Capítulo 27💀

ADELINE IVANOVA

Quisiera poder decir que se siente completamente sanador pero no es así, por alguna maldita razón me siento aún pero. Es como si mi alma estuviera tan rota que no existe manera de unir siquiera una parte de ella.

Las manos me tiemblan y no puedo controlar mi respiración como tampoco las lágrimas que caen por mis mejillas sin parar, mis oídos están en off aunque a pocos metros se ha armado una balacera. Abro la puerta de la camioneta y me meto en ella rápidamente, el aire se acorta y lo único que puedo a hacer es colocar una mano en mi pecho mientras cierro los ojos intentando calmarme.

Pero es inútil...

Cuando el dolor está dentro de nuestra alma, el caos del mundo se vuelve invisible.

Me mantengo con los ojos cerrados y es como si mis latidos alterados resonaran tan cerca de mis oídos a tal punto de sentirme agobiada.

—¡Adeline!—oigo el grito que me trae a la realidad.

Mis ojos se abren de inmediato y trago grueso, mi cabeza se gira y mi mirada conecta con la del italiano.

—Cinco cosas Ade—pronuncia nervioso—. Cinco cosas—me dice mientras toma mi mano.

Entiendo perfectamente, imposible no entender lo que acaba de decirme cuando claramente lo he vivido cada maldito día de mi vida.

Trago saliva y lo primero que hago es bajar la vista a mi mano, él la está acariciando y de un segundo a otro su tacto se hace reconocible para mí. Seco mis lágrimas y una vez más lo miro a los ojos, cierro los ojos por unos segundos mientras respiro profundamente y puedo oler su perfume.

Es dulce, amaderado, es delicado pero al mismo tiempo intenso...

Mis ojos se abren y siento como mi ritmo cardiaco se va regularizando poco a poco, el golpe de realidad me da de inmediato y observo a mi alrededor por las ventanillas. El chofer conduce a una velocidad un poco alterada y ya nos hemos alejado bastante del lugar.

El italiano deja su celular a un lado del asiento y se incorpora, se lo nota tenso y furioso pero por alguna razón intenta ocultar eso cuando me mira.

—Perdón—musito como si me hubieras cortado la voz.

Respira hondo.

—Estás bien, es lo que importa.

Quizás no lo estoy.

Muerdo mis labios nerviosa y aunque todo el espacio está en silencio puedo sentirme aún abrumada.

—No pude controlarlo, intenté sostener mi postura, intenté disfrutarlo pero te juro que cuando me di la vuelta me derrumbe por completo—expreso acelerada.

Dante me escucha atento pero completamente serio.

Ni siquiera se porque estoy contándole esto.

—No era culpa, no era miedo, fue algo que ni siquiera puedo poner en palabras y me da muchísima rabia que ese hijo de puta haya tenido ese control sobre mí—exclamo enojada—. Él debió haber colapsado no yo.

—Lo hizo, te aseguro que colapsó—responde—. Le diste en el único lugar que le dolería.

Trago saliva y muerdo mi labio nerviosa.

Es la primera vez que mato a un niño, nunca antes lo había hecho. Nunca ha estado en mis planes pero tenía que pegarle en donde más le duele, tenía que desestabilizarlo y derrumbarlo. Yo quería que sienta esa sensación lenta de cómo tu alma se desgarra en cuestión de segundos y no puedes hacer absolutamente nada para impedirlo.

Jamás volveré a ver a mi papá pero él tendrá que imaginarse toda su jodida vida como sería el rostro de su hijo cuando creciera.

—¿Me permites decirte algo?

Lo miro a los ojos.

Asiento con la cabeza.

—Tómalo como un consejo de un viejo mafioso que ha vivido más que tú—dice intentando ponerle gracia al momento.

Finjo una sonrisa.

Es increíble la sensación que provoca en mí cuando hablo con él, es como si tuviera frente a mí a Vladimir Petrov y no a Dante Marconi. Él sería el tipo de vínculo que tendría con Vladimir si ambos hubiéramos bajado de esa avioneta.

