Capítulo 25 | Lazos que jamás se rompen

Jair volvió a repasar el plan que ejecutaríamos en la próxima hora. Nos había explicado los planos de la instalación, los horarios, la cantidad estimada de cazadores, los diferentes escenarios que podían suceder, y otros detalles que indicaban cuánto había estudiado la manera de rescatar a Paula. Otros miembros de Los Pólux también participarían, sin embargo, el interés de Alejandro era obtener un arma nueva que los cazadores habían desarrollado.

—Creí que quizás Alan no iba a dejarte participar —comentó Kevin estirándose junto a mí en el sofá.

—Como tú, él sabe quién soy. Él no va a prohibirme nada y también sabe muy bien que este es el lugar donde debo estar ahora —repliqué.

No iba a estar tranquila en el escondite de Josh mientras Los Pólux rescataban a Paula. Durante mucho tiempo fue mi mejor amiga y, aunque nos hubiéramos distanciado, el cariño se mantenía. Alan lo entendía. Antes de irme, el rubio me abrazó con fuerza y me pidió que regresara pronto con él.

—¿Y por qué no está aquí contigo? —cuestionó Kevin.

—Josh lo necesita para otra cosa.

En realidad, Bryan, el medio hermano de Alan y aliado de Drake, había muerto días atrás en un enfrentamiento por tomar el control de las instalaciones de Los Cephei. Los cazadores habían expuesto su cuerpo públicamente, bajo otro tipo de noticia mundana, obteniendo así el alcance suficiente. Eso significaba que Alan era ahora con mayor firmeza el próximo en la línea de sucesión de Los Cephei, por lo que Josh quería tenerlo más resguardado. Mientras Ethan crecía, y Josh tenía hijos.

—Hagámoslo —decretó Jair iniciando la etapa de ejecución.

Los Pólux supieron de ese laboratorio clandestino de los cazadores por un miembro de los Ypres que logró escapar. Después de que se supo que Drake estuvo escondido en la montaña de los Ypres, los cazadores ejecutaron también a Borh y a su pareja, y enviaron a los otros miembros de la manada a un lugar desconocido. Según parece, los hicieron prisioneros y comenzaron a torturarlos y experimentar con ellos.

—Matemos unos cuantos cazadores —murmuró Kevin.

No dije nada. Era entendible cómo la brecha de odio entre ambos iba en aumento. Mientras más pasara el tiempo, más difícil sería construir un camino de nuevos acuerdos por encima de planes de represarías.

Cada componente de la estrategia se dispersó para cumplir con su labor. Kevin y yo fuimos hasta el edificio junto al laboratorio, oculto bajo la fachada de ser un centro de oficinas. Llegamos a la planta y apartamento indicado para asomarnos por la ventana.

Observamos, mientras contaba en mi mente, el movimiento del dron. Hizo el trayecto explicado por Jair. Una vez más. Ya a la tercera fue momento de saltar. Yo primero por haber escogido la cara equivocada de la moneda. Quizás en mi forma lobuna hubiera sido sencillo, sin embargo, sigilo y precisión era lo que necesitábamos.

Me puse de pie en el borde de la ventana. Seguí con detenimiento el patrón que obedecía el dron y salté en el segundo planeado. Con el ángulo e impulso adecuado, caí unos metros más abajo, en la azotea del laboratorio. Rodeé hasta quedar oculta bajo un ducto ancho de ventilación.

El dron haría su ruta de nuevo. Kevin haría lo mismo que yo y acabaría a mi lado, esperando por la próxima ventana para ingresar por la ventilación. Permanecí atenta al transcurrir de los segundos, deseando que la siguiente misión de rescate fuera para ir por mi hijo.

Kevin chocó conmigo, pero se hizo a un lado de inmediato murmurando una disculpa. Ya faltaba poco para entrar.

—No podía imaginarme haciendo esto con nadie más —agregó.

No me dejó responder, porque la cuenta regresiva había llegado a su final. Salió del escondite para desprender la rejilla del ducto y poder ingresar. Fui tras él, posponiendo la respuesta para cuando acabara el rescate.

Como ilustraron los planos de Jair, con los giros adecuados llegamos a un depósito. Si todo avanzaba de acuerdo con lo conversado, en unos minutos nos encontraríamos con él y los otros dos Pólux que se infiltraron en la instalación.

Kevin abrió un poco la puerta para ver hacia el pasillo.

—Viene alguien —dijo cerrando otra vez la puerta.

—Yo me encargo.

Comencé a oír los pasos. Esperé unas pulsaciones más después de que pasó frente al depósito, para sorprenderla cubriendo su boca y arrastrándola al interior. La empujé contra la pared, sosteniéndola allí, mientras Kevin le quitó el carnet de su bata blanca. Era joven —tal vez de mi edad— y sin la arrogancia de buscar ocultar su miedo.

