| 3; Valhalla |
Al día siguiente
Cuartel de Valhalla
Luego de que apareciera Kazutora en su salón y le dijera que fuera con él, su deseo de recuperar a Baji y de saber más sobre el misterioso Valhalla, lo único que Takemicchi estaba seguro era de que sus ojos no podían creer lo que veía.
—Kazutora-kun, ¿qué está pasando? —preguntó, confundido.
—¿No es obvio? —el chico con el tatuaje en el cuello lo miró—. Es una prueba de fé.
—¿Prueba de fé? —Takemicchi lo miró.
Aún así, era difícil apartar su mirada de Baji, era extraño considerando que lo había visto en la madrugada actuar de lo más normal con Hanna. ¿Acaso era bipolar? Se preguntó.
—Para ver si Baji cree en nuestro grupo, pasar de la Toman a Valhalla es como cambiar de religión —comentó el de cabello negro con mechas amarillas. Takemicchi ladeó la cabeza—. Está golpeando al sub capitán de la primera división de la Toman. Su asistente más leal.
—¡¿El sub capitán de la primera división?!
—La Toman y Valhalla son enemigos —Kazutora sonreía—. Si piensa traicionar a su antiguo dios, Mikey, debe pisotear sus antiguas creencias.
Baji se detuvo, respirando entrecortado, ver a Chifuyu debajo suyo con el rostro destrozado era impactante, hacia un buen tiempo no lo veía así, más para Takemicchi aunque no conociera de nada al sub capitán de la primera división.
—¿Y bien? ¿Eso te parece suficiente, Hanma? —se soltó la coleta alta, dejando su cabello al aire libre mientras sonreía con prepotencia—. ¿Vas a dejar que me una a Valhalla?
Hanma sonrió.
—¿Quién lo diría? —murmuró, socarrón—. Ese tipo te acompañaba desde siempre, ¿no?
—Me sorprende que llegará tan lejos —comentó otro de ellos.
—¿Y bien? No vine a oír sermones —Baji frunció el ceño mirando al larguirucho.
—¡Atención! Líder de Pandora se encuentra aquí...
Todos se voltearon a ver hacia la entrada como dos personas entraban al lugar. Kazutora sonrió emocionado, Takemicchi solo estaba sorprendido, como casi siempre. Baji se tensó ante la mención y Hanma se levantó sonriendo, feliz de que hubiesen recibido su visita.
—Kazutora.
—Sí —asintió, caminando un poco—. ¡Valhalla, denle una cálida bienvenida a Hanna Yagami, líder de Pandora, y a la capitana de la primera división, Yuki Kaneko!
Todos saludaron entonces, Baji apretó la mandíbula y Takemicchi ladeó la cabeza al verla. De nuevo, su presencia le recordaba a Mikey. Llevaba un pantalón negro con corte militar y muchos bolsillos, una camiseta blanca con su nombre en letras doradas en uno de los costados y una chaqueta negra apenas puesta por encima que en la espalda decía Pandora en inglés.
—Kazutora, espero que esto sea importante o te mataré por hacerme perder el tiempo —fue lo primero que se escuchó. Era la voz de Hanna.
—Ouch, nena —Kazutora alzó las manos—. ¿Ni un beso de buenas tardes?
Baji frunció el ceño.
—Muy bien, ¿todo listo? —Hanma sonrió.
—Ah, sí. Este es Takemicchi Hanagaki —ante la mención, Hanna arqueó la ceja preguntándose qué hacía él ahí metido. Kazutora miró al rubio a su lado—. El nuevo miembro de la Toman.
—¿Y bien? —alzó una ceja.
Hanma se bajó y se puso en frente suyo. Yagami le miró con aburrimiento pero este sonrió.
—Me disculpo amablemente por lo que hicieron los subordinados de Kazutora el otro día, él ya les rompió las piernas —agregó—, me alegra que hayas venido. Siéntete como en casa.
—Me parece bien —replicó—, vamos Yuki.
—Sí, señora —Yuki era una chica de baja estatura con lentes y cabello castaño, tenía facciones tiernas y llevaba un cuaderno abrazado a su pecho. Iba detrás de Hanna con tranquilidad.
Hanma entonces se acercó a Takemicchi.
—¿Tú eres Hanagaki? —lo miró de arriba abajo—. Da un paso al frente.
Hanna se posicionó cerca de Baji, mirando a Chifuyu en el suelo con ojos calculadores, pretendiendo que no le importaba verlo ahí. Sólo podía respetar a Baji por su decisión. Ignoró la mirada preocupada del pelilargo y posó su mirada sobre Takemicchi.
—Vamos —lo empujaron hacia Baji. Éste lo reconoció enseguida.
—Ah, eres el desgraciado del otro día... ¿Acaso viniste a tu muerte? —preguntó.
