, se había preguntado cómo debió haber respuesto a aquella chica entonces. Sus ojos buscaron lo de ella y cuando los halló, asintió.
Podrían pretender que todo estaba bien un rato más.
Había un laberinto en las atracciones que pusieron para ese día, Shinichiro (que amaba verlos gritar) no dudó en comprar las entradas. Los hizo hacerse en pares, fue muy sencillo, Haruki y él irían juntos, Emma y Mikey también, por lo que el par de pelinegros quedaron emparejados.
De algún modo, pensaba Haruki, Shinichiro shippeaba a Keisuke con Hanna.
—Ten cuidado —Shinichiro le pasó la mano para que entrara con él—, agárrate de mí.
Ella iba más por Mikey, pero a la final, sería quien Hanna escogiera.
Ambos eran buenos chicos para Haruki, ella sólo quería que su hermanita fuera feliz.
—Tú también —sonrió burlona—, rey débil.
Shinichiro sonrió ante el apodo y continuaron adentrándose en el laberinto.
—¿Qué crees que encontremos aquí, Emma?
—Espero que no encontremos nada muy terrible...
Por otro lado, Mikey y Emma iban curiosos del camino.
—No veo nada aquí —murmuró la ojigris en una parte oscura.
Keisuke la seguía atrás, cerca, muy cerca.
—Yo menos.
Sus manos se rozaban en la oscuridad, podía sentir sus ojos sobre ella, pero mantuvo su mirada al frente, concentrándose en los giros del camino que había adelante.
—Ay —se cayó.
—Cuidado —masculló el pelinegro, sosteniéndola de la mano—. Mejor no me sueltes, Hana.
—Bien.
Cuando por fin salieron del laberinto, riendo y sin aire, Mikey estaba esperándolos con una mirada seria que se fijó enseguida en sus manos entrelazadas.
—¿Mikey? —Hanna ladeó la cabeza—. ¿Qué pasa...?
—Nada —dijo tan rápido que la sorprendió.
Luego vio a Shinichiro mirarlo confundido.
—Me asusté ahí adentro por un momento —mintió el rubio—. ¿Ustedes no?
—Hanna se cayó del susto —Keisuke se burló—, la hubieras visto.
—¡Oye!
Luego de perseguirlo un rato, Hanna sonrió.
—Sí me caí —afirmó—, pensé que me había roto el peroné, pero no.
Hanna se echó a reír, Baji la siguió mientras Mikey los miraba serio.
—Oh, vamos, estuvo chistoso —Emma se soltó a reír y codeó a Mikey—, no seas aguafiestas, Mikey.
Finalmente todos llegaron a la casa de los Sano, habían caminado por horas prácticamente, harían una pijamada esa noche después de comer.
—Finalmente en casa —Haruki fue la primera en dejarse caer sobre el sofá—. ¡Estoy exhausta!
La noche había terminado, pero el verdadero truco no había hecho más que empezar.
—¡Ah, ahí viene el monstruo jala cabellos —esto ya era tradición—, Emma!
—¡Ven aquí, Baji!
Un rato más tarde Hanna, Emma, Mikey y Keisuke estaban sentados en el salón, con los disfraces un poco andrajosos y las bolsas rebosantes de caramelos, cuando tocaron a la puerta de la nada.
—Entonces —dijo Mikey, con una voz mezcla de emoción y nervios—, ¿quién va a ir?
Hanna respiró hondo.
—Yo —dijo, poniéndose de pie.
Sintió los ojos de los tres chicos clavados en ella mientras se dirigía a la puerta.
—No peleéis, ¿vale?
Todos asintieron solemnemente. Sabía que no era tan sencillo, pero esperaba que sus palabras tuvieran algún poder. Con una sonrisa temblorosa, abrió la puerta y se encontró con una sorpresa: una niña vestida de calabaza que pedía dulces en el porche.
—¡Oh —exclamó Hanna, con las mejillas sonrojada—, se me olvidaba!
Se apresuró a coger los últimos caramelos del cuenco de la mesa. La niña abrió mucho los ojos y extendió la bolsa con impaciencia.
—Que los disfrutes —le sonrió, pero la chica no respondió nada.
¿Será muda?
Hanna le echó otro puñado de caramelos con pesar y la vio alejarse a toda prisa antes de volverse hacia sus amigas.
—Bueno —hizo una mueca—, eso fue anticlimático.
Pero la tensión en la habitación era tan densa como la niebla que había entrado. Keisuke fue el primero en romper el silencio.
—Hanna, sólo quiero que sepas que —dijo, con mirada sincera—, pase lo que pase, sigues siendo mi mejor amiga.
Mikey la miró con una sonrisa esperanzada.
—Y quizá, sólo quizá —añadió, con la voz apenas por encima de un susurro—, tú y yo podríamos ser más que eso.
Shinichiro se aclaró la garganta.
—No nos adelantemos.
Este par de niños...
—Aquí todos somos amigos —dijo, con los ojos clavados en Mikey—. ¿Verdad, Hanna?
—Sí...
Luego de eso todos se sentaron a comer mientras discutían que iban a hacer en esa pijamada.
Pero Hanna sabía que algo más se cernía sobre ellos.
Lo sentía en la forma en que sus miradas se detenían, en las palabras no dichas que flotaban en el aire. Sabía que tenía que tomar una decisión, pero la idea de hacerles daño era insoportable.
No quería lastimar a Mikey.
Sus ojos grises recorrieron la habitación en busca de una respuesta, pero todo lo que encontró fueron reflejos de su propia incertidumbre.
—Um —Keisuke la miró—. ¿Mi mamá me mima?
Todos se echaron a reír por lo que dijo Baji.
—Hanna —le hizo una seña.
Hanna sintió el peso de la noche en sus hombros. Había llegado la hora de hablar, pensó, miró a su amigo un momento antes de asentir y señalar el patio con la mirada.
—Vamos al patio —señaló y Keisuke asintió—, es más callado.
Baji asintió con un poco de esperanza y miedo a la vez, se escaparon en silencio con cuidado de que Mikey o Emma se fueran a dar cuenta. En medio del patio, Hanna se sentó entonces en el pequeño pórtico, mirando al cielo estrellado.
—Hanna —él comenzó—, sé que tienes siete y yo ocho, pero...
Tengo sentimientos por ti.
Los ojos grises encontraron los marrones y ella sonrió.
—Yo también me siento igual —dijo suavemente—, pero no sé si sea del mismo modo.