—¿Qué tipos de experimentos hacen aquí? ¿Qué es lo que quieren lograr? —pregunté.

—Contesta y quizá no te matemos —añadió Kevin.

Retiré la mano de su boca. Noté el movimiento de su mandíbula, pero antes de entender qué era lo que hacía, mordió lo que creí era un mito. Y luego tragó esa cápsula letal, erradicando el temor en su expresión al tomar esa decisión de escape.

Golpeé su estómago en un intento de que la escupiera, sin embargo, ella apretó con fuerza los labios. Hasta que, su cuerpo se sacudió, su mirada se perdió, y cayó con violentos espasmos. Murió para no dar información.

—Qué jodido tener en la boca algo que puede matarte en cualquier momento —comentó Kevin.

—Cada vez me gustan menos las intenciones que deben tener los cazadores con este lugar —repliqué, retirando ahí sí la mirada de la chica—. Sigamos.

Ya para entonces Jair y los demás tenían que haber llegado al centro de control de las cámaras. Allí ubicarían la celda de Paula y desactivarían los mecanismos de seguridad necesarios que fueran centralizados. De todas maneras, teníamos los minutos contados antes de que otras unidades de cazadores supieran lo que acontecía allí y aparecieran como refuerzos. Los obstáculos viales de otros grupos de Pólux y la distracción en un espacio concurrido solo nos harían ganar un poco de tiempo.

Kevin y yo avanzamos por los pasillos. Sabíamos que estábamos en un área de dormitorios. La mayoría del personal permanecería dormido durante nuestra misión.

Una puerta se abrió. Kevin y yo nos adherimos a la pared, todavía a una distancia segura. Un cazador somnoliento salió para perderse a través de otra puerta.

—¿Viste el arma en su cintura? —susurró Kevin.

—Sí. —Sin necesidad de palabras adicionales, aguardamos para ejecutar nuestra siguiente acción.

Dudaba que fuera el arma específica que buscaban Los Pólux, no obstante, tener cualquiera perteneciente a los cazadores para examinarla podía convertirse en ventaja. Además, sin el apoyo de Los Arcturus ese también era un recurso limitado que no podía desaprovecharse. Una buena opción para herir a una criatura como Drake.

Comenzamos a acortar la distancia para abordar al cazador, pero él salió solo de nuevo al pasillo, secándose las manos contra su pantalón. Pretendió volver a la habitación del inicio, así que esa fue nuestra oportunidad.

Antes de que el cazador pudiera girar, Kevin le dio una patada que lo hizo tambalearse hacia adelante. Yo cerré la puerta. Ese era el dormitorio del cazador.

Nuestro enemigo sacó una daga de la funda acoplada a su bota. Arremetió contra Kevin, mientras que se estabilizó para poder con la otra mano tomar el arma de su cinturón. Sin embargo, yo me aferré a ese brazo para evitarlo y entre Kevin y yo lo derribamos. Coloqué todo mi peso sobre su extremidad y procuré agarrar yo el arma.

Le apunté al rostro al cazador, lo que generó que su fuerza titubeara. En ese momento, Kevin consiguió que soltara la daga y le dio un codazo en la cara para dejarlo inconsciente.

—Creo que pensándolo fue demasiado para un arma corriente y una habitación sucia —suspiró. El cazador había logrado hacerle unas cortadas.

Analicé nuestro alrededor; más allá del desorden y envoltorios de dulces. Libros todavía envueltos, dibujos en las paredes, una mesa con tres monitores que mostraban las imágenes de algunas cámaras. Ropa sin doblar, una cesta de basura casi llena; y otra arma, pero alargada y de aspecto fuera de lo convencional.

Quise agarrarla para examinarla mejor, mas el material me quemó al contacto. El arma cayó al suelo y detallé que no poseía un orificio por el que una bala pudiera salir. Contaba era con tres puntas metalizadas en uno de sus extremos, similar a un arma de descargas eléctricas.

—Eso sí nunca lo había visto. —Kevin sacó la almohada de su funda y me la dio—. Métela aquí.

Continuamos con nuestro recorrido llevando las armas. Jair y otro Pólux ya nos esperaban en el punto de encuentro. No mostraban señales de haber tenido inconvenientes ni con su entrada, ni con su tarea inicial. La compuerta que resguardaba las celdas seguía sellada.

—Ya casi la abren. Vork irá por el arma mientras nosotros rescatamos a Paula —indicó Jair.

—¿Revisaste si tenían a algún prisionero cazador aquí? —cuestioné sobre lo que le pedí pensando en Wyatt.

—Ningún cazador —respondió Vork.

—Sobre el arma, quizá esto les interese —comunicó Kevin abriendo la funda de almohada y mostrándole el contenido.

—No podemos tocarla y hace un zumbido cada cierto tiempo. Puede ser lo que Alejandro quiere —expliqué.

La compuerta fue abierta. Jair ojeó por unos instantes el arma, pero su prioridad era otra. Se giró hacia Vork.

