Capítulo 24💀

KEEGAN PETROV

—Debimos haber ido con ella—pronuncio alterado.

Khlaus está de pie y perdido en sus pensamientos mientras que yo estoy sentado en la escalera de la puerta principal.

—No, es algo que debe hacer ella sola—pronuncia Alessandra sin ningún escrúpulo.

Suspiro y levanto mi vista para ver a los ojos a la dama Italiana, ya no hay nadie en la finca, solo algunos empleados y ella con su esposo.

No sé qué carajos hace aún aquí.

—¿Puedes decirme quién pidió tu opinión?—inquiero poco amable.

Sus ojos azules me fulminan y me ignora por completo.

Adeline tuvo un ataque de pánico y al verla de esa manera tan vulnerable no puedo dejar de pensar que ha estado fingiendo todo el tiempo, todas esas emociones estaban dentro de ella siendo reprimidas y explotaron como una bomba con tan solo oír aquella pregunta de Kataleya.

Joder, si tan solo pudiera hacer algo para sanarla.

Alessandra sigue de pie imponente frente a nosotros dos, nos observa como si nos estuviera analizando.

—Adeline necesita contarle ella misma a los niños que su padre ya no volverá, por más doloroso que haya sido esta situación para ella lo necesita—habla segura.

Khlaus la mira callado.

—¿lo necesita?—rio irónico.

Ella clava su mirada en mi.

—Su niña interna debe aceptar la realidad, sin importar los años o los obstáculos Adeline siempre volvía a ser ella niña pequeña cuando su padre venía por ella—pronuncia fría—. Cuando esa niña comprenda que su padre no vendrá y que ahora es ella la adulta, el dolor será más leve.

—Y lo conseguirá tomando el rol de adulta al contárselos a los niños—agrega Khlaus en un tono bajo.

Suspiro y me pongo de pie de inmediato.

—Esas mierdas psicológicas—espeto y saco un cigarro.

Esta noche ha sido una completa mierda, se supone que ella debería haber disfrutado y sentirse mejor, que debió haber recordado que es la reina.

Teníamos una sorpresa para ella, estaba todo jodidamente planeado.

Mataría a todos esos malditos franceses uno por uno tan solo para recordarles que nadie se mete con mi reina.

Le doy una calada al cigarro y camino nervioso mientras me hundo en mis pensamientos.

Siento una electricidad invadir todo mi cuerpo cuando escucho sus voces detrás mío, no me tardo en voltear y me encuentro con sus ojos azules cristalizados y la nariz roja. Su semblante es serio e incluso me atrevería a decir frío.

Los niños pasan corriendo hacia la casa en busca de Kaia y la tensión queda entre los que quedamos aquí.

Nadie habla.

—Voy a dormir, estoy cansada—habla Adeline sin mucha expresión.

Todos la observamos en completo silencio y ella pasa por en medio de nosotros para entrar a la casa y desaparecer de nuestro campo de visión, mi corazón late con más fuerza por cada maldito segundo que pasa.

Me termino el cigarro y lo piso.

La dama se acerca a nosotros dos y reconozco esa mirada claramente.

—Nos quedaremos aquí—pronuncia casi como una orden.

—No tienes nada que hacer aquí—respondo tajante.

Khlaus traga saliva y mantiene su porte serio.

Maldito idiota, no reacciona.

Lo que menos necesitamos es una mujer como ella en esta casa, hay demasiados problemas.

—Le avisaré al servicio que prepare el cuarto de invitados—termina por responder.

La rabia me invade y me voy tras él, armaría un desmadre en este mismo instante si no fuera porque Adeline solo necesita sentirse en paz.

Ambos subimos hacia la habitación de Adeline y como si fuéramos dos robots nos detenemos en la puerta al mismo tiempo, Khlaus me mira y compartimos complicidad.

Es tan difícil esto para mí y estoy seguro que también lo es para mi hermano.

¿Qué carajos debería hacer?

Dejarla sola, acompañarla, ignorar el asunto para que se olvide, hablarlo...

Necesitaría un manual.

—A la mierda, que se enfade, no pienso dejarla sola—expreso directo.

