Capítulo 10💀
MAX THOMSON
Primero Lara y ahora Black, no dejaré que le hagan lo mismo a Adeline o a los niños. Mi hija está perdiendo a toda su familia y ya tiene suficiente con todo.
Extraña mucho an Adeline y siente que de una manera u otra ella la abandonó.
Estoy nervioso y todo se está yendo a la mierda, supongo que ha sido la peor época para tomar el cargo de Presidente. El país se me está yendo de las manos, las magias están en guerra y así arrastrándonos con ellos, Adeline no está, Channel desapareció de la faz de la tierra, mi gabinete es una mierda y la prensa me hostiga con preguntas.
Aflojo un poco mi corbata e intento mantener la calma mientras trago grueso.
Ade siempre ha sido mi sostén en esto de la política, a pesar de todo ella es la que mantenía la mayor fortaleza para estos temas, sabía manejar la prensa a su antojo y poner todo en orden en cuestión de minutos.
Quizás Keegan Petrov tiene razón y soy un inútil abogado que no puede vivir sin ella.
La extraño mucho y sobre todo extraño lo que éramos antes de mudarnos a Rusia nuevamente, la vida de casados que hacíamos, lo bien que la pasábamos junto a nuestros hijos y todos los momentos que vivimos... solo éramos nosotros dos.
Sé que por más que vuelva nada volverá a ser igual, los malditos Petrov están de nuevo en su vida y aunque odie admitirlo no puedo competir contra ellos, Adeline jamás me elegiría.
Todo se ha destrozado en un abrir y cerrar de ojos.
—Señor ya está listo—informa mi secretario.
Trago grueso y me preparo para salir a la conferencia de prensa.
Tardo algunos segundos en recomponerme y caminar hacia la puerta que me llevará a donde me esperan cientos de periodistas como tiburones hambrientos.
La oposición si se está encargando de tocarme las bolas.
Salgo y me siento en mi silla, a mi lado esta mi equipo más importante y en frente mío está el micrófono expectante a qué hable.
Fingir nunca ha sido lo mío pero supongo que todo se aprende.
—Buenas tardes—hablo seguro—. Como es de público conocimiento están sucediendo cosas que de una manera u otra nos afecta a todos como ciudadanos—pronuncio mirando al frente—. Es mi deber responder a todas sus preguntas, así que lo haré.
Las luces y las cámaras me invaden.
—¿Señor presidente que sucedió con su esposa? ¿Son verdad los rumores?
Aquellas preguntas es una de las pocas que logro escuchar ya que son como pirañas.
—Mi esposa ha sido secuestrada por la mafia Corsa—anuncio en un tono serio y suave—. Queríamos mantener esto en privado hasta poder resolverlo pero las cosas se han salido de control, la mafia Corsa está siendo una amenaza—informo.
Los comentarios y preguntas me atosigan en cuestión de segundos y mi equipo los hace guardar silencio.
—¿Qué lazos tiene usted o su esposa con la mafia Francesa? Según tengo entendido usted proviene de un linaje francés—inquiere una periodista clavando su mirada en mi.
Respiro hondo, realmente esto no es lo mío. No tengo la habilidad de Adeline de lidiar con depredadores.
Trago saliva y tomo un poco de agua antes de continuar.
—No tenemos ningún tipo de lazo—respondo seguro—. La vida de mi esposa y mis hijos están en riesgo en este momento, no pienso exponerlos aún más.
—Presidente—habla un hombre—. ¿Qué puede decirnos de la guerra de poder que acaba de iniciarse entre las mafias más peligrosas?
Presto atención y me tardo algunos segundos en responder, es como un interrogatorio en vivo.
Aclaro mi garganta.
—Me entristece informar que si hay una guerra entre mafias que podría llegar a afectarnos como nación—hablo—. Tenemos los recursos para mantener a los ciudadanos y sobre todo a nuestro país a salvo y no dudaremos en utilizarlos. Les pido que se tranquilicen y mantengan la calma que nuestro gobierno se encargará correctamente de resolver este problema.
Dicho esto me preparo para despedirme pero las preguntas caen como lluvia sobre mi.
Respiro hondo.
—¿Usted y su esposa mantienen negocios ilícitos con la mafia?
Me limito e ignoro las siguientes preguntas.
—Muchas gracias—pronuncio para luego ponerme de pie.
Los flashes aparecen y fingir que todo está bien me hace sentirme aún más agobiado.
No pensé que asumir como presidente sería una tortura.
Camino junto a mi equipo mientras que aflojo un poco más mi corbata, entro a la habitación privada y todo el aire acumulado se suelta.
Maldita sea, no llevo ni un año de presidente.
—Papi—pronuncia una voz dulce.
Me siento en el sofá y abro mis brazos para recibir a mi pequeña, su niñera aparece por detrás agitada.