La gente comenzó a hacer bullicio, gritaban "¡Mátalo, mátalo!" por doquier. La mano de Hanma se levantó, Hanna solo miraba a Kazutora con molestia. Éste se mantenía sonriente de verla.
—¡Keisuke Baji, miembro fundador de la Toman, capitán de la primera división! Dice que quiere dejar la Toman y unirse a Valhalla —comentó Hanma, todos comenzaron a cuchichear acerca de su presencia—. Sí, es un asunto de lo más importante. Tan importante que incluso Pandora ha sido invitada —señaló a las susodichas, quienes se mantenían estoicas.
—Se ve hermosa tu novia, Baji-kun —bromeó el de cabellos bicolor.
—Calla o te cortaré la lengua, Kazutora —gruñó el pelinegro.
El susodicho sólo soltó una risa.
—Al incorporarse, Baji sería de gran ayuda en nuestros planes para acabar con la Toman —continuó Hanma, ignorándolos—. Pero primero tenemos que asegurarnos de algo... Podría ser un espía de la Toman.
Hanna alzó la ceja y miró al pelilargo, quien solo escupió a un lado y le devolvió la mirada. Al parecer ambos estaban igual de aburridos, Takemicchi sentía una extraña tensión entre ellos.
—Es por eso que Kazutora trajo un testigo —agregó—. ¡Que hable el testigo! Takemicchi Hanagaki.
—Ah... ¿Sí? —Takemicchi estaba nervioso.
Cualquiera con un par de ojos podría verlo a simple vista.
—¿Qué fue lo que dijo Baji en la última reunión de la Toman?
—Pues... Que se iba con Valhalla y era enemigo de la Toman —respondió, con la nariz arrugada.
—¿Qué opinas tú, Kazutora? —preguntó Hanma.
Takemicchi se volteó a verlo con sorpresa. ¨¿Eso era todo?¨
—Pasó la prueba y oímos al testigo, yo creo que con eso basta. La fuerza de Baji nos vendrá bien, además sabe todo lo que pasó en la Toman mientras yo no estuve —comentó—. Definitivamente vale la pena dejarlo entrar a Valhalla.
—Esto es absurdo —la capitana susurró a su líder, quien solo asintió por lo bajo, miraba a Baji y a Kazutora con seriedad—. ¿No intervendrá, jefa?
—¿Hm? No. Keisuke escogió esto conscientemente —chasqueó la lengua—. No planeo corregirle.
—¿Estás seguro de eso, Baji? Vamos a acabar con la Toman... Y matar a Mikey —Afirmó, mirando a la chica de reojo.
Ella se tensó al escuchar lo último, más continúo con su rostro estoico. Al igual que su pareja, quien solo asintió.
—Sí —replicó serio, inclinándose hacia el joven frente a él, su amigo de infancia—. Déjame ayudar, Kazutora.
Kazutora sonrió emocionado.
—A mi me parece bien —se dirijo a Hanna con una sonrisa alegre pero discreta—. Después de todo, no parece haber nadie en desacuerdo —la miró a los ojos, ella solo le devolvió la mirada. Baji la miró de reojo.
—¡Bien! A partir de hoy, Keisuke Baji es un miembro oficial de Valhalla —declaró con Hanma y todos comenzaron a vitorear. Hanna solo miró a Baji sin expresión, a veces no lo entendía.
Se preguntó qué iban a comer en la noche, no estaba segura si su suegra fuera a estar o no en la casa, ¿debía pasar por un kombini antes de ir? Era algo aburrido que no pudiera andar en su propia motocicleta porque aún la estaban reparando tras el accidente y ahora que Baji estaba con Valhalla era mejor mantener cierta distancia segura en las calles.
—¡Esperen un momento, por favor! —la voz de Takemicchi se alzó por encima de todos, causando un silencio confuso—. ¡Baji-kun, fundaste la Toman junto a Mikey! ¿Por qué lo traicionas?
Hanna se tensó.
—¿Deberíamos detenerlo, mi señora? —le preguntó su capitana a un lado.
Ella negó.
—Déjalo hablar —no interferiría todavía.
Quería saber qué tan dispuesto estaba Baji a ir, pero si intentaban hacerle algo a Takemicchi sí metería las manos al fuego.
—Quiero saber que dirá.
Yuki solo asintió y ambas se quedaron atentas.
—¿Dices que no puedo traicionarlo porque soy un fundador? —Baji arqueó la ceja y sonrió de lado—. No digas tonterías. Él también es un fundador —señaló con su cabeza a Kazutora. Takemicchi le miró sorprendido.
Kazutora solo le miró y sonrió.
—Kazutora le guarda rencor a la Toman. Nunca lo olvidaré —murmuró—. Era el verano de 2003, en primero de secundaria.
Hanna miró a Kazutora.
—Hacíamos lo que queríamos, aunque era pleno verano, fue un día relativamente fresco...
Hanna cerró los ojos, casi podía transportarse al pasado a medida que Baji hablaba.
