Capítulo 12💀
KAIA PETROVA
Maldita sea, siento que se me va a salir el corazón del pecho en cualquier momento. Nunca había tenido tanto miedo y adrenalina al mismo tiempo, siento que mis piernas tiemblan y aún así lo que me anima a seguir corriendo son los dos niños que tengo en mis manos.
Básicamente los estoy llevando volando porque ya están cansados y no puedo cargar a ambos. Sus pequeñas manos se aferran con toda su fuerza a la mía y el calor aumenta en mi cuerpo.
—Tía ya no puedo, estoy muy cansado—se queja Khalid.
Estamos en una calle pequeña y estrecha calle de Milán. Hasta hace algunos minutos esta ciudad era la más segura para los mellizos, es justamente por eso que Adeline me pidió que los tuviera aquí. Estaba todo tan bien... no se que carajos pasó.
No salíamos, solo salían a veces con Black y no muy lejos. Fuimos muy cuidadosos.
Siento mucho miedo, miedo de no ser lo suficientemente fuerte como para protegerlos.
Miro hacia todas partes para asegurarme que no tenemos a nadie cerca, freno al lado de un cesto de basura y los niños se apoyan contra la pared agotados. Me odiarán por esto.
Ya llame a mi hermano, tardará en llegar y me siento una puta inútil por no poder poner a salvo a mis sobrinos yo misma. Soy una Petrova, ¿por qué no soy como ellos?
Adeline y mis hermanos ya tendrían todo resuelto.
Maldita sea, estoy entrando en crisis.
—Este juego no me gusta para nada—expresa Kataleya enojada.
Ambos respiran agitados al igual que yo.
—No somos perdedoras Kata, tenemos que jugar—pronuncio manipulándola.
Ella arruga su nariz y sus ojos azules juzgadores recaen sobre mi.
—¡Yo no soy una perdedora!
Respiro hondo y me coloco de cuclillas ante ellos, el sudor comienza a hacerse presente en sus frente pegando algunos hilos de cabellos en su piel, acarició el rostro de ambos y aquellos profundos ojos azules intensos recaen en mi. Acomodo los pequeños rizos de Khalid y le doy una sonrisa intentando darle tranquilidad.
Hago lo mismo con Kata pero no hay caso, ella acomoda su cabello ella misma y mi pulso aún sigue acelerado. Miro atenta a todas partes y realmente me siento demasiado agobiada.
Tengo que pensar en algo.
Vuelvo la mirada a los mellizos y el corazón se me estruja en cuanto observo sus manos entrelazadas y juntitas, la imagen es demasiado tierna y no me ayuda mucho. Kataleya y Khalid pueden pelear todo el día pero es demasiado visible la conexión que tienen, sin dudas Ade les enseño a amarse y cuidarse mucho. Ellos se protegen el uno al otro y es adorable.
Cierro los ojos e intento respirar hondo.
—Tengo una súper idea—hablo acelerada—. ¿Qué tal si hacemos una técnica para ganar más rápido?
Sus ojitos curiosos me observan.
—Yo no hago trampa tía—dice Khalid.
Sonrío ante su respuesta y vuelvo a enfocarme.
—Ustedes harán equipo—hablo—. Ganaran más rápido porque juntos tienen poderes de mellizos—digo exagerada y ellos sonríen ante la idea.
El nudo en mi garganta y la desesperación crece cuando oigo a mis espaldas a los hombres que no estaban persiguiendo desde la casa, no tardaran en vernos.
Maldita sea.
—Quédense juntos, no se separen por nada del mundo—hablo desesperada—. Kataleya no sueltes la mano de Khalid, cuando yo cuente hasta tres se irán juntos sin mirar hacia atrás—mis palabras salen con terror—. La misión que tienen que cumplir para ganar es llegar al lugar de juegos que fuimos el otro día, ¿recuerdan?
Me observan confundidos y el tiempo de acaba.
—No somos adultos, no sabemos cómo ir—resopla Kata.
—Caminan derecho sin cruzar la calle, caminarán hasta encontrar al panda gigante que está en la puerta. Cuando vean al panda sabrán que deben entrar—indicó–. Por favor, deben prometerme que no saldrán de allí hasta que yo vaya por ustedes.
