Capítulo 1 | Las culpas del pasado

Me miraba desde una esquina de la habitación. Sus ojos tenían una tonalidad escarlata y de alguna forma me mantenía inmóvil en la cama. No podía enfrentarlo, ni huir. Y ponía deducir por su expresión que disfrutaba tener ese poder. Mi desespero era su victoria.

No me asustaba tanto el hecho de que me lastimara, como que le fuera a hacer daño a Ethan. Y el detalle era que Ethan no estaba conmigo, sino que continuaba siendo cuidado por una familia sustituta. ¿Y si ya había ido por él?

No importaba cuántas veces tuviera ese sueño. Siempre se sentía tan real y la angustia permanecía hasta mucho después de haberme despertado.

Drake era libre, debía saber que lo traicioné y seguramente ya no sería condescendiente conmigo. En cualquier momento podía volver por nosotros. Las instalaciones de los Cephei no eran lo suficientemente seguras. Lo ideal era desaparecer, pero mi sentencia no lo permitía. No podía darle una vida de fugitivo a Ethan. Además, haberme juramentado ante Josh me arremató el completo control sobre mí.

—Hoy sí no intentaste volverte a dormir —dijo Hannah sentándose en su cama. Bostezó.

—Disculpa si te desperté.

No debía haber llegado hacía tanto de su reunión con los cazadores y los Pólux refugiados. Ella era forastera, por lo que su posición neutral la convertía en buena intermediaria. Era representante oficial de los Klodelagt y, a pesar de ser una manada de otro continente, sus opiniones tenían peso. Desde que se dio a conocer la traición de Clovis, los Pólux que siguieron el ejemplo de Laila y se desligaron de él, habían sido acogidos por los Cephei mientras podían volver a su isla.

—Tranquila. Hoy es que Josh te dirá tu nueva tarea, ¿cierto?

—Sí, y espero que de verdad sea algo que me haga sentir útil. Estoy harta de estar en la cocina picando vegetales.

—Si siguieras con Drake ya los hubieras envenenado a todos.

Soltó una risita.

Le lancé mi almohada, la cual atrapó antes de que la golpeara. En lugar de regresármela, la abrazó y volvió a acostarse.

—Un poco de normalidad y actividades aburridas es lo que te hacía falta —agregó antes de arroparse por completo otra vez y darse la vuelta.

El problema era que esas acciones repetitivas me daban oportunidad para pensar y ser atormentada por mis fantasmas. Mantenerme ocupada y en movimiento dinámico era lo que lo evitaba. O estar atenta a mis seres queridos, como Ethan y ella.

Abandoné mi habitación de siempre, con la diferencia de que mi compañera era mi hermana. Paula ahora compartía una recamara con Jair y Hannah cambió su habitación de invitada para estar conmigo. Pese a los envoltorios de comida que dejaba por doquier, me hizo feliz que tomara esa decisión. Había recuperado a mi hermana y su cariño, justo como podía hacer Alan, me recordaba que quedaba bondad en mí.

Fui a la oficina de Josh en el edificio principal. No era de uso frecuente; solo para tratar temas oficiales que requirieran privacidad. Era la primera vez que me citaba allí, por lo que intuí que mi nueva labor iba a ser importante. Lo que me inquietó era que se suponía que debía mantener un perfil bajo, porque desconfiaban de mí.

Aunque deseaba estar equivocada, todo apuntaba que debía estar relacionado con Drake. La sentencia dada por los hechiceros todavía podía escucharla con claridad en mi mente. Esperaba estar equivocada, pues no estaba lista para volverme a separar de Ethan y enfrentar a Drake. A penas solo habían transcurrido un par de meses, pero casi podía sentir su ira ante mi traición. Nada lo detendría. Nada ablandaría de nuevo su corazón.

Toqué la puerta y aguardé a que me permitiera ingresar. Lo que menos imaginé fue encontrar a Corinne allí. Tuve que contener las ganas de dar la vuelta y marcharme.

–Estoy aquí como ordenó –dije solo enfocándome en él.

Aún me costaba dirigirme con sumisión y tenerlo como alfa. Para mí solo había sido Arthur y Josh, a pesar de ser su nieto, era muy distinto. Nuestra historia de desprecio y agresión no lo hacía sencillo.

–Siéntate –ordenó señalando el asiento junto a la de la rubia. Josh se apoyaba del alto espaldar de su silla detrás del escritorio.

Sin protestar, lo obedecí. Evité hacer contacto visual con Corinne, a pesar de percibir el peso de su mirada sobre mí. No era temor, ni vergüenza. Yo hice lo necesario para sobrevivir y fui una marioneta más en el juego de Drake, o, más bien, de Zigor. Quizás era respeto; hacia su pérdida y dolor.

Antes de que Josh pudiera continuar, Corinne se levantó.

–No puedo. Lo siento. Sé que te pedí que me colocaras en una posición útil, pero esto no es lo que esperaba. No aguantaré estar más de una hora diaria en la misma habitación que ella.

–No te obligaré, sin embargo, nadie mejor que tú se asegurará de que no se sobrepase, ni que se desvíe de mi orden –contestó.