Podía recordarlo perfectamente.
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—¿No están geniales, Mitsuya? —Kazutora gritó de la emoción, mientras observaban las chaquetas de la Toman que el pelilila había hecho.
Hanna estaba ahí ya que le gustaba pasar tiempo con las hermanitas de Mitsuya, Luna y Mana. Igual se la pasaba casi todo el tiempo con ellos.
—Si, sí, muy geniales pero yo hice todo el trabajo —replicó el aludido, rodando los ojos y viéndola a ella salir con una sonrisa—. ¿Tú qué miras?
—Mitsuya, te ves lindo fingiendo que no te importa nada —replicó la menor, tenía once años para ese entonces. El de cabellos lila rodó los ojos.
—¡Muy bien! —Draken, 13 años, llevaba el pelo un poco más corto y en una coleta, sus lados permanecían rapados y su tatuaje llamaba la atención dónde fuera—. Cambiénse para que podamos tomar la foto. ¿No, Mikey?
El susodicho levantó la mirada del helado que se estaba comiendo. Hanna solo lo miró de reojo, Mikey era un chico de doce años, muy lindo y especial. Luego observó a Baji, su mejor amigo, entrando, estaba tan golpeado como Kazutora, ambos se voltearon a verla.
—Iré por el botiquín —ella suspiró, dándose la vuelta para apartarse.
De fondo podía escuchar a Draken pelear con Mikey porque se había acabado todo su helado. No tardó mucho pues ya sabía dónde ponían el botiquín en aquella heladería. Se encaminó hacia los chicos problemas y curó a Kazutora primero, escuchando de su parte como se habían metido en una pelea porque unos idiotas estaban golpeando a un pobre gatito indefenso.
—Entonces... Kei-
Cuando se acercó a Baji no pudo evitar sonrojarse al igual que él.
—¿Ah? Te pusiste roja —la acusó Kazutora.
—¡N-no es cierto! —ella lo ignoró, limpiando con agua oxigenada las heridas del mayor—. Listo, quedaste como nuevo —dijo apenas terminó—. Ya vayan, a Mikey no le gusta que lo hagan esperar.
—¡Es verdad, vamos Baji!
—Gracias, Hanna —agradeció el pelinegro luego de darle un pequeño beso en la mejilla, despidiéndose con la mano.
Ella los vio correr hacia afuera mientras dejaba el botiquín dónde iba. El dueño de la heladería la misma con una sonrisa.
—Sí que te gusta ese muchacho, eh.
—¿Qué dices, abuelo? Estás loco —negó con la cabeza ante lo que decía aquel anciano sin ocultar su sonrisa—. Gracias por su atención. ¡Nos vemos!
—¡No vayas a meterte en problemas!
—¡Impossible! —canturreó, riendo.
Ella se encontró con una escena graciosa. Al parecer habían golpeado a un chico para que les tomara la foto. Luego de eso también se habían tomado un par de fotos con ella y Keisuke había ido con ella hasta su casa al finalizar el día. Normalmente la acompañaban todos, pero ese día fue distinto.
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Hanna parpadeó, regresando al presente.
—Nadie podría haberse imaginado lo que sucedería después —la voz seca de Baji la hizo agachar la mirada.
Hanna sonrió cuando contó que Mikey siempre solía ir atrás porque andaba en aquella pequeña moto roja.
“¡Hasta la moto de Hanna es mejor!”
A todos les gustaba molestar a Mikey al respecto. Ocultó su sonrisa cuando escuchó que Mikey había propuesto piedra, papel o tijeras para ver quién iría a buscar la gasolina para su motoneta. De paso que le había tocado a Baji, era difícil no morir de la risa.
—¿No te da vergüenza decir esta parte de la historia frente a tu chica? —Kazutora se burló.
Baji lo ignoró, Hanna solo sonrió levemente.
—¡Oi! Estoy orgullosa de saber que dejó que le dieran una paliza por proteger algo que era importante para su amigo —Hanna alzó los hombros—. De todos modos, Keisuke es el mejor.
—Ah, cuánto amor en el aire —Kazutora se rió—. Me asfixian.
Ellos siempre fueron así...
Incluso de 'mejores amigos'
(Ni ellos se lo creían)
—Mikey dijo que había olvidado sacar su traje de baño —Baji los ignoró—, y golpeó su propia hawk Urbana, esa a la que tanto cariño le tenía.
—Suena como algo que Mikey-kun haría...
Takemicchi sonrió, confundido. No sabía en qué punto de la historia, su deserción de la Toman tomaba sentido.
—Mikey era un tipo invencible incluso entonces.
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13 de agosto del 2003
—Kazutora, ¿crees que Mikey se enoje si le pido a Hanna que sea mi novia? —preguntó, soplando a la nada.
Kazutora iba conduciendo ese día.