—Lo siento Max, se me ha ido en cuestión de segundos.
Le doy una mirada tranquila y ella toma distancia dándonos espacio.
—Papá quiero a mami, la extraño demasiado—me dice Ava con tristeza en su mirada.
Trago grueso y siento el nudo en mi garganta, no me gusta ver a mi hija así y ha pasado mucho tiempo, no ve an Adeline desde que se fue de viaje a Grecia.
Pasamos de ser una familia súper unida y estable a estar cada uno en una parte del mundo.
Adeline es su mamá y sin importar lo que pase entre ella y yo lo seguirá siendo toda la vida. Mi hija la escogió como su mamá y ella le ha dado mucho más cariño que como tía.
—Vendrá pronto hija, está ocupada en un viaje pero te aseguro que falta poco para que vuelva—pronuncio sin saber que decirle.
Sus ojos están llenos de lagrimas y me arde el pecho de saber que su luz se ha perdido en todo este tiempo.
Ava no merece sufrir.
—Mentira—expresa enojada—. Mamá me abandonó para irse con Kata y Khalid.
Se cruza de brazos enfadada y ni siquiera se como reaccionar, intento abrazarla pero se separa de mi y su carácter maduro se hace presente.
Ava no deja de ser una niña de casi seis años y a veces es tan madura y responsable que lo olvido.
—No Ava, no digas eso—expreso angustiado—. Tu mamá Adeline te ama mucho y sabes que jamás te abandonaría, te prometo que pronto estaremos juntos nuevamente.
Sus ojitos oscuros se ponen tristes y me miran de una manera que se me derrumba el mundo en cuestión de segundos.
—¿Lo prometes papá?—inquiere mirándome fijamente.
Trago saliva.
—Lo prometo—pronuncio.
"Una promesa rota duele más que cualquier traición"
Aquella frase me decía Adeline cada vez que le decía a Ava que regresaría pronto cuando en verdad me tardaría un poco más...
Ella me enseñó a ser padre y se lo agradeceré toda mi vida.
Sé que a estas alturas no tengo chances de que su corazón sea mío pero la amo a tal punto de querer verla feliz por más que sea con otra persona y me duele aceptarlo pero Adeline es el amor de mi vida, lo fue desde el primer segundo en que la vi y lo será toda la vida.
No hay mujer que logre reemplazarla en mi corazón. Puedo apostar que quizás vengan miles pero ninguna será Adeline y es algo que tendré presente toda mi vida.
Ella es mi flor amarilla.
💀💀💀
ADELINE IVANOVA
No siento mis piernas y quizás sea de lo rápido que estoy corriendo o la adrenalina que se apoderó de mi cuerpo, miles de cosas pasan por mi mente mientras corro y siento el viento azotarme cada vez más fuerte.
Trago grueso e intento mantener el equilibro, son demasiadas hectáreas para encontrar la puta salida y aún peor por la parte trasera.
Oigo gritos en francés a lo lejos y me doy cuenta que ni siquiera los he perdido, es cuestión de segundos para que me encuentren.
—¡Aquí está!—grita alguien a lo lejos.
Mi miedo me obliga a frenar y voltear a ver para observar que tan lejos están.
Mi respiración está agitada y no puedo regularizarla.
Logro verlos a unos pocos metros.
Han llegado demasiado rápido.
Los disparos comienzan a hacerse presente a pesar de la distancia y hago lo mismo aunque el arma que sostengo en mi mano es de corta distancia.
Continúo corriendo y siento que mis piernas me fallarán en cualquier momento, estoy desesperada y mi vista se vuelve borrosa.
Maldita sea.
Putos franceses.
Entro en un sector abandonado de la finca y hay muchos árboles, supongo que es tan grande que no llegan hasta aquí para remodelar. Corro lo más rápido que puedo y suelto un grito de dolor cuando mi tobillo se dobla y me caigo de rodillas.
¡Carajo!
Me agito cada vez más y ellos están demasiado cerca. Por más que intento pararme y pisar el dolor se hace aún más intenso y de esta manera no podré correr.
Me arrastro y saco mi mochila para tomar la una de las armas que metí allí. La recargo y me preparo desde el suelo con la mira mientras enfoco en mi radar a uno de los tres hombres que vienen corriendo hacia mi.
—Toma hijo de puta—grito alterada al dispararle en la cabeza y matarlo en el acto.
Trago saliva y hago lo mismo con los siguientes dos, asombrándome de la perfecta puntería que acabo de tener.
Keegan estaría orgulloso de mi.
El sudor cae por mi frente y el cabello comienza a molestarme, mi vestido de esta lleno de tierra y agradezco que traigo zapatillas y no tacones.
Guardo el arma en la mochila y me quedo con una en la mano mientras que hago el maldito intento de ponerme de pie.
Seguirán viniendo por mi.
