| 28; El hijo de Baji |
Noviembre, 1998
—¡EDWARD!
Baji se volteó a verla tan pronto la pelinegra de seis años entró a su salón gritando, todos se giraron a verla, pero ella sólo hizo caso omiso a sus miradas y se acercó a él.
—¿Hanna?
La misma que puso sus manos en su mesa de estudio mientras lo examinaba con la mirada.
—Ven conmigo a la azotea —le dijo entonces—. No hay clases en el segundo término.
Baji alzó la ceja al verla, era bastante impulsiva para ser tan pequeña... No que él fuera distinto, en realidad por eso se llevaban tan bien.
—Estoy ocupado —masculló—. ¿Por qué no me esperas allá? Voy apenas acabe con esto.
Era capcioso, antes de conocerse nunca habían chocado miradas, pero después del cumpleaños de Mikey, ambos se chocaron en la escuela y jamás dejaron de verse después.
—Bien —le sonrió y, del mismo modo que entró, volvió sobre sus pies—. ¡Te espero!
Cuando subió a la azotea vio a Hanna sentada en frente de las barandillas con la mirada perdida, su cabello negro estaba suelto y ondeaba con el viento dándole una vista que lo dejó sin aliento.
—Una moneda por tus pensamientos —se sentó a su lado y le mostró una de las fichas del arcade con una sonrisa—, bueno, una ficha para la tarde.
La pelinegra de enormes ojos lo volteó a ver lentamente y sonrió. Pese a que había una pequeña diferencia de edad entre ellos, Keisuke y ella habían creado un vínculo irrompible a través de los últimos meses.
—Mi mamá dice que la primera vez que habló con mi papá fue por un castigo —replicó en voz suave—. Haruki dice que ella era una chica problemática aunque... Yo no puedo imaginarla siéndolo.
Keisuke recordó a la mamá de la pelinegra en su mente.
—¿Por qué la castigaron?
A sus veinte años, Kioto-san era una mujer bastante tranquila con una sonrisa cálida y una mirada cansada, casi siempre hablaba en voz baja porque su condición de salud no le permitía hacerlo mucho y rara vez salía por lo mismo.
—Hm —Hanna destapó un bombón y le compartió el otro—, por comer en clases o algo así.
Baji soltó una risa.
—¿De verdad?
—Hm —la pelinegra se metió el bombón a la boca—. El viejo aparentemente aprovechó eso después para castigarla y poder pasar tiempo con ella.
Pero la expresión de Hanna era bastante densa para alguien contando algo gracioso así que dejó de sonreír y le vio preocupado. La pelinegra simplemente continuó contándole sobre sus padres.
—Mamá dice que era como amor a primera vista —mordió el bombón mientras fruncía el ceño—, pero yo no creo que eso exista.
—¿No crees en el amor a primera vista?
—Puedo creer en el odio a primera vista —afirmó—, pero no creo en el amor.
Keisuke se preguntó cómo era eso posible, pero no dijo nada al respecto, a veces Hanna era así y era algo que notó pese a que no llevaran tanto tiempo de conocerse. Bueno, a su corta edad, un par de meses eran casi una eternidad.
—¿No crees en el amor?
—Hm...
—Hay un término que Shinichiro me comentó una vez —Keisuke mordió su bombón también antes de mirarla—. Noi ko yohan o algo así.
—¿No es 'Koi no yokan'?
—Eso mismo —se cruzó de brazos—. ¿Yo qué dije?
—Noi ko yohan.
—¿Y cómo es?
—Koi no yokan —señaló.
—Pues casi igual —chasqueó la lengua y la vio sonreír, embobado con su sonrisa—. Como sea, significa premonición de amor. ¿No?
—Hm —Hanna sonrió tímida—, es un lindo término.
—¿Sí? —Keisuke sonrió, ansioso—. ¿Sabes de él?
—Haruki me lo enseñó —dejó el palito del bombón a un lado y tomó la mano de Keisuke mientras escribía con su dedo sobre la palma—. Premonición de amor...
El pelinegro se sonrojó al sentir el roce de sus dedos.
—Es el sentimiento de que vas a enamorarte de alguien inevitablemente cuando los conoces por primera vez —comentó—. Es diferente del amor a primera vista.
—Sí —asintió—, es como... Magia, ¿verdad?
Hanna era su koi no yokan.
—No amas a alguien enseguida —Hanna asintió—, pero sabes que lo harás inevitablemente.
Baji era su koi no yokan.
Cuando el tiempo pasó entre temas menos profundos, Hanna volvió a tener esa expresión seria en su rostro y fue entonces que se tocó el tema sobre el tiempo en que vivió con su 'familia' antes de que Haruki apareciera.
—Te digo... Se sentía como si fuera una barbie en una casa de muñecas —afirmó—. Teniendo que pretender a todo el mundo que todo estaba bien, incluso después de irnos de ahí...
Se recogió las piernas y las abrazó, Hanna usualmente se la pasaba en pantalón porque no le gustaban muchos las faldas, a veces la habían regañado los profesores, pero ella los ignoraba alegando que era su derecho a expresarse.
—Así es que...
Mientras más escuchaba, Keisuke entendía mejor porque Haruchiyo siempre decía que si alguna vez se encontraba al 'hermano' de Hanna o a su padrastro por la calle... Los mataría.
—Pero estoy bien ahora —se rascó la mejilla—. No creo que me vuelva a molestar...
Baji sintió una pizca de tristeza por el modo en que Hana no lloraba pese a contarle algo tan triste, sólo miraba al cielo con los ojos vacíos y una pequeña sonrisa falsa, que él había aprendido a diferenciar.
—Wow... Tu 'familia' apesta, Hana —murmuró el pelinegro—. Honestamente, creo que deberías conseguir una nueva.
—Sí, bueno —Hanna miró al horizonte—, eso es imposible.
—No es cierto.
Hanna lo volteó a ver, confundida.
—Siempre puedes comenzar una nueva —Baji le sonrió, poniendo su mano sobre la de la menor—. Por ejemplo, puedes empezar una nueva... Conmigo.
Sus mejillas se tornaron rojas en el momento en que Hanna lo vio boquiabierta por lo que apartó la mirada de inmediato, avergonzándose a sí mismo de las tonterías que decía a veces.
Pero jamás se retractó ni una vez de lo que dijo.
—No desperdicias ni una oportunidad para ser coqueto —pujó en voz baja—, tonto.
—Shinichiro dice que es mejor aprovechar cada una —afirmó con una sonrisa—.¿Quién sabe? Algún día podrías decirme que sí.
Ambos se quedaron en silencio luego de eso por un rato, ninguno quitó su mano de la contraria y sólo miraban a cualquier lado menos a ellos mismos. Sólo fueron las manos cálidas de Baji sobre las suyas por un momento.
Sus manos siempre son tan cálidas.
A diferencia de las de ella que siempre permanecían heladas, las manos de Baji eran como una fogata en medio de la noche fría. Hanna se inclinó hacia él, reposando su cabeza sobre el hombro del mayor en silencio.
—Estoy aquí para ti siempre —Baji rompió el silencio entonces—, sólo tienes que decirlo.
—¡Para de decir cosas tan tiernas —le gritó, avergonzada—, no es justo!
—Pero es verdad —su voz fue algo más firme—, si necesitas algo, sólo voltea a verme y yo estaré aquí.
¨Hanna no confía ni en su propia sombra¨
Shinichiro le había dado clases sobre la pelinegra cuando se dio cuenta que le gustaba, lo cual era irónico considerando que sabía que a Mikey también le gustaba, pero se desvió del tema.
¨Cuando vives en un ambiente como ese, tiendes a creer que no puedes confiar en nadie. Haruki y yo tratamos de cambiar eso, pero no es algo fácil¨
Fueron las palabras del mayor cuando le comentó que Hanna solía ser muy cerrada pese a todo el tiempo que pasaban juntos en la escuela y fuera de la escuela.
—Lo sé —murmuró con la voz apretada contra la camisa de Baji—, gracias...
—No tienes que darme las gracias.
Keisuke la abrazó por los hombros y miró al cielo.
—¿Sabes?
Hanna solía decir que quería convertirse en una nube para vivir sin preocupaciones y ustedes pensarían '¿Qué clase de preocupaciones podría tener una niña de seis años?' Pero eso solo revelaba lo mucho que había pasado ella.
—Hanna, si las cosas que cargas —murmuró—, se vuelven muy pesadas para ti...
Hanna lo miró de reojo.
—Déjame compartir la carga sobre tus hombros —le sonrió—, yo voy a estar contigo hasta el final del camino, lo prometo.
Hanna y él habían prometido en su cumpleaños que, cuando fueran mayores, viajarían para encontrar una y mil aventuras e incluso tenía un libro en el que pondrían las fotografías de cada aventura.
Sólo ellos dos.
Quizá Hanna no lo veía de un modo muy romántico por su edad, pero la promesa en sí era más de lo que podía esperar, incluso si sólo ellos dos sabían al respecto.
—Y si se vuelven muy duras —acarició su mano con su pulgar—, huyamos de ellas, juntos.
Keisuke quisiera poder arreglarlo todo pero sabía que no podía, así que en su lugar, hizo lo único que sí podía hacer: Estar a su lado y prometer estarlo siempre.
—¿A dónde huiríamos?
—A donde sea —se alzó de hombros—. Mientras estemos juntos, no importará donde estamos.
Hanna sonrió y Keisuke vio con sorpresa como una gotita salada cayó de su ojo.
—Muy bien —sonrió—, entonces a partir de ahora, Baji, te volverás un pilar más en mi vida.
La pelinegra se limpió rápidamente la lágrima y miró a Baji con una sonrisa.
Quiero comer pancakes de cena.
Me gustaría siempre estar en tu cabeza.
Quiero ver TV juntos.
Hanna no lo sabía aún pero, en el futuro, el recuerdo de este día haría que sus lágrimas no pararan por días enteros, preguntándose cientos de veces qué ocurrió con sus promesas.
—¿Un pilar?
—Sí —asintió.
Keisuke escuchó atento la definición de lo que significaba eso para ella. Un 'pilar' era, para Hanna, una persona en la que podía confiar, un apoyo que le brindaba estabilidad, protección.
—Como una columna que sostiene una casa —sonrió grande—, un pilar es capaz de sostener a una persona.
