Especial: ¨Cumpleaños de Emma¨

Noviembre 25, 1998

—¡Adiós, Emma!

—¡Adiós! —se despidió de sus compañeras de escuela y suspiró—. Qué aburrido día.

Era un miércoles común y corriente, excepto que era su cumpleaños número siete. Iba saliendo de la escuela cuando vio el conocido auto rojo, la pelirroja que estaba recostada sobre él y la sonriente cara de Hanna asomada en la ventana.

—¡Emma! —agitó su mano frenéticamente—. ¡Emma!

Emma abrió grande los ojos y corrió hacia ellas, Haruki fue la primera en agacharse y abrazarla.

—¡Feliz cumpleaños, princesita! —la cargó y le dio un beso en la frente—. No pensaste que lo olvidaríamos, ¿o sí?

—¡Haruki! —la abrazó de vuelta con una gran sonrisa y miró a Hanna, quien abrió la puerta del asiento copiloto para salir del auto—. ¡Hanna!

La pelinegra se lanzó sobre ella en un abrazo tan pronto Haruki la dejó en el suelo, sorprendiéndola, pero le devolvió el abrazo.

—¡Feliz cumpleaños!

Aunque Hanna era poco de abrazos, apreciaba que siempre en fechas especiales se pasara con ello.

—¡Sorpresa! —exclamó, separándose un poco—. ¡Hoy haremos una pijamada de cumpleaños!

—¡¿En serio?! —chilló emocionada ante la idea—. ¿Incluso si mañana hay clases?

—¡Sí! —Haruki le sonrió—. Te traeremos a la escuela en la mañana, no te preocupes. Shin llevará tu ropa y útiles de mañana en la noche.

—¡Asombroso!

Haruki las instó a entrar en la parte trasera del auto mientras ella iba hacia su asiento adelante. Haruki, para Emma, era la más genial: tenía un lindo auto y un gran gusto musical. Cuando iban en su auto, Hanna y ella cantaban a todo pulmón.

—¡Nos lo vamos a pasar genial! —le aseguró, agarrándole las manos—. ¡Ah! Hm, Edward y Michael también vendrán.

La mención de Mikey, su hermano de 8 años, hizo que Emma se sorprendiera un poco.

—¿Sí?

Los ojos de Emma se abrieron de alegría. ¡Una fiesta de pijamas! ¡Con sus personas favoritas en el mundo! Era como un sueño hecho realidad. Hanna asintió y sus risas llenaron el auto.

—¿Qué quieren escuchar?

—¡Emma, elige! —le propuso Hana con una sonrisa—. ¡Es tu cumpleaños! Por cierto, ¡feliz cumpleaños!

—Hm...

—Probablemente va a escoger una de Disney —le dijo a Haruki con una sonrisa burlona y miró a Emma—. ¿Mulán, La Sirenita o el...?

—¡Rey León! —le sacó la lengua.

Haruki asintió entonces y puso el CD que Hanna tenía con las canciones del rey león. Emma y Hanna comenzaron a cantar a todo volumen mientras la pelirroja conducía sonriente.

—Te conozco bien —sonrió—. Can you feel the love tonight

El viaje en el auto de Haruki estuvo lleno de risas y canciones, no fue tan largo ya que no había tanto tráfico como otras veces así que en menos de media hora ya habían llegado a la casa Yagami.

—Te digo que...

Luego de pasar el lobby donde Hanna saludó a Frank, el portero, Haruki y ellas dos se adentraron al elevador que las llevaría a su apartamento mientras hablaban de pijamada.  

—Hay que jugar, ver películas, comer pastel y mucha comida chatarra —iba diciendo Hanna. 

Pasaron al vecino y compañero de banda de Haruki en el camino, quien les sonrió, hasta que finalmente estuvieron frente a aquella puerta de madera roja. 

—Te vas a divertir mucho, Emma-chan —susurró Hanna, con la voz llena de emoción mientras entraban a la casa—. ¡Tengo la mejor sorpresa para ti!

Luego de quitarse los zapatos de sus uniformes, Hanna entró gritando, cosa que era raro de ver. Emma la vio con una sonrisa, parecía que había comido mucho dulce ese día en particular.

—¡Tadaimaaaaa!

—¿Por qué gritas, mi reina? —la madre de Hanna, Kioto, estaba sentada en el sofá y les miró con una expresión cansada. La pelinegra corrió a abrazarla—. Hola, mi amor.

—Perdón por gritar —susurró y jaló a Emma—. Hoy es el cumpleaños de Emma-chan.

La madre de Hanna rara vez estaba ya que su salud era delicada pero Emma y ella se habían visto unas buenas veces así que ambas se sonrieron enseguida, dándose un pequeño abrazo.

—Feliz cumpleaños —le dio un beso en la frente—. Que Júpiter te otorgue una larga vida. 

—¡Gracias, Kioto-san!

—¿Y los chicos?

—Están en tu cuarto —señaló la rubia mayor con una sonrisa tranquila—, jugando con tu consola.

Tras hablar un rato con la mayor, Hanna le dio un beso en la mejilla y jaló a Emma hacia su cuarto.

—Ya llegó por quien lloraban —canturreó Hanna, asomándose en el cuarto—, y Emma.

Emma soltó una risa mientras entraba al cuarto con una sonrisa, viendo al par de chicos concentrados en el videojuego y sin prestarles nada de atención, ambos usando dos de los audífonos de Hanna.

—No están escuchando nada —se burló, cruzándose de brazos—. Qué terribles son.

Emma nunca se cansaba de observar el cuarto de Hanna: cientos de pósters de sus bandas y películas favoritas, la cama a la altura del suelo, muchos libros y cómics en los lados. Esta vez había una pila de mantas y almohadas bajo un improvisado dosel.

—Wow, te luciste —murmuró—. ¿Todo esto para la pijamada?

—Es tu cumpleaños —le sonrió—, tenía que lucirme. 

—Pero no te luciste tanto como con Baji —se burló, riendo al verla sonrojarse—. Tienes que admitirlo.

—No voy a decir nada al respecto —negó con la cabeza y se acercó al par, quitándole los cascos a Mikey—. Oi, ya llegó Emma y ustedes la están ignorando.

Mikey la miró molesto antes de ver a Emma y correr a saludarla, Hanna le quitó los cascos a Baji y este se excusó por no haberla visto, pero agradeciéndole porque hizo perder a Mikey.

—¡Hola, Emma —se acercó a abrazarla—, feliz cumpleaños!

—Gracias, Baji —le sonrió, mirando a Hanna y haciéndole caras—. ¿Quién ganó?

—Baji —masculló Mikey molesto—, ¡pero fue porque Hanna me desconcentró!

Hanna rodó los ojos.

—Si hubieran prestado atención cuando llegamos...

Emma no pudo evitar sentir una punzada de celos mientras los miraba correr hacia Hanna.

Tan molestos.

Le gustaría que estuviera sola con ella, los dos siempre estaban tratando de arrebatarle a Hanna.

—En lugar de esto, juguemos a las escondidas con Emma —sugirió Hanna, sabiendo perfectamente que Emma no estaba exactamente emocionada con el dúo de videojuegos—. ¿Sí?

—Yo te sigo donde vayas —Keisuke afirmó y vio a Emma con una sonrisa—. ¿Qué dice la cumpleañera?

—Yo quiero jugar.

—¡Buena idea! —exclamó Mikey, ansioso por involucrar a su hermana en la diversión—. ¡Yo me esconderé primero!

Los cuatro amigos jugaron al escondite, y la casa de Hanna se transformó en un laberinto de risas y chillidos. El juego se volvió más intenso a medida que pasaban los minutos, y cada escondite era más ingenioso que el anterior.

—¡Te encontré! —susurró Keisuke, sus ojos brillando en la tenue luz del vestidor donde Emma se había escondido—. ¡Emma!

Keisuke observó el sitio con cautela, el espacio era pequeño, pero igual se sentó a su lado.

—¿Por qué te escondiste aquí? —preguntó en voz baja—. Sabes que nunca te encontraríamos así.

Emma lo miró, sus ojos color miel buscando una respuesta.

—Yo... no quise hacerlo por eso —tartamudeó—. Solo quería un buen escondite.

—Está bien —sonrió y se sentó a su lado, cruzando las piernas—. ¿En qué estás pensando?

—Estoy celosa —dijo, su voz apenas por encima de un susurro—. Mikey y tú siempre se quedan con mi mejor amiga cuando ella... No me gusta.

La expresión de Keisuke se suavizó y le apartó suavemente un mechón de pelo de la cara.

—Nosotros también queremos jugar contigo, Emma. 

—Pero es mi tiempo con Hanna —protestó, su voz estaba cargada de un dejo de desesperación—. Ustedes siempre se terminan robando su atención.

Keisuke asintió, entendiendo sus sentimientos.

—Lo siento —se disculpó—, no pensamos en eso. Yo... no había pensado en eso, la idea es divertirnos y no hacerte sentir excluida.

Emma se mordió el labio inferior, sintiendo una mezcla de emociones: alivio porque Keisuke se había dado cuenta y una punzada de tristeza por tener que expresarlo.

—Lo sé —murmuró—. Pero es mi cumpleaños... Quiero que sea especial.

—Lo será —le aseguró—, nos aseguraremos de ello.

La puerta del armario se abrió de golpe y los ojos grises de Hanna se abrieron de sorpresa. 

—¡Chicos, es su turno de buscar! —exclamó, con las mejillas sonrojadas por correr—. ¿Qué están haciendo aquí?

Keisuke la miró fijamente.

—Primero respira —le dijo en tono brusco—, segundo... Estamos conspirando.

—¿Conspirando? —alzó una ceja.

—Sí, ¿cómo ves? —la sonrisa de Baji hizo que Emma sonriera, era la forma en que coqueteaba con Hanna que ya era tan natural—. ¡Tú la llevas, Hanna!

Cuando Baji salió corriendo, Hanna puso los ojos en blanco, pero no pudo reprimir una risita.

—¡Ya verás cuando te encuentre, Edward! —se giró donde Emma—. ¡No te quedes atrás, Em!

La pelinegra se echó a correr otra vez con ella de la mano hasta el cuarto de la pelinegra, cerrando la puerta tras no ver a nadie y sentándose en el suelo a recuperar el aliento.

—¿Estás bien?

—Sí, sí, pero tomemos un descanso de esos dos —propuso, sonriente—. ¿No te parece?

—¡Sí!

Esa era su oportunidad de tener un tiempo real e ininterrumpido con Hanna, miró los pósters de los Backstreet Boys, Nirvana, The Smashing Pumpkins, Radiohead. A Hanna le gustaba la música variada.

—Tu cuarto es un desastre —susurró—, desde que Keisuke te dijo eso del espacio en blanco te lo tomaste personal. ¿No es cierto?

También tenía algunos pósters de Harry Potter, El señor de los anillos y El diario de una princesa. En sus estanterías habían libros de Stephen King, J.R.R Tolkien y cómics de Marvel, DC y One Piece.

—Un poquito —confesó entre risas—. Todo es culpa de Mikey.

También tenía de Doraemon y muchos peluches de este último junto a Totoro, Emma amaba la forma en que el cuarto de Hanna revelaba mucho más sobre sus gustos de lo que ella dejaba ver.

—¿De Mikey?

—Sí, porque él fue quien dijo que mi cuarto no podía ser peor —meneó la cabeza—, y ya ves que sí se podía.

Emma soltó una carcajada antes de negar con la cabeza. Era definitivamente el lugar perfecto para escapar del caos de afuera.

—¿Qué hacemos ahora?

—Se me ocurrió algo —comenzó Emma, ​​con los ojos brillantes—, pero tienes que prometerme que no te reirás.

—Si lo dices así, es obvio que —Hanna sonrió—, me voy a reír inevitablemente solo por llevarte la contraria, ¡Emma!

—¡Entonces no lo haré!

—Lo prometo —dijo Hanna, con sus propios ojos brillando de curiosidad—. ¿Qué se te ocurrió?

Emma respiró profundamente y se lanzó a una serie de muecas y ruidos ridículos, su imaginación de siete años desatada. Los ojos de Hanna se abrieron de par en par por la sorpresa, y luego estalló en risas, el tipo de risa que te hacía doler el estómago. 

¡Pfft! —rodó sobre el suelo, agarrándose el estómago, con lágrimas corriendo por sus mejillas—. ¡Es imposible no reírme, Em!

—¡Tu turno! —jadeó Emma, ​​con la voz aguda y sin aliento—. ¡Tu turno!

Hanna intentó recomponerse, pero la vista del rostro ansioso de su amiga fue demasiado. No se le ocurría nada, así que se limitó a sacar la lengua y a poner los ojos bizcos.

—¡No —Emma negó riendo—, pfft

Era una tontería, pero funcionó, las dos estallaron en carcajadas de nuevo.

Tan divertida.

Por un momento eran solo ellas dos, nada de niños molestos ni videojuegos, sólo la alegría pura de su amistad.

—¡Y la cara! 

El sonido de sus risas llenaba la habitación y hacía eco en la felicidad de sus corazones, fue un momento raro pero único que hizo el corazón de Emma calentarse.

—¿Sabes? Quisiera que ese par no estuvieran detrás de ti todo el tiempo —la abrazó cuando se había calmado—. No quiero tener que compartirte con ellos.

Hanna la miró con una expresión seria.

—Yo tampoco quiero compartirte, Emma —dijo suavemente—. Eres mi mejor amiga. Y lo siento si te hacemos sentir que no eres importante porque esos idiotas se la pasan detrás de mí.

Los ojos de Emma se llenaron de lágrimas y abrazó a Hanna con fuerza.

—Gracias —susurró—. Eso significa mucho.

Las dos amigas se quedaron allí un rato, con la respiración sincronizada, la tensión de antes disipándose. Fue un momento pequeño y tranquilo en medio de un día ruidoso y agitado, pero era exactamente lo que Emma necesitaba.

—¿Dónde se metieron? —la voz de Mikey al otro lado de la puerta hizo que se quitaran de la puerta en silencio, cubriéndose la boca para no hacer ruido—. Sólo falta aquí...

La puerta se abrió con un crujido y apareció la cara traviesa de Mikey.

—¡Las encontré! —gritó tan pronto las vio.

Ambas chillaron y saltaron a la cama cuando los chicos entraron corriendo.

—¡Chicos —la voz de Haruki hizo que arrugaran la nariz—, Shin ya está aquí!

Pero incluso cuando volvieron afuera, Emma supo que ella y Hanna habían compartido algo especial.

—¡Shin! —Hanna se lanzó sobre el pelinegro mayor y lo abrazó—. ¡Carga a Emma también!

—Sí, señora —se agachó y cargó a Emma con su otro brazo antes de sonreír—. Feliz cumpleaños, Emma.

La fiesta de pijamas fue todo lo que Emma había esperado: llena de juegos, risas y susurros nocturnos. Y aunque los chicos siempre estaban cerca, se las habían arreglado para crear momentos solo para ellas dos.

—¡Muy bien, pequeños gremlins —Shinichiro cargó al par de amigas—, hora de dormir! Mañana hay que madrugar.

A medida que avanzaba la noche y la casa se quedaba en silencio, todos se acurrucaron en su cama improvisada de mantas y almohadas.

—Oigan —Hanna se escabulló del usual sandwich que hacían Keisuke y Mikey con ella—, dormiré con Emma hacia arriba, ustedes duerman hacia abajo.

Hanna se acercó y tomó su mano, dándole un apretón en la mano con una sonrisa. Emma se rió de cómo se quejaban los otros dos al ser descartados y no sé qué más, eran exagerados.

—Feliz cumpleaños, Emma  —susurró—. Espero que descanses, recuerda que...

Hanna bostezó.

—Eres la mejor —volvió a bostezar—, y... Te quiero mucho...

Emma le devolvió el apretón, sintiéndose contenta. Tal vez no fue la noche perfecta y exclusiva que había esperado, pero aun así fue increíble. Y cuando cerró los ojos, supo que tenía amor y amistad más que suficientes para llenar su corazón.

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Noviembre 25, 1999

Era jueves y después de llegar a casa de la escuela encontró a Hanna y Haruchiyo jugando shogi en su casa mientras Mikey y Baji estaban viéndolos jugar.

—¿Qué está pasando aquí? —exclamó con una sonrisa, dejando caer su mochila junto a la puerta y quitándose los zapatos—. ¿Y esto?

Hanna levantó la vista del tablero, sus ojos se iluminaron como el amanecer gris.

—Emma, ​​¡te estábamos esperando! —gritó, su voz burbujeante de emoción—. Espera aquí, Haru-chan.

El pelirosa sólo asintió en silencio.

—¿Adivina qué? —se acercó a ella y fingió saltar—. ¡Es tu cumpleaños!

—Sí, lo sé —soltó una risa—, pero... ¿Por qué están todos aquí? ¿Shinichiro les dijo que me hicieran una fiesta sorpresa o algo así?

Mikey la miró con los ojos muy abiertos, tratando de guardar el secreto, hizo una mueca rápidamente.

—¡No!  —negó, alegremente, silbando—. Sólo estábamos disfrutando de la tarde. Una tarde normal, ya sabes.