Abro la puerta sin pensarlo dos veces y entonces la veo, siento una sensación que quizás no había experimentado antes, es como si me estuvieran arrancando el corazón con la mano. La veo sentada sobre la cama abrazando sus piernas y con la mirada perdida al frente, no está llorando, pero su expresión es como... como si estuviera muerta.

Jamás creí sentir con esta intensidad las emociones de otra persona.

Pero con ella me es imposible no hacerlo, una parte de mi alma le pertenece.

Khlaus se sienta a un costado y ella no quita la mirada de su punto fijo, él acaricia su mejilla y de esa manera logra que ella recupere la noción de la realidad, lo mira para luego pasar su mirada por mí y volver a mi hermano.

El ardor que siento en el pecho es increíble.

Está no es mi Ade, no es mi reina...

Camino hacia la cama y me siento al otro costado, ella extiende sus manos y tanto Khlaus como yo la tomamos de inmediato. Ambos nos incorporamos y nos acomodamos en silencio a su lado, quizás es simplemente lo que necesita. Su agarre es fuerte pero sus manos son suaves.

Mi respiración comienza a acelerarse aún más cuando ella apoya su cabeza en mi hombro sin soltar nuestras manos, cierro los ojos por unos segundos y trago saliva.

Podría jurar que escucho como su corazón palpita.

—Estoy bien—pronuncia de la nada.

Es un tono muy seguro de hecho, me parece aún más extraño.

—Mi amor, puedes...—comienza a hablar Khlaus pero ella lo corta.

—Estoy bien, ya está—habla.

Acaricio su mano y me limito a lo que ella necesita en este momento aunque sé perfectamente que está bloqueando sus sentimientos y emociones, quizás lo hace inconscientemente o simplemente lo hizo para poder sobrevivir.

—Durmamos los tres juntos esta noche—nos pide.

Se incorpora y se sienta frente a nosotros para darnos una mirada irresistible.

No existe ser que se resista a una reina como ella.

—Hasta que por fin lo propones—expreso calmando la tensión con gracia.

Ella sonríe y mi mundo toma color.

—¿Será así siempre?—inquiere Khlaus insinuando.

Ade le da una mirada de advertencia y luego se pone de pie para ponerse su pijama de satén azul, nosotros dos nos desvestimos y a diferencia de ella nuestro pijama es un bóxer.

No sé cuántos minutos pasan pero luego de un rato nos encontramos los tres metidos en la misma cama, uno en cada lado y con la mujer de mi vida en medio de ambos.

—Bésame —pronuncia casi como una orden mientras me mira a los ojos.

—¿Debo ponerme celoso?—habla Khlaus.

Por supuesto que yo nunca desobedezco las órdenes, entonces la beso de inmediato y la sensación de placer recorre todo mi cuerpo, incluso partes débiles.

Luego de unos segundos separa su boca de la mía y gira su rostro hacia Khlaus, ella lo besa sin previo aviso mientras que yo aún sigo saboreando su beso.

—Vamos a dormir, mañana será un día largo—nos dice como si nada.

Ha despertado a los dragones y quiere dormir.

Apaga la luz y se acomoda en medio para luego cerrar sus ojos.

ADELINE IVANOVA

Es increíble que el maldito idiota de Elliot aún no haya hecho una aparición, no después del mensaje que le hemos enviado a través de la fiesta de presentación de los niños.

Entiendo perfectamente su juego, simplemente quiere que nos relajemos. Y eso no va a pasar conmigo, me las cobraré una por una aún si tengo que morir en el proceso.

Me he levantado un poco temprano hoy, aproveché para entrenar y desayunar antes que todos, me encuentro sentada en el jardín mientras observo la laptop pero mi mente solo está concentrada en todo lo que se viene.

Siento a alguien posarse detrás de mí.

—Deberíamos meter a los niños al preescolar—pronuncio de la nada.

Khlaus se pasa por mi lado y antes de sentarse en frente mío me da un beso en la boca.

Relamo mis labios y vuelvo la vista a mi laptop.

—¿Tu crees?—inquiere.

—Si, nuestro mundo es un caos ahora mismo y ellos no están acostumbrados a esto, necesitan estar ocupados y con niños de su edad—explico concentrada.