—Vaya...
—Mi mamá, Akane-neesan —iba levantando un dedo cada vez que decía un nombre—, Haruki y Shinichiro-kun son mis pilares.
Hanna se acurrucó contra él un poco más. Hana no lo sabía en ese momento, pero ese día Keisuke se sintió extremadamente especial. De hecho, lo era y demasiado porque Hanna, en toda su vida, sólo tendría seis pilares.
—Y ahora tú también eres uno de ellos —susurró—, son las personas más importantes en mi vida.
—¿Sabes? —Keisuke sonrió—. Es un honor ser tu pilar.
La pequeña pelinegra miró el horizonte mientras descansaba su cabeza en el hombro de su nuevo pilar, con la inocencia y el deseo silencioso de que en el futuro todos fueran felices.
Y meses después,
Emma también se uniría a sus pilares.
.
.
.
En el camerino donde una vez Emma y ella compartieron tantas cosas, Hanna limpió sus lágrimas mientras ignoraba su reflejo en el espejo porque no quería oír las voces dentro de su cabeza.
Sus pilares se habían ido...
Al igual que su cordura.
Una parte de ella no lo entendía. Luego de la muerte de Baji la neblina que ocultaba sus recuerdos comenzó a desvanecerse, dejando cada vez más y más emociones al descubierto, dejándola vulnerable.
—Keisuke Baji...
¿Cómo un corazón como el tuyo pudo amar uno como el mío?
¿Cómo podía vivir antes?
Estoy aquí, esperando.
Acarició en silencio la fotografía de ambos, la misma que siempre llevaba a todas partes con ella con el pequeño escrito en la esquina, observando su propia sonrisa.
—Te extraño, mi amor...
Esos días desaparecieron, ahora solo tenía los recuerdos y las fotografías, a un Keisuke que siempre estaba con ella y ocasionalmente podía oírlo hablar, pero jamás podría tocarlo o besarlo.
Quizá en otra vida.
Yo sería tu chica.
Y mantendríamos nuestras promesas.
—Hanna-sama —Ashido se acercó a ella—, es hora de la siguiente canción.
La pelinegra alzó la mirada entonces, cuando lloraba sólo conseguía que sus ojeras se pronunciaran más. Un día no habría maquillaje suficiente para esconderlas, pensó Ashido.
—Ven —la jaló hacia ella—, te voy a retocar el maquillaje.
Con pesar, la rubia veía como Hanna asentía y se dejaba hacer sin rechistar, como un cascarón vacío que simplemente decía 'sí' a todo. Acarició su mejilla cuando le aplicó los polvos.
—¿A dónde se fue... Emma...?
¿Huyó?
¿Me dejó?
¿Por qué no vuelve a casa?
—Está muerta —Ashido la miró a los ojos—, Emma-san no va a volver jamás, Hanna-sama.
Ah, es cierto.
Está en las nubes.
Quizá más arriba.
Jenna vio con la mandíbula apretada como los ojos grises perdían brillo mientras se levantaba.
—Sólo tienes que pedir ayuda.
—Estoy bien —quería hacerlo, pero no podía—, es hora de continuar el show.
Fue así que Jenna vio a Hanna estirar su boca frente al espejo como si intentara forzarse a sonreír y luego poner una sonrisa como si nada. La vio desaparecer enseguida hacia la tarima.
—Ah —suspiró—, ojalá que esto fuera sólo una pesadilla.
Sus ojos fueron entonces a las fotografías de Emma y Baji que Hanna tenía en su espejo.
—Emma-san... Nuestra reina está rota —acarició la fotografía donde Haruki, que era como la mamá de Pandora, sonreía grande—. Haruki-san... No pudimos proteger su corazón al final.
Cuando la siguiente canción comenzó, la pelinegra vio fijamente a Mikey por un momento, él supo qué significaba aquella mirada.
—¡Vamos, reina —gritaron los de Pandora, silbando—, nuestra majestad!
Mikey solía creer que él la conocía bien y mejor que nadie en el mundo pero no, luego de la muerte de Baji y Emma, Mikey había empezado a darse cuenta que no la conocía del todo.
Había algo en Hanna...
Hanna apartó su mirada hacia Koko, quien estaba viéndole desde la zona VIP, y luego a Seishu, quien sólo sonrió triste. El rubio miró a Takemicchi junto a Hina, algo celoso por su relación.
♪Ignórame♪
♪Como siempre haces♪
♪Juega conmigo a propósito♪
♪Aun así me aferraré a ti♪
—Oye —Draken lo llamó—, Inupi.
¿Podrían arreglar todo con Koko en el futuro...?
Incluso si cuando se trataba de Hanna mantenían el contacto, la incomodidad y el gran elefante entre ellos era imposible de desaparecer.
—Psst —lo llamó, de nuevo—, Inupi
♪Sé lo que quieres decir cuando actúas así♪
♪Pero no sabes lo que está rompiendo mi corazón♪
♪Se decía que esto nunca iba a pasar♪
♪Entonces casi nos besamos en la oscuridad♪
Mikey bajó la mirada, era demasiado personal la letra para ser sólo una canción.
♪Cada vez que hablamos, duele demasiado♪
♪Porque ni siquiera sabemos lo que somos♪
♪Ni siquiera sé por dónde comenzar♪
♪Pero puedo actuar la parte♪
—¿Sí?
—¿Por qué estás tan distraído, huh? —le dio un codazo con una sonrisa—. Mírala cantar.
—La estoy viendo —apartó la mirada, sonrojado—. Siempre la veo.
Mikey lo miró de reojo.
♪Decimos que somos amigos, pero te veo al otro lado de la habitación♪
♪No tiene sentido porque estamos peleando por lo que hacemos♪
♪Y no hay ninguna forma de que termine estando contigo♪
♪Pero los amigos no miran a sus amigos de esa manera♪
♪Los amigos no miran a sus amigos de ese modo♪
Aquella frase dolió, Mikey apretó la mandíbula mientras buscaba su mirada, sin comprenderlo.
—Es una belleza.
—Ya lo creo —escuchaba a los demás a su alrededor.
Koko la observó en silencio mientras la veía cantar, ahora que usaba un vestido algo más ajustado y los clientes podían ver su pancita de embarazo, habían ganado un par de billetes extra.
¿Quién diría que eran unos malditos pervertidos?
Sentía ganas de golpearlos, pero por políticas del bar y porque eran sus clientes no podía hacerlo, miró al techo y contó hasta diez.
♪No puedo siquiera decir♪
♪Si te amo o te odio más♪
♪Me tienes adicta♪
♪Y no puedo decir quién lleva la cuenta♪
—¡Oh! —Hina se volteó entonces a Takemicchi—. ¿Qué pasó entonces con Hanna-chan? ¿Si saldrá con el chico de los billetes o no?
¨¿Acaso no lees el cuarto, Hina-chan?¨ Era lo que él quería decir con su expresión.
—Ella aún no supera a Baji-kun.
Pero Hinata no entendió qué significaba su cara porque la mayor parte del tiempo lucía así de confundido.
♪Sé lo que quieres decir cuando actúas así♪
♪Pero no sabes lo que está rompiendo mi corazón♪
♪Se decía que esto nunca iba a pasar♪
♪Entonces casi nos besamos en la oscuridad♪
—No lo sé, Hina.
Takemicchi suspiró al ver que no había razón con su novia.
—Con todo lo de la pelea con Tenjiku no creo que... ¡Es cierto!
Takemicchi se giró hacia Inupi.
♪Cada vez que hablamos, duele demasiado♪
♪Porque ni siquiera sabemos lo que somos♪
♪Ni siquiera sé por dónde comenzar♪
♪Pero puedo actuar la parte♪
—¡Inupi-kun! —lo llamó—. ¿Qué sucedió con Koko durante la pelea?
Lo había olvidado por completo con todo el tema de Kisaki.
—Ah...
—Eso —se removió incómodo—, podría decirse que... Recorreremos caminos distintos ahora.
Mikey lo miró de reojo.
♪Decimos que somos amigos, pero te veo al otro lado de la habitación♪
♪No tiene sentido porque estamos peleando por lo que hacemos♪
♪Y no hay ninguna forma de que termine estando contigo♪
Hanna miró a Mikey.
Era su canción.
Mikey miró a Hanna.
♪Pero los amigos no miran a sus amigos de esa manera♪
♪Los amigos no miran a sus amigos de esa manera♪
¿Qué quería decirle con esa canción? Mikey intentó comprenderlo.
—¡¿En serio?! —Takemicchi se sorprendió—. ¡¿Qué hay de Hanna?!
Pero no podía concentrarse.
♪Los amigos no miran a sus amigos de ese modo♪
♪Los amigos no miran a sus amigos de ese modo♪
♪Los amigos no miran a sus amigos de ese modo♪
♪Mm-mm♪
—Yo no creo que ella vaya a dejarlo...
Hina la señaló entonces, la pelinegra apartó la mirada de Mikey para ver a Koko con una sonrisa.
♪Decimos que somos amigos, pero te veo al otro lado de la habitación♪
♪No tiene sentido porque estamos peleando por lo que hacemos♪
♪Y no hay ninguna forma de que termine estando contigo♪
♪Pero los amigos no miran a sus amigos de esa manera♪
♪Los amigos no miran a sus amigos de ese modo♪
—¡¿Entonces sale con los dos al mismo tiempo?!
Takemicchi casi se ahogó al escuchar a Smiley gritar.
—¡Definitivamente —secundó Angry—, ella es la mejor!
Draken sonrió divertido ante su rostro, Takemicchi era probablemente el único preocupado.
—Eso no es de Dios —comentó, negando con la cabeza—. ¿Cómo están tan tranquilos? Pfft.
—¿Qué dices, Takemicchi? —Mitsuya se rió—. Todos sabemos que Hanna es... bastante abierta en todo eso.
Mikey y Hakkai alzaron una ceja cuando lo miraron.
—¡Eso sonó muy mal! —empezó a mover las manos completamente rojo—. ¡No lo decía así!
Hanna terminó su canción con una sonrisa y tras hacer una pequeña reverencia, se fue hacia la zona VIP.
—Pues técnicamente no está mal —Hakkai sonrió burlón—. Incluso el pobre Chifuyu cayó ante ella.
