Capítulo 11 | El mensaje de la muerte
No podía respirar. El pánico de no tener oxígeno entrando en a mis pulmones hizo que regresara a la consciencia. Y no, no seguía tirara en el suelo con Drake pretendiendo ahorcarme. Era peor el escenario. Unas manos estaban enroscadas en mi cuello, sí. Sin embargo, el objetivo de ellas era mantener mi cabeza bajo el agua.
Me sacudía.
Gritaba sin emitir ruido y logrando que más agua me invadiera.
No tenía la suficiente fuerza para sobrevivir.
Con un último espasmo, el cual se llevó todo consigo y me dejó por unos instantes ajena a todo; incluso a mi propio ser, el escenario se redujo a nada. A vacío. Uno silencioso, frío y oscuro en el que solo, al principio, me encontraba yo.
—Tú sabes bien qué fue lo que hiciste.
Reconocí mi voz, pero no era yo la que hablaba. El espacio fue llenado y me encontré en el medio de un prado. Podía sentir la brisa, la cual traía consigo el olor a humo.
—Lo hice por ti.
Me giré y busqué a Drake a mi alrededor. No obstante, aunque las palabras habían sido sin dudas suyas, no lo encontré.
Una calidez en mis manos captó mi atención. Al examinarlas quedé perpleja al verlas cubiertas de sangre. Y no solo eso. Yo ya no estaba de pie, sino arrodillada junto a un cuerpo inmóvil. Las facciones de ese hombre no eran familiares para mí, pero algo en mi interior lo asoció con Drake y a una pena que me impedía respirar. No era físicamente Drake, pero a la vez sí. Y estaba muerto.
Me incliné hacia adelante y busqué tocarlo para comprobar que era real. Mis manos se dirigieron a su pecho empapado en sangre, sin embargo, algo extraño sucedió. Caí hacia adelante y la repentina sensación de vértigo me forzó a cerrar los ojos. Cuando los abrí de nuevo, quien estaba frente a mí era Rinc.
—No te muevas todavía —dijo con falta de aliento.
Volví a tener noción de mi cuerpo. Estaba tendida en el suelo y un frío embriagante me rodeaba. Sentía mi piel húmeda, al igual que el cabello que se me adhería al rostro.
Rinc no estaba frente a mí, sino sobre mí. Mas, no lo estuvo por mucho tiempo. Cayó hacia su costado. Al girar para ver qué le pasaba, noté la enorme mordida en su abdomen, de la cual salía demasiada sangre. Mi maestro, quien terminó creyendo en mí más que yo misma, yacía con la vista perdida hacia el techo de la cueva en la que nos encontrábamos, con dificultad para respirar y pequeños espasmos sacudiendo su cuerpo.
Intenté tocarlo y suplicarle que peleara un poco más. Que no me dejara. Mucho menos si era por mi culpa. Sin embargo, mi garganta se sintió rota y no pude emitir sonido.
—¡Alto ahí!
Esa orden me obligó a dejar mi dolor por Rinc en segundo plano. No era Drake, ni algún miembro de los Ypres. Por sus uniformes supe que eran cazadores. Y me apuntaban.
Pese a estar yendo en contra de lo pedido, busqué reincorporarme. Tenía que hacer que ayudaran a Rinc. Tenía que hacerles saber que Drake podía seguir cerca. Tenía que decirles de la lanza.
Pero, no les importó lo que la Hija de Diana traidora pudiera decirles. No llegué a ponerme de pie, porque me dispararon y rápidamente esos pinchazos que sentí me tumbaron de nuevo al suelo.
***
Desperté en una celda Arcturus, similar a la que ocupaba Daniel Aldrich. Estaba en uno de los pasillos subterráneos y, del otro lado de los barrotes, podía ver un poco más allá otra celda. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni si era de día o de noche. Con esa ausencia de ventanas o de aire fresco, el ambiente era pesado.
No me trajeron comida, ni llegó nadie a darme una explicación. Desconocía si Rinc había muerto, qué había pasado con Drake, con los Ypres y cómo los cazadores me encontraron justo en ese momento. En parte había tenido suerte de que no me mataran allí mismo, sin embargo, la espera y la incertidumbre se sentían como tortura.
Entre medio dormida para apaciguar una sed que se tornaba insoportable, unas pisadas, que eran distintas a los ruidos fantasmales de ese lugar, hicieron que me reincorporara. Desde el suelo, todavía sentada sobre la manta sucia que era mi compañera de celda, no me sorprendí de que Samuel Harcos fuera mi primera visita.
