Capítulo 26💀

KHLAUS PETROV

Realmente nunca había conocido el amor verdadero en mi vida, mi familia no fue el tipo de familia cariñosa y expresiva, mi padre me ha preparado como su experimento para largarme al mundo cuando él no estuviera para que así siguiera dejando su marca a costa mía.

Ninguna mujer había logrado enamorarme o quizás nunca me lo permití, no hasta que conocí a Adeline, una abogada diferente a todas, la química que sentí desde el primer momento había sido algo increíble... creí que solo era sexo y que me atraía porque de alguna manera era mi versión femenina.

¿Cómo puede ser que algo que comenzó como un juego haya terminado así?

Las veces que nos traicionó, que nos puso en peligro, que nos desafió, joder... a pesar de todas esas veces nunca fui lo suficientemente valiente como para deshacerme de ella.

Un verdadero cobarde hechizado por una mujer diría mi padre.

Cuando se fue tuve tiempo de sobra para pensar mucho las cosas, fue intenso, caótico, realmente ninguno pudo disfrutar de la conexión que tuvimos desde el primer momento. No valoré su embarazo, a pesar de que amé a mis hijos desde el primer momento en que nos dijeron de su existencia no disfruté lo suficiente el embarazo, estábamos perdidos en una absurda guerra de poder que realmente no nos pertenecía.

Desde que volví a verla después de todos esos años de agonía, la vi diferente, la vi madura, la vi siendo madre, esposa... vi absolutamente todas esas cosas que antes no había podido ver por el caos que hicimos en medio. La vi con mis propios ojos siendo la madre de mis hijos y sentí algo tan fuerte en el pecho que desde ese instante supe que no quería volver a perderla jamás.

Adeline es fuerte, depredadora, enojona, inestable, intensa, caótica pero también es la mejor madre del mundo, la mujer que sería capaz de arrancarse el corazón y entregarlo en tu mano.

Es la mujer de la cual me enamoré, me enamoré de sus demonios, de sus ángeles, de su infierno y del paraíso que ella es.

Y es por eso mismo que cuando la vi siendo esposa de otro hombre, siendo madre de mis hijos junto a otro hombre... me arrepentí toda la vida de no haber sido yo el que la haya llevado al altar y haberle brindado esa vida. Aquella vida que en el fondo ella siempre quiso...

Lo sé, lo supe desde el primer momento, desde nuestro segundo encuentro en el casamiento de su hermana. Lo supe desde que noté que detrás de la pantera depredadora había una mujer que solo buscaba sentirse amada y tener una familia típica, cursi y asquerosamente perfecta.

Y no fui yo el que le dio eso.

—¡Mira papi!—exclama con emoción la pequeña de cabello dorado.

Trago saliva y esbozo una ancha sonrisa que es provocada por la segunda mujer que ha robado mi corazón por completo.

Mis ojos brillan al observarla con un moño alto de color verde que deja caer su largo cabello dorado mientras que su uniforme se lleva toda la atención, una falda tableada que llega hasta sus rodillas es de color verde oscuro con una franja color cremita en el borde, en conjunto con una remera polo del mismo color que la franja de su falda con detalles en verde y para completar un pequeño y diminuto blazer de color beige oscuro que también lleva el escudo del instituto.

Se ve completamente hermosa.

—Estas hermosa hija—expreso luchando por no llorar como idiota.

Su sonrisa me da vida, deposita un beso en mi mejilla junto a un abrazo y continúa presumiendo su belleza radiante.

Sin dudas tendré que cargarme a un par de muertos más cuando mi princesa crezca.

Adeline aparece con Khalid de la mano y una sonrisa orgullosa.

—¡Observen al príncipe más hermoso!

Todos posamos nuestras miradas sobre él.

Su belleza es tan única e intensa que la de su hermana.

Es imposible no ver plasmada la esencia de Adeline en cada uno de ellos.

El uniforme de Khalid lleva la misma sintonía de colores que el de Kata pero a diferencia de ella él viste la remera polo con un short y el blazer un poco más largo que el de su hermana.