Mikey la observó en silencio entonces. Iría con Koko luego de dedicarle una canción.
—¡No es cierto!
Hanna tenía algo en ella ese día en particular que lo hacía querer marcar territorio, pero no podía hacerlo, no debía...
Tenía que hacerse a la idea de que la perdió, no...
Se había prometido que la dejaría en paz, no podía flaquear en su resolución sólo con una canción, la misma noche que lo pensó, no era lo correcto. Él no era alguien bueno para estar a su lado.
Él decidió perderla, para ser exactos.
—Hola, Hajime —ella se acercó a él para preguntarle sobre el dinero, pero el pelinegro fue más rápido—. ¿Huh?
Estaba molesto por la forma en la que aquellos viejos se referían a ella, así que se aseguraría de darles un show que haría que no quisieran volver a hacer ese tipo de comentarios cerca de él.
—Qué linda tu canción, princesita —la agarró de la cintura y la apretó contra la pared—. ¡No sabes cuánto me encanta!
La besó entonces.
Fuerte, rápido y demandante...
Si había algo de Koko que ella encontraba aterradoramente excitante era que amaba controlar y detestaba no tener el control sobre todo así que a la hora de... (Corte comercial por horario familiar).
—Ah...
Hanna miró de reojo a la zona VIP al notarlo mientras lo abrazaba del cuello y le jaló el cabello desde la nuca para apartarlo un poco.
—Qué bien que te haya gustado —murmuró—, cariño.
Sonrió al notar cómo lo había hecho para que todos esos hombres se fueran de ahí.
—Jaja realmente eres un celoso, Keisu-
Hanna palideció cuando notó lo que estaba a punto de decir sin querer, sus manos temblaron.
—Perdón —se cubrió los ojos—, lo siento.
Koko apretó la mandíbula.
¿Así se sentían Inupi y ella cuando él...?
.
.
.
Esa misma noche
Casa Baji
—Entonces, Hanna...
Seishu le veía con ojos brillantes de picardía mientras acercaba el rollo de sushi a su plato.
—¿Alguna vez has tenido la sensación de haber olvidado algo realmente importante?
—¡Pfft! —Hanna se rió, sacudiendo la cabeza—. Solo cada vez que salgo de casa.
Tomó el rollo con sus palillos, saboreando el aroma del salmón fresco y el arroz.
—¿Pero esta noche? —negó con la cabeza—. No se me ha olvidado nada, afortunadamente.
Los tres estaban sentados en la mesa de la casa de los Baji, habían ordenado comida esa noche.
—Ah, la dicha del olvido —Ryoko tomó un sorbo de sake—. Es un lujo que solía disfrutar antes de que mi hijo...
Su sonrisa se desvaneció en una expresión melancólica, Seishu se aclaró la garganta, ansioso por cambiar el tono sombrío que se cernió sobre la mesa.
—Hablando de Baji, cuéntanos una de esas historias locas —miró a Hanna con una sonrisa angelical—. Algo que todavía te haga reír.
Las mejillas de Hanna se sonrojaron con el recuerdo de sus aventuras, Ryoko le miró burlona.
—Una que sea para horario familiar —le dijo—, no necesitamos saber cómo se revolcaban cada que no los estaba mirando.
El rostro de Hanna se volvió como el de un tomate.
—Bueno, hubo una vez que intentamos cocinar ramen juntos —comentó.
—¿Tú cocinando?
—¡Sei!
—Perdón —sonrió burlón—, pero si se te queman hasta las tostadas. ¡Y las hace la tostadora!
Hanna frunció levemente lo labios cuando recordó que eso era lo que solía decir Keisuke.
—En fin —suspiró, lista a continuar su historia—. Él estaba tan decidido a enseñarme su 'dominio de la cocina' y...
Empezó a narrar la situación mientras movía las manos con los palillos fingiendo que estaba cocinando.
—Así fue como terminamos con un desastre —concluyó—, y tuvimos que pedir comida para llevar.
Compartieron una risa, la tensión alrededor de la mesa se aflojó como un nudo apretado que se deshace lentamente.
—Creo que Keisuke no me dejó entrar a la cocina —hizo cuentas en su mente—, por un mes entero, después de eso.
Hanna estaba sonriendo, de verdad, Ryoko soltaba risas mientras la observaba y Seishu tenía su mejilla apoyada en su mano, viéndola con una sonrisa cálida.
—¡Y no quería lavar los platos! —anchó sus ojos para enfatizar—. ¡¿Cuántas veces nos peleamos por esa tontería?!
Mientras Hanna continuaba su relato, sintió una sensación peculiar en su estómago, como si una mariposa hubiera decidido hacer una fiesta con mariachis y bailes dentro de ella.
—Entonces...
Hizo una pausa a mitad de la oración, su mano descansando suavemente sobre su vientre. La habitación pareció inclinarse ligeramente, y respiró profundamente, tratando de ignorar la humedad repentina entre sus muslos.
—Ah...
La mirada de Ryoko se agudizó, notando el cambio repentino en la actitud de Hanna.
—¿Estás bien —preguntó, su voz llena de preocupación—, querida?
Los ojos de Hanna se abrieron cuando la realidad se hizo evidente.
—¿Sí? —Hanna miró sus piernas—. Tengo calambres.
—¿Calambres? —Seishu la miró preocupado—. ¿Quieres un masaje en los pies después de comer, cariño?
Ryoko lo miró con una sonrisa.
—Este chico es la lotería —le aseguró a Hanna—. No lo dejes ir, cariño.
Seishu se puso rojo ante sus palabras, Hanna intentó sonreír pero salió más bien una mueca.
—Estoy... yo... Me... ¡Agh!
Se mordió la mano porque no podía hablar bien.
¿Eran patadas o contracciones? Ufff.
—¿Te duele mucho? —inquirió Ryoko mientras arrugaba la nariz—. ¿Quieres pararte o algo?
—No, yo...
Tomó otro rollo de sushi. ¿Por qué estaba sintiendo humedad? Abrió grande los ojos al recordar las clases de maternidad y hacer un recuento de los síntomas.
Oh, mierda, se me acaba de romper la fuente.
—Maravillosas noticias —sonrió, mirándolos a ambos con los ojos cristalizados—. Voy a tener un bebé.
Seishu se puso de pie de golpe, su silla raspó contra el suelo de madera.
—Justo en este instante —aclaró con una sonrisa tensa—. El bebé... estoy...
¿Qué acababa de decir Hanna?
—Estoy entrando —jadeó—, en labor de parto.
El rollo de sushi que el rubio acababa de recoger se deslizó de sus palillos temblorosos y cayó sobre la mesa con un ruido sordo.
—¿Ah?
—Ahora mismo.
Las mejillas de Hanna palidecieron, Seishu la miró fijamente de arriba abajo.
—¿Qué? —su rostro era una mezcla de sorpresa y emoción—. ¿Ahora?
—Se rompió la fuente así que sí, Sei, ahora.
Ryoko permaneció tranquila, tomando la mano de Hanna.
—No te preocupes, nos ocuparemos de esto —habló con la autoridad de una mujer que había pasado por esto antes, sus ojos nunca dejaron los de Hanna—. Seishu, trae lo que ya sabemos. Vamos al hospital, ahora.
Hanna respiró profundamente y asintió mientras se ponía de pie con una mueca de dolor. La contracción la invadió, más fuerte que la primera. Era el momento. El bebé estaba por venir.
Daisuke Baji vendría a este mundo.
—Dios mío —Seishu fue por las cosas—. ¿De verdad está teniendo un bebé?
Los nervios lo carcomían mientras iba al cuarto de Keisuke y Hanna.
—¡Que sí! —Hanna gritó—. ¡Mueve el trasero, Seishu Inui!
Era una suerte que Hanna y la señora Baji tuvieron una pequeña obsesión por el control natal, por lo que la maleta, pañalera y todo lo necesario estaba listo para agarrarlo y salir.
—¡Voy!
Una vez afuera, el aire fresco de la tarde golpeó el rostro de Hanna, ofreciéndole un breve respiro del calor que se acumulaba en su interior. El mundo a su alrededor era borroso mientras corrían hacia el auto.
—Ven aquí —Seishu le entregó las cosas a Ryoko y la ayudó.
Se apoyó con fuerza en Seishu, con su brazo alrededor de su cintura, mientras Ryoko tomaba la delantera, indicándole al taxi por dónde ir y todo.
—¿Es insoportable el dolor?
—¡Sí!
—Lo noté —murmuró, viendo las uñas de su amada Hana casi rasgándole el brazo—. Me aruñaste muy duro.
El viaje al hospital fue tenso, marcado por las respiraciones profundas de Hanna y el gemido ocasional que dejaba salir.
—Perdón —se disculpó—, volverá a suceder.
El agarre se hacía más fuerte con cada contracción, su mente corría con pensamientos de qué esperar a continuación.
—Okay —Seishu simplemente se hizo a la idea—. Ojalá no me rompas la mano.
Ryoko permaneció concentrada, con la mirada fija en la carretera mientras, en su mente, le estaba gritando al conductor que acelerara.
—Respira, Hanna —le indicó desde el asiento delantero—. Tal como practicamos.
Hanna asintió, concentrándose en su respiración mientras las contracciones se hacían más frecuentes.
—Inhala por la nariz y exhala por la boca.
Okay.
Inhalo por la nariz.
Tomo aire por la boca.
—Así no —Seishu le tapó la nariz—, te ataca la dislexia en los peores momentos, cariño.
Hanna sólo apretó la mandíbula y el agarre en la mano del rubio.
—Ay —se quejó quedito ante esto.
Los ojos grises se fijaron sobre los suyos un momento y Seishu suspiró, sabía que no podía reírse pero la imagen de Hanna completamente roja mientras inflaba los cachetes era tan tierna.
—Inhalas por la nariz.
Le dio un pequeño toque en la nariz.
—Y exhalas por la boca.
Le tocó los labios con el pulgar, antreabriéndolos, ambos se miraron a los ojos.
—Así —apartó la mirada sonrojado por sus pensamientos puros—, sigue así...
Hanna podía sentir al bebé moverse, ansioso por llegar al mundo, y no pudo evitar preguntarse qué pensaría Keisuke de todo esto.
Ojalá estuvieras aquí, mi amor.