—No te rompió—me dice con seriedad mirándome a los ojos—. Elliot no te rompió, solo es una fisura más de la vida que a diferencia de las otras esta fue más cerca del corazón.

Los ojos se me llenan de lágrimas y siento el nudo instalarse en mi garganta.

—Tú eres Adeline Ivanova y tú tienes el poder de decidir si un maldito inservible te rompe o te hace más implacable—habla en un tono muy paterno—. No te conozco mucho pero sé perfectamente el tipo de mujer fuerte e invencible que eres pero aún así lo he visto en tu mirada, he visto como inconscientemente has asumido que él te rompió, que te quitó quién eres, incluso podría decirte que te encuentras en un limbo interno en donde no sabes qué personalidad tomar porque crees que a la verdadera tú te la han arrebatado del pecho.

Me quedo en completo silencio, si quisiera hablar igual no podría hacerlo porque mi voz se quebraría. Siento como si me hubiera leído el alma sin siquiera yo mostrársela.

—No hace falta que digas algo—dice con una sonrisa—. Solo mírate a los ojos cada vez que sientas que él te rompió y recuérdate quién eres.

Trago grueso y seco mis lágrimas.

—Las reinas lloran, las reinas se derrumban pero por eso mismo son reinas porque tienen el poder de levantarse y volverse aún más implacables—expresa mirándome a los ojos.

Antes de que tenga tiempo a decir algo, lo veo abrir la puerta y salirse. Observo por la ventanilla y me doy cuenta que hemos llegado a la casa.

Se me ha pasado volando el tiempo.

Respiro hondo y me tomo unos minutos para recomponerme antes de bajar, la parte paranoica dentro de mí me castiga mentalmente por mostrarme vulnerable ante una persona que a penas conozco... pero la Adeline que intenta sanar cada día de su vida me obliga a mantener la calma y no poner la ansiedad en eso.

Trago saliva y abro la puerta para luego bajar.

Entro a la casa y me encuentro con Alessandra en medio del jardín bebiendo una copa de vino con demasiada elegancia, es como una maldita diosa oscura. Intento ignorarla y pasar por su lado pero no lo logro, ella me detiene.

—Adeline–pronuncia en un tono confundido.

Freno a la altura de su hombro y la miro a los ojos.

—Quédate tranquila que al menos por ahora no me interesa salir con hombres mayores—pronuncio con seriedad.

Su mandíbula se tensa, me mira confundida y abre la boca para hablar pero finalmente Keegan la interrumpe.

—Ade, ven por favor, necesito...

Antes de que él termine de hablar comienzo a caminar hacia él, ni siquiera me interesa que es lo que iba a decir pero solo necesito salir de esta situación. Es bastante incómodo cuando estoy cerca de ella, me siento a la defensiva.

—Uf, agradezco que hayas aparecido, ella no me agrada—pronuncio mientras caminamos uno al lado del otro.

Por alguna razón Keegan se queda en silencio, él ama criticar a las personas.

Siento que estoy un poco eufórica, me la paso hablando todo el camino hasta que entramos a la oficina de Khlaus y mi boca se cierra a tal punto de no decir ni una sola palabra más.

De un momento a otro el lugar torna una energía densa y ninguno de los tres dice alguna palabra, trago saliva mientras comparto mirada con Khlaus el cual está sentado en su escritorio con el rostro serio.

—¿Qué hiciste Adeline?—inquiere sin más.

Suspiro y vuelco los ojos.

—No, no me pongas esa cara—dice mientras se pone de pie.

Me siento una niña que está a punto de ser castigada por una travesura.

Relamo mis labios.

—Ay por favor, no esperaban que me vaya de brazos cruzados—expresó mirando a ambos.

Khlaus pasa una mano por su rostro.

—además, ¿por qué fuiste con él y no conmigo?—reclama Keegan.

Sonrío divertida.

—Ninguno de ustedes dos lo hubieran permitido.

Oigo un suspiro fuerte de Khlaus el cual se acerca de repente hacia mi.

—¿Entiendes lo que hiciste Adeline?—inquiere posando su mirada intensa en mi.

—Le devolví una mínima parte del sufrimiento que él me hizo pasar—respondo firme.

