Capítulo 5 | Los Arcturus
Mi intuición me decía que el encuentro con Daniel Aldrich alteraría algunas cosas. Por eso no me arriesgué a irme sin despedirme de Hannah, pues lo más probable era que al volver ella ya no estaría. ¿Por qué pedir una visita luego de tantos años?
La muerte de sus padres nunca fue un tema agradable para Drake. Y me costaba imaginar qué asuntos podía tener Zigor con Daniel. Claro, si el otro individuo en la pesadilla/visión de Jullie era él. Era un dato que no me atreví a compartir. Eran tiempos difíciles y no sabía todavía cómo Jullie pudo ver lo que vio. Si era que tenía algún tipo de conexión con Zigor debido a su parentesco con Priska y si eso era favorable o no.
Josh aceptó dejar la decisión de qué hacer con ella para cuando Corinne y yo regresáramos del hogar de los Arcturus. Era obvio que lo que más debía anhelar Jullie era reunirse con su familia, el problema era que podía ser un peligro para ellos. Había que hacer algo con lo que contenía en su interior. Para Josh fue atractivo el hecho de poder usarla para tener ventaja en el futuro, pero eso implicaba encontrar a alguien dispuesto a ayudarla con su herencia mágica.
La consideraba una herramienta para fortalecer su dominio, así como la hermana de Samuel Harcos lo era. A su vez, el beneficio del alfa de los Arcturus era contar con un aliado que secundara sus decisiones dentro de la región. La tensión con las otras razas se percibía y los Hijos de Diana debíamos estar unidos, o nos convertiríamos en presas.
En eso pensaba al ocupar el asiento del fondo de la van. Siendo la única impura, con Corinne a mi lado viendo por la ventana y rodeadas de Arcturus, me pregunté si al presentarse una lucha entre los cazadores y nosotros, más se unirían a la causa de Drake.
Debido a la cercanía del territorio Cephei con el Arcturus, el trayecto fue corto. El hogar de los Arcturus comenzó a visualizarse por el costado. Después dimos un giro y nos detuvimos unos instantes al igual que la camioneta frente a nosotros. A diferencia de nuestras instalaciones, los Arcturus vivían en cabañas construidas por ellos mismos, dentro de un perímetro delimitado por una alta cerca hecha por troncos en vertical unidos entre sí.
Primero accedieron los Hijos de Diana que se encargaron de escoltar los dos vehículos, entre ellos, y siendo los que lideraban el grupo, estaban Samuel y Emily. Nuestro transporte se estacionó en el espacio designado para ello y fuimos las últimas en bajar. Con nuestro liviano equipaje en mano, avanzamos sobre el camino de tierra hacia donde una porción de la manada estuvo esperando para darle la bienvenida a su alfa.
A Samuel le acomodaban una túnica tono escarlata sobre sus hombros, mientras le informaban las novedades ocurridas durante su ausencia. Unos pasos más atrás estaba Emily, quien, a diferencia de él, se cubría por su cuenta. Oí el ruido de molestia que hizo Corinne junto a mí, pero opté por ignorarla. Emily se perdía en el fondo de todo, cuando, por ser la pareja del alfa, no debía ser así. A ella ahora le correspondía ser la segunda cabeza que guiaba a la manada.
Corinne y yo aguardamos en silencio. Me esforcé por no perder la compostura y ser paciente. Desconocer la ubicación y el estado de Ethan me tenía al borde. El tiempo corría y era consciente de que no solamente entraríamos a ver a Daniel Aldrich y regresaríamos.
—Sacerdotisa Terrell, es un honor tenerla con nosotros.
Nuestra atención se posó en la mujer que se apartó del grupo todavía alrededor de Samuel. Yo ya la había notado por cómo destacaba por su vestimenta con corsé y falda hasta el suelo, y los adornos metálicos en su cabello completamente gris. Mentón levantado, mirada penetrante y la ligera curvatura en sus labios iba en contra de lo que acababa de decir.
Corinne se tensó adoptando una postura más recta y juntando las manos sobre su abdomen. Le dedicó una reverencia a la mujer y yo tuve que hacer lo mismo al deducir que debía tratarse de la madre de Samuel, la viuda de Manuel Harcos y sacerdotisa de los Arcturus.
—Gracias. Esta visita es otra muestra de lo fuerte que es el lazo entre los Cephei y los Arcturus, a pesar de los trágicos hechos recientes —respondió la rubia.
—Y de los oídos que no escucharon la advertencia de la diosa, ¿no es cierto? —Desvió sus ojos hacia mí—. Y de las que no pudieron ir en contra de sus caprichos.