El corazón de Emma se llenó de alegría.

—Haruchiyo está intentando ganarle a Hanna en el shogi —señaló Baji con tono burlón—, aunque no le está yendo muy bien.

No había esperado nada especial, no con su cumpleaños cayendo en un día de escuela, aunque el año pasado lo celebraron después de la escuela en la casa de Hana con una fiesta de pijamas.

—Tú cállate, Baji...

Esta vez no la estaban esperando en su escuela así que pensó que quizá no harían nada, no era raro que Hanna estuviera en su casa tampoco.

—Ustedes perdieron en la primera ronda —se quejó el pelirosa—, yo he ganado una de tres.

—Sí, hombre —Baji le dio una palmadita en el hombro—, sólo admite que vas perdiendo.

Haruchiyo rodó los ojos y miró a la pelinegra sentarse frente a él con una sonrisa traviesa. 

—Te odio —masculló.

—Me amas —canturreó.

—Eso quisieras —los ojos menta se enfocaron fijamente en el tablero—, eres demasiado molesta.

Emma sonrió al ver aquella escena. Aún no podía superar cuando se enteraron, en la fiesta de Mikey donde se conocieron, que Haruchiyo y Hanna ya se conocían de mucho antes.

Al principio creyó que eso significaba
que se llevaban muy bien entre ellos.

Pero la realidad estaba un poco alejada. Aunque se toleraban, siempre y cuando no estuviera la atención de Mikey de por medio, eran muy graciosos de ver.

—Gracias por el cumplido —los ojos de Hanna fueron a Baji cuando dijo esto y el pelinegro apartó la mirada, sonrojado—. ¡Te ganaré en dos movimientos, lo sé!

Emma corrió hacia el tablero de shogi, ansiosa por unirse a la diversión.

—Yo quiero jugar también.

Hanna la miró con una sonrisa traviesa.

—La cumpleañera manda —Haruchiyo movió otra pieza—. Tu turno, Nana.

Las piezas del tablero contaban la historia de una batalla ferozmente peleada. Emma miró al pelirosa con atención.

—Puedes jugar la siguiente ronda, Emma —dijo Hanna, moviéndose a un lado para dejarle espacio—. No tardaré mucho, lo prometo.

—¿Pero contra quién jugaré? —preguntó Emma, ​​con curiosidad—. ¿Conti-?

—Tú estarás jugando conmigo —anunció Mikey con una mirada de suficiencia en su rostro—. He estado practicando.

Justo como su mejor amiga había predicho, Hanna ganó en los siguientes dos movimientos, Haruchiyo no apartó los ojos de Hanna ni un instante, se veía bastante frustrado.

—Eres tan malo en este juego —Mikey comenzó a reír cuando Haruchiyo perdió—. ¡Perdiste contra una chica!

Emma vio como Haruchiyo frunció el ceño.

—Oye, Michael, eso es grosero.

A Hanna nunca le gustó que Mikey dijera cosas así.

—Sí, Mikey —ella lo miró con reproche—. Las chicas también pueden jugar, ¿sabes?

Las mejillas de Mikey se pusieron rojas al darse cuenta de su error, sabiendo que Hanna se molestaría con él.

—No quise decir eso, Hanchin —se apresuró a intentar arreglarlo—. Solo que... 

—Es tu turno, Emma —Hanna lo ignoró olimpícamente, preparando las piezas para el nuevo juego—. Tienes que ganarle a este tonto, ¿sí?

—Qué grosera —Mikey infló los cachetes, cruzándose de brazos—. No me voy a dejar ganar, Emma.

—¡Más te vale, Mikey!

La habitación se llenó de risas mientras comenzaban el juego. La luz del sol poniente pintaba las paredes con tonos cálidos y dorados, y había cierto olor insinuando la fiesta sorpresa escondida en el piso de arriba.

—Lo estás haciendo muy bien, Michael —se burló Hanna—. Así Emma te ganará en menos tiempo del que esperaba.

Manjiro comenzó a sentirse frustrado por su indiferencia, Hanna tenía un modo de hacerlo sentir tantas cosas a la vez, Emma podía ver a través de él fácilmente y notarlo. 

—Tú puedes, Em —Hanna le sonrió—, ya casi.

Mientras jugaban, la tensión se hacía palpable, cada movimiento era una declaración silenciosa de habilidad y estrategia.

—Agh... ¿Puedes callarte? —masculló el rubio de ojos negros—. Me molesta tu voz.

Haruchiyo los observaba con una intensidad tranquila.

—¿Hah?

Sus ojos se movían de un lado a otro del tablero, analizando la colocación de cada pieza y el resultado potencial.

—Pues no, con menos ganas me voy a callar —se quejó ella—, sólo para molestarte, Michael.

Baji se apoyó contra la pared, con los brazos cruzados, observando con una sonrisa cómplice.

—Baji, quítamela de aquí —le pidió al pelinegro—. Me está poniendo los nervios de punta.

Baji asintió, acercándose a Hanna y jalándola hacia él con la mano. Hanna se tambaleó un poco.

—No te caigas —Baji sonrió—, si no es en mis brazos.

—Idiota.

—¿Hah? —el pelinegro enredó su mano en la cintura de la menor sin abandonar su sonrisa—. ¿A quién le dices idiota, idiota?

El pelirosa los observó en silencio con la mandíbula apretada cuando el pelinegro abrazó a la ojigris y esta se recostó en su brazo.

—Oi —Mikey se distrajo también al ver esto—, ¡no te aproveches de la situación, Baji!

—Pediste que te la quitara de encima —se burló—, y eso hice. ¿No ves?

Mikey frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir algo al respecto, Emma ya estaba celebrando su victoria.

—¡Te gané, Mikey!

—¡¿Qué?! 

Mientras la habitación se llenaba del dulce aroma de la victoria, una puerta abriéndose sonó, interrumpiendo su juego.

—¡Imposible! —miró el tablero con sorpresa—. No hay modo de que...

Y antes de que pudiera terminar la otra frase, entró Shinichiro con una bandeja de chocolate caliente humeante y un plato de galletas.

—¡Buenas —Haruki entró también con una gran sonrisa y las manos en la espalda—, buenas!

La vista era tan inesperada, tan fuera de lugar en esta cálida tarde de otoño, que Emma hizo todo lo posible para evitar que no se le cayera la mandíbula.

—¡Sorpresa!

La sala estalló en vítores mientras un coro de 'Feliz cumpleaños' llenando el aire.

—¿Eh?

Globos en tonos rosa y dorado se balancearon contra el techo gracias al helio y las serpentinas crearon una atmósfera festiva que era tan encantadora como sorprendente.

—¡Feliz cumpleaños, Emma!

Emma miró a su alrededor, con los ojos muy abiertos por la maravilla, Haruki llevaba en sus manos unos cuantos regalos con una sonrisa mientras su abuelo entró con un hermoso pastel.

—¿Qué es...?

Su corazón se aceleró mientras asimilaba todo, su mente se aceleró para comprender cómo habían logrado hacer esto sin que ella lo supiera.

—¿Qué es todo esto? —sintió un calor que se extendía por su pecho—. Ustedes...

—¿Te gusta, Emma? —Shinichiro le dedicó una gran sonrisa—. Haruki y Hana-chan estuvieron días enteros pensando en cómo hacerte esta sorpresa. 

—Ustedes —tenía la voz ahogada por la emoción—, no tenían que hacer todo esto...

Shinichiro dejó la bandeja con un ruido y le revolvió el cabello.

—Por supuesto que lo hicimos, Em —se agachó a darle un beso en la frente—. Eres la mejor hermana menor del mundo.

—Es la única hermana que tenemos, en realidad —Mikey le sonrió—, pero sí, creo que eres la mejor.

Incluso Haruchiyo le ofreció un pequeño asentimiento de reconocimiento mientras que Hanna y Keisuke estaban sonriendo radiantes.

—¡Ah! —Hanna saltó entonces—. ¡Me merezco un beso también por haber logrado hacer esto! 

Baji susurró algo al oído de Hanna que la hizo sonrojar, Emma vio esto con una sonrisa. Para ser mejores amigos esos dos compartían demasiada química.

Y no hablaba de
las materias.

—Claro que sí —Shinichiro se rió—. Vamos, Em, dale un beso de gracias a Hana.

—Yo me refería a Shin pero bueno —se acercó a Emma y la abrazó, sonriendo—. ¿Premio o premio?

Emma soltó una risa antes de abrazarla de vuelta y darle un gran beso en la mejilla que sonó bastante fuerte, Baji sonrió mientras Mikey bufó, el último era celoso de todo el que respirara el mismo aire que Hanna.

Incluyendo
a Emma.

No le daban celos del aire que necesitaba para vivir solo porque él también lo necesitaba, así era Mikey.

—Venga, vamos a cantar —Haruki sacó su guitarra con una sonrisa—. El cumpleaños feliz en 3...2...1.

Se sentaron alrededor de la mesa, la risa y la charla subían y bajaban como olas. Cantaron el feliz cumpleaños, todos sonaban desafinados, menos Haruki y Hana.

La melodía era un
hermoso lío de voces.

—¡FELIZ CUMPLEAÑOS, EMMA!

En el momento en que se apagó la última nota, sonó el timbre y la fiesta se hizo aún más grande.

—¡Me dijeron que había pastel así que aquí estoy!

—No seas estúpido, Senna.

Sus amigos de la escuela y los amigos de Hanna (los inseparables) habían llegado.

—¡Hola, Emma! —Yuki le sonrió grande, se llevaban bastante bien por alguna razón extraña—. ¡Feliz cumpleaños!

Cada uno llegó con un pequeño regalo envuelto en papel de colores. De repente tuvo mucha atención sobre ella misma, tanta que en un punto le agobió.

—¿Te estás divirtiendo? —Hanna se acurrucó a su lado en el baño, escondiéndose de los demás para tener un momento de paz—. ¿Emma-chan?

Emma se sentía como si estuviera flotando, con el corazón tan lleno que podría estallar.

—¡Estoy tan feliz que podría besarte!

—Ah, pues —Hanna sonrió juguetona—. A ver...

—Tonta —se rió y se le acercó a darle un suave e inocente beso en los labios—. Ten.

Ambas se vieron en silencio antes de sonreír.

—¿Contenta?

—Premio, definitivamente —fingió que estaba tocando una campana como la del arcade—. Asombroso. Le voy a decir a Baji.

—¡No! —le tapó la boca—. ¡Shhh, eso tiene que ser un secreto! 

—Qué locura, no tengo secretos con él ni contigo, pero está bien —ambas se echaron a reír—. Él sabe que tú sabes que mi primer beso...

Emma sonrió y negó, argumentando que quizá se enojaría de saber que Hanna había besado alguien más. Hanna solo suspiró y cambió el tema.

—Tus labios saben a cereza, Emma.

—Lo sé —sacó de su bolsillo el pequeño brillo—, es por esto, ¿ves?

—Me gusta —afirmó—, sabe rico. ¿Me lo aplicas?

—Sí —destapó el brillo antes de aplicarle un poco en los labios—. Eres muy bonita, Hana-chan.

—¿Me estás diciendo molesta?

—¡No! Ya, por fa... Tienes que superarlo —se rió al reconocer el juego de palabras que Baji y ella se habían creado—. Eso sólo funciona entre ustedes dos. Por cierto...

La fiesta continuó hasta la noche, llena de juegos, historias y secretos compartidos en susurros.

—Hay que volver.

—¡Yep!

Ambas se sonreían juguetonamente bajo la mirada de los ojos menta que no paraba de verla.

—Creo que me están observando —murmuró la ojigris—, siempre me siento así. ¿No?

—¡Sabía que no era loca! 

El tablero de shogi quedó finalmente olvidado, sus piezas esparcidas como un campo de batalla abandonado por los soldados del destino, mientras todos jugaban entre ellos.

—¡Emma, vamos a cortar el pastel —anunció la pelirroja—, así que ven a encender las velas!

Las dos amigas se sonrieron mientras la rubia iba hacia Shinichiro y Haruki.

—Hola, estúpida.

El pelirosa chasqueó la lengua.

—Hola, estúpido.

Haruchiyo se sentó a un lado de Hanna y ella sólo le sonrió antes de recostarse sobre su hombro a ver a la rubia.

—1, 2, 3... ¡Queso! —Haruki tomó la foto cuando la sonrisa de Emma estaba en su punto más grande—. ¡Preciosa Emma!

Mientras las velas de su pastel parpadeaban y se apagaban, Emma pidió un deseo en silencio, con los ojos abiertos.

Si pudiera desear algo, sería que 
días como ese nunca terminaran.

Pero la vida, como pronto aprendería, tenía una forma de lanzarte sorpresas, tanto buenas como malas. Y mientras respiraba profundamente, supo que atesoraría este recuerdo para siempre.

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Noviembre 25, 2000

Emma y Hanna se habían quedado toda la noche despierta haciendo karaoke en el cuarto de Emma ya que hoy era sábado, ahora estaban en la cocina, Hanna hablaba mientras Emma preparaba el desayuno.

—¿Ves? Cocinar acompañada es mejor —Hanna era terrible hasta para hervir agua así que sí, no era de mucha ayuda en la cocina que digamos—, yo te doy ánimos. ¡Tú puedes!

Emma soltó una risa mientras revolvía los huevos en la sartén.

—Qué ánimos.

—Te daría más, pero...

El sonido de su estómago gruñendo las hizo reír.

—Pero tengo tanta hambre, como puedes ver, tanta que —se quejó—, siento que me voy a morir.

Emma suspiró, sabiendo el humor que podía tener por la mañana y si le sumas el que le da el hambre.

Era la verdadera
catástrofe.

Por suerte, Emma estaba a punto de terminar de hacer su desayuno. El olor a huevos revueltos llenaba el aire y el chisporroteo del tocino bailando en la sartén era música para sus oídos.

—¡Mikey, ya está listo el desayuno!

Dio vuelta los huevos con cuidado y aterrizaron en un cuadrado perfecto en el plato. Le entregó el plato a Hanna con una sonrisa burlona.

—Toma, bonita, te preparé tu favorito.

—Eres la mejor y la más bonita —dijo Hanna, con los ojos iluminados al ver la comida—. Te amo tanto que me casaría contigo.

Ella se sentó en la pequeña mesa de la cocina, con el estómago rugiendo ruidosamente.

—Sólo me dices eso cuando te hago de comer —se quejó—. Qué mala eres.

Las dos comenzaron a comer en un silencio amistoso, con alguna risita que se les escapaba de los labios mientras recordaban los momentos divertidos de su noche de karaoke. La cocina estaba bañada por el cálido resplandor del sol de la mañana, que proyectaba largas sombras en el suelo.

—Buenos días —murmuró Mikey, abrazando su toalla—. Ah... Hola, Ha- ¿Hanna?

Abrió un ojo y la miró.

—Me había olvidado de ti por completo, no recordaba que estabas acá —confesó, bostezando—. ¿Todo bien?

Hanna estaba demasiado concentrada en su desayuno como para ofenderse.

—Todo bien —le mostró el pulgar arriba mientras comía—. ¿Dónde están Haru-chan y Kei?

—Ah... 

Justo cuando Mikey estaba a punto de responder, el primero entró, Emma soltó una risa a esto.

—Es el diablo —afirmó Hanna mirando a Emma con una sonrisa burlona—. Lo mencionas y se aparece.

—¡Les va a encontrar lo que encanté! 

—¿Qué?

—Ni la verdadera disléxica entendió —Mikey señaló a Hanna—. ¿Qué fue eso?

—¡Agh, lo dije al revés! —meneó la cabeza, sus cabellos rosados sobresalía desordenados en todas direcciones—. ¡Les va a encantar lo que encontré!

—¿Qué es eso?

Emma y Hanna intercambiaron una mirada divertida.

—¿Qué encontraste, Haru? —preguntó Emma, ​​​​limpiándose la boca con una servilleta—. ¿Oh?

Haruchiyo miró alrededor de la habitación, como si buscara a alguien fisgoneando, y se inclinó más cerca.

—¡Es una tarjeta Pokémon rara, chicos! —les mostró entonces—. ¡Vale una fortuna!

Hanna, que estaba con la boca llena, se la cubrió cuando estuvo a punto de soltarlo todo de la risa.

—No te rías de mí, Yagami.

—No... No me río de ti, Akashi.

—Oigan —Keisuke, el pelinegro de ojos marrones que acababa de entrar, jadeando—, este idiota salió corriendo demasiado rápido.

Tan pronto sus ojos se posaron en Hanna, sus mejillas se tiñeron de un ligero tono rojo inmediatamente y apretó los puños a los costados.

—Erm, buenos días —se aclaró la garganta y puso su mano sobre el hombro del pelirosa—. ¿Qué hay?

Estaba intentando fingir calma, pero no era muy bueno haciéndolo que digamos, Hanna soltó una risa.

Everything is great —Hanna sonrió—: Todo está genial.

Mikey los miró en silencio.

—Yo quiero ver la tarjeta, Haru-chan.

—Por supuesto, su majestad —murmuró en tono burlón—. Ahi le voy corriendo, eh.