Cuando llegaron a la entrada de urgencias, una enfermera salió corriendo con una silla de ruedas.
Daisuke Baji.
El hijo de Keisuke Baji.
Su hijo vendría al mundo.
Hanna se dejó guiar hacia el luminoso y estéril hospital, dejando atrás la calidez y la comodidad de su hogar y sus risas compartidas mientras el dolor la hacía llorar.
—¿Cada cuánto son las contracciones?
Hanna hacía las señales con los dedos mientras Ryoko respondía verbalmente.
—Sí, es cie-
Hanna comenzó a desmayarse en algún punto del camino por el dolor que la azoraba, Ryoko le daba miradas preocupadas mientras caminaban mientras Seishu iba al otro lado, en shock.
—¿Y dice que rompió fuente hace media hora?
—Sí, así es.
Cuando recobraba la conciencia por momentos, Hanna sólo pensaba en Baji, en lo mucho que su vida podía cambiar en cuestión de meses y cómo estaba por cambiar otra vez, para siempre.
Keisuke, desearía que estuvieras aquí.
La noche había dado un giro repentino e inesperado, y Hanna estaba a punto de embarcarse en el viaje más importante de su vida sin la persona que más quería a su lado.
—Creo que me voy a desmayar —Seishu tragó—, esto es demasiado...
—¡No te atrevas, Inupi! —gritó Hanna—. ¡Te muerdo!
Sin embargo, tenía a Ryoko y Seishu, sus rostros llenos de una mezcla de preocupación y emoción.
Sabía que no estaba completamente sola.
Y mientras se la llevaban en silla de ruedas, encontró una apariencia de paz en su presencia.
—Ya, tranquila, cariño —levantó las manos—. No lo haré.
En la sala de partos, el aire frío golpeó a Hanna como una bofetada. Las enfermeras se movían con eficiencia, haciendo preguntas y conectándola a los monitores.
—¡La inyecció-!
Podía sentir el peso del bebé presionando hacia abajo, exigiendo nacer, respiró profundamente, el aroma del antiséptico y el miedo se mezclaron con el persistente olor del sake. Miró al doctor.
—Por favor, dígame que hoy no estaba enojado —le dijo—. ¿Por favor?
El doctor se rió, recordando el día en que Hanna se enteró que iba a ser madre y negó.
—Hoy es un día feliz, Hanna-chan —aseguró—. Vas a ser mamá.
Ryoko tomó su mano, sus ojos llenos de una calidez que parecía atravesar la desolación de la habitación.
—Puedes hacerlo —susurró, su agarre firme y tranquilizador—, Keisuke hubiera querido que fueras fuerte.
Seishu se quedó al borde, tratando de ser útil pero en su mayoría luciendo perdido. Su amor por ella, tácito pero palpable, era un consuelo que no había anticipado. Seishu había sido un faro en los meses oscuros posteriores a la muerte de Keisuke, y ahora, era su apoyo.
—Todo va a salir bien —Seishu sonrió, haciéndose a su lado—. Avísame si necesitas algo.
A medida que las contracciones se volvían más intensas, el tiempo se estiraba como la cuerda de un arco tenso. Cada momento era una batalla, cada respiración una victoria.
—Eres hermosa —la voz de Keisuke la hizo mirar a su otro lado.
Ay Keisuke...
El pelinegro estaba inclinado hacia él con una sonrisa mientras su mano estaba en su barriga. Hanna sintió que los estaba impulsando a seguir adelante, a ambos, no sólo a su bebé.
Si me vieras ahora... ¿Me hablarías con esa mirada?
—Mi nena, eres hermosa —volvió a oírlo—. Estoy contigo.
Si realmente estuvieras aquí.
Sus ojos se cristalizaron mientras le sonreía, Seishu y Ryoko se vieron entre sí, notando que ella estaba viendo a Keisuke en ese puesto vacío. La pelinegra mayor apretó su sonrisa.
—Muy bien —el doctor se acomodó los guantes—, ¿qué dilatación tenemos?
La enfermera, una mujer tranquila y de sonrisa amable, comprobó su progreso y asintió.
—Lo estás haciendo muy bien —dijo, su voz era un faro en la tormenta de dolor—, Hanna-chan.
Hanna no lograba entender el dolor y las sensaciones que estaban atormentando su cuerpo en ese momento.
—¿Cómo cuánto tiempo nos va a tardar esto? —Hanna se quejó.
Su mente sólo pensaba en lo mucho que hubiese querido tener a Keisuke y Emma a su lado en ese preciso momento.
—Lo que se tenga que tardar —le sonrió la enfermera.
Sus ojos se humedecían cuando pensaba en ellos.
—En las películas se va más rápido todo esto —sollozó.
—Eso es porque en las películas hacen timeskip, cariño —Ryoko soltó una risa—. En la vida real un parto puede durar hasta doce horas.
—¿Doce qué? —parpadeó y miró a Seishu—. ¿De verdad?
—¿Huh? —Seishu estaba igual de confundido que ella.
Con una nueva contracción, Hanna se agarró a los barrotes de la cama, el sudor le perlaba la frente y podía oír los gritos distantes de otros recién nacidos a lo lejos.
—Joder —se mordió el labio—, me voy a desmayar.
—¿Hanna?
Seishu palideció al verla rodar los ojos.
—Es normal —le aseguró la enfermera—, está bien, sólo es por el dolor.
Seishu la miró en silencio cuando Hanna volvió a la conciencia, ella le agarró la mano.
—No te atrevas a soltarme o te mato —lo amenazó, dulcemente—. ¿Okay?
—Por supuesto, cariño —Seishu sonrió—. No iré a ningún lado, lo prometo.
No podía creer lo que estaba viendo. Honestamente nunca creyó que estaría ahí junto a Hana en lo que sería, probablemente, el día más importante de su vida, pero así era la vida.
Hana se veía tan hermosa en sus ojos.
Como una dulce y delicada princesa.
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Marzo 9, 2006
4:55 am
—¡Puta mierda! —exclamó, la dulce y delicada princesa—. ¡Cómo duele esta maldita mierda!
Ahí estaba ella, la dulce y delicada princesa, la reina de Tokyo y próximamente madre de Daisuke Baji, apretando las sábanas fuertemente mientras gemía.
—Ánimo, mi nena —Keisuke le sonrió—, lo estás haciendo bien.
Cada vez que escuchaba su voz, echaba la cabeza hacia atrás con lágrimas en los ojos. ¿Por qué su mente le estaba haciendo eso? Era demasiado cruel, pero al mismo tiempo le daba fuerzas.
—Creo que la mano de Seishu va a pasar a mejor vida pronto —bromeó Ryoko.
—¿Tú crees? Yo creo que sí —miró su mano cuando Hanna la apretó—. Te ves hermosa.
—¡Graci-ARGH! —gritó—. ¡Puta madre!
Los doctores y enfermeras se miraban, cómplices entre ellos, para tratar de no reírse al verla perder la compostura, los gritos en la habitación no lograban hacer que se desconcentraran.
—Tan hermosa —susurró.
Hanna estaba sudando, sus manos y pies estaban retraídos, su rostro hacía muecas de dolor a cada tanto, pero para Seishu no había nadie que pudiera verse así estando en un parto.
Quizá era sólo su amor por ella cegándolo o no, quién sabe.
Sólo sabía que era así para él y era lo único que le importaba.
—¡Señorita Yagami —la miró por encima de la bata azul—, puje más fuerte!
Ryoko estaba a su lado derecho, ventilándola con un abanico, mientras a su lado izquierdo estaba Seishu, apretando la mandíbula cuando sintió su agarre apretarse.
Hana tenía una fuerza monstruosa.
—¡¿Más fuerte?! —gritó, alterada—. ¡¿Está loco, doctor?! ¡Me estoy desgarrando por dentro!
—Cariño...
—¡Más fuerte! —le gritó el doctor.
Ella apretó todo su cuerpo mientras su rostro se retorcía del dolor.
—Princesa...
—¡Joder, como duele esta mierda! —seguía pujando—. Ryoko-san... ¡Voy a matar a su hijo!
Ryoko no pudo evitar reír al verla así, la pelinegra sudaba a mares mientras intentaba expulsar a su pequeño bebé.
—Buena suerte con eso —le siguió abanicando—, querida.
De vez en cuando miraba a Inupi, quien le aseguraba que todo estaría bien y le decía lo hermosa que estaba, ella creía que él estaba más esquizofrénico que ella. ¿Hermosa dónde? Tsk.
—¡¿Por qué tenía que dejarme seducir de su sexy rostro?! ¡Aaagh! —lloriqueó mientras pujaba, apretó la mano del rubio quien hizo una mueca ante el agarre—. ¡Pude haberle dicho que no!
Ryoko sonrió mientras negaba con la cabeza.
—¡Yo les dije que usarán protección!
El doctor sólo sonreía mientras le indicaba que siguiera pujando.
—¡Sí, lo sé —volvió a gritar—, debí hacerle mejor caso! Aagh.
Era un milagro que pudiesen pagar la inyección considerando que su hijo, quien se suponía debía nacer en Abril, había decidido que quería llegar a este mundo mucho tiempo antes.
Al menos, se dijo, no estoy muriéndome...
—¡Pero cómo duele, por Kami! —apretaba más fuerte las sábanas, llorando—. ¡AAGH!
Bueno, eso es lo que pasa cuando el bebé y la madre son incompatibles, muchas complicaciones incluyendo un parto prematuro.
—¡Joder!
Hanna echó la cabeza hacia atrás cuando sintió las manos del doctor sosteniendo la cabeza del bebé.
—¡Agh, mierda!
Hanna soltó otro grito al borde del colapso.
—¡Keisuke Baji, más te vale que te hagas responsable de tu hijo, no me importa donde estás!
Seishu la veía con tristeza, por momentos el dolor la hacía delirar, Hanna gritaba el nombre de Baji o de Emma por momentos mientras lloraba, otras veces lo miraba con dolor en sus ojos.
Se veía tan vulnerable.
Para alguien que la conocía de toda la vida era una imagen extraña, una que Hanna no dejaba ver usualmente, el rostro que Keisuke Baji pudo ver todos los días durante todo ese tiempo.
—¿Seguro que quieres estar aquí, Seishu-kun? —Ryoko lo miró—. Te ves pálido.
