Capítulo 3
Los fantasmas que deambulaban por el Colegio de la Estrella perseguían a Dabria con la idea de observar mejor a la niña que logró ganarse el favoritismo de la muerte. Se les ocurrió causar revuelo solo porque habían pasado mucho tiempo sin saber de ella. Una rabia se arraigó en cada muerto deambulante que vivía en la escuela, por lo que comenzaron a desatar caos sin piedad. Empezaron con cosas simples, hacían ruidos cuando las clases estaban en sesión o movían objetos en la primera oportunidad que encontraban.
Incluso, algunos espectros decidieron ser el tormento personal de las acosadoras de Dabria. Desde burlarse de ellas tirándole la comida del almuerzo hasta hacer titilar las luces cuando les tocaba hablar en clase.
La muerte, por su parte, veía con cierta gracia el alboroto. No los detendría, les había dado órdenes de no detenerse y continuar soltando caos en todo el colegio. Según ella, había que divertirse de vez en cuando y la venganza solía gustarle siempre que venía cargada de justicia. Incluso, esperaba ansiosa ver cómo reaccionarían cuando vieran a Dabria volver a estudiar. A pesar de que no tenía que justificarse, se convenció a sí misma de que la profecía venía a destruirla de todas maneras. Aunque un ente vigilaba a su heredera, tenía la sensación de que el colegio sería el lugar en donde aparecerían sus primeros indicios de poder.
Mientras, los compañeros de Dabria que habían pasado de grado se divertían con las teorías y lo extrañas que se volvieron las clases con los maestros paranoicos. Todo el colegio llegó a una conclusión, que mientras más vueltas le daban más sentido tenía, de que Dabria había desatado una maldición por todo el colegio. También, muchos estudiantes comenzaron a predicar la idea de que debían respetarla por si terminaban malditos.
Eso no le molestaba a Dabria, porque significaba que la dejarían en paz. Le tomó sus dos primeros días de clase para sentirse un poco más segura. Caminaba por el colegio intentando acostumbrarse a ser una niña de sexto grado, que constaba con tener un casillero y moverse a diferentes salones. Los pasillos que ahora debía de recorrer le parecían un tormento, ya que había demasiado ruido y gente intentando llegar de un sitio a otro. Tragó grueso al imaginarse cómo sería cuando tuviera que ir a un nuevo colegio igual de embrujado y cursar la secundaria.
Sacudió su cabeza varias veces y se distrajo recordando su horario. Le tocaba matemáticas y, como venía de educación física, había aligerado la carga de la mochila gigantesca que le regaló su padre. Sonrió cuando vio su casillero, buscaría la carpeta para la clase y luego terminaría su día. Se imaginó sentándose en su pupitre y viendo como los números de la pizarra bailaban frente a ella. Aunque ya no tenía sueños y pesadillas, su costumbre de entretenerse con su cabeza seguía más viva que nunca. Su concentración era tal, que se desconectaba de sus alrededores y muy poco se enteraba de lo que ocurría.
Por desgracia, ese día de perderse en su cabeza fue una desventaja entre tanto alivio. Las compañeras que la molestaban el curso pasado estaban detrás de ella, pero no les prestó atención hasta que comenzaron a hablar.
—¡La medio muerta! —dijo una en un tono que Dabria no pudo descifrar—. Pensamos que no volverías y que nos dejarías con la maldición.
Dabria comenzó a jugar con sus dedos, nerviosa. La situación se parecía a la de aquella vez, pero ahora era una niña grande y se encontraba frente a su casillero. Intentó como pudo continuar con lo que tenía en mente, se repitió a sí misma cada punto de lo que le tocaba hacer.
—Déjala Mikayla, mi madre dice que no te metas con brujas latinas —murmuró otra y pudo jurar que le tembló la voz.
Dabria no entendía por qué decía aquello, no era una bruja y tampoco conocía a una que fuera latina. Quizás la mujer que la perseguía lo era, de eso no estaba segura. Suspiró. No quería voltearse. Deseaba evitar mirarlas e intentar hacerlas entender de que lo que decían carecía de sentido.
Estiró su mano izquierda para girar la rueda de su casillero mientras intentaba recordar el código que le dieron días antes de empezar las clases. Se repitió a sí misma que ahora su suerte se había volteado y que todavía le quedaba de la buena.
—¿De verdad te crees que ella hace brujería? —preguntó Mikayla carcajeándose—, ¡esas cosas no existen!
Sin poder terminar de procesar lo que decían sus compañeras, un humo negro salió de la nariz de Dabria y le nubló la vista.
Uma maldijo a sabiendas de que aquello traería problemas, ya que una niña sin control era el equivalente al fin de los despiertos. Observó con curiosidad qué era lo que haría el humo de Dabria. Al ser negro podría significar muchísimas cosas, pero dudaba que les quitara la vida. Vio como el poder de su heredera arropaba a sus compañeras y cubría por completo. Rodó los ojos al notar que algunos estudiantes comenzaban a detenerse por curiosidad.
De nuevo, la muerte maldijo.