—Posiblemente, sabes que a Mikey le gusta también —replicó con una sonrisa—. Deberías pensar en hacer eso mucho después. Se acerca el cumpleaños de Mikey.
—Tienes razón —Baji suspiró—. ¡Oh! Hanna le dio a Mikey un anillo el otro año. ¿Crees que también le guste? Tipo en serio.
—Baji... No paras de hablar de ella, a este paso hasta yo saldré enamorado de Hanna —se burló, ganándose una mirada filosa de su amigo, cosa que lo hizo reír—. ¿Qué? Es una linda chica.
—Oye, Kazutora —lo ignoró—, ¿A dónde vamos?
—Ya te dije que Mikey cumple años pronto, ¿no? Hay que conseguir un regalo —sonrió.
—¿Qué regalo piensas?
—En una CB250T —respondió como si fuera obvio. Baji se sintió sorprendido.
—Bueno, pero ninguno tiene una de esas —comentó, Kazutora se quedó con el entrecejo fruncido por un rato—. ¿Kazutora?
—Tú tranquilo —Kazutora aceleró. Cuando estuvieron en el lugar, Baji ladeó la cabeza—. Ya llegamos.
—¿Una tienda de motos? —el letrero de S.S Motors resaltaba sobre el sitio, ambos estaban parados frente al ventanal—. ¿Aquí? ¡Oh! Una CB250T —murmuró cuando vio la susodicha frente a ellos.
—Hay que robarla —Kazutora sonrió con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón.
—¡No podemos!
—¿No?
—Si la consiguiéramos de ese modo... Mikey no se alegraría —afirmó Baji, mirando la moto.
—No seas idiota, no tenemos qué contárselo —le regañó—. Alguien de secundaria solo podría conseguirla como regalo... o robándosela.
Hanna estaba en la cafetería donde trabajaba su hermana mayor aquel día, los chicos también.
—¿Por qué estás tan tenso?
Kazutora se veía relajado mientras que Baji parecía tener una crisis existencial en su momento. Ambos estaban sentados en una de las mesas cerca a la ventana.
—Seguro que tiene gasolina en el tanque —comentó—. Será pan comido.
—¡Ese no es el problema, imbécil! —le reclamó con el ceño fruncido—. Robar está mal.
Kazutora rió.
—¿No quieres ver feliz a Mikey? Mira, piénsalo... Incluso Hanna se vería contenta —afirmó—, sabes que le gusta que todos estemos contentos. Seguro acepta salir contigo si sabe que hiciste feliz a Mikey, es como matar dos pájaros de un solo tiro. Vamos, es la moto de sus sueños...
—Lo sé, pero...
Cerró los ojos, tratando de meditar un poco. Kazutora se removió entonces llamando su atención, haciendo que abriera los ojos, el de ojos amarillos sonrió alegre.
—Hablando de la reina de Tokyo, mira quien se asoma —señaló con el mentón a la chica que bailaba con los audífonos puestos como si no hubiera nadie más en aquel lugar—. ¡Eh, Hanna!
—No va a escucharte, siempre lleva a todo volumen esas cosas —Baji suspiró, mirándola. Se veía tan linda cada vez que actuaba como si el mundo fuera suyo, Kazutora vio al pelinegro con una sonrisa burlona—. ¿Qué?
—Ya admite que te gusta —replicó.
—Claro que me gusta —sonrió, mirándola de reojo y luego su sonrisa se apagó poco a poco.
Ella jamás le haría caso, solo tenía cabeza para Mikey, y él estaba destinado a verla ser feliz con otro.
—¿Por qué no la invitas a salir? No lo entiendo —Kazutora se cruzó de brazos—. No es como si te fuera a rechazar, feo feo no eres... O eso dicen, la verdad que no creo que seas la última cocacola del desierto tampoco.
Baji le vio con una sonrisa y negó con la cabeza, sus ojos se distrajeron cuando la vio entrar al lugar. Hanna chocó sus ojos con los suyos y sonrió, mientras los saludaba agitando la mano y se acercaba a paso lento, sus dedos aún se movían al son de la canción que escuchaba.
—¡Chicos! —la vieron apagar la música y quitarse los audífonos con una sonrisa mientras se paraba frente a la mesa donde estaban—. ¡¿Cómo están?!
—¿Por qué gritas? —Kazutora señaló su oído, quejándose—. Ruidosa... Y malcriada.
—Oh, lo siento, señor mimado —se rió burlona y miró a Baji, quien fingió no haberla visto—. ¡Ey, idiota, salúdame!
—¿¡Hah?! ¿A quién crees que llamas idiota, idiota? —Baji frunció el entrecejo, Hanna se inclinó hacia él, poniendo sus rostros muy cerca—. ¿Q-qué haces?
—¡Ajá! Parpadeaste, yo gané.
—¿Hah?
—Cómprame un helado —ella le picó la mejilla con el dedo mientras esbozaba una gran sonrisa.
Baji arqueó una ceja.