—¿Huh? Sí, y-
—¡AHHHH!
Seishu parpadeó cuando la escuchó gritar más fuerte y de repente no la escuchó más, la volteó a mirar solo para ver que ella estaba perdiendo la consciencia, poco a poco.
.
Su corazón se desplomó cuando las máquinas conectadas a ella comenzaban a alumbrar y sonar al mismo tiempo.
.
—¡¿Qué está pasando?! —gritó, asustado.
Las enfermeras lo apartaron y comenzaron a revisarla, Inui se sintió al borde de un colapso. Unos minutos más tarde pudo ver entonces como el doctor sacaba al bebé de allá abajo y por un momento sintió que se desmayaría.
¡Mierda, Seishu, reacciona!
Se cacheteó él mismo, no podía desmayarse en ese momento o sólo sería una carga para todos.
—¡¿Hanna?! —la llamó al no ver que ella dijera nada, gritara o tan solo hiciera un mínimo ruido.
La habitación estaba demasiado callada en comparación a un solo par de minutos más antes.
Tenía miedo, ¿y si la perdía realmente?
.
.
.
—Mi nena.
Keisuke la miró con una sonrisa mientras acariciaba su rostro, ella ladeó la cabeza confundida.
—¿Keisuke?
—Sí —Hanna se quedó viéndolo con una pequeña sonrisa, tímida—. ¿Qué estás pensando?
Estaba acostada en sus piernas y el cabello de Baji le caía en el rostro haciéndole cosquillas.
—Di que fuiste hecho para ser mío.
Algo que usualmente se decían.
—Fui hecho para ser tuyo.
La miró a los ojos.
—Di que fuiste hecha para ser mía.
Hanna sonrió.
—Fui hecha para ser tuya —afirmó—. Sabes que te amo, ¿verdad?
—No es un secreto —él puso un mechón rebelde de la pelinegra tras su oreja—, pero mi amor, estamos destinados a estar separados en esta vida.
Ella frunció el ceño ante esas palabras, sintiendo sus ojos arder.
—¿De qué hablas...? Estamos juntos —agarró la mano que la acariciaba y se pegó más a ella para sentir su calor—. No tenemos que separarnos más, quiero vivir contigo para siempre.
—¿Para siempre?
—Sí —sonrió entre lágrimas—, no me dejes nunca.
—Es hora de que despiertes, Hana —le dio un beso, su corazón comenzó a latir fuertemente—. Aún no es tiempo y Daisuke necesita a su madre.
¿A su... madre?
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.
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Las máquinas enloquecieron cuando sus latidos comenzaron a descontrolarse, el médico y las enfermeras comenzaron a estabilizarle bajo cualquier modo hasta que finalmente volvió a la normalidad. Seishu comenzó a rezar que todo saliera bien.
—¿Ha-Hanna...?
El rubio estaba llorando a este punto. Una vez que los doctores determinaron que estaba fuera de peligro lo dejaron acercarse de nuevo.
—¡¿Hanna?! —la llamó más fuerte al no verla reaccionar.
Se veía tan frágil como una flor.
—Shh, está dormida, Seishu-kun —Ryoko le dio una sonrisa—. ¡Daisuke ya nació!
El sonido del llanto del bebé hizo que Seishu se girara a ver el doctor, quien solo asintió con una sonrisa grande, las enfermeras estaban limpiando al bebé. Vio a la señora Baji acercarse a Hanna y darle un beso en la frente, la pelinegra menor entreabrió los ojos entonces, cansada.
—Hiciste un gran trabajo, Hanna-chan...
—Gra-gracias —chilló ella, mientras lloraba—, Ryoko-san.
Había tenido otro de esos sueños donde se encontraba con Keisuke, el corazón le dolió.
—¡Mi bebé —recordó entonces dónde estaba realmente—, quiero ver a mi bebé!
—Ya, ya —una de las enfermeras le sonrió—, aquí tienes, Hanna-chan.
Seishu observó en silencio aquella imagen.
Era hermosa.
La pelinegra sosteniendo por primera vez a su pequeño recién nacido, la mirada de adoración absoluta en sus ojos y la sonrisa que, aunque cansada, lucía tan cálida como un sol de verano. No dudó ni un minuto en sacar su teléfono y tomarle varias fotos a aquella escena.
—Seishu-kun, ven aquí —la señora Baji lo llamó entonces—, te presento a mi nieto, Daisuke.
—Wow.
Era la primera vez que veía un recién nacido tan cerca, Ryoko lo estaba cargando y él lo veía tan pequeño y frágil que le aterró por un momento verlo. ¿Cómo iban a cuidarlo? Era literalmente un ser humano pero chiquito.
—Es...
—¿Un poco feo —Hanna se burló—, verdad?
—¿Acaba de nacer y ya le harás bullying? —la miró con los ojos entrecerrados.
Seishu negó con una sonrisa y se giró a ver el bebé.
—Descuida, Daisuke-chan —cerró los ojos al sonreír—, te prometo que me encargaré de hacer que tu mamá no sea tan mala contigo en esta vida. Lo prometo.
—¿Quieres cargarlo? —Ryoko le preguntó, él la miró a los ojos y asintió luego de obtener el permiso visual de Hanna—. Aquí, así, con cuidado.
Ryoko consideró que así se sentiría entregarle a su hijo el bebé por la primera vez aunque, miró a Seishu, Keisuke probablemente le hubiera dado diez dolores de cabeza en ese momento.
—Sí... Así, pones esta mano aquí —Seishu aprendía rápido, sorprendentemente—. Ahí lo tienes.
—Wow —tragó—, bueno, finalmente estás aquí, Daisuke.
Sus ojos brillaban mientras veía aquella pequeña carita, sentía finalmente la calidez del bebé, sus latidos.
Lo amó, simplemente así, sólo bastó con verlo.
—No puedo creer que sea real —murmuró, asombrado—. Eres tan hermoso como tu madre, Daisuke...
El hijo de la mujer que amaba, huh.
—Felicidades —Seishu se volteó a verla—, eres mamá.
—¡Ya, ya! —estaba que lloraba también, pero sonreía—. No nos pongamos sentimentales.
Ella movió sus manos como haciendo una seña para sostenerlo, Ryoko fue la primera en comprenderlo y luego de sonreír, le entregó de vuelta a su bebé.
—No te creas, mi niño, lo que dije ahora era broma —le dio un beso—. Tú eres, sin duda alguna, el bebé recién nacido más hermoso del planeta que yo haya visto en mi vida.
—¿Cuántos has visto?
—Pues a él —lo fulminó con la mirada.
Seishu sonrió y se acercó a darle un beso en la frente.
—Gracias por sobrevivir —le agradeció, ella pudo sentir que estaba temblando—, cariño.
Lo miró a los ojos y sonrió, había estado tan asustado.
—Ya lo sé —le dijo—. Seishu... Si me amas, ¿por qué no me lo dices y ya?
Esto lo sorprendió.
—¿Te amo?
Ryoko-san soltó una carcajada.
—Cariño, los hombres que nos rodean son unos idiotas —le dijo entre risas—. No esperes mucho.
Inui, que no comprendió, sólo las miró confundido.
¿Qué significaba eso?
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.
.
—¡¿Qué?! —Takemicchi saltó del columpio, sorprendido—. ¡¿De verdad?!
Takemicchi no podía parar de pensar en qué podría querer hablar Hanna con él, sin embargo no habían tenido el tiempo para hablar aún y ahora se enteraba que estaba en el hospital.
Para ser realistas, Hanna parecía vivir en los hospitales.
—Que sí —Chifuyu rodó los ojos—, que vamos.
Le había dicho dos veces ya que Hanna había dado a luz en la madrugada de ese día.
—¡Anda, muévete! —señaló el espacio de atrás de su moto—. ¡Súbete rápido!
—¡Ah —Takemicchi asintió entonces—, sí!
No sabía que Daisuke nacía prematuro así que le tomó desprevenido, según sus cálculos aún faltaba uno o dos meses (tampoco estaba tan seguro).
—No lo puedo creer —seguía en shock.
Se subió a la moto de Chifuyu y emprendieron su pequeño viaje hacia el hospital donde nació el pequeño Baji. Chifuyu caminó intranquilo hasta el lobby para preguntar por ella.
—¿Hm...? Es la habitación 203 —les señaló la enfermera—, segundo piso, tercera a la izquierda.
—¡Muchas gracias!
Ambos subieron las escaleras rápidamente, encontrándose con Draken, Mitsuya y Hakkai, cada uno de ellos llevaba un globo y un peluche en sus manos. Takemicchi parpadeó al notarlo.
Era su primera vez visitando a un bebé recién nacido.
Takemicchi hizo una mueca al notar que ellos dos no llevaron nada, se saludaron entre todos y esperaron a que la señora Baji les diera luz verde.
—¡Buenas, buenas! —Hakkai ingresó primero con una sonrisa burlona—. ¡¿Realmente diste a luz a un piscis, Hannie?!
La pelinegra, que sostenía en sus brazos al bebé, alzó la mirada con el ceño fruncido.
—¡No grites, Hakkai —le gritó, irónicamente—, cállate!
El bebé comenzó a llorar y ella sólo miró al techo, implorando por quinta vez algo de paciencia, eso era lo que le esperaba por un par de años más. No tenía mucho de nacido, pero ella estaba finalmente entendiendo lo que era ser mamá.
—Mira eso —Draken sonrió con los ojos cristalizados—, nuestra hermanita menor...
Ya estaba como Seishu: No le gustaba tener paciencia.
—Ya es mamá —murmuró Mitsuya, ambos se miraron entre ellos.
Draken y Mitsuya la vieron con una sonrisa que en los ojos se veía triste, los tres pensando en Baji.
—No lloren que yo también lloro —los amenazó—, porfa.
Por otro lado, el rubio de la cicatriz estaba durmiendo en la silla a su lado, había colapsado del sueño media hora antes tras una larga jornada despierto a su lado, Hanna sonrió al verlo.
—¡Hola! —Mitsuya se acercó a ella con una sonrisa y la dio un beso en la mejilla—. ¡Te ves preciosa, mamá de Baji-chan!
—Gracias —ella sonrió—, Mitsu.
—Es él...
Los ojos de Mitsuya vieron con cariño al bebé en sus manos.