Me lanzó una botella de agua, pero no la agarré de inmediato. Adherí mi espalda de la fría pared y acerqué las rodillas a mi pecho.
—Lucirías peor si los cazadores se hubieran hecho cargo de ti —dijo.
—¿Rinc murió? —pregunté en un susurro. El resto podía esperar. Yo podía hacerlo.
—Sí. Lamentable que fuera por una situación que pudo evitarse —replicó.
— ¿Fue Drake quien lo mató?
—Sí. Y a ti también. Solo que Rinc te pudo revivir antes de morir.
—¿Él... me mató?
—Te ahogó para poder obtener la lanza del lago.
Volvieron a mí esas manos apretándome el cuello y el desespero de tener agua gélida entrando en mis pulmones sin poder hacer algo al respecto. La sensación de desvincularme de mí y esa extraña escena que había sido tan ajena, pero a la vez tan cercana. Y, por encima de todo, ya tenía claro en qué punto estaba con Drake. Ya no valía nada para él.
—Tú eras el precio que tenía para pagar y te serviste en bandeja —agregó Samuel.
No tenía sentido cuestionar por qué se había guardado esa información para él, ni reclamar que quizá por esa falta de comunicación Drake llevaba la delantera. Y de esa misma manera, sabía que no compartiría conmigo nada relacionado con los Ypres, ni con Drake, ni con nada. Solo conmigo.
—¿Cuándo me van a ejecutar? —pregunté, el peso de la derrota cayendo sobre mí.
Había ido en contra de la sentencia de mi juicio e incluso interactuado con Drake. Me mató, sí. Pero dudaba que eso fuera a cambiar algo para los cazadores. Aunque lo desconociera, yo le había entregado indirectamente la lanza. Me merecía lo que fuera a sucederme. Alguien más haría las cosas mejor que yo y rescataría a Ethan. Yo lo único que hacía era empeorarlo todo. Rinc murió en consecuencia de ello.
—No lo harán —respondió—. Por lo menos, no todavía. Están ocupados con otra ejecución más emblemática.
—¿De quién?
Si no hubiera sido su intención decírmelo, no lo hubiese mencionado.
Samuel Harcos se acercó más a las rejas y enroscó sus dedos en los barrotes. Su expresión se tornó de seria a sombría.
—De Clovis y Daria. Los atraparon en la frontera y van a hacer una ejecución pública en las instalaciones de los Cephei, teniendo como espectadores a la mayor cantidad de Hijos de Diana posible.
No había forma de hacer un comentario sobre eso. Iban a hacer de la muerte de una pareja alfa un espectáculo para poner el ejemplo. U obedecías y eras leal, o te eliminaban. Bajo sus reglas, no las nuestras.
—Y Borh y Dalia van por el mismo camino si no pasan la evaluación que le harán los cazadores. La mayoría de los Ypres están detenidos y se supo de uno de ellos que se convirtió en Maldito de Aithan y se unió al Clan del Norte hace un tiempo.
—Borh no dirá lo que los cazadores quieren escuchar, ni con su vida en peligro —dije.
—Lo sé. Y sin Clovis, ni Borh, solo quedarán los Cephei y nosotros como amenazas potenciales. Josh, el hermano del traidor, y yo teniendo como cuñado a un impostor.
El tiempo de las cuatro manadas antiguas estaba llegando a su fin. Esa era la premisa que flotaba en el aire. Él lo sabía y yo también. Y así sería si no se hacía algo al respecto. Porque, para los cazadores, era más sencillo mantener bajo control a pequeñas manadas segregadas y sin lazos que las unieran y dieran fuerza. De esa forma era en las otras regiones.
—En un par de horas vendrán por ti para que te asees. Al amanecer te llevarán de regreso con los Cephei para que también veas la ejecución.
Samuel se marchó y esperé a que el ruido de sus pisadas desapareciera para beberme el agua. Poco después, Emily vino por mí escoltada por guardias. No me dirigió la palabra, ni yo lo hice. Me dejé esposar y tuve que limpiarme la capa de suciedad y sangre seca con ellos vigilándome. Luego de vestirme con la ropa que me dieron y de reunir algo de energía con la comida caliente que me sirvieron, me regresaron a la celda para esperar por mi transporte.