Él buscó su mano y Hanna las observó en silencio.
—Está también Mikey...
—Lo sé.
Keisuke miró su mano sobre la suya.
—Quiero a Mikey también —dijo con una pequeña sonrisa—, todos somos amigos. ¿No?
—No quiero perderte —susurró.
—No me vas a perder, tontito —sonrió—. Siempre seremos amigos, no importa qué.
Keisuke se inclinó hacia ella, por un momento creyó que quizá iba a besarla, probablemente lo haría si no fuera porque Haruki salió también. Ambos se apartaron sonrojados, sintiéndose culpable de un crimen que nunca cometieron.
—¿Qué está pasando aquí? —canturreó, divertida por sus rostros rojos—. ¿Por qué tan callados?
—Nada —respondió rápidamente—, sólo hablamos.
—¿Podemos entrar?
Mikey se asomó detrás de Haruki junto a Emma.
—Vamos a ver la película.
—¡Yeeep!
Ambos sintieron, levantándose, Haruki sonrió mientras ingresaban de vuelta a la casa.
—Fue el mejor halloween —miró a Mikey—, ¿no?
—¡Sí!
Todos comenzaron a hablar de sus decoraciones favoritas o los disfraces de otros niños.
—Es bueno que sean amigos —Haruki les sonrió—, así nunca estarán solos.
—Por supuesto —Emma abrazó a Hanna con una gran sonrisa—, siempre estaremos los unos para los otros.
Mikey y Baji se miraron entre ellos antes de sonreír.
—¡Siempre!
Hanna dijo que había olvidado algo y se salió a respirar el aire de la noche, dejando que el frío la envolviera como una segunda piel, calmando sus agotados nervios.
—Hey.
Baji se adentró en el jardín, con el susurro de las hojas bajo sus pies como único sonido en la silenciosa noche.
—¿Hm?
La luna estaba alta y proyectaba un resplandor plateado sobre las calabazas alineadas como centinelas.
—Sé que esto es duro —Hanna se giró a verlo—, pero no puedo evitar sentirme así.
—Ni yo —Mikey salió de atrás de ellos—. Hanna...
Hanna sintió un nudo en la garganta y apartó la mirada de ambos. Quizá su corazón ya había hecho una elección y ella se estaba rechazando a sí misma.
—Me gustan los dos —murmuró con la voz temblorosa—. Pero no puedo elegir, no quiero...
No quiero tener que demostrar mi debilidad.
—No quiero perder a ninguno de los dos —fue lo que dijo.
Los dos chicos se miraron, con una expresión de sorpresa y dolor. Por un momento, pareció como si el mundo hubiera dejado de girar, como si el aire mismo contuviera la respiración.
Quizá en un futuro...
Entonces, Mikey dio un paso adelante.
—No tenemos que pelear —fue firme—. Podemos simplemente... ser.
Keisuke asintió lentamente.
—Por ahora, disfrutemos de ser amigos —propuso el pelinegro—. Quizá con eso basta.
Estaban los tres en el jardín, unidos por un amor tan complicado como puro. Y mientras se miraban a los ojos, Hanna sintió que se apoderaba de ella una extraña sensación de paz.
Al menos por esta noche, no tenía que elegir.
El trío se apoyó el uno en el otro, haciendo un pacto silencioso bajo la atenta mirada de la luna.
—Vale —murmuró, con una pequeña sonrisa en los labios—, sí.
El peso de las palabras no dichas flotaba entre ellos, pero por ahora era un abrazo suave y no una carga aplastante.
No tenía que arruinarlo todo.
Hanna respiró hondo el aire fresco de la noche y sintió que la tensión de su pecho se relajaba ligeramente.
—Seamos amigos.
Keisuke extendió la mano y apretó la suya, con sus ojos marrones serios.
—Amigos —aceptó.
Mikey asintió, sus ojos negros brillando con una mezcla de esperanza y aceptación.
—Sí —sonrió—, amigos.
Los tres se volvieron hacia la casa, ahí encontraron a Haruki esperándoles, con su disfraz de vampiro algo menos intimidante bajo la suave luz. Ella enarcó una ceja al ver la expresión de Hanna, pero no dijo nada, solo le ofreció una taza de sidra caliente.
—Habrá que hacer algo el próximo año —propuso—, ¿de qué...?
Emma miró a Hanna con una sonrisa cómplice mientras daba un sorbo a su bebida.
—Todo saldrá bien —susurró la rubia.
Hanna asintió, bebió un sorbo y sintió que el calor la invadía.
—Sí.
Tal vez, sólo por esta noche, bastaría con ser una brujita, navegando por el laberinto del amor y la amistad sin enredarse en las espinas, pero Hanna sabía que sólo había pospuesto lo inevitable.
—Todo saldrá bien —ella le sonrió a Emma.
Aunque en el futuro tuviera que tomar una decisión, miró al par de chicos, estaba segura que todo saldría bien de algún modo. Confiaba en que podrían superarlo todo con su amistad.
—¡Mikey —gritó Shinichiro—, no esa película otra vez!
Cuando todos estuvieron reunidos de nuevo en la sala, las risas y el aire a palomitas hicieron que la tensión desapareciera poco a poco.
—¡Pero, Shin-!
Hanna se acurrucó en el sofá, acurrucada entre Keisuke y Mikey, con Emma, Haruki y Shinichiro al otro lado.
—¡Pero nada!
El corazón le latía con fuerza en el pecho, consciente de la cercanía de los dos chicos, pero sentía una calidez que la invadía, una sensación de pertenencia que apreciaba.
—Vamos a ver una película de —Haruki movió sus manos como dándole suspenso—, terror.
La película continuaba, la trama de fantasmas y aventuras era una grata distracción de su propia maraña.
—¡Ahhh! —Keisuke se echó las palomitas encima.
—¡Baji!
Hanna pensaba en el futuro, en los días en que los disfraces y los caramelos no bastarían para ocultar sus sentimientos. Una parte de ella deseaba poder congelar el tiempo para conservar esa inocencia para siempre.
Pero sabía que la realidad llamaría a su puerta.
Cuando empezaron a rodar los créditos, la habitación se quedó en silencio. Keisuke cogió un puñado de palomitas y su mano rozó la de ella.
Creando esa chispa que siempre estuvo y estaría ahí.
Fue un pequeño gesto, pero les produjo una sacudida en todo el cuerpo y Baji la miró a los ojos.
