Capítulo 6

Una tormenta crecía dentro de Dabria sin piedad. No era culpa de las lágrimas que derramaba o el deambular por la vivienda de Uma a paso lento. El despertar de su futuro se alimentaba con la frustración que cargaba en cada momento de su vida.

Dabria deseaba tener suerte y ser normal. A pesar de que ni ella estaba segura de lo que significaría ser como los demás, ya que no había forma alguna de saberlo, las ganas de mezclarse con la multitud para dejar de ser el tema de conversación se arraigaban dentro de ella. En especial quería pasar ratos llenos de tranquilidad sin tener que lidiar con mujeres que le erizaban la piel; lejos de mundos y pesadillas espeluznantes

Apretó los puños al sentir un dolor punzante en ambos ojos. No estaba segura de sí culpar a las lágrimas del ardor o a otra cosa inexplicable. Dabria se detuvo y cerró los párpados para ver si así mejoraba un poco.

Cayó en cuenta, cuando quiso recordar dónde quedaba la biblioteca de Uma, de que no sentía que su cuerpo era de ella. Sus huesos parecían ajenos y su cabeza una entidad separada, excepto sus ojos, que le servían como una especie de ancla en la realidad. Dio unos pasos hacia un lado intentando encontrar la pared mientras se aguantaba el dolor. Una vez sintió la piedra, rasparle el brazo, recostó su espalda.

—Dabria, hija —escuchó la voz de su madre a lo lejos—. Déjalo salir, es tu destino.

Sacudió la cabeza creyendo que se trataba de algún juego de su mente por las ganas que tenía de volver a casa.

—Dabria... —repitió la voz—, todo estará bien.

—¿Mamá? —preguntó en su cabeza, ya que las palabras no salían de su garganta y no estaba segura de sí aquello podía ser real—. Despiértame, por favor, ojalá estés frente a mí y te escucho porque me llamas.

—Has estado despierta todo este rato, no hay nadie en la casa —dijo y Dabria sintió una corriente fría recorrer cada parte de su espina dorsal—. Estás en mi ciudad natal, Merkest.

Dabria intentó abrir los ojos, pero sus párpados permanecían pegados. Aflojó los puños y se frotó la cara con las manos varias veces hasta que pudo jurar que la piel estaba roja.

—Te vas a hacer daño —comentó su madre y Dabria se la imaginó cruzada de brazos—. Tus ojos están así porque el humo quiere salir y no lo dejas. Respira conmigo para que se te quite.

—No —respondió apretando la mandíbula—. No sé cómo, pero me voy de aquí.

Escuchó un estruendo que no supo distinguir de donde provenía, así que asumió que lo hizo su madre. Aun así, no pudo evitar dar un respingo del susto.

—Inténtalo siquiera, luego te ayudo a volver —dijo Marina y Dabria sintió un par de manos en sus hombros—. Inhala.

Ella sacudió la cabeza e intentó abrir los ojos.

—¡Inhala! —repitió su madre, esta vez con un tono severo. Dabria obedeció—. Exhala.

Expulsó el aire por la boca y repitió el proceso siguiendo las indicaciones que le daba Marina. Al cabo de unos minutos, la pesadez de tener que vivir en un cuerpo la abrazó como a una vieja amiga.

Dabria no sintió cuando le fallaron las piernas y cayó al suelo. La frustración se tornó en rabia e impotencia, creando así la mezcla perfecta para el descontrol. Abrió la boca y los ojos al mismo tiempo, liberando el humo negro que le cubrió todo el cuerpo y, como una enredadera, comenzó a trepar por las paredes y el suelo.

Ni Marina ni Dabria sabían que Shara estaba observando a lo lejos la escena. Llevaba haciéndolo un largo rato, desde que Uma se le apareció en su laboratorio y le contó lo ocurrido. Nunca sería capaz de decirle a su esposa que ella había descubierto el hilo de los acontecimientos desde hace un par de años, ya que sería terca e intentaría cambiar el destino.

Shara sacó de su bolsillo una libreta y un lápiz, dibujaría el descubrimiento para luego anotar a los lados sobre el tema. La curiosidad llevaba a Shara por sitios que los demás no comprendían, pero al sostener su título de Sacerdotisa Mayor de la luna, todos respetaban su excentricidad. Ella era consciente de que se entrometió demasiado en los asuntos de su esposa desde aquel momento en el que le entregó a Dabria el collar. Pero estaba segura de que, a futuro, valdría la pena anotar sus hallazgos. Aunque sea para recordar lo ocurrido y comprender las futuras profecías.

Después de capturar a trazos el estado de Dabria, guardó el cuaderno y el lápiz para acercarse a la concentración de humo. Si su teoría era cierta, podría contener a Dabria utilizando la energía lunar acumulada en el collar que le regaló cuando era una niña. Shara sonrió, se había preparado bien y no existía nada más que le emocionara que las cosas salieran sin contratiempo.

Shara estiró los brazos y giró sus muñecas para calentar. El par de cracks le recordó que debía hacer ejercicio más seguido. Aclaró la garganta y comenzó a murmurar unas palabras en Merski antiguo. La idea principal era que la energía lunar espantara el humo, para luego entrar dentro de Dabria y dejarla inconsciente. De esa manera, podrían ser capaces de ganar tiempo y entender mejor la situación. Shara tenía un mal presentimiento del estado de la futura muerte.