Muerde su labio nervioso.

Sus ojos celestes están más intensos que nunca y no dejan de observarme con cierta oscuridad que me encanta.

—¡Mataste a su hijo!

Mi ceño se frunce.

—¡Él mató a toda mi familia!—le reclamo.

Veo como Khlaus intenta no perder la paciencia, camina de un lado a otro intentando controlarse porque sé perfectamente que en este mismo instante quien está frente a mí es el Pakhan, el mismo que me defenestraría por lo que hice.

Vuelve a mi.

—Era un niño, un maldito niño, ¿Sabes lo que significa eso?—inquiere mirándome a los ojos y sé que está enojado.

Me quedo callada.

—Nosotros tenemos dos niños Ade—agrega Keegan en un tono tenso.

Mi mirada pasa de uno a otro intentando comprender la situación, ambos están muy tensos y el ambiente no es el más cálido.

—Le diste el pase libre para que quiera acabar con mis hijos—expresa Khlaus totalmente serio.

Siento un baldazo de agua fría recorrer mi cuerpo, lo entiendo perfectamente. Me quedo inmóvil por unos segundos y trago saliva.

—Son mis hijos también—declaro seria—. Y ten en claro que no dejaré que nadie les toque un pelo.

Ríe irónico por lo bajo y me molesta demasiado.

Me giro furiosa y camino directo a la puerta pero Keegan me detiene, su cuerpo se pone por delante del mío y en cuestión de segundos lo tengo con sus manos tomando mi rostro.

—Preciosa no te enojes, entendemos perfectamente por qué lo hiciste pero...

—¿Entendemos?—lo interrumpe el pakhan.

Toda la atención se deriva a él.

—¿Me estás diciendo que puse a mis hijos en riesgo a propósito?—inquiero furiosa, safandome del agarre de Keegan.

Khlaus está serio.

Si, su mirada me confirma que está siendo ESE Khlaus.

Puedo notar su enojo a kilómetros pero aún así es como si quisiera atacarme todo el tiempo.

Se genera una guerra de miradas entre ambos.

—Tal vez si los quisieras poner a salvo no te los llevarías de aquí—escupe como si sus palabras salieran con veneno.

Rio irónica y furiosa.

—¿Es eso? ¿Aún no puedes aceptar que iré con Max y confiar en mí?—inquiero amenazante—. ¿Qué carajos pasó con lo que hablamos antes?

Estoy hecha una bola de enojo y comienzo a caminar alterada de un lado a otro.

—Eres un mentiroso manipulador—expreso sin pensarlo.

Estoy muy enojada.

Está intentando asustarme con que por mi culpa puse en peligro a mis hijos solo para que me carcoma aún más por el hecho de irnos.

No sé en qué momento aparece frente a mí  lo suficientemente cerca como para que nuestros alientos se choquen y ninguno de los dos baja la cabeza. Nunca lo he hecho y lo debería saber.

—¿Quieres que te diga la puta verdad?—grita con la mirada fija en mí—. Creo que aprovechas toda la mierda legal para ir a pasar tiempo con tu maldito esposo, creo que solo quieres ir a recordar la familia feliz que eran para aclarar tus malditas dudas de a quien escoger.

Abro mi boca para hablar pero él prosigue.

—Porque no confío en ti y tu maldita promesa, porque tú eres la persona menos indicada para prometer algo—exclama hiriente.

Mi mandíbula se tensa y no puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas.

Aún así no bajo la mirada.

Este es el Khlaus que conocí desde un principio.

Y me importa una puta mierda las razones que le di para que no confíe en mí pero claramente eso fue en un pasado y ninguno de los tres es el más santo. Me da muchísima rabia que dé vuelta las cosas para dejarme como la mala.

Se acaba de cagar en todo lo que estábamos reconstruyendo desde que nos volvimos a encontrar.

En la puta confianza que estábamos teniendo.

—Khlaus cálmate—habla Keegan.

El pakhan gira su rostro de inmediato a su hermano y clava su mirada fulminadora.

—No quieras hacerte el príncipe bueno de la historia porque tú eres el menos indicado.