—Hola, pequeño Baji —no podía creerlo—, qué ternura.
Daisuke se quedó mirándolo también aunque, en teoría, no lo estaba viendo realmente.
—¡Oi! Yo quería ser el primero en verlo de nosotros los hermanos dragón —se quejó el de la trenza, quitando a Mitsuya—. ¡Hola, Daisuke, bienvenido al mundo!
El bebé comenzó a llorar de nuevo.
—¡Nop! —agarró a Mitsuya de los hombros y lo devolvió frente a Daisuke—. Mitsuya, haz tu magia.
Daisuke se quedó calmado de nuevo.
—¡Jajaja —Hakkai no podía de la risa—, asustaste a su bebé con solo aparecer!
—Creo que seré el tío que menos quiera —se tocó el pecho y fingió limpiarse una lágrima.
Hanna rodó los ojos y miró a Takemicchi entonces, estaba indeciso de entrar, avergonzado por no llevar nada. Más al ver como la habitación se veía decorada y festiva.
Wow, el hijo de Baji acababa de nacer y ya tenía más cosas que él.
Al parecer no eran los primeros en ir a verla. Podía ver los globos y regalos de más personas ahí.
—Ya entren —se refirió a Chifuyu y él—, par de inadaptados sociales.
Takemicchi suspiró y dio un paso adentro
—¡Perdón! —se excusó, inclinándose adelante—. Salimos tan rápido que olvidamos traerte algo.
—Descuida, Tontomicchi —le sonrió—, está bien así. No te preocupes jaja.
—¡Así que los hermanos Kawata fueron más rápidos que nosotros!
Hakkai, que estaba poniendo su peluche y globo en el lugar con el resto, aprovechó de ver los otros nombres en los tarjetas.
—Imaushi, Arashi —leyó los nombres en voz alta—, Akashi, Haru... ¿Quién es Haru?
—Haruchiyo —replicó Hanna, bostezando—. Hm, es decir, Sanzu...
Hakkai hizo una mueca.
¿Y ese desde cuando...?
Meneó la cabeza y siguió leyendo un par de nombres más hasta que llegó al de Kokonoi. Entrecerró los ojos.
—¡Pehyan!
Eso sorprendió a todos y les dejó impactados.
¿En serio Pehyan fue antes que ellos?
—Los de Pandora, Hina —al llegar al siguiente abrió grande sus ojos—. ¡¿Yuzuha?!
—Hm —ella se rió—, se fue hace poco.
Seishu se empezó a remover ante el ruido que estaban haciendo.
—¡Me ganó mi propia hermana! —Hakkai estaba impactado—. ¡Y Pehyan, es impactante!
—¡¿Hina?!
—También se fue con Yuzuha —se burló la pelinegra—. Ella supuso que olvidarías traer algo y dijo que su regalo era de los dos.
—Esa es mi novia —Takemicchi sonrió con los ojos cristalizados.
Chifuyu tomó entonces aire e ingresó, confrontando finalmente las emociones que sintió en ese momento.
—¡Hola! —gritó, haciendo que todos lo vieran—. ¡Bi-bienvenido a la familia, Daisuke Baji!
Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—Ven acá —Hanna le sonrió—, padrino de Daisuke Baji.
Chifuyu la miró a los ojos, ella se veía cansada, pero nunca la había visto tan feliz. Sintió una punzada cuando pensó que si Baji estuviera ahí, ambos pelinegros estarían tan felices.
—Chifuyu Matsuno, nacido en 1991 en el distrito de Shibuya en Tokyo —hizo una reverencia—. El ex subcapitán de la primera división, feliz de reportarme como tu padrino, Daisuke Baji.
Inevitablemente recordó cuando recién se conocían, en sus tiempos junto a la primera división.
Fue su prime.
—Es hora de que conozcas a tu sobrino —le hizo una seña—, Chifuyu.
—¡Sí! —Chifuyu se acercó, nervioso—. Hola, pequeño, juré a tu padre que te cuidaré con mi vida. ¡Llevémonos muy bien!
Hakkai observó en silencio los otros regalos notando que ninguno tenía el nombre de Mikey.
—¡Tan pequeño! —chilló—. Es igual a él...
Hanna asintió con los ojos cristalizados. Keisuke se hizo a un lado de Chifuyu con una gran sonrisa que la hizo derramar un par de lágrimas, hubiese dado lo que fuera por tenerlo ahí.
Por poder sentirlo a su lado.
—Son muy ruidosos —se quejó Inupi, bostezando—. Qué molestos...
—¡¿Cómo puedes dormir tan tranquilo con una mujer tan linda y un bebé a tu lado?!
Seishu abrió grande los ojos al ver el dedo de Mitsuya acusándolo, alzó las manos.
—Déjame en paz, Mitsuya...
—Oi, Inupi —Draken lo miró con burla—. ¿Qué haces durmiendo?
—Déjenme —susurró, bostezando de nuevo—, estuve toda la noche despierto con ellos.
Hanna los miró a todos con una sonrisa a medias.
No había tenido noticias de él.
Así que Mikey no iría, huh.
Una promesa más que rompió.
.
.
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—Ya veo.
Mikey colgó la llamada de Draken tras unos minutos de escucharlo hablar sobre cómo estaba Hanna junto con su bebé y miró en silencio la tumba familiar de los Sano.
Shinichiro... Emma...
—Ella acaba de dar a luz —miró a la de Emma y sonrió—, hubiera sido bonito que estuvieras con ella. Sé que se hubiese sentido mucho mejor de lo que hace ahora.
Sus ojos fueron al pasto.
¿Por qué tuvo que perderla...?
—Debe ser lindo —susurró—. Estoy seguro que ella tiene una de esas grandes sonrisas que tanto amo en este momento.
No, él decidió perderla...
Estaba consciente que aquella noche cuando le dijo que se casaran, fue su forma de decirle que quería que estuvieran juntos, aun así se acobardó de nuevo y se salió por la tangente. Quizá había sido lo mejor que pudo haber hecho.
Nunca creyó que perderían a Emma.
Se puso a pensar en esa noche entonces.
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—Deberíamos casarnos —había dicho ella.
—¿Casarnos?
Él se había sentido en las nubes cuando la oyó decir aquello, quería decirle que sí, su sueño siempre fue... Bueno, ella.
—Piénsalo, Mikey —ella se había recostado en su espalda—. Pronto voy a tener un bebé, esto de las pandillas no es para siempre.
Pero lo atormentó el hecho de pensar en el bebé de Baji, ¿no eran muy jóvenes para todo eso? ¿Sería capaz de ayudarla con el bebé? ¿Sería una buena influencia para el bebé? ¿Sería capaz de amar a ese bebé? Fue cuando dudó.
—Si quieres tenerme, Michael —su voz era una invitación—, si en alguna parte de ti me amas... Ahora es el momento en que me dices que sí.
Sí.
—No —fue lo que salió de su boca.
Mierda, Mikey, no era tan difícil responder un sí... ¿O sí?
—¿No? —su voz sonó como si no pudiera creerle.
¿De nuevo la rechazaba?
—Sí.
—¿De nuevo? —la escuchó quejarse—. Mikey, siempre me haces lo mismo, me dices que no y luego que sí. No te entiendo. ¿Me amas o no?
Sí, con locura.
—No —pero su corazón y cerebro tenían un pequeño conflicto.
Quería arrancarse el cabello, pero no podía apartar las manos del manubrio de la moto. Hanna, por otro lado, sólo se dijo a sí misma que lo anotaría a su lista de las cosas que jamás pasarían.
—Oh —su voz se rompió y él se sintió terrible.
No podía ser tan difícil confesarlo todo, en el pasado lo hacía tan fácil, aunque luego se retractaba.
Ah, Emma tenía razón.
¿Cómo podría hacerla feliz así? Ni siquiera lograba coordinar sus pensamientos con lo que expresaban sus palabras.
—Casémonos en el 2009, Hanna —le dijo entonces con la mirada en la carretera—. En el año que cumplamos diecinueve y diecisiete años.
Hanna aún no superaba a Baji.
¿Realmente sería capaz de soportar el hecho de que no fuera enteramente suya? Además ella estaba embarazada, no se atrevería a algo tan sencillo como tocarla sin poder olvidar que su cuerpo fue de Baji.
¿Estaba mal sentirse así?
Por más que quería hacerla suya, no paraba de recordarse a sí mismo que ella no lo amaba solamente a él en ese momento, era... Complicado.
—No quiero casarme tan joven —mintió—, no es bueno para ti tampoco. ¿Sabes? Estoy seguro...
Hubo un silencio incómodo en ese momento.
—Estoy seguro que tampoco quieres atarte a una sola persona justo ahora —masculló entre dientes—. Tú tienes a esos dos contigo, todo el tiempo.
—Mikey —fue lo que ella le dijo—, dejaría ir a quien fuera por estar contigo.
¨¿Incluso a Baji?¨
Pero Mikey conocía perfectamente la respuesta. Si Baji estuviera vivo, Hanna jamás habría dejado a alguien más acercarse a ella, ni siquiera a él. Pensó entonces en el 31 de octubre cuando Hanna le confesó todo lo que pasó cuando él no estaba mirando.
¨Le dije que no te contara¨
¨Comenzamos a tener tantos secretos...¨
¨Un día sólo lo supe, Mikey¨
Cuando eran pequeños, Hanna comenzó a inclinarse más hacia Baji con el tiempo, pero él creía que era porque lo consideraba su mejor amigo y eso era todo, no fue hasta que Hanna volvió del extranjero y comenzó a salir con Baji que lo entendió.
Para Hanna siempre fue Baji.
Incluso si es verdad que me ama.
Jamás podría compararme con él.
—¿Alguna vez me amaste?
—Sí —susurró ella—. Te amo, Manjiro Sano.
Su corazón se detuvo un momento. Era la primera vez que le había dicho eso desde ese día, le picaron las manos por la emoción, Hanna siempre fue así y eso lo enloquecía demasiado.
—La verdad es que siempre lo he hecho y nunca he dejado de hacerlo —confesó—, quizá nunca lo haga, incluso si tú no te decides... Incluso si tú no me amas a mí.
Hanna le explicó sus sentimientos como si estuviera recitando un poema, haciéndolo tener esperanza por su futuro y dándole algo de tranquilidad al respecto.