—Yo creo que esta es el arma. Llévatela —le dijo.

El Pólux asintió. Agarró la funda de almohada que contenía el arma y se marchó.

Con claras razones para no continuar demorándose, Jair guió el camino por el corredor de las celdas. La compuerta volvió a cerrarse tras nosotros y Kevin se ofreció de vigilar mientras nosotros íbamos por mi amiga.

Jair se detuvo en la celda correspondiente. Yo escaneé el carnet en el sensor para que se nos otorgara el acceso.

La imagen que nos recibió fue la de Paula colgando en el centro de la habitación por dos cadenas ajustadas a sus muñecas. Estaba desnuda, con heridas en gran parte de su cuerpo. Sin embargo, el color que se asomaba por su piel no era el rojo común de la sangre, sino que estaba mezclado con algo más que las mantenía abiertas y emanaba un olor que hizo arder mi nariz.

Jair, sin titubear, terminó de ingresar y presionó el botón en la pared. Se apresuró a atraparla. Luego, la sostuvo en sus brazos y se sentó por unos momentos para poder quitarse la chaqueta y colocársela. Después de subir el cierre y acariciarle el rostro, se volvió a levantar.

—No dije nada —murmuró vagamente Paula separando un poco sus párpados—. No lo hice.

—Ya todo está bien —le aseguró.

Doliéndome el estado de mi amiga y esa escena, regresé al pasillo para verificar la vía de escape. Kevin se acercó en su forma lobuna, con su hocico cubierto de sangre.

—Ya vienen —indicó retomando por un momento a su cáscara humana.

—Vamos por la vía alterna —dije.

Había unas escaleras que se mencionaron durante los preparativos. Con el carnet que teníamos en nuestro poder, seguramente íbamos a poder acceder.

Jair se unió a nosotros, cargando a una Paula inconsciente. Kevin permaneció en la retaguardia, mientras yo tomé la delantera para así encarar cualquier imprevisto.

Las escaleras se hicieron visibles. Lo íbamos a lograr.

Pasé el carnet por el sensor y mantuve la puerta abierta para que Jair y Paula pudieran atravesarla. Al mirar hacia atrás, me percaté de que Kevin había tenido que enfrentar a los cazadores que nos alcanzaron. Le permití a Jair y Paula irse para poder ayudarlo.

Les disparé, pero solo pude inhabilitar a uno.

Cambié de forma y me enfoqué en otros dos para regularle la carga a mi compañero. Que hubiera sido tan improvisado el ataque y que se tratara de un laboratorio no oficial, nos vio ventaja. No contaban con suficiente protección contra nuestras mordidas y garras, ni con una técnica perfeccionada. Terminé asfixiando a uno contra la pared y al otro causándole una herida profunda en su costado.

Kevin también derrotó a sus contrincantes.

Nos dirigimos a las escaleras. Regresé a mi cáscara humana para recuperar el carnet que había arrojado al suelo. Había abierto la puerta de nuevo, cuando la orden dada por otro grupo de cazadores que se acercaba me hizo voltear para comprobar qué tan lejos Kevin estaba. Esos cazadores tenían armas como la que le dimos a Vork.

Con horror, vi cómo uno apuntó a la pierna de Kevin y la hizo desaparecer al entrar en contacto con la esfera negra que surgió del arma. Al tocar el suelo, la burbuja oscura se desvaneció, pero el pedazo de Kevin permaneció faltante. Kevin cayó. No había sangre; como si simplemente hubiera sido borrada.

Solté la puerta y regresé por él, sin embargo, tener que esquivar otras esferas dirigidas a mí me demoró.

—¡Vete! —exclamó Kevin.

Atrapó una de las esferas con la mano para evitar que llegar a mí, lo cual la hizo desaparecer también.

Kevin hundió su mano restante en su abdomen. Sacó tres pequeñas cápsulas de su interior, las cuales no concluí fueran granadas hasta que les quitó el seguro con la boca. Tiró la primera lo más lejos que pudo, acorralando a los cazadores más cercanos con esa explosión. Lanzó la segunda a los pies de los atacantes principales. La tercera la mantuvo en su regazo y me miró sonriendo durante esos últimos segundos de su vida.

Sin más remedio que aceptar su decisión y recordando quiénes necesitaban mi regreso, me apresuré de nuevo hacia la puerta de las escaleras. La onda expansiva la golpeó antes de que pudiera cerrarla y me empujó contra la pared. Me desplomé aturdida y con falta de aire.

Alguien tiró de mi brazo.

—Vamos. Kevin murió. No te dejaré aquí. —Pude enfocarme lo suficiente en su imagen para reconocer a Jair. Había vuelto por mí.

Me tambaleé sobre mis piernas, manteniendo mis piezas juntas momentáneamente para honrar el sacrificio de Kevin, y le permití halarme hacia la salida.

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