—¿Qué? Eso ni siquiera es justo, estaba distraído —se cruzó de brazos y miró a Kazutora—. Dile.
—No digas eso, fue una batalla digna —Kazutora se rió cuando lo miró mal—. Ve a comprarle el helado a la princesita, yo tengo cosas que hacer.
—Ah, ¿te vas? —ambos se pusieron nerviosos.
Kazutora afirmó con la cabeza y tras pagar su parte, se fue se la cafetería sin decir nada más. Hanna miró al suelo entonces.
—Bueno, ya lo oíste —Baji se levantó—, anda, te compraré el helado en el camino.
—¡¿En serio?! —sus ojos se iluminaron y sonrió de oreja a oreja, haciendo que el pelinegro apartara la mirada, sonrojado—. ¡No puedes cambiar de opinión, andando! —lo jaló del brazo fuera de la cafetería—. Nee, Kei, ¿piensas darle algo a Mikey por su cumpleaños? —preguntó, caminando a su lado hacia el parque.
El pelinegro la miró de reojo conflictuado.
—No lo sé, Kazutora estaba pensando en que le diéramos algo juntos —no le diría qué era, ella lo miró con una sonrisa.
—Sé que Mikey estará contento —afirmó, sonriente—, eso me hace feliz. Creí que no le darías nada.
—¿Hah? —pujó ofendido—. ¿Por qué pensaste eso?
—A veces eres... extraño con Mikey, siempre que estoy con ustedes lo noto —apuntó, mientras caminaba con la mirada hacia el suelo—, hay tensión.
Baji se preguntó si lo decía porque cada vez que ella estaba con ellos, se ponía irremediablemente celoso de la atención que Mikey recibía de la menor, silbó abochornado.
—Me alegra saber que lo quieres.
—Claro que lo quiero —se quejó—, es solo que...
Bueno, Kazutora había dicho que lo mejor era declararse después del cumpleaños de Mikey, quizá debería hacerle caso, no arruinaría la amistad con el rubio porque a ambos les gustaba la misma chica.
Si Mikey la quería y ella a él, podía quedársela.
—Tengo hambre —cambió el tema, de inmediato Hanna alzó la mirada asustada.
—¡No vayas a quemar ningún carro! —le advirtió y Baji se sorprendió cuando sintió una cálida mano sobre la suya—. ¡Ven! Vamos a comer algo —le sonrió, el pelinegro asintió siguiéndola. Sabía que la seguiría a donde fuera sin rechistar.
Quizá ninguno sabía que aquel día, Mikey había pasado por el mismo parque junto a Draken y había sido testigo de aquella muestra de afecto de la chica con uno de sus grandes amigos.
—¿Sabes, Kei-chan? Me gustaría poder entrar a la Toman, así podría pasar más tiempo con ustedes —infló los cachetes mientras miraba su plato de comida. Baji se ahogó con la soda—. ¿Por qué me miras así?
—Ah...
—Odiaría que Mikey me diga que no otra vez así que te lo cuento a ti —afirmó ella, interrumpiendo lo que sería una buena razón para pelear—, quizá tú podrías conseguir que él me deje entrar. Sé que le rompería la cara si me dijera que solo soy una niña y no quiero romper su cara —lo miró perspicaz—, o la tuya.
Baji tragó con fuerza y volvió a darle otro trago a su soda.
—Se lo comentaré —fingió una sonrisa.
No, no le iba a comentar nada, no estaba de acuerdo para nada con que ella entrará a la Toman, sería peligroso. Ella debería saberlo, siempre los curaba cuando llegaban de peleas y vivía quejándose de lo lastimados que terminaban.
—Ah, ¿Hanna?
—¿Sí?
—¿Tienes algún sueño?
—¿Sueño? —ella ladeó la cabeza y luego miró hacia arriba—. Me gustaría ser la reina de Tokyo algún día, ¿sabes? Que todos me miren con respeto y nadie sea capaz de burlarse de mí nunca más.
—¿Se burlan de ti? —se sorprendió—, ¿en la escuela?
Ella frunció los labios y se cruzó de brazos.
—Dicen que soy...
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Baji meneó la cabeza, se estaba desviando del tema, todos en la guarida de Valhalla lo miraron con curiosidad porque no había continuado con la historia desde hacía rato.
Qué cosas piensas.
Hanna también parpadeó, estaba tan sumergida en sus recuerdos de aquel día. Si bien, ahora que lo recordaba Baji había sido algo obvio con sus sentimientos desde el inicio, pero ella había sido tan ciega. No...
Era algo distinto.
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—¿Eh? No hay alarmas ni nada —Kazutora había dicho aquel entonces—. ¡Genial!
Baji se había quedado atrás mirando la herramienta que habían llevado, meditando.
—¿Qué haces, Baji?
—¿De verdad lo vamos a hacer, Kazutora?