Entro totalmente en pánico y siento las ganas de llorar.
—¡prométanlo!
Ellos reaccionan pero hay miedo y confusión en sus miradas al verme así.
—Lo prometo—repiten al mismo tiempo.
Saco el celular de mi bolsillo y se lo entrego a Kataleya la cual lo toma de inmediato.
—Llamarás a papi si algo sucede, ¿ok?—le digo mirándola fijamente.
Asiente con la cabeza y lo toma sin soltar la mano de su hermano.
Respiro hondo y suplico en silencio que esto salga bien.
Me pongo de pie y los guío hasta la siguiente acera por la cual llegarán al maldito lugar de juegos.
Siento demasiada presión en el pecho.
—Uno...
Ninguno volvió a hablar.
—Dos...
Kataleya me da una mirada preocupada.
—Tres.
Ellos cumplen al pie de la letra lo que les he pedido, caminan uno al lado de otro tomados de la mano sin cruzar la calle. Cierro los ojos y algunas lagrimas caen por mi rostro.
Por favor que estén bien.
Me doy la vuelta y camino rendida por el mismo lugar que hemos venido, hago tan solo algunos metros hasta que un auto polarizado se frena y tres hombres salen rápidamente de él acercándose a mi.
Necesito distraerlos para que no lleguen a ellos.
No me muevo, me quedo quieta y los miro fijamente.
—Quieta o te mato—habla uno de ellos con un acento característico de Francia.
Pongo los ojos en blanco.
—¿Ves que me muevo idiota?—inquiero fastidiosa.
Los tres están armados, el auto quedó abierto y vacío.
No me quieren matar, sino ya lo hubieran hecho.
Por alguna razón mi mente comienza a idear y observar todo atentamente, por primera vez siento la maldita necesidad de no conformarme y rendirme ante los putos obstáculos.
Si yo no hubiera sido la maldita niña inocente que detestaba tener una familia mafiosa el día que me secuestraron, si yo hubiera luchado, Vincent estaría vivo.
Estoy harta de ser el maldito personaje secundario al cual todos toman como idiota.
No llevo el apellido para nada.
Tal vez salga muerta de aquí pero no me conformaré con que me secuestren una vez y mucho menos que le hagan daño a mis sobrinos.
Trago grueso y espero que uno de ellos se acerque para golpear sus bolas con mi rodilla, mi estatura ayuda demasiado. Logro que el francés se doble del dolor y tomo su arma rápidamente para apuntarle y tomarlo de rehen.
No se que carajos estoy haciendo.
A penas he tocado una puta arma en mi vida.
Los otros dos apuntan directamente a mi sin importar que tengo a su compañero a un paso de volarle la cabeza.
Respiro hondo.
—Disparan y le vuelo la cabeza—grito acelerada.
En realidad estoy muerta de miedo.
Y solo espero salir viva de aquí.
Ambos ríen gozadores.
Cargo la pistola y sus mandíbulas se tensan.
Podré no ser una criminal pero literalmente nací en una familia perteneciente a la mafia y clan más poderoso de este asqueroso mundo.
—Dejen sus armas en el piso—ordeno.
Mi pulso está demasiado acelerado.
Se miran entre ellos y tardan algunos segundos en obedecerme, se inclinan para dejar las pistolas en el piso y una sensación rara recorre mi cuerpo.
Me percato de inmediato de la maldita trampa y un impulso que ni siquiera logro controlar sale de mí, no se siquiera cómo lo hago tan rápido pero les doy un disparo a cada uno sin darles oportunidad de actuar.
Ambos caen al piso y un golpe en el hombro me toma por sorpresa.
Maldito hijo de puta.
Mi supuesto rehen actuó rápido y me ha jodido, en este momento lo tengo frente a mí apuntando directamente a mi cabeza mientras que yo hago lo mismo.
La adrenalina aumenta y por alguna razón se siente muy bien... es diferente a la adrenalina que se siente cuando me toca huir.
Es como si literalmente hubiera poder corriendo por mis venas.
Nunca antes lo había sentido.
—Estoy jugadisima, te advierto que no seré yo la que salga muerta de aquí—hablo con un tono diferente mientras sonrío segura.
