Capítulo 6 El laboratorio
La casa de Yzma era más como una cueva maloliente que una casa, pero la mayoría de las casas en la isla eran así. Evie los guió por el camino hasta la entrada de su laboratorio.
—Era una de estas palancas —murmuró tentando el colmillo izquierdo de la bestia que adornaba la puerta. Mal la detuvo al instante.
—Evie, la única cosa buena que nos enseñó esta isla es: no cometer los mismos errores. No vamos a tocar ninguna palanca hasta que estemos seguros de cuál es la correcta.
—No iba a tocarla —se defendió. Jay las miró discutir y jaló la palanca. Una trampilla bajó los pies de ambas se abrió y cayeron en un charco lodoso con dos cocodrilos tan viejos que ni se molestaron en atacarlas —. Era la otra...
—No me digas —maldijo y ayudó a Evie a escalar de regreso —. Basta de jueguitos. Cuando bajemos la otra palanca necesitamos un plan.
—Son Yzma y mi papá —dijo Jay —. Mi papá tiene la barriga tan grande que no puede correr. Yzma es tan vieja que no podrá alcanzarnos. Estamos a salvo, solo debemos cuidar que no nos vean y robar el control.
—Como siempre, decirlo es más fácil que hacerlo —Evie se ató el cabello y miró a sus amigos. Entendieron que era hora y accionaron la palanca que los llevó hasta el laboratorio en vías de montaña rusa oxidadas y chirriantes. Cuando el recorrido terminó no encontraron a nadie en el laboratorio. Los tubos de ensayo y refrigeradores con pociones estaban grises y polvorientos, nadie había pisado ese sitio en años.
—¿Para qué reconstruir tu laboratorio y dejarlo solo? —dijo Evie mirando algunos de los frascos sellados. Pelicanos, cocodrilos, iguanas, llama, docenas de animales en las etiquetas.
—Shh —ordenó Mal. Aunque el laboratorio estuviera vacío, había una luz emergiendo de la habitación del fondo donde escuchaban una carcajada escandalosa.
Se acercaron con cuidado y observaron que era una bodega con un laboratorio más grande. Yzma había reformado por completo su modo de trabajar. Cajas con cientos de frascos etiquetados y un sistema que seguía produciendo de manera automática muchas más pociones. Si ese era su armamento para conquistar Auradon todos serían llamas antes de que amaneciera. Se escondieron detrás de un cargamento, Yzma se quitó el casco de soldadura y carcajeó de nuevo y presionó el botón, esta vez, nada sucedió.
—¿Lo conseguiste? —preguntó Jafar cerrando el libro de mecánica.
—No, déjame ver ese libro —Yzma le arrebató el libro a Jafar y lo ojeó —. ¡Este libro es sobre mecánica, no electrónica! —Yzma se lo lanzó a la cara —¡Perdimos toda la tarde por tu culpa!
—Me especializó en magia, no en ciencias como tú —Jafar sacó de su bolso otros dos libros —¿Alguno de estos te sirve?
Yzma los miró, ninguno era adecuado para reparar el control, aún así tomó uno de los títulos y lo usó para acomodar la inclinación de su mesa de trabajo.
—No puedo trabajar en una mesa que se tambalea —dijo. Jafar puso los ojos en blanco y la ayudó llevando las herramientas que necesitaba. Jay miró que el control seguía abierto y separado de sus componentes. Si lograba acercarse y robarlo podrían lanzarlo al mar y dejar que los tiburones se lo comieran, entonces sería problema resuelto. Yzma caminó hasta sus máquinas de pociones para preparar el líquido y crear una nueva tanta de pociones para convertir a los hombres en pulgas, Jafar estaba cabeceando sobre la silla junto al control y Jay sabía que caería dormido en cualquier momento, así que intentó acercarse despacio mientras Yzma seguía distraída. Hasta que escuchó un estruendo y Mal lo tackleó al suelo.
—¡¿Mal, qué diablos?! —preguntó Jay antes de darse cuenta de que Gastón, el feroz cazador ya estaba apuntando de nuevo hacía ellos. El cargamento donde impactaron los perdigones se desmoronó dejando un charco rosado que no les dejó retroceder.
—Los mocosos están aquí —dijo Gastón aún apuntando a ellos dos. Jafar se despertó y miró a su hijo en el suelo con Mal. Yzma se acercó y se burló.
—Parece que sí generamos algo de interés en Auradon —murmuró —. Tengo las dosis adecuadas para convertirlos en cucarachas.