Sólo necesitaban tiempo.
—Te prometo que nos casaremos...
Hanna apoyó su mentón sobre su espalda y sus ojos se encontraron a través del espejo retrovisor.
—En junio 22 del 2009...
La sonrisa tensa de Hanna era algo que lo perseguía.
—Cuando el calor del verano esté comenzando —murmuró—, en medio de las olas de calor.
—Está bien —accedió en voz baja.
Era como si ella supiera perfectamente que él nunca cumpliría esa promesa.
Bueno, para ser justos, él había roto muchas de sus promesas a lo largo de los años así que tenía algo de sentido que ella ya no confiara en sus palabras como antes.
—Te estaré esperando entonces, Mikey.
Se preguntó si acaso era psíquica o solo era el sexto sentido de una mujer. Al menos, pensó, se había comprado tiempo con aquella conversación.
—Pero no esperes que me quede sola —sentenció—, disfrutaré mi soltería hasta que finalmente decidas que quieres que nos casemos.
—Bien —fue lo último que él dijo entonces.
.
.
De lo contrario, probablemente habría cumplido su capricho de casarse.
—Ahora que es mamá —se dijo a sí mismo—, seguro que no le importará lo que yo haga.
Se pasó una mano por el rostro tratando de mantener las lágrimas adentro. Hanna ni siquiera sabría las múltiples veces que rompió su promesa de no llorar por ella.
—Su prioridad será tu hijo, Baji...
Era una lástima que sólo mientras el rey caía.
—Como debe ser.
La reina pudiera ascender.
.
.
.
Dos días después del parto les dieron de alta a Hana Yagami y Daisuke Baji, no sabía cuánto había extrañado estar en su casa hasta que cruzó la puerta.
—¡Qué emoción es estar en casa!
La señora Baji cargaba a su bebé mientras Inupi cargaba las maletas y la pañalera.
—¡Ah! Hogar —Hanna ingresó con las manos abiertas y aspiró el olor de su casa—, dulce, hogar.
Ryoko le entregó a Daisuke en sus manos y fue a servirle comida a Kira-chan. La gatita ronroneó feliz y luego escucharon a Peke J aruñando la ventana para tratar de entrar, Ryoko suspiró.
—Eres muy comelón, Daisuke —susurró al pequeño mientras le daba de comer.
Inupi la miró de reojo.
—¡No seas chismoso!
—No es nada que no haya visto antes —se cruzó de brazos.
Su boca formó una ¨o¨ entonces por un momento.
—Sí —entrecerró los ojos—, cierto.
Inupi sonrió y se acercó a ella para robarle un beso rápido, Hanna sólo rodó los ojos y volvió su vista a Daisuke, quien había aflojado finalmente el pellizco en su pezón y ahora dormía.
—Ah —Hanna bostezó.
—Debe ser bastante casado ser tan bonita —Seishu jugó con un mechón de la pelinegra—, ¿verdad?
Hanna movió su cabeza hasta él y sonrió.
—Debes estar exhausto entonces, huh.
Seishu se sonrojó furiosamente, era algo que ella consideraba tierno, podía decirle las cosas más cursis y románticas del mundo, pero en el momento en que se lo devolvía, se quedaba así.
Eso le recordaba a Keisuke.
Daisuke se removió así que ella bajó la mirada al bebé.
—Y tú... Nueve meses en mi vientre —acarició su pequeña carita—, y te atreves a ser la copia exacta de tu padre, huh.
Hanna recordó que Takemicchi aseguró que Daisuke era la versión miniatura de Baji en el futuro, aquello la hizo sonreír, pero sus ojos se aguaron también.
—¡Eres perfecto! —sollozó, besándolo—. Mi hermoso Daisuke.
Hanna suspiró mientras veía a Keisuke a su lado.
—Voy a darte un momento a solas con... ellos dos.
Seishu besó su frente y se fue de la sala.
—Ya vuelvo, cariño.
Hanna se quedó en silencio mientras lo veía irse y luego se recostó, poniendo a Daisuke sobre su pecho mientras miraba al techo. Podía ver de reojo al pelinegro o, al menos, su ilusión de él.
—¿Sabes, Keisuke? Érase una vez un... antes de ti en mi historia —murmuró—, también un durante. Ese fue el más feliz de todos...
Su voz de quebró.
—Sonará loco, pero... Jamás pensé que habría un después de ti —sollozó—. Nunca me imaginé una vida sin ti, pero al parecer sí lo hay, ahí estoy y... ahí estaré, para siempre.
La mirada de Keisuke se suavizó un poco.
—No quiero dejarte ir —confesó—, incluso si no puedo tocarte ni besarte, incluso si no podemos estar juntos. Quiero tenerte conmigo para siempre.
Daisuke comenzó a llorar con ella, como si supiera lo que mucho que dolía, que su padre no estaba ahí con ellos. Hanna comenzó a susurrarle una canción de cuna en voz baja.
♪Ahora, silencio, bebé, no llores♪
♪Todo va a estar bien♪
♪Aprieta esos labios, señorito, te dije♪
♪Mamá está aquí para sostenerte toda la noche♪
La canción solía cantársela Haruki, a veces Shinichiro lo hacía también, sus ojos se humedecieron al recordar a ese par. Los mismos que le salvaron la vida.
♪Sé que papi no está aquí ahora mismo y no sabemos por que♪
♪Nos sentimos cómo nos sentimos♪
♪Puede parecer un poco loco, mi lindo bebé♪
♪Pero prometo que mamá estará bien♪
—Hm...
Hanna trató de recordar el resto de la canción y siguió meciéndolo hasta que se durmió.
♪Y si me lo pides♪
♪Mami te va a comprar un ruiseñor♪
♪Te voy a dar el mundo entero♪
♪Voy a comprarte un anillo de diamantes♪
♪Voy a cantar para ti♪
♪Haré cualquier cosa por ti, sólo para verte sonreír♪
Seishu volvió al no escucharla más y la arropó cuando notó que se había quedado dormida. Debía estar exhausta de haber traído un bebé al mundo solo dos días antes y haber recibido tantas visitas, además de cuidar al pequeño.
—Ven aquí, campeón —sostuvo al bebé, aún algo asustado de tomarlo de mala manera y lo cargó—, deja que tu mami duerma un rato. ¿Sí?
Mientras lo cargaba entre sus brazos no pudo evitar sentir que lo amaría toda su vida, era el hijo de la mujer que amaba, incluso si no fuera suyo, lo amaría como si lo fuera.
—Tu papá probablemente querría cantar la continuación —miró a los ojos al pequeño—, como él no está aquí, yo te la cantaré. ¿Okay?
Comenzó a cantar en voz baja la continuación de la canción, recordando a Shinichiro y Haruki cuando se la cantaban a Hanna de pequeña. No pudo evitar sonreír.
♪Y si ese ruiseñor no canta y el anillo no brilla♪
♪Voy a romper el cuello de ese pájaro♪
♪Regresaré al joyero que le vendió el anillo♪
♪Y haré que se coma cada quilate, ¡no jodas con papá!♪
Hanna sonrió entre sueños, en su mente Keisuke estaba cantándole a su bebé como solía hacer frente a su pancita.
.
.
.
Unas horas más tarde
—Es tan extraño —murmuró—, no puedo creer que este pequeño haya salido de mi cuerpo.
Mientras Seishu cuidaba a Daisuke, Hanna pudo tomarse un relajante baño. Realmente apreciaba todo lo que estaba haciendo por ella, se sentía protegida en una etapa tan vulnerable.
—Yo tampoco —hizo una mueca—, es un poco...
Los ojos verdes la observaban en silencio, asombrado por la fuerza de Hanna, que había dado a la luz con complicaciones y todo.
—Pero bueno —Hanna sonrió—, ¿qué podemos hacer? Es real.
Ahora, sólo dos días después, cargaba a su bebé con una sonrisa y actuaba normal.
Como si todo eso fuera algo común.
En su cabeza se reprodujeron muchas de las situaciones que había vivido en los últimos meses, viendo a Hanna embarazada fue un viaje gracioso, delicado y hermoso, todo al mismo tiempo.
—Chicos, voy a ir a completar los demás trámites —informó Ryoko—, si necesitan algo, me llaman. Hay comida en la nevera, pueden calentarla en el microondas.
Era difícil de creer que estaba viviendo esa etapa, se sentía como un usurpador, viviendo el destino que le pertenecía al pelinegro, pero al mismo tiempo no podía evitar molestarse.
Agh, Seishu, no pienses en eso de nuevo.
Hanna no lo sabía pero él, secretamente, odiaba el hecho de que Baji hubiese acabado con su vida. Podía entender sus motivos, por supuesto, pero dejó atrás a la chica y su propio hijo.
Y eso jamás lo entendería.
—¡Que te vaya muy bien —le sonrió—, Daisuke te envía un gran beso!
—¡Cuídate, cariño! —se despidió con una sonrisa—. Seishu-kun, los dejo en tu cuidado.
—¡Sí —Seishu le sonrió—, con cuidado!
Cuando ambos se quedaron solos hubo un momento de silencio que ninguno quería romper. Hanna se dedicó a ver a su bebé, todavía la parecía algo irreal tenerlo entre sus brazos.
Tan pequeño y frágil...
A Hanna nunca le habían gustado las cosas pequeñas y frágiles, pero sorprendentemente siempre fue débil con los bebés. ¡Y ese bebé, en particular, era suyo y de Keisuke!
No lo podía creer.
—El hijo de Baji, huh —lo miró con una sonrisa—. Keisuke, nuestro hijo es realmente hermoso.
Sus labios temblaron, el rubio la abrazó entonces, dejando que llorara un momento en silencio. Hana odiaba que le vieran en sus momentos de debilidad, pero igual que con Keisuke, Seishu siempre estuvo ahí para ella como una fuerza invisible.
¨¿Inupi? Es un buen chico¨
¨Creo que él podría curar tus heridas¨
¨Necesitas a alguien que pueda ayudarte¨
Las palabras de Emma y Draken se reprodujeron en su mente como un viejo disco que a veces olvidaba tocar. Emma también comparó a Inupi un par de veces, diciendo que él no parecía ser el tipo que huirían tras confesar sus sentimientos.