Keisuke no quería imaginarse cómo sería todo si aquella noche salía mal. Su madre posiblemente lo mataría y le aterraba la idea de ver decepción en los ojos de Mikey y Hanna.
—Guarda silencio —Kazutora lo regañó.
—No habrá vuelta atrás —agregó Baji, mentiría si dijera que no estaba aterrado.
—No molestes. ¿Será por aquí?
Kazutora miró a todos lados, Baji tomó impulso y dio el primer paso adentro de la tienda. Estaban haciendo eso por Mikey y por el bien de la Toman, no debería tener miedo, ¿dónde estaba su coraje? Se puso a un lado del de ojos amarillos.
—Mira, Baji —señaló la motocicleta que se posaba frente a ellos, el objetivo de la noche, mientras caminaban hacia ella silenciosamente—. ¡La CB250T!
—Es tan genial...
Ambos se acercaron, Kazutora arrugó levemente el ceño.
—Ahora que me fijo... No está nueva —murmuró.
—Sí, tiene mantenimiento y está modificada, mira esas llantas grandes —señaló.
—Esta moto —Baji podía imaginárselo—, Mikey se verá impresionante en ella.
Se quitó la mascarilla que cubría su gran sonrisa.
—Bien, dámelo —le extendió la mano para que le entregara la herramienta con la que cortarían el seguro que sostenía ahí a la motocicleta, Baji le ayudó sosteniendo la cadena—. Maldición... No consigo cortarlo —masculló, apretando la mandíbula.
—Date prisa —ambos estaban sudando.
—¡Qué duro! —la cadena cedió por fin, Kazutora la levantó, sonriente—. ¡Lo conseguí!
—¡Bien, larguémonos de aquí! —Baji se montó en la motocicleta y la movió, corroborando que tuviera gasolina en el tanque, se alegró de saber que así era—. Tiene gasolina, podemos usarla.
—Aún es pronto —Kazutora lo miró—, saldré a subir la cortina metálica.
—Está bien —Baji sonrió, contento, aunque respiraba entrecortado—. Puede que lo consigamos, Kazutora.
—Sí. Ya quiero ver la sonrisa de Mikey —afirmó el susodicho, corriendo hacia afuera.
—Sí —Baji sonrió.
Mikey estaría contento y él impresionaría a Hanna también, si tenía suerte, podría hacer que la chica se fijara en él. Como había dicho Kazutora, todos saldrían ganando.
—Te espera el mejor cumpleaños del mundo, Mikey —susurró, moviendo lentamente la moto para sacarla.
—¡Oye! —Baji se tensó, volteó a ver, no había visto que había alguien—. ¿Qué tenemos aquí? ¿Un ladrón? ¿...No sabes quién es dueño de esta tienda?
Mierda, tenía algo en la mano.
Baji abrió grande los ojos, no esperaba que hubiera alguien.
—¿Te crees la gran cosa, hm? Pero ya no tienes escapatoria —el personaje estaba cada vez más cerca, Baji era consciente que le había visto la cara.
¿Qué podía hacer? De todos modos lo arrestarían. Sentía su corazón latir cada vez más rápido con cada paso que oía del contrario. El otro se detuvo, haciendo que Baji apretara la mandíbula.
—Oye... ¿Te conozco? —lo escuchó, haciéndolo sudar todavía más—. Keisuke, ¿eres tú?
Su mano seguía titubeando sobre el acelerador, al escucharlo decir su nombre palideció.
—Shi... ¿Shinichiro-kun? —se sorprendió al reconocerlo.
Juró que vio pasar cada instante de su corta vida pasar por su frente en el momento, casi podía oír las risas de Mikey y Hanna atrás, como si en cualquier momento fueran a salir y gritar: "¡Te atrapamos!" Baji se sentía en una pesadilla.
—¿Qué...? —Kazutora lo escuchó y se volteó a mirar—. ¿Qué haces aquí?
—¿Ah? Pues esta es mi tienda —no es como si no fuera obvio.
Después de todo se llamaba S.S Motors. Su nombre era Shinichiro Sano... Vaya, que decepción que no fuera tan obvio como pensaba.
O quizás Keisuke era muy torpe para notarlo, seguro estar faltando a clases le estaba haciendo mella en el cerebro, chasqueó la lengua. ¿Debería aprovechar su debilidad por cierta mujercita para reprenderlo? Era amigo de su hermanito, después de todo.
—¿Es... tuyo? —Baji no podía creerlo.
Su corazón se detuvo cuando vio a Kazutora detrás empuñando la misma herramienta que habían utilizado para romper la cadena.
—¡No, Kazutora! —gritó.
Shinichiro volteó hacia atrás, pero el menor ya había lanzado el golpe.
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Aquello había sonado demasiado gráfico, Hanna se mordió los cachetes por dentro cuando lo escuchó.
Aunque la herida fuera levemente vieja, seguía ardiendo.
