Antes | Nadie
Drake
Era extraño estar en una visita oficial a una manada aliada y tener tanto tiempo libre. De hecho, solo estaba allí porque preparaba a Josh para ocupar mi puesto. Lo aconsejaba, compartía información de reuniones y acuerdos pasados, demostraba mi tranquilidad con la decisión tomada. Esa transición debía ser lo más fluida posible para no traer inestabilidad a la región. Sin embargo, pronto ya no sería tan necesario.
A pesar de su mal carácter, liderazgo defectuoso, y reprochar cada vez que podía lo que hice, comenzaba a ganar la confianza para que su voz fuese escuchada. Si el insensato de Samuel Harcos había podido mejorar ciertos aspectos, obviamente Josh Aldrich lo haría.
Fue inevitable no sonreír para mí mismo de orgullo. Aunque no hubiera sido lo planeado para nosotros desde nuestra concepción, esa experiencia estaba haciendo a mi hermano menor madurar. Incluso lo había notado más atento con Nadia, quien ahora sería la futura sacerdotisa de los Cephei.
Me permití acostarme en la banca de la plaza de los Arcturus. Ya no era necesario tanto formalismo, ni cuidar mi imagen. Apoyé la cabeza sobre mi brazo y miré las estrellas. Me pregunté qué podía estar haciendo Vanessa en ese momento.
—Qué aburrido. ¿Así piensas crear un mundo mejor para los Hijos de Diana?
Permanecí quieto al reconocer la voz de Zigor. No tardó en aparecer en mi campo visual. No sabía si estaba realmente allí, o si era una aparición como antes de liberarlo.
—Solo tú puedes verme —añadió.
—Van a pensar que terminé de enloquecer si me ven hablando solo —murmuré.
—Entonces solo escucha. Deberías estar en esa reunión obteniendo información y decidiendo cómo usarla a tu favor. No aquí suspirando por un amor que en cualquier momento se marchitará por un entorno tan hostil.
—No será así —repliqué lo más contenido posible. No obstante, se sintió más como una afirmación para mí que para él. Una presión se instaló en mi pecho al imaginar a Vanessa rindiéndose con lo nuestro. No podía suceder.
—¿Seguro? Ambos sabemos que no es tan fuerte. Nació humana. Por eso no le has contado sobre mí.
Me senté para encararlo mejor. Dejó de importarme que alguien me notara hablando con la nada. Esa criatura maligna no podía subestimar de esa manera a Vanessa. Ya llevaba meses manteniéndose fuerte por nosotros. Seguía sonriéndome; incluso aunque quizá ya no era un gesto tan radiante...
—Así que aquí te escondes. —La demorada formulación de mi respuesta a Zigor fue interrumpida por Samuel acercándose—. Jamás creí que los papeles se invertirían de esta forma.
Zigor había desparecido.
—No creo que estén precisamente invertidos. Supongo que escapaste de la reunión como de costumbre —respondí dándome la vuelta tenerlo de frente.
—Y tú de tus responsabilidades como el siguiente en la línea de sucesión. Contra todo pronóstico, terminaste siendo una mayor decepción que yo.
Como actuación típica de Samuel Harcos, su tono fue desafiante y sin una pizca de diplomacia. Suficiente había tenido con Zigor alimentado mis inseguridades. No lo necesitaba a él opinando sobre mi vida y creyéndose superior solo porque yo di un paso hacia un costado. Eso no lo convertía en un mejor sucesor.
—Y no solo eso. También cambiaste a la prometida moldeada para ti por una impura que tú mismo convertiste —agregó—. Eso roza lo perturbador, Drake. ¿Te aprovechaste del vínculo de conversión?
Apreté mis manos cerradas en puños y me levanté. Se había excedido.
—¿Qué harás? —preguntó sin retroceder ni borrar esa sonrisa provocadora—. ¿Golpearme por decir la verdad? Esa es la nueva imagen que todos tienen del gran Drake Aldrich.
