Capítulo 22 | La confianza en el líder
Vimos los primeros árboles caer. Por un momento que se sintió eterno, nos quedamos paralizados intentando comprender qué podía ser. Hasta que, el chamán pronunció algo enérgicamente y los nativos empezaron a reunir a sus hijos para huir hacia el lado opuesto del alboroto.
Joanne y Alan aparecieron junto a nosotros.
—Tiene que ser Arsen, iré a ver. Corinne, quédate con la tribu —dijo el rubio antes de cambiar de forma y correr hacia la selva.
—Iré a ver si todos salieron de sus cabañas —indicó ella—. Ve con él, Vanessa. Yo estaré bien.
Antes de que pudiera responderle, Joanne cambió de forma y se adelantó a ir tras Alan.
—Mantente a salvo —le dije a Corinne para luego también dejar mi cáscara humana y adentrarme en la selva.
Seguí el olor que percibí de Alan a través de la vegetación. El suelo parecía temblar debajo de mí y el ruido errático de los animales era aturdidor.
«Son 2 autos blindados», informó Alan a través del vínculo Cephei. «Y hay un aroma que no...»
El hilo de su pensamiento fue interrumpido por una explosión, la cual estuvo acompañada a la brevedad por gritos desgarradores.
«¿Vanessa?»
«No fui yo», aclaré todavía sin poder continuar avanzando. ¿Qué había sido eso?
El olor a sangre alcanzando mi nariz fue lo que me hizo reaccionar. Lo seguí, sabiendo que debía pertenecerle a Joanne. Ella no era de los Cephei, así que no había manera de hablarle a través de un vínculo.
Un poco más allá, me encontré con ella, como humana inconsciente y faltándole gran parte de una pierna. Había pisado una mina.
«Es Joanne. La sacaré de aquí. Hay minas, Alan».
Ella estaba perdiendo mucha sangre. Su extremidad no volvería a crecer y quizá moriría antes de que la herida cerrara. No había mucho que pudiera hacer en ese lugar, ni siquiera tener algo adecuado para ejercer presión.
Solo podía ayudarla a acelerar su proceso de sanación. Pese a su pasado con Alan, su interés actual por él y la manera en la que parecía manipular para cumplir con sus caprichos; no podía dejarla morir.
Sin detenerme a pensar en las consecuencias especulativas, regresé a ser humana y mordí mi muñeca para hacerla sangrar. Me arrodillé junto a Joanne y vertí dentro de su boca el líquido escarlata. Noté cómo su expresión de frunció ante el estímulo, sin embargo, no tardé en verla tragar; seguro cautivada por el sabor. Se movió buscando con los ojos cerrados acercarse al origen de la sangre, pero me salí de su alcance al creer que había sido suficiente.
Ella no recuperó la consciencia. Revisé la herida de la explosión y una capa de sangre coagulada se había empezado a formar, disminuyendo el sangrado. Habiendo aumentado sus probabilidades de vivir, la alcé en mis brazos y pretendí llevarla con Corinne para que la atendiera.
Transitando el camino de regreso, me encontré con Anthony. Él se detuvo frente a nosotras, mientras que el grupo de hombres nativos armados con lanzas y fechas continuó avanzando hacia la dirección que había tomado Alan.
—Yo me encargo de ella —dijo Anthony sin apartar la vista de Joanne. Se la entregué—. Gracias.
Anthony la acomodó mejor contra su pecho y le susurró frases afectivas que me hicieron sentir pena por él.
—Le di sangre —compartí antes de retirarme.
Un par de nativos estaban moviendo cuidadosamente las ramas y hojas para dejar al descubierto una zona del suelo. Antes de que pudiera advertirles del peligro, ellos mismos se apartaron para lanzar desde una distancia segura una roca pesada que propició la explosión. A su manera, habían acabado con la amenaza.
Continué con mi camino hacia Alan, atenta a cualquier olor o elemento fuera de lugar en el terreno. Me encontré con él mirando hacia abajo.
«Se detuvieron», indicó sin detenerse a preguntar por Joanne. «Han estado cortando árboles. También tienen lanzallamas».
Llegué hasta él y comprobé a lo que se refería. Los dos vehículos todoterreno se habían detenido y estaban rodeados de individuos en trajes blindados —similares a los trajes especiales de los cazadores— con motosierras y lanzallamas. Un incendio allí iba a ser difícil de contener; se escaparía de las manos.
La puerta de uno de los autos se abrió y Arsen fue quien salió. Se subió al techo de su transporte. A través de las ventanas, pude ver a la pareja humana que pertenecía a la secta.
—Quiero a Darien —declaró—. Que venga a mí, o haremos cenizas esta selva hasta que nos diga dónde está el árbol.
¿El mismo árbol que buscaba Alan? ¿Por qué querían a Darien si supuse que la brújula que me pidió robar de ellos estaba relacionada con el árbol? ¿No estaban relacionados?