Él traga saliva y me mira a los ojos antes de responder segundos después.

—Tal vez es lo mejor—responde.

Lo miro en silencio mientras repaso cosas en mi mente y luego cierro la laptop para ponerme de pie. Supongo que es una decisión que tenía tomada sin importar la opinión de él.

Keegan aparece en mi campo de visión y sonrío, este se me acerca y me da un inesperado beso aún más intenso que el de Khlaus.

Al parecer los Petrov se han despertado románticos.

—Que bueno que estás aquí, prepárate que iremos a ver colegios para los niños—le aviso antes de pasarme por su lado e irme.

No dejo siquiera que me responda, entro a la casa con todo el entusiasmo. Quiero encontrar un colegio para los niños cuanto antes, les hará muy bien y además me dará tiempo.

Entro al salón principal y mi entusiasmo se borra en cuestión de segundos cuando me encuentro con la sorpresa de que la dama y el capo italiano están desayunando junto a Kaia y mis hijos.

Trago grueso y mi mandíbula se tensa.

—Buen día Ade, ¿desayunas?—pregunta ella.

No respondo.

¿Ade?

—Te quería agradecer por dejarnos quedarnos, no conseguimos hotel y nuestro personal está un poco reducido aquí en Rusia, no podemos confiarnos y quedarnos en cualquier parte—habla él explicando.

Por alguna razón le prestó más atención a él que a ella, y de hecho no me cae mal.

Es algo de su energía o simplemente porque es el primer hombre del poder criminal que me trata por lo que soy y no me hace menos por ser mujer.

Finjo una sonrisa y repaso la mesa observando a los niños desayunar junto a Kaia.

Trago grueso.

—¿Cuánto tiempo se quedarán?—inquiero intentando no sonar tan brusca.

Él no se inmuta y ella me da una mirada firme.

—Serán solo unas semanas, la mafia Italiana estará a disposición de ustedes—me responde el capo.

Me caiga mal o no, aliados es lo que más necesitamos en este momento.

—Perfecto, creo que no nos hemos presentado formalmente—pronuncio mirando al italiano a los ojos.

Él se pone de pie y me mira con cierta calidez.

—Dante Marconi, capo de la cosa nostra—se presenta y extiende su mano.

Lo miro manteniendo mi temple.

Es un hombre que tiene un cartel en su frente que dice "soy muy poderoso" pero tiene algo que lo hace muy diferente.

—Adeline Ivanova, Reina de la mafia Rusia y pronto dueña de varios continentes—expreso arrogante con una sonrisa.

Suelta una pequeña risa placentera y estrecha mi mano.

—Es un placer pero ya debo irme—hablo rápido dándole una mirada rápida a ambos.

Me acerco a los niños y les doy un beso en la mejilla a los tres, le aviso a Kaia para que pueda cuidar a los niños mientras no estoy y sigo mi camino mientras busco mi cartera.

Necesito meter a los niños en el preescolar, necesito hablar con Max, ordenar mi vida para que pueda poner toda mi maldita atención en Elliot. Que esté tan callado no es muy buena señal, en cualquier momento podría jodernos.

Doblaré la seguridad para los niños, así podré estar un poco más tranquila.

Si, eso haré.

—Que apresurado todo—habla Keegan a mi lado.

Vuelvo a la realidad y respiro hondo mientras giro a verlo.

—¿Ya estás listo?—inquiero.

Asiente con la cabeza pero me mira extraño, ignoro eso y comienzo a caminar hacia el estacionamiento, Keegan camina conmigo y por alguna razón no abre su boca en todo el trayecto hacia el auto.

Conduzco yo, mientras tengo una mano en el volante saco el cuaderno en donde tengo las notas con direcciones de los mejores colegios. Lo dejo a la vista y continuo con mi vista al frente.

—Despertaste muy temprano—habla el pelinegro.

Me quedo callada por unos segundos.

—No hay tiempo para dormir—respondo.

Continuó el camino hacia el primer colegio, es muy prestigioso y tiene muy buenas referencias.