Me pregunté cómo estaría lidiando Laila, sus hermanos y los Pólux con la pronta ejecución de sus padres. Si ya estaban resignados a ello. Si temían lo que sucedería con ellos después. Si les permitirían volver a su isla. Asimismo, vislumbrando que mi destino sería similar al de Clovis y Daria, deseé que rescataran a Ethan cuando mi cuerpo ya fuera cenizas y que mi recuerdo se esfumara rápido de su mente. Sin traumas y sin un dolor momentáneo que fuera más allá del de perder a una amiga, cuyo rostro e interacciones se iban a tornar difusas con el tiempo.
Ian fue quien vino por mí, pero no estaba solo. Ya no había esa confianza. Cazadores, uniformados y con sus armas en mano, lo acompañaban. Uno de ellos me colocó las esposas e Ian me sujetó del hombro para guiarme fuera de la celda. Ninguno articuló palabra. Avanzamos con los cazadores rodeándonos, como si yo no fuera la única prisionera.
Ian se separó de mí para viajar en vehículos separados, pero antes de apartarse apretó mi hombro y me miró a los ojos. Sin decir nada en voz alta, con ese gesto, recordé que en realidad no estaba del todo sola. Así no pudiera salvarme, él y otros estaban conmigo.
Durante el trayecto, contemplé cada árbol y cada detalle del paisaje que atravesábamos. Busqué internalizarlo y prolongarlo en mi memoria. Sabía de lo grave de mi situación y que yo sería probablemente la próxima en morir. Ya había esquivado la muerte demasiadas veces; quizá las oportunidades de redención se habían agotado para mí.
—Ni siquiera Wyatt podrá hacer algo por ti —murmuró el cazador junto a mí.
—Pronto él también recibirá su castigo —dijo el que estaba en mi otro costado.
—Todos lo harán —agregó el copiloto.
—Y ustedes igual si no guardan silencio —indicó el conductor, quien aparentaba ser por lo menos una década mayor que los demás.
Más cosas de las que esperaba habían sucedido desde mi ida a la montaña de los Ypres. Wyatt puso en riesgo su cargo en distintas ocasiones por ayudarme. Me preguntaba qué tanto le habían descubierto y qué tan grave sería lo que le harían. Los cazadores estaban siendo más implacables hasta con los suyos. Estar de mi lado nunca dejaba nada bueno.
Ser ejecutada iba a ser lo mejor.
Y ese pensamiento se mantuvo conmigo. Más fuerte y palpable que mi entorno. Salvar a mis seres queridos implicaba morir. Y eso estaba bien. Darme por vencida sería lo mejor para todos.
Quien nos recibió en las instalaciones de los Cephei no fue Josh junto a Cephei de alto rango, sino más cazadores. También se asomaban desde la azotea y las ventanas, sumados a los que había visto patrullando el bosque. No recordaba la última vez que vi una concentración tan grande de ellos, incluso impensable dentro de un territorio nuestro.
Esposada y con Ian caminando a unos pasos por delante de mí y mis custodios, cruzamos por la entrada principal hacia el patio central.
Ya estaba el escenario preparado para la ejecución pública. Una estructura de metal y tablas de madera se alzaba junto a la cúpula del comedor, con una fila de sillas sobre ella a un costado. Alrededor había varios grupos de Hijos de Diana ya formados y mantenidos en orden por un par de uniformados. Entre los que se hallaban en la parte frontal, había un espacio ocupado por una serie de asientos, en los cuales reconocí rostros de alfas.
Conforme avanzaba, la tensión en el ambiente fue perturbada por mi presencia. Sabía no había ni un solo individuo presente que no conociera quién era yo. Me mantuve erguida y sin posar mi atención en ninguno de ellos. Me llevaron hasta uno de los pocos asientos que seguían vacíos y ya en él noté a Laila sentaba diagonal a mí. Uno de mis custodios dejó su mano en mi hombro, por lo que no la puse en riesgo a ella, ni a mí, intentando hablarle.
No tuve que esperar demasiado para que iniciara el evento. Los cazadores se hicieron señas entre ellos y, luego del sonar de una trompeta, unos de aspecto mayor se aproximaron desde el edificio principal. Su alto rango se distinguía por el color gris plomo de su uniforme y la banda roja en el brazo. Subieron al escenario y se acomodaron en las sillas allí disponibles.
Los suaves murmullos, que se oían de las conversaciones simultaneas que eran desarrolladas, se detuvieron cuando Clovis y Daria fueron traídos. Sus cabezas estaban cubiertas por bolsas de tela y no había prendas de ropa pretendiendo esconder las heridas en sus cuerpos. Pese a ello, su caminar no era de derrota.
