| 29; Antes de ti |
Un par de días después
Casa de los Baji
Keisuke y Hana solían bailar todo el día, toda la tarde, toda la noche. En la cocina, la sala, el cuarto, donde estuvieran, hubiese o no música a su alrededor.
¨¿Por qué siempre bailan?¨
Era lo que solía preguntarle ella a su hijo, porque siempre, todo el tiempo, bailaban. En los días templados, bajo la lluvia, en los días soleados y frente a las fogatas que hacían en las noches estrelladas.
¨Porque ella me hace querer bailar, mamá¨
Era la respuesta corta de su hijo, pero había muchas más que eso, Shinichiro y Haruki tenían mucho que ver con la razón, así que no le sorprendía que fuera callado al respecto. Ellos extrañaban a ese par demasiado y no solían hablar mucho de eso.
—Hana —la observó con tristeza mientras la pelinegra danzaba sola—, ¿qué estás pensando en este momento...?
—♪I can't see me loving nobody but you, for all my life —cantaba junto a la radio—. When you're with me, baby, the skies will be blue, for all my life♪
Ryoko los veía siempre con una sonrisa sin saber que un día estaría ahí, sentada en la sala a medianoche viendo a la pelinegra bailar con un Keisuke que sólo la menor podía ver mientras Daisuke dormía a su lado.
Daisuke era idéntico a su padre.
Era algo que hacía a ambas felices e infelices al mismo tiempo, la espina cada vez que lo veían era recordarse que su hijo no estaba más, pero la esperanza y felicidad parecía volver a brillar gracias al pequeño bebé.
—Keisuke —la menor sollozaba entre vueltas al ritmo de Happy together—, nuestra canción...
Ryoko bajó la mirada mientras la veía tomar una breve inspiración, sudando por el esfuerzo, Hana estaba intentando fingir que estaba bien como siempre, pero cada día era un poco más imposible para ella.
Especialmente luego de perder a Emma.
Hana estaba perdiendo la razón, poco a poco, cada día más y más, pero se negaba a tomar las pastillas que le recetó el doctor.
—Hana.
La menor se volteó a verla con los ojos cristalizados, ella señaló el lado vacío en el sofá, dando pequeñas palmaditas para que la menor se acercara.
—Creo que se me ocurrió una nueva canción —comentó—, la llamaré 'Bailando con tu fantasma' ¿Suena bien?
—Sí —le sonrió un poco.
La mayor miró a Daisuke en silencio, le recordaba a Keisuke cuando estaba pequeño, era bastante difícil para ella. Una madre nunca estaría lista para enterrar a su hijo, hacía mucho que vivía sin sentir que su corazón latía realmente y la etapa de la ira había desaparecido.
Ahora sólo quedaba el dolor.
—Ryoko-san —escuchó a Hana llamarla—. ¿Sabes? Hay personas que me decían en la escuela que debería superarlo ya.
Ryoko frunció el ceño.
—Como si fuera tan fácil para mi superarlo —bajó la mirada—, yo solo... Necesito tiempo.
—Hana...
—Sé que dije que sería la última canción que le escribiría —apretó sus labios—, pero... ¿Cuántas últimas canciones me quedan aún, Ryoko-san?
Los ojos grises no habían parado de llorar desde aquel día, Ryoko tampoco pero pretendía ser fuerte para no cargar a Hana de más tristeza, especialmente porque no era bueno en su estado.
—¿Algún día dejaré de escribirle? —miró a Keisuke en el otro lado—. ¿Algún día dejaré de pensar en él como el único en mi corazón?
Ryoko apretó sus labios sin saber cómo podría responder sus preguntas.
—Siento que jamás voy a pasar de página —murmuró—, al final la canción que le compuse sí se hizo realidad, huh.
¨Te amaré mucho después de que te hayas ido¨
Ryoko vio esto con tristeza.
—Dijimos que nos amaríamos hasta que...
Las lágrimas que Hanna contuvo en sus ojos mientras se acercaba hicieron que tragara fuerte.
—Está bien pedir ayuda —susurró cuando la pelinegra se sentó a su lado—. Lo sabes, ¿verdad?
—Estoy bien —apretó su sonrisa—, no te preocupes, pediré ayuda si la necesito.
Ryoko la observó en silencio un momento y asintió. Una parte de ella estaba aterrada, porque Hana se parecía a Keisuke más de lo que ella creía, eso le daba miedo porque perdieron a Keisuke precisamente porque él creyó que podría hacerlo todo sólo.
—¿Qué vas a hacer mañana?
Hana la miró un momento, sabiendo que estaba preocupada de dejarla sola, incluso si Hana hacía el esfuerzo, cuando nadie la estaba mirando, sus ojos perdían el brillo y se desvanecía dentro de su dolor.
—Um... Invité a la pulga a hablar en la tarde —comentó, mirando sus dedos—, Ken y Seishu vendrán también a hacerme compañía, no te preocupes.
No estaría sola.
—Muy bien —Ryoko la abrazó y dio un beso sobre su frente—, deberías ir a dormir también. Ya es muy tarde.
—Ah —Hana miró a Daisuke y asintió—, sí. Buenas noches, Ryoko-san.
Ryoko no era tonta, sabía que Hana alargaba la hora de dormir porque no quería entrar al cuarto y extrañarlo. Ella hasta le sugirió redecorar el cuarto, pero Hana se negó.
¨Quiero dejarlo así, como a Kei le gustaba¨
—Buenas noches, cariño —le sonrió levemente—, ten dulces sueños.
La vio cargar a Daisuke con cuidado de no despertarlo y llevarlo hacia el cuarto tras darle un beso en la mejilla. Una vez que la luz del cuarto de su hijo se apagó, Ryoko soltó un suspiro.
—Ay, Keisuke —apretó el cojín entre sus brazos antes de soltar a llorar—, mi hijo...
¿Por qué tuviste que dejarnos?
.
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En la tarde siguiente, Takemicchi golpeó a la puerta a la hora que habían acordado verse, nervioso.
—Hola —Hanna lo recibió con una sonrisa en el rostro—, pulga.
Takemicchi la observó en silencio, se veía mejor que los días anteriores y había algo en su mirada que parecía haberse suavizado, supuso que tener a un bebé había alterado químicamente su cerebro de alguna manera.
—Pasa —ella se apartó para dejarlo entrar—, puedes sentarte ahí.
—Ah... gracias —le hizo caso, mirándola de reojo, ansioso—. ¿De qué... de qué querías hablar?
Hanna cerró la puerta de la casa en silencio y caminó hacia la sala donde él se instaló, la vio sentarse en el sillón a su lado con una expresión cansada mientras miraba el tablero de un juego sobre la mesa.
—¿Sabes jugar shogi —señaló el juego—, Takemicchi?
—Ah... no creo —hizo una mueca—. ¿Tú... juegas mucho?
—Hm, solía hacerlo en el pasado —miró al techo—, había alguien con quien solía jugar siempre.
Takemicchi no se atrevió a preguntar quién era ese alguien, temiendo que quizá fuera a ser Baji y eso la hiciera ponerse triste.
—Ya veo...
Hanna lucía cansada, pero le miró con una sonrisa y era como si brillara. Eso le recordó las palabras de Mikey.
¨La sonrisa de Hanna brilla como el sol¨
Es cierto, cuando Hanna sonreía de verdad su rostro se iluminaba y te hacía sonreír también.
—Sabes —su voz era un suave zumbido en la tranquila tarde—, he estado pensando mucho.
—¿Sí? —Takemicchi se giró a verla, confundido—. ¿En qué?
Estaba nervioso de que podría estar pensando la pelinegra, el día en que Toman se disolvió lucía tan seria cuando le pidió que hablaran a solas. Los ojos grises estaban perdidos en el tablero cuando la volteó a ver.
—El rey —señaló la ficha sin levantar la vista del juego—, es más importante que cualquier otra cosa, después de todo.
Para Takemicchi, ella era extraña, no lograba comprender del todo lo que pensaba, pero inconscientemente recordó aquella conversación que tuvieron antes.
¨Takemicchi, siento que te vas a ir lejos¨
Su cabeza no dejó de decirle 'Ella sabe' desde el primer momento en que la conoció, era una sensación bastante extraña, como si antes de conocerla, ella ya lo conociese.
Raro, ¿no?
Hanna, que estaba pensando en él mientras movía las fichas del juego, alzó la mirada hacia Takemicchi. El rubio teñido tragó fuerte ante la intimidante vista que tenía.
—¿Hice... algo malo?
—¿Hm? —ella pareció sorprenderse y suavizó un poco sus facciones—. ¿A qué te refieres, pulga?
—Luces como si, um —carraspeó—, como si quisieras arrancarme la cabeza o algo por el estilo.
—Ah, lo siento —se masajeó las cejas—, es sólo cómo funciona mi cara.
Takemicchi no pudo evitar soltar una risa, ambos hicieron un par de bromas para aligerar la tensión. Hanna se detuvo en un momento y lo miró con la misma seriedad.
—¿Alguna vez te preguntas sobre las personas que fuimos antes de todo esto?
Hanna se inclinó en el mullido asiento, poniendo un cojín en sus brazos y abrazándolo. Takemicchi se tensó.
Hanna normalmente no era de conversaciones profundas.
Era toda risas y bromas, del tipo que te hacía doler los costados de tanto reírte, solía bromear hasta en los peores momentos e incluso cuando la había visto llorar y furiosa, nunca la vio así.
—¿A qué te refieres?
Su curiosidad picó en sus manos.
—Me refiero a las personas que éramos antes de conocernos —aclaró, mirándolo a los ojos—. ¿Alguna vez... piensas en eso?
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire como una pregunta que nadie había pensado en hacer, Takemicchi sintió que se le formaba un nudo en el estómago.
—Bueno, todos tenemos un pasado —trató de sonar casual—. ¿No es verdad?
—Tú tienes más de uno, Takemicchi —Hanna sonrió—, pero estoy hablando si alguna vez te sientes curioso sobre antes de que nos conociéramos, quién era... yo y eso.
Sus palabras le provocaron un escalofrío en la espalda.
—Oh...
La verdad que sí, le daba mucha curiosidad. ¨¿Quién era Hanna?¨ Fue una gran incógnita que aún no podía responder del todo.
Incluso ahora que eran más cercanos.
El primer recuerdo que tiene es de ella junto a Mikey en el patio de su casa tras la reconciliación de Draken y Mikey, pero siempre tuvo curiosidad por quien era Hanna antes de ese día.
—Hay algo en ti —ella lo miró fijamente—, que me hace querer decirte todo, pulga.
Quizá sea su parecido contigo, Shin...
—¿Sí?
Eso era curioso porque Mikey le había dicho algo parecido antes, realmente ese par se parecía mucho y no lograba comprender por qué.
¿Cuál era la verdadera historia de Manjiro Sano y Hana Yagami?
Para alguien que había mantenido en secreto su habilidad para saltar a través del tiempo, Takemicchi se veía bastante tranquilo, pero ella lo sabía, que estaba nervioso por algo.
—Tengo sueños —comentó—, a veces.