Llevamos todo el viaje en silencio, ni siquiera ha preguntado qué es lo que haremos pero agradezco del silencio porque me deja concentrarme en mis pensamientos.

Estaciono el coche y me coloco los lentes de sol al igual que Keegan, guardo mi cuaderno en la cartera y bajo con ella en mi mano.

Ambos nos paramos frente al prestigioso colegio, su estructura es demasiado moderna y llama mucho la atención. Le doy una mirada a Keegan y noto que viste un pantalón de vestir pinzado de color blanco y una camisa polo de un color azul marino, los lentes de sol le da un toque especial que lo hace ver demasiado sexy.

Trago saliva.

—¿Entramos?—me dice y asiento con la cabeza.

La puerta se abre y lo primero que observo son niños con uniformes hermosos, mi rostro se ilumina de solo imaginarme a mis bebés en estos pasillos con ese uniforme.

—Buenos días, ¿en qué podemos ayudarle?—pronuncia una mujer rubia que se acerca a nosotros.

Keegan y yo nos quitamos los lentes de sol como si estuviéramos sincronizados.

Esbozó una sonrisa amable.

—Señora, lo siento, no la había reconocido—expresa antes de que le pueda decir algo.

Ya ni sé con qué título me ha reconocido.

Finjo demencia y sonrío.

—Estamos interesados en ingresar a nuestros hijos, estamos al tanto de que este es uno de los mejores y quise venir personalmente a conocerlo—le digo amable pero ella parece perdida en sus pensamientos.

Observa a Keegan y luego vuelve su vista a mi.

—Claro, es un placer que se haya interesado en nosotros—responde nerviosa.

Luego de un momento incómodo nos acompaña a recorrer las instalaciones, ella va contándonos sobre el plan pedagógico mientras caminamos.

Nos detenemos frente a una puerta.

—Aquí está el aula artística, nuestros alumnos aprenden diversas cualidades artísticas como por ejemplo arte escénico, pintura, baile, entre tantos.

Me encanta.

—Que bonito, mis hijos aman el arte—habló emocionada.

—Me imagino, han de tener clases particulares de todo, ya que su esposo y usted son personas muy ocupadas—pronuncia con un toque de diversión.

Ninguno sigue el juego divertido, Keegan y yo compartimos una mirada extraña y el momento se vuelve incómodo.

Abro mi boca para hablar pero ella me gana.

—Digo, ser el presidente y la primera dama no es nada fácil—continúa enérgica—. Me encantaría que hubiera venido, permítame decirle que lo apoye en toda su campaña política—dice con emoción y una sonrisa exagerada.

Trago grueso.

No me hace falta girar a ver a Keegan para saber que todo su cuerpo está tenso en especial su mandíbula.

Aclaro mi garganta e intento ignorarlo.

—Muchas gracias, esta con mucho trabajo pero si los niños ingresan a este establecimiento no tenga duda que vendrá más de una vez—respondo educada siguiéndole el juego.

Ella sonríe y continuamos caminando.

El lugar es grandísimo, tienen una propuesta pedagógica muy buena y realmente es un lugar prestigioso, en verdad me agrada mucho.

—Y bueno finalmente esta es la capilla de nuestro colegio, aquí los niños tienen sus clases religiosas y cumplen con las tareas necesarias de Dios.

Aquellas palabras suenan en mis oídos pero las siento como un baldazo de agua fría, mi sonrisa se borra por completo y cuando creía que era el colegio perfecto me doy cuenta que no es aquí.

No traeré a mis hijos a una escuela en donde le van a inculcar una religión que ni siquiera saben que es, los niños vienen a educarse y aprender no ha seguir religiones impuestas. Hay muchas religiones, hay muchas creencias y crecer conociendo solo una es un acto totalmente criminal.

Ya crecerán y podrán escoger su propia religión.

Aclaro mi garganta e intento fingir que no me ha caído mal lo que acaba de decir.

Keegan nota mi incomodidad y comienza a hablar con ella, no sé qué tiene en la mente la mujer pero lo mira con mucho desagrado, sin dudas su admiración por Max lo hace detestar a Keegan.

El Petrov detesta que alguien en el mundo no lo adule y lo irrita aún más que lo traten con desagrado, puedo notar lo molesto que está con solo verle su rostro.