—Yo tengo algo más efectivo que eso —Gastón jaló el gatillo, pero Evie logró lanzar sus tacones desviando la dirección del cañón. Jay ayudó a Mal a levantarse y ella logró tirar la mesa de Yzma cuando tomaba algunas de las piezas sueltas del control. No había tiempo, debían correr, antes de llegar a la puerta de salida apareció Madam Medusa cargando dos platos de comida del restaurante de Uma, los chicos la empujaron y lograron salir.
—¡Ey, no! —Madam Medusa gruñó y trató de alcanzarlos, pero se rindió casi al instante.
—¡Se llevan el control! —gritó Jafar —. Maléfica nos matará.
—Despreocupate amigo —ordenó Gastón cargando su escopeta de nuevo —. Los encontraré.
—¿Ah sí? ¿Con ayuda de quién, cazador de patos?
—Tengo un amigo muy bueno en estos asuntos —Gastón se rió y fue tras los chicos.
(***)
—¡Gastón estaba ahí! ¿Cómo no lo vimos? —preguntó Jay.
—Solo disparo, debía estar en un punto ciego para que no nos diéramos cuenta —dijo Mal.
—¿Qué haremos ahora? ¡Eran toneladas de pociones! —mencionó Evie —. Ni siquiera pudimos quitarles el control.
—Robé una parte de los componentes, al menos nos dará tiempo de idear algo mejor mientras ellos buscan refacciones.
No era un gran consuelo, pero les servía de recordatorio para ser más cuidadosos.
(***)
Ben terminó de hacer su trabajo y bajó a cenar. No habló mucho con sus padres, ni siquiera mencionó la escuela. Después de cenar subió a su habitación y trabajó en la tarea del Hada Madrina, cuando acabó su trabajo tomó una pelota y la lanzó contra la pared de su habitación para atraparla y lanzarla de nuevo en un ciclo interminable. Su madre llamó a la puerta, Ben le dijo que podía entrar.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy bien —continuó con su juego hasta que no logró atrapar la pelota y se quedó tirada en el suelo —. Estoy molesto —corrigió.
—Hm... Pensé que Mal se quedaría a cenar ¿aún no...?
—No, mamá. Aún no —Ben se dio vuelta en la cama, quedando de espaldas a su madre —. Ya quiero dormir.
—Amor —Bella lo tocó en la espalda, le susurró dulcemente y Ben se giró para verla —. Ya conocerás a alguien más.
Ben no sabía qué responder. Conocer a alguien más significaba que lo que tenía con Mal se había acabado y él no quería eso.
—N-no, no terminamos así.
—¿Entonces siguen juntos?
—¡No! Bueno, es complicado. Es que... Mi primera novia amaba más mi corona que a mí, y mi nueva novia me amaba en realidad, pero no quería en absoluto la corona ¿por qué no pueden querer ambas partes de mí?
Bella se quedó en silencio un segundo. Abrazó a su hijo y continuó.
—Lo que voy a decir no significa que esté de su lado —inició —, pero la entiendo. Yo me sentía similar cuando iba a casarme con tu padre ¿te imaginas? Una campesina que se convierte en princesa al día siguiente de su boda y un año después en reina no solo de su pequeño poblado, sino de todos los reinos del mundo. El temor de ser una mala líder, decepcionar a todos. Mal tal vez lo expresó del peor modo posible, pero esa era la esencia de lo que quería decir. Me parece que ella te debe una disculpa por lo que dijo, pero creo que tu también le debes una disculpa.
—¿Yo?
—Ha pasado un mes desde su pelea y aún no decides si quieres o no seguir con ella. Esperar una respuesta también es una tortura, porque me imagino que vino a hablar contigo sobre eso.
—Sí... En realidad eso creo. Estaba tan molesto que ni siquiera quise escucharla.
—Ay hijo, a veces me preocupa que te parezcas tanto a tu padre cuando era joven. Bien, mi trabajo es escucharte cuando lo necesites, pero también debo decirte cuando estás haciendo las cosas mal. Mañana deberías hablar con ella y finalizar esto, será lo mejor para ambos independientemente si siguen juntos o no.
—Sí, es cierto —Ben miró la hora en su computador. Diez minutos antes de las once —. Iré a hablar con ella ahora —Ben se levantó de la cama y se puso un suéter.
—¿Ahora? Ya es tarde ¿no crees?
—No dormiré tranquilo si no lo hago ahora —dijo. Recordó el último mes donde cada vez que veía a Mal la notaba peor, más desordenada, más gruñona, incluso más delgada o con peores ojeras y una oleada de culpa lo hizo sacudirse —. Vuelvo en una hora.
—Yo te diría que esperes a mañana.
—Adiós —Ben cerró la puerta de su habitación y Bella se quedó sentada en la orilla de la cama.
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