Aunque, pensó Takemicchi, Hanna siempre había tenido una manera de ver a través de él, de entender las cosas que él no decía, como si pudiera leer su mente o algo.
—Suena loco, pero en esos sueños hacemos parte de un juego —Hanna miró al juego en la mesa también y tomó la ficha del rey en sus manos—, todos somos piezas de shogi en la vida real.
—¿Un... juego?
—Kisaki... es quien mueve las piezas —la acomodó en el tablero y tomó un peón en sus manos para mostrárselo—, y nosotros, todos nosotros, la Toman y Pandora, solo somos peones.
Takemicchi se tensó.
¿Kisaki mueve las piezas?
—Moebius, Valhalla, Tenjiku...
La miró de reojo.
—Hay cientos de posibilidades —los ojos grises se oscurecieron—, pero hay más malas que buenas.
—Hanna-san, ¿de qué..?
—Tú viajaste en el tiempo —le enseñó una pieza distinta—, ¿no?
El corazón de Takemicchi era un tambor en su pecho, cada latido resonaba en sus oídos.
—Sí...
—Es capcioso —Hanna puso esa ficha—, tu aparición cambió las reglas del juego, Takemicchi.
Hanna miró al techo entonces, recostándose más en el sillón y entrecerrando los ojos.
—Creo que siempre lo supe —confesó—. Por eso cuando lo oí fue tan fácil creerlo.
Takemicchi la vio de reojo. Sí, Naoto del futuro y Hanna habían dicho algo parecido, que habían creído en él porque estaban obsesionados con ese tipo de cosas.
—Además actuabas de un modo y luego del otro —arrugó la nariz—, tú... En aquellos días, en tu casa y en el momento de la pelea con Moebius, tú... actuabas como si no nos conociéramos.
—¿Qué...?
Takemicchi parpadeó.
¿Hanna y él se conocían antes de que se conocieran?
Borra eso, Takemicchi, se dijo a sí mismo, porque ese pensamiento sonó ridículo en su mente.
—De todos modos —ella lo miró a los ojos—, eso está bien porque yo también lo hice.
—¿Qué?
—Um —asintió—, creo que nunca te agradecí por todo lo que has hecho.
¿Hana quería agradecerle? La miró confundido, tratando de entender a qué se refería, no estaba procesando correctamente la información desde que mencionó aquello.
—Espera, ¿a qué te refieres con eso? —la agarró de los hombros—. ¿Nos... conocíamos?
—Tienes peor memoria que yo —Hanna soltó una risa—, Pulgamicchi.
Takemicchi parpadeó.
—¿Quieres que te cuenta la historia?
Él asintió enseguida, repetidas veces.
—Por favor.
—Bueno, déjame pensar —se puso la mano en los labios—. ¡Ah! Primero deberías saber algo de contexto...
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Retrocedamos la historia hasta Julio...
Cuando Takemicchi apareció en la vida de Mikey...
Para no hacerlo tan largo.
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Julio, 2005
Casa de los Sano
Hanna Yagami, de trece años, pasaba algo más de tiempo junto a Mikey que en la actualidad, en realidad se la pasaban juntos seguido cuando ella no estaba con la primera división de la Toman -que era liderada por su novio-, o con Pandora, su pandilla.
—¿Hm? —Hanna levantó la mirada de su fondo de pantalla—. ¿Peleas callejeras?
Este día fue, de hecho, unas semanas antes de enterarse que estaba embarazada.
Quizá querían recordar cuando estudiaban juntos.
Hanna no recordaba todo bien así que a veces se confundía respecto a eso, especialmente si sus memorias eran sobre Mikey, su subconsciente las bloqueaba muchas veces.
—Sí —Draken asintió mientras la estaba peinando—, hay unos idiotas que han estado apostando con peleas callejeras.
Hanna solía ir con Draken a casa de Mikey temprano, antes del colegio, sólo porque sí.
No era así todo el tiempo.
Claramente, pero ese día en específico sí era uno de esos. Mientras Mikey se bañaba, Draken jugaba con el cabello de la pelinegra a hacerle peinados, ella sólo disfrutaba de la atención en el momento.
—¿Hah? —frunció el ceño—. ¿Quién se creen que son para tomar el nombre de la Toman a la ligera?
—Han estado causando problemas así que probablemente debamos intervenir —Draken mordió la liga para abrirla y poder agarrar su cabello—. Listo, voila.
Hanna apartó la mirada de su dorayaki hacia el espejo que Draken le estaba enseñando y soltó una risa.
—¿Qué le hiciste a mi cabello, Kenny?
—Unas trencitas —respondió de inmediato—, ¿estás ciega o qué?
Draken la observó en silencio cuando ella se señaló a sí misma.
Quién la viera así, toda callada y sin conocerla juraría que esa chica era un ángel, achicó los ojos, pero él la conocía muy bien.
—El diablo —pensó, en voz alta.
Por suerte, la pelinegra estaba demasiado concentrada en verse al espejo como para prestarle atención.
—Me veo rara —entrecerró los ojos un poco—, pero bueno, gracias, hermano.
—Con gusto.
—Me ahorraste el dolor de cabeza de peinarlo yo.
—¿Y tú —se burló—, desde cuando te peinas?
—Tienes razón, no lo hago —se rió—, pero eso es porque Kei siempre me despeina.
Draken rodó los ojos al verla hacer un puchero y se sentó a su lado tras dejar el espejo en su lugar.
—Eso es porque no le dices que no.
—Es imposible —chasqueó la lengua—, tengo una terrible necesidad de él todo el tiempo.
Draken alzó una ceja al verla. Baji y ella tenían una relación bastante curiosa, no podían quitarse las manos de encima pero también peleaban por todo, todo el tiempo.
—¿Vas a competir entonces? —decidió cambiar el tema antes de que volviera Mikey.
Con cada día que pasaban esos dos juntos, más difícil era ocultar ese tipo de cosas de Mikey, era extraño que se estuviera comportando, pero no sabía cuánto duraría así.
—Hm —asintió—, será algo fácil.
En aquel entonces había una competencia de talentos que se haría en su colegio, no le daría muchas vueltas a eso, y por supuesto, escogió cantar.
—¿No crees que estás muy grandecita para esas cosas?
—¿Tú crees? —mordió el bombón que había estado comiendo—. Yo creo que no, es una buena promoción para que más gente vaya al bar.
Luego de un rato hablando al respecto, Draken le miró con una sonrisa.
—¿No quieres ir con nosotros a ver cómo los ponemos en su lugar?
Hanna miró al más alto en silencio un momento y luego negó.
—Tengo cosas que hacer —le restó importancia, recostándose en el sillón—, así que no puedo.
Mientras ella veía a Mikey sentarse en el otro sillón para que Draken lo peinara.
—Nee, Mikey —lo llamó—, ¿por qué tan callado?
—¿Hm? —el rubio tragó su pedazo del dorayaki y la miró—. Ustedes dos parecían en una burbuja y no quise interrumpir.
Mikey, que ya estaba listo para ser peinado por Draken, se quedó mirándola con curiosidad.
—Pues le haces pop —fingió que tocaba algo con el dedo—, y se explota. ¿Ves?
Mikey sonrió.
—¿Qué es tan importante que no vas a ir con nosotros? —Mikey infló los cachetes—. Creí que amabas vernos en acción.
—Sí —sonrió con los ojos cerrados—. ¿Me dejarás pelear con ese tal Kiyomakia?
—Kiyomasa —la corrigió Draken.
—Como sea —miró a Mikey—. ¿Hm?
—No —la miró serio—. ¿Qué vas a hacer?
Hanna no respondió ante su insistencia, no podía decirles que iba a hacer así que sólo achicó los ojos mientras se recostaba en el sillón a jugar con su teléfono, evadiendo la pregunta.
—Seguro que sólo va a estar haciendo cosas con Baji —bromeó Draken al ver como Mikey se comenzaba a molestar—, de resto no hace nada.
Personalmente odiaba verlos pelear, aunque sabía que su linda hermanita, era tan tierna como para darle una paliza a Mikey si se enojaba de más.
—¿Sí?
Mikey la miró fijamente.
—No le creas al tótem —bostezó—, les juro que si hago algo.
—¿Cómo qué, Hanchin?
—Hmmm —Hanna miró al techo, pensativa—. Nah, tienen razón, en las mañanas no hago nada y en las tardes, descanso.
Ambos se echaron a reír ante esto, para cuando Draken terminó de peinar a Mikey, se volteó a verla.
—¿Te está yendo bien en las clases?
—Lo normal —se sacó el bombón de la boca para hablar—, no es como que sea la gran cosa. Yo sólo voy y ya...
Draken rodó los ojos.
—Asegúrate de no perder el año —se burló—, o la señora Baji te colgará del techo.
Hanna sonrió, imaginándolo, su relación con la madre de Kei era muy cercana ya que se la pasaba mucho en su casa cuando eran pequeños. Ella era la mejor amiga de Kei en el pasado.
—Ustedes asegúrense de encargarse de esos idiotas —les dijo, mirando a Mikey específicamente, su teléfono sonó—. ¿HUH? ¡Mierda, las clases!
Hanna saltó del sillón, gritándoles que los vería otro día porque Akira había llegado por ella para ir al colegio y no podía llegar tarde. Ambos rubios se miraron entre ellos antes de soltarse a reír.
Hanna era así.
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Hanna observó en silencio a Mikey hablar, esa tarde ambos estaban recostados en la orilla del río aquella tarde mientras Draken estaba sentado al lado de ella mirando al río.
—Y el chico tenía una gran espalda —comentó—, no parecía un chico de escuela media.
Mikey habló del chico llamado 'Takemitchy Hanagaki', lo cual le pareció curioso, la forma en que hablaba de él captó su atención.
—Un chico débil que fue capaz de enfrentarse a Kilomata por sus amigos, huh.
—Kiyomasa —la corrigió Draken.
—Como sea —chasqueó la lengua.
Para que Mikey dijera algo bueno de alguien debía ser alguien interesante, se encontró bastante curiosa de él, pero no sabía que decir al respecto cuando el rubio la volteó a ver.
—Suena como un buen chico.
Fue lo único que se le ocurrió. Los ojos de Mikey siempre lucían llenos de esperanza cuando estaban solos, a veces eso la hería.
Por más que le dijera que escogió a Kei...
Manjiro solía hacer caso omiso, aunque había logrado hacer las paces un poco más, comparado con los primeros meses de su relación.
—Hm.
—Es el tipo de chico que necesita la Toman realmente —le sonrió—, quizá deberías invitarlo a que se una.
En aquel tiempo, Hana estaba nerviosa porque ella estaba teniendo problemas con controlar un par de personajes en Pandora por lo que no había podido confesarle a la Toman que era la líder.
No que Mikey hubiese escuchado de Pandora todavía.
—Lo he pensado —Mikey meneó la cabeza—. ¿Quieres un dorayaki?
—Sí.
Ella había hecho lo suficiente para que en Shinjuku no se oyera tanto el nombre de Whitesnake, que tras la purga comenzó a crecer. Para que sólo se oyera el nombre de Moebius, quienes eran más viejos, y no el de Pandora.
