Capítulo 7 | Uniones que prevalecen
Emily ingresó a la cabaña. Colocó la canasta sobre el mostrador y Corinne se acercó a la cocina.
—Yo busco los platos —dijo.
Por mi parte, me senté en el borde de mi cama.
—Traje ensaladas, un estofado que les recomiendo un montón, pan, quesos, embutidos, tortas, galletas... —indicaba conforme sacaba los envases de la canasta—. Ah, y una salsa picante que le encanta a mi hermano. Traje un adicional para que me hagan el favor de llevársela mañana.
Kevin se había quedado con los Cephei para cuidar a Astrid, junto a un grupo de Arcturus bajo su mando. Esperaba que esa tarea y la latente amenaza de Drake lo ayudaran a mantener su mente distraída y se sintiera útil. Iba a tratar de interactuar más con él al volver.
—Sí, claro —respondí.
—Gracias. —Emily giró ya sosteniendo un plato—. ¿Quieres algo en especial, Vanessa?
—Un poco de todo estaría bien. —El gesto que tuvo se merecía que probara todo. En cambio, desde mi lugar podía ver cómo Corinne llevaba su plato hondo con verduras y queso.
—Excelente idea. Haré lo mismo —replicó Emily con emoción—. Los Arcturus no solo son buenos guerreros, sino también excelentes cocineros.
—Somos —intervino Corinne—. Eres parte de ellos. Inclúyete.
—Sí, tienes razón. —La voz de Emily perdió cierto ánimo.
Corinne terminó de servirse y fue a sentarse en su cama. Emily continuó colocando comida en silencio en nuestros platos. Aproveché que estaba de espaldas para reprender a la rubia con la mirada. Emily no la estaba teniendo fácil y se suponía que cenaba con nosotras para pasarla bien, no estar atenta a cómo decía las cosas por miedo a ser corregida. Corinne me ignoró.
Me arrimé para que Emily se sentara junto a mí. Ella se encargó de darle unas palabras breves de agradecimiento a la diosa y empezamos a comer.
—¿Cómo les fue con Sam? —preguntó ella para iniciar la conversación.
—Bien —dije—. Justo lo que se esperaba de él.
—¿Fue grosero?
—Pedante y arrogante —contestó Corinne—. Ojalá eso no ciegue su mandato.
Emily puso el tazón sobre su regazo.
—Tampoco ha sido fácil para él. La muerte de su padre, la presión de su madre, miembros más antiguos codiciando su puesto, tener que concebir un bebé, la boda de Astrid, la amenaza de Drake. Hace unos meses solo éramos los que desafíabamos los deseos de su padre y acampábamos en el bosque.
—Y tampoco le caemos bien —agregué—. Tranquila, no estuvo mal. No necesitas justificarlo.
—¿Y se desahoga contigo, o lo guarda para él mismo? —cuestionó Corinne.
Si hubiera preguntado cualquier otra cosa, me hubiese quedado con la idea de que lo que hacía era remarcar sus errores. Sin embargo, esa interrogante me hizo creer que en realidad buscaba ayudarla desde su experiencia.
Emily lo pensó por unos instantes.
—Suele preferir que hablemos de otras cosas. No quiere preocuparme, ni que dañemos el tiempo que podemos estar juntos en privado.
—Eres su igual, no una niña que no podrá lidiar con la realidad —respondió Corinne—. Tienen que complementarse, ser un equipo y cargar con los agobios del otro. Así es cómo la guía de la diosa llegará a él a través de ti y podrás evitar que se pierda. Enfréntalo y haz que se abra contigo. Tú eres la sacerdotisa y a quien eligió como compañera. Recuérdaselo.
Emily y yo quedamos sorprendidas por el nivel de emoción en las palabras de la rubia. Lo decía en serio.
Corinne había acabado su plato, por lo que se levantó y fue a dejarlo en la cocina. Soltó un suspiro e informó que se daría un baño y que lavaría los platos en un rato. Cuando nos dejó solas y empezó a escucharse la regadera, Emily empezó a reírse mientras lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
—Disculpa —se excusó tratando de detenerlas sin éxito—. Tiene tanta razón en lo que dice. Y yo lo sé, pero creo que necesitaba que alguien más me lo dijera. ¿Qué clase de sacerdotisa se supone que seré?
Coloqué mi plato en el suelo y me arrimé un poco más cerca de ella. Sujeté su muñeca para provocar que me mirara.
—La que esta manada necesita. Estás aprendiendo. Eso es todo. No seas tan dura contigo —aseguré—. Formaron a Corinne para esto, a ti todavía no.