Siempre había tenido una vena competitiva, especialmente cuando se trataba de algo que interesara a Hanna.

—Más te vale.

El pelirosa fue hasta la pelinegra para mostrarle y ella sonrió enseguida al reconocerla.

—¿Qué pasa —exigió saber, con voz ronca—, Hanna?

—Nada, Mikey —dijo Hanna rápidamente, con la esperanza de calmar la situación. No quería que arruinara su mañana—. Sólo estamos viendo lo que Haruchiyo encontró, es todo.

Pero Emma conocía a su hermano demasiado bien, le dio un sorbo a su té, podía ver los celos en sus ojos cuando vio a Hanna con la tarjeta del pelirosa.

—Es solo un juguete  —escupió Mikey, tratando de actuar con calma—. ¿Por qué no salimos y jugamos un poco de baloncesto?

Mikey le lanzó una mirada desafiante a Hanna y Keisuke. Baji levantó una ceja, sus ojos marrones se encontraron con los de Mikey.

—¿Estás listo para perder? —preguntó, con una sonrisa burlona en sus labios—. Porque te haré morder el suelo.

—Sueñas, Baji.

Hanna sabía que él era tan competitivo como Mikey y que un desafío tan simple como este podía convertirse en una batalla campal.

—Si, pero van a comer antes de jugar —dijo, tratando de sonar casual mientras le daba un mordisco a su tocino—. Es muy importante, eh.

—Yo como más rápido.

La tensión en la habitación era palpable mientras los dos chicos se miraban fijamente. Incluso mientras comían, se podía sentir la energía acumulándose.

—Nadie come más rápido que yo —miró a Hanna de reojo—, bueno...

Hanna no pudo evitar sentir un poco de emoción recorriéndola. La dinámica entre los chicos siempre había sido complicada, especialmente cuando se trataba de ella.

—Este par —Haruchiyo le pellizcó la pierna a la pelinegra—, pásame la sal, estúpida.

Para Emma era como ver a dos sementales salvajes dando vueltas alrededor de una yegua, cada uno esperando que el otro hiciera el primer movimiento. 

—Eres un bruto —masculló por lo bajo, pasándole la sal—. No había necesidad de pellizcarme, estúpido.

—Es porque te detesto tanto que —le sonrió con sarcasmo—, si puedo lastimarte, mucho mejor.

Emma los miró de reojo, Mikey y Baji ni siquiera se daban cuenta de la forma en que esos dos parecían querer arrancarse las cabezas cada vez que estaban juntos. 

—Eres grosero.

Haruchiyo le jaló un mechón de cabello a la pelinegra.

—Grosero tu papá.

Pero Emma sabía que aún así se querían en el fondo.

—Me pateaste —achicó los ojos—, ¿de verdad?

—¿Y qué vas a hacer? —le picó una mejilla con el dedo—. ¿Hm?

—Patearte de vuelta.

Emma, que era la única que veía esto, suspiró.

Muy, pero en serio, muy
en el fondo.

—Qué grosero.

—Tú más.

Después del desayuno, todos salieron al pequeño terreno cubierto de maleza detrás de sus casas que, en ese momento, les servía como cancha de baloncesto improvisada.

—¿Realmente van a hacer esto? —Hanna se tapó la cara del sol con la mano—. A mí ya me dio flojera.

—Nosotras no vamos a jugar —anunció Emma—, ayer no dormimos casi y luego nos desmayamos con este sol.

El sol ahora estaba alto en el cielo, arrojando una luz dorada sobre todo. El sonido de la pelota rebotando en el pavimento agrietado resonó en la quietud de la mañana.

—Bien —Mikey miró al pelirosa—, ¿Haruchiyo?

—Nah, Mikey, yo voy a sentarme en la sombra.

—Así que seremos tú y yo solamente —lanzó el balón a Baji—, adelante.

Mikey y Keisuke se enfrentaron, cada uno tomando sus posiciones. El balón pasó a Keisuke, quien lo dribló una vez antes de tirar. El balón pasó por la red y él le sonrió a Mikey.

—Vas a caer —dijo, flexionando sus bíceps—, Mikey.

—¡Ja!

—Luego de jugar con Senna —miró a Hanna de reojo—, te juro que me he vuelto un dios del baloncesto.

Los ojos de Mikey se entrecerraron y tomó el balón, driblando agresivamente.

—No si puedo evitarlo —murmuró en voz baja. Lanzó el balón y observó con satisfacción cómo rebotaba en el tablero antes de caer—. Tú vas a perder, totalmente.

El juego estaba en marcha y, mientras jugaban, el aire se espesaba con el olor a sudor y determinación. Cada canasta anotada era recibida con vítores y quejidos.

El balón era un testigo silencioso de la
rivalidad tácita entre los dos chicos.

Emma se sentó al margen con Hanna, mirando cómo se desarrollaba el juego.

—Es que tú empezaste.

A ella no le gustaba sudar y a Hanna no le gustaba esforzarse por nada que no fuera bailar, así que sí, eran mejores amigas por algo.

—Yo no empecé nada, Haru-

—Draken está aquí —Emma escuchó la voz de su abuelo del otro lado—. Los chicos están en el patio.

Ella levantó la vista y vio a Draken caminando hacia ellos, su alta figura proyectando una sombra sobre ella. Hanna saltó de la silla y corrió hacia él.

—¡Kenny, mi estúpido hermano! —exclamó Hanna, saltando encima de él, prácticamente derribándolo—. Te extrañé.

Emma sintió una punzada en el pecho mientras los miraba.

—Ay, ya vas a comenzar.

Draken y Hanna siempre habían tenido esa relación fácil y burlona que ella envidiaba.

La amistad que se convirtió
en una hermandad.

Era como si pudieran decirse cualquier cosa sin miedo a ser juzgados o rechazados.

—Literalmente nos vimos ayer en la escuela, idiota —dijo Draken, sonriendo mientras alborotaba el cabello de Hanna—. Pero supongo que nunca te cansas de mí.

Su relación de hermanos era como una mala broma la mayor parte del tiempo, pero ambos se amaban profundamente.

—Para, voy al baño...

Mikey se fue al baño así que Baji se sentó con ellos.

—Oh, vamos, Ken —estaba sonriendo—, sabes que tú también me extrañaste.

Emma, ​​que ahora estaba sentada al lado de Haruchiyo y Baji, miró a Draken con amor en sus ojos.

—Ajá.

Pero había una cosa y esa cosa era que...

Draken sólo tenía ojos
para Mikey y sus amigos.

Realmente no parecía importarle nada más en el mundo. Bueno, quizás las motocicletas.

—¡Lo sabes —le jaló el cabello—, ¿verdad?!

Era como si no notara los sentimientos de Emma en absoluto, lo cual era frustrante para ella, pero se lo guardó para sí misma.

—Eres realmente irritante, Hanna —se quejó Draken, quitándosela de encima, Hanna le sacó la lengua—. Literalmente vimos la cara del otro de lunes a viernes.

La pelinegra rodó los ojos. Este año estaba estudiando junto a Mikey y Draken, la habían cambiado de colegio luego de que le incendiara el cabello a la hija del rector  de su anterior escuela.

—Y aunque hoy es sábado te veo aquí. ¿Cómo te voy a extrañar?

Este año, Hanna perdió a su madre y esa fue la razón principal por la que el Ryuguji era como un hermano para ella. 

—Ok, relájate, hermano —suspiró y se sentó en el regazo de Haruchiyo mientras posaba sus piernas en el regazo de Keisuke, haciendo un puchero—. Qué grosero.

Haruchiyo sólo la miró en silencio, pensando seriamente en tirarla al piso, pero quizá Mikey se enojaría si lo hacía.

Ella siempre hacía 
lo que quisiera.

Baji sólo le sonrió mientras ponía sus manos sobre las piernas de la pelinegra y la sostenía.

—Tienes a estos dos como tus perros —Emma se burló, Haruchiyo frunció el ceño—. ¿Cuánto cobras por dar clases de cómo domar bestias?

—Doy clases los jueves y viernes —le sonrió burlona—, a ti te lo dejo con descuento por bonita.

Emma se soltó a reír, llamando la atención de Draken.

Ella es tan
bonita.

—Sabes, Em —se apoyó sobre el pecho de Haruchiyo para verla bien—, ahora mismo estoy aburrida.

El pelirosa luchaba mentalmente con las ganas de lanzarla al suelo.

—¿Te podés quitar de encima? 

—No.

—Sí, yo también estoy aburrida —miró al pelirosa—. Si te la quieres quitar de encima... Dile que la amas y sale corriendo, te lo juro.

Haruchiyo chasqueó la lengua y miró a Hanna, quien asintió, sabiendo que Emma tenía razón.

Hanna le huía al 'amor' más que
a una película de terror.

—No lo diría ni por eso —bufó—, prefiero tirarla al suelo y ya.

—No la vayas a tirar —Baji lo codeó con el ceño fruncido—, pasámela a mí si no la soportas.

Mikey volvió del baño y frunció el ceño. No podía soportarlo. Ver a Haruchiyo y Baji ponerse tan cómodos con Hanna, mientras él estaba al margen, lo estaba volviendo loco.

—Oigan.

Ya había tenido suficiente de sentirse como el tercero en discordia en su propia casa así que se acercó a Hanna, empujándola a un lado como si se fuese a sentar en medio.

—Dame un poco de espacio —se quejó, con la voz cargada de celos—, ¿quieres?

Hanna levantó la vista, sorprendida.

—¿Cuál es tu problema? —preguntó, apartándose del regazo de Haruchiyo—. Tch, Mikey...

Los ojos de Mikey se movieron rápidamente de uno a otro.

—Es solo que... ustedes, los tres —dijo, tratando de mantener la acusación fuera de su voz—, siempre están uno encima del otro.

—¿Qué? —Haruchiyo abrió grande los ojos—. Somos solo amigos, Mikey... No, menos que amigos.

Pero Emma conocía a su hermano demasiado bien. Podía ver la posesividad en la forma en que agarraba la pelota de baloncesto, la forma en que sus nudillos se habían vuelto blancos.

—¡Oye! —Hanna lo golpeó—. ¡Te estás pasando, Haruchiyo!

—No te tolero —le vio con los ojos bien abiertos.

Hanna boqueó un momento y se cruzó de brazos.

—Pues yo a ti tampoco.

Haruchiyo y ella era...
Especiales con el otro.

—Ajá.

Mikey miró a Baji, quien había sostenido a Hanna de caer cuando la empujó, básicamente la estaba abrazando lo que hacía que su sangre hirviera.

—Mikey, todos somos amigos —agregó Baji con una sonrisa que ocultaba algo—. Sólo amigos. No te preocupes, Mikey.

Emma miró a Baji con una ceja alzada, logrando que se sonrojara y apartara la mirada, como los mejores amigos de Hanna, ambos estaban al tanto que ambos sabían lo que ocurría entre ellos.

No la podía engañar
con ese tono tan falso.

—Mikey —se levantó y golpeó juguetonamente el brazo de Mikey, pero Mikey solo lo miró fijamente—, te tengo, calma.

—Vamos, Haruchiyo —miró al pelirosa—. Juguemos un partido de baloncesto... Baji, tú también vienes.

—Entonces yo también iré —Hanna sonrió, levantándose y recogiéndose el pelo.

Antes de que Mikey se negara, ella le robó el balón y lo dribló en el suelo con una sonrisa. Solía jugar con Senna y Seishu así que no era tan mala, es decir, si podía seguirle el ritmo a esos dos, podía hacerlo con quien fuera.

—Vamos, Michael —sonrió—, muéstrame lo que tienes, ¿quieres?

La tensión entre ellos crecía a medida que continuaba el juego.

—¡Estoy libre!

Cada pase de Baji a Hanna demostraba la coordinación que tenían de cientos de juegos anteriores, lo cual era extraño, considerando que a Hanna no le gustaba esforzarse.

—¡Toma eso, Mikey!

Cada risa que compartía con los otros dos chicos, era como un cuchillo que se retorcía en las entrañas de Mikey, quería borrarles la sonrisa de la cara.

—Son unos niños —Draken suspiró, acercándose a Emma—. Hey, Emma.

—Oh, hola...

Mikey jugaba más duro, más agresivamente, tratando de ganar no solo el juego, sino también la atención de Hanna. 

—Solo la veo así cuando juega con Senna-kun...

Pero Hanna no se daba cuenta de la tormenta
que se estaba formando dentro de Mikey.

—Parece que ella va a darlo todo hoy —Draken se sentó a su lado—, qué raro de ver.

Estaba demasiado ocupada disfrutando el momento, su risa sonaba como una campana.

—¿Verdad?

Era un sonido que Emma había aprendido a apreciar, pero hoy se sentía como una premonición de tormenta.

—Sí, es que está un poco molesta con Mikey hoy —murmuró, luego se cubrió la boca porque no se suponía que dijera eso—. Oops.

El partido continuó, el marcador se acercaba cada vez más.

—¡Hombre, casi!

Cada canasta era una batalla por la supremacía, no solo entre los jugadores, sino también por el afecto de Hanna. Aunque ella también estuviese compitiendo.

—No te preocupes —Draken le sonrió—. No le diré a nadie lo que acabas de decir, parecía un secreto.

—Gracias —le sonrió, sonrojada.

Cuando transcurrían los últimos segundos, el balón estaba en manos de Mikey, respiró profundamente y lanzó.

—A veces ella se parece a Mikey —dijo—. Es una mala combinación, no pueden haber dos líderes. No si ambos están viendo a lados opuestos...

Ella miró a Draken de reojo antes de volver la vista a los chicos y asentir ante sus palabras.

Ken-chan siempre es tan...
Me encanta.

—Porque al final terminarán enfrentados el uno con el otro —fijó su vista en Hanna—, solo para herirse terriblemente...

El balón giró por el aire, una súplica silenciosa de victoria, pero Baji lo desvió en el último segundo y aterrizó en las manos de Haruchiyo.

—¡Buen trabajo, Baji!

Con un grito triunfal, Haruchiyo anotó la canasta ganadora. Hanna saltó arriba y abajo, aplaudiendo, y abrazó a su mejor amigo.

—Oye —la miró Haruchiyo—. Yo fui quien hizo la canasta, ¿sabes?

—¿Qué? —se burló—. ¿Quieres que te abrace también, Akashi?

—¿De ti? Primero muerto, gracias.

—Estúpido.

El rostro de Mikey se ensombreció al verlos, los celos ahora eran algo vivo y palpitante dentro de él.

—Como sea —murmuró, arrojando la pelota al suelo y marchándose—. Necesito aire.

El grupo se miró entre sí, sin saber qué decir.

—¿Y ahora que bicho le picó?

El aire estaba cargado de sentimientos no expresados ​​y el eco de los pasos de Mikey alejándose.

—Parece que ya explotó otra vez...

Emma suspiró, levantándose de su silla.

—Iré a hablar con él —dijo, dirigiéndose hacia la casa.

Conocía a su hermano, sabía que necesitaba espacio para calmarse, pero también sabía que no podía dejar que las cosas siguieran así.

Algo tenía
que cambiar.

Mikey estaba en su habitación, caminando de un lado a otro, los celos eran un peso físico sobre sus hombros.

—¿Por qué ella...?

Cuando escuchó los pasos ​​se dio la vuelta, sus ojos brillaban de ira.

—¿Qué quieren? —escupió—. ¿Quién es?

Emma respiró profundamente.

—Mikey —empezó—, no puedes seguir haciendo esto.

—¿Haciendo qué? —dijo a la defensiva, cruzando los brazos sobre el pecho—. Yo no estoy haciendo nada.

—Sintiendo celos cada vez que Hanna habla con otro chico —dijo con dulzura—. No es saludable.

—¿De verdad? —su expresión era sarcástica.

—No es saludable —reiteró—, y no es justo ni para ella ni para ti. Ni para ninguno de nosotros.

Mikey la miró fijamente durante un largo momento, con el pecho agitado, sus hombros se hundieron.

—Lo sé, lo siento —murmuró—. Pero es que... no puedo evitarlo.

Emma se acercó y colocó una mano sobre su hombro.

—Sé que es difícil, pero tienes que intentarlo —murmuró en voz tranquila—. No puedes controlar a quién le gusta, y alejarla no hará que le gustes más.

Mikey bajó la mirada.

—Pero, Emma, ¿y si le gustan ellos más que yo?

Emma le apretó el hombro.

—Entonces tendrás que lidiar con eso —le dijo con firmeza—. Pero... por ahora, solo sé su amigo. Sé la persona en la que puede confiar. Tal vez, sólo tal vez, ella vea cuánto te importa.

Mikey asintió, con los ojos todavía en el suelo.

—Está bien.

Su voz era apenas un susurro.

—¿Pero y si no lo hace? —la miró con un dejo de miedo en sus ojos—. Yo... no puedo... Sin ella...

Emma le dio una pequeña sonrisa triste. Hanna era importante para ambos y le dolía ver como su hermano moría por ella, pero también era consciente de que todo era su culpa por ser tan indeciso.

—Entonces tendrás que encontrar una manera de ser feliz por ella —apretó sus labios—, incluso si duele.