Una de las razones por las que corrompió e hizo crecer tanto a Pandora fue la muerte de Shinichiro.
—Cuando el arma cayó —Baji la miró de reojo, nunca había sido capaz de decirle esa parte de su historia, se preguntaba si aún sabiéndolo, ella no lo abandonaría—. Shinichiro estaba muerto.
Hanna cerró los ojos, casi podría sentir que estaba sumergida en los recuerdos de Baji.
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—¡Vámonos ya, Baji! —le gritó Kazutora como si nada, unos segundos después de recuperar el aliento tras dar aquel golpe mortal.
Aún así, Baji soltó la moto y la dejó caer sin importar el estruendo, corriendo a ver al mayor. Sentía que iba a desmayarse por la presión.
—¡¿Qué demonios hiciste, Kazutora?! —chilló.
—¡¿Ah?! ¿Qué demonios querías que hiciera? ¡Nos descubrió! —le gritó confundido.
¿Por qué lo gritaba? Le acababa de salvar el pellejo.
—¡No, no me refiero a eso! —Baji tenía ganas de llorar—. Shinichiro-kun es, él es... —apoyó sus manos en el suelo, tirado de rodillas en frente del susodicho—. El hermano mayor de Mikey.
Kazutora se congeló al instante.
—¡Shinichiro! —Baji estaba gritando—. ¡Shinichiro!
—...¿El hermano de Mikey? —Kazutora todavía estaba agarrando señal.
Shinichiro, el hermano mayor de Mikey, estaba tendido en aquel suelo y bajo su cabeza había un charco de sangre, Baji estaba llorando.
—¿Qué vamos a hacer? ¡Kazutora! Shinichiro no está respirando —no estaba asustado, estaba aterrado.
Sabía que todo se había ido a lo más profundo del infierno, si Shinichiro moría... Mikey no lo soportaría. Los odiaría para siempre.
—Shinichiro...
Baji agachó la cabeza y abrió grande los ojos.
—No puede ser... La moto que íbamos a robar era del hermano mayor de Mikey —se puso la mano sobre la cabeza, Kazutora todavía no reaccionaba—. ¿Qué haremos?
—No, yo... No lo maté —se metió los dedos a la boca, ignorando que al rato solo va ir a bien—. ¡Yo no lo maté!
—¡Ya sé, pidamos una ambulancia! —propuso Baji.
—Es el hermano de Mikey... Yo nunca podría matarlo —Kazutora se quemó hasta la última neurona.
Baji se levantó al instante.
—¡Llamemos la ambulancia y huyamos, Kazutora!
—Yo lo estaba haciendo por Mikey, ¿por qué?
Baji corrió hacia un teléfono, estaba temblando. El único número que saltaba a su mente era el de Hanna, ella era a la que llamaban cuando alguno salía herido pero sabía bien que ese no era el caso. ¿Qué pensaría ella si le contara? Sabía el amor que le tenía al mayor de los Sano. No querría verlo jamás en su vida tras esto.
—Demonios, ¿cuál era el número?
—¿Porqué? —Kazutora seguía en shock.
Baji seguía lidiando con el número cuando escuchó sirenas.
—¡Mierda! La policía —masculló—. ¡Hay que salir, Kazutora!
—¿Por qué? Esto... Todo esto es culpa de Mikey —murmuró—. Por eso...
Baji le miró entre sorprendido y asustado.
—¿Kazutora?
—Tengo que... Matar a Mikey —aunque sus ojos estuvieron cristalizados, llevaba una sonrisa.
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Hanna echó la cabeza hacia atrás, consciente de que sabía bien lo que había sucedido después.
El día que perdió otro de sus pilares.
Su hermana y ella pasaban por ahí, iban a hablar justamente con Shinichiro sobre el picnic que Hanna estaba preparando para ese cumpleaños de Mikey.
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—Arrestamos a dos que entraron al local que hizo la llamada —fue lo que escucharon—. La víctima no respiraba, ya fue derivada.
Habían varias patrullas de policía y gente asomada cuando llegaron a la tienda del mayor. Hanna iba de la mano de su hermana mayor.
—Creemos que se trata de Shinichiro Sano —Hanna se detuvo en seco al escuchar esto—. Uno de los jóvenes llevaba la presunta arma.
—¿Por qué? —Baji lloró—. ¿Por qué tuvo que pasar esto?
Baji iba detrás de Kazutora, con sus manos apresadas hacia el frente. Hanna los vio, desfilaban hacia la carroza.
—¡Keisuke! —gritó enseguida al verlo.
Él se giró a verla pero no soportó mucho. ¿Cómo? Ella jamás lo perdonaría por el error que cometió. Decidió ignorarla y seguir caminando. Hanna se había preocupado al no recibir ni una mirada en respuesta.
—¡Baji!
Escuchó entonces otra voz, se giró a ver pero sus pensamientos se congelaron cuando vio a Mikey en frente suyo, su inocente mirada confundida.
