Capítulo 2💀

ADELINE IVANOVA

Camino por los pasillos mientras intento centrar mi mente aunque no puedo dejar de pensar en mis hijos y lo mucho que necesito sentir sus aromas. Sé que están en buenas manos pero me desespera no estar ahí para cumplir con todos sus caprichos, para compartir cada segundo con ellos.

Oigo una voz proveniente de la oficina de Elliot y mis sentidos se despiertan, me acerco a la puerta sigilosamente para escuchar con claridad.

Está con alguien.

—Sin Vladimir, con Adeline acá, los Petrov y toda su organización están debilitados—pronuncia el Francés—. Es el momento perfecto para robarles todo y conquistar el territorio que le ha sido robado a nuestra organización.

Mi mandíbula se tensa y escucho perfectamente cada palabra mientras que mi rabia crece.

Ya no es solo una organización, es el imperio que les pertenece a mis hijos y no pienso permitir que nadie les arrebate lo que les pertenece y mucho menos los malditos franceses.

—La coca que producen los rusos tiene algo que les ha dado gran parte del prestigio que tienen, será difícil, los Petrov no están en este negocio hace dos días, viene de generaciones—expresa la otra persona que está con él.

Tiene un acento diferente.

oigo un golpe en seco y me sobresalto, suspiro mientras intento no moverme.

—¡me importa una mierda su receta! —espeta Elliot—. Los malditos rusos van a perder su lugar en la pirámide y me importa un carajo lo que tenga que hacer para conseguirlo.

Hijo de puta.

Trago grueso y me alejo de inmediato de la puerta cuando escucho unos pasos provenientes del otro pasillo. Mi respiración está agitada pero intento caminar con calma hacia la escalera.

A mitad de camino me topo con Hans, es uno de los hombres de Elliot que nos recibió a penas llegamos aquí, está siempre cerca del francés y eso me hace pensar que él es realmente su mano derecha. Me detesta, se detiene frente a mí y me inspecciona de pies a cabeza.

Sus ojos son verdes, lleva el cabello recogido en una pequeña coleta. Es rubio y todas sus facciones son dignas de su nacionalidad, al parecer en este país clonan a los hombres.

—¿Te asuste?—inquiere en un tono ronco.

Trago saliva y me contengo las ganas de asesinarlo.

Sonrío falsamente.

—¿Sabes cuánto te falta para asustarme a mí?

Mis palabras lo dejan con un sabor amargo, su expresión gozadora se desvanece y me mira de mala gana, se tarda algunos segundos más intentando intimidarme y como no lo logra se va pasando por mi hombro.

Bajo las escaleras y suelto todo el aire acumulado.

Toda mi vida he estado rodeada de hombres peligrosos y lo he podido manejar a la perfección pero...

¿Sabes lo que es ser la única mujer en un lugar lleno de mafiosos que te detestan?

Sobrevivir es agotador y es lo que vengo haciendo desde siempre.

Al parecer para los franceses soy más odiada de lo normal, no solo les he matado a su Boss sino que mi reputación y todo lo que he causado es algo que les da mucha rabia tan solo porque soy una mujer.

Siempre tildarán de lo peor a una mujer fuerte y segura porque el mundo está configurado para el ego de los hombres y si alguien se sale de esa configuración tan solo estaría dañando sus planes.

Salgo al jardín y me quedo parada en medio para sentir los rayos de sol sobre mí, el aire fresco me relaja mucho y tal vez la naturaleza le de calidez a la mierda que hay dentro de mí.

—¿Tanto silencio para un caos como tú?—inquiere una voz que se acerca poco a poco.

Ruedo los ojos y suspiro antes de que se pare frente a mí.

Por supuesto, tenía que venir a romper mi migaja de paz.

—¿No me acosaste lo suficiente como para saber que amo el silencio?—expreso con ironía.

Ríe, como si en verdad fuera gracioso. Como si no me hubiera jodido la vida, realmente es tan cínico que se cree su mentira de que la reina de la mafia rusa lo escogió a él.

Me da asco, cada vez que lo veo siento repulsión y no puedo pensar en otra cosa que en como se sentirá torturarlo hasta que muera.

—No te necesito nostálgica, necesito que seas la maldita perra que ha jodido a muchos, no me sirves en esta faceta de madre y debilidad—pronuncia serio.

Trago grueso.

¿Qué carajos tienen los hombres con pensar que pueden definir si soy débil o no?

Desde que entré a este mundo he conocido a dos topo de hombres, están los que me detestan por ser mujer y al mismo tiempo ser capaz de acabar con cualquiera pero luego están los que me ven como un arma humana, una herramienta que pueden usar a su beneficio cuando quieran.

—Tú sabes que si no quisiera no estaría aquí—confieso y él clava su mirada en mí.

—¿Sacrificarías a tus hijos?

El cuerpo se me tensa de solo escucharlo hablar de ellos.

—Mi ego siempre ha sido más grande que mi amor—miento y sus ojos brillan.

Lo veo sonreír.

Necesito ganarme su confianza.