Un grave error del que se arrepentiría pronto.
—¿Qué harás mañana? —inquirió Mikey.
Hanna recibió el dorayaki que le extendió el rubio con una sonrisa agradecida.
—Me pasearé por donde ustedes en la tarde —destapó la galleta—, antes de mi cita con Baji.
Mikey arrugó la nariz, aunque llevaran ya cierto tiempo juntos, Mikey seguía teniendo ciertas actitudes extrañas.
—Baji...
Ella sólo le permitía acercarse cuando era era su Mikey, el chico que actuaba como niño, pero tan pronto veía ese tipo de actitudes posesivas en él, se largaba, como en ese momento.
Era un poco impulsiva.
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La siguiente tarde, mientras escuchaba a Mikey narrarle la situación que presentaron poco antes de que ella llegara, se daba cuenta que Mikey a veces no tenía mucha cabeza para esas cosas, pese a ser tan inteligente e ingenioso por naturaleza.
—¿Fuiste a su colegio...?
—Sí.
Mikey se alzó de hombros incluso al ver su ceja alzada.
—Mikey —a Hanna le tembló el ojo—, a veces eres imposible.
El pobre chico debe haberse asustado.
Dos bullies yendo a buscarlo de repente.
Especialmente con la actitud de Mikey.
Era como una escena para una película que seguro haría a muchos reír, pero a muchos otros fruncir el ceño. Por si fuera poco habían molestado a unos tipos en su camino al muchachito.
—Dijiste qu-
—¿En qué momento dije que debías ir a su escuela y acosarlo? —se cruzó de brazos mientras lo veía con los ojos entrecerrados—. Y tú, Kenchin, ¿en serio golpeaste a unos tipos de tercer grado?
—¿Hm? Ellos me estaban molestando así que les di una lección —alzó una ceja y soltó una sonrisa burlona—. Y los hice hacer una línea para pasar por encima de ellos al salir.
Hanna soltó una risa al imaginarse la escena y el trauma que le crearon al pobre chico.
—No se puede dialogar con ustedes...
Hanna le dio un beso en la mejilla a Mikey cuando terminó de desinfectarle el supuesto terrible golpe que recibió. Sus sentimientos por Mikey se esclarecieron un poco al salir con Baji.
Lo amaba, sí.
Pero era un amor diferente...
Del que Mikey esperaba de ella.
Era gracioso escuchar que una chica le había dado una cachetada al ¨invencible¨ Mikey pese a estar asustada, le causaba mucha curiosidad esa muchacha.
—Te merecías esa cachetada —Mikey, por otro lado, sólo observó sus labios—, totalmente.
El tal Takemitchy y su novia también le llamaron la atención al escucharlo.
Ambos sonaban como personas que le gustaría conocer.
—Nadie pudo ver venir que semejante tonto tendría una chica así como novia —afirmó Draken, rascándose la nuca—, fue muy gracioso de ver, perdón, Mikey.
El rubio infló las mejillas mientras le contaba que igual advirtió a la chica de no meterse en problemas ya que era peligroso si fuera otra persona. Hana meneó la cabeza de acuerdo.
—¿Sabes? —masculló cuando Hanna se apartó de él—. Es tu culpa que me golpearan.
Se puso la mano en el lugar donde lo golpeó la Tachibana.
—¿Hah? —Hanna le apretó la mejilla—. ¿Cómo va a ser mi culpa? Yo ni siquiera estaba ahí.
A veces hablaba con ellos y se daba cuenta que a veces eran unos tontos estúpidos, de verdad.
—Y tú —señaló a Draken—, debes disculparte cuando puedas con ella. ¿Entendido?
—Sí, señora —fingió un saludo alemán—, como usted diga, bebé dragón.
Hanna rodó los ojos y terminó por ponerle una pequeña pomada a Mikey, en realidad no la necesitaba, pero el rubio haría un berrinche si no lo hacía.
—Ya —le pellizcó la nariz—, ¿ves? Estás como nuevo.
—¡Gracias —Mikey la abrazó con una sonrisa—, Hanchin!
—Tonto —se quejó, abrazándolo de vuelta—. Eres un niño.
Mikey abrió grande los ojos al sentir su cercanía.
Las manos de la pelinegra acariciaban su cabello, no que se fuera a quejar de tenerla cerca, pero a veces se sorprendía de su espontaneidad. Mikey rodeó la cintura de la pelinegra con una mano.
—Me sorprende que hayas hablado de él —comentó, sin apartarse—, eso está bien.
—Sólo... ese chico—replicó el rubio, con su rostro en el pecho de la pelinegra—, me recuerda a él.
Draken observó la escena en silencio, algo acostumbrado ya a los arranques de su hermanita, pero fijándose en que Mikey no fuese a pasarse de la línea. Lo conocía bien y no conocía sus límites a veces, por eso terminaban peleados todo el tiempo.
—Entonces lo invitamos a formar parte de nuestro sueño —sonrió—. Luego te lo presentaré, sé que te agradará.
—Si tú lo dices —ella le sonrió.
El sonido de la motocicleta de Baji hizo que todos se voltearan a ver, Manjiro observó con celos la forma en que los ojos grises brillaban y su rostro se iluminaba con una gran sonrisa.
En el pasado esa sonrisa era sólo mía.
¿Por qué la dejé ir?
Soy un idiota.
Mikey apretó la mandíbula cuando la veía apartarse de él sin ningún problema mientras que él sentía un terrible vacío retorciendo su estómago enseguida.
—Ups, ya llegaron por mí —ella chocó puños con Draken—. ¡Recuerda a la noche pasar por el puesto de comida que te dije, Kenchin!
—¡Bien!
Hanna salió del cuarto de Mikey para ver a su novio todavía con su uniforme puesto, cuando ambos cruzaron miradas, no pudo evitar morderse el labio. Amaba verlo así, especialmente los últimos meses, cuando no estaba luchando con las náuseas que le daban todas las mañanas.
Sólo verlo le producía unas ganas terribles.
Seguro que estoy ovulando... O no.
Igual me calienta este hombre.
El pelinegro al notar su mirada ladeó la cabeza y sonrió. El desgraciado sabía perfectamente lo hermoso, perfectamente esculpido, que era.
—Mi amor —la jaló hacia él—, ¿disfrutando la vista?
—Siempre —sonrió.
Notó la mirada del pelinegro en sus pechos y rodó los ojos, los malos hábitos nunca desaparecían, se agachó un poco para encontrar sus ojos, notando como él sonreía.
—Hanna.
—¿Hm?
—¿Qué te gusta de mí? —preguntó Keisuke, de repente.
Hanna sonrió, él esperaba su respuesta con una mirada fija, seguro que había estado hablando con Chifuyu de alguna cosa rara antes de ir con él.
—Me gusta el sonido de tu voz —murmuró.
—¿Mi voz?
—Con una sola palabra tuya —tomó su mano y la puso en su pecho—, mi corazón estalla de felicidad.
Keisuke aprovechó el bug y le dio un apretón antes de sonreír coqueto.
—Me gustan tus ojos —agregó, poniendo los ojos en blanco—. A veces lucen rudos, pero cuando se suavizan al mirarme, me gustan mucho más.
Keisuke se sonrojó.
—Me gustan tus manos —entrelazó sus dedos con una sonrisa—, y tus dedos.
Él le dedicó una sonrisa de lado, ella sabía bien qué estaba pensando, pero no negaría ni afirmaría nada al respecto. Keisuke, al verla seria, evitó hacer el comentario que quería hacer.
—Me gusta cómo luces por las mañanas al despertar o cuando duermes...
Su corazón latía con fuerza mientras la veía fijamente.
—Me gusta tu voz, demasiado, la amo —afirmó—, es la sinfonía perfecta, la canción que suena en mi cabeza desde el primer día que te vi.
Keisuke le sonrió.
—Tú también —se acercó y dejó un beso suave en sus labios—. Eres la canción que suena en mi cabeza desde que nos conocimos, mi corazón ha bailado al ritmo de esa canción desde entonces.
Hanna sonrió de vuelta.
—Y quiero bailar contigo a ese ritmo —prometió Keisuke—, tanto como dure la canción de nuestros latidos.
—¿Le dices eso a todas? —bromeó ella.
Sabía perfectamente que no había otras.
Emma se había asegurado en el pasado de advertir a Baji sobre otras chicas, era algo gracioso verla ahuyentando a las tipas detrás de Baji incluso cuando no eran nada, Emma decía que ella haría lo mismo por ella.
Razón tenía.
—Hana Yagami, tú eres la única mujer para mí en todo el mundo —afirmó su novio—. Nunca hubo ni habrá otra mujer.
Baji se cubrió la boca, avergonzado por lo que estaba diciendo, pero sin dejar de decirlo. Él siempre había sido así, siempre expresó sus sentimientos sin importar lo avergonzado que se sintiera.
—Siempre has sido tú —susurró—, y serás tú, para siempre. Sólo tú.
Hanna apreció en silencio su rostro con una gran sonrisa y los ojos cristalizados. A veces podían llegar a ser tan románticos y cursis, por momentos olvidaba completamente que ya eran novios.
Lo amo.
Tanto que mi corazón no sabe qué hacer con tanto amor.
Lo amo tanto.
Ella jaló a Baji de su corbata y lo besó, dejando que sus labios expresaran de una forma u otra lo que sentía. Baji la atrajo hacia él, no tardando nada en profundizar el beso hasta que les faltó el aire y se tuvieron que separar, sin dejar de sonreír.
—Te amo.
—Te amo más.
—¿Hasta que la muerte nos separe, Hana?
—Hasta que la muerte nos separe, Keisuke.
Ambos se sonrieron un rato más y Hana bajó la mirada hacia la motocicleta.
—¿Estabas con Chifuyu otra vez —arrugó la nariz—, de casualidad?
—Hm, tú estabas con Mikey —masculló—. ¿No has estado pasando mucho tiempo aquí últimamente?
—Mi novio ha estado pasando mucho tiempo con su subcapitán —fingió que se desmayaba—, ¿qué podemos hacer?
Últimamente, de hecho, si se había sentido tan fatigada y mareada por momentos que comenzaba a pensar que había algo mal con ella. Pero siempre tuvo problemas de salud así que no le prestaba mucha atención.
—Exagerada —se burló, abrazándola por la cintura—. ¿Lista para nuestra cita, mi amor?
—Tenemos que ir a vestirnos, mi amor —le jaló de la corbata hasta que estuvieron a pocos centímetros de la boca contraria—. ¿Sabes lo que significa?
Ambos estaban con sus respectivos uniformes de la escuela, Hana lo odiaba porque últimamente sentía que la falda no le quedaba del todo bien, hizo un puchero que su novio mordió enseguida.
—Hm, que primero tenemos que desvestirnos —le dio una pequeña nalgada antes de sonreír—, así que andando, no quieres llegar tarde y que Emma te regañe. ¿O sí?
Hanna sonrió y se subió a la moto de Baji, abrazándolo y aspirando su delicioso aroma.
Tan enamorada de él...