—Qué película —murmuró Haruki, viéndolos con una sonrisa.
Hanna miró a Mikey cuando sintió como se movió, el rubio miraba el cuenco vacío, con una pizca de tristeza en los ojos.
Era como si supiera lo que ella estaba pensando.
—Bueno...
Shinichiro se levantó, estirando los brazos por encima de la cabeza.
—Ha sido un buen susto —dijo, intentando romper el silencio—. Pero es hora de irse a la cama, pequeños.
Hannah asintió, sus ojos cayendo a su regazo. Sabía que necesitaba consultarlo con la almohada, para averiguar lo que realmente quería. Cuando todos se dispersaron hacia sus habitaciones, no pudo evitar una sensación de aprensión mientras veía a Emma dormir.
—What should I do? I like both, but... My heart says another thing —miró al techo—: ¿Qué debería hacer? Me gustan los dos, pero... Mi corazón dice otra cosa.
Una vez en la cama tenía la mente a mil por hora.
—Agh, I truly have no idea —le susurró de vuelta—. Agh, realmente no tengo idea.
Keisuke era su mejor amigo, la conocía bien, aunque sabía lo fuerte que era y la dejaba ser ella igual la cuidaba y protegía siempre, además la amabilidad del pelinegro le llenaba el corazón y el calor de su mano era... Muy Baji.
—The heck is going on with my mind? —se palmeó la cara—. ¿Qué demonios pasa con mi cabeza?
Contrario a eso estaba la sonrisa de Mikey, su sofocante personalidad que la hacía sonreír siempre, aunque sus celos la aterraban y la cruda vulnerabilidad de su voz. Su liderazgo y la idea de liderar el mundo juntos siempre la hacían dudar.
Era una elección que no estaba preparada para hacer.
Dando vueltas en la cama, finalmente se durmió con el sonido lejano de un viento aullante, sus sueños llenos de susurros de fantasmas y ecos de palabras no dichas.
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31 de Octubre, 2000
La vida continuó y antes de que lo supieran un nuevo halloween había llegado a sus vidas.
—Mamá —Hanna, de ahora ocho años, miró en silencio las fotografías de su fallecida madre—. ¿Es el cielo como dijiste? ¿De verdad cantan ahí todo el día?
Sus ojos se cristalizaron.
—Yo... Me siento vacía —se tocó el pecho—. ¿No hubiera sido mejor si no me tenías? Estoy... segura que habrías vivido más.
Era su culpa.
Su madre murió por su culpa.
¿Por qué no moría ella mejor...?
—¡Hanna!
La pelinegra alzó la mirada, poniendo su mejor sonrisa en su rostro mientras veía su reflejo en el espejo. Los ojos grises en el espejo la veían con disgusto, apretó su mandíbula.
Eres horrible, Hana.
¿Por qué respiras?
No mereces vivir.
—¡Basta, cállense! —se cubrió los oídos mientras respiraba con dificultad—. No es cierto, Shin dijo que no es mi culpa.
—¡¿Hanna?!
La pelirroja se asomó, preocupada al no verla asomarse. La pelinegra se enderezó y la volteó a ver con una gran sonrisa aunque sus ojos estaban desorbitados.
—Haruki, lo siento, no escuché —se rascó la mejilla—. ¿Qué decías?
—Todos... Ya están listos ——dijo Haruki, quien había decidido disfrazarse de bruja esta vez—. Ven.
Este año era la tercera vez consecutiva que decidieron celebrarlo juntos. El último año había sido una locura, tantas cosas buenas y malas pasaron.
—Ah —apretó su sonrisa un poco, evitando verse al espejo—, sí, vamos.
En contraste, Hanna era una linda e inocente dama medieval ya que Emma sería una princesa.
—¿Estás bie-?
—Estoy bien.
Haruki la miró en silencio y le sonrió, sabiendo que por más que actuara fuerte, la menor extrañaba a a su madre.
—¿Están listas? —Shinichiro, disfrazado de caballero medieval, se asomó por la puerta—. Qué bonitas están hoy.
Igual que Hanna este año, Shinichiro y Mikey también perdieron a su madre el año anterior tras una larga batalla con una enfermedad terminal.
Estaban, de algún modo, un poco rotos.
—Gracias —la voz de Hana fue seca.
Los mayores se vieron entre ellos, confundidos, Hana se desvivía por Shinichiro, pero a veces actuaba diferente. Era extraño, pensaban, como si algo la poseyera por momentos.
—¿Todo bien?
Sus ojos se detuvieron en Haruki un momento más de lo habitual, sus sentimientos hacia ella se arremolinaban en su pecho como un tornado de emociones que aún no sabía cómo manejar.
—Sí —Haruki apretó sus labios cuando Hanna fingió estar bien y salió del cuarto—. Está...
—Lo entiendo —le dedicó una pequeña sonrisa comprensiva—, es normal en su situación.
En la sala, Draken de vampiro, Mikey, disfrazado de príncipe y Emma de princesa, hablaban con calma de sus peleas ganadas cuando Hanna entró a la sala.
—Hey —saludó en voz baja, su sonrisa era tenue.
Mikey estudió a Hanna tan pronto la vio, ella le ofreció una sonrisa amistosa que hizo a Keisuke sentir una pequeña pizca de celos.
—¿Qué están haciendo? —inquirió.
El resto del año todos eran más calmados dentro de lo que podían siendo ellos mismos, pero la noche de halloween era especial para ellos.
Una noche mágica que descubría sus corazones por completo.
—No mucho —comentó—, te estábamos esperando.
Keisuke iba disfrazado de ninja, planeaba atraer la atención de Hanna sin causar una escena.
—Ah —Hanna miró a Keisuke—, perdón por tardarme.
—No te preocupes —le sonrió—, esperaría toda la vida por ti.
Hanna sonrió por breves segundos haciendo que Mikey rodara los ojos.
—Nada —Draken la miró perspicaz—. ¿Todo bien?
Luego de la muerte de su madre se habían comenzado a tratarse como hermanos.
—Todo bien —se rascó la mejilla, todos lo notaron—. Nunca he estado mejor.
Draken la consideraba algo molesta de vez en cuando y trataba siempre de mantener su reputación de chico malo, pero no podía evitar preocuparse por ella.
—Hm —les sonrió—. Se me cayó un diente el otro día por culpa de alguien.
—¿Por quién?
—No diré nombres, pero estoy mirándole.
