Capítulo 15💀

ADELINE IVANOVA

No tenía idea que estar en una misma habitación con los hombres de mi vida sería algo incómodo y tenso, se siente cómo si realmente hubiera algo en el aire y se que no soy la única que está sintiendo esta energía.

Al parecer Max se ha juntado con los Petrov en mi ausencia porque veo fluidez en la relación de ellos cosa que antes no existía, admito que estoy sorprendida.

—¿Entonces ustedes tienen al niño y también a la madre?

Mi pregunta llama la atención de todos y la atención está puesta en mí, Max está a mi lado mientras que los Petrov están frente a mi en unos pocos metros y aunque las miradas son demasiado intensas intento retomar lo importante.

—Si—responden al unísono.

Por supuesto que sabía que eran ellos los del dedo del niño pero no tenía idea de que la madre de Elliot seguía con vida.

Supongo que ese será un gran punto débil.

Trago saliva y no puedo evitar pensar que si ellos no hubieran mandado el dedo del niño, mi padre no hubiera estado involucrado nunca en esa mierda.

Mi cuerpo se tensa y me pierdo en mis pensamientos.

—Yo me encargaré de ella—hablo segura.

—Puedo hacerlo yo, nieto de ganas de verlo sufrir—habla Keegan con una sonrisa macabra.

Niego con la cabeza y me mantengo seria.

—Él me prometió que liberaría a mi papá y luego lo mató por la puta espalda cuando yo lo abrazaba—pronuncio con un nudo en la garganta y todos se quedan en silencio.

Max me da una mirada angustiada mientras que toma mi mano y acaricia, admito que nunca me ha gustado mostrarme vulnerable pero últimamente necesito mucho sentirme protegida.

—La sangre se paga con sangre—pronuncia Khlaus en un tono duro.

Lo miro a los ojos.

—Exacto.

Me cobraré cada una de las cosas que ese hijo de puta me ha hecho. Ha iniciado la peor guerra y no seré yo la que pierda.

Me acerco al escritorio y me inclino mientras abro la laptop de Eliot que aún tengo en mi poder, comienzo a navegar entre los archivos y trago grueso cuando siento todas las miradas en mí, me incorporo y noto que tanto los Petrov cómo Max están observándome con cierta mirada lasciva. Hay demasiada tensión.

Maldita sea.

Respiro hondo e intento concentrarme.

—Necesito a alguien que revise detenidamente esta laptop, algo tiene que haber que nos sirva—hablo y por primera vez me pone nerviosa el tener tantos ojos puestos en mi.

No puede estar pasándome esto.

—Puedo encargarme de eso, nuestro equipo cibernético es el mejor—habla Max aclarando su garganta.

Asiento con la cabeza y camino por en medio nerviosa, tal vez estoy loca pero la tensión que hay en esta maldita habitación es demasiada y no es algo que esté pudiendo controlar. Quiero enfocarme en lo que debemos hacer pero no puedo, tenerlos a los tres aquí provoca una sensación que no había sentido antes.

—Maldita sea, ¿pueden dejarme de ver así? No puedo concentrarme—expreso agitada.

Keegan sonríe con picardía.

—¿Así cómo?—me provoca.

Khlaus clava su mirada penetrante en mí y mi cuerpo reacciona con un escalofríos.

Trago saliva y fijo mi vista en Max.

Él está confundido y me observa con deseo pero al mismo tiempo sin saber cómo reaccionar.

Mi pecho comienza a subir y bajar frenéticamente y cientos de cosas pasan por mi mente, no puedo evitar desearlos a los tres Justo en este instante y es una sensación que me agobia por completo aún más cuando intento negarla.

Miro a los Petrov y es como si a través de las miradas les transmitiera perfectamente lo que pasa por mi mente en este momento.

Me acerco a Max y él reacciona a mi presencia, lo miro a los ojos y hay miles de cosas que pasan por mi mente en este instante, me siento como un maldito dilema que intento evadir pero es imposible.

Traga grueso.

Estoy a punto de hablar pero un portazo me devuelve a mi eje, me giro y veo que Khlaus acaba de irse de la sala. Miro a Keegan con confusión y observo cómo gira la laptop hacia mi dejándome ver la imagen en la pantalla.

—¿Qué es eso?—inquiero.

Max observa lo mismo que yo y toma distancia para luego caminar tenso de un lado a otro mientras afloja su corbata.

Camino y me inclino hacia la laptop.

Es un video.

Todo mi cuerpo se tensa cuando percibo con claridad la imagen que se reproduce, frunzo el ceño y trago grueso con rabia.