Tuve que darle puntos a Corinne por no reflejar el efecto que debió tener ese comentario en ella. Llegó a mí la clara memoria de nuestra conversación años atrás cuando me pidió que terminara lo mío con Drake. Diana había dejado de hablarle. ¿Acaso la madre de Samuel lo supo?
Por mi parte, no permití que su comentario me afectara. Era solo una sacerdotisa pura arrogante, algo como lo que fue Corinne, pero empeorado por los años y la posición. Lo que había hecho Drake no fue culpa de ninguna de las dos.
—Madre —la llamó Samuel al darse cuenta de que hablaba con nosotras—, necesito tu opinión sobre algo.
—En seguida voy —replicó. Acortó más la distancia. Todavía no terminaba con nosotras—. Es grato verte, Corinne. Espero que no te desvíes del camino de la diosa, aunque ya no esté en tu destino servirle siendo la pareja del alfa de los Cephei. Que las enseñanzas durante tu formación nunca te abandonen.
—Aprecio sus palabras. Y no se preocupe. Mantendré vivas las enseñanzas de Emir y las transmitiré, como ella hizo conmigo, a su hija Astrid, así como sé usted hará con su nuera Emily, la pareja escogida por el nuevo alfa de los Arcturus. El servicio a Diana no acaba, solo se modifica, y siempre es un honor actuar según su gracia, como usted sabe.
La sacerdotisa de los Arcturus se limitó a sonreír y a asentir. Luego, fue a reunirse con su hijo. Ante ello, Emily vino a nosotras e indicó que la siguiéramos para mostrarnos la cabaña donde nos quedaríamos.
La rencor que hubo entre Corinne y yo debido a Drake estaba quedando en el pasado. Ambas, como muchos, habíamos caído en sus manipulaciones. Durante el trayecto, en el que Emily nos señalaba algunos sitios destacables de su hogar, pensé en lo bien que Corinne había manejado la situación con la madre de Samuel. Fue obvio que quiso humillarla, mas la rubia supo responder con diplomacia, cosa que no era mi fuerte todo el tiempo. Claro, ella había sido educada toda su vida para ello.
Los Arcturus construían con madera. La mayoría de sus construcciones tenían décadas intactas, algunas elaboradas sobre versiones más antiguas, otras remodeladas y las nuevas viviendas hechas en comunidad. Emily nos llevó a una de las cabañas de invitados, la cual estaba cerca del comedor y contaba con su propia estufa y baño privado.
—Es una las pocas con electricidad y agua por tubería —comentó Emily mostrándonos dónde encender la luz—. Paulatinamente se van modernizando las demás. Es uno de los proyectos de su padre con los que Sam seguirá, pero con intenciones de hacerlo más de prisa.
—Me parece bien. Han esperado mucho y quedarse rezagados con los avances del mundo puede ser una desventaja —contesté.
Y era cierto. Por las clases de historia sabía que los Cephei habían comenzado como ellos, pero debido a los lazos hechos por la formación de impuros y de miembros de manadas más pequeñas, se expandió y modernizó la infraestructura. De las cuatro manadas más importantes de la región, éramos los que íbamos más a la par con el desarrollo humano. Así se sobrevivía. No apegándose ciegamente a viejas costumbres. Por eso los Cephei éramos los de mayor influencia.
—Así es. Sam lo tiene muy claro. —Revisó que hubieran toallas en el baño antes de continuar—. Sam vendrá dentro de un rato para llevarlas con Daniel. Yo tengo que hacer unas cosas ahora, pero me gustaría cenar con ustedes, si les parece. Para conversar un rato. No le agrado a muchas personas aquí.
Ella era una persona dulce. Y estuve segura de que se estaba esforzando por cumplir con las expectativas del nuevo puesto que ocupaba dentro de la manada. Ya no era el amor prohibido del hijo del alfa, sino la pareja del alfa. Sin embargo, era debido a la muerte de Manuel Harcos y de que Samuel deseaba mantenerla a su lado. No porque su forma de ser vista por los demás había cambiado. No dejaban de verla como una forastera e iba a tener que ganarse el respeto.
—Sí, está bien —dije.
Emily se despidió y se dispuso a marcharse, pero Corinne la detuvo por un momento.
—¿Puedo hablar contigo afuera? —le preguntó.
Emily lució sorprendida, pero no se negó. Ambas salieron de la cabaña y yo decidí no husmear. Tenía suficiente en mi cabeza como para entrometerme en probablemente asuntos de sacerdotisas. Escogí una de las camas individuales y me quité los zapatos para recostarme mientras esperaba por Samuel.
Corinne no tardó demasiado. Se sentó en el borde de su cama dándome la espalda. Se soltó el cabello y empezó a peinarlo con sus dedos.