Miró a Baji de reojo.
—Qué raro —Keisuke silbó—, hay que tener cuidado con esas personas.
Ella lo miró con el ceño fruncido, ya que él fue el culpable de la terrible situación, los chicos se echaron a reír mientras negaban con la cabeza.
—¡¿Oyeron eso?! —Shinichiro se asomó con una sonrisa entusiasmada—. ¡Es el sonido de un halloween asombroso!
—¿Qué haremos esta vez?
—Ni idea —murmuró Draken, bostezando—, yo sólo vine por la comida.
—No seas así, tótem.
—Cállate, enana —rodó los ojos y miró a Emma—. ¿Y bien?
—Vamos a salir a recoger dulces como siempre —dijo Emma con una sonrisa—. ¿Verdad, Han?
—¿Hm?
Hanna ocultó su dolor detrás de un velo, era algo que con el tiempo haría más seguido hasta el punto en que incluso ella conseguiría engañarse a sí misma. Cuando Emma la codeó, asintió.
—Sí —sus ojos brillaron traviesos—, amo los dulces, imposible dejar pasar esto.
Hanna no amaba los dulces, los amaba, podía comer cien mil dulces en un día (siendo exagerada) y ni siquiera sentir que fueron suficientes.
—Necesito dulces suficientes para que me duren hasta el otro año.
Un día probablemente le cobraría factura, se decía, pero ese día no era hoy, ese era su lema diario.
—Bueno, pequeños monstruos —Haruki se puso las manos en las caderas—. ¿Listos para algo de acción?
—¡Sí!
Todos, menos Draken, gritaron. Hanna hizo una mueca.
—Todo bien —Shinichiro sonrió—, sólo no causen muchos problemas esta noche.
—Pfft, como si tú —Haruki lo molestó—, no hubieras causado problemas a su edad.
—Eso es diferente —le sonrió coqueto, la pelirroja alzó la ceja—, como sea, vamos...
De nuevo, si Wakasa y Benkei le vieran en ese momento habrían bromeado de que finalmente el ¨rey¨había hallado a su verdadera contraparte.
—Sí, mi reina —hizo una reverencia—, como usted diga.
La única mujer capaz de hacerle frente e incluso hacer que el que fue líder de la pandilla más grande de Tokyo temblara, no sólo de admiración sino también de terror.
—Vamos, pequeños gremlins —señaló la puerta—. Hora de emprender nuestro viaje.
El pelinegro miró al pelinegro menor y le guiñó el ojo, haciendo que sonriera y mirara a Hanna.
Shinichiro era de quien Baji aprendía a conquistar a Hanna.
—Muy bien —Hanna miró a Emma mientras le enseñaba su brazo—. Princesa, ¿le gustaría ser escoltada por esta humilde servidora?
—Oh, absolutamente, mi querida amiga —Emma soltó una risita, enganchando sus brazos con los de la pelinegra—, vamos allá.
—¿Huh? Yo quería escoltar a Hanna, digo —el ninja carraspeó—, er, la bella dama.
—Baji, tú eres un ninja —se burló Emma—. Debes ir sigiloso.
—Sí, sí —Hanna sonrió—. Vamos yendo mejor.
—Creí que querías ser una ninja —susurró.
Hanna le guiñó el ojo con una sonrisa.
—Tenemos un barrio que conquistar —anunció—, antes de que se acaben los dulces.
El grupo finalmente salió de la casa de los Sano entre risas y bromas, a medida que pasaban las casas de Shibuya y sus bolsas de dulces se iban llenando, Hanna iba sonriendo, se sentía bien ser una niña por un momento.
—Ah, Mitsu-kun no pudo venir —bufó Hanna—. El otro día lo pateé y se enojó...
—¿Y por qué lo pateaste? —Draken la miró confundido.
—Hm...
Ella se alzó de hombros mientras metió sus manos a sus bolsillos.
—No me acuerdo —murmuró, pensativa—. Estaba diciendo algo y se me olvidó qué era....
—¿Qué? —Emma soltó una risa.
—No sé qué estoy diciendo —confesó la pelinegra entre risas.
El grupo de amigos era algo extraño, ellos eran extraños, pero Mikey los adoraba. Ese año Shinichiro y Haruki prepararon algo especial sin decirles a ninguno, simplemente los irían guiando mientras recogían los dulces, en silencio.
—¿Dulce —corearon las chicas—, o truco?
—¿Qué pasa —le preguntó Draken a Mikey—, si alguien escoge truco?
—Baji y yo hacemos un truco —nunca les habían dicho truco—, supongo.
—No, Mikey —Hanna soltó una risa—, eso significa que puedes hacerle una travesura a la persona.
—¡¿En serio?!
El rostro de Mikey se volvió el mismo que hacía cuando veía la banderita de su omurice ante la idea.
—¡Escoja truco, por favor!
—No —Hanna lo miró, haciendo un puchero—, yo quiero mis dulces.
El chico vio la sonrisa de Mikey y suspiró.
—¿Quieres que escoja ambos, verdad?
La sonrisa de Mikey se agrandó y asintió.
—Quizá —sus ojos brillaban de una gran travesura—, si no quieres que te golpee.
Todos hicieron una mueca al escucharlo, Shinichiro y Haruki estaban muy atrás así que probablemente sería capaz de hacerlo sin que lo vieran.
—Sería mejor...
Draken lo convenció de darles los dulces y pedir truco rápido para que pudieran irse de ahí.
—Okay —aceptó.
Hanna y Emma se apartaron de ellos, felices con sus dulces, sin mirar la travesura de Mikey.
Siempre siento...
Que alguien me está...
Observando...
Tras al menos una hora y media caminando por las casas pidiendo dulces, Haruki y Shinichiro se acercaron a ellos con una sonrisa.
—Oigan —Shinichiro sonrió—. Adivinen qué haremos ahora.
—¿Comer? —murmuraron Mikey y Hanna, mirándose de reojo.
—Par de hambrientos —Draken chasqueó la lengua—, sólo piensan en comer.
—No es eso —Shinichiro se rió—, ¿quién quiere algo de diversión?
—¿Diversión? —Mikey lo miró curioso.
Tras un par de intentos fallidos, Shinichiro decidió que quizá las adivinanzas no eran lo suyo.
—Tú dedícate a las motos —la pelirroja le dio una palmadita en el hombro—, esto no es lo tuyo.