—¡¿Qué pasó?!
—¡Mikey!
Al verlo, sus lágrimas se desbordaron inmediatamente. Mikey se preocupó enseguida.
—¿Pasó algo?
—Perdón —le dijo, llorando mientras era llevado hacia la patrulla.
Hanna se había soltado de su hermana al instante que vio a Mikey del otro lado. Ambos se quedaron viendo en silencio y en confusión como Baji y Kazutora eran resguardados en la patrulla de la policía.
—Dijo perdón —murmuró Mikey, confundido. Hanna lo miró—. ¿Qué sucedió, Hanna?
—No lo sé —de repente sintió unas terribles ganas de llorar y se lanzó a abrazarlo, éste recibió su abrazo con confusión y la apretó contra sí—. Mikey, tengo miedo.
—¿De qué?
—No lo sé —sollozó.
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Hanna agachó la mirada, recordar cómo había estado ahí para escuchar que Shinichiro Sano había fallecido, ver a Mikey desfallecer ante la noticia, su hermana preocupada por lo que pasaba a su alrededor.
No eran momentos que le gustaran traer de vuelta a la mente.
—Fue el día en que nos separamos —prosiguió Baji—. Yo no fui a la correccional porque Kazutora habló a mi favor. Estaba esperando que liberarán a Kazutora.
Takemicchi fijó su vista en Hanna entonces.
Quizá si ella lo convencía de volver a la Toman.
Pero por la mirada ausente que tenía la chica parecía que no sería tan fácil. No lograría entender el vínculo.
—Ah... Okay.
—Muy bien, Baji. En ese caso, eres más que bienvenido —sonrió Hanma, lanzándole una chaqueta blanca—. Toma, es la chaqueta de Valhalla.
Hanna miró a Baji colocarse la chaqueta.
Al muy maldito le sentaba bien todo lo que se pusiera.
No iba a negar que le gustó cómo se veía, aunque le disgustara el significado del mismo.
—¿Ves, Hanna? ¡Tu novio ahora es parte de Valhalla! —Kazutora le sonrió al gritarle. Ella solo mantuvo la mirada que una líder debería poseer—. ¿No quieres hablar con él un rato?
—¿Novio? —se escucharon los cuchicheos al respecto. Hanna se levantó de dónde estaba sentada y caminó hacia el pelilargo—. ¿Ese idiota es novio de la líder de Pandora?
Hanna asintió, caminó hasta él y se puso frente a Baji. Ambos se miraron con una sonrisa de lado. El pelilargo la agarró de la cintura y la alcanzó a su cuerpo para besarla. Takemicchi contuvo la respiración al verlos.
¿Cómo demonios ella terminaba casada con Mikey en ese mismo año?
No tenía sentido para él. Hanna se separó del beso con una sonrisa.
—Me tenías preocupada, idiota.
—¿Hah? ¿A quien llamas idiota, idiota? —le apretó la nalga en el abrazo, riendo, ella solo sonrió sin decir nada—. ¿No te cansas de ser tan perfecta?
—Si que eres idiota, mira que insultar a la líder de otra pandilla —se burló con los brazos cruzados. Todos solo observaban la interacción en un silencio casi incómodo—. ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?
Baji asintió ante su susurro y acarició su cabello.
—No voy a pedirte que te unas a ellos por mi, sé cuánto adoras la Toman —afirmó, acunando el rostro de la pelinegra con su mano. Ella puso su mano sobre la del pelilargo y sonrió—. Pero sí voy a pedirte que pienses bien lo que vas a hacer, no quiero que te involucres demasiado.
—No pretendo lastimar a nadie —afirmó, sus ojos se desviaron hacia Kazutora, uno de los que estaba más pendientes de ellos dos—. Pero te juro que si te tocan un solo cabello... Acabaré con ellos.
—¿Y si Mikey lo hace? —la miró con una sonrisa ladina.
Hanna apretó la mandíbula.
—Confío en Mikey —lo cortó—, nunca te lastimaría.
Baji la miró a los ojos con seriedad y ella titubeó, negando.
—Aún así... Si te hace algo —le dijo—, te juro que lo mataré yo misma.
Él sonrió entonces.
—Sabes que no serías capaz de tocarlo de esa forma —negó con la cabeza y apretó su agarre en la mandíbula de la chica—. De todos modos, no importa, esta es mi decisión —le besó el cuello entonces—. No des ni un paso en falso, la gente es más peligrosa de lo que tú te imaginas.
Fue lo que le susurró.
—Lo sé, crecí con un montón de pandilleros, ¿lo olvidas? —ella sonrió.
—Muy bien, te acusaré con mi madre si no te portas bien —la amenazó, acariciando su mandíbula con una sonrisa de lado—. Sabes que no te dejará salir de casa en ese estado. ¿No?
Hanna apartó la mirada sonrojada.
—Ca-cállate, idiota.
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