—Preferiría que ella lo hiciera, no la madre de Sam —suspiró—. Yo sabía que no le agradaba, pero con la unión de almas lo confirmé, así como que los otros familiares y amigos de Sam piensan lo mismo de mí: que no soy digna.
—Entonces demuéstrales que se equivocan.
—En eso estoy. Sé que todos los consejos que me dio Corinne me ayudarán —contestó—. Y sigo aquí porque también ahora soy más consciente de cómo Sam ha tenido que defenderme frente a todos. Es sincero. Se merece que continúe luchando a su lado.
El caso de Samuel y Emily tenía ciertas similitudes con lo ocurrido entre Drake y yo. Sin embargo, a la vez era diferente. Sí, había un obvio nivel de disgusto por su relación, pero por lo menos ella era pura y Samuel no cedió ante la presión social. No la traicionó. Si continuaban con esa fortaleza podrían superar esa etapa de adaptación.
—Emily, quiero preguntarte sobre algo —dije, aprovechando la oportunidad y tanteando el terreno.
Ella respiró hondo y se concentró en mis palabras.
—Está bien.
—Si no quieres responder, está bien. No es mi intención ponerte en una posición incómoda, pero, como sabes, mi hijo fue secuestrado, y quizá lo que me digas me ayude a encontrarlo.
Ella era ese tipo de persona dulce. Sin hacer presión y buscando hacer contacto con su empatía, tal vez me diría algo útil.
Emily se irguió, cada vez más atenta. Vi un vistazo de lo que sería.
—Te diré lo que pueda, siempre y cuando no comprometa la seguridad de los Arcturus. Te aprecio por tu amistad con mi hermano y por haberme salvado la vida. Lo sabes.
Asentí.
—Lo acepto —respondí—. ¿Qué sabes de la Lanza de las Mil Noches?
Si Samuel tenía información al respecto —lo que debía ser así por ser el alfa—, Emily también lo sabría por la unión de almas. Ese era el nivel de confianza que existía entre los que realizaban el ritual, el mismo que yo hice con Alan y el que se renovaba cada mes. Si me decía algo, Samuel lo sabría. Ese pensamiento cruzaba por su mente al ponerse de pie de repente.
—Hablé con Sam antes de venir para acá, Vanessa. Lo que dijo debe bastar.
Quería ser capaz de ayudarme. Podía verlo en sus ojos. Pero su lealtad estaba definida. Lo entendí.
Recogí mi plato y me levanté. La regadera ya había dejado de sonar.
—Disculpa por excederme.
El cuerpo de Emily se relajó cuando no le insistí.
—Prometo que intercederé siempre por tu hijo y por ti. Soy tu aliada. Sam lo sabe y lo respeta. Te pido que confíes en eso.
El detalle era que no podía sentarme a esperar. Si la lanza era el posible camino hacia Drake y hacia Ethan, necesitaba hacer el intento de recorrerlo. No tenía que ver con confianza, sino con tiempo. Para lo demás, sabía que contaba con Emily, siempre y cuando no fuera en contra de su deber hacia su manada.
—Gracias.
Corinne esperó hasta ese final de la conversación para salir del baño. Su cuerpo estaba envuelto en una toalla y su cabello húmedo cayendo por sus hombros.
—Un buen vino nos caería bien, ¿no creen? —dijo.
—Estoy de acuerdo —apoyó Emily—. Tenemos una bodega bien surtida. Déjenme ir un momento y...
—Yo voy —me ofrecí—. Me hará bien tomar un poco de aire.
Emily me dio las indicaciones y abandoné la cabaña. El licor lo guardaban en una habitación de la cocina, por lo que no había manera de perderme. No obstante, ese no fue mi destino inmediato. Decidí sentarme en una banca de la plaza. A esa hora había pocos miembros de la manada rondando, supuse que era porque o estaban cenando o ya se habían retirado a sus cabañas.
Me quedé allí y disfruté de la brisa nocturna. Me incliné hacia atrás y contemplé las estrellas. Pensaba en Ethan, en Alan, en Drake, en la lanza, en todo. Me pregunté cómo podría volver a calmarse el panorama, en qué podría ser yo al respecto y qué tanto perderíamos. En un enfrentamiento así, ambas partes siempre perdían algo, a menor o mayor medida. Solo esperaba no tener que perder a ninguno de mis seres queridos. Ya Ian había perdido a su hermana y saber que seguramente Hannah ya había dejado el país me daba una pizca de tranquilidad.