La información dada todavía era muy vaga para saber con exactitud qué me pediría hacer. No obstante, tampoco me sonaba sensato considerar tenernos juntas. Cualquier otro podía hacer el trabajo de vigilarme.

–¿Qué es lo que quiere que haga? –pregunté.

–Que enseñes tus habilidades de engaño a un grupo.

–Los hechiceros dijeron que no podía...

–¿Desde cuándo obedeces al pie de la letra las reglas? –me interrumpió–. Así es como saldarás tu deuda con la manada. Necesitamos tenerle algo de ventaja a los hechiceros y cazadores. Esta puede ser una de las formas.

Una cosa era enseñar técnicas de lucha, otra muy distinta ser para otros lo que Rinc fue para mí. Formar tejedores de mentiras audaces implicaba romperlos como yo me rompí y no sabía si sería exitosa en ello. Requería tiempo y los discípulos correctos.

–¿Quiénes serán? –cuestioné. Sabía que negarme no era una opción.

–Individuos que necesitan un nuevo motivo para seguir existiendo –respondió esa vez Corinne. Volvió a sentarse–. Yo escogí a la mayoría. Algunos Pólux y otros que sufrieron grandes pérdidas durante la Masacre del Pastor. Como dijo Josh, nos lo debes.

Sabía que hubiera deseado poder ocultarlo, pero los ojos de Corinne se llenaron de lágrimas. Todavía me odiaba. Todavía sufría por lo ocurrido esa noche. Para ella, yo seguía siendo responsable de la muerte de su bebé. Y, tal vez, en parte era así. Yo experimenté ese dolor por muchos años y la única forma de sobrevivir era intentar llenar ese vacío con algo, a pesar de ser imposible.

–Lo siento –le dije por primera vez a Corinne–. Lamento mucho haber sido parte del plan de Drake y no haberme percatado de sus aspiraciones. Tú no eres mi enemiga y espero yo tampoco ser la tuya.

Corinne volteó a mirarme. Parpadeó un par de veces antes de replicar, asegurándose de que mi disculpa no fue producto de su imaginación.

–No puedo estar en paz hasta que Drake pague por lo que hizo, pero gracias por decirme eso. No llegaremos a ser amigas, sin embargo, admito que cada vez te odio un poco menos –confesó. Hizo una pausa, en la que limpió el borde de sus ojos con los dedos y respiró hondo–. Está bien, Josh. Lo haré.

Josh asintió y se sentó en su silla. Apiló una serie de carpetas frente a él.

–Estos son los expedientes de quienes entrenarás. Seguro te serán útiles.

Me los entregó dentro de un sobre. No me molesté en curiosearlos todavía. Lo haría en privado.

La reunión no duró demasiado después de eso. Me encargó armar un esquema de cómo impartiría las clases y que tuviera todo listo antes de una semana. No me negué a hacerlo, aunque dudaba poder elaborar algo detallado. Los tiempos dependían de cada proceso individual y ni siquiera estaba segura de que se pudiera entrenar a tantos a la vez. Intenté deducir cuál sería la opinión de Rinc y lo más probable era que no estuviera de acuerdo con la solicitud de Josh. El conocimiento podía ser peligroso en las manos incorrectas.

Salí al patio y me senté en una de las bancas cercanas al comedor. Ya casi era hora de que trajeran a Ethan a comer y aprovecharía de compartir un rato con él.

Aún no sabía que yo era su madre. En esos meses continuamos interactuando como si yo fuera una buena amiga más; la princesa que Alan le pidió cuidar. No hallaba la manera de decírselo y Josh respetó mi decisión de esperar. Quizás era mi miedo de que me ocurriera algo y hacerlo atravesar por esa pérdida. Mi situación continuaba siendo delicada y Drake seguía libre.

Antes de que pudiera darse mi encuentro mañanero con Ethan, vi a Ian caminando desde el edificio principal hasta mí. Era extraño verlo en ese horario.

–Necesito mostrarte algo –fue su saludo.

–¿Es urgente? En cualquier momento llegará Ethan.

Su expresión lo dijo todo. Estaba preocupado.

–Lo es y Josh no puede enterarse.

Antes ese tipo de frase me hubiera entusiasmado, no obstante, en el último año había tenido suficientes emociones fuertes. Ocultarle algo a mi alfa no era sinónimo de mantenerme en el camino de la redención. Por otro lado, se trataba de Ian.

Me puse de pie.

–Está bien. No olvides comprarle ese peluche que te dije a Ethan cuando vayas a la ciudad.

Lo seguí hacia las habitaciones subterráneas. Tuvo cuidado con que no nos cruzáramos con nadie y el motivo cobró sentido cuando reconocí hacia dónde íbamos.

–¿Me llevas a la salida de emergencia? –pregunté.

Estábamos a pocos metros de la puerta que daba hacia el túnel que descendía unos cuantos metros más y acababa en algún lugar del bosque. Solía estar vigilada, pero no había nadie.

–Sí, hoy yo me ocupé de su resguardo.