Sonríe egocéntrico.
—Acabas de salir al mundo niña, no tienes ni la experiencia—pronuncia seguro.
Suelto una carcajada y por alguna razón siento mucha seguridad.
—Pero tengo la sangre Petrov—pronuncio con una sonrisa.
Antes de que pueda responder lo sorprendo con un disparo perfecto en su entrecejo.
Cae al piso sin vida y es como si volviera a la realidad, trago grueso y observo todo a mi alrededor. Hay tres cadaveres y mucha sangre en el suelo.
Joder.
¿Lo he hecho yo?
Una sensación rara de identificar recorre mi pecho y lo único que puedo hacer es esbozar una sonrisa incrédula.
Me apuro y esquivo los cuerpos para correr en busca de mis sobrinos.
Guardo la pistola cargada en mi cintura y comienzo a caminar hacia la sala de juegos en donde estarán ellos.
KHLAUS PETROV
La rabia y el miedo se apoderan de mi cuerpo, siento como todo mi sistema se altera y no solo es por la adrenalina siento que por primera vez tengo miedo de lo que pueda suceder. Me enfrentaría a la mafia corsa y a miles más si tuviera que hacerlo pero esto va más allá de eso, me siento un maldito inútil por no estar protegiendo a mis hijos en este momento.
Mi pecho sube y baja adrenalínico mientras que le pido al chofer que acelere, Kaia no responde y eso me preocupa aún más. No me lo perdonaría jamás si les llegase a pasar algo.
—Acelera maldita sea—exclamo furioso.
Vamos a una velocidad poco recomendable y aún así siento que estoy llegando tarde, todos mis sentidos están alterados y solo observo a todas partes a través de la ventanilla. Esta maldita ciudad se supone que los debía mantener seguros.
Es como un maldito callejón sin salida, no se siquiera en donde buscar y la maldita ciudad es grande.
Aprieto el celular en mi mano con rabia.
Intento respirar hondo pero no hay caso, siento como si me estuvieran estrangulando.
No están por ninguna parte.
¡Me siento un maldito inútil!
Debí preguntar más, debí estar atento y observar los detalles, los lugares que frecuentaban con Kaia aquí, las actividades que hacían... joder debí prestar atención.
—Señor tal vez deberíamos ir a la casa e interrogar a uno de los hombres que queden allí—pronuncia mi brigadier Calamardo.
Estoy inestable y ni siquiera puedo oír con claridad, cada fibra de mi cuerpo esta a punto de estallar en ira.
—¿Eres idiota? ¿Crees que se quedarán ahí a esperarnos?
Él no pronuncia nada.
Trago saliva.
—Manda un escuadrón—hablo firme.
Él asiente con la cabeza y hace lo que le ordeno.
Mi celular comienza a sonar sobresaltandome, miro la pantalla y noto que es una llamada de Kaia.
Es ella.
Me apresuro a responder y hablar.
—Kaia dime tu ubicación, estoy en camino—pronuncio apurado.
Se oye ruido y nadie habla, eso me altera aún más.
No traje conmigo a la persona que me podría ayudar a rastrear la ubicación, sino ya la tendría en pocos segundos.
Joder.
—Kaia—vuelvo a repetir mientras exhalo.
Nadie habla.
Doy un puñetazo al vidrio de la ventanilla desquitando mi ira, llamando la atención de las personas en la calle.
Cierro los ojos intentando mantener la calma.
Debí ir por ellos cuando lo creí necesario, debí estar ahí.
—Papi...—pronuncia una diminuta y dulce voz que me devuelve el alma al cuerpo.
Siento como una sensación extraña recorre todo mi sistema obligándome a incorporarme y poner la atención en la llamada.
—¿Khalid?—hablo con un nudo en la garganta—. Hijo, ya estoy yendo por ustedes. ¿Donde está la tía Kaia y Kata?—inquiero desesperado.
Siento que me voy a derrumbar en cualquier segundo y lucho por que eso no suceda.
Se oye ruido y oigo la voz de Kataleya pelear con su hermano.
—Papi, la tía dijo que te llamara pero olvidé cómo se hacía y Khalid lo hizo mejor que yo—habla con un tono enojado y sonrío—. Tenemos hambres y este lugar está muy aburrido.
