Capítulo 8💀
3/3 maratón
ADELINE IVANOVA
El dolor es el único impulso suficientemente fuerte para que una persona sea capaz de acabar con cualquiera. El dolor nos mata pero también nos ciega y logra hacer de nosotros un monstruo invencible.
El dolor siempre ha sido mi mayor castigo.
Siempre ha estado ahí, viviendo dentro de mi, listo para salir a la luz cuando él quisiera.
Y lo ha hecho más veces de las que me gustaría.
—Mataste a mi padre—bramo mirándolo a los ojos.
—Es el precio que tenías que pagar—dice sin remordimiento.
Casi por impulso le doy un fuerte puñetazo en la cara logrando que su labio sangre, él ríe y lo siguiente es un rodillazo en su entrepierna que logra doblarlo de dolor y así poder quitarle su arma.
Una vez con el arma en mis manos verifico que tenga balas y comienzo a apuntarle a los dos hombres que están detrás del cadaver de mi padre.
Ambos se ponen en posición de ataque sacando sus pistolas pero me importa una puta mierda, veo rojo.
Los mato a ambos de un disparo en la cabeza, logrando así armar un alboroto en toda la finca. Tomo una de las armas que caen al piso y con dos pistolas en mis manos comienzo a caminar como una maldita depredadora.
Los hombres de Elliot aparecen como hormigas.
—¡Nadie la toca!—ordena el francés de un grito.
Mato a cada guardia que me encuentro a mi paso, un disparo perfecto que los deja sin vida al instante.
—Maldita perra—espeta uno de ellos antes de aur la bala atraviese su craneo.
Voy dejando un puto cementerio a mi paso y me importa una jodida mierda, siento como si la sangre me hirviera y se congelara al mismo tiempo.
Camino hacia la casa de los guardias y allí encuentro cuatro de ellos fuera.
Caen como putos dominós.
—El jefe nos ordenó no tocarla—expresa uno desesperado.
—No voy a morir por una puta rusa—espeta otro.
Disparo y mató a ambos sin darle posibilidades de que sigan hablando.
Tiro las armas al piso, ya no me quedan balas.
Tomo una ametralladora que me encuentro en el camino y continúo caminando, como si tuviera al mismísimo diablo dentro.
Sam aparece en mi campo de visión y trago grueso.
—Ade, que sucede—habla con la voz temblorosa.
—Vete—ordeno seca.
Él corre sin dudar hacia la salida y continúo cargándome cada puta vida que se cruza por mi camino, hasta que no queda absolutamente nadie, solo un cementerio al rededor mío.
Mis piernas se doblan sin fuerzas y caigo al suelo de rodillas con la ametralladora aún en mis manos.
Siento el vacío oscuro y perverso dentro de mi.
Realmente se siente como si me hubieran arrebatado el alma y simplemente ya no hay nada que sentir.
No hay emociones.
Ya no hay lagrimas.
Ya no hay nada dentro mío.
—Supongo que tú limpiarás todo esto, arruinaste mi césped—pronuncia aquella cínica voz.
Trago saliva y levanto mi mirada para clavarla en él.
—Te ves de la mierda—dice irónico—. Si no te conociera diría que me vas a matar.
Maldito hijo de puta.
—Ni todos estos putos guardias valen lo que valía la vida de mi padre, hijo de puta—espeto furiosa.
Sonríe.
—Valía mucho entonces porque acabas de bajarme treinta y cinco hombres—expresa como si nada.
Me pongo de pie y suelto la ametralladora en el piso, volteo y comienzo a caminar en silencio hacia la casa.
Antes de que pueda alejarme mucho, un impulso se apodera de mi cuerpo y actuó de inmediato. Me freno y fijo mi mirada en el piso, uno de los hombres muertos con un arma cargada en la mano.
Trago grueso y ni siquiera pienso en las consecuencias, lo único que puedo ver es el la imagen de mi padre muerto en mis brazos.
La tomo y antes de darle tiempo a actuar, me giro y le doy un disparo directo a su pierna izquierda.
Elliot grita y cae al suelo, antes de que pueda tomar un arma para dispararme, vuelvo a clavar una bala en su otra pierna.
—¡Hija de puta!—grita revolcándose de dolor.
Camino hacia él y le doy una patada en una de las piernas heridas.
—Te vas a arrepentir Adeline—pronuncia entre dientes.