Los dos se quedaron allí por un momento, perdidos en sus propios pensamientos. Entonces, Emma lo abrazó con fuerza.

—Sé que es difícil, Mikey —le acarició la espalda—. Pero no estás solo.

Mikey le devolvió el abrazo, sintiendo que un poco de peso se levantaba de su pecho. Tal vez, sólo tal vez, las cosas mejorarían.

—Gracias —murmuró, secándose los ojos—, gracias, Emma.

Mikey no sabía qué
sería de él sin Emma.

Pero estaba bastante seguro que jamás querría averiguarlo y que, seguramente, sería horrible.

—Vamos —Emma dio un paso atrás—. Volvamos afuera. Se supone que deberíamos estar disfrutando de mi cumpleaños.

—Tienes razón.

Juntos, salieron de la habitación y caminaron hacia la luz del sol.

—¡Yo no tuve la culpa! —se quejaba Hanna—. ¡Él fue quien me retó!

La risa y el parloteo de sus amigos llenaban el aire, un marcado contraste con la tensión que había llenado la habitación momentos antes.

—Eso dice ella —Baji sonrió—, pero la verdad es que siempre que la retan a algo, lo hace sin pensar.

Mientras se acercaban al grupo, Hanna miró hacia arriba, buscando con los ojos a Mikey.

—Ey.

Notó el cambio en él, la forma en que caminaba un poco más erguido, la forma en que sus ojos ya no estaban llenos de ira.

—Mik-

Sintió una punzada de culpa por no notar su dolor antes, por no ser más sensible a sus sentimientos.

—Manjiro —lo llamó suavemente—, ¿estás bien?

Mikey la miró, su expresión era ilegible para ella en ese momento, pero Emma lo conocía mejor.

—Sí —forzó una sonrisa—. Estoy bien.

Emma sabía que la tormenta estaba lejos de terminar. Era solo una calma temporal, una pausa en la batalla por el corazón de Hanna. Y no pudo evitar preguntarse.

¿Quién saldría victorioso
al final de la batalla?

Sus apuestas, sin embargo, ya tenían un ganador en mente desde el comienzo.

—Me aburro de nuevo, Emma —se quejó la pelinegra, exagerando—. ¡Hagamos algo!

La voz de Hanna interrumpió sus pensamientos, sus ojos brillaban de emoción.

—Sí, yo también estoy algo aburrida —Emma no pudo evitar sonreír ante la energía ilimitada de su amiga—. Hm... 

Miró hacia la cocina, los platos de su desayuno todavía estaban en el fregadero, y la casa estaba extrañamente silenciosa después del intenso partido de baloncesto.

—¿Supongo que podríamos ir al parque?

—Sí —Mikey sonrió, ansioso por superar el momento incómodo—, ¡suena como un plan! 

Keisuke levantó la vista de su lugar en el suelo donde había estado jugando con su tamagotchi.

—Me parece bien —miró a Mikey—. Vamos al parque.

Los dos intercambiaron una mirada que estaba llena de desafíos tácitos y promesas de aventura.

—Vamos, chicos, es el cumpleaños de Emma —sus ojos grises brillando con picardía—. Hagamos algo divertido para ella.

—Muy bien —dijo Mikey, agarrando sus zapatos y dirigiéndose hacia la puerta—, vámonos.

El parque estaba a unas pocas cuadras de distancia de su casa, un pequeño oasis de verde en la jungla de cemento de su vecindario.

—¿De dónde sacan tanta energía?

—No seas un abuelo, Kenny —lo empujó—, tienes once años, no setenta.

—Eres muy molesta.

—Me lo dicen seguido —Hanna le palmeó la espalda, agarrando a Emma del brazo con una sonrisa—. Hay que hacer fila.

El aire era fresco y puro, con el leve aroma del otoño. Las hojas de los árboles habían comenzado a cambiar de color, pintando el mundo en tonos de naranja, rojo y amarillo.

—Y entonces...

Draken no tardó en hablar con Mikey mientras Baji hablaba junto a Haruchiyo, Emma y ella iban más atrás, caminando de los brazos con sonrisas mientras hablaban de su día en la escuela. 

—Ese chico del otro día, Miy-

—No, Emma —le cubrió la boca y abrió grande los ojos—. Hay muchos oídos aquí.

A medida que se acercaban al parque, podían escuchar la risa distante de los niños jugando y los chirridos de los columpios en la brisa.

—Per-

—Nada de nada —canturreó—, otro día te cuento. 

—Eres muy mala conmigo —hizo un puchero—, ¿por qué no me cuentas o te da miedo que alguien se de cuenta?

Hanna siguió la mirada hacia el pelinegro y el pelirosa antes de mirarla de vuelta.

—Eres terrible.

—Lo sé —sonrió—, por eso somos mejores amigas, entérate.

El tobogán parecía particularmente atractivo, y Emma sintió una punzada de nostalgia por tiempos más simples.

—¡Los reto a los columpios! —gritó Hanna, ya en movimiento antes de que pudieran siquiera respirar—. ¡El último me paga diez tazones de ramen!

—¡Oi —Baji fue el siguiente en correr—, ¿con qué dinero quieres que te paguen eso?!

Emma sonrió, corriendo también, Hanna era siempre tan competitiva pese a todas sus limitaciones.

—¡Hanna!

Mientras más limitaciones tenía, ella más quería correr, más quería saltar y más quería pelear...

Quizá, por esa razón, Mikey
y ella no serían buena pareja.

Mikey y Draken corrieron también, pero el primero en llegar de todos, fue Draken. No era tan sorprendente.

—¡No es justo! —Mikey lo acusó—. ¡Tus pisadas son más largas!

—¿Y...?

—Eso no quita que ganó —Baji se inclinó a respirar, viendo de reojo a Hanna, siempre cuidándola—. Pero mierda, Draken, te pasaste... ¡Uff!

El último en llegar fue Haruchiyo, para sorpresa de todos, Emma sonrió victoriosa.

—Me debes diez tazones de ramen —se burló Hanna frente al pelirosa cuando llegó—, que sean de cerdo, porfa.

Los ojos menta conectaron con los grises en silencio y Emma tragó ante la tensión.

—Otra vez te ganó una chica —Mikey sonrió.

Haruchiyo y Hanna lo miraron en silencio antes de devolverse la mirada, frunciendo el ceño.

—Como sea —mascullaron al unísono—. ¿A quién le importa eso?

Hanna caminó hacia Emma y la jaló hasta sentarse en los columpios junto a ella, en silencio.

—¿Qué hay? —Baji se sentó a un lado de Hanna—. ¿Sabían que...?

Mikey se subió al columpio a un lado de Emma, escuchando a Baji decir sus tontos '¿Sabías que...?' sobre animales. Hanna siempre se reía de ellos, molestándolo.

—¡No es verdad!

—Te juro que sí lo es.

—¿Pero cómo...?

Cada vez que Hanna se reía de algo que decía Keisuke, Mikey se empujaba más alto en el columpio, tratando de llamar su atención.

Una batalla silenciosa,
una danza de celos.

Un anhelo que se hacía cada vez más intenso a medida que avanzaba la tarde. Finalmente, Emma había tenido suficiente de todo eso.

—Oigan, chicos —gritó, su voz se escuchó por todo el patio de juegos—. Juguemos a la lleva. ¡Es mi cumpleaños, después de todo!

El grupo la miró, con una mezcla de sorpresa y emoción en sus rostros.

—¿La lleva? —dijo Mikey, pero la esperanza en su voz era inconfundible—. Eso es para bebés.

—Vamos, será divertido —instó Hanna, saltando de su columpio—. Podemos hacerlo interesante.

—¿Interesante, y cómo?

—Hm... El último que sea tocado tiene que hacer un reto.

Los chicos se miraron entre sí, el desafío claro en sus ojos. Esta era su oportunidad de demostrarle a Hanna su valía, de mostrarle que podían ser más que solo sus amigos. Y así, con un asentimiento de Draken, comenzó el juego.

—Muy bien —Draken miró a Emma—, ¿quién la lleva?

—¡Tú! —Emma soltó una risa al salir corriendo.

Corrieron por el parque, saltando entre árboles y bancos, su risa resonando en el aire. 

—¡Mierda, Baji! —Hanna soltó un quejido cuando la tocó—. ¡Si te toc-!

—¡No se vale devolverla! —le sacó la lengua juguetonamente—. ¿O es que me querías tocar?

El sol les pintaba la piel de dorado y las hojas crujían bajo sus pies.

—¡Ya verás!

Fue una tarde perfecta, llena de la clase de alegría y camaradería que solo los amigos de la infancia podían compartir.

—¡Agh, Hanna —Emma se quejó—, otra vez no!

—¡Tú quisiste jugar!

Pero Emma no podía quitarse de encima la sensación de que algo no iba bien mientras los observaba jugar a los tres, no pudo evitar preguntarse si siempre sería así.

—¡Mikey la lleva, Mikey la lleva! 

¿Siempre estarían luchando por la atención de Hanna, mientras ella permanecía en las sombras, como observadora silenciosa? Miró a Draken.

Sin tan solo las cosas
fueran diferentes.

El juego continuó, los desafíos se volvieron cada vez más escandalosos con cada ronda, hasta que finalmente tocó un beso.

—Aquí solo hay dos mujeres —Mikey sonrió burlón—. Hanna es tu hermanita así que besa a Emma.

Las mejillas de Emma se colorearon.

—Tu hermanita —le recordó Draken.

—Uy, es verdad —frunció los labios—. ¡Bueno! Bésala pero sin lengua, eh, sólo un roce o te mando a la mierda de una patada.

—¿No es más fácil decirle que no lo haga si le vas a poner condiciones? 

—Cállate, Baji —Mikey miró a Draken—. ¡Anda, no tenemos todo el día!

Tristemente para todos, especialmente Emma y Hanna que estaban esperando ese beso, el mayor de los Sano llegó. Siempre había tenido como un sexto sentido para estas cosas.

Siempre que Keisuke y ella...
Ah, no, se desvió del tema.

Haruchiyo miró en silencio a la pelinegra, notando con una ceja arqueada su reacción, pero supuso que era porque Shinichiro acababa de llegar sudando y con su camisa blanca ligeramente pegada al cuerpo.

No era secreto para nadie que Hanna
amaba los rostros atractivos.

—Chicos —gritó Shinichiro, acercándose a ellos con una amplia sonrisa—. Es hora de ir a casa y cantarle el feliz cumpleaños a cierta señorita.

Las mejillas de Emma se sonrojaron.

—Ahora no, Nii-san —protestó, pero no pudo evitar la sonrisa que tiró de las comisuras de sus labios—. Estam-

—Vamos, Em —dijo Hanna, agarrándola de la mano y tirándola de ella—. ¡Será divertido!

Cuando llegaron a la casa de los Sano de nuevo, encontraron a su abuelo y Haruki de pie en la sala de estar con una sonrisa orgullosa cada uno. 

Con el letrero de 
feliz cumple detrás.

Habían puesto un colorido mantel con globos atados al respaldo de la sillas y en el centro, un pastel decorado con rosas y el número 9 en cristales de azúcar.

—¡Sorpresa!

La sala se llenó del dulce aroma de la vainilla y el leve aroma de las velas, los ojos de Emma se abrieron de par en par con asombro.

—¿Ustedes hicieron esto por mí?

Nunca dejaban de sorprenderla las fiestas sorpresa, irónicamente, incluso si no era la primera vez.

—¡Por supuesto, Emma-chan —Haruki le dio un gran abrazo—, feliz cumpleaños!

—Gracias —sonrió—, Haruki-neesan.

Hannah aplaudió.

—¡Ahora, apaguemos esas velas antes de que derritan todo el pastel!—.

El grupo se reunió alrededor de la mesa, sus risas y charlas llenaron el aire. Los celos de Mikey pasaron a un segundo plano mientras veía cómo se iluminaba el rostro de su hermana. Tal vez, solo tal vez, hoy no se trataba de ganar el corazón de Hanna.

Tal vez solo se trataba
de hacer feliz a Emma.

Mientras cantaban el feliz cumpleaños, Emma sintió que se le quitaba un peso del pecho cuando, por primera vez ese día, se sentía el centro de atención.

Como si ella fuera lo más
importante del mundo.

Las llamas de las velas parpadeaban con la suave brisa que entraba por la ventana abierta, y arrojaban un cálido resplandor sobre los rostros de todos. Cuando terminó la canción, respiró profundamente y pidió un deseo.

Que la felicidad de este momento
nos dure a todos para siempre.

Miró a Hanna con una sonrisa mientras ella le vio también. La pelinegra, que estaba junto a Baji, le hizo un corazón con los dedos que ella le devolvió enseguida.

Y que los lazos que compartimos
todos aquí jamás desaparezcan.

Y mientras apagaba las velas, sintió una extraña sensación de paz que la invadía.

—¡Ahora sí! —Haruki aplaudió—. ¡Vamos a cortar ese pastel!

—¡Sí!

El pastel era un delicioso desastre de glaseado y azúcar, que se les pegaba a los dedos y a las caras. Comieron con gusto, sin importarles el desastre pegajoso que estaban haciendo.

—Está muy rico.

—No hables con comida en la boca —le recriminó Baji a Hanna, con comida en la boca y miró a Emma—. Dile. 

Era una celebración de la vida, de la amistad, de crecer juntos en un mundo que era duro y hermoso a la vez.

—Si tú estás igual —se burló—. Ay, Baji, realmente...

Pero mientras estaban sentados allí, mientras el subidón de azúcar se disipaba, Emma no pudo evitar sentir que la tensión entre Mikey y Keisuke era tan palpable como la pegajosidad del pastel en sus dedos.

El espíritu juguetón de Hanna
ya no parecía alcanzarlos.

Era como si su rivalidad fuera una nube espesa que flotaba sobre la habitación, bloqueando el calor del sol.

—Hanna.

—¿Hm? —la pelinegra levantó la mirada de su última cucharada de pastel—. ¿Qué pasa, Em?

—Ven conmigo —le susurró.

Emma tomó la mano de Hanna y la llevó arriba, a su dormitorio, la puerta se cerró detrás de ellas. Era un santuario lleno de pósters de grupos de chicos y animales de peluche que habían visto días mejores, un marcado contraste con el caos de abajo.

—Sabes —comenzó, sus ojos brillando con picardía—, me parece gracioso cómo se besaron en el cumpleaños de Kei y ahora están volviendo a fingir que nada pasó.

Hanna puso los ojos en blanco.

—Fue solo una... una cosa, ya sabes, las cosas pasan a veces cuando pasan y su-suceden —dijo, sus mejillas se sonrojaron ligeramente—. Ya... ya sabes cómo es.

—¿Hm?

—Sólo pasó porque sucedió —estaba nerviosa—, no sé ni que estoy diciendo...

Hanna nunca admitiría que estaba realmente enamorada de Keisuke porque no creía en el amor y también porque disfrutaba en secreto de toda la atención de cada rostro atractivo que se enamoraba de ella.

—¿Ah, sí? —Emma se inclinó hacia delante, su cabello rubio le hizo cosquillas en la mejilla a Hanna—. Entonces, ¿cómo sucede eso?

—Es algo que los mejores amigos hacen en los cumpleaños.

—Bueno, si es lo que los mejores amigos hacen en los cumpleaños —bromeó, con una sonrisa burlona en sus labios—, entonces tal vez nosotras también deberíamos hacerlo.

—De hecho —una sonrisa traviesa se mostró en su rostro—, tienes razón, Emma.

Sin previo aviso, Hanna se inclinó y le dio un beso, para su sorpresa fue en los labios.

—¿Ves, Emma? —dijo, con los ojos brillantes—. Las mejores amigas también hacen esto, como los mejores amigos, es un ritual... para permanecer juntos para siempre.

Emma se apartó, riendo.

—¿Quién dijo eso, Hanna? 

—Yo —respondió Hanna encogiéndose de hombros, con un atisbo de sonrisa burlona tirando de las comisuras de su boca—. Es una nueva regla de cumpleaños.

Las dos se sentaron en la cama, con las piernas colgando a un lado. La habitación estaba llena del leve aroma de su champú de fresa, mezclándose con la dulzura del pastel que aún flotaba en el aire.

—Pero en serio —dijo Emma, ​​con voz suave—, sabes que Mikey siente algo por ti, ¿verdad?

La sonrisa de Hanna vaciló.

—¿Qué? No, Em —respondió, con la voz llena de incertidumbre—. Solo está celoso de que le pueda quitar a sus amigos.

Emma la miró con una mirada cómplice.

—Tal vez —dijo con dulzura—. Pero, para mí, es más que eso.

—Además... cada vez que le pregunté —bajó la mirada a sus pies—, él dijo que no sentía eso.

—¿Y cómo te sientes tú?

Hanna se quedó en silencio durante un largo rato.

—No tengo idea —arrugó la nariz—, sabes que...

Emma asintió.

—No tienes que decidir nada ahora —dijo—. Solo sé honesta contigo misma y con él cuando estés lista.

—Oh —se masajeó la sien—, creo que es hora de volver con los chicos.

—Sí...