Haruki decidió decirles de una vez que irían a un parque de diversiones, cosa que los hizo emocionar.
—Correcto, pequeños gremlins —Shinichiro esbozó una gran sonrisa—. ¡Vamos allá!
Haruki le vio con su corazón cálido, realmente le gustaba, era una lástima que aún no se sintiera segura de sus sentimientos. Miró a Hanna que saltaba con Emma maravillada por la idea.
—¡Yo llego primero!
Hanna saltó a correr.
—¡Eso es trampa! —le gritó Emma, saliendo detrás de ella—. ¡Ven aquí!
Shinichiro suspiró.
Realmente tenían demasiada energía.
Mikey, Hanna y Baji fueron los primeros en llegar.
—Ey —Baji la apartó del rubio, que solo ladeó la cabeza—, respira, respira.
—Estoy bien —susurró—. Descuida.
Finalmente cuando todos estaban juntos, Shinichiro pagó las entradas y les dejaron entrar, las primeras atracciones fueron suaves, finalmente llegaron ahí.
—¡Ah!
Hanna se agarró del brazo de Mikey cuando Keisuke la asustó en la entrada de la casa del terror.
—¡Baji, idiota!
—¿Hah? —frunció el ceño y se acercó a ella—. ¿A quién llamaste idiota, idiota?
—¿Quieres morir, Baji?
—¿Tú me vas a matar —alzó una ceja—, Yagami?
Haruki jaló la oreja de la pelinegra entonces.
—No peleen —miró a Mikey—. Manjiro-kun, siéntate ahí y este par a un lado tuyo.
Todos se subieron al carrito entonces, Hanna en medio del par de amigos y se recostó en Mikey mientras Baji alzaba las manos disfrutando del viaje.
—¡Eso fue genial! —gritaron cuando el paseo por la casa del terror terminó—. ¡Qué divertido!
—Sí —Mikey suspiró embobado—, fue genial.
La había tenido tan cerca.
—Apenas estamos empezando —Keisuke, que notó su intención, jaló a Hanna hacia él—. ¿Sabes? Este parque en halloween tiene... algo mágico en el aire. ¿No?
—Tienes razón.
Hanna le sonrió.
—El amor está en el aire —silbó Emma—. En unos años se casarán y tendrán hijos.
—¡¿Qué?! —Mikey y Baji la miraron.
—¿Huh? Hablaba de Shinichiro y Haruki —mintió, señalando al pelinegro—. ¿Qué pensaron?
Mikey frunció el ceño mientras Baji apartó la mirada sonrojada, Shinichiro ocultó su sonrisa tras su mano al ver la travesura de su hermanita.
—Ustedes los niños son tan dramáticos.
Haruki se soltó a reír.
—¿Saben que si queremos ir a las mejores atracciones antes de que acabe la noche debemos movernos rápido?
El grupo continuó su camino por medio del parque, fue cuando vieron la rueda, Mikey y Keisuke miraron a Hanna, ella tragó fuerte.
No le gustaban las alturas.
—Hanna —Keisuke la jaló de la mano, casual—, vamos allá arriba.
—Ah...
—¿O te da miedo? —la miró con la ceja alzada—. ¿Eres una gatita asustadiza?
—¿Miedo? Pfft, para nada —fingió ser valiente y lo empujó—, anda, vamos.
Mikey se mordió el interior de la mejilla mientras veía como ingresaban solos a la cabina.
—¿Por qué no entraste con ellos —inquirió Draken, confundido—, Mikey?
—Ah —no lo pensé—. No quería, yo esperaré aquí, ustedes vayan.
Draken entró junto a Emma, los dos callados y avergonzados pero disfrutando el paseo, mientras un random de cabellos naranjas y Mikey quedaron solos abajo, viéndolos desde ahí.
—Hanna.
Keisuke se inclinó hacia la pelinegra que observaba maravillada la vista.
—¿Hm?
Cuando se volteó a ver, su rostro chocó con el del pelinegro, tan cerca.
—Hombre —masculló el chico.
Se lo había encontrado en la fila, no eran muy amigos, de hecho Mikey no sabía ni su nombre, pero quizá en el futuro sí que lo conocería. Al igual que el de su hermano menor.
—Qué suerte la nuestra.
Pero la mirada de Mikey en ese momento estaba en el cielo. Sabía bien que a Baji le gustaba Hanna, pero cada vez que lo veía tocar sus manos algo dentro de él se retorcía.
No sabía qué era y tampoco si quería averiguarlo.
Vio a Hanna inclinarse hacia Keisuke y susurrar algo en su oído, su agarre en la baranda se hizo más fuerte ante esta vista.
—Ah —las mejillas de Baji se pusieron rojas cuando la escuchó.
Cuando el viaje terminó y se bajaron, Hanna se acercó a Mikey.
—¿No entraron? —arrugó la nariz—. ¡La vista es asombrosa!
Keisuke se sonrojó.
Esas fueron las palabras que le dijo arriba.
Una parte de él quería creer que se refería a él y no a la vista general. Mikey apretó la mandíbula y sólo agarró al chico del hombro.
—Ven —lo jaló—, enseñemosle a este par cómo se hace realmente.
El chico lo vio confundido un rato antes de asentir con una enorme sonrisa característica de él.
—¡Muy bien!
Mientras subían, Mikey intentó ignorar ese sentimiento que comenzaba a crecer dentro suyo, los celos y la competencia que sentía cada vez que veía a Baji.
Está bien.
Ella es mía, yo lo decidí.
Lo será siempre.
No quería arruinar su amistad sobre cosas tan triviales, más porque Hanna lo odiaría si hiciera eso.
—¡Wow —el extra gritó asombrado—, realmente es genial la vista!
Mikey sonrió mientras veía el horizonte.
Él conquistaría todo Japón para ella.
Después de un par de atracciones más, llegó la hora de volver a casa para ver las películas que rentaron, pararon primero a comer algo en los puestos entre risas, bromas y uno que otro roce de Hanna entre el par de amigos que seguían luchando por su atención silenciosamente.
—Son como un gato —comentó Emma, viendo como peleaban de la nada—, y un perro.
Hanna le sonrió.
—Ya lo creo —murmuró, feliz de pasar el tiempo con sus amigos.
Cuando volvieron a la casa de los Sano pusieron una película de terror que los hizo gritar y tirar sus palomitas al aire, especialmente porque de un momento a otro las luces se fueron por un momento.