Respiro hondo y les doy la espalda por unos segundos, seco mis lágrimas e intento mantener la calma.

Me doy la vuelta para verlos.

—¿Tú también lo crees?—inquiero mirándolo a Keegan.

Se tarda en responder, su mirada me dice mucho más que las palabras que no pueden salir de su boca.

Asiento con la cabeza y las lágrimas comienzan a caer nuevamente.

—No confían en mí.

El silencio es durísimo.

Por primera vez en mucho tiempo estaba pudiendo entregar mi confianza, abrirme completamente con ellos dos. Sin mentiras, sin manipulaciones...

Me siento totalmente engañada y traicionada.

Una vez más.

—Entiendo, está bien—respondo con un nudo en la garganta.

Mi yo de hace cuatro años atrás hubiera actuado de otra manera, hubiera armado un caos de esto. Pero ya no soy esa y en verdad creía que ellos veían eso en mi, siento un dolor en el pecho horrible.

Trago saliva y comienzo a caminar nuevamente a la puerta.

—Cuando regresen los niños de la escuela nos iremos, quédense tranquilos que los haré que se despidan—pronuncio con la voz dura.

Estoy a punto de abrir la puerta pero me tomo unos segundos y volteo para verlos nuevamente.

Ambos están con los ojos rojos y Khlaus tiene una mezcla de angustia y rabia en su cuerpo.

—Los libero, son completamente libres—hablo firme—. Lo que sea que haya sido esto se termina aquí, pueden hacer su vida tranquilamente.

Trago grueso y cuando estoy por irme ambos me acorralan contra la pared y mi cuerpo se debilita al tenerlos cerca.

—No, joder no—expresa Keegan.

—No juegues con esto Adeline—pronuncia Khlaus en un tono completamente diferente al anterior.

Mis lágrimas no dejan de caer y aún así no digo ni una palabra.

Cierro los ojos con fuerza mientras Keegan me besa entre sollozos.

—No se te ocurra hacer esto Adeline—reclama el pelinegro.

Khlaus parece totalmente espantado, es como si hubiera caído en la realidad.

—No puedo obligarlos a que confíen en mí y tampoco es justo dejarlos aquí con la duda constante de si les seré infiel o no cuando me vaya—hablo en un tono bajo.

Ninguno dice ni una palabra, reúno fuerzas y me abro paso entre los dos para irme.

Y es entonces cuando Khaus me toma la mano obligándome a voltear, el sollozo se vuelve agudo y todo mi sistema se altera ante su tacto.

Nuestras miradas se conectan una vez más con tal complicidad e intensidad como desde el primer día pero también con aquella oscuridad que nos acompaña desde siempre.

No puedo evitar sentir que esto es algo que siempre se interpondrá entre nosotros tres.

La confianza.

—No te vayas así, no puedes terminar con nosotros así como si nada—reclama con la respiración agitada.

Su tono ha bajado demasiados decibeles.

Siento como la electricidad que compartimos recorre todo mi maldito cuerpo, mi sistema está totalmente alterado por la presencia de ellos y mi mente me está atormentando.

No quiero dejarlos... no quiero terminar esto.

Cierro los ojos por unos segundos y de un momento a otro siento el calor de ambos invadir mi cuerpo.

Son una maldita droga que se apodera de todo mi sistema y me vuelve cada vez más adicta.

Abro mis ojos y tengo a los dos hermanos Petrov mirándome fijamente a los ojos, sus miradas son intensas y al mismo tiempo sumisas. Todo ha sido complicado para nosotros, desde el primer día en que nos conocimos.

Al parecer enamorarnos y ser felices es algo bastante complicado para nosotros.

Trago grueso y me mantengo en un silencio doloroso.

Keegan me besa delicadamente y no me resisto.

Mi respiración se agita aún más cuando Khlaus me acaricia la mejilla mirándome a los ojos.

No soporto un segundo más resistirme a la tensión y me dejo llevar completamente, comienzo a besarlo mientras mantengo el agarre con Keegan para luego besarlo a él también. La intensidad aumenta cada vez más y me detengo dando un paso hacia atrás.