La comida estuvo llena de historias de sus escapadas, las risas resonaban a través de las paredes y en los corazones de quienes escuchaban. 

—Entonces, ¿qué deseas para el año que viene, Em?

Emma respiró profundamente ante la pregunta de Hana.

—Deseo que todavía estemos aquí —dijo, mirando alrededor de la mesa a su familia improvisada—. Todos... Juntos.

La habitación quedó en silencio mientras sus palabras flotaban en el aire, cada persona perdida en sus propios pensamientos.

—Sí —Hanna sonrió con tristeza—, creo que eso es genial.

Emma supo que se aferraría a este recuerdo, este momento perfecto e imperfecto, durante todo el tiempo que pudiera porque incluso si el mañana les traía desafíos, incluso si sus corazones se rompían y sus amistades se ponían a prueba, ellos tenían esto.

Al final siempre se 
tendrían el uno al otro.

Y a veces, en un mundo que era todo menos normal como el de ellos, eso era todo lo que necesitaban.

.

.

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Noviembre 25, 2001

—Si sigues bostezando, te voy a dejar en la tienda sola —le acusó Haruki—. ¿Para qué propones este plan si no te gusta?

El domingo comenzó con Haruki, Emma y Hanna comprando en su centro comercial favorito.

—Porque a Emma si le gusta —Hanna bostezó—. ¿Ves? Parece una niña chiquita.

Haruki quiso decirle que lo ea, pero Hanna realmente no lo veía de ese modo, así que suspiró. Era el décimo cumpleaños de Emma, ​​así que querían hacerlo especial haciendo algo que a ella le encantara.

Un plan
de chicas.

—Como sea, voy a buscar algo —le apretó el hombro—, quédate con Emma. No causes problemas.

Haruki no le tenía mucha
fé a su hermana menor.

—Sí, señora —le hizo un saludo con la mano y se acercó a la cumpleañera—. ¿Ya encontraste algo?

Haruki estaba ocupada eligiendo un vestido para ella, algo que combinara con sus ojos color miel y la hiciera sentir como una princesa.

—Todavía...

Los ojos de Emma se abrieron de par en par cuando vio un vestido azul brillante en el escaparate.

—¡No! Mira...

Tenía delicados detalles de encaje que parecían haber sido cosidos por hadas bajo un cielo iluminado por la luna. 

—¿Hm?

Tiró de la manga de Hanna, su voz llena de emoción.

—Mira, Hanna, ¿no es perfecto?

Hanna asintió con una sonrisa, sus propios ojos grises reflejaban el brillo del vestido.

—Te verás impresionante con él, Em —le aseguró con una sonrisa—. ¡Vamos a probártelo!

Hanna no era realmente del tipo de chica a quien le gusta ir de compras porque no podía decidirse por nada y se frustraba fácilmente, pero le encantaba ver a Emma feliz.

—Qué bueno que le robé la tarjeta a Takeomi —carraspeó—, es decir, que se la pedí prestada.

—¿Otra vez? —Emma se burló—. Lo vas a dejar pobre.

—Ni que se de cuenta entre tantas cosas que hace —se acercó a ella—. Igual Waka dijo que no pasaría nada y yo le creo. ¿Sabes?

Entonces, siguió a su amiga a la tienda de vestidos, ansiosa por apoyarla.

—Realmente eres muy mala a veces —soltó una risa, acercándose a los vestidores—. Hola.

Una amable vendedora levantó la vista de su mostrador y notó a la cumpleañera.

—¿Vienes a probarte algo?

Emma asintió y sus mejillas se sonrojaron.

—Hoy es mi cumpleaños —dijo tímidamente, señalando el vestido azul—. ¿Podría probarme ese, por favor?

La vendedora, con una sonrisa cómplice, las condujo a la parte trasera de la tienda donde estaba la sección de niños. Eligieron la talla correcta y se retiraron al probador.

—Sólo digo que...

Hanna podía escuchar las risitas de Emma mientras se ponía la prenda. Cuando salió, parecía una muñeca, el vestido acentuaba su cabello rubio y sus ojos.

—¡Te ves hermosa!

Hanna aplaudió, su propia emoción crecía.

—¡Tienes que conseguirlo! —aseguró—. ¡Ven, vamos!

El resto del día estuvo lleno de risas y bromas alegres. Se toparon con un puesto de venta de dulces y Hanna retó a Emma a probar el más ácido.

—¡Está horrible! 

Las dos amigas fruncieron el ceño y se les llenaron los ojos de lágrimas al probar el sabor ácido.

—¡Ya lo creo!

Al menos, se dijeron, estaban creando un momento que sería recordado a través de sus ataques de risa.

—Haruki-neesan, aquí —hizo una pose extraña junto a Emma—. ¡Oh! Mira aquí.

Fueron de tienda en tienda, con Haruki haciendo el papel de fotógrafo designado, capturando cada momento de su aventura.

—Ustedes dos —Haruki suspiró, yendo detrás de ella—, vayan más despacio, ni que las estuvieran persiguiendo.

Jugaron a juegos de arcade, donde Hanna demostró ser sorprendentemente buena en la máquina de baile, mientras que el entusiasmo de Emma por el hockey de mesa era contagioso.

—¡Gané!

Hanna siempre
la dejaba ganar.

—¡Muy buena eres! —le enseñó los pulgares—. ¿Intentamos los dardos? Kei siempre me gana.

Kei —se burló del apodo, la pelinegra apartó la mirada sonrojada—. ¡Mírala, neesan!

—Se pone tan roja como mi cabello —Haruki se burló también—. Y luego así dice que...

—¡Bueno! —Hanna se cruzó de brazos—. ¡Si Kei y yo somos como Shinichiro y tú!

Vaya manera de
callarla que tenía.

Cuando el sol comenzó a ponerse, decidieron sentarse en un banco del centro comercial para tomar un descanso.

—¿Te estás divirtiendo, Emma-chan?

—¡Sí!

Hanna se inclinó hacia Emma, ​​​​apoyando la cabeza en su hombro.

—¿El mejor cumpleaños de todos? —susurró.

Emma asintió, su sonrisa era tan amplia como largo era el día.

—¡Sí! —la abrazó por los hombros—. ¡Gracias!

Decidieron terminar el día con una visita al patio de comidas, donde disfrutaron de pizza y refrescos, compartiendo historias y chistes, y planeando su próxima aventura.

—Y entonces Baji se fue con él —Emma puso la mano pensativa—, ¿y tú los seguiste?

Los pensamientos de Hanna se dirigieron a Keisuke, su corazón se agitó al pensar en sus recientes encuentros.

—Quería cuidar que no se metieran en problemas...

—Pero la que terminó en problemas fuiste tú —se burló—. De verdad... Los problemas llegan a ti.

—Exactamente.

Le dio un codazo juguetón a Emma. A pesar de las bromas, el vínculo entre las dos amigas era inquebrantable, un testimonio de sus años de experiencias y secretos compartidos.

—Hay cosas que pasan cuando suceden —se alzó de hombros—, estar con ellos es ser un imán de problemas.

—No, creo que tú eres el imán de problemas —soltó una risa—. Pobres Akira y Yuki siempre limpiando el desastre que Senna y tú hacen.

El centro comercial se volvió más silencioso a medida que se acercaba la hora de cierre. Recogieron las últimas bolsas de compras y se dirigieron a la salida.

—Estoy cansada —se quejó—. Ojalá Shin estuviera aquí para cargarme.

El aire fresco de la noche rozó sus rostros cuando salieron, las luces de neón de las tiendas se reflejaban en el pavimento.

—Ya lo creo —Emma suspiró—, caminamos demasiado. 

Había sido un día perfecto, lleno de risas y recuerdos. Cuando llegaron a la última salida antes del parqueadero se encontraron a Shinichiro, Mikey y Baji, cada uno con una gran sonrisa.

—¡Sorpresa! —gritaron al unísono.

La mandíbula de Emma cayó.

Era una sorpresa,
después de todo

—¡Chicos! —corrió con la voz llena de asombro—. ¡¿Qué hacen aquí?!

Shinichiro se alzó de hombros.

—Pues es tu cumpleaños, ¿no?

Se hizo a un lado dejando ver a su abuelo con una pequeña tarta de cumpleaños y una mesa plegable que habían montado a un lado del coche de Haruki. 

—¡Wow!

Hanna sonrió, cruzándose de brazos tras la nuca, cosa que Emma notó. Seguro que ella había tenido la idea de la sorpresa de ese modo.

—¿Flores? —se sorprendió al ver a Mikey con un ramo de flores—. ¡Y son mis favoritas, gracias, Mikey!

Baji le entregó un manojo de sus revistas favoritas, cosa que ella le agradeció con una gran sonrisa. Draken solo le sonrió brevemente, enseñándole un pequeño dije para la cadena que Hanna compró.

—Feliz cumpleaños, Emma.

Podía notar la razón por la que Hanna solo le dio la cadena ahora, le sonrió grande.

—¡Gracias!

Todos le cantaron el cumpleaños feliz con grandes sonrisas, Emma finalmente sopló sus velitas y se sentaron en el suelo con una sonrisa mientras Haruki y Mansaku se encargaban de partir el pastel.

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Noviembre 25, 2002 

—Te digo, Kazu está volviéndome loca —masculló Hanna, rodando en la cama—, me dan una ganas terribles de golpearlo en la cara.

Hanna estaba hablando del mejor amigo de Baji, el chico que siempre estaba peleando con ella por la atención del anteriormente mencionado. Emma apoyó su mentón en sus manos, sonriendo.

—Oh, vamos —soltó una risa—, sólo admite que estás celosa de que ya no puedes tener a Baji para ti sola.

—¡No es eso! —pero su sonrojo la contradecía por completo—. No estoy celosa y menos de Kazutora.

Estaban en la habitación de Hanna, recostadas luego de desayunar juntas ya que tuvieron una fiesta de pijamas como usualmente hacían los fines de semana de sus cumpleaños. Hoy era lunes, pero por cosas del destino, ninguna tuvo clases esa mañana.

—¿Cuándo es que se van a casar? —bromeó—. Yo seré la madrina, eh.

Hanna la miró de reojo, empujándola fuera de la cama sin dejarla caer.

—Eres muy grosera —se quejó, abrazándose a su mejor amiga—. ¿Sabes? Estás perdidamente enamorada de él.

—¿Qué? —su rostro se deformó en una mueca—. Por supuesto que no.

—¿Entonces por qué se besan?

—Para... reforzar la amistad —bromeó, abrazándola de vuelta—. Tú y yo nos besamos a veces, ¿sabes?

—Eso no cuenta.

—No creo que esté enamorada de ti por los besos que nos hemos dado —le dijo—. ¿Tú sí?

Emma soltó una risa. Quería decirle que no se refería a eso, que era diferente porque sus besos eran bromas, en cambio los besos que ese par compartían eran distintos.

Mágicos, llenos de amor,
besos... de verdad.

Pero Hanna no lo aceptaría para nada, no tenía caso.

—Para nada, amiga —negó con la cabeza—. Mi dueño tiene corazón ya.

—Qué lástima —bufó.

—Pero ya en serio, no sé porque no te permites amar —suspiró—. No le tienes miedo a hacerte un tatuaje, pero sí le tienes miedo a enamorarte.

Sí, Hanna no le tenía miedo a dejarse tatuar de un principiante ni a las películas de terror ni a besarse en la oscuridad con Baji, pero seguro que le daba miedo enamorarse, era algo tan confuso.

—Ey, al menos el tatuaje sé que me va a durar toda la vida —la codeó—, el amor... no tanto.

—Per-

No la podía juzgar, su madre tuvo muy mala suerte en el amor y ella misma había tenido un par de relaciones  que la dejaron traumada, probablemente de por vida.

—El amor romántico sólo existe en los cuentos de hada, Emma —miró al techo—, no creo en esas cosas. Ya... no.

Emma apretó los labios, sabiendo que el temor de Hanna provenía de varias situaciones que le habían endurecido el corazón, pero al mismo tiempo, no lo entendía del todo.

—Como sea —suspiró Emma—. ¿Qué pasa con Mikey?

Incluso si su ex fue una mierda, Baji no lo era, pero Emma lo sabía. Que la razón principal era Mikey.

—¿Qué pasa con Mikey? —repitió, frunciendo el ceño—. Es como siempre...

—¿Y qué pasa con...? —Hanna la calló con las manos sobre la boca—. ¡Hmm!

—Te lo digo ya, no hables del diablo o se aparecerá—Hanna puso los ojos en blanco—. Más bien... ¿Qué pasa con Draken, eh, Emma?

—Tú, mala...

Emma rió, retorciéndose en el agarre de Hanna.

—Pero en serio, ¿qué pasa contigo y Mikey? —se puso boca abajo—. Siempre se están peleando.

Hanna puso los ojos en blanco y retiró las manos.

—No es así —dijo, con las mejillas ligeramente sonrojadas—. Solo somos... amigos que discuten mucho.

Emma parecía escéptica, pero no insistió más, sabía que su mejor amiga era terca.

—Bueno —decidió cambiar de tema—, hoy es mi cumpleaños. ¿Qué vamos a hacer?

—Tengo una sorpresa para ti —Hanna sonrió con picardía—. Pero es un secreto... Lo descubrirás esta noche.

El día pasó rápido mientras las chicas jugaban y veían películas, la anticipación por la sorpresa crecía en Emma con cada hora que pasaba. Finalmente, Hanna miró el reloj y sus ojos se iluminaron de emoción.

—Es la hora —anunció, poniéndose de pie de un salto. Agarró la mano de Emma y la arrastró hasta el parque de atrás de su casa—. ¡Ven aquí!

Cuando salieron, Emma se quedó sin aliento. Todo el pequeño kiosco del parque estaba lleno de globos y serpentinas de sus colores favoritos, morado y rosa.

Manera de celebrar
que tenían las Yagami.

Había una mesa preparada con un pastel bellamente decorado, sus bocadillos favoritos e incluso una pequeña pila de regalos.

—¡Feliz cumpleaños, Em! —gritó Hanna, soltando su mano—. ¡Sorpresa, por cierto!

Emma miró a su alrededor, con los ojos muy abiertos por el asombro.

—Llegó la cumpleañera —Haruki y Shinichiro se acercaron enseguida a abrazarla—. ¡Feliz cumpleaños, preciosita!

—Gracias...

Vio a Draken y Mitsuya sentados en la mesa junto con Baji y Mikey. Su corazón dio un vuelco cuando vio la forma en que Draken la miraba atentamente.

—Chicos —susurró, sintiendo que las lágrimas brotaban de sus ojos—. Esto es increíble.

La velada estuvo llena de risas y diversión.

—Hanna se demoró mucho en hacer esto —le susurró Baji—, no sabes lo acosadora que es cuando quiere sorprenderte en algo.

—Y tú enojado de que te acose —se burló, el pelinegro se puso rojo—. ¿Ves como si te gusta?

—Claro que me gusta —sonrió orgulloso—, nunca lo he negado.

Jugaron, comieron demasiado pastel y abrieron los regalos. Mikey le había regalado la última edición de su cómic favorito, lo que la hizo gritar de alegría.

—¡Gracias, Mikey!

—Qué bueno que te guste, enana.

Baji había elegido un collar que combinaba perfectamente con sus ojos.

—Hanna me ayudó a escogerlo —se rascó la nuca—, esa mujer en todo está metida, qué molesta. ¿No te parece?

—¡Edward!

—Ay —suspiró, yendo con ella—. Sí, sí, ahí voy, mi cielo.

Ella se giró a verlos, Hanna acarició sutilmente la mejilla del pelinegro frente a ella. Miró a su alrededor.

¿Mi 'cielo'? ¿Y eso qué fue?
Parecía que nadie más lo notó.

Emma entrecerró los ojos, esos dos se habían portado muy extraño últimamente, pero luego hablaría de eso con Hanna. Ella parecía feliz.

¿Qué se traen esos dos
entre las manos...?

Aunque, en definitiva, de su cumpleaños, la mejor parte para Emma fue cuando Draken le entregó una pequeña caja cuidadosamente envuelta. Ella lo miró con el corazón acelerado.

—No tenías que...

Él solo le guiñó un ojo súper tranquilo.

—Sólo ábrelo.

Dentro, encontró una pulsera hecha de cuentas que deletreaba su nombre. Se la puso y lo miró con los ojos brillantes.

—Gracias —murmuró—, está muy linda.

Draken no dijo nada más y se fue junto a Mikey, él era así siempre, de todos modos no podía evitar sentirse feliz por el regalo.

—¡Hanna!

Y justo cuando pensaba que la noche no podía mejorar, vio a Draken observándola desde las sombras, con una suave sonrisa en los labios. Se sonrojó y se dio la vuelta, sintiendo un aleteo en el estómago.

—¡Pero Baji!

Todos estallaron en risas, excepto Keisuke, que estaba tirado en el suelo, sujetándose la cabeza con dolor, sin ver su sonrisa descarada por ningún lado.

—Kei, ¿estás bien? —Hanna se inclinó, con los ojos llenos de preocupación. Él la miró, sus ojos grises brillando con picardía—. ¿Vas a llorar?

—¿Me das un beso si lloro?