Está retorciéndose del dolor mientras que sus piernas sangran, miro a mi alrededor y solo veo cadaveres. No sé qué carajos haré con él pero no lo dejare morir tan pronto, la muerte solo es un regalo para él.
Encuentro una soga gruesa y decido atar sus manos por encima de su cabeza, escucho a lo lejos los insultos en su idioma y lo ignoro por completo. Respiro hondo y enrosco lo que resta de la cuerda en mi mano, para así comenzar a caminar por el enorme jardín arrastrándolo y llegar a la casa.
Pesa demasiado y cada que puede me lo hace aún más complicado pero aunque tengo sacar fuerzas de donde no tengo, continúo arrastrándolo.
Quedan algunos metros para entrar a la casa.
Me detengo agitada y mi mente comienza a idear todo.
Estoy metida en un jodido problema.
—No sales viva de aquí Adeline, tendrás a todo el clan encima—espeta adolorido.
—Cierra la puta boca.
Continúo arrastrándolo pero esta vez desvió mi camino, voy directo a una de sus cuevas al final de la finca. Casi nadie sabe la ubicación de esta y tampoco lo sabría yo si no me lo hubiera dicho Sam.
Abro la puerta de hierro y tomo la cuerda nuevamente para adentrarlo.
—¿Acaso estoy presenciando una crisis borderline?—dice sarcástico.
Trago grueso y le doy un duro golpe en la cara.
—No sabes de todo de lo que soy capaz cuando me sacan de mis casillas.
Preparo las cadenas con los ganchos y respiro hondo antes de reunir las fuerzas para cargarlo a unos pocos metros y colgarlo allí.
¿Por qué carajos pesa tanto de repente?
Maldita sea.
Coloco los ganchos con alambre de púa en sus Muñecas y luego de unos segundos agotadores logro ver la perfecta imagen de Elliot Durand colgado con sus brazos hacia arriba, sintiendo el mismo ardor que sentí cuando él hizo lo mismo conmigo.
Sonrío y comienzo a reírme sola como una loca.
—No sabes lo que estoy disfrutando el haber podido hacer realidad esta imagen—expreso.
Ató sus tobillos, aunque a penas puede mover sus piernas.
Sigue perdiendo sangre así que busco dos trapos y lo ato a sus heridas, ejerciendo presión.
Estoy llena de sangre y mi camisa blanca de repente es roja.
Me doy la vuelta y abro la puerta para salir.
—¡A donde vas! ¡No me dejes aquí Adeline!
Sus gritos son en vano porque cierro la puerta detrás de mi y no se escucha absolutamente nada. Camino por el césped unos minutos hasta llegar a la casa, allí entro de inmediato y voy a la oficina de Elliot.
Abro el computador y me tardo algunos minutos en obtener lo que quiero.
Busco el celular y comienzo a presionar los números que me muestran en la pantalla, llamo y el tono comienza a sonar en mi oreja.
—Soy Adeline, necesito tu ayuda—pronuncio firme.
Doy algunos detalles y corto la llamada.
Mi reflejo se ve en el espejo a unos pocos metros y no puedo evitar observarme detenidamente, estoy completamente cubierta de sangre, mi cabello es un desastre y mi mirada está perdida.
Trago saliva y me voy al cuarto de Elliot, tiene la mejor ducha de toda la maldita casa.
Como si no tuviera un casi muerto encarcelado, preparo tranquilamente mi ducha caliente y me baño. El agua comienza a caer por mi cuerpo volviéndose roja al deslizarse por la bañera, lavo mi cabello y comienzo a pasar el jabón por mi cuerpo, quitando los restos de sangre que tengo por todas partes.
Me siento como un maldito robot, simplemente me muevo conforme mi cerebro me lo pide.
No logro sentir absolutamente nada y eso me irrita aún más.
Salgo de bañarme y me visto con un hermoso vestido negro de mangas cortas que se amolda perfectamente an mis caderas, zapatillas cómodas y peino mi cabello largo y lacio para dejarlo suelto.
Tengo algunos minutos así que decido maquillarme sutilmente sin faltar mis labios rojos carmesí.
Me coloco mi perfume favorito y una vez lista me paro frente al espejo de cuerpo completo.
Allí estoy, una vez más clamuflando y disociando mi dolor. Mi apariencia es genial hasta que mi miras a los ojos y mi mirada te dice que nada anda bien dentro de mi.
Pelinegra, ojos azules, sensual, hermosa...