—No jodas, Baji —se quejó Hanna cuando encendió las luces de nuevo—. Haz eso de nuevo y te lanzo para la calle.
—¡Hanna!
—¡¿Qué?!
Hanna miró a su hermana.
—¡Él comenzó!
Baji sólo sonrió a Haruki, como a veces estudiaban juntos era algo bastante normal que pasaran tiempo juntos y ya se acostumbraran a eso, pero Haruki la regañaba cuando no estaban sólos.
—¿Por qué no vemos algo más... lindo? —propuso Emma en voz tímida—. Para quitarnos el mal sabor de la película.
Todos se miraron entre todos antes de asentir.
—Concuerdo.
—Mientras no sean princesas —murmuró Draken.
Shinichiro con una sonrisa puso una película de comedia romántica que a Haruki le gustaba y la abrazó por los hombros mientras veían cómo se acomodaron esta vez los chicos.
—Esta película es la mejor para esto —les sonrió—, pequeños gremlins.
Emma entre Draken y Mikey mientras Hanna estaba entre Mikey y Keisuke.
—Sandwich —murmuró la pelinegra—, de nuevo.
La lluvia afuera se había vuelto más calmada y era casi como una canción de cuna para todos en la pequeña fortaleza de cobijas y almohadas.
—Creo que no estás viendo la película —susurró—, Mikey.
—Sí la estoy viendo —balbuceó.
Hanna estaba ahí, en medio de Mikey y Keisuke que, en algún punto, terminaron abrazándola, con una sonrisa.
—¿Con los ojos cerrados?
—Obvio —sonrió, poniendo su rostro en el pecho de Hanna—, ¿tú no puedes?
Keisuke miró al par y se acercó a Hanna también, apoyando su rostro en su cuello.
—Yo también —dijo, su aliento haciendo que Hanna se tensara—, descargaré esa actualización.
En medio de la conversación sus respiraciones se sincronizaron, Hanna dejó de ver la película para mirar al techo.
—Hana —Keisuke susurró—, feliz halloween.
—Feliz halloween.
Sus pensamientos fueron a los halloweens pasados y sonrió, cerrando los ojos.
Mikey y Keisuke eran tan cálidos.
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31 de Octubre, 2001
La casa Baji era un lugar genial para Hanna, el sonido de las risas nunca le faltaban ahí, le gustaba pasar tiempo allí.
—¡Oh, Keisuke! —canturreaba mientras caminaba por el pasillo—. ¡Keisuke!
Se asomó en el cuarto del mayor, estaba peleando con su traje de vampiro, su pelo negro ya sobresalía en ángulos extraños de la capa de plástico. Las risas lo hicieron voltearse a verla.
—¿Qué?
—Esos colmillos lucen ridículos —soltó una risa mientras señalaba el set plástico que estaba intentando acoplar—. Ya tienes unos lindos colmillos por ti solo, ¿recuerdas?
Hanna se acercó al pelinegro frente al espejo.
—Oho, un vampiro que se refleja —se burló—. ¿Qué sigue? ¿Un vampiro sin colmil-?
Keisuke le dio una pequeña mirada por en reflejo antes de voltearse hacia ella, quitándose los colmillos falsos, ella se quedó en silencio al hallar sus ojos.
—Quizá te dé una probadita esta noche —Keisuke le dedicó una sonrisa, con los dientes sorprendentemente afilados para un niño de diez años—. Tú sólo muéstrame tu cuello.
Hanna sintió que un escalofrío le recorría la espalda y retrocedió un paso, sosteniendo la cesta delante de ella a modo de escudo.
—Yo creo que no —negó con las mejillas sonrojadas—. ¡Atrás, Drácula!
Pero a él no le importó así que siguió y le mordió el cuello más rápido de lo que ella pudo reaccionar, los dos se pusieron más rojos que un tomate.
—¡Kei!
En realidad sus sentimientos siempre estuvieron ahí después de todo este tiempo, pero eran demasiado tímidos para confesarlo.
Ojo: Para confesarlos, pero no para otras cosas.
—Ah...
Ryoko Baji, la madre de Keisuke, llegó justo a tiempo para ver el final de su juguetón encuentro, enarcando una ceja pero sin decir nada.
—Ustedes dos —se cubrió la sonrisa con la mano—, son los ¨mejores amigos¨ más extraños.
Había notado la forma en que Keisuke había mirado a Hanna a lo largo de los años y estaba feliz de ver que se llevaban tan bien.
—No sé de qué hablas, Ryoko-san —Hanna silbó—. Él me atacó, ¿sabes?
—¡Ella me lanzó la canasta!
Ryoko soltó una risa y negó con la cabeza.
—Fui atacada por un vampiro hoy —se miró el cuello en el espejo, rápidamente—, a lo mejor seré un vampiro mañana.
Ryoko sonrió y se fue a la cocina, Baji se inclinó hacia ella.
—¿Sabes? Ahora que serás un vampiro también —susurró, el corazón de Hanna latió fuerte—, podríamos pasar el resto de nuestras vidas juntos, para siempre.
Miró a Keisuke a los ojos y sintió esa chispa de nuevo, pero rápidamente recordó que aún no quería ser la novia de nadie.
—Sigue soñando, Drácula —lo empujó mientras se reía—. Estoy chiquita.
Él agarró su mano.
—Oh, vamos, Yagami —la miró a los ojos—, sabes que tú me quieres también.
—Sí, Baji, lo hago —él se sorprendió cuando la oyó decir eso, ella sonrió y agregó—: Pero no quiero ser lonchera de vampiro.
Le lanzó la cesta, de nuevo, él la esquivó entre risas y se acercó a ella, casi a la altura de sus labios, sus miradas se cruzaron. Estando tan cerca que sus respiraciones se mezclaron, y por un momento, el corazón de Hanna se aceleró.
—Keisuke...
—Respira —bromeó y se inclinó hacia ella, dispuesto a probar sus labios otra vez—. ¿Quieres?
Lamentablemente antes de que ella dijera algo, sonó el timbre, rompiendo el hechizo, ambos se sobresaltaron con las mejillas rojas.
—Un dejavu —murmuró Hanna mientras salía del cuarto.
Ryoko fue a abrir la puerta y Baji se limitó a respirar, murmurando para sí mismo que tenía muchas ganas de besarla.
—¡Buenas!
Mikey entró con una sonrisa cómplice en los labios. Mikey, disfrazado de un cazavampiros muy apuesto, los miró a ambos cuando salieron del cuarto de Baji, sus ojos se veían divertidos.