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Cuando llegaron al punto de encuentro las mejillas de Hanna estaban rojas, algo que no pasó desapercibida por su amiga, quien miró a Baji con los ojos entrecerrados, el pelinegro solo silbaba como si no supiera el motivo de su mirada.
—Esto es realmente genial —Emma chilló al verla y sonrió—. Te ves hermosa, Hanna-chan.
—Tú también —afirmó—, Emma-chan.
Ambas se abrazaron un rato hasta que Baji las apartó.
—Ya, ya, es mía —se quejó, abrazando a la pelinegra por la espalda—. Deja de tocarla tanto, Emma.
—¿Celoso de una chica —se burló—, Baji?
—¿Qué si lo estoy?
—Soy su mejor amiga —alzó la ceja—, yo estuve primero que tú. ¿Sabes?
—¿Sí? Pues antes de ser su novio —se cruzó de brazos—, también era su mejor amigo, así que...
—No peleen —Hanna rodó los ojos con una sonrisa—. Vamos, Emma.
Agarró del brazo a la mayor mientras la jalaba hacia el camino que guiaba al festival.
Aquel 7 de julio.
Durante el festival de Tanabata.
Fue un día muy especial para Hanna.
—¡Oi! —Keisuke la jaló hacia él, haciendo que ambas se detuvieran—. ¿A dónde crees que vas? Tú eres mía, debes ir conmigo.
—¿No te da vergüenza decir esas cosas en voz altas —Emma soltó una risita—, Baji?
—¿Por qué lo haría? —frunció el ceño—. Estoy orgulloso de poder decir que ella es mía.
Hanna sólo se cubrió el rostro, avergonzada por las palabras de su novio, pero feliz.
—¿La has visto? —señaló a la pelinegra—. Una chica hermosa, fuerte, inteligente y poderosa. ¡Lo mejor de todo es que es mi novia!
.
Y mientras Takemicchi se encontraba en la casa de Hinata Tachibana. Hana Yagami estaba con sus dos pilares disfrutando del festival.
.
—Vamos, Emma —dijo Hanna riendo, sus ojos brillaban de emoción mientras extendía un palito de yakisoba brillante—. Tienes que probarlo.
El aroma ahumado de los fideos caramelizados bailaba a su alrededor, mezclándose con el dulce aroma del algodón de azúcar y el leve sabor metálico de la noria cercana.
Afortunadamente el yakisoba era algo que Hanna podía comer.
Siempre tuvo problemas con la comida.
Así que no le parecía tan raro.
Pero los últimos meses había estado sintiendo una terrible aversión por comidas que normalmente disfrutaba y un incremento de antojos de dulces como dorayakis y helados.
—No puedo —dijo Emma, con las mejillas sonrojadas mientras intentaba apartar la comida con la mano—, ya estoy llena de esa ridícula porción de takoyaki.
Sus ojos se movieron rápidamente por el bullicioso recinto del festival, las luces vibrantes del Festival Tanabata se reflejaban en las sonrisas de la gente que pasaba.
—No seas aguafiestas —la molestó Hanna, pinchando la mejilla de su amiga juguetonamente—. Esta es la noche en que pedimos deseos, ¿recuerdas?
El corazón de Emma dio un vuelco ante la mención.
—Está bien —concedió, tomando un bocado—, ya ves.
Había estado temiendo este momento, el momento en que tendrían que escribir sus deseos en el tanzakura y las ramas de bambú adornadas con tiras de papel de colores eran un sueño.
Tenía la sensación de saber exactamente lo que Hanna tenía en mente.
—¿Contenta?
El festival estaba en pleno apogeo, el aire estaba cargado de alegría y anticipación. Los puestos se alineaban en las calles adoquinadas, ofreciendo una variedad vertiginosa de comida y juegos.
—Por supuesto —Hanna sonrió.
Emma no pudo evitar sonreír ante el entusiasmo de Hanna. El sonido de las risas y la música llenaba el aire, acentuado por el grito ocasional de un vendedor de juegos que intentaba superar a su vecino.
—Hanna.
Era una celebración del amor y la amistad, una noche en la que se susurraban deseos a las estrellas y el destino se sentía un poco más cerca.
—Aquí —Keisuke le dio un bocado de su yakisoba.
—Gracias, mi amor —le sonrió, dándole un bocado también—. Te dig-
—No enfrente de mí —se quejó, cerrando los ojos—. ¿Cómo dice Ryoko-san...? PG, niños, PG.
Hanna soltó una risa.
—Estamos en horario familiar —agregó rápidamente—, fa-mi-liar, Baji.
Siempre le había encantado este festival, la forma en que unía a la gente y llenaba la noche de un brillo cálido y esperanzador.
Pero este año era algo diferente para Emma.
—Déjame en paz, Emma —se quejó el pelinegro—, me estoy conteniendo bastante.
—Confirmo —Hanna se limpió la comisura de su labio y miró a Emma—. ¿Has pensado qué vas a pedir?
—Hm.
Este año, el deseo de Emma era más que un sueño infantil garabateado en una tira de papel.
—¿Sabes que deseo?
Hanna con una sonrisa cómplice, su mirada se dirigió hacia el apuesto joven apoyado en la barandilla cercana.
—A él —sonrió burlona.
El rubio de la trenza desviaba su atención de sus amigos por momentos y las observaba con una mezcla de diversión y afecto, sus ojos se detenían por segundos, especialmente en Emma.
—Sí —respondió Emma, su voz apenas por encima de un murmullo—. Pero no sé si alguna vez se hará realidad.
Hanna simplemente sonrió, sus ojos brillando con picardía.
—Nunca se sabe hasta que lo intentas —dijo, pasando su brazo por el de Emma—. Ahora, vamos.
—¡Sí!
—Vamos a escribir nuestros deseos antes de que se llene demasiado.
Emma sintió un aleteo en el estómago mientras se dejaba guiar por la multitud de personas. La noche estaba viva con la promesa de felicidad, y no podía evitar esperar que tal vez, solo tal vez, su propio deseo también se hiciera realidad.
—¿Qué vas a pedir? —Keisuke la abrazó por la cadera.
Hanna caminaba en la mitad de sus dos mejores amigos, con una sonrisa enorme que demostraba lo feliz que se encontraba en ese momento.
—Lo mismo de siempre —ella sonrió, mirándolo a los ojos—. ¿Y tú?
—Li mismi di siimpri.
Hanna soltó una risa.
—Idiota.
—¿Hah? —le mordió el hombro—. ¿A quién llamas idiota, idiota?
—Ustedes dos —Emma soltó una risita—, son como perros y gatos.
Cuando llegaron al tanzakura, encontraron un lugar tranquilo, lejos del bullicio de los asistentes al festival. Las ramas de bambú se balanceaban suavemente con la cálida brisa de verano, cada una de ellas cargada con el peso de cien esperanzas y sueños.
—Ve tú primero —sacó un bolígrafo y se lo entregó—, mi reina.
—Hai.
Emma respiró profundamente y tomó el bolígrafo, con la mano ligeramente temblorosa. Se quedó mirando la tira de papel en blanco que tenía delante, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—¿Qué escribirás —canturreó el pelinegro—, Emma-chan?
—¿Quién sabe...?
—¿No me vas a decir?
—Nope.
Finalmente, escribió:
¨Que mi amor, Ken-chan, se haga más fuerte cada día, y que él algún día sienta lo mismo¨
Era simple, pero contenía todo el anhelo y la esperanza que llenaban su corazón.
—Muy bien —Hanna la apartó del árbol con un suave tirón—, vamos a buscarlo.
Mientras se acercaban al lugar donde Hanna había señalado a su hermano mayor antes, el corazón de Emma se aceleró. Estaba allí de pie, hablando con Pahchin y Pehyan, luciendo como el encantador hombre que era.
—Oye.
Hanna le dio un golpecito en el hombro a su hermano.
—¿Hm? —Draken se volteó a verla—. ¿Qué pasa?
—Vamos a subir a la noria —señaló atrás—. ¿Vienes?
Su hermano parecía sorprendido pero complacido, ahora entendiendo mejor porque le dijo que fuera, entrecerró brevemente los ojos.
—Sí —dijo, sonriendo cálidamente a Emma—, vamos.
Sus ojos buscaron los de ella por un momento, como si intentara leer el mensaje oculto en los suyos. Hanna y Keisuke se sonrieron cómplices entre ellos, Draken los observó entonces.
—¿Y ustedes?
—¿Hm? —ambos se giraron a verlo.
Hanna sostenía un pañuelo con el que se estaba intentando abanicar mientras que Baji tenía su cabello recogido en el momento. Estaban sospechosamente recatados y tranquilos.
—Se ven tan lindos cuando están calmados —sonrió el de la trenza—, así nadie creería que son tremendos demonios.
—¡Oi, tótem —Hanna se intentó ir encima de él, pero Baji la detuvo de la cintura—, ya verás!
Los cuatro hicieron fila entre risas, la expectación crecía con cada paso que daban hacia la noria gigante. El metal crujía mientras giraba, proyectando largas sombras en el suelo.
—¿Entonces eso fue lo que pasó? —Hanna asintió—. ¿Y qué le dijiste?
Emma y ella iban juntas, cuchicheando de lo que habían hecho los últimos días, mientras Draken y Baji iban atrás, cuidándolas con la mirada.
—Tienes una gran chica, Baji —le recordó Draken, viendo a su hermanita—. Cuídala.
—Siempre.
Baji la observó en silencio.
Habían hecho un largo recorrido para estar juntos.
—No hay nadie que no sepa que soy el más afortunado de todos —afirmó con una sonrisa de lado—, y si oyes a alguien decir eso, les patearé el trasero hasta que vean que lo soy.
Draken sonrió.
—¿Cómo está... Mikey?
—Aún está en negación —meneó la cabeza—, pero es su culpa.
Mikey cometió un error al creer que Hanna lo esperaría toda la vida y aguantaría siempre la forma en que la trataba, pero cuando Hanna volvió del extranjero era una persona distinta.
Más fría y calculadora.
Más fuerte e inteligente.
Más rota.
Nadie sabía que le sucedió durante los meses que estuvo en el extranjero, pero no parecía haber sido una buena experiencia, especialmente por la forma en que se reencontraron. Aún así, para suerte de ellos, Hanna había empezado a sanar desde que empezó a salir con Baji.
—¡Rápido —Hanna se acercó y los jaló de los brazos hasta llevarlos al interior—, ya es nuestro turno!
Los asientos estaban acolchados y eran cómodos, un marcado contraste con la emoción y la tensión que burbujeaban debajo de sus tranquilos exteriores.
—¿Recuerdas el halloween —le preguntó Hanna a Baji—, cuando estuvimos en este lugar?
—Sí... Dijiste que la vista era increíble —le sonrió, acomodándole un mechón de cabello rebelde tras la oreja—, y lo es —afirmó, sin quitarle la vista de encima a sus ojos.
Las mejillas de la pelinegra cobraron color enseguida, ambos se sonrieron y compartieron un pequeño beso.
—Ustedes dos —Emma soltó un suspiro—, son tan románticos.