—¿Recuerdas el día en que tú y yo nos conocimos —rompió el silencio en una suave voz—, Seishu?
—Sí —él sonrió—. Dijiste mi nombre mal como tres veces.
—¡Tenía cuatro años —se quejó—, no molestes! No sabía ni decir el mío bien.
Él la vio inflar sus cachetes y sonrió.
—Eras tan bonita, aún lo eres, pero recuerdo que en ese tiempo yo creí que sería buena idea ignorarte —él comentó.
Hanna arqueó una ceja.
—Fallé estrepitosamente...
Seishu podía recordar perfectamente su enorme sonrisa cuando dijo su nombre bien por primera vez y el hecho de que, luego de eso, jamás paró de llamarlo así. Al punto en que creía que se aburriría de su nombre alguna vez.
—Parecías una acosadora todo el tiempo—afirmó—. Todo el tiempo detrás mío mientras gritabas... ¡Seishu, Seishu!
—¡Mi voz no suena así!
—Pero lo hacía —él se acercó a ella y la abrazó por los hombros, besando su mejilla—. Me alegra haberlo hecho, adoré cada uno de los segundos en que tu tierna carita me perseguía. Créeme.
Hanna sonrió.
—Pareciera que fue ayer —murmuró, mirando a su bebé.
—Es verdad —Inupi sonrió.
—¿Quién diría que estaríamos aquí hoy, huh?
—Hm.
Para ser realistas, Seishu siempre supo que el corazón de Hana tenía dueño.
—Lo sé —afirmó—, es loco.
Incluso mucho antes de que la misma Hana se enterara de esto. Es porque érase una vez un chico que se hacía llamar el mejor amigo de Hana con el que existía una chispa especial.
Su nombre era Keisuke Baji.
La realidad en el pasado era que, para Hana, cualquiera que pudiera hacer latir su corazón un momento era especial. Sin embargo, Keisuke tenía algo diferente que siempre resaltó.
El 'era inevitable enamorarme' de Hanna Yagami.
—Nunca imaginé que llegaría el momento en que yo vería al amor de mi vida sostener al amor de su vida en sus manos —murmuró, mirando también al bebé—. Es... un poco abrumador.
—Sí...
Ambos se quedaron en silencio, disfrutando de su compañía con la mirada fija en el pequeño que solo dormitaba sin ningún interés en el mundo exterior a sus sueños. Hanna pudo ver el espejismo de Keisuke, sentado a su otro lado con una sonrisa orgullosa viendo a su bebé.
—Mira esto, Keisuke, nuestro hijo...
Cómo le gustaría que Keisuke pudiera tocarlo.
—Es realmente hermoso —susurró—, como tú...
Daisuke comenzó a llorar y a Hanna le tembló la ceja haciendo que Inupi soltara una risa.
—Está llorando.
—¿En serio?
Lo miró con una sonrisa sarcástica.
—Pues es un bebé —su sonrisa se apretó—, los bebés lloran. ¿Sabes?
—Ya le diste de comer —murmuró, pensativo.
—Sip.
—¿Tomó una siesta?
—Sip —asintió—, por un momento tan efímero...
—¿Puede ser... su pañal?
Hanna arrugó la nariz ante la pregunta.
—¿Podrías...?
—¿No podemos saltar esa parte?
Seishu sonrió, aún así tomó al bebé en sus manos y le dio un beso en la mejilla.
—Descansa un momento —caminó hacia la cuna—. A ver, campeón...
Su madre le comentó que las mujeres que daban a luz eran más propensas a deprimirse, lo cual teniendo en cuenta la situación de Hanna era preocupante, por eso necesitaba de una red de apoyo confiable.
Él se encargaría de eso.
—¿No quieres casarte conmigo? —bromeó entonces, viéndolo revisar el pañal de su hijo.
Seishu la vio con una sonrisa.
—Muy bien —le guiñó el ojo—, en doce años.
Ella sonrió al ver que recordaba esa conversación.
—Oh, eso me recuerda...
Tenía una conversación pendiente con Takemicchi.
—Debo hablar con la pulga.
Aunque el futuro era bastante incierto ahora, Hanna sabía que enfrentaría lo que se le viniera encima con la misma devoción y tenacidad que había hecho siempre.
Al menos no estaría sola.
.
.
.
Al día siguiente.
Koko no tenía idea de que estaba haciendo ahí en ese momento, se arregló la chaqueta y miró el bouquet de flores en silencio, ansioso. Tocó la puerta tres veces antes de verla abrirla, ambos se miraron en silencio un momento, ella sonrió.
—¿Puedo...? —ocultó su rostro tras las flores, avergonzado.
¿Desde cuándo se sentía tímido con ella?
Lo odiaba, pero en los últimos días había pensado bastante en muchas cosas, incluyéndola.
—Claro —ella asintió, dejándole pasar—. Puedes sentarte en la sala, iré por un jarrón.
—Sí —él hizo como ella le pidió.
Mientras se sentaba ahí le dio un vistazo a la casa y como la sala ahora estaba llena de cosas para el bebé. Vio la cuna en la sala y notó al pequeño bebé dormitando en ella, no pudo evitar acercarse a verlo.
—Así que tú eres Daisuke —miró al pequeño pelinegro—, el hijo de Baji... Huh.
Hanna estaba en la cocina preparando el jarrón para conservar las flores que trajo, sin saber de su mirada o cómo veía al pequeño en la cuna que ellos dos habían escogido meses atrás.
—Eres muy lindo, te pareces a tu madre —sonrió—. También bastante peludito... Sólo no heredes su temperamento, por favor.
—¿Qué le estás diciendo?
El pelinegro se paralizó al sentirla tan cerca, los ojos entrecerrados de la chica hicieron que sonriera nervioso.
—Que es hermoso como tú —se rió nervioso, luego apoyó sus manos suavemente sobre el borde de la cuna, volviendo su vista al bebé—. Por más que lo imaginara todo este tiempo, tengo que admitir que aún es difícil de creer.
—¿Verdad? —ella sonrió—. Todavía no me lo creo que ya está aquí, por fin.
Hanna se mantuvo entonces en silencio, observando a Hajime, podía ver en su rostro una mezcla de emociones difíciles de descifrar. Tras un momento él levantó la vista hacia ella.
—Hana, yo... realmente lo siento por todo —susurró, buscando las palabras correctas—. Sé que no puedo arreglar el pasado y que... aún así, seguiré tomando la misma decisión, pero también sé que los lastimé.
—Lo entiendo, Hajime —le puso una mano sobre la de él—, y está bien. Quizá así debe ser. ¿Sabes?
Sintiendo el peso de sus palabras como una inminente despedida, Koko asintió.
—Quizá sólo tenemos que ir cada uno con nuestras vidas —ella tomó entonces las flores y se acercó a la mesa donde puso el jarrón para arreglarlas—. Gracias por las flores, son bonitas.
—Sé que... ya había ido a dejarte el regalo en el hospital —carraspeó—, pero esa mañana no pude verlo porque estaba en su incubadora así que...
—Descuida —le sonrió—. ¿Vas a quedarte un rato?
Koko titubeó un momento y negó con la cabeza.
—Esto —sacó de su chaqueta una pequeña cajita—, lo preparé para ti y... Sei.
Hanna tomó la caja entre sus manos con dudas y cuando las abrió notó un par de alianzas con los nombres de cada uno grabados, sus ojos se cristalizaron al notar el mismo en el dedo de Koko.
—Quería tenerlos cerca de algún modo u otro —se metió la mano al bolsillo, avergonzado de notar que ella vio el suyo—. Sé que... Seishu siempre te ha amado y él te tratará como te mereces. Mucho mejor que Mikey o yo... podremos jamás.
Hanna lo miró en silencio.
—Así que... Considéralo un regalo adelantado de bodas —se acercó y la besó suavemente antes de apartarse—. No pierdas el camino a pesar de que vayamos por caminos distintos. ¿Okay?
—Okay —ella le sonrió con tristeza.
—No es un adiós definitivo —le dijo, sacándole la lengua—, estoy a una llamada tuya de distancia.
Lo vio salir por la puerta con los brazos tras la nuca en una actitud despreocupada que no lograba engañarla del todo.
—¿Qué fue todo eso...?
Sintiendo que aunque de cierto modo no estaban peleados, había una pizca de despedida en aquella conversación. Escuchó a Daisuke llorar entonces.
—Sh, está bien, cielo —lo cargó entonces y lo meció entre sus manos—. ¿Estás triste porque mamá llora?
Comenzó a mecerlo en sus brazos mientras dejaba suaves besos en su cabecita.
—Perdón, mi amor —se disculpó en voz baja—, es sólo que... La vida es extraña.
Acarició en silencio la pequeña cabecita de su bebé y sonrió.
—Tú no te preocupes, Daisuke —aseguró con tranquilidad—. A ti nadie te va a herir jamás, yo te voy a dar todo mi amor, nada me importará más que tú.
Lo besó suavemente en la frente.
—Tu vida no va a ser para nada como la mía —prometió—, vas a crecer bien y tener una buena vida... Yo haré lo que tenga que hacer para que eso sea así.
Suspiró entonces cuando lo vio volverse a dormir, lo dejó en la cuna entonces y se sentó.
Sei♡
Cariño
Ya voy en camino
Hana♡
Estamos bien nwn
Te estamos esperando♡
Su mente fue a Mikey, se estaba tomando en serio la distancia que le pidió, era algo bueno, pero al mismo tiempo había algo en su silencio que le preocupaba, como la sensación de que algo andaba mal.
Un escalofrío en su espalda.
—¡Keisuke! —se asustó entonces al ver al pelinegro sentado a su lado—. Joder, mi corazón.
El pelilargo sólo ladeó la cabeza, sonriendo, acariciando su rostro en silencio.
—¿Tú también piensas como Koko —inquirió—, Kei?
Keisuke sonrió.
—Qué Seishu... mejor que Manjiro o Koko...
Lo vio asentir.
—Oh.
Quizá, pensó en Mikey por un momento, sólo tenía que darle tiempo.
Aún eran jóvenes.
Él le dijo que no se casarán hasta que tuviera diecisiete así que esperaría. El ¨22 de junio del 2009¨ sería una buena fecha. Si para ese entonces Mikey decidía formar una familia junto a ella.
Lo harían y ya.
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