Hanna le sonrió, era normal que ella le diese un beso en la mejilla si le dolía algo o lloraba. Aunque Emma sabía que a veces, cuando estaban a solas, no eran en la mejilla.

—Sí —sonrió burlona—, pero solo si lloras.

Baji pensó un momento si llorar en serio, Emma lo notó, pero entonces sonó esa canción.

—Todo vale la pena por ti —murmuró, antes de ponerse de pie de un salto y tirar de ella para bailar—. Baila conmigo, mi niña.

Hanna puso los ojos en blanco, pero no se resistió, bailando con él enseguida.

—¿Desde cuando soy tuya, Baji?

—Desde la primera vez que te vi, Yagami —afirmó—, sólo que tú aún no lo sabes.

—Sueñas.

—Contigo —susurró en su oído—, siempre.

Keisuke tenía una manera de hacerla sentir especial, incluso cuando Hanna sabía que solo estaba jugando.

—¿Y qué sueña?

Las mejillas del mayor se tiñeron de rojo.

—Cosas...

Él la hizo girar y su risa resonó en el aire fresco de la noche.

—Eres un idiota.

—¿Hah? —volvió a darle otra vuelta mientras sonreía—. ¿A quién llamas idiota, idiota?

Emma los miró, con una pequeña sonrisa en los labios. Sabía que a Baji le gustaba coquetear con Hanna cada vez que podía, pero no pudo evitar sentir una punzada de celos.

—Míranos bailar como siempre —le susurró Kei al oído—. Somos el rey y la reina de esta fiesta.

Siempre le había encantado ver a Hanna y Baji juntos, pero esta noche, con el brazalete de Draken en su muñeca, no pudo evitar preguntarse cómo sería tener a alguien así para ella.

—Baji —su tono era una pequeña advertencia—, ¿qué pasó con el secre-?

La música cambió a una canción más lenta y Keisuke acercó a Hanna hacía él, sus ojos dando con los de Mikey, quien apartó la vista enseguida.

—Por ese puto secreto no estoy besándote justo ahora —masculló, apretándola contra él—. Tienes que darme un beso después... para recompensar mi esfuerzo. ¿Sabes?

Sintió su aliento en su cuello y la calidez de su mano en su cintura. Hanna cerró los ojos, dejándose perder en el momento.

—Te juro que no te entiendo —se rió sin abrir los ojos—. A veces actúas tan...

Pero cuando los abrió, vio a Mikey mirándola con enojo desde el otro lado del patio. Sabía que no le gustaba que Kei le prestara demasiada atención.

—Mierda.

Keisuke notó su incomodidad y se inclinó más cerca, en voz baja.

—No te preocupes —susurró con un guiño—, siempre tendré un ojo en Mikey.

Hanna no pudo evitar reír, la tensión se rompió. Kei tenía un don para hacer que todo se sintiera más ligero.

—¿Qué vamos a hacer con ellos? —Draken suspiró.

—No lo sé —Mitsuya los observó fijamente—. ¿A quién creen que engañan con su amistad?

Pero mientras continuaban bailando, Hanna no podía quitarse la sensación de que la mirada de Mikey todavía estaba sobre ellos, su expresión ilegible.

—A Mikey —señaló con el mentón al chico del otro lado—. Te juro que los ve así y aún así no cree que haya algo entre ellos.

—Sí, fue igual en Halloween.

—Ah, pero un día los verá caminar de la mano y me dirá que se van a casar.

—Te creo —se rió el pelilila—, su lógica es así.

Pocos sabían ellos que
en realidad si sería así.

Cuando la canción terminó, Kei la hizo girar y la inclinó dramáticamente, viendo sus ojos. La multitud de amigos aplaudió y vitoreó, pero el corazón de Hanna estaba acelerado.

—Eres un idiota, Baji.

Los ojos marrones y grises se acariciaron en silencio.

—Amas a este idiota, Yagami —Hanna se apartó de él, enojada, él suspiró—. Perd-

Ella simplemente se fue de ahí y él suspiró, sabiendo que había tocado un taboo. Baji se fue a sentar junto a Shinichiro, quien le dio un par de palmadas en el hombro, todavía procesando lo que acababa de ver.

—Hombre —Shinichiro exhaló el humo de su cigarrillo—. ¿Qué fue todo eso, Keisuke?

Emma tiró de la mano de Hanna.

—Vamos adentro un rato —susurró—, quiero hablar contigo.

Se alejaron de la fiesta y entraron en la tranquila casa de Hanna, dejando a los chicos con sus juegos y el aire fresco de la noche afuera. Una vez en la seguridad de la sala de estar, Emma cerró la puerta y se volvió hacia su amiga.

—¿Qué pasa con Baji y tú hoy?

—¿Qué pasa con Draken y tú hoy? —respondió Hanna con una sonrisa.

Emma sintió que sus mejillas se enrojecían.

—No es nada —murmuró, jugando con el brazalete en su muñeca.

—Pues lo mismo con Baji.

—Vamos, Han...

—Vamos, Em —dijo Hanna, sus ojos grises buscando los de ella—. Puedes decirme cualquier cosa.

Emma respiró profundamente.

—Es solo que... no sé —confesó—. Sentí que me vio diferente hoy.

—¿Qué tan diferente?

—No sé —repitió Emma, ​​su voz un poco más alta—. Es solo que... es como si me viera, realmente me viera.

La sonrisa de Hanna se suavizó.

—Tal vez él simplemente se está dando cuenta de lo mucho que has crecido —sugirió con suavidad—. ¿No crees?

Emma puso los ojos en blanco.

—¿Qué estás diciendo?

—A veces los chicos son un poco lentos para captar la situación...

Las dos amigas se rieron y la tensión en el aire se disipó un poco.

—Pero en serio —continuó Hanna—, creo que ustedes dos harían una gran pareja.

El corazón de Emma dio un vuelco.

—¿En serio?

—Sí —dijo Hanna asintiendo—. Ambos me tienen a mí como hermana en común, y él es un buen chico. Y sé que te protegería así que estarías en buenas manos.

Emma se miró las manos, sus pensamientos se aceleraron.

—Pero... ¿Y si Mikey se pone celoso?

—Mikey estará bien —le aseguró Hanna—. Él es solo... Mikey.

El sonido de la puerta al abrirse los hizo saltar a ambos, se dieron vuelta y vieron a Mikey parado allí, con una expresión indescifrable.

—¿Están bien —preguntó, con una voz un poco demasiado casual—, chicas?

—Sí —respondió Hanna rápidamente—. Solo estamos hablando de la fiesta.

Mikey asintió y miró a Emma.

—Te compré algo, Em —le tendió un pequeño regalo envuelto a toda prisa—, ábrelo.

Su corazón se hinchó cuando lo tomó.

—No tenías que hacerlo.

Pero no pudo ocultar la emoción en su voz.

—No es mucho —murmuró, mirando al suelo—, sólo....

Emma desenvolvió cuidadosamente el papel para encontrar una pequeña y delicada figura de un osito.

—Es hermoso.

La mirada de Mikey se desvió hacia la pulsera en su muñeca antes de apartar la mirada.

—Feliz cumpleaños —murmuró, y luego se fue, de regreso a la fiesta.

Hanna lo vio irse antes de volverse hacia Emma.

—¿De qué se trataba eso?

Emma se encogió de hombros, sintiendo una repentina tristeza.

—No lo sé —su voz apenas por encima de un susurro—. Pero creo que vamos a tener que hablar con él.

Emma se acercó a Mikey, que estaba ayudando a limpiar, cuando la fiesta terminó.

—¿Qué está pasando, Mikey?

Él se puso rígido, sin mirarla.

—Nada.

—Vamos, Mikey —suplicó—, eres mi hermano. Dime...

Él suspiró y se giró para mirarla.

—No lo sé —admitió—. Es solo que... no me gustó verte con Kenchin hoy.

—¿Por qué?

—Porque... porque él no es lo suficientemente bueno para ti.

Emma abrió mucho los ojos.

—¿Qué quieres decir?

—Sólo quiero decir —dijo Mikey con voz tensa—, que te mereces a alguien que vea lo increíble que eres.

—¿Y no crees que... Draken lo haga?

Mikey no respondió. En cambio, la miró con los ojos llenos de algo que ella no podía interpretar.

—Simplemente no creo que nadie en este mundo merezca a mi hermanita —dijo Mikey con voz ronca—. Pero si tiene que ser alguien, supongo que Kenchin está bien.

Emma sintió una oleada de afecto por su medio hermano. Su naturaleza sobreprotectora siempre había sido parte de él, pero sabía que provenía de un lugar de amor.

—Gracias, Mikey —dijo, dándole un abrazo—. Pero puedo manejar mi propio corazón.

Mikey puso los ojos en blanco, pero le devolvió el abrazo.

—Sí, sí —suspiró, alborotándole el cabello—. Pero sabes que estoy aquí si me necesitas.

—Siempre —le sonrió.

El último de los invitados se fue, y los cinco ayudaron a las hermanas Yagami a limpiar el desorden. A pesar de la hora tardía, sus espíritus permanecieron altos, alimentados por la emoción del día.

—Baji te está mirando —canturreó Shinichiro—, ¿dónde está el chisme completo?

—Eres un chismoso, Shin —se quejó, siempre había sido así desde el comienzo—. No te voy a decir nada.

—Oh, vamos...

Mientras trabajaban, Hanna no pudo evitar mirar furtivamente a Keisuke, quien estaba charlando con Draken.

—Es la primera vez que es tan abierto al coquetear —la codeó el mayor—, nunca antes se había atrevido a tanto.

—Es verdad...

Su coqueteo abierto había sido emocionante, pero no podía quitarse la sensación de que había algo más que diversión y juegos.

—Entonces, ¿qué está pasando con mi hermana?

Draken miró a Hanna mientras hablaba con Baji, él se sonrojó de inmediato.

—No sé de qué estás hablando —dijo, tratando de mantener la voz tranquila—. Alucinas, Draken.

—Sabes exactamente de qué estoy hablando, no estoy alucinando —dijo Draken, entrecerrando los ojos—. Siempre estás...

Emma los observó hablar por un segundo y sonrió, esperando que el día nunca terminara.

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Noviembre 25, 2003

Emma estaba viendo con aburrimiento la calle desde donde Mikey y ella estaban sentados, frente a la tumba de Shinichiro, era un martes así que luego de terminar sus deberes en la casa estaba libre.

—¿Qué estará... haciendo Hanna-chan? —miró al techo—. ¿Estará bien?

Emma era la única que conocía la historia completa de su familia fuera de Haruchiyo y Keisuke, así que podía imaginarse que su vida en ese lugar no era todo colores y flores pese a estar viviendo en familia.

—Debe estar bien, Emma —Mikey le sonrió—. ¿Verdad? Por eso se fue al extranjero...

Ella miró a Mikey en silencio un momento y asintió.

—Oigan —Draken se acercó a ellos—. ¿Por qué no vamos a comer un helado?

Mitsuya, que estaba atrás de Draken, le sonrió a Emma. Ella los vio en silencio un momento antes de asentir y todos caminaron hacia la heladería en silencio, fue cuando llegaron que vieron en una esquina a Baji.

—¿Y eso? 

A un lado de Baji había una chica de cabellos negros hablando con él tranquilamente, el pelinegro lucía incómodo, pero ninguno dijo nada.

—¡Baji!

Él se giró a verlos entonces.

—Hola, chicos —Emma frunció al ceño—, Emma...

—Baji —habló Mikey, con un dejo de fastidio en su voz—, ¿quién es ella?

—Oh, ella es Aria —la presentó casualmente—. Ella es nueva en el vecindario.

Los ojos de Mikey se entrecerraron al ver a Aria, que tenía el cabello recogido en una coleta alta y vestía un lindo vestido. Sintió que algo se agitaba dentro de él, algo que definitivamente no eran celos. Era más como... irritación por la facilidad con la que Baji hablaba con otras chicas.

—Es un placer —les sonrió la chica, Emma notó que tenía los ojos de un extraño azul descolorido que casi parecía gris y alzó una ceja—. Y tú debes ser Emma, ¿no?

—Hm —asintió y miró a Baji—. Vamos a la heladería, ve cuando te desocupes.

El pelinegro asintió y se giró hacia la chica entonces, Draken y Mitsuya le pasaron de largo.

—¿Y esa qué? —murmuró, molesta—. ¿Acaso está buscando un reemplazo?

—¿Un reemplazo?

—Nada, Mikey —negó con la cabeza y se emocionó al ver los helados—. ¿Puedo tener el de menta con chispas de chocolate?

—Tienes que probar el nuevo sabor —dijo Draken, señalando el letrero de neón—. Se llama Galaxy Swirl.

Sus ojos se iluminaron y asintió con entusiasmo.

—Está bien, ¡tomaré eso en su lugar!

Emma miró cómo Baji hablaba con esa chica con el ceño fruncido, lo mismo pasó con Draken y Mitsuya, a pesar de que Hanna vivía en otro país después de la muerte de Haruki, nunca lo vieron hablar con otra chica y eso la molestaba, sentía algo que no le gustaba.

—¿Y ese qué?

—Está bien, Mikey —dijo, tratando de aliviar la tensión de su hermano—. Sólo... comamos.

Los ojos de Mikey siguieron a Emma mientras saltaba hacia el mostrador, su humor se alivió un poco con sus palabras.

—Tomaré lo de siempre para todos —gritó por encima del hombro.

Draken asintió con la cabeza, sus ojos todavía en Baji y la chica nueva, Aria. Mitsuya se acercó a ellos, su habitual actitud relajada no se veía por ningún lado.

—¿Están bien, chicos? —preguntó, notando la tensión en el aire—. ¿Qué pasa?

—Sí —dijo Draken, apartando la mirada de ese par—. Sólo... Baji siendo Baji.

—¿Quién es esa? —preguntó Mitsuya, asintiendo con la cabeza hacia Aria—. ¿De dónde salió y por qué se parece a nuestra hermanita dragón?

—Mitsuya —Draken le abrió los ojos—. ¿De qué hablas?

—Per-

—Una chica nueva —se quejó Mikey, repartiendo los helados—. ¿Creen que se parezca a Hanna? No lo creo, la verdad.

—Como sea, es bonita —dijo Mitsuya, lamiendo su cono—. Pero no tan bonita como tú, Emma.

—Gracias, Mitsuya-kun —le sonrió y miró a Draken, que sólo pretendía no haber oído nada—. Así que... Ahora que Hanna no está aquí, nuestros cumpleaños siempre parecen tan aburridos, ¿no les parece?

Mitsuya asintió solemnemente.

—Sí, no es lo mismo sin ella...

—Pero aún tenemos que hacer que este sea especial para ti —dijo Draken, poniendo su mano sobre su hombro—, Emma.

—Bueno, Hanna volverá pronto —Emma parecía esperanzada—, ¿verdad?

—No lo sé —dijo Mikey, con la voz tensa—. ¿No se suponía que volvería después de dos años? Sólo han pasado unos meses y ya apesta.

Baji se acercó a ellos después de decirle a la linda chica nueva, Aria, que la vería por ahí.

Algún día.
Si la recordaba.

—¿Cuál es el plan para hoy? —preguntó, tomando el helado que le entregó Mikey—. Aw, hombre, gracias.

Mikey rodó los ojos.

—Solo... tomamos helados y vamos al árbol al que Hanna solía ir —dijo Emma—. No... quiero hacer nada más, para ser honesta.

Mikey miró a su hermana con una expresión triste, pero asintió con la cabeza en comprensión.

—Sí, deberíamos hacer eso entonces —sonrió brevemente—, si eso es lo que quieres.

Draken y Mitsuya intercambiaron una mirada, pero no discutieron. Sabían que el lugar de Hanna en sus corazones era irremplazable.

—Vámonos entonces —dijo Draken, liderando el camino fuera de la tienda—, con rumbo al árbol.

El sol se estaba poniendo cuando llegaron al viejo roble, pintando el cielo con rayas de color naranja y rosa.

—Ella era un mono más que un gato —se burló Baji, con las manos en los bolsillos—. ¿Cómo es que se trepaba como si nada? Aún no lo entiendo.

Las hojas se habían vuelto de un dorado cálido y comenzaban a caer, creando un suave crujido debajo de sus zapatillas mientras caminaban.

—¿Recuerdas la vez que hicimos ese picnic aquí? —dijo Mitsuya, sonriendo al recordarlo—. Y Hanna trajo esas tontas galletas de la suerte que tenían chistes terribles.

—Sí —Baji miró a Mikey—, la mía decía que me iba a caer de una altura considerable y justo Mikey me empujó del árbol.

—Yo creo que eso fue intencional —bromeó Mitsuya.

Todos se rieron, la tensión se alivió un poco mientras se sentaban bajo el árbol, sus helados derritiéndose lentamente en el aire fresco de la tarde.

—Hubo una vez en que Hanna trajo una...

Hablaron de los viejos tiempos, su risa se mezclaba con los sonidos distantes de los niños jugando en el parque.

—Hanna siempre traía algo extraño a nuestras reuniones —Mikey miró a Baji, parecía completamente fuera de la conversación—. ¿Qué pasa, Baji? ¿Te enamoraste de esa chica?