Cuando llegaron a la cima, la vista era impresionante, todo el festival se extendía ante ellos, un mar de luces que se extendía hasta el horizonte.
—¡Wow! —Emma se acercó a la ventana para observar todo—. ¡La vista realmente es increíble!
—Sí —Draken la estaba viendo a ella—, lo es.
Hanna y Keisuke, que estaban en el asiento frente a ellos con sus siluetas enmarcadas por las bombillas centelleantes, se miraron entre sí y voltearon a ver a Draken con grandes sonrisas.
—Ah —Draken carraspeó cuando notó la sonrisa burlona de la pelinegra—. ¿Y bien...?
—¿Bien qué?
—¿Ya hicieron sus deseos?
—Sip —sonrió.
La rueda se detuvo por un momento, lo que les permitió respirar profundamente, Emma sintió que el corazón se le iba a salir del pecho, miró el papel que tenía en la mano y respiró profundamente.
—Allá vamos —murmuró, extendiendo la mano para sujetarlo a la rama más cercana—, ojalá se cumpla.
El papel revoloteó con la brisa antes de posarse en su lugar, uniéndose a la sinfonía de deseos.
—De verdad —Hanna sonrió—. Deberíamos hacer esto el año que viene también.
—Sí —concordaron todos con una sonrisa.
El viaje terminó demasiado pronto y desembarcaron, con el estómago de Hanna retorcido.
Esas malditas náuseas.
La pelinegra no sabía ni siquiera cómo explicarlo, pero supuso que aún no superaba su pequeña aversión por las alturas. El pelinegro le acarició la espalda en su abrazo.
—¿Estás bien?
—Hm —fingió una sonrisa mientras miraba de reojo a Emma, quien se veía pálida—. ¿Tú estás bien, Emy?
—Creo que necesito algo de aire —murmuró Emma—, un momento.
Hanna se tomó del brazo a Keisuke y le susurró algo al oído, lo que hizo que ambos se rieran, luego se volvió hacia su hermano.
—¿Por qué no acompañas a Emma? —sugirió con un tono ligero pero una mirada significativa—. Keisuke y yo los alcanzaremos... En un rato.
Su hermano asintió, sin apartar la mirada de Emma.
—Suena bien —dijo, extendiéndole el brazo—. Vamos, Emma, démosle algo de espacio al par de hormonales.
—Oh... ¡Sí!
El aire entre ellos se llenó de energía cuando comenzaron a caminar por las calles del festival.
—Gracias por acompañarme —murmuró torpemente.
Emma sentía que sus mejillas ardían mientras caminaban uno al lado del otro.
—No hay problema —respondió, tranquilo como siempre.
Su mirada era pensativa, como si estuviera tratando de armar un rompecabezas.
—Entonces, Emma —la miró de reojo—, ¿cuál fue tu deseo esta noche?
El corazón de Emma dio un vuelco, pero respiró profundamente y decidió no acobardarse.
—Bueno, pedí algo bastante importante —dijo, con la voz ligeramente vacilante—. Pero es complicado.
Él se detuvo y la miró con expresión seria.
—Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿verdad?
—Lo sé —dijo Emma con una risa nerviosa, tratando de disipar la tensión—. Si te lo digo, no se hará realidad.
Draken se rió entre dientes, el sonido resonó suavemente en la noche.
—Supersticiones del festival —dijo, sacudiendo la cabeza—. Pero tengo curiosidad...
—¿Sí?
—Has estado actuando diferente... últimamente.
Emma sintió el peso de su mirada sobre ella, y supo que no podía seguir reprimiendo sus sentimientos.
¿Se dio cuenta?
Mientras tanto, Hanna y Keisuke habían encontrado una parte más tranquila del festival, lejos de los puestos abarrotados y el clamor de los juegos.
—Has estado pensando mucho.
Hana comenzaba a creer que había algo mal con ella, una parte suya creía que su enfermedad actual era posiblemente una gastritis derivada de sus malos hábitos alimenticios, pero eso no explicaba mucho el resto de cosas que estaba experimentando.
—Pues perdón por pensar —lo miró con sarcasmo—, no sabía que era un crimen.
Keisuke suspiró.
—¿Sigues enojada por lo de los platos?
A Hanna le tembló el ojo.
—Baji, tu hater número uno eres tú mismo —murmuró—, ya me había olvidado de eso, pero gracias a ti...
—No, no —la abrazó y ocultó su rostro en el cuello de la pelinegra—, olvídalo de nuevo jaja.
—Sigamos caminando —se quejó.
Caminaron por un camino bordeado de linternas de papel brillantes que arrojaban una luz suave y romántica sobre sus rostros.
—¿Qué piensas? —lo miró al verlo sonrojarse.
—Hm —le dedicó una sonrisa—, que nada sea siente mejor que tenerte en mis brazos, mi nena.
La abrazó por la espalda y dejó un beso en su cuello.
—Bueno, quizá estar adentro tuyo —susurró, mordiendo su oreja—, pero eso no es muy... romántico que digamos.
Bombastic side eye.
Keisuke sonrió cuando la vio mirarlo así.
—¿Qué es lo que más te gusta de mí? —alzó una ceja.
La misma pregunta que le hice...
Los ojos de Baji se centraron en sus pechos un momento.
—Tu sonrisa —titubeó—, probablemente.
—¿De verdad?
Hanna se cruzó de brazos por encima de los pechos y él la miró a los ojos.
¿Alguna vez podría expresar todo lo que le gustaba de ella?
Le gustaban sus ojos, su sonrisa y, especialmente, la forma en la que se achican sus ojos cuando sonríe lo enloquecía. Su boca, sus pechos, su cintura, sus manos, sus piernas y su trasero también. Todo su cuerpo físicamente, en realidad.
—Hay tantas cosas que me gustan de ti —se rascó la nuca—, no sé por donde comenzar.
Si hablaban de algo no tan físico entonces le gustaba la forma en que hablaba dormida y el olor a limón que desprendía siempre, cómo arrugaba la nariz cuando estaba confundida y como se rascaba la mejilla cuando mentía, por lo cual casi nunca lo hacía.
—Hm, ¿seguro que es eso o te da vergüenza?
De su personalidad lo amaba todo, la forma en que nunca se quedaba callada y siempre defendía sus ideales, cómo era capaz de enfrentarse a quien fuera por proteger a los que quería, pero también ese lado dulce, tierno y suave que ocultaba de todos por temor a ser lastimada.
En fin, le gustaba ella, completa.
Nada le parecía más encantador que ella.
No conocía suficientes palabras.
—¿Tengo que asumir la respues-?
—Okay, bien, es la forma en la que podrías matar a alguien en sólo dos segundos —bromeó, cruzándose de brazos—. Mi linda gatita.
Los ojos grises brillaron.
—¿Ah, sí? —se giró para abrazarlo del cuello y mirarlo a los ojos—. Así que es eso.
—¿Sabes qué es lo que más amo de ti? —acarició su mejilla con admiración—. El hecho de que tú me haces querer bailar.
Hanna se inclinó hacia Keisuke, su risa era una dulce melodía que bailaba con las notas distantes de la música del festival.
—Eres la canción que no puedo sacar de mi cabeza, Hana.
—Y tú eres la melodía que nunca saldrá de la mía, Keisuke.
Él la miró con sus ojos llenos de afecto.
—Mis manos están frías —susurró.
—Puedes ponerlas dentro de mi kimono.
—¡Keisuke! —lo golpeó suavemente en el hombro—. Si-sigamos caminando, estás...
—Ay, déjate querer —se quejó, jalándola más cerca—. Quiero apapacharte, besarte...
Hanna se dejó envolver por sus brazos mientras sonreía.
—Follarte —susurró en su oído, disfrutando como se ponía roja—. ¿Qué piensas?
La gente que los veía seguían caminando mientras susurraban cosas como 'la juventud hoy en día' y demás. Hanna estaba acostumbrada a oír ese tipo de murmullos de la gente.
Especialmente cuando Baji estaba en su uniforme de Toman.
Todo porque ella se veía muy ¨linda¨ para un pandillero, pero eso era porque no conocían a Baji en realidad, ni a ella. Podía verse y cantar como un ángel, pero no lo era.
—¿Crees que estaremos enamorados para siempre? —preguntó Hanna de repente.
—Por supuesto —sonrió.
Keisuke sabía que Hanna fingía que no le importaban los murmullos, pero una vez la vio irse a los golpes con una señora porque tocó un nervio con sus comentarios, era mejor prevenir que lamentar así que la jaló lejos de ahí.
—¡Oh my god! —la volteó a ver cuando ella chilló—. ¡Mira eso!
Se detuvieron en un puesto que vendía cristalería intrincada y Hanna señaló un delicado collar con forma de estrella, sus ojos gritaban ¨lo quiero¨ y era algo que él amaba ver.
—¿Lo quieres?
La pelinegra lo miró a él y bajó la mirada.
—Ah, no, no traje dine-
—Si mi nena lo quiere —la interrumpió, viéndola fijamente a los ojos—, lo tiene. Fin de la historia.
—Ah... sí, lo quiero —Hanna lo vio entrar a la tienda y se mordió el labio—. Bueno, pero...
Joder, yo sí le hago un hijo o diez a este hombre.
Más adelante.
Por ahora, vamos practicando.
Lo siguió dentro del local entonces mientras veía a Keisuke pagar el collar.
—Aquí tiene .
El señor le entregó el collar con una sonrisa.
—Gracias —agradeció, tomándolo en sus manos—. Gracias, Kei.
Ambos se alejaron un poco del puesto y fue cuando Keisuke se lo quitó, sus dedos rozando los de ella, provocando un escalofrío en su columna vertebral.
—Déjame ponértelo —su voz era un murmullo bajo que solo ella podía oír—. El collar.
—Aw —se quejó en un susurro—. Yo pensé que otra cosa.
—Podría.
Mientras cerraba el broche, su toque se detuvo en su nuca, enviando calor por todo su cuerpo. Ella lo miró, sus ojos brillaban con la misma emoción que llenaba el aire.
—Gracias —murmuró, inclinándose más cerca.
Su beso fue suave al principio, un suave encuentro de labios que hablaba de su profunda conexión. Pero a medida que pasaban los momentos, creció en pasión, una promesa silenciosa del amor que compartían.
—Hm —Baji llevó sus manos a su espalda baja y una apretó su trasero—, ¡hm!
El mundo a su alrededor se desvaneció mientras se perdían en el cálido abrazo, ajenos a la magia del festival que se arremolinaba a su alrededor o a las personas que caminaban ahí.
—Dios santo, hijo —una señora le tapó los ojos a su hijo pequeño—, no mires a esos pecadores.
Ambos sonrieron sin separarse.
—¡Vayan a un hotel!
Se separaron finalmente por lo molesto que era y Keisuke sólo chasqueó la lengua.
—Quisiera —masculló entre dientes.
—¡Kei!
—Ya, me estoy portando bien —aseguró, levantando las manos—, como acordamos.
Su sonrisa era juguetona.
—Espera que lleguemos a la casa —susurró en su oído—, para que veas como me porto mal.
Hanna pasó saliva y sintió el calor extenderse por su cuerpo.