—No, esperen—hablo agitada—. No se puede arreglar todo con sexo.

Ellos me miran y sonríen de manera graciosa.

Ninguno dice ni una palabra, nuestras miradas se buscan por unos segundos y luego me acorralan ambos para volver a besarme sin previo aviso, no me opongo y finalmente me dejo llevar por lo que siento. Nuestros cuerpos arden y siento que mi alma se desprende de mi cuerpo para unirse a la de ellos.

Le quito la camisa a ambos mientras me besan desesperadamente y el hormigueo en mi entrepierna crece. Beso a Keegan mientras desabrocho el pantalón de Khlaus y ambos se deshacen de mi ropa en un segundo. La química es increíble y todo se siente como mucha más intensidad, como si fuera la última vez...

Me recuesto desnuda en el piso de madera y ellos hacen lo mismo, mi pecho sube y baja frenéticamente al verlos completamente desnudos frente a mi.

El primero en adentrarse en mi entrepierna es Khlaus, está deseoso. Toma mis manos y las coloca por encima de mi cabeza en un agarre mientras que me besa excitado, antes de que pueda separar su boca de la mía siento como mis piernas se abren y él comienza a penetrarme con rabia pero de una manera deliciosa, mis piernas abrazan sus caderas y no contengo ningún gemido.

Cada vez se mueve más rápido e intenso, comienza a besar mis tetas y siento que me voy a venir en cualquier momento pero antes de que el clímax se asome él se sale y con la respiración agitada me da una mirada manipuladora. Se da un paso hacia atrás y sin que me mueva de mi postura aparece Keegan con una sonrisa lasciva.

La calentura se mezcla con diferentes emociones y las ganas que me dejó Khlaus me las sacó con Keegan, tomó su rostro para besarlo de manera intensa mientras que él se hunde dentro de mí, penetrándome lento pero de la manera perfecta.

Mi boca se abre y abrazó la espalda de Keegan mientras que mi mirada se va a Khlaus el cual me observa detenidamente gemir mientras su hermano me coge deliciosamente.

Keegan sube cada vez más la intensidad y cierro los ojos hundiéndome en el puro placer, las piernas se me aflojan y finalmente con una embestida fuerte logró hundirme en el clímax.

Nuestras respiraciones están demasiado agitadas y él se toma unos segundos para salirse.

Mierda, ni siquiera estoy tomando pastillas.

Soy una maldita idiota.

Khlaus ni siquiera se ha venido pero Keegan sí y lo ha hecho dentro.

Soy una maldita psicopata pero siento rabia de que Khlaus se haya salido y me haya dejado con las ganas, si voy a salir preñada otra vez tendrán que hacerlo los dos no uno.

Me pongo de pie y acorraló a Khlaus sin previo aviso besándolo con rabia y deseo, lo guío al sillón y lo empujo logrando que se siente para finalmente subirme encima de él y continuar besándolo mientras su miembro se adentra dentro de mí y comienzo a cabalgarlo.

Él me ha pedido otro hijo y se atreve a no follarme como debe.

Mis caderas se mueven cada vez más rápido, su mirada se oscurece y no quito mi mirada de la suya, su boca se abre intentando ahogar los gemidos de placer y siento como me penetra lujurioso tomando mis caderas para aumentar la intensidad.

Todo su cuerpo se tensa, está por venirse.

Me muerdo el labio inferior y siento mis paredes tensarse ante la dureza de él.

Ambos llegamos al clímax al mismo tiempo y trago saliva mientras que mi respiración aún está muy agitada. Lo miro a los ojos y hay cierta competencia en nuestras miradas.

—Tú me pediste un hijo, ¿te pensaste que no me ibas a follar cómo se debe?—inquiero desafiante.

Cuando creo que yo he ganado y que he llevado el control de todo, una vez más Khlaus Petrov vuelve a enredarme en su maldito infierno adictivo.

Esboza una sonrisa llena de triunfo y acerca su boca a mi oreja.

—Era exactamente esto lo que quería que sucediera, mi amor—susurra en mi oído.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top