Se acercó a Dabria y le tocó el hombro. Había intentado no interactuar con ella desde su cumpleaños, pero en ese momento era necesario detenerla antes de que el colegio entero viera con sus propios ojos las capacidades que conllevaba el título de la muerte. En especial porque sabía lo crueles que podían ser los alumnos que cursaban la escuela intermedia. Conocía al pie de la letra los casos de acoso escolar y como terminaban algunos.
—Dabria, respira. —La abrazó y esperó hasta sentir movimiento. Una vez sintió que la niña intentaba mover los brazos, susurró—. Sígueme.
Dabria obedeció solo porque le pareció muy buena excusa para salir de la situación. Además, la conocía y en ese momento sentía tranquilidad al estar con ella. Continuó jugando con sus dedos mientras caminaba por el pasillo siguiendo a la mujer de vestido negro, su pesadilla en carne viva. Giró la cabeza para dar un vistazo rápido a sus compañeras, pero apartó la mirada al darse cuenta de que estaban en un estado medio catatónico con la boca abierta.
Uma guio a Dabria hacia el primer salón que tenía pinta de estar vacío. Sin encender la luz, abrió la puerta. Su idea era decirle un par de cosas para que entendiera un poco qué le ocurría. Le parecía justo, ya que no se merecía tanto odio de parte de sus compañeros y mucho menos cuando su vida se viera más ligada a lo onírico.
Reconoció el mismo instinto que tenía con su círculo, de protegerlos a toda costa. Ser la muerte y a su vez custodiar el mundo de los sueños le daba a Uma una responsabilidad con el balance del universo. Aunque eran dos cosas diferentes, estaban más ligadas de lo que cualquiera pudiera creer. Por ello cuidar a su heredera con todos los recursos que tenía no sería suficiente.
—Tienes poderes, Dabria —dijo Uma cruzándose de brazos con la vista fija en la niña, quién evitaba mirarla a los ojos—. Eres mucho más que una bruja, no le prestes a atención a sus comentarios de mal gusto.
—¿Solo yo te puedo ver? —preguntó, parecía perdida en algún pensamiento—, ¿eres de ese mundo onírico? ¿Estoy loca verdad?
Uma cerró los ojos y masajeó su sien.
—Sí, solo tú puedes verme. — Al abrirlos le sonrió—, sí soy del mundo onírico, digamos que soy su líder.
Dabria asintió y se quedó en silencio por unos segundos.
—¿Estoy loca? —soltó la pregunta de nuevo al caer en cuenta que no se la había respondido.
La muerte negó y ocultó la pizca de emoción que le dio el ver que su heredera interactuaba con ella, ya que así en el futuro se facilitarían las cosas. En especial cuando le tocara explicar la profecía.
—Uma... —dijo una voz femenina al fondo del salón—, es urgente.
Dabria se volteó a ver quién era la persona que conocía a su pesadilla. Se sorprendió al ver a una mujer bajita con un tatuaje en la cara de lunas que se perdían en su cuello, tenía el cabello era castaño y la piel bronceada. Vestía un traje raro color azul oscuro con un dibujo del lado derecho. Le resultó familiar. Intentó recordar si la conocía, pero por más que batallara con sus recuerdos no encontró nada.
—Si es lo que creo que es, ya ha mostrado habilidades —comentó Uma intentando no dar mucha información por si Dabria decidía volver a interrogarla.
Shara le dedicó una sonrisa a la niña. Sin dar explicaciones, se quitó el collar que tenía puesto y se acercó a Dabria que dio un par de pasos hacia atrás.
—Un regalo de la luna —dijo Shara extendiendo el brazo que sostenía el collar.
Dabria, sin saber qué hacer, volteó a ver a Uma, quién asintió sonriente. Pestañeó un par de veces, lo tomó con cautela, no se esperaba nada de lo que acababa de ocurrir y mucho menos que le hicieran un regalo. Una corriente helada y placentera atravesó su cuerpo al momento en el que sus dedos tocaron la cadena plateada. Sin embargo, no lo soltó. Tenía curiosidad, pero al no saber qué hacer le costaba expresarla.
—La luna siempre estará contigo.
Ella no dijo nada, ni siquiera asintió. No entendía cuál era el punto de dicho regalo y de aquellas palabras.
—Ve a clase, Dabria —ordenó la muerte.
Sin más preámbulos, salió del salón confundida. Repetía en su cabeza lo que había ocurrido; no lograba encajar la lógica. No tenía miedo, pero se quería ir a casa. Dormir le sonaba bien. Ignorando cómo se sentía, guardó el collar en un bolsillo de mochila y continuó su día con la sensación de algo malo iba a pasar.
Este capítulo ha sido un suplicio, porque lo tenía escrito y luego no me gustó. lol Luego cuando llegué a una versión que me gustaba lo perdí, se borró solo. Quizás a algún fantasma no le pareció, yo qué sé jajajajaja. Si leen la nota anterior dice que este sería la mitad del capítulo anterior y ese era el plan, pero como el plan no me salió pues ya no lo es. Después de lágrimas y estrés, dije: bue, cap 2 y cap 3(?) Así que cambié el título de 2.1 a 2. Tampoco sé por qué me explico tanto JAJAJAJAJAAJAJAJA.
¿Qué opinan de Uma agarrándole cariño a Dabria?
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