—Hay una promoción en la casa —le dijo entre risitas coquetas.
—¿Una promoción —Baji ladeó la cabeza—, en la casa?
—Hm —asintió—, específicamente en la cama.
—¿En la cama...?
—Sí, es mi ropa —le guiñó el ojo—, al cien por ciento de descuento.
Error, Keisuke Baji.exe is not working.
—¡Joder! —el rostro de Keisuke se puso como un tomate cuando finalmente comprendió, ella había salido corriendo—. ¡Ven aquí, Hanna!
—¡No!
—¡Si te atrapo —le advirtió—, te voy a estampillar contra la pared y sabes lo que pasará!
—¡Uy, sí, qué miedo! —se giró a verlo y le sacó la lengua—. ¡Atrápame, si puedes!
Ambos iban corriendo con sus kimonos hasta que Baji alcanzó a rozar su mano.
Hanna, a un par de metros, se dejó atrapar, por supuesto.
—Te tengo —la arrinconó en uno de los callejones asolados mientras sonreía—. Ahora, con mucho gusto y respeto, te voy a estampar contra la pared y te besaré, mi amor.
—Oh, vamos, Kei —lo agarró del cuello de su kimono—, no seas tan suave conmigo.
—Hanna.
Los ojos marrones se oscurecieron de deseo, viendo sus ojos con una pequeña sonrisa.
—¿Qué pasa? —ella lo miró a los ojos también—. ¿Estás asustado, gatito asustadizo?
—Te vas a arrepentir de provocarme, mi reina —le advirtió antes de besarla ferozmente—, hazte responsable de esto.
Su citas siempre habían sido... perfectas, un torbellino de risas, dulces y suspiros ahogados.
—¡Keisuke, hm!
.
Un rato más tarde, mientras se abrazaban bajo el cielo estrellado, Hanna sentía que su corazón estallaría de felicidad. ¿Podía ser más feliz de lo que ya era? Una parte de sí no lo creía.
—¿Ya recuperaste la respiración? —inquirió con una sonrisa burlona.
Hanna lo miró de reojo.
—¿Qué? —se inclinó hacia ella—. ¿Fue demasiado, señorita quiero más y no pares?
—¡Cállate! —le estampó una mano en la cara para apartarlo, sonrojada—. ¡No te soporto!
—Bueno, siéntate en mi cara entonces —ofreció—. ¿No...?
—¡Keisuke!
El pelinegro se soltó a reír, ella no podía parar de pensar que había creado un monstruo. Por momentos se recordaba que Keisuke no era así antes de salir con ella, sí era muy coqueto siempre, pero no a ese punto.
Sentía que había corrompido a un ángel.
Pero, desde el punto de vista de Baji, no era así. Es decir sí, es cierto que haberla visto en esa situación había acelerado mucho su progreso, pero sabía que tarde o temprano lo habría seducido su belleza.
Esa canción...
Ambos se voltearon a ver inmediatamente y sonrieron.
—Vamos a bailar —le susurró al oído—, mi amor.
Hanna soltó una pequeña risa mientras la tomaba de la mano y la cintura, comenzando a bailar esa canción que, desde que eran pequeños, habían aprendido a bailar.
—♪I can't see me loving nobody but you, for all my life —cantaba Keisuke al ritmo de la radio—: No me veo amando a nadie que no seas tú para toda mi vida♪
—♪When you're with me, baby, the skies will be blue, for all my life —respondió ella, cantando también—: Cuando estoy contigo, cariño, los cielos serán azules para toda mi vida♪
Ambos compartieron un beso al terminar la canción mientras sonreían, sus corazones latían al unísono de aquella canción desde antes que supieran que significaba. Sus ojos conectaron.
No había nada más en el mundo para ellos.
—¿Dónde crees que estén —inquirió—, Draken y Emma?
Un par de minutos más tarde, ambos estaban sentados en un árbol, un hábito que tenían desde niños, observando a su alrededor con grandes sonrisas en sus rostros.
—¿Crees que se fueron a casa?
Hanna sabía que había tomado la decisión correcta al emparejar a su mejor amiga con su hermano esa noche porque si no fuese así, Emma la habría matado por dejarla sola.
—No lo creo —ella se incorporó de nuevo—, deben estar por ahí.
El vínculo entre ellos era innegable y no podía esperar a ver a dónde los llevaría, cuando uno dejara de ser tan estúpido y la otra fuera un poco más atrevida.
—Oye —Hanna lo apartó de un golpe suave—, quédate quieto.
El pelinegro intentaba meter su mano por dentro de su kimono, pero era difícil.
—No quiero —se quejó, intentando acercarse más.
Keisuke comenzaba a odiar la idea de haberse puesto esa ropa, no le permitía tocarla con tanta facilidad, lo cual lo mataba. Necesitaba tocarla todo el tiempo o moriría, no literalmente, pero él era algo exagerado.
—Si haces eso otra vez —lo miró, amenazante—, te voy a tirar de aquí al suelo, Baj-
Hanna se detuvo al verlo asomándose y arqueó la ceja.
—¿Qué estás haciendo?
—Estaba viendo qué tan alto estamos —replicó con una sonrisa traviesa—, para ver si valdría la pena la caída.
—Eres insufrible.
—Aún así me amas —le robó un beso—. Soy tu hombre, sufre.
Hanna rodó los ojos, pero seguía sonriendo.
'Mi hombre' Amo como suena eso.
—Ya me dio hambre por tu culpa —Hanna hizo un puchero—, hazte responsable.
—Uy —Keisuke hizo una mueca—, ¿quieres ir a incendiar autos conmigo?
Qué propuesta.
—Idiota —sonrió.
—¿A quién llamas idiota —la acercó para besarla—, idiota?
Su beso se profundizó y Keisuke la acercó más, la calidez de sus cuerpos se fundió. La mano de Hanna encontró su camino hacia la nuca de él, sus dedos trazando los contornos de su mandíbula.
—¿No querrás otra ronda —se separó del beso—, o sí?
—Yo quiero si tú quieres, nena.
El festival aquel día se había convertido en el telón de fondo de su propia celebración privada del amor, un testimonio del poder de la amistad y la imprevisibilidad del destino.
Hanna no podía ser más feliz.
—Oh, mira eso —bajó la mirada hacia donde Keisuke veía—. Son Draken y Emma.
Sintió una sensación de satisfacción al verlos jugar juntos mientras disfrutaban el festival, a solas, esperaba que Draken aprovechara la oportunidad.
—Sí —apoyó su cabeza en el hombro de su novio—, se ven muy lindos. ¿No crees?
Hanna se apartó juguetonamente un mechón de pelo de la cara.
—Deberíamos alcanzarlos.
Su voz aún llena del calor de su abrazo, Keisuke asintió, sin apartar la mirada de ella.
—Sí —estuvo de acuerdo, con la voz ronca por la emoción—, deberíamos.
Juntos, se dieron la vuelta y caminaron de vuelta hacia el corazón del festival, tomados de la mano, listos para afrontar lo que el futuro depararía para su pequeño grupo de cuatro.
—¿Ya acabaron de manosearse —los saludó Draken—, par de tórtolos?
Ambos apartaron la mirada, sonrojados.
—Espero que hayan usado protección —Emma intentó sonar madura—, no quiero sobrinos aún.
—Oh, Emma —Hanna la abrazó por los hombros—, ¿de verdad no quieres ver una mini yo?
—Qué terrible suena eso —bromeó, riéndose—. No, por favor.
—¡Ey! Podría ser un mini yo —comentó Baji, haciéndose al lado de Draken, codeándolo—. Ustedes dos serían los mejores tíos.
—¿Nosotros dos? —Emma se sonrojó ante la mención.
La noche aún era joven y las estrellas parecían guiñar el ojo en señal de aprobación, insinuando el amor que estaba a punto de florecer.
—¡Ya verán —sonrió Hanna—, ustedes dos se morirán de la emoción si tenemos un hijo!
Y mientras Takemicchi le daba accidentalmente la mano a Naoto, volviendo al futuro sin querer, el cuarteto de amigos hacía bromas de cómo sería si ese par realmente tuvieran un hijo juntos.
En aquel momento, no sabían que pronto se llevaría una sorpresa.
.
.
Hanna recuerda perfectamente el día en que el doctor confirmó aquella noticia aquel diez de Julio, fue un momento de terror que luego se convertiría en una anécdota graciosa.
—Entonces...
La pelinegra tragó fuerte y miró al hombre pelinegro en ese momento, tenía un aspecto cansado pero, en general, era un hombre bastante tranquilo y hasta algo bromista.
—En realidad no estoy embarazada —murmuró—, ¿verdad?
—Hm... No, si estás embarazada —murmuró el doctor, señalando los resultados de los análisis—. Aquí, ¿ves?
Hanna miró en silencio el papel donde claramente decía positivo en letras mayúsculas y negrillas.
—Es un... embarazo psicológico —asintió, nerviosa—, algo como pseudociesis, ¿no?
Ryoko la llevó al médico porque Hana quiso faltar a clases diciendo que le dio un terrible daño de estómago, pero era más que no quería moverse de la cama por las ganas de vomitar.
No podía creerlo.
¿Cómo fue que...?
¿Cuándo fue que...?
Se masajeó la sien un momento, pensando perfectamente en al menos un par de momentos que podrían explicar perfectamente el cómo y cuándo, pero aún así no podía creerlo.
—No, es un embarazo de verdad —aseguró el doctor—, completamente.
¿Ahora le estaban diciendo que su daño de estómago no era gastritis?
—Pero de mentiras.
Estaba en negación totalmente.
—¿De mentiras?
El doctor soltó una pequeña risa.
—Ja, nop —negó con la cabeza—, estás gestando.
—¿Embarazada —repitió—, embarazada o sólo... ligeramente embarazada?
—No existe un embarazo ligero, Hana-chan —el doctor suspiró—, tienes 2 meses de embarazo ahora.
¿Dos meses? Sweet Jesus...
Ryoko-san nos va a matar en serio esta vez.
Romper un jarrón queda corto ahora.
Miró el papel pensando en lo acabados que estaban Keisuke y ella, podía imaginar la paliza y el gran sermón que les daría Ryoko. La enfermera, atrás del doctor, suspiró al ver su rostro de incredulidad.
—Hana-chan... Vas a ser mamá aproximadamente en abril del siguiente año —revisó sus notas e hizo cálculos—, más o menos.
Hanna parpadeó. Ryoko había guardado cientos de preservativos en toda la casa, se mordió el labio, habían estado siendo extra cuidadosos y aún así había quedado embarazada.
—Claro...
Miró de reojo a la pelinegra mayor con temor.
—Em... ¿Hay algo que... pueda hacer para que, um —inquirió, viendo al doctor con temor—, mi linda suegra, que me ama mucho —soltó una risita nerviosa—, deje de mirarme así?
La mayor sólo alzó la ceja con los labios apretados, esto la hizo sonreír nerviosa.
—Ah, no, porque no soy un psicólogo —dijo el doctor con una sonrisa—, soy un doctor.