–¿Por qué? Nunca lo has hecho.

–Ya verás.

Bajamos por el pasillo inclinado; yo cada vez más intrigada. La iluminación provenía que bombillas con una considerable separación entre sí. Nuestras pisadas hacían eco.

–Ian, si soy atrapada fuera de las instalaciones de los Cephei será mi fin.

Yo ya estaba disminuyendo el paso. Éramos aliados, pero mi bienestar era el de Ethan y él estaba por encima de todo.

Me ignoró.

Estuve por insistir en no poder, cuando luego de la curva Wyatt apareció ante nosotros. Se apoyaba de la pared con un arma apuntando en nuestra dirección y protegiendo a alguien detrás de él. Tenía su abdomen vendado y con una mancha de sangre amplia.

–Mierda. ¿Qué te pasó?

–Meterme en problemas que no me corresponden con tal de tener mi conciencia tranquila. –Guardó el arma y se apartó para traer hacia adelante a su acompañante–. Te traje a alguien.

Casi se me caen las carpetas cuando reconocí a Jullie. Vestía unos pantalones demasiado grandes para ella y un suéter roto. Su cabello rubio había sido cortado.

Sin pronunciar palabra y ante sus facciones haciendo un esfuerzo por contenerse, fui hasta ella y la abracé. Se aferró a mí y comenzó a llorar contra mi hombro.

–¿Qué le hicieron? –le pregunté a Wyatt.

–La encerraron y experimentaron con ella. Son unos malditos.

Apreté los labios. Claro que lo eran. Sin embargo, no creí que la tratarían así. ¿Acaso tenía que ver con la carpeta que hallé en el estudio de Wallace?

Acaricié el cabello de Jullie. Me culpé por no haberle dado seguimiento a su caso. Supuse que luego de tomar su declaración la regresarían con su familia.

–Vas a estar bien –murmuré–. Eres fuerte y ya estás aquí.

Miré a Ian y le hice una seña para que se acercara. Acomodé su brazo alrededor de Jullie y ella entendió que ahora debía apoyarse de él.

–¿Josh no sabe nada entonces? –cuestioné.

–No. Es asunto de hechiceros y cazadores, así que su obligación será informar acerca de su ubicación.

–Ya veo. Ian, ¿podrías llevarla a mi habitación para que descanse y coma? Mientras decidimos qué hacer –pedí.

Al pelinegro no pareció agradarle la idea. Después de todo, él fue quien me incluyó en esa situación. No obstante, Jullie estaba demasiado afectada para ser parte de la conversación.

–Luego te actualizo y escuchamos tu opinión –agregó Wyatt.

–Lo que decidan está bien –contestó Ian–. Solo espero que no pongan en riesgo sus vidas, por favor.

Dicho eso, comenzó a apartarse. Wyatt esperó a que desapareciera del campo visual para deslizarse contra la pared hasta quedar sentado en el suelo.

–No te alarmes. Solo estoy exhausto. La herida luce peor de lo que es.

Confié en sus palabras. Me senté a su lado.

–¿Ahora los cazadores te buscan? –fue lo primero que quise saber.

Jullie había quedado en mano de ellos. Wyatt fue en contra de los intereses de sus superiores y la ayudó a escapar. ¿A qué precio?

–No, no soy un fugitivo. Oculté mi identidad, pero ya llevo una semana sin presentarme en mi puesto, así que no podré durar mucho aquí.

–Y obviamente tendrás que dejar a Jullie aquí. Me gustaría poder llevarla de regreso a su hogar, pero no estoy en...

–La salvé por ti –me interrumpió–. Al principio insististe mucho en saber de ella. No pude hacer nada por Cecilia, pero por lo menos Jullie salda esa deuda.

Cecilia. La vampira joven que terminó siendo prisionera de los Cephei y fue asesinada por orden de Drake. Otra víctima más de nuestro mundo. Jullie no tenía por qué tener la misma suerte.

–Tonto. No teníamos ninguna deuda. No fue tu decisión. –Ojeé las carpetas en mi poder. Yo también podía hacer una diferencia en la vida de esos Hijos de Diana; darles herramientas para sobrevivir–. Gracias, Wyatt. Yo me haré cargo entonces. Josh quiere tener ventaja sobre los hechiceros, los cazadores, las otras manadas, o de quien sea. Puedo buscar la forma de hacerle ver que Jullie es eso.

–No será difícil. Jullie es descendiente de Priska, incluso más pura que el brujo de Drake. Por eso la mantuvieron cautiva.

Esa era la razón del archivo de Wallace sobre ella. Era del mismo lugar donde nació, pactó y murió Priska. Dudaba que Zigor o Drake supieran. De ser así, la hubieran mantenido con ellos o, en su defecto, matarla por ser una amenaza potencial.

–¿Tiene poderes? –cuestioné. Ningún aroma a muerte la rodeaba, ni noté algún indicio. Solo había sido la chica favorita del profesor.

–Han ido despertando, pero no por voluntad propia, sino emocional. En ese estado es peligrosa, Vanessa. Hay que tener cuidado.  

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