Alan cambió de forma para responderle—. Darien no es parte de nuestro conflicto.
—Lo será si hago arder su preciado territorio —siguió Arsen.
Le hizo una seña al acompañante que tenía más cercano y esté encendió el lanzallamas para darle más hincapié a sus palabras.
—¿Por qué no vinieron directamente con Darien al llegar a la selva? ¿O es que su plan inicial no les sirvió? —cuestioné.
—No perderé mi tiempo hablando con ustedes —replicó Arsen.
Pasó a su forma de Maldito de Aithan y vino hacia nosotros. Alan y yo volvimos a nuestra cáscara lobuna para enfrentarlo.
«Ocúpate de los humanos», me ordenó Alan.
Estuve por contradecirlo, por asegurarle que él no podría solo con el Maldito de Aithan, por revelarme contra su faceta de líder. Sin embargo, debía confiar en él y en su criterio. Era su selva y su misión.
Corrí de prisa hacia el humano que comenzó a incendiar el primer árbol. Lo derribé antes de que pudiera apuntarme con su arma. La llama despareció en cuanto chocó contra el suelo. Su traje de protección y casco no fueron suficientes para evitar que quedara inconsciente a raíz de los repetidos golpes localizados que le proporcioné.
Me tomé un momento para ojear hacia Alan. Ya estaba en su intercambio de mordidas y rasguños con Arsen. Estuve por ir a apoyarlo al notar sangre en su pelaje, no obstante, tener que esquivar fuego viniendo hacia mí lo impidió. El grupo de humanos decidió hacerse cargo de mí.
Volví a escapar del alcance de la llama. Cuando me moví para hallar una ventana de tiempo y espacio suficiente para derribarlo, una roca apareció guindando de una cuerda deslizándose hacia él. El impacto logró aturdirlo y aproveché eso para terminar de noquearlo. A unos pocos metros vi a los nativos responsables celebrando haber acertado.
Más personas de la tribu se unieron a la pelea. Con sus lanzas en mano, escogieron a intrusos para atacarlos en equipo. Sus armas rudimentarias no les daba ventaja sobre esos trajes sofisticados, pero su fuerza estaba en los números, lo que les permitía desgastar hasta que quedara al descubierto la abertura de una articulación y así herir letalmente.
Yo me encargué también de varios y en unos minutos todos los humanos enemigos acabaron inconscientes. Sin embargo, eso no impidió que fuego se propagara en árboles cercanos. A pesar de la escalada que estaba teniendo el conflicto, donde los mismos nativos estaban participando y el ecosistema de la zona empezaba a ser corrompido, Darien todavía no intervenía. ¿Qué clase de alfa era ese?
Fui hacia los autos donde quedaban los líderes de esa operación. Como supuse, las puertas estaban aseguradas. Había temor en sus miradas, cayendo en cuenta de que su maniobra no estaba saliendo como anticiparon.
Agarré uno de los lanzallamas. Si yo no podía acceder a ellos, los haría abandonar los vehículos.
—Alto ahí, Vanessa.
Giré al escuchar las palabras de Arsen. Al tener mi atención sobre él, empujó al lobo blanco por la pendiente. Mientras rodaba inconsciente, Alan retornó a su forma humana. Cuando quedó tendido a unos pasos de mí, solté el lanzallamas y fui hacia él. Mi angustia disminuyó al comprobar que respiraba. No obstante, su cuerpo tenía muchas heridas sangrantes.
Intenté hacerlo reaccionar y en ese tiempo Arsen descendió para atacar a los de la tribu. Logró asesinar a un par antes de que yo pudiera llega a él para enfrentarlo. Clavé mis dientes en su brazo y tiré de él hacia atrás. Los nativos aprovecharon esa demora en su ataque para apartarse. Contra Arsen no tendrían oportunidad.
Arsen pretendió sujetarme con sus garras, pero me alejé antes de que lo hiciera. Continuamos con nuestro enfrentamiento, entre arremetidas fallidas y el saboreo de la sangre del adversario. Como estaba distraído conmigo, uno de los nativos tuvo la confianza de tomar una de las motosierras y —al desconocer cómo encenderla— golpearlo con ella. Los dientes de acero quedaron incrustados en su espalda y ejercieron el daño suficiente para que se quejara y torciera para retirarla.
Salté para buscar arrancar un buen trozo de su cuello. Sin embargo, su brazo se interpuso. Volví a poner distancia entre nosotros. De reojo vi a otro nativo con un lanzallamas en mano acercándose a Arsen. No tuve forma de decirle que se alejara, ya que un segundo ataque exitoso sería exceso de suerte.
El hombre apuntó, pero la llama no salió. Arsen se quitó la motosierra de la espalda y de un manotazo hizo que el humano soltara el lanzallamas. Sabiendo que su siguiente movimiento sería matarlo, intervine empujando al nativo y ocupando su lugar. Las garras de Arsen efectuaron un corte profundo de manera descendiente en mi lomo. Y luego otro en dirección opuesta.