Su doctor de cabecera era un hombre gracioso, usualmente eso le agradaba, pero ese día quería golpearlo en la cabeza con la silla porque no podía creer lo que estaba pasando.
Podía ver que él se estaba divirtiendo con la situación.
—¿Está diciendo que mi suegra está loca?
—No, no —alzó las manos con una sonrisa—, que es broma.
—Como cuando dijo que yo estoy embarazada —señaló el papel—. ¿Verdad?
El hombre sonrió de medio lado y negó.
—Escucha, linda, vas a estar embarazada por los siguientes siete meses —afirmó—. Y luego darás a luz un bebé... Ahora...
Se giró a ver a la señora Baji, quien se volteó a verlo también, Hanna bajó la mirada a los resultados.
¿Qué iba a hacer? No quería ser mamá joven.
Pero cuando pensaba en un bebé de Keisuke.
Sí dudaba.
—Si no les importa, señora Baji y señorita Hana —se quitó el estetoscopio—, tengo otros pacientes que ver y realmente necesito mi café de la mañana.
—Entonces está mal porque no ha tomado su café —dijo la pelinegra—, y esos no son mis resultados sino los de otra Hana Yagami. ¿Verd-?
—¡Hana! —Ryoko gritó entonces—. ¡Te quedaste embarazada, vas a tener un muchachito!
La pelinegra menor bajó la mirada.
—Keisuke y tú están en problemas —aseguró—, graves problemas, señorita!
Hanna tragó fuerte.
—Esto no lo puedes corregir así como así.
Ryoko se le acercó con una sonrisa que ella consideró tenebrosa, era igual a la que hacía Haruki cuando estaba furiosa, comenzó a rezar por sus cortas vidas.
—Y me mintieron —señaló—, dijeron que se estaban cuidado. Ahora van a... pagar por esto.
Estaba furiosa, Hanna lo sabía, estaba conteniéndose porque estaban en el hospital pero cuando llegaran a la casa.
Uff, mejor se quedaba ahí un rato más.
El doctor sonrió.
—Ahm —carraspeó y miró al doctor—, ¿no han inventado alguna cura para el enojo?
—Sí la hay —miró a su enfermera con una sonrisa burlona—, se llama Yamazaki.
La joven asintió con una sonrisa, ellos serían quienes cuidarían de ella por los siguientes meses, pero en ese momento Hanna estaba en medio del shock todavía.
¿En serio acaba de decir que un whiskey es la cura para el enojo?
—Otra broma, huh —Hanna chasqueó la lengua—. Qué gracioso...
—Quisieras —musitó, dándole un trago a su cantimplora.
Hanna parpadeó, boquiabierta, al reconocer el olor a alcohol.
—¿Podemos confiar en este doc-? ¡Ay!
Ryoko la agarró de la oreja y la jaló entonces fuera del consultorio tras haber agarrado sus cosas, el doctor le dedicó una sonrisa burlona que ella sólo odió por instantes. Le esperaba un sermón.
Uno de los grandes.
.
.
.
—Perdón.
Takemicchi se cubrió la boca al ver su rostro serio, intentando en vano ahogar su risa.
—¿Acaso te ríes de mi desgracia, pulga?
Se giró a verlo con los ojos entrecerrados.
—Es que —soltó una risa—, es gracioso imaginarme a la señora Baji cuando se enteró.
—Sí —Hanna sonrió brevemente y miró hacia la cuna donde su bebé dormitaba—, al principio fue bastante...
Loco, una experiencia increíble.
No sabría describirlo, pero sentía que en esos nueve meses tuvo como tres vidas distintas, miró al suelo con tristeza. Fue cuando Daisuke comenzó a llorar de repente, como si estuviera conectado, siempre lloraba cuando ella se sentía mal.
—Oh, espera un momento.
Takemicchi asintió y la vio acercarse a Daisuke.
—C'mere, pretty baby, you're so much like your daddy, aren't ya? So needy, my love —le susurró al pequeño pelinegro—: Ven aquí, lindo bebé, te pareces mucho a tu papá, ¿no? Tan necesitado, mi amor.
Takemicchi parpadeó al oírla hablar en inglés de repente.
—¿Daisuke hablará inglés cuando comience a hablar?
—¿Qué mamadas estás diciend-?
Por un momento recordó que Ryoko dijo que los bebés prestaban mucha atención a la voz de su madre y comienzan a memorizar sus primeros sonidos por lo que debía limitar las malas palabras.
—Oops, tú no vayas a decir eso —le dijo entonces a Daisuke y sonrió—. ¿Qué pasa, pulga?
—Oh, no es nada —negó con la cabeza—, estoy curioso por el resto de la historia.
Aún no lograba entender en qué punto de la historia se conocían ellos dos, sin embargo estaba disfrutando la conversación con Hanna donde podía conocer algo más de ella.
Una parte que él no conoció.
—Bien —Hanna se volvió a sentar a su lado mientras abrazaba a Daisuke—. ¿Dónde iba...?
—Cuando te enteraste de tu embarazo.
—¡Ah, sí! —Hanna sonrió—. Al día siguiente de eso, fue la competencia de talentos en mi escuela y...
.
.
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Julio 16, 2005
Hanna estaba cursando el segundo año de su Chuugakkou (secundaria), no podía decir que era la mejor alumna, más bien estaba en el promedio y sólo porque era una 'genio' según los profesores.
—¡La siguiente en presentarse...!
Mitsuya y Pehyan eran sus senpais en esta escuela así que a diario se la pasaba con Akira molestando a los mayores en el club de Mitsuya, si no estaban durmiendo en clases.
—Deben haber usado bastante presupuesto esta vez —Mitsuya bostezó—. ¿No?
Pehyan lo volteó a ver.
—No sé de dónde salió todo esto —masculló—, al menos es abierto para todos. ¿Verdad, Draken?
Draken le sonrió.
—Incluso si no fuera abierto —afirmó—, habríamos venido a verla cantar.
Draken y Mitsuya eran hermanos mayores devotos.
Hanna se terminó de arreglar, luego de darle un guiño a Yasuda, que la había ayudado a arreglarse, y se fue hacia la tarima del colegio. Ella había dicho frente a todos que sería la ganadora.
¨Yo seré la número 1, lo juro¨
Con tanta seguridad que probablemente muchos se hubiesen reído, pero sus amigos y conocidos lo habían tomado en serio. Hanna siempre cumplía lo que decía, para bien o mal.
—¡Oh, mira —Mikey palmeó el hombro de Draken—, es Hanchin!
Todos se voltearon a verla entonces.
—¿Y Baji?
—Está por allá —señaló Mitsuya al pelinegro que estaba en frente de la tarima con una sonrisa—. Para haberse escapado de su clase para venir, se ve muy calmado.
En realidad todos menos los cuatro inseparables de Pandora, Mitsuya y Peh (que estudiaban en la mismo escuela) se habían escabullido de sus propias clases para ir a ver la competencia.
♪Mirándote a los ojos♪
♪Veo un paraíso♪
♪Este el mundo que encontré♪
♪Es demasiado bueno para ser real♪
—Argh, por eso no me gusta verla cantar —se quejó Pehyan—, siempre es tan... romántica.
—¿Hah? —Pah, que estaba comiendo a su lado, lo miró—. ¿Por qué romántica?
—La letra de la canción —alzó una ceja—. Olvídalo, tu cerebro es gelatina, no lo entenderías.
—Pues vale —Pah se alzó de hombros y siguió comiendo.
Mitsuya solo rodó los ojos mientras confirmaba los pensamientos de Hanna de que estaban rodeados de idiotas.
♪Estando aquí a tu lado♪
♪Tengo tanto que darte♪
♪Este amor en mi corazón♪
♪Que estoy sintiendo por ti♪
—¿Qué pasa? —Draken lo codeó.
—Hanchin... es feliz con él —murmuró, apoyando su mentón en su mano—. ¿No es así?
Las letras de las canciones de Hanna para Baji hablaban de un amor eterno casi siempre, era como si ella creyera fielmente que no habría ninguno otro hombre en su vida después de Baji.
Hanna no creía en un 'después de Baji' en absoluto.
—Yo diría que demasiado —sonrió brevemente, pero lo miró con un dejo de tristeza—. ¿Aún...?
♪Déjalos decir que estamos locos♪
♪No me importa nada de eso♪
♪Pon tu mano en mi mano♪
♪Cariño, nunca mires atrás♪
—¿Hm?
—¿Después de todo este tiempo...?
—Siempre —lo miró de reojo—. Ella es... mi reina y mi mundo, para siempre.
Draken apretó los labios.
♪Deja el mundo alrededor♪
♪Simplemente desaparezca♪
♪Cariño, podemos lograrlo♪
♪Si estamos juntos♪
—¡Esa es mi nena! —gruñó, viéndola con una sonrisa—. Tan hermosa.
—Baji-san —Chifuyu, a su lado, soltó una risa.
Con el último año se había acostumbrado a la forma en que Baji veía, tocaba, besaba a Hanna, entre otras cosas. Le gustaba la sonrisa y los ojos brillantes que tenía.
—¿Canta bien? —lo miró.
♪Y podemos construir este sueño juntos♪
♪Mantenernos fuertes para siempre♪
♪Nada puede detenernos ahora♪
♪Y si este mundo se quedara sin amantes♪
♪Todavía nos tendríamos el uno al otro♪
♪Nada puede detenernos♪
♪Nada puede detenernos ahora♪
—Realmente es muy buena —asintió con la cabeza y volteó el mentón—. ¿Ves esos tipos allá?
Baji volteó a ver, reconociéndolos como los tipos de Roppongi, quienes sólo miraban a Hanna con sonrisas estúpidas, molestándolo.
♪Oh, whoa♪
—¿Qué demonios hacen aquí? —frunció el ceño.
—Vinieron a verla también —Chifuyu bufó—. ¿No son demasiado? ¿Deberíamos darles una paliza?
Baji apretó la mandíbula mientras sonreía.
♪Estoy tan feliz de haberte encontrado♪
♪No voy a perderte♪
♪Pase lo que pase♪
♪Me quedaré aquí contigo♪
—Se ve diferente hoy —comentó Inupi, mirándola fijamente—. Como... brillando.
—¿Brillando? —Koko alzó la ceja—. ¿Hanna?
Inupi rodó los ojos.
♪Toma los buenos momentos♪
♪Mira a través de los malos tiempos♪
♪Lo que sea necesario♪
♪Es lo que voy a hacer♪
—Digo que hay algo distinto en ella —agregó.
—Hm —lo abrazó por los hombros y se acercó a su oreja—, es su falta de vitamina N.
—¿Vitamina N?
—Nosotros.
Inupi soltó una carcajada.
—Déjala, Koko, yo la veo muy contenta con ese tipo —su mirada fue hasta el pelilargo, quien ya lo estaba viendo fijamente—, es algo celoso.
Baji era el novio de la chica que Seishu amó toda su vida, y esa era una larga historia.
♪Déjalos decir que estamos locos♪
♪¿Qué saben ellos?♪
♪Pon tus brazos alrededor de mí♪
♪Cariño, no me dejes ir jamás♪
—¿Con ese bombón en sus piernas? —señaló a Hanna con el mentón, disimuladamente—. ¿Quién no?