Somos Massad y yo teniendo sexo en el baño del maldito Elliot.

Joder, tenía cámaras. Lo supo todo el jodido tiempo.

Cierro lo pantalla de un tirón y devuelvo mi vista a Keegan el cual me mira de una manera poco amable.

—Keegan yo...—intento hablar pero ni siquiera se por que lo hago.

Traga grueso y cuando intento tocar su mano se aleja.

—Nosotros aquí jodiéndonos la vida para salvarte y tu follandote a todos los putos franceses—espeta furioso.

Su mirada cambia demasiado cuando Keegan está enojado.

Oigo sus palabras y la rabia crece dentro de mi pero por alguna razón me quedo estática unos segundos, esperando que algo más salga de su boca para arreglar lo que acaba de decir.

—No digas eso—pronuncio en un tono firme.

Ríe irónico y pasa una mano por su rostro en signo de frustración antes de volverse hacia mi y desafiarme.

—Al parecer no la estabas pasando tan mal—pronuncia y siento como todo se me viene abajo.

¿Hay algo más doloroso que la decepción?

Trago saliva y reacciono por impulso, llevo mi mano a su mejilla dándole un abofeteada que resuena por la habitación.

—¡No tienes ni puta idea de lo que he pasado!—grito furiosa mirándolo a los ojos—. No vuelvas a atreverte a juzgarme o decirme algo como eso Keegan, yo a ti no te debo una mierda.

Su quijada está tensa y no deja de mirarme a los ojos cargados de rabia. Se genera una energía totalmente tensa y explosiva entre nosotros en cuestión de segundos.

—Ubícate en tu maldito lugar, no eres mi esposo—le digo con intenciones de herirlo.

Mis palabras son lanzadas como cuchillas que se clavan de inmediato en su pecho, noto como traga grueso y su expresión me demuestra lo mucho que le ha tocado lo que acabo de decirle.

Si, Justo de esa manera me sentí yo con lo que me dijo.

Maldito idiota.

—Entonces te dejo para que les des las explicaciones a tu esposo—pronuncia resentido dándole una mirada a Max.

Se da la vuelta y se va sin decir nada más.

La rabia sigue dentro de mi y al oírlo cerrar la puerta siento como una sensación horrible me invade, no puedo creer que incluso lejos el hijo de puta de Elliot me joda la vida.

Me agarró la cabeza con mis manos y no puedo evitar soltar un grito lleno de ira para intentar liberarme.

Mis ojos se llenan de lagrimas y giro para afrontar otro problema, tenerlo a Max frente a mí. El cual si es mi esposo legalmente y quizás al que más explicaciones le debo desde que llegue a Rusia.

Lo miro angustiada y noto su mirada de decepción.

—Te amo Adeline—suelta nervioso—. Y no voy a juzgarte pero realmente no siento que me merezca esto, soy consciente de que jamas competiré contra los Petrov pero habíamos formado una familia, todo estaba tan bien...

Habla afectado y las lagrimas comienzan a caer por mis mejillas mientras me mantengo en una misma postura, sin dejar de verlo a Max.

Le estoy haciendo mucho daño...

—Somos una familia—pronuncio con la voz rota.

Sonríe casi sin fuerzas y su mirada dulce y sincera se clava en mi haciéndome sentir aún peor.

—A veces desearía no amarte tanto—habla en un tono bajo.

Mi pulso está acelerado y las lagrimas no dejan de caer por mis mejillas mientras lloro en silencio.

—Yo te amo Max—expreso sin pensarlo.

Traga saliva y me corre la mirada.

Ha sido todo tan difícil, joder han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que siento como si estuviera a punto de ahogarme. Una parte de mi sabe el daño que le hago pero mi lado egoísta no me permite dejarlo ir.

No puedo.

Max es mucho más que un vínculo amoroso, yo he vivido muchas cosas a su lado, él me regaló momentos hermosos y amó an mis hijos como si fueran propios. Él ha aceptado cada uno de mis errores y jamás me ha juzgado por lo que fui e incluso por lo que soy.

Construimos mucho juntos, nos apoyamos uno al otro, estuve a su lado para ayudarlo a llegar a la presidencia.

Amo a Max, y no, no lo amo de la misma manera que amo a Keegan y Khlaus pero aún así mi amor es sincero.

Es mi mejor amigo, mi compañero, es muchas cosas que solo podría vivir con él.

Ahogo los sollozos e intento tranquilizarme pero la culpa y todos los sentimientos me invaden como si quisieran hundirme cada vez más.