No puedo correr ni por más que me obligue a hacerlo.
Trago grueso y me pongo de pie aguantando todo el maldito dolor mientras me sostengo de un árbol. Cierro los ojos e intento soportar el dolor de mi tobillo hinchado.
Observo a unos metros un establo y entiendo inmediatamente que es mi única salida.
Reúno fuerzas y valor que me salen no se de donde y comienzo a caminar intentando no pisar con el pie izquierdo el cual llevo el tobillo hinchado, me arde y la desesperación de llegar rápido me enloquece.
—Vamos Adeline, maldita sea—me digo a mi misma.
Respiro hondo y continúo hasta que por fin llego a la puerta del establo abandonado.
Me sostengo de la madera y cierro los ojos intentando convencerme de que él dolor es sólo mental.
Tengo poco tiempo.
Abro la puerta y busco de inmediato un lugar en donde esconderme y tener una buena posición al disparar. Hay mucha chatarra y caca de cabellos secas.
Es un maldito mierdero.
Dejo mi delicadeza a un lado y me escondo detrás de un montón de paja apilada, Justo en frente de la puerta. Logro tirarme al piso y tener la mochila sobre mi regazo mientras me aseguro de que no se me vea que estoy aquí.
No es el mejor escondite pero es lo único que me mantendrá viva al menos unos minutos.
Respiro hondo intentando tranquilizarme.
Estoy tan agitada que no puedo sentir si respiro o simplemente estoy perdiendo aire.
Khlaus lo prometió...
Saldré de aquí viva y no dejaré que todo acabe así, Elliot no se lo merece.
No voy a dejarlo vivo a ese maldito ser.
Después de lo que le he hecho no dudará en matarme si me tiene de frente.
Oigo ruido proveniente de afuera y mi cuerpo se acelera cada vez más, los hombres corriendo y las voces se escuchan demasiado cerca.
Cierro los ojos intentando mantener la calma.
Oigo cómo pasan algunos de ellos corriendo y ninguno se detiene en el establo y eso me tranquiliza.
Trago saliva y mi corazón se detiene en cuanto aparecen algunos pasos más y esta vez puedo observar la sombra detenerse Justo en frente del establo.
Están hablando en francés.
Me agacho un poco más y preparo mi arma.
Mis latidos están tan intensos que siento como si se me fuera a estallar el corazón.
La puerta se abre haciendo un crujido macabro y los pasos fuertes se oyen casi en mi oreja logrando paralizarme por completo.
Por favor no.
Trago grueso e intento no moverme.
—Revisa bien—dice una voz de afuera.
—Eso estoy haciendo inútil—pronuncia una voz masculina demasiado familiar.
Lo conozco.
He oído esa voz antes.
No es la de Elliot.
Me preparo mientras escucho al hombre que está dentro caminar despacio de una punta a otra hasta que simplemente se detiene.
Se irá.
Siento el alivio y como una maldita inútil me adelanto porque lo siguiente que mis ojos ven son su rostro Justo en frente de mi tomándome por sorpresa, él me observa desde su altura tirada en el piso detrás de la paja y se queda callado.
Es Massad, uno de los franceses parte de la organización.
El hombre que me follle en el baño de la fiesta de Elliot.
Me mira a los ojos y ni siquiera puedo reprimir la expresión y la mirada de súplica que le doy al mirarlo.
Mi pulso se acelera cada vez más.
Él traga grueso y se ha quedado paralizado.
—¿Encontraste algo Massad?—inquieren desde afuera con cierto apuro.
Mis ojos se llenan de lagrimas a causa de la desesperación del momento y sus ojos azules me dan una última mirada mientras que su mente debate entre su lealtad o yo.
Vuelve a tragar grueso y aclara su garganta antes de hablar.
—No hay nada aquí—grita informando.
El alma regresa a mi cuerpo y el alivio recorre mis venas.
—Gracias—susurro casi sin sonido.
Èl me mira y se da la vuelta para luego irse.
Cierro los ojos al oír la puerta cerrarse y las lagrimas comienzan a caer por mis mejillas.
Algunos hombres continúa pasando corriendo y me quedo los minutos necesarios en la misma posición hasta que no se oye nada más del lado de afuera.
Abro la mochila y saco la laptop, busco la manera de comunicarme con Lin hasta que lo encuentro en face time y presiono llamarlo mientras que los segundos se vuelven escasos.
Atiende joder.
No tengo el número de Keegan o Khlaus y el maldito celular se ha quedado sin batería.
No responde y me quejo llena de furia mientras vuelvo a guardarla.
Me siento prisionera y ni siquiera lo estoy.
Veo la tela de mi vestido y no tengo mejor idea que cortar una parte de ella dejando el vestido a penas cubriendo mis muslos. Envuelvo mi tobillo con la tela y le hago un nudo fuerte.