Inupi asintió ante las palabras de Koko.
♪Deja el mundo alrededor♪
♪Simplemente desaparezca♪
♪Cariño, podemos lograrlo♪
♪Si estamos juntos♪
—De verdad, ¿esa tonta vaga que no hace nada nunca cree que ganará esto?
—¿Tú no, estúpida? —Yuki, la menos problemática, la fulminó con la mirada—. ¿Qué quisiste decir con eso? Repítelo.
—Yuki —Akira la jaló hacia ellos—, cálmate.
—Nada de peleas dentro del colegio —Senna se rió—, Hanna no puede meterse en problemas.
Desde que vivía con los Baji, Hana intentaba seguir los pasos de Keisuke y no tener problemas en el colegio para evitar molestar a Ryoko, a veces no les salía del todo bien, pero hacían el esfuerzo.
♪Y podemos construir este sueño juntos♪
♪Mantenernos fuertes para siempre♪
♪Nada puede detenernos ahora♪
♪Y si este mundo se quedara sin amantes♪
♪Todavía nos tendríamos el uno al otro♪
♪Nada puede detenernos♪
♪Nada puede detenernos ahora♪
—Nee, Mikey —Pah volteó a verlo—. ¿Qué opinas de Hanna?
—Hmm... Hanchin tiene unos ojos molestos —comentó—, hace una rara sonrisa cuando quiere conseguir algo y a veces se le forma el hoyito en la mejilla por eso.
Todos intercambiaron miradas.
—Siempre huele a limón, ¿por qué siempre huele a limón? Es natural, no perfume —Mikey arrugó la nariz—. Su voz es... Su voz es molesta cuando no está cantando, especialmente cuando grita.
Hizo una breve pausa.
—Si Hanchin no dijera tantas estupideces la mitad de las veces que abre la boca, podría incluso soportarla hablar por días enteros —afirmó—, y ni siquiera me hagan empezar con la forma en que...
—¿En que estás loquito por ella? —bromeó Mitsuya.
—¡No estoy loquito por ella!
—Dice el chico que nos dio una respuesta tan larga —se burló Pah—, a una pregunta tan corta.
♪Ooh, todo lo que necesito eres tú♪
♪Todo lo que alguna vez necesite♪
♪Y todo lo que quiero hacer♪
♪Es abrazarte por siempre y para siempre, eh♪
—Como sea —Mikey rodó los ojos—, ¿por qué preguntabas?
—Quería saber que opinabas de ella —se rió—, como cantante.
—Ah.
♪Y podemos construir este sueño juntos♪
♪Mantenernos fuertes para siempre♪
♪Nada puede detenernos ahora♪
♪Y si este mundo se quedara sin amantes♪
♪Todavía nos tendríamos el uno al otro♪
♪Nada puede detenernos♪
♪Nada puede detenernos ahora♪
—Como sea —suspiró, mirando de vuelta a la pelinegra—. Ya no respetan a su comandante, necesito disciplinarlos de nuevo.
—¿Qué dices, Mikey? —Mitsuya sonrió—. Estamos en términos extraoficiales.
♪Construimos este sueño juntos♪
♪Manteniéndonos fuertes para siempre♪
♪Nada nos va a detener ahora♪
♪Si el mundo se queda sin amantes♪
♪Todavía nos tenemos el uno al otro♪
♪Nada puede detenernos ahora♪
—Hanna-san luce diferente últimamente —comentó Chifuyu—. Como que brilla.
—¿Sí? —lo miró de reojo, curioso—. Para mí siempre está brillando.
—Eso es porque estás enamorado de ella —suspiró.
—Quizá.
♪Y podemos construir este sueño juntos♪
♪Mantenernos fuertes para siempre♪
♪Nada puede detenernos ahora♪
♪Y si este mundo se quedara sin amantes♪
♪Todavía nos tendríamos el uno al otro♪
♪Nada puede detenernos♪
♪Nada puede detenernos ahora♪
Hanna terminó la canción con una gran sonrisa y corrió a donde su novio.
—¿Qué te pareció?
—Tan perfecta como siempre, mi amor —aseguró, besándola—. ¿Verdad, Chifuyu?
—Ah, sí —el de ojos turquesa le sonrió—, cantas muy bien, Hanna-san.
Luego de que la anunciaran ganadora del concurso, callando un par de bocas y ganándose los aplausos de la Toman, Hana había ido junto a los chicos y Keisuke al arcade esa tarde sin olvidar que en la noche tenían una cita de estudio.
—¿Por qué a + b da igual c?
—¿Qué?
Keisuke y Hanna solían estudiar juntos desde pequeños, aunque era más lo que no hacían que lo que hacían ya que generalmente terminaban jugando videojuegos, leyendo mangas o viéndose su película favorita de nuevo.
—¿Está bueno el manga que te recomendó Chifuyu?
—Hm —asintió, pasando de página—. Mejor que el libro de algebra si está.
Ryoko, la mamá de Baji, solía decir que estaba agradecida de que ellos siempre estudiaran juntos. Siempre le decía a él que era una buena chica y que debía cuidarla mucho.
Cosa que él, por supuesto, hacía.
Luego de volverse novios, sus horas de estudio pasaron a ser menos de estudio y más de ellos dos comiéndose la boca el uno al otro.
—Mi nena...
No era que se quejara, en realidad, lo disfrutaba mucho.
—Has estado rara.
—Siempre estoy rara —Hanna apartó la vista de su manga de Ai Yazawa para verlo con una ceja alzada—, es mi estado natural.
Keisuke sonrió y la volteó a ver.
—No sabría explicarlo —miró al techo—, pero es diferente a tu rara normal.
Desde que había vuelto del doctor, su madre y ella estaban tensas, actuaban extraño y parecía que hubiesen peleado pero ninguna le decía nada. Comenzaba a preguntarse si hizo algo malo y no lo sabía.
—Ven aquí —le señaló sus piernas. Hanna se acercó a él y se sentó sobre ellas, abrazándolo por el cuello—, ¿qué pasa? ¿Rompiste algo otra vez?
—No —soltó una pequeña risa—. ¿Por quién me tomas?
—La última vez que dijiste eso, rompiste el jarrón favorito de mamá —alzó la ceja, Hanna hizo un puchero—. Y lloraste.
—No sé de qué hablas —fingió demencia—, sólo he estado pensando.
Sus sospechas de un topo en Pandora y las noticias de su embarazo la habían hecho sentir inestable, no quería preocupar a Keisuke pero necesitaba algo de tiempo para procesar la información así que eso fue lo que le dijo.
Por fortuna, su novio era comprensivo.
—Entiendo —le dio un beso en el hombro—, sabes que estaré aquí cuando quieras hablar.
—Gracias —besó su frente antes de sonreír traviesa—. ¿No quieres seguir estudiando?
—¿Vamos a estudiar anatomía?
—¿Quieres estudiar anatomía? —alzó una ceja.
—Siempre —sonrió coqueto.
Baji la abrazó por la cintura, moviendo los libros de estudio a su lado para hacer algo de espacio y besándola, suave y lentamente, consiguiendo que la temperatura de la sala aumentara un poco.
—¿Cómo vamos a estudiar as-?
—Shh —una de sus manos bajó a su pierna y la acarició—, sólo sígueme la corriente, teacher.
Hanna lo miró con un brillo en los ojos que él amaba, mientras se besaban, dejó que sus manos delinearan el cuerpo de su linda novia. ¿Qué habían intentado estudiar ese día? Ya no lo recordaba.
—Chicos —la voz de su madre hizo que se tensaran—. ¿Qué están haciendo?
Ambos carraspearon, apartándose el uno del otro y sentándose como niños juiciosos, con los cuadernos en sus manos, para aparentar. Hanna fingió estar escribiendo.
—Estudiando —respondió Keisuke, con una pizca de diversión en su tono de voz—, como siempre.
Ryoko entró a la sala y los vio en silencio, una sonrisa divertida no tardó en ocupar su rostro al notar que los cuadernos estaban al revés.
—¿Ahora estudian con los cuadernos al revés? —señaló—. ¿Qué clase de método es ese?
Hanna cubrió su rostro sonrojado con el cuaderno mientras Keisuke se soltó a reír, nervioso, acomodando el cuaderno correctamente mientras veía como su madre disfrutaba la escena.
—Nos descubriste —suspiró—, en realidad, estábamos tratando de hacerte abuela.
Ryoko y Hanna se tensaron inmediatamente. Si bien esa era una broma que solían hacer siempre, Keisuke no tenía ni idea de que ya era así, todavía, la pelinegra mayor negó con la cabeza, habiéndole prometido a Hana que dejaría que hablara con él primero.
—Eres un idiota —masculló en voz baja.
—¿Hah? —la volteó a ver—. ¿Por qué me llamas idiota, idiota?
—En fin —Ryoko chasqueó la lengua—, vamos a comer, par de engendros, traje ramen.
—Yo quería yakisoba.
—Hana quería ramen —señaló la bolsa, caminando en dirección a la cocina—, así que ramen será.
—¡Oye! Eso es jugar favoritos —se quejó Keisuke, levantándose del suelo—. Si sabes que tu hijo soy yo, ¿verdad?
Ryoko lo volteó a ver con una sonrisa burlona.
—Supéralo, Baji.
Hana soltó una risa, levantándose también para ir a la cocina a ayudar a Ryoko, Keisuke la volteó a ver con una pose de diva ofendida. Ya saben, la mano en el pecho y la cabeza hacia abajo, añadiéndole los labios boquiabiertos.
—Eso lo dices tú porque trajeron lo que tú querías —la acusó—, ¿qué tienes para decir en tu defensa?
—¿Oops?
Ryoko sonrió al ver como ese par comenzaban a pelear por la comida, ese par solía pelear por todo, como una pareja de casados.
—Dime qué hiciste para que mi mamá te escoja a ti —la persiguió con una sonrisa—, ¡yo era su hijo favorito!
—¡Eres su único hijo!
—¡Exacto!
Hanna corría y se escondía entre los asientos de la mesa, riendo fuerte, como cuando eran pequeños.
—¡¿Entonces por qué te está consintiendo a ti?! —la acusó—. ¡Dime qué hiciste, mi amor!
Mientras la mayor ponía a calentar el agua para el ramen, se recostó en el marco de la puerta a verlos corretearse como niños pequeños, verlos así le generaba algo de nostalgia.
—¡No hice nada!
Era increíble lo mucho que habían crecido ese par.
—¡Hiciste algo —Keisuke dio vuelta y la observó irse al otro lado, sonriendo—, ven aquí!
Cuando por fin la alcanzó en la pequeña sala, Keisuke cargó a Hana en sus brazos mientras le daba vueltas, haciéndola reír a carcajadas.
—¡Admítelo, hiciste algo!
—¡Baji, no, bájame!
—¡No voy a bajarte, Yagami —la sacudió un poco, pero siempre teniendo cuidado de no lastimarla—, no hasta que admitas que hiciste algo para que mi mamá te recompense así!
Las risas nunca hacían falta en la casa Baji.
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