Aún así, mi apariencia nunca a sido suficiente para brindarme la tranquilidad que solo esperaba.
Trago saliva y salgo de la casa mientras camino directo al portón, allí hay dos camionetas negras esperando a pasar, me paro frente a ellos y uno de los hombres se acerca.
—Nos envió Lin, el líder de la mafia china—expresa.
Abro el portón automático y una vez que comienzan a entrar me volteo y camino hacia donde está el cadaver de mi padre.
Una vez más lo veo tirado en medio del césped sin vida.
Algo se retuerce dentro de mí pero ni siquiera me inmuto.
—Limpien absolutamente todo—ordeno seca—. Él es mi padre, preparen su cuerpo para enviarlo a Rusia.
Se merece un entierro digno, aunque ya no quede casi nadie para asistir a su funeral.
Una vez que comienzan a hacer su trabajo, camino hasta la cueva y me adentro en ella. Elliot abre los ojos de inmediato, está sudando y aún así no deja su ego de lado.
—Sentí tu aroma desde que abriste la puerta, supongo que te pusiste bella para mi—habla gozador.
Coloco una silla en frente de él y me siento.
Elliot ha hecho con mi vida un infierno en tan poco tiempo que yo en toda mi vida. Ha matado a mi familia, me ha torturado hasta el cansancio, me ha humillado, me ha dañado psicológica y emocionalmente y ha destruido todo lo que tanto me ha costado construir.
Es el ser más inmundo de este planeta, he conocido mafiosos, drogadictos, ladrones y todo ser del bajo mundo pero al menos ellos tenían códigos.
Elliot no tiene lealtad ni a él mismo.
—Destruiste mi vida—pronuncio firme.
Sonríe a penas con fuerzas.
—A penas es el comienzo cariño.
Mi mandíbula se tensa.
—Ya no tengo nada que perder—digo casi en silencio.
Sus ojos se clavan en mi.
—Si tienes—responde seguro—. Dos hermosos mellizos.
Todo mi cuerpo se tensa y me pongo de pie de inmediato, tomo su rostro con fuerza y clavo mi mirada asesina en él obligándolo a mirarme a los ojos.
—Tocas an mis hijos y te despedazo Justo después de darte de cenar a tu maldito hijo—pronuncio furiosa.
Comienza a reír como un cínico y la furia aumenta en mi interior.
Camino por la sucia y asquerosa curva con seguridad mientras me coloco unos guantes negros, preparo en la meza herramientas de tortura mientras que él no tiene fuerzas ni siquiera para intentar moverse.
Le quito los pantalones y dejo a la vista sus heridas, quito los trapos que había atado allí y tomo una pinza que clavo con poca amabilidad en su herida haciéndolo gritar de dolor, busco la bala y la quito, preparo la aguja y comienzo a coserlo como si fuera un maldito animal de sacrificio, me tardo lo necesario para que sienta el dolor en cada fibra de su cuerpo. Hago lo mismo con su otra pierna y una vez cocida la herida vacío un pequeño frasco de alcohol en aquellas heridas.
Grita como un puerco y mis oídos se sienten extasiados.
—¡¿por qué carajos me curas?!—grita adolorido.
Río y mi risa resuena por todo el lugar oscuro y sombrío.
Limpio los guantes y vuelvo a pararme frente a él.
—¿En verdad piensas que te la dejaré fácil? ¿Sabes cuánto tiempo he deseado esto?—hablo seca.
Grita eufórico y río disfrutando cada puto segundo.
—¿Sabias que torturar personas es mi pasatiempo favorito? En la mafia rusa cuando había que torturar a alguien especial me llamaban específicamente a mi.
Las cadenas se mueven mostrando su furia.
—Supongo que te lo enseño Khlaus o tal vez Keegan, siempre adoraron tenerte de mascota—pronuncia.
Sonrío.
—Sí, a decir verdad me encanta cuando me ponen en cuatro como una perra. Desearía ser su mascota todos los días.
Ríe irónico.
—Siempre has sido la puta que tú madre y tu hermana decían—espeta con intención de herirme.
Trago saliva y mantengo mi semblante serio.
Quito sus calzoncillos dejándolo desnudo y acomodó mis guantes para luego tomar el hierro que he estado calentando en la estufa.
El me mira a los ojos y aunque aparente lo contrario puedo ver el terror en ellos.
Sonrío y sin pensarlo dos veces coloco el hierro caliente sobre su pene.
—¡Maldita perra!—grita desgarrando su garganta.