—Gracias por dejarme manejar la conversación con Dalia. La teníamos pendiente —dijo Corinne sin girar a mirarme.
—Admito que fue entretenida. —Me senté sin sacar las piernas del colchón—. ¿Ella sabe que Diana dejó de hablarte hace años?
Era atrevido. No estábamos en los mejores términos todavía, pero sin charlar jamás lo estaríamos. Y, quisiéramos o no, estaríamos compartiendo el mismo espacio seguido.
Paró de peinarse el cabello.
—¿Recuerdas esa charla?
—Sí
—Por años me arrepentí de mostrarme tan vulnerable frente a ti. Fue tonto —Suspiró—. Todo lo fue.
—Los motivos no lo fueron. Drake sí.
El silencio se adueñó de la habitación por un largo minuto. Yo preferí no seguir porque no estaba segura de cómo reaccionaría. Tal vez me había excedido, pero en el fondo sabía que solo ella podía acercarse a entender lo que fue lo vivido con Drake. Todavía me atormentaban las decisiones que tomé y quizá canalizarlo con ella me daría un poco de tranquilidad.
Corinne aclaró su garganta y se puso de pie para darse la vuelta.
—Tienes razón. Yo creo que el haber dejado de escuchar la voz de Diana fue la señal de que mi lugar no era junto a él. Debí haberme dado cuenta, pero mi vida giraba en torno a la suya y no quise aceptarlo —replicó—. Y ahora una Arcturus ocupará ese puesto.
—¿Y sí la formarás? Como le dijiste a Dalia.
Se sentó otra vez—. Lo haré. Es mi obligación y mi manera de reivindicarme.
No era la misma que solo me recriminaba a mí lo que perdió. No me imaginaba lo duro que debía ser para ella tener que cederle todo lo que aprendió a alguien más y quedar en segundo plano. Lo que consideró seguro durante casi toda su vida cambió y, aún así, no dejaba de tener su temple. Era la que casi se casa con el traidor, señalada por personajes como Dalia, y no agachaba la cabeza.
Samuel fue por nosotras rato después. No intentó hacer ningún tipo de conversación, además de decirnos las reglas que debíamos seguir. Nos llevó hasta el centro de la comunidad, en donde había una plaza entre dos torres de vigilancia. Allí, se detuvo frente a un cobertizo custodiado por dos guardias; sin camisa, con chalecos de cuero y la forma de sus tatuajes terracotas cubriendo parte de sus pechos. Ambos saludaron a su alfa con una reverencia y luego uno de ellos se giró para abrir la cerradura de la reja que evitaba el paso.
Bajamos por unos escalones hasta que nos encontramos con una caída y la forma de continuar descendiendo era por escaleras rectas. La iluminación no era la mejor y sentí una ligera claustrofobia al atravesar ese tramo angosto. Una vez Corinne se nos unió, otro guardia abrió una puerta metálica de gran grosor.
—Por aquí —indicó Samuel al cruzar en la primera intercepción.
El camino se dividía en varios pasillos que dificultaban adivinar el tamaño de esa prisión subterránea. No nos topamos con otras celdas, sino con una puerta más cuya llave la tenía Samuel. Al final de ese túnel, a unos metros, se vislumbraron los barrotes que mantenían cautivo al prisionero que íbamos a ver.
Daniel Aldrich estaba sentado en un rincón con los codos apoyados de sus rodillas y sosteniendo su cabeza. No estaba desaliñado como había descrito Jullie, sino con prendas oscuras. Al observarnos se puso de pie y movió su figura más hacia la luz, haciéndome notar el localizador minado en su tobillo. Compartía muchos rasgos con Drake, excepto que su estatura era superior y la ausencia de cabello.
—Pedí ver a mi sobrino Josh, no compañía femenina —dijo. Su voz era áspera, como si le faltara beber agua.
—Venimos en su representación —replicó Corinne. Trató de transmitir seguridad, pero hubo un ligero temblor.
—Mmmm..., ¿Corinne? ¿La marioneta que escogieron para ser el juguete de por vida de mi sobrino Drake? —cuestionó—. ¿Cómo te ha resultado eso?
Había juntado las manos en su espalda y dado unos pasos hacia adelante. Había burla; una clara intención de tomar el control de la situación.
Me coloqué al lado de Samuel, el límite permitido de distancia entre nosotros y la celda, dejando a Corinne atrás.
—No estamos aquí para charlar contigo, ni perder nuestro tiempo —intervine—. Comparte tu mensaje, o nos vamos.
Su atención se desvió hacia mí.
—Jamás una impura me había hablado así. Con razón Drake te prefirió a ti.
**
¿Qué piensan de Corinne y Vanessa acercándose un poco?
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