Sonrío y lo abrazo fuerte mientras disfruto verlo tan emocionado.

Nunca en mi vida creí que estaría aquí viviendo un momento como este, tampoco creí que algo tan básico se sentiría tan especial. No puedo creer que mi padre no era capaz de vivir momentos como este con nosotros.

Los mellizos corren con Keegan y en cuanto me relajo veo a Ava con el mismo uniforme que Kata mientras que Ade y Kaia la halagan.

Siento una sensación rara.

Me acerco a ellas y mi mirada se dirige directamente a la niña, me observa seria y a la defensiva hasta que me inclino y decido hablarle.

—Te ves preciosa Ava—expreso neutral.

Su mirada cambia por completo, se aliviana.

Ava expresa una leve sonrisa y cuando levanto mi mirada para ver a Adeline noto que me mira de una manera intensa y con cierto brillo especial en los ojos, como si lo que acabara de ver hubiera sido una caricia al corazón.

Trago saliva y me hago a un lado.

—¿Qué le has dicho?—reclama Kataleya.

Río y ella sigue totalmente seria, no puedo evitar ver la viva imagen de Adeline enojada en su rostro.

—Estás hermosa hija—pronuncio intentando evadir su pregunta.

Ella toma la mano de Keegan como venganza mientras que Khalid camina a mi lado.

Los choferes preparan las camionetas y no puedo dejar la sensación de querer que este día sea eterno, no solo es un momento especial sino que luego de esto Adeline se irá.

Admito que estoy muerto de miedo, no quiero perderlos otra vez, no quiero dejarla ir.

¿Y si piensa que tiene una mejor vida con él?

¿Qué tal si se siente a salvo con él?

Toda mi vida he tenido el control de absolutamente todo y me vuelve loco el no tener ni el más mínimo control cuando se trata de ella.

Solo tengo que vivir con la esperanza y confianza de que ella si cumplirá su promesa y que regresará con nosotros.

No soporto la idea de que lo elija a él.

Mis emociones se desbordan cuando se trata de ella, cuando la tenga que ver irse y tener que actuar como si estuviera de acuerdo solo porque tengo que respetar lo que ella decida.

He cometido muchos errores en el pasado, sé que he lastimado mucho a Adeline y solo intento devolverle una mínima parte de lo que le quité. Quiero que se sienta única, que no es el remplazo de nadie, que su opinión vale y que ni Keegan ni yo controlaremos sus decisiones. Quiero que se sienta segura para poder ser ella misma, ser libre y que con su libertad nos elija.

Me cuesta demasiado trabajar todas esas cosas, no hacer reclamos innecesarios, respetar que tenga una hija en común con Max, respetar que lo quiera proteger porque es importante para ella, callarme cuando toma decisiones alocadas, aceptar que elija aparecer y desaparecer cuando lo quiera...

Pero si la recompensa es ser el hombre con el que ella pueda sentirse a salvo y elija, valdrá la pena.

Llegamos al colegio y bajo mis lentes para observar detenidamente la estructura.

Paradise institute

Los niños caminan a nuestros lados encantados y nos adentramos al establecimiento que nos reciben con toda la atención, caminamos y aparece en nuestro campo de visión el hombre que debe ser el director.

—Bienvenidos, es un placer volver a tenerlos acá.

Saluda primero a Adeline y Kaia para luego darnos un saludo respetuoso a mi hermano y a mi.

—Es un placer conocerlo Pakhan—expresa.

Asiento con la cabeza.

Al parecer mis hijos tendrán todos los privilegios.

Caminamos por los pasillos en donde nos van guiando, el lugar es realmente grande.

Llegamos a uno de los patios y veo un mundo pequeño lleno de niños con el mismo uniforme los cuales están formando correctamente. Kataleya me mira con una sonrisa diabólica y sonrío, los mellizos toman las manos de su tía mientras observan cada detalle del lugar.

