Antes | Presencia

Drake

Me escabullí fuera de ese corredor atravesando la puerta indicada y entrando al pasillo que unía ambos edificios.

El ligero trazo de su aroma circulando por el ambiente había sido suficiente para identificar su presencia próxima y tener la necesidad de evitar a toda costa cruzarnos. Dudaba que fuera capaz de saber que yo había sido el responsable de la pérdida de su vida humana, pero desconocía qué tipo de efecto podía tener en ella verme; ya fuera por el vínculo de conversión, o esa supuesta deuda. Aunque, la dependencia provocada por lo primero ya debía estar resuelto.

Me quedé atento en la puerta a los pasos del otro lado. Hubo un extraño hormigueo en la punta de mis dedos.

—¿Tienes ganas de vomitar de nuevo? Ese golpe estuvo bien fuerte —preguntó alguien irrelevante en el otro lado.

—No, es solo que... —No había tenido una conversación con Vanessa, mas estaba seguro de que esa era su voz—. No es nada. ¿A dónde lleva esa puerta?

—Al edificio de al lado, pero no tenemos nada que hacer allí —respondió el otro—. Muévete, tengo que llevarte a la enfermería y volver.

Los oí alejarse y solo así pude relajarme y apartarme de la puerta. Yo era consciente de cómo mi comportamiento rozaba lo irracional. Sin embargo, era lo que estaba en mi poder para evitarle inseguridades a Corinne. Mientras menos contacto tuviera con Vanessa, mejor.

Al girar para acabar de avanzar por ese corredor, decidiendo dar un paseo por el bosque, me encontré con Josh y una impura observándome desde el otro extremo. La impura, cuya marca estaba visible en su muslo derecho, era la compañera de habitación de Vanessa. Paula, ese era su nombre, lucía nerviosa y mi hermano demasiado cerca de ella.

—¿Huyes de alguien? —inquirió Josh con tono burlón.

Fui hasta ellos, no deseando que nuestra conversación tuviera tanto volumen.

—No sabía que ya habías vuelto de tu viaje —dije, escogiendo ignorar lo anterior.

—Con permiso, debo irme —anunció Paula haciendo una especie de reverencia.

Josh no la detuvo, así que ella pudo retirarse con rapidez.

—Volví anoche —replicó entonces—. No sabía que debía notificarte.

—Eres mi hermano. Me importa que estés bien.

Lo menos que deseaba era que lo viera como un intento de controlar su vida. Ya éramos adultos y cada uno tenía sus propias inclinaciones. Había varios aspectos en él que me gustarían fueran distintos —más dignos de orgullo—, pero debía aceptarlo como era. La muerte violenta de nuestros padres lo había marcado, al igual que a mí. Cada uno lidiaba a su manera con ello.

—Y a mí que tú lo estés —declaró colocando su mano en mi hombro—. ¿Qué fue eso de hace un momento? ¿Te sigues escondiendo de la impura que convertiste?

—No es eso...

—No eres un delincuente. No deberías actuar como uno. Ya se está notando tu comportamiento extraño, hermano.

Que él, quien parecía estar siempre despreocupado de sus deberes como Aldrich, lo señalara, tenía peso. Algo debía haber escuchado en los pasillos. Yo era el próximo alfa, no podía ser percibido con una actitud catalogada como rara. Un líder no podía tener un juicio dudoso.

—¿No has pensado en acostarte y ya? Tal vez eso es lo que necesitas para sacártela de la cabeza —añadió, arruinando el momento.

—¿De verdad pensaste antes de sugerirme eso? —siseé apartándome de su agarre—. Eso nunca ha cruzado por mi mente. Yo soy el culpable de su desgracia y me casaré con Corinne.

—¿De su desgracia? Piensa, nuestro estilo de vida no es malo. En realidad, ella debería estar en deuda contigo.

Bufé.

A veces hacía difícil que se prolongara un momento agradable entre ambos. ¿Cómo era posible que fuéramos tan diferentes habiendo provenido del mismo vientre?

—Piénsalo, Drake. Corinne no tiene por qué enterarse —continuó con su perversión.

—Ya basta —ordené—. Te pido que no vuelvas a mencionar algo así.

Josh suspiró y encogió los hombros—. Como desees.

—Y también te pido que no te acerques a Paula. Saca a esa impura de tu lista.

Una sonrisa tensa se formó en su rostro. Ya no era una charla entre hermanos, sino entre un superior y su subordinado. No obstante, no podía permitir que se involucrara con quien Vanessa interactuaba a diario. Suficiente era su lazo conmigo.

—De todas formas, no es tan hermosa —contestó—. ¿Algo más?

—No por el momento.

—Bien.

Dicho eso, se dio la vuelta y se marchó sin despedirse. Sin darme cuenta, a medida que pasaron los años, la brecha entre ambos se había ido agrandando.

Abatido, me apoyé con un brazo de la pared y miré a través de la ventana. Estaba por anochecer, pero no me detuve a admirar el cambio de colores en el cielo, porque capté a Nadia, la prometida de Josh, sentada en una banca. Desconocía el tiempo que llevaba allí, mas era el puesto perfecto para haber sido espectadora de la escena transcurrida en ese pasillo.

Me saludó al verme y le dio unos golpecitos al espacio junto a ella.

Acudí a su invitación. No solíamos tener conversaciones a solas y me preocupaba cómo el comportamiento de mi hermano podía afectarle. Su unión con mi hermano tenía como objetivo fortalecer la alianza con una manada extranjera en auge.

—Deberías relajarte un poco, cuñado —dijo cuando me senté.

—Josh solo estaba...

—Jugando. Lo sé —me interrumpió—. Me parece entretenido.

—Me disculpo por su actitud —declaré, a pesar de que no demostraba ni una pizca de molestia.

—No lo hagas —sonrió—. No me ofende. En mi manada de origen no practican la monogamia. Ellas son juguetes desechables y yo la futura madre de sus hijos.

Me costaba entender su tranquilidad. Para mí, la exclusividad, además de la confianza, era uno de los pilares fundamentales y sagrados de una relación, especialmente si se trataba de la pareja alfa. No podía imaginar a otro con sus manos sobre Corinne.

—Es asunto de ustedes, pero creo que Josh debería ser más discreto. Por lo menos por la imagen del linaje —fue mi contesta.

—En eso estoy de acuerdo. Lo hablaré con él. —Se puso de pie—. ¿Puedo darte un consejo?

—Hazlo.

—No le des tanta importancia a Vanessa. Hacer ese esfuerzo por evitarla es malgastar energías. Lo más probable es que al interactuar con ella, te des cuenta de que no es la gran cosa y pierdas esa curiosidad, antes de que Corinne enloquezca de celos.

El problema era que sabía muy dentro de mí que hacer eso generaría el efecto contrario. Y tuve razón. 

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