—Ese es el tipo de Adeline que me encanta—pronuncia sonriente—. Creí que la maternidad en verdad te había cambiado pero aquí estás.

Aquí estoy, sacrificándome para enseñarte de lo que soy capaz de hacer por amor.

—No es novedad que amo el poder—hablo seria—. Y tú sabes que me necesitas para poder posicionar nuevamente tu organización, creo que podríamos ser un buen equipo.

Él ya no sonríe, me observa detenidamente y es como si intentara analizar cada una de mis expresiones. Es un imbecil si cree que caeré fácilmente, no tiene idea de lo cínica y manipuladora que puedo llegar a ser.

Se acerca y acaricia mi rostro con sus asquerosas manos.

Lucho por no quitarlo.

—Siempre tan deseosa de poder...

Lo miro fijamente a los ojos.

Quita su mano y saca la pistola que lleva en su cintura, no es de cargar con armas todo el tiempo de hecho es como de un perfil más bajo.

—Pero sabes que las palabras bonitas no funcionan conmigo, no soy Khlaus o Keegan Petrov que necesitan alimentar su ego—habla mientras lo veo sacarles todas las balas al arma.

—Sabes que una mujer como yo jamás de alimentaría el ego a un hombre—respondo.

Ríe sin siquiera mirarme, continua vaciando el cargador y no creo saber lo que planea hasta que coloca una sola bala y me mira.

Ruleta rusa.

—Pruébame que en verdad estás conmigo—pronuncia mirándome a los ojos.

Intento no inmutarme pero el nudo en la garganta crece cada vez más.

—Lo probaré —pronuncio intentando verme firme.

No bajo la mirada para nada.

—Dicen por ahí que la abogada del Diablo no le tiene miedo a la muerte—habla en un tono persuasivo—. Muéstrame tan caliente y capaz eres para demostrar tu lealtad.

Me entrega la pistola y trago grueso.

Mi vida siempre ha sido todo o nada pero desde que nacieron mis hijos la sensación de que tengo que seguir viva por ellos no desaparece, sí es real que la abogada del Diablo no le tenía miedo a la muerte e incluso la desafiaba pero ya hace mucho tiempo deje de ser la abogada del Diablo.

Siento mi pulso acelerado y su mirada intensa se clava en mi con la intención de verme frágil, insegura, incapaz...

Lo miro a los ojos y sonrío desafiante.

Si hay algo que me ha dado incentivo desde que tengo memoria es que un maldito hombre crea que no soy capaz de hacer algo.

Él cree que no lo haré.

Y si tengo que jugar a la ruleta rusa con mi propia vida para demostrarle los ovarios que cargo para jugármela toda, lo haré. Es la única manera de ganarme su confianza.

No hay peor enemigo que aquel en quien confías.

Y porque soy Adeline Ivanova es que él va a confiar en mí tan ciegamente a tal punto de confiarme su vida. Y va a ser Justo en ese instante cuando yo terminé con él.

El pulso no me tiembla para nada, trago saliva y coloco la pistola Justo en mi frente mientras lo miro fijamente a los ojos y preparo mi dedo en el gatillo.

—Mi miedo siempre ha sido a la vida no a la muerte.

Respiro hondo y aunque tengo la mirada fija en él, mi mente viaja a los recuerdos con mis hijos, los rostros de los Petrov pasan frente a mis ojos y por alguna razón logro tomar más valor.

Lo hago por ellos.

Por el final feliz que nos merecemos.

Trago saliva por última vez y sin volver a pensarlo presionó el gatillo, mi cuerpo se sobresalta y mi pecho sube y baja frenéticamente a causa de la respiración agitada. La bala no salió y sigo aquí con vida, inmediatamente bajo el arma y sonrío triunfante mientras el maldito francés me observa.

No dire que tengo pacto con el Diablo porque yo soy el mismísimo Diablo y cualquier hijo de puta que se cruce en mi camino tendrá que pagar el precio.

—Tienes agallas—pronuncia en un tono neutral.

Por alguna razón le ha dado en el ego.

—¿Lo dudabas?—le digo desafiante.

Traga saliva y corre su mirada.

—¿Ahora que? ¿Me vas a hacer parte o sigues desconfiando?

Ríe irónico y vuelve a fijar su mirada en mí.

No se va a librar de mí, ya estoy aquí y no pienso volver hacia atrás. Elliot Durand va a pagar cada segundo que se ha pasado divirtiéndose mientras me torturaba, cada herida, cada muerte y cada puto segundo que me ha separado de mis hijos.

Y voy a sacrificar lo que sea por lograrlo.

—Te daré una oportunidad—pronuncia serio.

Inútil, se cree que de verdad debe decidir si me da una oportunidad o no, ha caído desde el segundo en que yo decidí venir con él.

Le voy a enseñar lo que es jugar con las mentes de las personas.

Extiendo mi mano y lo miro fijamente.

—¿Socios?—inquiero segura.

Traga grueso y duda por unos segundos, él sabe que está firmando su sentencia de muerte pero aún así no se quedará con la duda de si es real o no.

Un imbecil como él jamás podría tener a una mujer como yo ni siquiera de socia.