—Le agradezco mucho el recorrido, lo hablaré con mi esposo y seguramente esté encantada de volver para una inscripción—pronuncio intentando sonar amable.

Ella lo deja a Keegan y vuelve a mí de inmediato, lo acaba de ignorar por completo.

—Sería un placer tenerlos aquí—expresa sonriente.

Keegan aclara su garganta y se acerca a mi, relamo mis labios e intento mantener todo en control.

—Nos gustaría echarle un vistazo a la capilla y orar, claro si nos permite—habla Keegan.

La rubia lo mira y traga saliva.

—Claro, los dejo en privacidad—pronuncia antes de irse.

Cierra la puerta y suelto todo el aire acumulado.

Mi mirada se encuentra con la de Keegan y noto está demasiado molesto, no creo que sea solo porque una directora vieja lo ha ignorado todo el rato. Sus ojos azules se intensifican y me doy cuenta que algo planea.

Orar no es algo que el Vor haría, sin dudas no.

—¿Qué te sucede?—inquiero.

Él camina por delante mío noto su mandíbula tensa, no puedo dejar de observar su trasero cuando me da la espalda.

Perdón pero está demasiado sexy.

O quizás estoy muy frenética con todo esto pero aún no puedo entender cómo esa mujer pudo ignorar a semejante hombre, tendrá que ser lesbiana o monja, no hay otra opción.

—Nada.

Continúa caminando con las manos en los bolsillos.

Pongo los ojos en blanco.

Es peor que una mujer encaprichada.

—Es obvio que algo te pasa, dime, no te rogaré—le digo siguiendo sus pasos.

Ríe irónico.

—¿Es porque te ignoró? De igual forma sabes que con esto último he descartado este colegio.

Suspiro al no obtener una respuesta de su parte.

Me siento en uno de los bancos de la capilla y trago saliva mientras lo observo y espero a que se digne a hablarme, se tarda unos segundos y luego voltea a verme. Sus ojos azules me penetran y siento un escalofríos recorrer mi cuerpo.

—Me importa una mierda esa vieja hipócrita—expresa enojado.

—¿Entonces qué?

Traga saliva.

—Él—pronuncia seco—. Él es mi maldito problema, estás casada con él, eres su esposa y para colmo todo el maldito país sabe que su esposa—expresa molesto y alterado.

Me quedo callada.

Mi silencio lo enfada más, camina hacia mí y me clava su mirada.

—Claro, es que tú amas ser su esposa, amas ser la primera dama e incluso amas que todo el maldito mundo sepa de tu matrimonio perfecto. Llevar ese título y su asqueroso apellido te da acceso a un mundo real, como esto—dice señalando el lugar.

—No es eso Keegan—hablo tranquila.

Cierra los ojos por un momento y traga grueso, está muy molesto.

—Si él te da un mundo real, ¿Yo qué soy? ¿Khlaus y yo somos tus amantes?—inquiere alterado—. ¿Por qué aún no le has pedido el divorcio?

Todas sus preguntas me atacan como puñales, no quiero discutir con él pero tampoco sé qué responder.

En parte tiene razón, sé que la tiene.

No haré este escándalo aquí.

—Hay que irnos, no voy a discutir aquí—respondo y me pongo de pie.

Él bloquea mi paso.

—No responder también es dar una respuesta—pronuncia firme.

Sé a lo que se refiere.

Trago grueso y esquivo su mirada.

Reúno valor y luego de suspirar lo miro a los ojos.

—Te amo Keegan, ¿no es suficiente con eso?—expreso en un tono molesto—. Los amo a ustedes, eres el amor de mi vida joder y nada se compara con lo que me hacen sentir y la vida que vivo estando con ustedes...

Traga grueso.

—Pero también lo amas a él y la vida que él te da.

Me quedo en silencio.

Siento como su mirada se rompe al mirarme.

—¿Sabes qué no podría hacer con él?—inquiero en un tono persuasivo.

Frunce su ceño y me ignora.

—Follar en una capilla de un colegio de la alta sociedad—expreso sensual.

No me mira.

En verdad está molesto.