Baji frunció el ceño y Emma suspiró.

—Mikey, eso no es lindo.

—Está bien, Em —Baji se encogió de hombros—. Aria es solo una amiga. Nada de qué preocuparse.

—Pero ella es bonita  —murmuró Mikey, sin parecer convencido.

—Y tú también, Mikey —dijo Emma, ​​sonriéndole dulcemente—, pero no por eso nos enamoramos de ti. ¿O sí?

Mikey puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar devolverle la sonrisa. Pasaron la siguiente hora en el árbol, compartiendo historias y bromas que los hicieron sentir más cerca de Hanna.

—Aunque es algo aburrido sin Hanna y Shin —Emma miró el lugar desde la rama del árbol—, les agradezco por hacer un día especial para mí, chicos.

El aire estaba impregnado del aroma de las hojas de otoño y de la dulzura de sus helados.

—Siempre —Mikey la abrazó de los hombros—, no nos agradezcas, tonta.

Cuando la luz se hizo más tenue, decidieron irse.

—Feliz cumpleaños, Em —se despidió Draken, dándole un cálido abrazo—. Ya verás, nos aseguraremos de hacer algo grande cuando Hanna regrese.

La sonrisa de Emma era agridulce. Extrañaba tanto a Hanna que le dolía, pero sabía que algún día volverían a estar juntos de nuevo.

Y tal vez ese día estaba más cerca
de lo que se podían imaginar.

.

.

.

Noviembre 25, 2004

—¿No se están tardando?

Hanna Yagami, la mejor amiga de Emma, estaba sentada en el regazo de su novio (como siempre) mientras él tenía su mano dentro de su camiseta de Nirvana, estaban hablando junto al par de gemelos.

—Sí, Mikey debería estar aquí en cualquier momento con Emma-chan —Hanna miró a Nahoya con una sonrisa—. Todos están listos, ¿verdad?

—Por supuesto, preciosa.

—Que no le digas preciosa a mi novia, Smiley —Baji frunció el ceño, pero a Smiley nunca le importó realmente y seguía molestándolo—. Por cierto, ¿dónde está Chifuyu?

—Estaba con Hakkai —replicó Hanna, echándole un vistazo a su alrededor—. ¿No?

—Los envié por algo más fuerte que jugo, si sabes a lo que me refiero —le sonrió a Hanna—. ¿Cuánto puedes beber esta noche, princesita de Toman?

Ambos eran los mejores compañeros de fiesta y les gustaba competir entre sí para ver quién bebía más, por eso este año Hanna había confiado en él para ayudarla a organizar la fiesta de cumpleaños de Emma.

—Hmm —ella miró a Baji—. ¿Tú qué dices, mi amor?

Nahoya miró a su gemelo con una sonrisa, el peliazul solo negó con al cabeza.

—¿Ya le andas pidiendo permiso a tu novio? 

—No es eso, imbécil —rodó los ojos—. Yo voy contra autoridad menos la de su mamá.

Hanna, que estaba viviendo en la casa Baji desde comienzos del año, no mentía cuando decía que no le tenía miedo a irse contra cualquier autoridad, menos la señora Baji. 

—Mi mamá está fuera de la ciudad —replicó Baji—, así que puedes tomar todo lo que quieras sin preocuparte por problemas.

Smiley festejó enseguida.

—Pero —mordió el hombro de su novia y el pelinaranja frunció el ceño—, yo cuento. Si te digo que pares, Hana...

—Sí, mi amor, si dices que pares, nos vamos a la cama —prometió, Smiley les dirigió una mirada cómplice que la hizo apartar la suya—. A dormir.

—Sí, a dormir —se burló—, y yo me llamo Santa Claus.

Smiley señaló entonces la mano de Keisuke sobre su pecho, Keisuke puso los ojos en blanco con una sonrisa juguetona. 

—Sabes, Hanna —Smiley la miró a los ojos—. ¿Cómo fue que terminaste con este tipo? Tienes tantos para elegir, como yo, por ejemplo.

—Smiley —el tono de advertencia de Baji lo hizo sonreír.

Nahoya amaba fuertemente molestarlo.

—¿Tú? Smiley, no bromees —Hanna le lanzó un golpe que él esquivó por suerte. Keisuke apretó su agarre alrededor de su cintura, acercándola a él—. Además yo escogí al indicado. 

Su novio sonrió en su cuello.

—El amor, el amor —Smiley canturreó y miró a Angry—. Estos dos idiotas son mi pareja favorita.

—¿Hah? —ambos fruncieron el ceño, hablando al unísono—. ¿A quiénes estás llamando idiotas, imbécil?

—Su conexión siempre me hace erizar —afirmó, mostrando su brazo con la piel de gallina—. Como sea, ¡¿dónde está Mikey?!

—Parece que va a llegar tarde —Akira se acercó, bostezando—. ¿Qué hay?

—¡Akira, mi hermano! —Smiley se lanzó a abrazar al peliblanco—. ¿Tomarás con nosotros?

—Sueñas. 

—Oh, vamos, no seas aguafiestas —le sacudió los hombros—. Hanna va a tomar muuuucho hoy.

Akira miró a la pelinegra.

—Si saben como se pone, ¿verdad? —la señaló—. Luego estará dándose puños con todos.

—Si tenemos suerte nos toca un beso en lugar de un golpe —bromeó Smiley—, si no... Un fierrazo.

—De Baji será —se burló Senna, llegando con Yuki—. ¿Qué vamos a tomar hoy?

—Malas decisiones.

—Para tomar esas no necesitamos una fiesta, Han.

La pelinegra los vio sentarse cerca a ellos con una sonrisa mientras comenzaban a hablar un rato más hasta que la puerta de atrás se abrió con un Mikey llevando a Emma del brazo, la rubia tenía los ojos vendados así que todos se escondieron y apagaron las luces.

—Mikey, ¿esto cuánto tiempo nos va a llevar?

Mikey no respondió, de hecho no había un solo sonido en todo el lugar y cuando dio un paso, sus tacones hicieron eco en el suelo.

—¿Mikey?

Emma sintió una mano quitarle la venda pero todo estaba oscuro y no podía ver.

—Mikey —chilló—, esto no es gracioso.

Un par de minutos más tarde las luces finalmente se encendieron y ella dio un sobresalto al ver a todos gritando '¡Sorpresa!' al unísono. Ella sonrió con los ojos cristalizados, Hanna se lanzó a abrazarla.

—¡Emma-chan!

Lucía deslumbrante con un vestido rosado claro que resaltaba el brillo de sus ojos, su cabello rubio cayendo en cascada sobre sus hombros como una cascada dorada.

—¡Te ves hermosa! —le dio un beso en la mejilla—. ¡C'est magnifique!

¡Merci, mademoiselle! —Emma la abrazó de vuelta—: ¡Gracias, señorita!

Los ojos menta de Sanzu las observaban desde una esquina.

—¡Muy bien, mis queridos —Hanna sonrió y Smiley la imitó—, la estrella de la noche está aquí!

—¡Sacudamos esta fiesta! 

Smiley no tardó en ir a subirle el volumen a la música, volviendo con una botella de algún trago exótico que había traído, él era así siempre.

—Muy bien, ¿quién va primero?

—Yo —tomó un vaso de la mesa, lo llenó y lo bajó sin pestañear, la sala estalló en vítores—. ¡Ahora tú, Em!

Emma aceptó el shot con una mueca, Draken la observó fijamente, siempre cuidándola desde su silencio.

—No tan rápido, preciosa —Smiley le robó el segundo shot a Hanna—, hay que ir lento.

Chifuyu y Hakkai, que habían tenido una terrible odisea consiguiendo el trago donde tuvieron que pedirle ayuda al hermano mayor de Akira, se cruzaron de brazos al ver como empezaban.

—Bueno, parece que nos espera una gran noche —miró a su capitán—. Baji-san, ¿en serio vas a dejarla tomar esta noche?

—Chifuyu, es mi novia, no mi bebé —su tono fue burlón cuando vio a Hanna bajarse otro trago. Se cruzó de brazos cuando ella le guiñó el ojo con picardía—. Esta noche se trata de divertirse, ¿por qué no tomas un poco tú también?

—Per-

—A ver si así aflojas esa cara de estreñido que tienes, hombre —Senna se burló—. Anda ya, toma esto.

Emma les sonrió.

—Sí, chicos —meneó la cabeza—, hay que divertirnos. ¡Es mi cumpleaños!

—Exactamente —Hanna abrazó por la cintura a la mayor—. No sean aguafiestas y tomen, Toman.

No pasó mucho tiempo para que el aire se cargara del olor a alcohol y el dulce aroma de la torta de cumpleaños. Tres de los cuatro inseparables estaban en una esquina moviendo la cabeza al ritmo del rock que Hanna había puesto.

—Yo, yo, yo —Smiley recibió el trago que Hanna le ofreció—, nada mal.

Ambos los chocaron, un brindis silencioso por su amistad, antes de echar la cabeza hacia atrás y beber los tragos de una.

—¡Joder, qué calor hace!

El ardor del alcohol inundó las papilas gustativas de ambos, sintiendo como el calor se extendía por sus cuerpos.

—Yo creo que —las mejillas de Smiley estaban rojas, tosió levemente mientras pretendía estar calmado—, aún puedo beber más que tú, preciosa.

—¡Cuida esa lengua, Smiley! —le gritó Baji desde atrás mientras hablaba con Chifuyu—. ¡Ella es mía!

—¡¿De qué hablas?! —agitó el trago con una sonrisa burlona—. ¡¿Te da miedo que te la baje?!

La amistosa competencia se hacía más ruidosa y entretenida para los espectadores, ambos decididos a ganar aunque la noche era joven, muy joven aún.

She's gonna end up completely wasted  —Senna chasqueó la lengua, bebiendo una cerveza—: Ella va a terminar completamente borracha.

Mikey veía a Hanna con el corazón completamente retorcido por una mezcla de anhelo y frustración, sabía que no podía tenerla pero verla siendo feliz junto a Baji solo hacía que sus sentimientos fueran más fuertes.

None of my business —Yuki le dio un trago a su gaseosa, acomodándose sus gafas—: No es mi asunto.

Los ojos negros seguían la silueta de Hanna cuidadosamente, siempre era así, aún no podía superar lo que pasó en la última fiesta de Halloween.

Whatever, her boyfriend will take care of her. We shall take care of him —Akira miró mal a Mikey—: Lo que sea, su novio cuidará de ella. Nosotros nos encargamos de él.

Senna volteó a ver al rubio y bufó por lo bajo, era demasiado complicado, volteó a ver a Emma.

—Espera, espera, Smiley, relájate —se detuvo cuando notó que no la dejaría libre si seguían bebiendo—. Bebe con Angry, voy con Emma.

—¡Oi!

Hanna agarró a Emma, que estaba divagando en su propio mundo, de los hombros para apartarla de la multitud de la fiesta en la cocina de la casa que alquilaron para esa noche.

—¿Qué pasa? 

—Es tu cumpleaños, Emy —Hanna le sonrió—, tenemos que hacer algo especial. 

Los ojos de la rubia se abrieron cuando Hanna presionó sus labios contra los de la mayor en un rápido beso entre risas, luego dándole un trago a lo que sea que llevara en su vaso, Emma rió.

—¿Otra vez con la regla del cumpleaños? —la empujó juguetonamente—. ¿O ya estás...?

—Hay que reforzar la amistad —canturreó—, es lo que hacen las amigas en sus cumpleaños para vivir juntas toooda la vida.

Hanna se inclinó hacia atrás, llevándose a la rubia con ella sin querer, esta vez besándola un poco más.

—Yo te quiero mucho, Emma —afirmó—, eres como una hermana para mí. Si te pasa algo yo me moriría. Lo juro, me mat...

Emma negó con la cabeza, su risa rebotando en las paredes. 

—Estás borracha ahora mismo —le dijo—. ¿Qué tanto mezclaste esta noche?

Hanna miró al suelo un momento y comenzó a cantar una de sus canciones más recientes.

♪I kissed a girl and I liked it... The taste of her cherry chapstick —Hanna se dejó caer en el suelo de la cocina con Emma sonriendo—: ♪ Besé una chica y me gustó... el sabor de su labial de cereza

—Hanna-chan —Emma se agachó a su lado—. Apenas empezó la fiesta hace poco, no deberías estar ta-

♪I kissed a girl, just to try it... I hope my boyfriend don't mind it  —siguió cantando con la mirada perdida y una sonrisa traviesa en sus labios—: ♪Besé a una chica, sólo por probar... Espero que a mi novio no le importe 

—Pero sí le va a molestar —la empujó levemente, ya sabiendo la letra de la canción—. Luego me dices que porque Baji te cela conmigo también. ¿Ves como te pones?

Por el rabillo del ojo, Hanna vio a Haruchiyo de pie allí, sus ojos verde menta mirándola atentamente.

—Puta madre.

Ella se apartó de Emma, parándose con dificultad y mirando hacia el otro lado.

—¿Estás muy borracha? —bromeó Emma, notando la repentina timidez de Hanna—. ¿Viste un fantasma?

Hanna mantuvo sus ojos en el pelirosa que tomó un trago de su botella sin apartar la mirada.

—¿Ya te había dicho que eres muy bonita, Em?

Volvió sus ojos a los miel de la mayor con una sonrisa intranquila. Emma frunció el ceño ante su mirada.

—Sí, me lo dices seguido —sonrió—. ¿Qué pasa?

—No sabía que besar a Emma era parte de la tradición de su cumpleaños —la voz sonó baja y ronca—, pero si eso las hace felices...

Emma se erizó y se volteó a ver, Sanzu le sonrió, lo sabía porque achicaba los ojos. La tensión en la habitación aumentó cuando Haruchiyo se acercó y dejó su botella en el fregadero.

—¿Rechaza al rey para hacer esto con su hermana?  —preguntó, acercándose peligrosamente a ella—. ¿Hanna-san? 

De nuevo, si no fuera por esa estúpida mascarilla que comenzó a usar gracias a Muto, sus labios ya estarían saboreando los de ella. Hanna frunció el ceño al reconocer la ira en su voz.

—Largo de aquí, Samsung —él se rió secamente ante el apodo—. No quieres que Baji...

—Ah, Baji —los ojos verdes parecieron perderse un poco—. Es verdad, estás con...

—¿Qué mierda te metiste hoy, Sa-?

—Nosotras deberíamos volver ya —Emma se metió entre ambos y jaló a Hanna fuera de la cocina—, nos perderemos la diversión si seguimos aquí. Permiso, Haruchiyo.

—Hm —miró al pelirosa, mostrándole su dedo medio antes de volver con Emma—. ¿Qué demonios le pasa?

—No sé —Emma soltó una risa—, como que le falta algo en la cabeza.

—Sí, un par de neuronas —se burló, reincorporándose a la fiesta—. Oops. ¡Mi amor!

Baji las atrapó con una sonrisa cómplice en un abrazo grupal, a Emma en los hombros y la otra mano rodeando la cintura de su novia.

—¿Qué significa ese oops? —miró a su novia con los ojos entrecerrados—. ¿Ahora me engañas con Emma?

—Sólo fue un besito, perdón —se rió con las mejillas todavía sonrojadas por el alcohol—, te lo compensaré.

—No —Baji se acercó a su oído para susurrar—, te voy a castigar esta noche por eso. Tú eres sólo mía.

Su voz era un retumbar bajo que le envió escalofríos por toda la columna vertebral. Especialmente imaginando lo que significaban esas palabras.

—Chicos, por favor —Emma no pudo evitar reír—, todavía estoy aquí y es horario familiar.

—Porque estás aquí es que no me la estoy foll-

—¡Kei!

—¿Qué? —le dedicó una sonrisa inocente—. Emma lo sabe todo, ¿o no? No creo que deb-

Hanna lo atrajo hacia un beso con tal de callarlo, el brazo que estaba sobre los hombros de Emma se desvaneció y pasó a atraer a su novia hacia él de la cintura.

—Por favor, no se coman la boca delante de mí —protestó Emma juguetonamente—, vayan a un cuarto arriba o algo. 

—Emma —Baji la vio con una sonrisa—, qué buena idea.

—No señor, no vamos a ningún lado —Hanna rodó los ojos y jaló la camiseta de System of a Down que llevaba puesta el pelinegro—. Vamos con los chicos. 

—Qué mala.

—Te conozco y sé que si vamos, luego no salimos de ahí —lo codeó—, es el cumple de Emma, idiota.

—¿Hah? —se quejó—. ¿A quién llamas idiota, idiota?

Los ojos grises encontraron a Mikey al otro lado de la sala, apoyado contra la pared como una figura solitaria en medio del caos, Baji se recostó en su hombro.

—Vamos a ver como está —murmuró.

Baji asintió, envolviendo un brazo alrededor de su cintura mientras se acercaban a Mikey. Sus ojos se iluminaron cuando los vio, y Hanna no pudo evitar sentir una punzada de satisfacción por su reacción.

—¿Estás bien, Mikey? —preguntó con su voz genuinamente preocupada.