Adeline camina con Ava de su mano y un brillo especial en sus ojos.

—Sin dudas Kata va a revolucionar este lugar—dice Keegan en un tono bajo.

Le doy una mirada de complicidad y me río por lo bajo.

El director nos explica ciertas cosas a las cuales no presto mucha atención, sin embargo Adeline está muy atenta escuchando y preguntando todo.

Nos frenamos y los niños ponen atención al director.

—Ava estará en un aula distinta a la de los mellizos ya que ella es un año mayor—le dice a Adeline y ella asiente.

El hombre observa a los niños fingiendo que les importa ellos y no la bestialidad que pagamos.

—Muy bien, ya pueden formar con sus compañeros para iniciar este primer día—les dice a ellos.

Kataleya es la primera en despedirse enérgicamente y caminar hacia donde el director la guía llamando la atención de todos los demás niños, Khalid la sigue a su paso y por último Ava se tarda unos segundos en despedirse ya que le dice algo en el oído a Ade.

No logro escucharlo.

Sonrío mientras saludo con la mano a los mellizos que ya están en la fila con sus compañeros.

Giro mi rostro y veo a Keegan con una sonrisa tomándoles fotografías con su celular.

Quien diría.

Mi sonrisa se borra por completo cuando veo a Max aparecer en mi campo de visión, no sé en qué momento llegó pero está junto a Adeline mientras abraza a su hija la cual ahora está sonriendo.

Trago saliva e intento mantener la neutralidad.

El director se acerca para saludarlo y él se ve muy cómodo.

La niña abraza a Adeline y a su padre al mismo tiempo juntándolos y mi cuerpo se tensa.

Me irrita ver esa imagen.

Ava se va contenta a su fila.

Y es entonces cuando decido acercarme a ellos.

—Max, creí que no vendrías—digo fingiendo estar neutral.

claramente él sabe que no hay tal amabilidad entre nosotros, pero a diferencia de mi hermano yo siempre he sido neutral con él. Nunca le mostraría que es algún tipo de rival, porque él ni siquiera podría competir conmigo.

—No iba a perderme este momento tan importante, hay cosas que valen mucho vivir con nuestros hijos—expresa con intención de provocarme.

claramente él ha vivido todos los momentos importantes con mis hijos y no porque yo lo haya permitido. El clima se tensa y Adeline se pone nerviosa, aclara su garganta y decide comenzar a caminar hacia el pasillo.

Me encantaría decir que nunca he odiado a Ade por habernos arrebatado los mejores años de nuestros hijos pero no es así, sin embargo, amarla tanto me hizo aceptar que quizás si tenía sus justificaciones.

Los tres caminamos detrás de ella que va hablando con mi hermana, sin embargo el clima entre nosotros tres está muy tenso.

Damos un último vistazo a los niños por las ventanillas de las aulas sin que se den cuenta, irradian poder y eso es digno de un Petrov.

El recorrido se termina y una vez que salimos del colegio todo se vuelve aún más tenso y nublado entre todos, Keegan y yo nos apoyamos en la camioneta de brazos cruzados mientras observamos a Adeline hablar con Max.

—Huelo a una bomba de celos—pronuncia Kaia a nuestro lado y ambos la miramos.

Ella ríe irónica y nuestras mandíbulas están tensas.

—Cierra la boca—responde Keegan.

Suspiro y no puedo dejar de pensar en que hoy se irá con Max y lo peor de todo es que él está disfrutando cada maldito segundo de este momento. Está sabiendo jugar sus cartas.

No lo juzgo, Adeline es una mujer imposible de dejar ir, solo un idiota lo haría...

—¿Quieres que vaya por ustedes? —le pregunta él.

—No, estaré bien.

Ambos se quedan mirando en silencio y aclaro exageradamente mi garganta.

Ella respira hondo y lo saluda para luego acercarse a nosotros.

—¿Qué sucede?—inquiere seria.

—Nada—respondo con cierta molestia.