Entre tanta oscuridad, un destello de luz se hizo camino. Shara entonó más fuerte cuando sintió que le temblaba el pulso. El humo negro comenzó a meterse por la nariz de Dabria, quién apenas parecía respirar.

... AsrriDabriaMunnisScealldo —gritó cuando el último hilo de humo desapareció dentro del cuerpo de la heredera—. ¡Lunner!

El destello de luz atravesó la cabeza de Dabria y se fundió con el suelo.

Shara bajó los brazos y tomó una bocanada de aire que expulsó con dificultad. Lidiaría con el desgaste luego, ahora debía trasladar a Dabria a su laboratorio y llamar al consejo entero para discutir su teoría.

Pestañeó un par de veces y decidió sentarse en el suelo un momento antes de que el mareo apareciera a molestarla. Sacó su cuaderno y comenzó a tomar nota de lo que ocurrido. A pesar de que era la Sacerdotisa Mayor de la luna y el puente de poder entre las energías y el mundo, muchas veces improvisaba. No existía ninguna fuente divina de conocimiento con los tatuajes que decoraban su piel para demostrar su estatus, aunque muchos creían lo opuesto. Shara no iba a llevarles la contraria, ya que eso implicaría tener conversaciones que no deseaba y era probable que dejaran de tomarla tan en serio como lo hacían.

Sacudió la cabeza al darse cuenta de que el hilo de pensamiento la distrajo y había dejado de escribir del todo. Tomó la decisión de continuar luego, para así poder ser capaz de hacerlo en su escritorio. Se levantó con un poco de dificultad, ya le empezaban a doler las extremidades y, aunque ya estaba acostumbrada, no dejaba de fastidiarle de vez en cuando.

Sin más preámbulos, se acercó al cuerpo de Dabria y chasqueó los dedos. El laboratorio tomó forma a su alrededor casi de manera imperceptible, las estanterías y escritorios que tanto conocía estaban revueltas, cosa que le sorprendió. Dejó el cuaderno en la mesa más cercana y suspiró. Cargaría a Dabria hasta la habitación que tenía preparada para cuando necesitaba tomar un descanso y luego buscaría a alguien con el fin de que la vigilaran. Tan solo el pensamiento la dejó un poco cansada, así que se acercó a una estantería a su izquierda y agarró un bote de cristal pequeño que contenía líquido verde oscuro.

Contó hasta tres y se tomó su remedio sin dejar ni una gota. Cuando le hiciera efecto, continuaría con su labor.

—Perdona que te haya desordenado el laboratorio —dijo una voz masculina que Shara conocía muy bien—. Pero era urgente, algo le pasó a Amalia en medio de toda la tienda.

Y, como si le hubiesen dado una cachetada sonora, Shara encajó las piezas del acertijo.

—Tenemos que darle una visita a Ezra —comentó Shara sin poder contener la emoción de dicho descubrimiento—. Trae a Amalia y quédate con ambas mientras reúno al consejo, tengo una corazonada.

Shara ignoró las reacciones de Allistair, su cabeza trabajaba a mil a por hora. Sin continuar la conversación, se desapareció del laboratorio para buscar a Uma y exponerle la conexión que acababa de hacer. Lo pensó en el momento que miró a Dabria a la cara por primera vez, había algo en ella que le recordaba a Ema, la antigua muerte. Pero aquella idea se quedó guardada en alguna página de su cuaderno, ya que no tenía forma de comprobar si los vampiros mantenían el tratado en pie porque pisar sus terrenos implicaría crear un conflicto de nuevo. Si se daba la mínima posibilidad de que los vampiros habían roto cualquier compromiso con Merkest, entonces no había problema en poner un pie en el reino de Ezra.

—Tenemos que hablar —anunció Shara una vez reapareció frente a Uma,  quién se abrazaba a sí misma mientras miraba por la ventana—. Mis teorías son ciertas.

Shara estudió la expresión de urgencia de su esposa y, por un instante, se dejó llevar por la oscuridad placentera que tanto adoraba. Dejó que Uma le diera un abrazo, a pesar de que no le gustaban tanto, haría todo por ella. Enfrentaría a los vampiros sola si hiciera falta, se encargaría de Dabria con tal de ver a su amada tener un poco de tranquilidad. Pero Shara sabía que debía ir con cuidado, ya que un paso en falso podría destruir lo que conocían como normalidad. 

—Reunamos al consejo —sugirió Shara una vez Uma la soltó—. Todo se nos va de las manos y no quiero que nos tome desprevenidos.

Aquellas palabras mataron el momento, pero habría tiempo para romances. O eso era lo que Shara creía. Uma solo se limitó a asentir cambiando toda expresión a una neutral, la misma que implementaba cuando se llevaba almas. 

Por fin logré acomodar este capítulo, llevaba muchas semanas arreglándolo D:  (Blue del futuro concuerda con esta nota JAJAJAJAJA).

¿Qué les parece Shara? ¿Qué creen que se ocurrió?

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