Forzó una sonrisa.

—Sí —pero la tensión en su voz traicionó sus verdaderos sentimientos—, solo estoy tomando un respiro.

Emma miró a Hanna con una mirada cómplice.

—Ustedes sigan adelante  —dijo, dándole un suave codazo a Hanna—, hay que mantener la fiesta viva.

Emma alejó a Mikey de ahí hacia el rincón más tranquilo de la sala, donde podían hablar sin tener que gritar por encima de la música mientras Hanna y Baji fueron a la pista de baile.

—¿Qué pasa, Mikey?

—No es nada —murmuró, tomando un trago de su cerveza, la misma que Smiley insistió en darle unos minutos atrás—. Solo... verla con él...

Emma vio que señalaba a Hanna y Baji.

—Es difícil. 

Emma suspiró.

—Sí —le rodeó el hombro con la mano—, pero sabes que aunque ella ame a Baji, tú sigues siendo importante para ella. ¿Verdad?

Él asintió, mirando al suelo esta vez, Emma miró a la pareja de nuevo. Estaban abrazados en la pista de baile.

♪I was made for loving you, baby, you were made for loving me♪ —Hanna le cantaba a Baji al ritmo de la canción que sonaba—: ♪Fui hecha para amarte, cariño, tú fuiste hecho para amarme

Los ojos de Emma brillaron ante la escena que daban ese par de enamorados. Ambos cerca de los labios contrarios, las manos del mayor en la cintura de la menor mientras ella lo abrazaba por el cuello

♪And I can't get enough of you, baby. Can you get enough of me?♪ —Baji le cantaba de vuelta a Hanna—: ♪Y no puedo tener suficiente de ti, nena. ¿Puedes tener suficiente de mí?♪

—Ese tipo de amor sólo lo ves en las películas, pero ellos lo están viviendo, Mikey —murmuró—. Nosotros solo somos espectadores en una historia donde ellos son protagonistas.

Mikey pujó bajito, apretando el vaso en su mano mientras apartaba la mirada. Odiaba que todos, incluyendo a Emma, pudieran estar tan felices por ellos dos mientras él se desmoronaba por dentro.

Si pudiera devolver el tiempo
nunca dejaría ir a Hanna así.

Cuando la canción terminó, ambos pelinegros volvieron con Emma y Mikey, los ojos grises vieron al rubio.

—¿Qué pasa, Mikey?

Baji, siempre perceptivo, le devolvió la mirada con una mirada cómplice.

—¿Ustedes dos necesitan un momento? —le preguntó a Hanna.

—Sí —asintió ella, dándole una sonrisa agradecida—. Yo me encargo de esto.

A solas con Mikey, Hanna sintió el peso de sus emociones no expresadas presionándola. Levantó la mano y con suavidad apartó un mechón de cabello de sus ojos.

—¿Sabes que siempre estoy aquí para ti? —susurró, con el corazón dolorido por el dolor que vio en su mirada—. Siempre.

Mikey se inclinó hacia su toque, sus ojos nunca dejaron los de ella.

—Hanna —suspiró, su voz ronca por la emoción—. Yo... no sé qué hacer.

—Sigue siendo tú —dijo ella, dándole un suave beso en la mejilla—. Siempre te amaré, Mikey.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire entre ellos, una promesa silenciosa de amistad que trascendía cualquier sentimiento romántico.

Y por un momento,
eso fue suficiente.

Pero cuando Hanna se alejó, no pudo evitar preguntarse si realmente sería suficiente. A su alrededor se agitaba un torbellino de risas y música, pero en ese rincón tranquilo, Mikey solo suspiró.

—Está sonando nuestra canción —le dijo Baji—, Smiley se puso de chistoso con la mezcla.

—Bueno, pues vamos a bailar, mi amor.

Mikey les dio una sonrisa cuando ellos volvieron a la pista de baile.

—¿Estás bien?

Su novio envolvió sus brazos alrededor de su cintura.

—Sí —gritó por encima de la música—, estoy feliz de que todos estemos aquí hoy.

—Sí, eres tú  —sonrió—. Nuestros cumpleaños siempre son felices desde que estás en ellos.

—Oh, para, por favor.

La canción cambió a un ritmo de reggaetón, y el cuerpo de Hanna se balanceó naturalmente con el ritmo.

—Como amó bailar contigo, mi amor.

Hana sonrió.

—Lo mismo digo.

Sintió que las manos de Baji se movían más abajo, sus caderas presionando las de ella, y no pudo evitar perderse en el momento.

La música los inundó como una
ola, acercándolos más.

Hanna se sintió viva, su corazón latía con fuerza en su pecho mientras bailaban. Luego estaba Mikey, que los miraba con una mezcla de tristeza y enojo en sus ojos.

—¡No coman en frente del hambriento!

—¡Consigue pareja entonces, Senna! —Baji rodó los ojos—. ¡O tapate los ojos!

Akira y Senna se unieron a ellos, su risa atravesando la música.

—¿Dónde está Emma? —preguntó Hanna.

—Está bailando con Yuki.

Ambos señalaron a las dos chicas que bailaban muy cerca con sus cuerpos moviéndose en sincronía con el ritmo.

—Parece que se está divirtiendo  —dijo Akira, levantando una ceja hacia Hanna.

—¡Muy bien! —dijo Hanna, tratando de mantener su voz ligera—. ¡Es su noche, después de todo!

A medida que avanzaba la noche, las bebidas fluían y la risa se hacía más fuerte. Hanna y Keisuke eran el centro de la fiesta, su amor mutuo en plena exhibición mientras bailaban y jugaban con sus amigos.

—¡Hanna! —Smiley se acercó con una sonrisa—. ¡Bailemos esta!

Baji, Akira y Senna habían bebido bastante y ahora estaban sentados en el sofá, discutiendo sobre algún viejo recuerdo de la infancia con Chifuyu.

—Hombre, mañana vamos a estar horribles.

—Tú siempre estás horrible, Senna —Baji soltó una risa ante el comentario de Akira—. Cómprate un espejo.

Haruchiyo estaba apoyado contra la pared, sus ojos se movían rápidamente entre la pista a duras penas viendo un borrón negro y naranja por ahí.

—Maldito seas, Akira —Senna pujó—. ¿Tú qué piensas, Kei? La belleza interior lo es todo.

Yuki había salido a tomar un poco de aire, dejando a Emma y Hanna a su suerte.

—Yo opino que todos los que dicen eso es porque son feos —se burló—. Yo como nací bonito no sé de eso.

—Humildad —Senna y Akira dijeron al unísono antes de soltarse a carcajadas—. ¿Dónde quedó el Baji que lloraba cuando lo molestaban? Creo que lo extraño.

—Idiotas —Keisuke sonrió grande—. Eso era porque...

—¡Sí, lo recuerdo bien!

Emma tomó el micrófono de la cabina improvisada del DJ.

—Todos, ¿puedo tener su atención? —gritó por encima de la música, que se bajó de inmediato, cortesía de Angry—. Gracias, Angry-kun.

—Con gusto.

 —Gracias a todos por venir a mi fiesta —comenzó, con la voz ligeramente temblorosa—. Pero ahora es el momento de algo especial.

Miró a Hanna, con los ojos brillando de emoción.

—¿Especial?

Con un estilo dramático, Hanna tomó el micrófono de Emma.

—Todos conocen la regla del cumpleaños  —dijo, guiñándole un ojo a la multitud—. ¡Comencemos la fiesta con una actuación especial!

Se volvió hacia los altavoces y las notas iniciales de 'Gasolina' llenaron la sala. Todos aplaudieron cuando Hanna y Emma comenzaron a cantar y bailar.

—¡Esooo! —Smiley aplaudió—. ¡Ahora encuérense!

Hakkai y Mitsuya le dieron un golpe en la nuca.

—¡Oigan! —se quejó—. ¡Era broma... pero si quieren, no es broma!

Lo volvieron a golpear y Angry sólo suspiró.

—♪A ella le gusta la gasolina♪

Emma y ella bailaban mientras cantaban de una manera que trajo una sonrisa al rostro de todos. Incluso Akira no pudo evitar aplaudir, olvidando momentáneamente su disgusto por Mikey.

—¡Están locas! —gritó Chifuyu, acercándose más al pelinegro—. ¡¿No están borrachas ya?!

—Yo las veo de pie todavía —negó Smiley—, así que no están borrachas.

Mikey, sin embargo, estaba perdido en sus pensamientos, sus ojos nunca dejaron de mirar a Hanna mientras ella cantaba.

—Estos estúpidos —Draken, que había estado observando y cuidando a Emma en silencio, negó con una sonrisa—. Son idiotas.

La voz de Hanna era como el canto de una sirena para Mikey, acercándolo más a pesar de sus mejores esfuerzos por resistirse.

—¿Qué piensas, Mikey?

La vista de ella en los brazos de Baji, la sensación de su beso aún persistente en su mejilla, fue un doloroso recordatorio de lo que nunca podría tener.

—¿Mikey?

—¿Hm? —miró al más alto—. No te escuché nada, Kenchin.

Cuando la canción llegó a su clímax, Hanna saltó del escenario, la música se desvaneció en el fondo mientras se abría paso entre la multitud.

—¿Y Smiley?

—Estaba aquí hace un segundo —replicó Mitsuya—. ¿Estás bien, bebé dragón?

Hanna no respondió porque vio al pelinaranja subido sobre la mesa.

—¡Nahoya! —gritó Hanna, volviendo a la realidad—. ¡¿Qué estás haciendo ahí arriba?!

El aludido estaba intentando hacer una voltereta hacia atrás; su risa de borracho resonaba por toda la habitación.

—¡Solo estaba presumiendo! —gritó de vuelta, lanzándose al aire. La voltereta fue descuidada, pero aterrizó de pie, ante el asombro y los aplausos—. ¡¿Vieron eso?! Nunca pierdo el toque.

Hanna no pudo evitar reír, aunque estaba un poco preocupada por su seguridad. Se giró hacia Keisuke, que lo observaba con una sonrisa burlona.

—Nuestro querido amigo es un desastre —tomó un sorbo de su bebida—. ¿No crees?

—Sólo se está divirtiendo —miró a Chifuyu—, aunque si deberíamos bajarlo antes de que se lastime.

Chifuyu asintió.

—Muy bien —Hanna le tendió una mano al chico sonriente—, el show acabó, Nahoya.

—Oh, vamos —él la tomó, su agarre sorprendentemente firme a pesar de su estado de ebriedad—. No puedes acabar el show aún.

A medida que avanzaba la noche, la fiesta se volvió más salvaje.

—Ha...

Los besos de Hanna y Keisuke se volvieron más apasionados, sus manos explorando los cuerpos del otro bajo la apariencia del baile.

Se aprovechan del
reggaeton de los 2000...

Emma negó con la cabeza al verlos. Cada vez les daba menos pena, Baji literalmente tenía sus manos dentro de la camiseta de la pelinegra, aunque eso era normal ya.

—¡Yuki, ven conmigo —Emma la jaló—, estos dos son el verdadero show de esta noche!

—Siempre son así —se acomodó las gafas entre risas—. No se quedan quietos.

Akira y Senna se habían movido al sofá luego del subidón de calor de la pista de baile, sus peleas juguetonas olvidadas mientras bailaban juntos, su amistad más fuerte que nunca.

—Ya saben —Emma se sentó con ellos—. Esos dos deberían conseguirse una habitación.

—Ah, están esperando a que les saquemos los ojos de encima —Akira se rió—, y se nos desaparecen.

—No, es solo porque es tu cumpleaños, nena —le sonrió a Emma—, si no...

—Es verdad —Baji se acercó con una sonrisa—, si no... ya la tendría en mi cama. Bueno, nuestra...

Hanna le dio una bofetada juguetona.

—Shh, horario familiar, jovencito —dijo con una sonrisa burlona—. Nada de eso.

La fiesta estaba en pleno apogeo, e incluso el normalmente estoico Chifuyu se había relajado, compartiendo una bebida con Hakkai y viendo a los demás bailar.

—Hombre, los gemelos y Hanna se lucieron con esta fiesta —agitó su cerveza—. ¿No crees?

El pelirosa permaneció al margen, su mirada verde nunca se desvió demasiado de Hanna. 

—Es porque es de Emma —afirmó Hakkai—, a mí me regaló un banano de cumpleaños.

¡Pfft! 

A pesar de la diversión, había una tensión subyacente en el aire, una red de emociones no expresadas que los conectaban a todos.

—¿Te estás divirtiendo, Emma-chan?

—¡Sí, es el mejor cumpleaños de todos! —Hanna y ella se abrazaron—. ¡Aunqu-!

—Emma —Draken se acercó—, estás tomando demasiado. ¿Por qué nos vamos afuera un rato?

Hanna chilló junto a Emma y luego la rubia fingió calma, yendo con él. 

—El amor —Yuki suspiró—. Ahí viene tu perro domesticado, jefa.

—¿Hah? —Hanna se volteó a ver a Baji y soltó una risa—. Tenle más respeto, si es la pareja de tu jefa, es casi tu segundo al mando. ¿Sabes?

Yuki hizo una mueca.

—Qué feo caso —se despidió de ella para ir con Senna y Akira—. De verdad que... Sí, qué feo caso.

A medida que avanzaba la noche, los asistentes a la fiesta comenzaron a emparejarse, buscando rincones tranquilos para compartir secretos susurrados y besos robados.

—Vamos a chismear —jaló a Baji—, ¿a dónde se fueron?

Hanna y Keisuke se alejaron del grupo, sus ojos solo se miraban.

—Al patio de atrás.

Hanna se tambaleó hacia el patio trasero poco iluminado, el aire fresco de la noche era un marcado contraste con el calor de sus cuerpos, vieron a Emma y Draken sentados en el pórtico.

—Te amo, Hanna —murmuró Keisuke, su aliento caliente contra su cuello—. Mi nena hermosa.

Ella se giró para mirarlo, sus ojos grises buscando los suyos.

—Yo también te amo... Mi amor —acarició su rostro con admiración—. Mi mundo.

Se besaron, la pasión entre ellos se encendió como un reguero de pólvora, sus manos vagaron, explorando el cuerpo del otro como si fuera la primera vez de nuevo.

—Mierda —Baji gimió bajito—, Hanna.

Pero cuando Hanna se apartó, no pudo quitarse la sensación de que alguien la estaba observando.

—¿Qué pasa?

—Ah, no —respiró profundo—, no... No lo sé. 

—¿Es Mikey de nuevo?

—No —miró a Emma, estaba sonriendo feliz—, sólo... quiero que todos seamos felices siempre.

La acercó más, sus brazos apretados alrededor de su cintura. 

—¿Quién anda ahí?

Ante la voz de Draken, ambos se apartaron de ahí y se soltaron a reír cuando casi arruinan el momento.

—Ya no dejan chismear en paz —masculló, de paso encontrándose a Mitsuya—. ¡Tú!

—Ah —Mitsuya chasqueó la lengua—. ¿Lo dijo por ustedes o por mí?

—Qué chismosos son los dos —bufó Baji, riendo cuando ambos lo vieron juzgadoramente—. ¿Qué?

—No te hagas que tú también estabas curiosito.

Se sentaron junto a Akira, Senna y Emma. Hanna sobre el regazo de Keisuke mientras comenzaban a hablar sobre sus vidas diarias como si no hubiera una fiesta en marcha hasta que Nahoya los interrumpió.

—¡Oigan, chicos, es hora del pastel!

Todos vitorearon y aplaudieron cuando las luces se atenuaron y trajeron el pastel, que titilaba con velas.

—Oímos pastel —Emma, sonrojada, se asomó—. ¿Ya es hora?

La habitación se llenó del dulce aroma a vainilla y chocolate, un marcado contraste con el olor a alcohol que había antes.

—¿Qué estaban haciendo ustedes dos? —corearon Smiley, Mitsuya, Baji y Hanna—. ¿Hmm?

Los menos
chismosos.

Draken sólo rodó los ojos y se hizo a un lado de Mikey, pero la sonrisa de Emma era de oreja a oreja. Hanna sonrió cuando el rubio asintió, sabiendo que le había dado el regalo que ambos se esmeraron en hacer.

—Pide un deseo, Emma —le susurró Hanna al oído, mientras Emma cerraba los ojos y respiraba profundamente—. Te prometo que se cumplirá.

Las llamas titilaban en la oscuridad, proyectando sombras en su rostro.

—Deseo...

Emma se detuvo un momento, mirando a Hanna y Keisuke, luego a Mikey, que estaba de pie al borde de la multitud, con sus ojos fijos en ella.

Deseo felicidad para
todos nosotros.

Apagó las velas y la habitación estalló en aplausos y vítores.

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¡Hello〰️♡!

No me había fijado y se me pasó el 25, pero es que quería hacerlo largo.

Por un momento pensé en partirlo en dos, pero al final no.

Espero que lo disfruten uwur.

Psdt: Ya casi entramos al arco de Bonten así que deje un par de pistas.

Spoilers, posiblemente (Recordando que Emma lo sabía todo de todo).

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Con ustedes, un par de fotitos lindas de Emma por su cumple:

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Emma and Hanna edit:

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