ADELINE IVANOVA

Sé perfectamente el esfuerzo sobre humano que están haciendo Keegan y Khlaus para no oponerse a esto, no solo implica alejarlos de mí sino también de sus hijos y sinceramente no sé cómo me irá con eso. Los niños están muy acostumbrados a ellos y alejarlos de un momento a otro será algo drástico.

La empleada ya me ha preparado todas las maletas y cosas tanto mías como de los niños, siento como cierto ardor en la garganta al ver todo esto aquí como cuando llegamos el primer día. De todas maneras sé que esto no es un final, quisiera que las cosas sean diferentes pero sé que todo pasará y por fin podremos estar todos juntos.

Me hará bien para pensar...

—Te preguntaría si estás segura pero sé que eres el tipo de mujer que no duda, actúa—habla el italiano al lado mío.

Sonrío con cierta ironía.

—Soy más de arrepentirme después no antes—respondo con un toque de humor.

Él me da una mirada cómplice y se va hacia el garage, trago saliva y antes de seguirlo doy un vistazo al rededor.

Por alguna razón me cae bien, incluso me da cierta confianza que nunca he tenido con una persona que a penas conozco. Tal vez solo me recuerda a mi padre.

Tiene ciertas similitudes con Vladimir Petrov a decir verdad solo que una versión más joven y mejorada.

Me encuentro con él en el estacionamiento y le doy ciertas indicaciones a uno de los brigadier que se va en una de las camionetas junto a los voyevikis. Dante tiene sus hombres sin embargo son más de perfil bajo.

Me abre la puerta de la camioneta y me subo, el chofer espera a que él se suba conmigo para arrancar y conducir.

No estoy nerviosa más bien estoy ansiosa.

—¿Le dieron las indicaciones?—le preguntó al capo italiano.

Asiente con seriedad.

—Elliot Durand no perderá la oportunidad de verte a la cara y menos si sabe que le tienes una sorpresa—habla en un tono firme y seguro.

Trago saliva y lo observo como enfoca la vista en su celular, no puedo evitar ser curiosa y logró ver que está en el chat de Alessandra, su esposa.

Seguramente es una loca de los celos.

Es curioso que siempre me toca conectar más con los hombres que con las mujeres, he tenido muy malas experiencias.

Respiro hondo y giro mi cabeza para mirar por la ventanilla. Sé que me estoy arriesgando bastante con esto pero soy Adeline Ivanova, vivir al límite es mi forma de vida. No puedo simplemente irme y tener que desconfigurar toda la vida de mis hijos por un maldito enfermo, iría en contra de mis principios obedecer sin hacer nada.

No sé la voy a dejar fácil y con esta me cobraré al menos un cuarto de lo que él me ha hecho.

Claramente mi único aliado es Dante Marconi, los Petrov no me hubieran dejado venir después de todo lo que ha sucedido.

Iré con Max, haré mi papel de primera dama y mujer de familia, defenderé mi maldita reputación legal con las garras pero antes dejaré un pequeño regalo.

—Toma—me habla a mi lado.

Giro y tomo el arma que me da, está cargada. Llevo muchos hombres y el apoyo de la mafia italiana pero sé que Elliot no es nada confiable.

La guardo en mi cintura y me incorporo.

Mi celular comienza a sonar y noto que es llamada de Keegan, lo pongo en silencio y lo dejo en el asiento. Aún así no deja de llamar y eso me irrita, sé que no es nada importante, Kaia tiene toda la información para hacerse cargo de los niños que de todas maneras aún están en la escuela.

Llegamos a un campo demasiado amplio, las calles son estrechas y las casas son escasas en la zona. Todo el lugar se rodea de verde y claramente lo único que llama la atención son las tres camionetas negras en las que vamos llegando.

Frenamos y como una maldita impulsiva estoy a punto de bajar sin pensarlo hasta que la mano de Dante me detiene.

—¿No llevas el chaleco?—pregunta completamente serio.

—No va a dispararme, me pudo haber matado hace mucho—respondo segura.

Suspira y suelta el agarre.