Caminaré de todas formas, tengo que salir de aquí.
Trago grueso y me pongo de pie.
Aguanto el dolor busco un palo de manera a la altura de mis hombros que lo utilizo como bastón, apoyo todo mi peso en él y al menos puedo caminar un poco mejor.
Salgo del establo y me aseguro de que no haya nadie a la vista.
Continúo alejándome de la finca y el recorrido se hace eterno. Siento como la sangre hierve y todos mis sentidos se abruman a causa del dolor y la adrenalina de estar huyendo.
Estoy harta, jodidamente harta de huir.
El día que deje de hacerlo el puto mundo se pondrá de rodillas ante mi.
Acabo de cruzar la carretera vacía y siento que ya no puedo más, el dolor es intenso y mi pulso está demasiado acelerado como para poder respirar de la manera correcta. Siento mi boca seca y al mirar mi tobillo noto que esta poniendo se morado.
Creo que es peor de lo que creía.
Trago grueso y coloco las manos en mis rodillas inclinándome mientras que descanso y tomo aire tan solo unos segundos.
Estoy en la nada.
No había salido de esta finca jamás.
Me incorporo y reúno fuerzas para continuar caminando o vagando en busca de supervivencia.
Al menos los he perdido.
Parece un puto desierto a mi alrededor y no tengo mas remedio que continuar por la orilla de la carretera sin fin.
Me detengo en seco e intento pensar con claridad.
Lo primero que harán es salir a buscarme en la claridad, es obvio. Soy una maldita idiota.
Arrastró mi pie y cruzó la carretera metiendome por una propiedad vacía, hay cercas pero es todo campo con el pasto largo y seco.
Caminar por el pasto seco se hace más difícil aún estando largo, continúo hasta que me detengo y me recuesto debajo de un árbol. Estoy lo suficientemente alejada como para que no me vean al menos por unos minutos, necesito descansar.
Cierro los ojos y resoplo intentando recuperar el aliento, al menos estoy rodeada de naturaleza y eso me tranquiliza un poco.
—Papa est une femme.
Mis ojos se abre de inmediato al escuchar esa voz tan cerca de mi, me pongo a la defensiva y apunto directamente a la persona que tengo en frente de mi.
Mi pecho sube y baja acelerado.
Es un niño.
No parece de más de unos diez años.
—Niño, cállate por favor, ¿con quien hablas?
Expreso aquellas palabras nerviosa y ni siquiera se que es lo que ha dicho.
—Tu es très belle.
Dice aquello con una sonrisa traviesa que me hace desear entenderle.
Me pongo de pie a duras penas y él se mantiene frente a mi con una mirada especial, ni siquiera le ha dado miedo el arma que cargo en mi mano y con el cual le he apuntado.
Él vuelve a hablar y antes de que pueda prestarle atención alguien aparece a su lado.
Le apuntó con el arma y me preparo para deshacerme de cualquiera.
Es un hombre de cabello castaño claro al igual que el niño, ojos avellanas y aparenta unos cuarenta años. Sus pintas son de alguien que vive en campo o al menos no parecen personas de ciudad.
¿En qué parte de Francia estoy? Joder.
El hombre me observa de pies a cabeza detenidamente pero no es una mirada lasciva más bien es como de... ¿orgullo?
Me mantengo firme en mi postura y comienzo a alterarme.
—No te muevas o te volaré la cabeza—espeto perdiendo la calma.
Él sonríe maravillado, le da una mirada al niño y luego vuelve su mirada a mi.
—La reina roja—expresa en un tono especial.
Trago grueso.
¿Reina roja? Suena bien.
—Tranquila, te ayudaremos—habla con calma mirándome a los ojos—. Sé quién eres, mi lealtad está contigo.
Lo miro confundida y mi instinto de supervivencia no me deja bajar el arma sin embargo en mi interior algo me dice que realmente son indefensos y podrían ayudarme.
—¿Cómo me conoces?
Sonríe.
—Eres como una leyenda—pronuncia—. La primera mujer que se ganó un lugar importante en la mafia, demostrando tu fortaleza, inteligencia y eficacia perfecta para dominar—habla como si estuviera describiendo a una celebridad—. Reivindicaste todo el mundo criminal y en mucho tiempo no se ha visto una mujer como tú, a la altura de grandes lideres.
Trago saliva y por alguna razón suena tan bien escuchar esos halagos, supongo que alimenta mi ego y me encanta.
—No creí que tuviera fans—digo con una sonrisa nerviosa.
Él me mira a los ojos.
—Déjame ayudarte, estás herida—habla preocupado—. Nuestra casa está a unos pocos metros, no te encontrarán allí.
No tiene pintas de ser un asesino pero sin dudas es alguien que está muy informado.
—Bien—acepto.
Bajo mi arma y camino detrás de ellos mientras espero que haya sido la decisión correcta.
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