—Parece que hoy voy a cazar un vampiro —señaló a Keisuke con un toque dramático, todos soltaron a reírse entonces—. ¡Alto ahí, engendro!
—¡No tan fácil, sucio mortal!
La tensión se disipó cuando Ryoko los dejó ingresar. Emma y Draken en trajes de diablillos que, más que verse intimidantes, los hizo ver tiernos. Mitsuya entró también usando un extraño, su pelo lila asomando bajo una capucha ninja mal ajustada.
—¿Y Kazutora? —le susurró a Baji.
—Ya sabes como es —susurró de vuelta—, no tiene caso, quizá el otro año.
Hanna hizo una mueca.
—¡Oh! —Haruki entró con una sonrisa, disfrazada de reina—. Parece que ya estamos todos.
—Eso parece —murmuró Shinichiro detrás de ella, disfrazado de su fiel caballero.
Hanna los observó, pese a que ahora tenían veintiuno, seguían uniéndose a ellos.
—¡Ustedes se ven genial! —aplaudió—. ¡Creo que son los mejores niñeros!
—Ey, ey, no estamos sólo para cuidarlos —Shinichiro se rió—, también queremos algo de diversión. Quizá esta vez si acepte mi confesión.
Miró a Haruki de reojo.
—Keep dreaming, babe —fingió abanicarse—: Sigue soñando, cariño.
Shinichiro la vio con una sonrisa embobada hasta que Mikey carraspeó.
—En fin, no nos olvidemos de la misión real —miró a Hanna—. Esta noche...
Todos estuvieron de acuerdo y, luego de una rápida foto grupal, salieron a las calles. El aire era fresco y las calles eran concurridas.
—¡Todos vamos a conseguir el mejor botín de caramelos de la historia!
Los chicos iban hablando de tonterías mientras Hanna y Emma iban cantando alguna canción random que se les pegó en el camino.
—Muy bien —Mikey, siempre el líder, marchó hasta la primera puerta y tocó el timbre—. Comencemos.
Entonces la puerta se abrió y una mujer vestida de bruja los recibió.
—¡Dulce o truco! —gritaron al unísono.
La bruja volvió a carcajearse antes de dejar caer un puñado de caramelos en cada cesta.
—Esto es un poco gracioso —comentó Mitsuya.
Una parte de Draken y Mitsuya estaban rogando que nadie conocido los viera.
Tenían una reputación.
Aunque, cuando miraban a Mikey comportarse así, ¿qué importaba eso? El más fuerte de ellos actuaba como un bebé.
—¿Estás bien?
Mientras le daban las gracias y se daban la vuelta para marcharse, Hanna sintió un suave tirón en el brazo. Era Keisuke, que la miraba a los ojos, ella asintió.
—Sí —se rascó la mejilla—, sólo estoy feliz de estar aquí con todos.
Mientras se movían de casa en casa, sus bolsas se llenaban de dulces, uno que otro hizo alguna travesura en el camino. Hanna miró a Mitsuya.
—¿Y Luna y Mana?
—Mamá las llevó por dulces.
Era un milagro.
—Oh —su sonrisa desvaneció un momento al recordar a su mamá—, qué bien...
Mitsuya la abrazó por los hombros con una mueca.
—¿Y esta casa...?
Todos se miraron entre ellos.
—Vamos —sugirió Hana, al ver la casa con intriga—, a ver qué hay dentro.
—Obvio.
—Mitsuya y Hana, los menos chismosos.
Draken se burló.
—Bueno, ¿vamos o tienes miedo —lo miraron—, tótem?
Todos se miraron entre ellos antes de asentir, lucía como una mala idea.
Pero a la vez como una buena anécdota para el futuro.
Cuando subieron al pórtico, la puerta se abrió de par en par y la parca apareció.
—Bienvenidos, pequeños —la voz era ominosamente baja—. Pero cuidado, porque en esta casa, los tratos vienen a un precio.
—Holy sh-
—Language! —Haruki la regañó antes de que siquiera pudiera decirlo completo—: ¡Lenguaje!
Con el corazón acelerado, entraron en la mansión, inseguros de lo que les esperaba en las sombras. Mitsuya y Hana iban cerquita.
—The heck is going on over here? —susurró Hanna—. ¿Qué diablos está pasando aquí?
—Mira, gringa, te he dicho mil veces que no hablo inglés —la sacudió de los hombros—. I dono spika taka taka, me empu-
—Shh —le cubrió la boca cuando pasó Haruki cerca de ellos—. No quieres que te de una paliza. Do you?
—Aquí tú me hablas japonés —se quejó Mitsuya con Hana en voz baja, ella le sonrió—. Ningún heck do you ni que nada, tch.
El interior de la mansión era un laberinto de telarañas, velas parpadeantes y algún que otro susto provocado por esqueletos de plástico.
—Qué escalofriante...
A pesar del evidente esfuerzo por hacer que el lugar fuera espeluznante, el grupo no pudo evitar sentir una cálida sensación de camaradería mientras permanecían juntos, recorriendo los serpenteantes pasillos.
—¡Madre mía, Mitsu —Hanna saltó—, compañero!
—¡Ay! —se quejó el de cabellos lila cuando ésta prácticamente le cayó encima—. ¡Quítate, bebé!
—¡No soy una bebé!
—¡No! —su tono fue sarcástico—. Y por eso te asu- ¡AHH!
Cuando vieron que la asustó gritaron también.
—Pfft —ella se rió al verlo—. ¿También eres un bebé, hermano dragón?
—Cállate —rodó los ojos—, oíste mal.
—Claaaro.
Volviendo a lo que la asustó: Una niña pequeña, como de la edad de Hanna, acurrucada en un rincón, con la cara llena de lágrimas. Su traje, un fantasma andrajoso, casi no se distinguía del mal estado del interior de la mansión, Hanna carraspeó al verla mejor.
—Perdón —se agachó a su lado—. ¿Qué pasó?
—Me p-perdí —los ojos de la niña se tiñeron de miedo—. Estaba con mi grupo, pero ellos... ellos... me retaron a entrar aquí sola y no puedo salir ahora.
—Qué amigos —Keisuke frunció el ceño.
—¡Kei!
—Digo —Baji se aclaró la garganta y se acercó—, nosotros te ayudaremos a encontrar a tus amigos. ¿Okay?