Pasó una mano por mi rostro y sonrío al escucharlos, siento como los nervios intentan dispersarse.
Aclaró mi garganta.
—Pásame con la tía, cariño.
—La tía Kaia no está aquí, jugamos a un juego muy extraño y dijo que vendría pero aún no llegó. Nosotros ya ganamos y queremos nuestro premio—habla imponente y como si nada.
Un escalofrío recorre mi cuerpo y cierro los ojos.
Un juego.
¿Qué hiciste Kaia?
Maldita sea.
Respiro hondo y vuelvo al celular.
—Kata no te separes de tu hermano y quédate allí, ¿qué lugar es? Dime todo lo que sepas—hablo acelerado.
Ella resopla.
Khalid le quita el celular.
—Papi estamos en el lugar de juego, en el panda favorito de Kata aunque al abuelo le gustaba más el tigre—comienza a hablar sin parar.
Mi ansiedad me está consumiendo.
Quito el celular de mi oreja y pongo altavoz, dándole una mirada a mi brigadier.
—¿lugar de juegos? Yo quiero jugar con ustedes—hablo.
Ellos comienzan a expresar emoción y Kataleya vuelve a tomar el celular.
—¡¿En serio vendrás?!—exclama emocionada—. ¿Papi Keegan y Mamá también?
—Si Kata pero debes decirme cómo llegar.
Ella se queda callada y se queja.
—Pero yo no lo sé—expresa con decepción—. La tía Kaia solo dijo que camináramos muuuuuy pero muuuy derecho hasta ver en panda en la entrada.
Mi brigadier continúa investigando en la laptop, viendo el radar y buscando el maldito lugar de juegos.
Continúo intentando distraerlos mientras encontramos la dirección, ellos no están asustados y eso me da mucha tranquilidad. Realmente no tienen idea de nada de lo que está pasando.
—¡lo tengo!—expresa rápidamente.
Siento un gran alivio.
Le muestra las coordenadas al chofer y por fin tenemos rumbo, voy en camino por mis hijos y siento como el corazón se me acelera cada maldito segundo.
—Ya estoy en camino mis mi príncipe—hablo mientras que Khalid insiste en que quiere que su mamá vaya.
—¿a mi no me dirás que soy tu princesa?—reclama enfadada.
Río.
Escena de celos.
—Ya casi llego mi princesa—hablo divertido.
El tan solo hablar con ellos y comprobar que están bien me ha cambiado el humor radicalmente, realmente no creí que ese par fuera tan imprescindible en mi vida.
Y es que por primera vez comprendo las mierdas esas emocionales y sobre todo el sentir que te mueres si a la persona que amas le sucede algo. Me ha pasado hace unos años, cuando encontré a Adeline desangrándose en la bañera y sentí que el pulso se me iba junto con el de ella.
Es una sensación inexplicable.
Solo quiero hacer lo necesario para mantenerlos a salvo y poder disfrutar de todo lo que me he perdido.
Quiero saber que se siente despertar cada mañana y que sus pequeñas voces me reciban de la manera más dulce e inocente, quiero poder ver de cerca a Adeline ser mamá, quiero que seamos nosotros contra el mundo.
Corto la llamada cuando ya estoy a unas calles y trago saliva intentando verme presentable para ellos.
No quiero que me vean perder la calma.
—Aquí es—avisa el hombre a mi lado.
Lo ignoro y bajo lo más rápido que puedo hacerlo, veo el maldito panda fuera del lugar y decido entrar de inmediato. Al entrar a la sala de juegos noto que el local básicamente está vacío, hay una chica en recepción con su celular y algunas personas dando vueltas.
Camino buscando mi mirada a los dos pequeños mellizos y no los encuentro, recorro de una esquina a otra el lugar y mi pulso comienza a alterarse.
No están aquí.
Me dirijo alterado hasta los baños y entro sin previo aviso revisando cada uno de ellos, pero no hay caso, no están.
Siento que mi vista se nubla y me freno en medio de la sala tratando de procesar una vez más esto.
Joder acabo de hablar con ellos.
Trago grueso y respiro hondo mientras doy otro vistazo a mi alrededor para simplemente confirmar.
No están aquí.
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