—Ten cuidado, no te confíes—dice mirándome fijamente—. Te llega a pasar algo y me matará—dice casi como un susurro.

Quiero preguntar quién pero por alguna razón trago saliva e ignoro aquella duda.

Sé que Eliot vino con sus hombres, es muy cagón.

Algunos hombres se bajan de las camionetas y se ponen a mi disposición, estoy muy bien cuidada.

Camino con seguridad y ni siquiera pongo la mano en el arma que llevo en la cintura, es curioso que ni siquiera sienta un poco de miedo cuando claramente sé que el francés es capaz de muchísimas cosas. Tal vez mi odio por él es más grande que mi miedo.

Me paro a unos metros de mis hombres y lo veo llegar a él a lo lejos, claramente viene con algunos de sus hombres pero me sorprende que no sean más de diez.

Estaciona el auto y se baja como si nada, aunque estamos lejos se que me ha visto tan claro como yo a él, siento como mi cuerpo se endurece y cierta sensación recorre mi sistema. Camina con la misma soberbia de siempre y por alguna razón volver a verlo personalmente me ha afectado demasiado, tengo una mezcla de odio y tristeza.

No puedo parar mi mente, los recuerdos de todo lo que él me ha hecho vivir no dejan de pasar frente a mis ojos.

Trago grueso y respiro hondo.

Soy fuerte.

Lo soy.

Camino hacia él y en cuestión de segundos nos encontramos en un punto medio, mis hombres están a mis espaldas y sus hombres están a sus espaldas. Sus ojos cínicos recaen sobre mí de inmediato y lucho por mantenerme de pie.

¿Por qué tiene el poder de afectarme tanto tan solo con su presencia?

Sonríe irónico y me repasa con la mirada.

—¿Me extrañas? ¿Por eso me has mandado a llamar? —inquiere serio y al escuchar su voz miles de recuerdos más se reviven en mi mente.

Trago grueso.

Estoy por responder pero él habla nuevamente.

—¿No trajiste a tus perros falderos?—pregunta con una sonrisa psicopata.

Me reúno de fuerzas y hago lo que he hecho toda mi vida... fingir.

—¿Y tú? ¿Te has quedado sin hombres?—expreso con una sonrisa y cierta referencia que él entiende de inmediato.

Su sonrisa se borra sin embargo sigue manteniendo esa puta tranquilidad.

Lucho internamente contra el impulso de querer asesinarlo ahora mismo.

—Sé que eres tan cobarde que has metido a la justicia de por medio—hablo firme—. Aceptaré tu desafío pero antes quiero darte un regalo.

Se cruza de brazos y me mira expectante y calculador, odio esa maldita mirada, odio que me mire como si no te temiera a nada.

Odio que me subestimé y me rebaje con solo mirarme, lo destesto, me da asco.

Siento como mi corazón se acelera cada vez más y lucho para mostrarme tranquila y segura.

No le daré el gusto de demostrarle lo mucho que me ha dañado este hijo de puta.

—Si que estás obsesionada conmigo, citarme para darme un regalo—expresa irónico.

Le hago seña a uno de mis hombres pero él me ignora, está totalmente confiado y eso es lo que más me molesta. Toda la vida he sabido darle a las personas en donde más le duele pero él... joder es una maldita roca.

Intenta acercarse pero levanto mi mano y lo detengo.

—No se te ocurra acercarte, somos más que tú y tus malditos hombres—pronuncio firme.

Sonríe y me observa con cierto cinismo, como si realmente le diera placer destruirme.

Su sonrisa se borra de un momento a otro, su rostro se congela y veo en vivo este preciso instante que me da cierta seguridad. Mira por detrás de mi hombro y no puedo evitar sonreír.

Giro y miro a uno de mis hombres traer al niño atado de pies y manos, está sucio y aunque su boca está amordazada se escuchan sus sollozos.

Elliot ha quedado petrificado al ver a su hijo.

Y yo tomo demasiada seguridad al verlo así.