Oí un ruido detrás de mí. Me giré para ver de qué se trataba y por una fracción de segundo creí que era Alan por el cabello rubio y ese olor dulzón. Sin embargo, al captar otros detalles de ese miembro de los Arcturus supe que me había equivocado.
—¿Te asusté? —cuestionó el extraño.
El breve descontrol de mis pulsaciones había sido tonto. Yo desconocía la ubicación de Alan, pero obviamente no iba a estar allí. Aunque lo anhelara, ya no estaba para apoyarme. Y lo tenía merecido.
—No salí huyendo, ¿o sí? —repliqué.
Sonrió—. El miedo también hace que las personas se paralicen.
—Te aseguro que no soy de esas. —Me puse de pie—. ¿Qué quieres?
—Pagar un favor. Tienes que venir conmigo.
—¿A dónde?
—Un prisionero quiere verte.
—Y supongo que Samuel no sabe de esto.
—Supones bien.
Tenía el mismo uniforme de los guardias que custodiaban la entrada a las celdas subterráneas. ¿Por qué arriesgarse a realizarme esa propuesta a espaldas de su alfa? Solo podía tratarse de alguien al que no podría negarme ver.
—¿Quién es?
—Thomas Siden, antiguo líder del Clan del Norte.
Atraparon a Thomas y Josh no me había dicho nada. Él podía tener información importante sobre los planes de Drake. Por eso acepté que me llevaran con él. No iba a desperdiciar la oportunidad de obtener algo útil desde otra fuente.
Volví a estar transitando por esos túneles bajo tierra. Mi guía era uno de los guardias de turno y el otro debía ser su cómplice. La dirección que tomamos era distinta a la de la celda de Daniel. Había más ruido y pasamos junto a varios prisioneros antes de detenernos en nuestro destino.
Thomas nos esperaba de pie en el centro de la celda. Su vestimenta era igual a la de Daniel, sumado a un bozal cubriendo su boca.
—Me pregunto, ¿cómo es que siempre sales bien parada de tus traiciones? —fue su saludo.
El miembro de los Arcturus se retiró, dejándome sola con el Descendiente de Imm. Me acerqué un poco, consciente de que eso le agradaría.
—Y yo, ¿cómo es que ese Arcturus te debía un favor?
También dio unos pasos hacia mí.
—Unos minutos de gloria, gracias a mí, le dieron el puesto que tiene hoy.
Me detuve en el límite de la distancia segura. Podía ver en sus manos el espacio de su dedo faltante y una piel más pálida y estructura más huesuda. Ya tenía cierto tiempo allí y debían estar secándolo.
—¿Cómo te atraparon? —cuestioné.
—Vaya, parece que la que quería verme eras tú y no al revés.
No podía haber una barrera entre nosotros. Necesitaba manipularlo para que me diera algo. Me arriesgué y acerqué más a las rejas, hasta enroscar mis dedos en ellas.
—Me da curiosidad.
Se quedó analizándome por unos momentos desde su posición. Después, mordió el anzuelo y avanzó, quedando a solo un par de pisadas. Si lo deseaba, iba a poder hundir sus uñas en mis brazos y yo no sería capaz de evitarlo.
—Darwin me traicionó y entregó a los cazadores, a cambio de un nuevo tratado de cooperación con el clan. Según él, para reconstruir lo que yo dañé.
—Darwin nunca confió en ti. Estaba celoso del cariño de Monique.
Llegó a las rejas. Permanecí inmóvil y sin apartar la mirada de él mientras colocaba sus manos en los barrotes, por encima de las mías. Por primera vez vi el color real de sus ojos. Eran azules y lo hacían ver menos intimidante.
—No cobré un favor para hablar de Darwin, sino para contarte una historia. Antes de que ya no pueda hacerlo. Se lo debo a Leticia.
Escuchar sobre su amada muerta no era de mis intereses. Claro que en otras circunstancias conocer por qué me asociaba con ella me haría entender su extraño comportamiento hacia mí, pero no sabía cuánto tiempo podría estar allí.
—Antes quiero que me cuentes sobre La Lanza de las Mil Noches. Sé que Drake la necesita.
Sus dedos rozaron los míos y no pude contener un escalofrío.
—Hablaré de tu pariente primero y de cómo Clovis la mató.
La mención de pariente y Clovis hizo despertar mi interés, así cómo recordé que la primera esposa del alfa fugitivo de los Pólux se llamó Leticia y que Thomas se había obsesionado con ella.
**
¿Leticia y Vanessa familia? e.e
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