Mikey asintió y le ofreció la mano mientras Keisuke mantuvo su distancia desde la vez que Emma hizo ese comentario sobre las chicas, al parecer Hanna era algo celosa.
Era mejor prevenir que lamentar.
No había vuelto a interactuar con chicas desde entonces por el temor de que Hanna se enoje y si le hablaban se aseguraba de decirles que no le interesaban esas cosas.
—Conocemos este lugar como la palma de nuestras manos —Mikey mintió.
Nunca habían estado allí antes, pero eso no lo sabía ella.
—No te preocupes, no te dejaremos sola.
La chica miró la mano de Mikey un momento antes de aceptarla y no la soltó en todo el camino, lo cual lo molestó porque Hanna no mostró ninguna reacción a este gesto.
¿Por qué ella no decía nada?
Si fuera él...
Habría enloquecido de celos.
Emprendieron el camino de vuelta a través de la mansión, y el entusiasmo anterior del grupo fue sustituido por la determinación de mantenerla a salvo.
—Este lugar —murmuró la pelinegra—, es realmente curioso.
A medida que avanzaban por la casa, oían susurros extraños y el sonido lejano de pasos que parecían seguirlos. El aire se volvió más frío y las sombras se alargaron. Hanna miró a su alrededor, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.
—Para ser un broma se lo tomaron muy literal —afirmó Mikey, silbando—. ¿Cuánto dinero gastaron?
—Que compartan —se quejó Hanna—, Mitsu y yo somos almas necesitadas de dinero.
El ambiente se puso frío haciendo que todos se detuvieran un momento.
Esto era algo más que una simple broma.
—Hm —Mitsuya y Draken asintieron—, cuidado, dragón bebé.
—Sí —ella agarró a Emma de la mano—, ustedes también.
Emma apretó la mano de su amiga, sus ojos miel llenos de determinación. Su otra mano la sostuvo Baji, apretándola cuando sintieron la presencia de otra persona cerca.
—No jodan, si nos van a matar del susto...
Mikey iba ayudando a la chica mientras veía con la mandíbula apretada a Baji y Hanna.
—Háganlo rápido que ya me vale madre —masculló.
—¡Hanna —Baji la regañó—, no digas estupideces!
—Me vale madre —canturreó.
La pelirroja se asomó haciendo que Hanna saltara del susto.
—Sigue moviéndote —Haruki murmuró—, ¿no que te valía madre? Sigue.
—Pero...
Cuando llegaron a la puerta, una mano fría rozó la mejilla de Hanna, que soltó un grito ahogado.
Lo que fuera, le aterraba más Haruki enojada.
Pero antes de que pudieran reaccionar, la puerta se abrió, dejando ver la calle, llena de las risas de otros niños.
—¡Algo me tocó! —chilló.
Pero el frío toque desapareció y la casa atrás de ellos estaba de nuevo en silencio. Una vez afuera, la chica dejó de llorar, cuando se volteó a agradecerle, se había ido.
—¿Qué demo-?
—¡Lenguaje!
—¡Haru! —frunció el ceño al ver a su hermana—. ¡Una chica literalmente acaba de desaparecer!
Todos se miraron entre ellos, era como si hubieran visto algo que no debían.
—Puedes decir... calabazas —propuso la pelirroja con un tono burlón—, ¿ves?
—Cala... ¡¿Que?!
Todos se echaron a reír.
—Bueno —Mikey se miró la mano—, qué extraño, de verdad.
Aunque la cabeza de Hanna estuvo llena de preguntas, se las quedó para sí misma, pero dentro de ella, no se pudo quitar el sentimiento que este halloween había sido mucho más interesante que cualquier otro.
—Creo que fue muy extraño —incluso Draken estaba intrigados—, pero bueno...
—¿Quiénes somos nosotros para juzgar?
Mientras continuaron yendo a más casas, el ambiente se fue aligerando y las risas se hicieron más frecuentes en orden de quitarse de encima la rara sensación de aquella casa de terror.
—¿Verdad? —murmuró Emma en tono asustado.
Mikey notó que Hanna estaba algo incómoda por lo que comenzó a contarles estúpidas historias de fantasmas en orden de mantenerla distraída de eso.
—¿No quieres una mordida —bromeó Keisuke en su oído—, para aligerar la tensión?
Hanna lo miró, Baji no desaprovechaba ni una sola oportunidad de hacerla sobresaltar, sólo para acercarla en un abrazo protector.
A pesar de eso, se sentía segura con él.
—¿Y bien? —Mikey tomó su mano, jalándola de Baji mientras sonreía—. ¿Te sientes mejor?
—Ah, sí, Mikey —le sonrió—, gracias.
—Es un placer —Mikey le dio una de sus sonrisas de ojos cerrados.
Eran las que ella más amaba sin duda, Hanna no pudo evitar pensar que esperaba que Mikey continuara siendo así y no cambiara jamás, que siempre fuera el chico tierno que ella veía emocionarse por tonterías y correr a abrazarla. Le dio un beso en la mejilla entonces.
—Muy bien, gremlins —Shinichiro los alcanzó con una sonrisa—, hora de ir a casa.
Todos lo abuchearon mientras lo seguían de todos modos. Habían recogido suficientes caramelos que, siendo optimistas, quizá les durarían hasta el próximo Halloween.
Eran demasiado optimistas.
—¡El último en correr es un huevo podrido!
Hanna saltó a correr entonces.
—¡Agh, siempre nos hace lo mismo! —se quejó Draken, corriendo detrás de ella junto a Mitsuya.
—¡Ven aquí, dragoncita!
Se acomodaron en el salón cuando llegaron a la casa, con los disfraces un poco desarreglados y los ojos caídos por el azúcar y la emoción.
—¿Tienes sueño —Haruki cargó a Emma al ver que estaba bostezando, ella asintió—, princesa?
Hanna miró a sus amigos, con el corazón hinchado.
—Respira —Baji respiró en su oído, haciéndola respingar—. ¿Estás bien?
—Eres detestable —se quejó.
—Así me amas —le robó un beso en la mejilla antes de irse a sentar con los chicos—, princesita.
—Idiota —susurró, tocándose la mejilla.
A pesar de los extraños sucesos, sabía que éste era un Halloween que nunca olvidaría.
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¡Hello〰️♡!
Tenemos la primera parte del especial de Halloween.
En corto estaré subiendo la segunda parte, espero que la disfruten uwur〰️♡.
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