—He traído a alguien que yo creo que te importa así sea una pizca—pronuncio con burla.

Siento como el poder de la venganza recorre mis venas.

Verle esta expresión es un regalo de universo, realmente quisiera tomarle una foto.

Se tarda unos segundos en poner su vista totalmente oscura sobre mi.

—¿Te he dejado mudo?—me burlo.

Traga grueso y sus hombres me apuntan, no se me mueve ni un puto pelo y mis hombres hacen lo mismo con él al instante.

Si yo muero, todos morimos.

—¿Qué quieres?—inquiere mirándome a los ojos con odio.

No lo he visto ponerse así nunca.

La satisfacción de saber que quizás este es el momento justo en donde me doy cuenta que he llegado, llegue a su punto débil.

Realmente no creía que este maldito enfermo fuera capaz de querer a alguien .

El niño grita intentando correr con el padre pero mis hombres lo retienen mientras el brigadier que nos acompaña le apunta justo en la cabeza.

Elliot no se ha movido ni una célula.

—¿Qué quiero?—repito sarcástica y comienzo a caminar a su alrededor con seguridad—.¿es la primera vez que me preguntas eso verdad?

Lo rodeo hasta quedar lo suficientemente cerca de su rostro para verlo fijamente a los ojos, el maldito azul de sus ojos carga con una oscuridad que realmente es imposible de describir en palabras.

—¿Qué tan acabada tienes que estar para meter a un niño a esto?—dice intentando retomar el control y manipularme.

Trago saliva, el odio que hay en mi sistema es mucho más grande que mi moral.

—No cariño, no intentes jugar esa carta conmigo. Me has estudiado lo suficiente como para saber que conmigo no hay límites—expreso con firmeza mirándolo a los ojos.

Me hago un paso hacia atrás y le doy una mirada al voyeviki que le saca la mordaza de inmediato al niño.

—¡Papá! ¡Ayúdame papá!—grita desconsolado.

Y Elliot no se mueve.

No habla.

No se inmuta, solo lo observa.

—Creo que papá no va a poder ayudar, ¿qué tal si jugamos a un juego?—hablo tomando el rol que él ha tomado en todo el tiempo que me tuvo cautiva.

Me acerco al niño y tomo una de sus manos, lo obligo a apoyarla sobre el césped y aunque se resiste el agarre de mis hombres es más fuerte.

Le falta un dedo.

—Odio los números impares—digo cínica.

Tomo una cuchilla y antes de colocarla sobre los dedos restantes del niño le doy una mirada a Elliot.

—Déjalo—expresa mientras el niño llora devastado.

Rio y aunque en otro momento no hubiera hecho esto a un niño que solo tuvo la mala suerte de nacer con un padre incorrecto, debo admitir que estoy disfrutando cada segundo.

Lo noto alterado y sé que su corazón esta alterado, aunque intenta mostrar lo contrario, sus manos sudan y su maldita garganta se cierra... conozco cada puto detalle de lo que siente ver cómo les hacen daño frente a tus ojos a la persona que más te importa en esta vida.

Sin pudor le corto los tres dedos restantes al pequeño francés. sus gritos es lo único que resuena en todo el maldito lugar mientras su mano comienza a sangrar sin cesar. Elliot tiene un instinto paternal e intenta correr hacia él, pero uno de mis hombres le corta el paso.

—Ne tire pas—les ordena a sus hombres.

No disparen.

Lo miro a los ojos con total seriedad y observo como pierde el control total de sus emociones, la desesperación se refleja en su mirada y sus oídos lo único que pueden escuchar son los gritos desconsoladores de su hijo.

trago grueso y es entonces cuando el me mira, de la manera que he deseado meses que me mire.

Rendido y asustado.

—¿Quieres ver como desmiembro a tu hijo frente a tus ojos? —inquiero mirándolo a los ojos.

Esta aturdido y su ego está siendo más grande que el amor por su hijo, su pecho sube y baja acelerado mientras repasa una y otra vez la mirada en su hijo y luego en mí.