Soy una jodida egoísta, lo soy. Pero si él me deja siento como si una parte de mi se fuera.

—No me hagas esto Adeline—susurra con los ojos llenos de lagrimas.

Me acerco y él no se aleja.

—Joder, no hables como si me estuvieras dejando—le digo entre sollozos.

Noto el dolor en su mirada.

—Eres el amor de mi vida y ninguna otra mujer en el maldito planeta podría reemplazarte—habla ronco manteniendo la fuerza.

Niego con la cabeza mientras no puedo dejar de llorar.

No me está diciendo esto porque quiere alagarme, se lo que ocultan sus palabras.

—Pero no puedo seguir haciéndome tanto daño—continúa con un nudo en la garganta—. Es mejor que nos demos un tiempo, al menos hasta que todo pase y tengas en claro lo que quieres... te firmaré el divorcio cuando quieras—expresa e intenta sonreír para fingir estar bien pero es en vano.

—Max no me dejes—le pido en medio de un llanto.

Se acerca hacia mi y acaricia mi mejilla secando mis lagrimas con sus dedos, mi respiración está acelerada y lo miro a los ojos aunque me arden.

—Estaré para lo que necesites y no alejaré a Ava—pronuncia mirándome a los ojos.

Trago grueso y cierro los ojos aún sintiendo su tacto sobre mi rostro.

—Quiero que estés conmigo, ya no me queda nadie Max...

Suelto aquellas palabras sin pensarlas y noto como la culpa se refleja en su rostro.

—Es lo mejor para ambos, cariño—susurra en un tono que me destroza—. Estaré esperándote y estará bien, sea cual sea la decisión que tomes. No hay persona en este mundo que se merezca más que tú ser feliz.

Me mira a los ojos acariciándome y no puedo siquiera reaccionar, Max acerca su rostro al mío y siento el roce de sus labios con los míos. Me besa y le correspondo el beso que se siente de un sabor agridulce.

Nuestras bocas se separarán y él se aleja de mí sin voltearse, mientras siento como mi corazón se daña un poquito más y por alguna razón me desespera pensar en que esta podría haber sido nuestra despedida.

Cierra la puerta detrás de él y automáticamente mis piernas se quiebran cayendo de rodillas sobre la alfombra, siento como los espasmos y sollozos me agobian y todo mi sistema está alterado.

Apoyo mi cabeza en el sofá y siento como me hundo en mi miseria.

La puerta se abre y veo a Kaia entrar, me mira con una expresión empatica y ni siquiera pregunta simplemente se sienta a mi lado y me envuelve con sus brazos.

—Estoy una vez más hundida en la mierda, Kaia—susurro angustiada.

Ella acaricia mi cabello con delicadeza.

Se siente tan bien volver a conectar de esta manera con Kaia después de tantos años, ella es el vínculo más real y sincero que he tenido en mi vida.

—La reina que yo conozco no se hunde jamás, se saca los tacos y nada en la mierda si es necesario pero jamás se permite hundirse por completo—pronuncia segura.

Levanto mi rostro para verla a los ojos.

Sus profundos ojos azules me observan con ese brillo especial que solo ella tiene.

Kataleya se parece tanto an ella físicamente...

—Quisiera ser esa reina—susurro destrozada.

Kaia sonríe divertida.

—Lo eres—pronuncia—. Y si no lo recuerdas, estaré cada maldito día recordándotelo.

La abrazo y sentirla cerca me hace sentirme un poco menos sola.

Extraño muchísimo a mi padre y aún no puedo asimilar la idea de un mundo sin él, me siento como si se me hubiera venido el puto mundo encima.

Nunca he tenido las cosas fáciles, siempre la vida me ha dolido a tal punto de no querer vivirla e incluso cuando por fin encuentro un maldito ápice de estabilidad todo se derrumba y duele el doble.

Siempre he tenido que sacrificarme para conseguir todo lo que tengo y soy.

Mi carrera de abogada.

Mi reputación.

Mi maldito titulo en la mafia.

Ser la primera dama.

Mis hijos...

Mi maldita estabilidad mental.

Todo ha sido siempre un puto sacrificio porque la vida no me ha dado nada gratis y cada maldito error que he cometido lo pagué con el dolor que cargo dentro.

Me reconstruí, me volví mejor persona, aprendí, lloré y fui todo lo que tenía que ser para poder estar a salvo.

Pero nunca es suficiente.

El dolor y la miseria es una maldita sombra que te persigue de por vida, logras ignorarla, logras alejarte pero siempre estará allí cuando voltees a ver.

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