Mi autocontrol para no romperle la cara estaba tambaleando. Tenía tanta frustración acumulada que solo quería arremeter todo contra Samuel. Siempre había sido un insolente incapaz de esforzarse por estar a la altura de representar con dignidad a su linaje.
«Haz que sangre», susurró una voz en mi cabeza.
—No me digas que ahora eres un cobarde —continuó Samuel.
Lo sujeté por el cuello de su camisa y tiré de él para sacudirlo un poco y acercar mi rostro al suyo.
—No me hables así —siseé.
—¿Por qué no lo haría? —Permaneció inalterable, sin ningún tipo de respeto hacia mí—. Ya no eres nadie.
Estuve a punto de golpearlo, cuando el sonido de unos pasos lo impidieron. Al dirigir la mirada en su dirección, anticipado la llegada de algún guardia Arcturus, me encontré con Corinne. Su cabello se movía libremente con la brisa nocturna y su túnica celeste revoloteaba siguiendo el mismo ritmo.
Solté a Samuel y me aparté.
—Tu padre te está buscando, Samuel —dijo Corinne—. No lo hagas esperar.
—¿Qué pasa, Corinne? ¿Todavía lo cuidas, a pesar de que te desechó como a una muñeca vieja? —contestó Samuel sin apartar su atención de mí.
—Eso no es asunto tuyo —señaló Corinne tajante, frenándome de volver a sujetar a Samuel para darle su merecido—. Mejor ocúpate de tu amante antes de que tu compromiso sea el más corto en la historia de los Hijos de Diana.
Samuel retrocedió ante la mención de Emily, quien no era aprobada por sus padres y por ende se habían apresurado en conseguirle una prometida. El día anterior habían anunciado el compromiso.
El futuro alfa de los Arcturus no añadió ni una palabra más, y se retiró. Sin embargo, eso no apaciguó mi enojo. No fui tras él porque estábamos en su territorio y en presencia de Corinne. En cambio, expulsé el aire de mis pulmones con brusquedad y le di un puñetazo a la banca, la cual menos mal era de concreto.
—Jamás te había visto así —comentó ella calmada y ocupando el extremo opuesto.
—Samuel se excedió —murmuré. Froté mis nudillos heridos contra mi pantalón y luego me senté a esperar que sanaran.
—Si tus decisiones te dieran tranquilidad, no hubieras reaccionado así. La manera en la que se comporta Samuel me es indiferente.
—No es tan sencillo.
—Tú elegiste que fuera así.
Alcé la mirada hacia ella. Su expresión era serena y centrada, de la misma forma en la que siempre había estado para escucharme y aconsejarme. Yo le había roto el corazón, pero ella se mantenía sólida en su papel. En público no mostraba las heridas que yo le había hecho.
—Debiste dejar que lo golpeara —dije—. Ya no es tu trabajo cuidarme.
Corinne sonrió y suspiró levantando la mirada al cielo nocturno.
—No es momento para la desunión. Los Cephei necesitamos mostrarnos fuertes y eso no se logra iniciando una pelea de egos. El bienestar de la manada es más importante que nuestros conflictos individuales.
Entonces no se trataba de mí, sino de ese enfoque al que yo mismo le había perdido la atención. No todo era Vanessa. No todo éramos nosotros. Eso Corinne lo tenía claro.
—Muñeca vieja... —añadió con tono de incredulidad—. Creo que voy a tener que recordarle de las fotos y vídeos de él borracho en la fiesta de disfraces de hace unos años. Todavía los tengo.
La tensión que había surgido entre nosotros dejó de estar presente. Se sintió como una conversación relajada, entre dos personas que llevaban años conociéndose, como las de antes. La molestia generada por Samuel ya se había disipado.
—¿La misma fiesta en la que escogió en el karaoke una canción femenina sensual y terminó haciendo un striptease? —pregunté.
—Sí. Y que cuando se durmió la hermana de Ian lo maquilló.
La referencia a esas memorias compartidas de nuestra adolescencia e imaginar la cara que pondría Samuel si Corinne cumplía lo que pretendía, me hizo reír. Y ella se contagió. Fue agradable oír ese sonido luego de tanto tiempo.
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