No importa cuantos problemas me cargue después de esto pero al menos le devolveré una pizca de todo lo que me ha hecho.

Elliot me mira a los ojos fijamente y noto su mirada roja, me está odiando y estoy segura que desearía meterme un tiro en este mismo instante.

Su hijo se desangra, los minutos pasan y aún así el hijo de puta no se doblega a mis pies.

Suspiro.

—Muy bien, creo que te importa poco—hablo provocativa y me giro para volver al niño.

—Espera—pronuncia áspero e indignado de que esa palabra tenga que salir de su boca.

Sonrío y me tardo unos segundos en voltearme hacia él.

—¿Qué quieres?—inquiere mirándome con todo el odio del mundo.

Sonrío provocativa en su maldita cara.

—¡Déjalo hija de puta!—me grita perdiendo el control—. Dime qué quieres—exige.

Repaso mi lengua por mis labios y estoy segura de que mis ojos brillan ante esta escena.

Mi sonrisa se borra y me acerco a él para mirarlo fijamente a los ojos.

—Arrodíllate—expreso segura—. Arrodíllate ante mí y suplícame.

Su rostro se congela.

Su mandíbula está tensa y lo veo tragar grueso.

No lo hace, se queda callado y ya me estoy hartando.

Actúo impulsivamente y saco mi arma de la cintura para caminar rápidamente hacia el niño y apuntarle en la cabeza.

—Matar al último heredero Durand terminaría de extinguirlos, ¿no crees?—hablo sin sacar mi vista del objetivo.

—Lo haré—expresa—. Por favor déjalo ir.

Giro mi rostro y lo miro tensa.

—Por supuesto que lo voy a dejar ir—respondo en un tono seco—. Cumple tu parte.

Vuelvo a él y me paro en frente sin inmutarme.

Mi rostro está completamente serio.

Siento una sensación intensa que recorre todo mi cuerpo cuando Elliot Durand se arrodilla lentamente hacia mí, su rostro está lleno de odio pero aún así su imagen es de total humillación. Trago grueso y por alguna razón me revive muchas emociones, mis ojos se llenan de lágrimas pero aún así mantengo mi postura.

El francés traga grueso y luego de mirarme a los ojos agacha su cabeza.

—Te lo suplico Adeline, déjalo ir.

Le ha dolido el alma haber soltado esa frase.

—Adeline no, Reina—exclamo seria.

Se tarda unos segundos y finalmente termina por humillarse y rendirse a mis pies.

—Se lo suplico reina—pronuncia tragándose todo su maldito orgullo.

Una lágrima cae por mi rostro y la seco de inmediato manteniendo mi expresión seria.

—Mírame—le ordeno.

Lo hace.

Me mira a los ojos y los tiene llenos de lágrimas.

No porque sea sentimental, son lágrimas de odio y rabia.

—Todos, absolutamente todos tenemos un punto débil y debes saber muy bien que siempre habrá un hijo de puta en este mundo que lo encontrará y lo usará para arrancarte el alma —pronuncio con los ojos llenos de lágrimas y un tono lleno de rabia.

Mi mirada se encuentra fijamente con la suya y aunque ninguno de los dos dice alguna otra palabra el sentimiento es demasiado fuerte para mí. Tengo arrodillado a mis pies al hombre que me ha arrancado el alma sin piedad alguna, el mismo que me ha hecho conocer el verdadero infierno. El culpable de que yo ya no vuelva a ser la misma jamás.

Y ni siquiera el hecho de que me esté suplicando me devolverá todo lo que me arrebató.

Las lágrimas caen por mis mejillas sin parar y es entonces cuando giro mi cuerpo y sin pensarlo dos veces le doy un disparo en la cabeza al hijo de Elliot Durand.

El cuerpo cae desplomado en el acto y ver cómo lo toma inesperadamente al francés y corre desesperado hacia el cadaver de su hijo logra darme ese toque de satisfacción que necesitaba.

Acaba de tomar de su propio veneno.

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