—No estoy jugando—dice tajante.

Me siento en un banco y abro las piernas, me levanto un poco mi vestido y meto mi mano por debajo de mi ropa interior logrando tocar mi zona íntima.

—¿Qué haces?—inquiere mirándome.

—Bajándome la calentura sola.

Comienzo a tocarme y mi boca se abre lentamente ahogando los jadeos.

Lo veo tragar saliva y poner la mano en su bulto que crece poco a poco. Me mira a los ojos molesto y sonrío, me calienta mucho verlo así.

—De igual forma estoy muy enojado—expresa antes de acercarse a mi.

Se coloca entre mis piernas y toma mi nuca de una manera brusca para besarme desaforadamente, mis pezones se endurecen de inmediato y mis manos recorren hacia su bulto duro. Él suelta un jadeo al sentir mi tacto y eso me prende aún más.

Keegan me quita las manos y suelta mi boca, recuesto mi cuerpo en el banco y lo observo desde aquí entre mis piernas mientras se desabrocha el pantalón, su rostro expresa aún su molestia y por alguna enferma razón siento que va a ser la mejor follada de mi vida.

Deja salir su erección y me muerdo el labio inferior, sus ojos azules me observan intensamente y observo como los músculos de sus brazos se tensan por completo. Keegan abre mis piernas sin mucha delicadeza, incluso rompe mi ropa interior en cuestión de segundos mientras que yo coloco una mano en el espaldar del banco para sostener mi cuerpo debilitado por el placer.

Se hunde dentro de mí sin previo aviso y me es imposible evitar el gemido que sale por mi boca y resuena en toda la capilla.

Keegan me toma de las caderas y me penetra cada vez más rápido, sus caderas se mueven con velocidad y mi boca se abre intentando ahogar los gemidos llenos de placer. Siento mis pezones cada vez más duros, la embestidas son con rudeza, enojo, resentimiento y eso me calienta más.

No puedo evitar sonreír.

—¿Quieres saber cómo follan los amantes?—inquiere agitado.

Antes de que pueda decir alguna palabra coloca su mano en mi cuello sin hacer presión y muerdo mi labio inferior con fuerza. nuestras miradas se conectan mientras me folla y mi pecho sube y baja con más velocidad.

Se hunde cada vez más dentro de mí y mi boca se abre completamente, las embestidas ya no son rápidas, más bien son ricas y fuertes. Me está torturando para que lo desee.

Saca la mano de mi cuello y junta mis muñecas para colocarlas detrás de mi cabeza.

Mis piernas flaquean mientras él me penetra y siento que ya me estoy por venir pero quiero más, mucho más.

Oigo un ruido y trago saliva, Keegan levanta su mirada para mirar hacia la puerta pero ni siquiera se inmuta y vuelve la vista a mi. Supongo que no es nada.

Sus caderas se empiezan a mover más rápido y mis sentidos se alteran por completo, la velocidad aumenta y no lo controlo, mi cuerpo llega al clímax y suelto un gemido lleno de placer que Keegan ahoga con un beso mientras se viene dentro de mi.

Me suelta el agarre y mi cuerpo se desploma debilitado sobre el banco, cierro los ojos intentando recuperar el aire y cuando los abro veo a Keegan abrocharse el pantalón.

—Tendría que hacerte enojar más seguido—digo agitada.

Tardo unos segundos en ponerme de pie y acomodar mi ropa.

—¿No vas a hablarme?—inquiero divertida.

Acomodo mi cabello para volver a estar presentable y me paro frente a él.

Tomo su mentón y lo beso.

Él me mira a los ojos pero sigue a la defensiva.

—No le digas a Khlaus pero ha sido la mejor follada de mi vida—expreso alimentando su ego.

Ambos salimos como si nada de la capilla y en el camino a la salida nos encontramos a la mujer que nos ha llevado en el recorrido, la noto nerviosa y me esquiva la mirada.

—Adiós, muchas gracias por todo—la saludo de salida.

Sonríe falsamente y asiente con la cabeza.

Subimos al auto y le toca manejar a Keegan, busco la libreta en mi cartera y leo la siguiente dirección.