—Socios—responde estrechando mi mano.

💀💀💀

—¿En verdad haremos trato con esta mujer Elliot? Es como hacer un pacto con el Diablo, ha traicionado a todos para su beneficio—inquiere furioso el francés que está sentado a mi izquierda.

Escucho atentamente como hace más de cinco minutos están disputándose en mi cara.

Estoy sentada en la punta de una larga y enorme mesa llena de franceses que quieren mi cabeza, gozo cada segundo en que los escucho quejarse de mí y lo poco confiable que soy.

Me recuerda a la primera vez que Khlaus me presentó como la reina de la mafia rusa.

—No va a vender a los Petrov, esta perra tiene dos hijos con su sangre—agrega otro.

Observo mis uñas mientras se gastan hablando.

Necesitan un retoque.

—Si han terminado podremos pasar a hablar de negocios—hablo y todas las miradas recaen en mí.

—Cuéntanos Adeline—dice Elliot.

Sonrío y disfruto de que todos se tengan que callar para escucharme atentamente.

Me incorporo y apoyo los codos sobre la mesa mientras mantengo mi postura firme y segura.

—La mafia rusa cerró un trato muy importante con la organización de china, buscan expandirse y volverse el proveedor de china y demás—hablo y me escuchan atentos—. La tonelada que tienen que entregar estará lista en dos semanas.

Elliot me observa.

—¿De qué nos sirve esa información?—inquiere de mala gana el viejo a mi izquierda.

Lo ignoro, mantengo mi mirada al frente, en Elliot.

—Tengo ubicación exacta de las cocinas principales de la mafia rusa, en la que estarán preparando el encargo de los chinos—pronuncio con una mirada dominante—. Y sé quién es aquel con quien cerraron ese negocio de China.

Veo a Elliot esbozar una sonrisa cínica.

Así te quiero hijo de puta, creyendo que te ganaste la lotería.

—Me gusta—pronuncia uno de los francés, el más joven.

Lo miro y me sonríe.

Es pelinegro de ojos azules, de tez muy blanca y su postura dominante me llama mucho la atención.

—Saboteando la entrega y ofreciéndole a los chinos una mejor oferta, la mafia corsa estaría tomando lugar nuevamente—continúo hablando.

Les estoy ofreciendo el cielo y sé que ninguno se resiste a esto.

Todos están hambrientos de dinero y poder.

Porque la ambición nunca tiene límite y por eso mismo es la perdición de cualquier persona.

Me incorporo con una sonrisa en el rostro y entrelazo mis manos, mostrándome segura y poderosa.  Todos los idiotas que están aquí mismo tendrán que morderse la lengua y tragarse sus malditas opiniones sobre mí porque soy la única que puede brindarles una propuesta cómo esta.

Una vez dentro en el negocio y en la confianza de Elliot no hay vuelta atrás, no solo voy a vengarme por todo lo que me ha hecho, voy a agrandarle el imperio a mis hijos.  Porque la maldita mafia Corsa va a dejar de existir y el imperio Petrov conquistará todo.

—Tenemos una misión entonces—pronuncia Elliot.

Clavo mi mirada en él.

—Necesitamos planificar todo con detalle—agrega uno de los hombres.

Continúan hablando y ni siquiera soy capaz de escucharlos porque me pierdo en mis pensamientos, viendo con detalle cómo haré para que todo se dé como quiero sin ninguna falla. Juro por mis hijos que no me permitiré fallar.

Si es la última jugada que tengo, la jugaré sin miedo.

Me pongo de pie al terminar la reunión, veo a todos pasar por mi lado sin poder controlar las ganas que tienen de observarme. Mantengo mi mentón en alto y los ignoro completamente.

Cuando estoy a punto de girarme para irme, la voz de Elliot me detiene.

—Adeline, ven—pronuncia.

Respiro hondo y camino hacia él, la sala acaba de quedar vacía y me paro frente a él con una mirada firme. Me observa por unos segundos, como si intentara descifrar si es real todo esto pero por más que aún se lo cuestione él ya ha caído en mi trampa.

Los hombres son fáciles de manipular, no me cansaré de decirlo.

—¿Sucede algo?—inquiero en un tono fingido.

Traga grueso y noto como su cuerpo se tensa, quiere controlar sus impulsos.

—Es real todo lo que dicen de ti—confiesa en un tono neutral.

Sonrío.

—¿Qué dicen de mí?

Su mirada celeste me examina completamente y me observa como observa un maldito psicopata a su objetivo, él ya me ha probado y no puede resistirse. Noto cada segundo como lucha contra sus instintos pero ya no es lo mismo que cuando me secuestró para torturarme, el maldito hijo de puta ahora me desea y su odio hacia mí lo reprimió en cuanto me vio siendo la mismísima Adeline Ivanova.

¿Cuál es el talón de Aquiles de cualquier hombre? El placer y el deseo.

—Que eres adictiva y peligrosa pero que es justamente eso lo que te hace doblegar a cualquier hombre con tan solo observarte—pronuncia en un tono firme sin dejar de mirarme—. Bella como un ángel y cruel como el Diablo...

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