Río y mantengo el hierro allí por unos segundos hasta que lo quito. Algunos restos de su piel quedaron en el hierro.
—Vas a anhelar haber nacido mujer, que te corten el maldito y asqueroso pene—pronuncio eufórica.
Sus ojos están llenos de lagrimas de dolor y se retuerce mientras que queja y cada fibra de su cuerpo le pide no sentir el dolor que está sintiendo.
—Te voy a matar Adeline, juro que esta vez lo haré sin dudarlo—espeta con rabia.
Sonrío y dejo el hierro en la estufa mientras que tomo una pinza lo suficientemente fuerte y me acerco a sus pies, sin darle previo aviso arranco de raíz la primer uña de su pie izquierdo, sus gritos desgarradores me incentiva cada vez más y en unos pocos minutos le arranco todas las uñas de su pie izquierdo.
Siento como la adrenalina recorre mi cuerpo y ya es tarde para parar aquella sed sangrienta.
Luego de varios minutos más de torturas, me quito los guantes y camino como si nada hacía la salida.
—Rusa de mierda—espeta con asco.
Sonrío y me voy tranquila dejándolo allí.
Al salir me doy cuenta que los hombres de Lin han dejado la finca impecable, ni siquiera hay rastro de que hubo una masacre.
Camino hasta encontrarme con lo que parece ser una especie de brigadier y está parado junto al cadaver de mi padre que está metido en una bolsa con cierre.
El nudo en mi garganta aparece.
—Está todo listo, mi jefe nos encargó de llevarlo en su helicóptero y estaría llegando en unas horas a Rusia.
No le respondo.
Me coloco de rodillas ante el cuerpo de mi padre y abro la bolsa, veo su rostro pálido y siento una punzada en el pecho.
—Se arrepentirá de haberte hecho esto papá, lo prometo—susurro.
Le doy un beso en la mejilla y vuelvo a cerrar el cierre para ponerme de pie y actuar como si no sintiera que me están arrancando un pedazo de mi alma.
—Ya pueden llevarlo—hablo firme.
Asiente con la cabeza.
Cuatro hombres lo cargan y caminan hacia la salida con el cuerpo de mi padre mientras mis ojos observan detenidamente esa imagen.
Siento como las lagrimas caen por mis mejillas sin previo aviso.
—papá no quiero quedarme con mamá y Lara, solo te quiero a ti—le pedía esa Adeline de siete años.
Su padre se pone se cuclillas ante mi y acaricia mi cabello largo y lacio para luego darme un beso en la frente.
—Cariño, no puedo llevarte, sabes que tengo que trabajar—habla con pena—. ¿Pero sabes qué? Traje algo para mi sirena de ojos azules.
La pequeña Adeline comienza a saltar de emoción ansiosa de ver lo que su papá tenía para darle.
Él camina hasta la puerta y al abrirla entra un hombre con un oso enorme y una sirena de pelo negro y ojos azules aún más grande que el oso, el cual para Adeline era gigante.
—¡Me encanta papá!—exclama feliz.
Los peluches quedan en medio de la sala y ella corre a abrazarlos.
Black Ivanov se acerca a la niña con una sonrisa y ella lo observa con unos ojos hipnotizantes capaces de borrar el mal día de cualquier persona.
—Ellos son mis amigos, te acompañarán cuando yo no esté para que no estes sola—pronuncia en un tono dulce.
La niña pelinegra envuelve a su padre con su pequeños brazos y lo abraza como si fuera su fuente de amor y energía. Él la hunde en su pecho y la refugia haciéndola sentir a salvo de cualquier mal.
—Te amo papá—pronuncia Adeline.
—Yo más hija—responde orgulloso.
Mi infancia se va con él, mis recuerdos felices y los momentos en donde me sentía especial y amada se alejan junto al cadaver que cargan aquellos hombres, dejándome sola en este asqueroso mundo.
Ya no está papá para reclamarle nada, ya no está papá para ir a llorar a sus brazos, ya no está papá para refugiarme en él y soltar mi coraza de mujer implacable.
Ya no hay nadie.
Me he quejado toda mi vida de mi familia pero al menos estaban allí para joderme la vida, ahora ya no hay nadie.
El apellido Ivanov se ha hecho cenizas.
Lidian no está.
Lara no está.
Vincent no está.
Papá ya no está...
Y mi alma está tan desgarrada que ni siquiera estoy segura de tener una a estas alturas.
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