Creí que sería fácil encontrar un colegio pero me equivoqué, llevamos dos horas visitando escuelas que se suponen ser las mejores de Rusia pero no hay caso, tal vez soy muy exigente pero no enviaré a mis hijos a cualquier lugar.

Suspiro y desabrocho el cinturón.

—Es la última en la lista—expreso agotada.

—Quizás deberíamos contratar maestros particulares y ya—dice Keegan.

Chasqueó la lengua y lo ignoro.

—No, ellos tienen que integrarse—respondo.

Bajamos del auto y aunque el lugar es hermoso, no me dejo llevar por su estética porque así de mal nos ha ido con los anteriores. A diferencia de los otros, sus estructuras son más antiguas, parece un castillo. La entrada está rodeada de guardias, entramos por un camino de flores y césped súper atractivo para finalmente encontrarnos con un enorme cartel que dice:

Paradise institute

Al menos tiene un buen nombre.

Caminamos por el lugar y entramos a la recepción, al parecer la escuela tiene varias hectáreas.

Keegan camina a mi lado y al entrar, todas las miradas se posan sobre nosotros.

Esta vez se acerca un hombre, el cual le indica a la chica de recepción que no se levante, mi mirada se posa en él y ruego por qué no sea otra decepción. Es un hombre de unos cuarenta y tantos años, viste de traje, es calvo y sus ojos son grises. Puedo oler su perfume costoso desde aquí.

—Bienvenidos—pronuncia parándose frente a nosotros.

Sonrío y respondo a su saludo al igual que Keegan.

—Es un placer tenerlos aquí, ¿están interesados en una inscripción?—habla.

Sus ojos brillan y su educación pasa a ser un poco de admiración, pero esta vez, nos mira a los dos por igual.

—Nos gustaría conocer el instituto, nuestros hijos tienen que arrancar preescolar y tengo entendido que este es uno de los mejores colegios—repito por quinta vez en el día.

Asiente con una sonrisa y nos invita a pasar a su oficina, es el director.

—Pónganse cómodos por favor—nos invita.

Ambos nos sentamos en un enorme sofá que tiene, la oficina es grandísima.

El director se sienta frente a nosotros y coloca sus codos en las rodillas.

—Es un honor que se hayan interesado en nosotros para la educación de sus hijos, seria un placer tener al príncipe y la princesa de la mafia en nuestros establecimiento—expresa amable.

Ahora comprendo.

Por eso el trato especial.

Keegan se relaja y se siente en su habita.

—De todos los que hemos visitado hoy, este es el único establecimiento que me agrada—expresa Keegan con una sonrisa irónica.

Le doy una mirada de advertencia y vuelvo la vista al director.

—Me gustaría saber más acerca de las actividades que brindan y la oferta pedagógica—hablo seria.

Él se incorpora y nos empieza a contar detalladamente sobre el colegio, tienen todos los niveles escolares por lo tanto podrían durar aquí hasta graduarse.

—Perdón, ¿es una escuela laica?—pregunto interesada.

—Por supuesto, no tenemos ninguna doctrina religiosa, enseñamos a nuestros alumnos respeto y educación como también los formamos académicamente para ser líderes—explica.

Me encanta.

—Permítame contarle que nuestros establecimiento recibe a alumnos de importantes familias, uno de ellos es el hijo del jeque árabe que lo ha enviado de intercambio—habla pero esta vez lo mira a Keegan.

Por supuesto, Jeque árabe, príncipes, mafiosos, políticos, es un colegio de poder.

Luego de una interesante charla y que el director terminará a las carcajadas con Keegan, nos lleva a recorrer un poco del establecimiento que sin dudas es gigante. Hay niños de todas las edades.

Pasamos por uno de los patios del sector de preescolar y me muero de ternura al ver todos estos bebés con sus uniformes.

La propuesta pedagógica es muy buena y es lo que quiero para ellos, les enseñan pero también los educan y preparan como personas.

Disfruto cada segundo dentro de este colegio, hasta que finalmente volvemos al despacho del director.

—¿Cuando podrían comenzar?—pregunto.

—Mañana mismo si ustedes lo desean.

Sonrío emocionada.

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