Mis patas de ese costado perdieron la fuerza. Caí y supe que obtendría las mismas heridas en el otro lado de mi cuerpo. Pero el hombre de la tribu había podido huir.
—Basta —dijo una voz que pareció hacer eco.
Arsen se olvidó por unos instantes de mí y se giró hacia el terreno elevado. Perdí el agarre de mi forma lobuna. Darien era quien había hablado desde la cima, rodeado de otros miembros de su manada.
—Danos la ubicación del árbol y nos iremos —indicó Arsen.
—¿Acaso la brújula no los llevó al árbol? —preguntó Darien.
Ninguno de ellos bajaba a auxiliar a Alan. Ninguno tenía expresiones de lucha. Me puse de pie con dificultad. La herida no era tan grave como la última vez.
—No había nada allí.
—Eso es porque el árbol se secó antes de que yo naciera.
—¿Qué dices? —interrogué. ¿Entonces qué sentido tenía que Alan llevara todo ese tiempo allí, sus interacciones con Joanne, y pedirme obtener la brújula?
—Fue envenenado por la nube oscura que asecha esta región —agregó Darien.
—Drake te envió a una misión sin sentido, así de importante eres para él. —Alan se había reincorporado. Estaba sentado sosteniéndose la zona de las costillas. Fue un alivio—. Para quitarse de encima a los de la secta y tantear la posibilidad de que hubiera una manera de salvar a su hijo. O, quizá, comprobar que no la haya. Tal vez también usarte para matarnos en el proceso.
—A Drake no le interesa lo que le ocurra a Vanessa, ni a su hijo. Solo es un requisito más —contestó Arsen—. Yo soy importante en sus planes.
Que hablara como si yo no estuviera no me molestó. Lo que no entendía era qué pretendía Alan compartiendo esa hipótesis con Arsen. Esperé para ver a dónde quería llegar.
—¿Lo eres? ¿Por eso estás aquí persiguiendo a una mujer que ya no lo ama, pero él sigue con su obsesión? ¿Ese es el líder que quieres? —continuó cuestionando Alan—. Los Malditos de Aithan no son una prioridad para él. Solo los utiliza.
—Él nos escucha; algo que ni los Hijos de Diana, ni los cazadores jamás han hecho.
—¿Y cuántos Malditos de Aithan han muerto ya solo por ser escuchados por él? ¿Luego de que sea inmortal, qué? ¿Que siga el baño de sangre hasta que no quede nadie que se oponga a él?
Alan hablaba, pero había dificultad en su respiración. No debía excederse, ni confiarse de lo impredecible que era Arsen. Fui hasta él.
—No lo entenderías.
—¿Eso crees? Yo soy el bastardo de Hijo de Diana, nacido humano, que creció teniendo a un Maldito de Aithan como amigo, quien fue convertido a la fuerza y está sediento de sangre. En cambio, Drake es el Hijo de Diana puro, de vida llena de privilegios, criado para ser alfa, y encaprichado por una impura que él mismo convirtió. ¿Quién lo entendería mejor?
Arsen guardó silencio unos instantes, internalizando lo que Alan acababa de decir.
—¿Quieres que nos rindamos y les regalemos la victoria? Sería aceptar nuestra aniquilación —dijo Arsen.
—Propongo presionar para crear nuevos acuerdos que los incluyan. Los Hijos de Diana ya estamos presionando para eso. Tampoco seguiremos tolerando que los cazadores nos pisoteen.
—¿Y crees que sí nos escucharán porque tú lo dices?
—Los obligaré a que lo hagan —decretó Alan sin una pizca de titubeo.
La expresión que cruzó por el rostro de Arsen fue una que yo conocía bastante bien. Se movió hacia Alan, pero yo me interpuse. Las garras de Arsen penetraron en mi abdomen, haciéndome escupir sangre. No las retiró de inmediato, sino que me mantuvo allí para que le respondiera sosteniéndole la mirada de cerca.
—¿Morirías por Alan? —interrogó, aunque la respuesta fuera más que obvia. Alan era quien me mantenía como la Vanessa que merecía vivir.
Limpié la sangre que descendía por mi mentón con el dorso de mi mano y sonreí con suficiencia—. Sí.
Arsen me dejó ir y caí de rodillas cubriendo la herida más grave con mis manos.
—Te seguiré a ti, bastardo —concluyó el Maldito de Aithan.
Después, Arsen arrancó las puertas de los autos y mató a los humanos de la secta que presenciaron todo. No tardé en tener a Alan junto a mí, envolviéndome en sus brazos y dándome permiso de desvanecerme. Lo último que sentí fueron las gotas de lluvia cayendo sobre mi rostro.
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