Examiné los rostros que pude a mi alrededor, sin moverme demasiado para que mi custodio no me reprendiera. Laila se puso rígida con la aparición de sus padres y en el resto predominaba la expresión de malestar. Sin importar el apoyo que le hayan dado a Drake, seguían siendo los que llevaban décadas como cabeza de los Pólux. De todas formas, eran Hijos de Diana que no morirían bajo nuestros términos, sino de otra raza que se había vuelto nuestra dueña.
Al pie de los escalones, Clovis se detuvo. El cazador que sostenía su cadena tiró de ella para obligarlo a avanzar, pero él se resistió. Un par de metros más atrás, golpearon a Daria en el abdomen y luego en la espalda, haciéndola caer de rodillas.
Para Laila fue demasiado. Se puso de pie y mostró la intención de ir hacia su padre, sin embargo, Josh evitó que el impulso le generara graves consecuencias. El alfa de los Cephei había estado acompañando desde la retaguardia a quienes ejecutarían a Clovis y Daria, mas decidió intervenir dirigiéndose al frente.
—No hagas que se derrame más sangre de la necesaria. Ya es suficiente —le dijo a Clovis.
Esperé que el sentenciado a muerte replicara, pues ya no tenía nada que perder. No obstante, después de tomarse unos instantes para pensarlo, tiempo en el que Laila fue guiada de regreso a su asiento, Clovis asintió y subió por los escalones para recibir su condena.
Con Daria y Clovis en el escenario, sus cadenas aseguradas al suelo, Josh se mantuvo de pie a un costado de ellos para decir unas palabras. Detrás de ellos tres, estaban los dos cazadores elegidos para realizar la decapitación.
—El orden existe por el bien común, para conservar el equilibrio y prevenir la destrucción del caos. Nuestros actos repercuten en nuestra manada, en las manadas hermanas, y en todo lo demás. Y es necesario ser responsables de nuestro actuar y dar el ejemplo para garantizar un mejor futuro. Para sobrevivir.
Hablaba con los hombros hacia atrás y las manos en su espalda. Por el tono que empleaba y el conocerlo por tantos años, estaba segura de que esas frases no eran suyas.
—Yo soy el hermano de un traidor. Comparto la culpa de sus actos por no haberme dado cuenta de lo que planeaba y lo que me reste de vida será para redimirme. —Extendió su brazo hacia Clovis y Daria—. Nadie está exento de pagar por sus faltas, ni siquiera una pareja alfa. Hoy se derramará su sangre para cuidar el futuro y mantener el orden. Que la diosa les otorgue la gracia de ser recibidos en sus prados.
Al terminar de interpretar el libreto que se aprendió, Josh ocupó la silla reservada para él en el escenario. Ninguno de los cazadores de alto rango se levantó para también dar un discurso. Eran la imagen del castigo, los titiriteros de nuestro mundo, los que invadían nuestro espacio con descaro, pero, aún así, recurrían al apoyo falso de un Hijo de Diana con autoridad para fortalecer sus acciones.
Los verdugos removieron las bolsas de sus cabezas. No quedaba rastro de sus largas cabelleras y su aura elegante e intimidante se había extinguido. Clovis permaneció con la vista fija al frente e inmutable, mientras Daria temblaba y lloraba sin emitir ruido.
Los cazadores sacaron las espadas de las fundas que cargaban en la espalda.
Que sus cabezas fueran separadas de sus cuerpos no era una imagen que deseaba tener en mi mente. Estaba segura de que la mayoría tampoco. No obstante, era de conocimiento popular que los cazadores aprovechaban las ejecuciones públicas para poner a prueba a los espectadores. Retirar la mirada, o reflejar empatía era ser el siguiente en tener su atención.
Blandieron las espadas. Se deslizaron por el aire y en escaso segundos rebanaron piel, músculo y hueso de sus cuellos.
Quiero comenzar agradeciendo enormemente a @Nadiaerguia por las nuevas portadas de la trilogía.
Ha sido un año complicado para mí, sin embargo, me ha servido para aprender lecciones necesarias.
Sé que han pasado casi 3 meses desde la última vez que actualicé, comprendo si hay molestia e igual si no seguirán por acá. No obstante, escribir no es algo que pueda forzar cuando en mi vida personal estén sucediendo ciertas situaciones.
Volví a mi balance, estoy escribiendo de nuevo y eso me tiene contenta. Estaré subiendo capítulos más constante.
Gracias a los que siguen.
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